sábado, 27 de febrero de 2010

Casi platónico. Cap6:Para eso estan los Amigos.


Disclaimer: La historia original de Twilight, lamentablemente, pertenece a la señora Meyer. Ella es la creativa y, obviamente, la que tiene todos los millones. LadyC solamente es una chica con un poco de imaginación que usa todo esto sin ganar ni siquiera para una latita de gaseosa. La trama, los personajes que puedan no conocer y las dosis de locura son completamente de su Autoría. Y nosotras, Sky&Claire, nos encargamos tan solo de publicarla. =)
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PARA ESO ESTAN LOS AMIGOS

(Bella's POV)

Me sentía ajena a aquella realidad que se desarrollaba a mi alrededor. El centro comercial me parecía un lugar cien veces más grande de lo que realmente era. Las voces de la gente se oían lejanas, difusas y casi inexistentes. Sentía que mis pies flotaban en alguna superficie extraña, más arriba de por donde todos caminaban.

Estaba en mi propio mundo, sumida en mis pensamientos; y todo lo demás no importaba.

—¿Hola?, ¿sí?, busco a mi amiga Bella, que hace cinco minutos que se ha dedicado a ignorarme por completo —comentó la vocecita de Alice, justo en mis narices.

Sacudí la cabeza con cuidado.

—Lo siento —balbuceé—. Estaba distraída.

—¡Has estado distraída todo el día! —exclamó mi amiga, mientras salíamos de un local. Pasó un brazo por mi cintura—. Debes dejar de pensar un poco en ello, Bella —pidió comprensivamente.

Suspiré. Ella tenía razón, ¡pero era tan difícil!

Finalmente, intenté despejar un poco mi mente y seguir a mi amiga por el centro comercial, mientras ella hablaba por teléfono con su novio. Estaba aún como perdida en mi mundo, pero por lo menos podía entablar una conversación normal con Alice. Le agradecía que intentara quitarme de aquel estado; pero ella, más que nadie, entendía que para mí lo sucedido la noche anterior había sido… fuera de este mundo. Nunca, en todo lo que llevaba de amistad con Edward, pensé que algo así pudiera suceder, al menos fuera de mis sueños. Agradecía que Mike, sorpresivamente, no hubiera llamado en todo el fin de semana. A pesar de que era algo extraño, estaba feliz con aquello. La realidad era que no estaba de humor para lidiar con él.

—¡Bella! —escuché el grito de Alice y me volví para mirarla. Ella sólo suspiró, con una mezcla de lo que me pareció frustración y preocupación—. Otra vez te vuelve a suceder —hizo una pausa—. ¿Por qué no hablas con él y ya?

Suspiré, por enésima vez en ese día, mientras nos acomodábamos en una de las mesas del patio de comidas, al que ni siquiera recordaba haber llegado.

—Ya hablé con él, Alice —respondí, de forma cansada.

—Sí, pero le dijiste que todo estaba bien —respondió rápidamente, dirigiéndome una mirada escéptica—. Y déjame decirte, querida Bella, que este no es, casualmente, tu comportamiento normal.

Bufé, mientras dejaba caer mis brazos a los costados de mi cuerpo, con frustración.

—¿Qué quieres que haga, Alice? —pregunté, no sin cierta exasperación—. Hola, Edward, discúlpame; la verdad es que no dejo de pensar en el beso que nos dimos y me siento mal, porque tú eres gay y yo estoy enamorada de ti —tomé aire, después de hablar tan rápidamente. Una sonrisa falsa surcó mi rostro—. ¿Te parece bien?

Alice rodó los ojos.

—Quizás sea útil que le digas eso a Edward.

Las dos giramos con violencia la cabeza, para encontrarnos con el conciliador gesto de Jasper, quien estaba apoyado en una columna cercana a nuestra mesa. Solté abruptamente todo el aire que había estado conteniendo.

—¡Casi me matas de un susto! —me quejé, para luego soltar otro pesado suspiro. Me hundí en la silla, como sumergiéndome en mi propia miseria.

