BY: Liz19forever
Look at me you are not alone, I'm with you
Mientras regresábamos de la casa de mis padres seguía pensando en la conversación que había tenido con él. Apreciaba su preocupación pero lo que no apreciaba en nada era la manera poco peculiar de preguntarme las cosas ¿Por qué será que los padres hacen todo al revés? me pregunté y tenía que anotarlo para no cometer la misma tontera cuando fuera mi turno. Me dio la roja en una esquina, me detuve aún pensando en la preocupación de mi familia mirando distraído mi entorno hasta que dí con la bifurcación para salir de la ciudad, se me paso por la mente una idea. Miré el letrero frente a mí — A la costa 150 KM — jugué con los dedos en el manubrio y luego la miré, estaba profundamente dormida, con su pelo revuelto contra el asiento ajena a lo que pudiera pasar fuera. Justo cuando el semáforo cambio dando luz verde avance derecho en vez de doblar y necesitábamos tiempo a solos sin padres, sin hermanos, sin fotógrafos, sin médicos, en resumidas solo nosotros.
El trayecto hacía la playa fue tranquilo y me sorprendió que no se despertará ni aún cuando la cargue dentro de la casa y fue toda una odisea sacarla del automóvil, entra con ella a la casa que tenían mis padres en la playa y más aún desvestirla controlándome por no tocarla. Otra vez agradecí que mis hermanas fueran tan desordenadas y dejaran olvidada ropa, tomé prestado un pijama que en su vida había usado y esa manía que tenía de comprar cosas que ni siquiera usaba.
La estuve contemplando un par de minutos, en realidad creo que fue cercano a la hora hasta que me venció el sueño y me quede dormido junto a ella, instintivamente sentí como se acercó a mi cuerpo y me abrazo, poniendo su pecho contra el mío, su rostro en la mitad, cruzo una mano por mi cintura y puso una pierna rodeando las mías. Era exquisita la sensación de sentir su cuerpo tibio contra él mío aferrándose de esa manera. El olor de su perfume comenzó a sentirse con mayor fuerza y al final fue lo que hizo que me quedará dormido acariciando su espalda.
No sabía porque pero de un tiempo a esta parte algo en mi hacia clic y al menor movimiento que hiciera ella me despertaba de inmediato. Cuando sentí como su cuerpo se separó del mío desperté pero no me moví. Con los ojos entreabiertos la observe mirar desconcertada donde estaba. Cerré los ojos cuando se percató de mi presencia a su lado, motivado por la curiosidad espere. Sentí sus dedos deslizarlos por mi frente y requirió de todo mi talento de actor no estremecerme aún a pesar que sentía una corriente eléctrica por su toque, acomodó unos mechones de mi cabello despejando mi rostro.
Otra corriente eléctrica sentí cuando paso sus yemas por mis labios dibujando todo el contorno de estos. Una vez más el deseo más carnal se me dibujo en pleno en la mente y era difícil controlarlo. Quise abrir mis ojos y besarla hambriento por sentir su efluvio contra el mío, sentir la tibieza de esos labios exquisitos pero me contuve. Quería saber que haría ella creyéndome completamente dormido.
Sus manos se deslizaron por mi cuello hasta la base y de allí percibí como su cuerpo se inclinaba hacía el mío. La ansiedad se me disparó ante no poder mirar directamente lo que iba a hacer pero era una sensación mucho más placentera está. Aunque debía reconocer que la espera a lo desconocido podría definirse como una tortura. Sentí en el hueco de mi garganta sus dedos acariciando mi piel y obviamente mi temperatura corporal se acrecentó sin necesidad de que lo pidiera. Justo cuando pensé me besaría no lo hizo y eso me provoco el deseo contrario — Vamos mi amor bésame —supliqué en un suspiro ahogado y necesita al menos hacer aquello para controlar los impulsos lidibinosos. Hubo un movimiento de su peso y cuando sentí como aspiro contra mi piel apreté mis ojos controlando el gemido que seguro se me escaparía.