Alice, después de algunas palabras, se ofreció a ir a buscarnos algo para comer. Yo simplemente gruñí que no quería nada, mientras ella se iba alejando. De cualquier modo, estaba segura de que iba a traerme una buena ración de comida.

—No te ves lo que se dice bien —apuntó Jasper, sentándose a la mesa.

—Te lo agradezco —mascullé, mirando hacia otro lado.

Escuché su risa melodiosa.

—Dios, tú y Edward sois tan escalofriantemente parecidos —comentó.

Lo fulminé con la mirada.

—¿Qué? —apuntó, con voz inocente, mientras apoyaba un codo sobre la mesa y me miraba más de cerca.

—Nada —murmuré.

Me negaba a que alguien más me diera consejos amorosos. ¡Con Alice bastaba y sobraba!

Después de compartir una comida, los tres nos subimos al llamativo vehículo de Alice, con el propósito de dirigirnos nuevamente al apartamento. Una fina capa de llovizna nos acompañó en el trayecto y, cuando llegamos a nuestro destino, tuvimos que correr para evitar mojar nuestras ropas y las recientes comprar realizadas por Alice. Fue bastante agradable llegar a la calidez del hogar; sin embargo, al ver que mi pequeña amiga ni siquiera se quitaba su abrigo, fruncí el ceño.

—¿Planeas algo? —pregunté cuidadosamente.

—Debo ir a buscar a Jessica para que me entregue unos bosquejos que realizó el año anterior —comentó Alice, encogiéndose suavemente de hombros—; quizás sus diseños puedan servirme de base, para tener, más o menos, una idea de lo que debo hacer para mi proyecto de mañana —agregó, con un suspiro.

Asentí en silencio.

Entonces algo hizo contacto en mi cabeza.

¡Los libros de historia del Arte! ¡Demonios!

—¿Crees que podrás llevarme hasta la biblioteca? —pedí atolondradamente.

Alice parpadeó.

—Sí, supongo que no es ningún problema —aceptó.

Tomé mi bolso, un paraguas y mi abrigo, mientras los tres volvíamos a salir del apartamento.

Acordamos pasar primero por la casa de Jessica. Mientras íbamos en el Porsche, la pequeña Alice me explicó que haríamos las cosas más rápido de esa manera y que luego podría esperarme en la puerta del la biblioteca. Con mi amiga al volante, que tenía aquella extraña manía de conducir igual de rápido que su hermano, pronto llegamos a nuestro destino. Aún con el doloroso recuerdo de Edward en mi mente, me bajé del auto detrás de mis amigos.

La portera del apartamento de Jessica, una señora muy amable, sonrió al vernos en la puerta. En realidad, le sonrió a Alice. Ambas se conocían, ya que la mujer solía realizar esporádicas visitas al centro comercial; y, vamos, ¿cómo no congeniar con Alice, quien prácticamente vivía dentro?

—¡Alice! ¿Cómo estas? —exclamó amistosamente la mujer, para luego inclinar su cabeza hacia nosotros, a forma de saludo.

—Muy bien, Charlotte, gracias —respondió la pequeña Cullen, sonriente.

—¿Venís a ver a Jessica?

Alice asintió. Después de un corto cruce de palabras, los tres nos metimos en el ascensor. Subimos dentro de él y descendimos en el pasillo que le correspondía al piso de Jessica. Jasper tocó el timbre, mientras se hacía a un lado; Alice se quedó con una sonrisa frente a la puerta. Esperamos un rato y ya pesábamos que Jessica no estaba cuando su figura se apareció desde dentro; su rostro denotaba confusión, casi podría decir que miedo. Ató mejor la bata de seda que traía puesta y nos miró, alterada.

—¿Qué hacéis aquí? —preguntó súbitamente, depositando su ojos en mí por una milésima de segundo.

—Venía a pedirte los diseños que me prometiste —replicó Alice, con el ceño fruncido—, ¿recuerdas?

Jessica asintió, sin decir nada.

—¡Mi amor! ¿Qué sucede? —se escuchó desde adentro.

Los tres nos quedamos helados y el rostro de Jessica se transformó con violencia.

Yo conocía esa voz… esa voz era…

No, aquello no podía ser.

Antes de que pudiera hacer nada, sin embargo, Alice empujó a Jessica a un lado y se adentró en el apartamento. Ella la siguió y Jasper fue detrás de ambas, muy posiblemente temiendo que su novia cometiera un homicidio. Pero no, yo no iba a quedarme allí. Con la poca determinación que tenía en aquellos momentos, seguí a mis amigos; fue una gran sorpresa encontrarme a Alice intentando abofetear a un semidesnudo Mike. Cuando entré en escena, todas las miradas se posaron en mí. Mike, que se encontraba luchando contra una enfurecida Alice, me miró casi con horror. Al bajar sus defensas, claro, se ganó un buen puñetazo de mi amiga, justo en el medio de su nariz. Vi que Mike hacía el amague de levantarse y seguirme; también sentí la mano de Jasper en mi brazo; pero lo ignoré todo y sólo corrí fuera del apartamento. Cuando estaba bajando las escaleras, sin siquiera esperar el ascensor, con miedo a que me alcanzaran, me di cuenta de que mis mejillas se encontraban húmedas. No por amor, ya que yo tenía muy claro que no estaba enamorada de Mike, pero la traición…

Eso sí que dolía.

Cuando conseguí salir del apartamento, ante la confusa mirada de la tal Charlotte, comencé a correr sin rumbo alguno por las calles de Washington. Chocando con las pocas personas que había por la calle, debido a que ahora llovía con más fuerza, logré abrirme paso hacia una parte menos céntrica de la ciudad. Con las gotas mezclándose con mis lágrimas, me dejé caer en un banco, completamente abatida. Evidentemente, ni siquiera podía ser suficiente para alguien como Mike Newton. ¿Cómo podía imaginar, entonces, que alguien como Edward se fijaría en mí?

Suspiré. ¿Alguna otra cosa mala iba a pasar?

Escuché un fuerte trueno en el cielo.

Por supuesto, ¡la vida no dejaba de sonreírme!

(Edward's POV)

Yo, usualmente, era una persona muy activa. No me gustaba mucho quedarme quieto, sin hacer nada; sobretodo cuando había tanto por hacer. Sin embargo, allí estaba, ocupando toda la extensión del sofá con mi cuerpo y mirando el techo como si fuera la cosa más interesante de todo el mundo. Creí que ya me conocía las grietas de memoria, mientras pensaba, nuevamente, en la complicada situación en la que me encontraba. Estaba tan atrapado en mis cavilaciones, que me costó identificar el sonido de mi teléfono móvil; estiré mi brazo y atrapé el pequeño aparato.

—¿Sí?

Edward, por Dios, tienes que ayudarnos —la voz agitada de mi hermana se escuchó des del otro lado de la línea.

—Alice, cálmate. ¿Qué ha sucedido? —inquirí, con el ceño fruncido.

Bella, Edward, Bella —mi corazón dejó de latir dentro de mi pecho—. Mike lo ha arruinado todo, ella se ha ido corriendo y no sabemos dónde está… y con esta lluvia… ¡Dios!

La voz de mi hermana sonaba agitada.

Intenté que se tranquilizara y me explicara mejor las cosas. Luego, tan pronto como cortamos la comunicación, salté del sofá. Ni siquiera me molesté en tomar un abrigo, a pesar de que sabía que afuera estaba lloviendo con intensidad; simplemente, corrí por el pasillo y bajé las escaleras tan rápido como mis piernas me lo permitían. Con poco cuidado, me subí a mi auto, aparcado cerca del edificio en el que vivía, y comencé a conducir a gran velocidad por la ciudad. Tenía que encontrarla.

Necesitaba encontrarla.

Me pasé la mano por el rostro, con frustración. No sabía cuánto tiempo llevaba dando vueltas por la ciudad, pero no había ni rastro de Bella. Había visto demasiadas muchachas castañas, pero ninguna como ella. Muchas jóvenes habían decidido salir a la calle con chaquetas negras —Alice me había comentado que Bella llevaba una—, pero ninguna era ella.