Apreté la boca y relaje mis facciones cuando ella se separó de mí, era difícil no moverse, quitó la ropa de cama y sentí como balanceo su peso de seguro estaba semisentada contemplándome. Cuando sentí el roce de sus piernas contra mi cintura una sonrisa estúpida se trato de dibujar en mi rostro pero la apague en un movimiento de mis labios.
Autocontrol pensé en reiteradas oportunidades pero mi imaginación se iba sin tener yo control en ello.
Cuando sentí sus dedos bajo mi polera se me escapo un sonido de mis labios y sentí mi cuerpo estremecerse — Autocontrol —me repetí y era una tortura estar haciendo aquello pero me fascinaba sentirla acariciar mi torso desnudo. Sus manos tibias lo recorrían hasta mi cintura. Sentí como tiró de mi pantalón y casi grite cuando enterró sus yemas en el hueso de mi pelvis eso me trastornaba, era una sensación de desesperación extrema que no resistí me senté frente a ella. Tomé la polera que traía puesta y se la quite completamente sin preámbulo y me acerque a besarla en el cuello mientras acariciaba su piel.
— ¿Por qué estamos en la playa? –preguntó entrecortado mientras sentía mis labios húmedos contra los pliegues de su pecho.
— Porque no quiero interrupciones –contesté bajando mis manos hasta su cadera para sacar el pantalón, hice que se tendiera sobre la cama pero de frente a mí.
Recorrí con la palma de mi mano su entrepierna, dio un chillido ahogado exquisito cuando baje mis dedos a su parte más intima para acariciarla e incitarla. Quiso escapar de mi "pequeña y placentera" tortura pero me recargue sobre su cuerpo poniéndome sobre ella. Rosé apropósito mi pelvis contra su entrepierna y sus ojos brillaron, una sonrisa se dibujo en sus labios mientras sentía como mi cuerpo había reaccionado a su curiosidad.
— Mi turno
Exclamé besándole el hombro y haciendo que se girara para quedar de espaldas a mí, deslice mis yemas por toda su columna vertebral seguido por pequeños, húmedos y profundos besos contra su piel y al notar como daba pequeños brincos y saltitos supe que estaba tan desesperada como yo cuando ella me había acariciado.
— No por favor
Balbuceó cuando me sintió morder su piel. Quité la cascada de pelo que tenía de su cuello dejando al descubierto la parte trasera de su nuca, deslice por el medio un dedo y luego la punta de mi húmeda lengua y la sentí ahogar el gemido que seguro quería dar. Tomé sus palmas y ladee su cuerpo de tal manera que quedó de espalda a mí, dibuje su figura con mis manos, hasta llegar a sus caderas, seguí por su pierna la que levanté apegando su cuerpo contra el mío.
Besé su cuello mientras comencé a hacerle el amor, dio un gemido apenas audible mientras me sentía amarla. Su cuerpo se estremeció cuando llego al orgasmo al igual que el mío. Al cabo de unos minutos se giró en su posición y me volvió a besar pero esta vez sin tanta hambre más bien lento y acompasado. Se sentó sobre mí, al percatarme de sus intenciones clave mis ojos en ella.
— Quiero amarte toda la noche
Susurró contra mis labios.
Desperté otra vez temprano y era increíble como, a pesar de, habernos dormido hacía poco aún así ya no tenía sueño, sino más bien, ganas de que despertará, ganas de volver a hacerla mía, ganas de simplemente sentirla hablar. Me levanté y me duche, luego salí de la habitación. Tenía que ir a comprar algo para darle de desayuno.
Traté de demorarme lo menos posible y cuando llegue lo primero que hice fui a verla. No estaba en la cama y el sonido de la ducha me tranquilizo. Volví a la cocina para preparar el desayuno. Cuando estuvo listo me fui otra vez a la habitación y ella aún permanecía en el baño — Raro —pensé hacía que le hablé.
— Mi amor el desayuno está listo te falta mucho —pregunté un poco ansioso.
— Un poco —respondió y me tranquilice.