Sin embargo, unas cuantas vueltas más fueron suficientes. Allí, en una plaza apartada de la zona más céntrica de la ciudad, se encontraba ella, sentada sobre un banco, agarrándose fuertemente las piernas contra el pecho. El corazón se me partió en dos ante la imagen y, súbitamente, sentí la imperiosa necesidad de pisotear a Mike Newton. Con velocidad, bajé del Volvo, después de aparcarlo de una manera que, en medio de la ciudad, me hubiese costado unos cuantos insultos y alguna que otra multa. Comencé a correr por la húmeda hierba, hasta que me encontré frente al banco. Bella alzó su perdida mirada hacia mí, y la sorpresa se pintó en su triste rostro.

Aquello fue demasiado para mí.

Con cuidado, tomé a Bella por los brazos y la alcé, hasta que quedó de pie frente a mí. Entonces, la estreché en un fuerte abrazo, escondiendo mi cabeza en su cuello. La lluvia se mezclaba con su perfume, creando una fragancia perfecta. Sentí que su cuerpo comenzaba a agitarse bajo el mío, supuse que por el llanto, y la estreché más fuerte contra mí. Comencé a pasear una mano por su cabeza, de forma conciliadora, mientras le pedía suavemente que se tranquilizara, que todo estaba bien. Entonces, cuando sus ojos se alzaron para mirarme, lo comprendí todo. Todas mis dudas quedaron despejadas, aunque me negara a aceptarlo.

No te interesaban las chicas con las que salías, te interesaba ella. Sólo ella.

Dios, estaba perdido.

Libros Escritos Para Chicas


Conociendo a los vecinos

—Ahí va mi última y más valiosa advertencia: tened cuidado con Edward —pronunció su nombre de una forma tan empalagosa que consiguió que se me revolviera el estómago. Como vio que nuestro comportamiento era extraño, mirándola primero a ella y después al chico que se había levantado, añadió para dejarlo más claro—: Es el que parece de anuncio.

Bufé, ya me había dado cuenta eso. Odiaba aquello, hubiese preferido que el chico encantador de mis conversaciones por Messenger fuese alguien físicamente normal, y sobre todo, que no hablasen de él por ahí como si fuese una estrella de Hollywood con fama de rompecorazones.

El nudo de mi estomago se intensificó. No sé por qué había pensado que me podía llevar bien con él. Yo odiaba con toda mi alma a los chicos que se creían los reyes del mundo, en especial a los que trataban a las mujeres como si fuesen basura. Una segunda mirada hacia Cullen me confirmó que estaba ante un auténtico ejemplar de Estupidus Hominidus. Sus Ray-Ban Wyfarer, su pantalón vaquero desgastado, su jersey verde con cuello de pico y su camiseta blanca por debajo… Todo en él gritaba "hola, ven a mí". Y detestaba eso.

—Os habéis quedado sin palabras, ¿verdad? —inquirió Jessica maliciosamente, captando de nuevo mi atención. Pasé la vista por mis amigas y vi que Alice tenía la boca abierta y que Rosalie valoraba a los chicos según su escala de interés.

—¿Q-qué pasa con E-edward Cullen? —musitó Alice con un hilo de voz.

—Qué no pasa, querrás decir —rió histéricamente Jessica y no pude evitar poner los ojos en blanco—. Corren numerosas leyendas acerca de su persona. Supongo que la mayoría no serán verdaderas, no lo sé a ciencia cierta.

—¿No lo conoces? —pregunté, interesada.

—Oh, claro que sí —me respondió y noté que iba a empezar a presumir—. He salido algunas veces con él, pero es muy misterioso. No dice nunca gran cosa, sólo sonríe con esos labios que…

—Jessica, no te desvíes —bufó Angela, que parecía harta del tema Cullen. Sonreí interiormente al darme cuenta que me llevaría bien con ella.