Me recosté otra vez de vuelta a la cama y encendí la televisión. Pasaron un par de minutos, constantemente miraba hacía la puerta y se estaba haciendo demasiado raro que estuviera tanto tiempo con el agua dada, iba a levantarme para entrar al baño cuando sentí que el agua de la regadera se detuvo. Salió sonriente y vestida con el pijama puesto, se veía exquisita y las ganas de quitárselo se apoderando de mí.
— Buenos días –me dijo subiéndose a la cama para besarme, el olor a su perfume me trastornaba. Y me pregunté como sería hacerse el amor bajo el agua.
— Tanto rato pensé que tendría que ir a rescatarte –exclamé divertido mientras le pasaba el tazón con té.
— Es segunda vez que me preparas desayuno ¿Habrá almuerzo también? –preguntó en respuesta.
— No soy tan perfecto, con suerte y sin incendiar nada frió un huevo –respondí sincero.
La besé en los labios y luego concentre mi mirada nuevamente en la televisión frente a nosotros. No había nada interesante y el tiempo no era tan malo, al menos no llovería así que podríamos salir a caminar por la playa. Apague la televisión y concentré mi vista en ella. Deslice mis dedos acariciando su pierna y metiéndola entre la ropa. Estaban en eso cuando ella se levantó.
— Creo que me resfrié –exclamó dirigiéndose al baño.
— Tal vez no debí traerte a la playa en invierno –comenté siguiéndola.
— Créeme que es más divertido en invierno que en verano –contestó riéndose lo que confundió —Hace más frío, te dan ganas de estar todo el rato en cama, mucho más interesante y romántico que si fuera en verano –agregó fundiendo sus labios contra los míos.
— Estas haciendo que mire con otros ojos al invierno –comenté riéndome.
— Pues tú estás haciendo que mire la vida de otra manera –confesó y me gusto aquella expresión. Se abrazó a mi cuello y bajé mis manos hasta su cintura atrayéndola hacía mí. Mi plan estaba dando resultado, ella estaba mirando su vida con otros ojos.
Caminamos por la playa por largo rato tomados de la mano hasta que nos sentamos a contemplar el mar.
— ¿Por qué yo y no otro? –pregunté de repente aún con la vista fija en el oleaje.
— ¿a qué te refieres? –contestó jugando con la arena.
— ¿qué fue lo que te atrajo de mí para que comenzará la locura del fanatismo? –pregunté derechamente y ella se giró para mirarme. Se hincó entre mis piernas, me miraba con curiosidad y deseo pero también con un amor que no le había visto reflejado en aquellos ojos marrones.
— Primero fue tu físico, tus ojos –confesó – son tan distintos, tan atrayentes, incluso aún creo que no puedo decidir si son verdes, celestes o grises –agregó y no era la única ni siquiera mi madre sabía decir de que color eran. En eso se me vino la aprehensión y la necesidad de decirle lo que pensaba con respecto a su enfermedad.
— Quiero que te hagas esa terapia, te lo pido como un favor especial, el jueves quiero que la hagas –exclamé desesperado enterrando mi rostro contra su pecho abrazándola fuertemente.
Me sujeto por el brazo y se separó de mi abrazo.
— Tú realmente me amas –exclamó
Claro que te amo tanto que me esta desgarrando por dentro el pensar que podría perderte —exclamé con la mirada.
Entramos a la clínica y la miré con una sonrisa tierna para infundarle valor, tenía claro que estaba haciendo un gran esfuerzo por complacerme y eso me gustaba solo esperaba que valiera la pena. Entramos a la habitación y mientras la chequeaban yo la contemplaba, su rostro estaba un poco ansioso y miraba a todos lados un tanto desesperada.
— ¿Por qué estas tan alterada? –fue la pregunta que le hicieron cuando estaban tomándole el pulso.
— No lo sé –respondió asustada en un susurró.
No pasaron ni cinco minutos y justo cuando iban a colocarle el catéter se levantó y corrió hasta la puerta. Fue como ver a mis primos chicos cuando se arrancaban de mi tía Carmen. Salí tras ella pero cuando llegue al ascensor noté como la puerta de servicio se cerraba lentamente. ¡Maldición! me dije corriendo detrás de ella.
— ¡Bella! —grité pero solo pude ver como bajaba las escaleras, sentía el sonido de sus zapatos contra los peldaños. Corrí tras ella pero me llevaba bastante ventaja.
Por qué demonios actúa como una niña mal criada —pensé molesto.
Cuando llegue al primer piso. Abrí la puerta y camine esquivando a la gente que me miraba molesta por mi caminar descuidado y presuroso. Pensé que iba a alcanzarla pero esa ilusión se desvaneció cuando advertí como se subía al bus que estaba partiendo. Corrí aún sabiendo que era imposible alcanzarlo, me detuve al cabo de un par de metros completamente cansado, tomé aire mientras aún la contemplaba irse. Traté de regularizar mi respiración mientras sostenía mi mirada en el camino, el bus dobló en una esquina para perderse. Tomé mi celular y marque su número.
¿Cómo convencerla? ¿Cómo hacerle entender que era por su propio bien? —pensé
Pero lo único que escuche fue el mensaje del buzón de voz. Ella había apagado su celular.
¡Maldición Bella como tan egoísta! —recriminé a la nada.
Se hizo de noche y yo aún miraba por el ventanal de su departamento. Con el celular en mi mano por si decidía llamarme. Su madre estaba desesperada llamando a todas sus amistades y su hermana estaba buscando entre sus cosas algún indicio de donde podría estar. Hasta que finalmente se acercó.
— Ya han pasado muchas horas —exclamó al vacío y me giré.
— ¿Crees que le haya pasado algo? —le pregunté y era extraño sostener una conversación con ella.
— Es una egoísta —espetó en respuesta y luego miró a su madre que había colgado el teléfono.
— Tampoco esta con Alice, ni la ha llamado ¿Dónde estará? —preguntó a la nada y todos nos miramos.
Jessica había convencido a su madre de irse a dormir, luego de darle un tranquilizante, eran cerca de la medía noche y estaba dormitando en el sillón.
— Si quieres puedes irte a dormir te avisaré si llama o si sabemos donde esta —ofreció al verme todo doblado en el sillón. Pero no podría irme a mi departamento sabiendo que estaba en la calle, sola y con el frío que estaba haciendo.
— Me quedaré si no te importa
— En lo absoluto solo lo digo por tu comodidad —respondió — siempre le dije a Bella que debía comprar un departamento de más de una habitación pero ella es un poco….
— Porfiada —completé la frase sentándome bien.
Tomé mi celular y le mandé un mensaje con la esperanza que me llamará al menos a mí para salir de esta angustia que era no tener idea de donde estaba.
.
Te amo tan solo llámame, quiero saber si estas bien
Finalmente venció el sueño a Jessica que se fue a recostar con su madre y yo me quede esperando que ella llamará tenía el celular en mi mano y estaba otra vez luchando por no quedarme dormido cuando lo sentí vibrar, sin mirar y un poco somnoliento lo contesté.
— ¿Bueno? –pregunte y cuando sentí el suspiró abrí mis ojos, el sueño se pasó por completo — ¿Bella? –inquirí ahora con la voz más viva pero no respondió temeroso a que cortará hablé – No cortes por favor ¿Estas bien? ¿Dónde estas? —le pregunté tratando de no parecer tan ansioso —Mi amor por favor tan solo dime si estas bien – insistí
— Sí -respondió.
— ¿Dónde estas? –pregunté
— No lo sé –confesó un poco errática lo que me preocupó ¿Estaría diciéndome la verdad?, me pregunté.
— ¿Segura que estas bien? –volví a preguntar.
— Hace frío eso es todo –contestó y sentí el ruido de agua.
— ¿Qué es ese ruido? –le pregunté en un intento de distraerla para que me dijera donde estaba e ir a buscarla.
— Una fuente de agua.
— Descríbemela –le pedí esperando que no me cortará y que cooperará conmigo.
— Es una figura que de ella brota agua, como cualquier fuente
— ¿Cómo es la figura?
— Un niño sentado en algo –respondió no muy segura.
— Un ángel ¿tal vez? –exclamé.
— ¿Como lo sabes? –contestó de vuelta sorprendida por mi atino.