—Está bien… Bueno, como os contaba se dicen muchas cosas acerca de él. Por ejemplo, ¿veis que lleva gafas de sol? —asentimos mirando como Cullen hablaba con otro tipo animadamente pero sin quitarse las gafas, lo que resultaba inquietante ya que en Londres casi nunca brillaba completamente el sol—. Pues según cuenta "la leyenda", es para prevenir. Supuestamente, si se las quita y deja al descubierto sus ojos, corre el riesgo de enamorar a quien mire, sea mujer, hombre o animal.

Aquello fue demasiado. Rosalie, Alice y yo nos reímos a carcajadas mientras Jessica fruncía el ceño, molesta por el hecho de que dudásemos de la veracidad de su historia.

—También se dice que si te toca estas perdida, jamás desearas a otro hombre que no sea él. Y con tocar no me refiero a algo sexual, con el simple roce de su mano basta —vi como lo miraba fijamente con ojos brillantes al mismo tiempo que murmuraba—: Tiene una piel tan suave…

Miré a mis amigas para ver si sentían el mismo asco que yo al oírla hablar de Cullen. Rosalie la observaba con una mirada de "estás loca, tía", pero Alice parecía inmersa en su mundo. Supongo que es muy duro no ver a tu primo durante una larga temporada y que cuando te reencuentres con él te digan que es un auténtico imbécil.

En mi fuero interno había decidido odiarlo secretamente. No me había hecho nada, al revés, incluso parecía extremadamente simpático cuando no le veías la cara, es decir, por Internet. No podía arriesgarme a hablar con él y comportarme como si me hubiesen hecho una lobotomía, más o menos de la misma forma que Jessica. Una sola mirada a esta, y en especial a la baba que le caía por la barbilla me bastó para hacerme a mí misma el juramento de que no me acercaría a menos de veinte metros de él.

—Jessica, deja de salivar —se rió Angela, moviendo la cabeza negativamente.

—Es que está tan bueno… —suspiró la aludida—. La verdad es que corren por ahí muchas historias. Ha salido con la mayoría de nosotras, pero ninguna quiere comentar su noche con él.

Me quedé muda; lo había subestimado, encima se acostaba con todas. En un principio pensé que sólo salía con las chicas y ya está. Mi antipatía hacia su persona creció hasta un nivel desconocido.

—Eso es porque con ninguna ha hecho nada —se carcajeó de nuevo Angela—. Si no, estaríais todas vacilando.

Dirigí mi vista hacia ella y medité sus palabras. Mi cabeza decía que tenía toda la razón del mundo, sin embargo algo en mi interior me obligaba a eliminar el razonamiento, Edward Cullen era alguien a quien no debía acercarme, se acostara o no con todas las que podía, punto final de la discusión.

—No Angela, si no contamos nada es porque él nos lo pide. Y cómo no hacerle caso con esa voz aterciopelada que te hace olvidar hasta cómo te llamas… —aquello empezaba a resultar extremadamente asqueroso.

Jessica seguía con su perorata de estupideces cuando Alice pegó un chillido desde su asiento. Posé la mirada hasta en el mismo sitio que ella y vi como el desagradable chico Cullen la saludaba con una mano, se despedía del amigo con el que estaba hablando y se dirigía a otro, que parecía un armario empotrado de lo grande que era. Temblé como una loca cuando ambos se dirigieron hacia nosotras, con una enorme sonrisa en la cara.

—¡La pequeña Alice! —exclamó con un marcado acento británico el musculoso gigante, que tenía el pelo oculto bajo la capucha de su sudadera. Bufé un poco por lo estúpido que se veía, sin embargo parecía simpático. Él levantó a mi amiga de su silla y la abrazó con fuerza—. ¿Cuándo has crecido tanto, enana? ¡Si ya eres toda una mujercita! Por cierto, ¿qué le ha pasado a tu pelo?

Vi como Jessica observaba la escena con la cara descompuesta y la boca abierta al máximo. Rosalie por su parte miraba al enorme chico con una expresión de absoluto interés que me puso los pelos de punta. Acababa de dejarme muy claro quién sería su próxima víctima.