— No te muevas, voy a buscarte –exclamé en un hilo de voz – Por favor espérame allí –le pedí y aunque dude en cortar lo hice cuando ella me aseguró que esperaría por mí.
Salí de su departamento y maneje lo más rápido que pude hacía la casa de mis padres. Estacione cerca de la plaza a la cual yo solía ir de pequeño y el dar la vuelta le vi. Sentada a unos cuantos metros de la fuente de agua, con sus piernas recogidas apoyando su mentón contra sus rodillas. Me acerque y me quite mi chaqueta, se la coloque en los hombros y ella se giró dándome una media sonrisa avergonzada. Respiré aliviado al verla bien y la abrace. Se fundió contra mi pecho rodeando mi cintura con sus brazos que estaban helados.
— ¿Cómo supiste donde estaba? –preguntó al cabo de unos minutos.
— Estas a tres cuadras de la casa de mis padres –contesté – jugaba de niño en esta plaza –expliqué y si esto no era destino pues no tenía idea de que podría ser.
— No quiero más agujas en mi cuerpo –protestó con un hilo de voz.
— ¿Qué es lo que quieres hacer? –le pregunté en respuesta separándola de mi cuerpo unos centímetros.
— Vivir esta hermosa aventura junto a ti –exclamó y se me llenaron los ojos de lágrimas al entender las palabras de mi padre cuando me dijo que no podría evitar que saliera lastimado – Por favor simplemente vivamos lo que tenemos sin cuestionarnos –me pidió pero yo era egoísta tal vez ese era uno de mis más grandes defectos, como podría hacer aquello si la quería para mí por siempre no por una temporada, no quería verla morir.
Cualquier cosa menos eso —le dije con la mirada
— No puedes pedirme que me convierta en un simple espectador de tu muerte –finalmente contesté melancólico.
— Hasta hace un par de meses yo para ti no existía –refutó y me dolió aquello.
— Pero ahora existes y no quiero que dejes de existir –interrumpí en un grito contenido.
— Ámame por lo que soy, por el ahora, no por lo que no seré o por un futuro que no existirá –agregó acariciando mi rostro pero me separé de ella, esto era demasiado para pedirlo, yo la amaba que no lo entendía ¿Acaso ella no me amaba para pedirme aquello?, pensé de repente.
— No es justo Bella –musité con las manos en la cintura mirando al suelo, parado frente a ella.
— Nada en esta vida es justo pero aún así, en la imperfección de la injusticia esto es real, yo soy real, tu eres real ¿Qué más puedes pedirle al destino? –analizó y se podía pedir millones de cosas como por ejemplo: Vive por mí, por ti, por nosotros refuté con el pensamiento.
— No puedo verte morir sabiendo que se pudo hacer algo –le dije en un suspiró.
— Entonces piensa que no existe nada por hacer porque esa es la verdad –contestó y guardamos silencio por varios minutos.
Me quede pensando en como hacer para que ella quisiera vivir. Pero no tenía nada excepto mi amor por ella. ¿Con cuanto tiempo podía contar para hacerle entrar en razón? me pregunté desesperado y desolado porque era un hecho: Ella no lucharía por su vida y yo sería solo un espectador de su muerte.
¡No! ¡Maldición! ¡No quiero! Grité desgarradoramente en silencio.
Al verla decidida a morir sentí la necesidad por tenerla para mí siempre, vivir con ella, verla dormir, levantarse, amarla cuando ella y yo quisiéramos. Entonces recobré la esperanza respecto a tenerla para mí por siempre. Mis ojos se clavaron en los suyos pensando en que tal vez podría hacerla desistir de aquel empeño por morir.
¿Cuál podría ser una razón más poderosa que el amor? pensé pero ella aún cuando yo se lo decía parecía no creerlo. Entonces se lo demostraría, le entregaría mi vida con tal que ella me entregará la suya para poder salvarla de ella misma.
— Haré lo que pides pero con una condición –exclame decidido a entrar en su vida como un jugador y no como un espectador sin voz ni voto.
— ¿Cuál? –me preguntó intrigada por mi actitud.
— Cásate conmigo
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