El otro Cullen pasaba sus ojos escondidos detrás de las gafas por todas nosotras, quizás estaría también eligiendo a su presa. Sentí arcadas, ¿por qué los tíos, y en este caso también Rose, tenían que ser así? Noté como se tensaba ver las miradas lujuriosas que le mandaba Jessica y no pude evitar sonreír.

—Emmett, suéltame, me estás asfixiando —pidió Alice sin apenas voz. Por lo visto aquel era el famoso y excéntrico Jeepemmett. Reí por lo bajo, provocando así la mirada de los dos.

—¿Tu eres Bella? La del nick aburrido —preguntó Emmett, con su siempre alegre cara.

—Emm, que tú pongas tonterías no significa que todos tengan que ser como tú —suspiró Edward, que parecía hastiado del comportamiento de su hermano. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al comprobar que el extraño tono de su voz y su acento británico era un cóctel molotov para mis hormonas desquiciadas. Él se giró para encarar a Alice y la abrazó suavemente, quitándose primero las gafas para ponérselas en lo alto de la cabeza, sobre su broncíneo y desordenado cabello—. Estás preciosa, Alice.

—Gracias Edward, a ti tampoco te han sentado mal estos años —bromeó ella.

—Sí, aunque antes era más tierno, con el aparato en los dientes y sus granitos —dijo Emmett pestañeando rápidamente y soltando un suspiro. Todos reímos, excepto Jessica, que parecía no salir de su ensimismamiento.

Me quedé estática cuando Edward se acercó hasta mí con una sonrisa que parecía torcida, algo extremadamente sexy como para ser real. Sus ojos eran de un asombroso verde que no podría describir ni con cientos de palabras. Entonces caí en la cuenta de lo que había dicho Jessica, aquello de lo que nos habíamos reído. "Si lo miras te enamoras… Por eso usa las gafas de sol…" Debí parecer idiota cuando empecé a bizquear y a cerrar los ojos fuertemente para evitar el contacto visual con él. Escuché su risa y sentí como mi corazón se aceleraba.

—Hola Bella, encantado de conocerte —dijo él, y no tuve más remedio que abrir los ojos para tenderle la mano y acertar a cogérsela para estrecharlas. Parecía asombrado, tuvo el impulso de acercarse para besarme, pero aquel era un acercamiento innecesario que pondría mi salud en peligro. La mano estaba bien, por lo que lo esquivé como pude.

—Hola —dije secamente. No iba a caer en las redes de Edward Cullen ni por todo el oro del mundo. Una de sus cejas se elevó, como si no entendiese muy bien el porqué de mi comportamiento.

—Soy Edward Cullen, creo que no te lo dije por Messenger —parecía avergonzado. Jessica me miraba como si fuese a cortarme el cuello de un momento a otro y sentí miedo.

—Encantada Edwin —contesté rápidamente y vi como Emmett ahogaba una risa.

—Edward —me corrigió el aludido, con una sonrisa paciente.

—Lo que sea Edmund —le devolví la sonrisa y me giré para ver mejor a los demás, dejándolo con la boca abierta. Genial, Bella 1 Tío-estúpido-que-se-cree-que-puede-tener-a-todas-las-que-quiera 0.

Emmett me levantaba los pulgares por detrás de su hermano y volví a reírme, estaba segura de que ese Cullen sí que me iba a caer bien.

Edward se presentó a Rosalie también, aunque parecía algo decaído. Después, tras echarle una rápida mirada a Jessica, se alejó alegando que tenía un entrenamiento o alguna tontería de esas de los chicos. Emmett sin embargo se quedó con nosotras, sentándose al lado de Rosalie. Los dos parecían muy interesados en conocerse más.

—Bueno, ¿cómo ha ido la primera noche? —quiso saber, bajándose por fin la capucha de la sudadera y mostrando su corto cabello oscuro, muy diferente al de su hermano.

—Fue estupendo, salimos a comer pizza y después a tomar algo —contestó Alice, muy sonriente.

—Podíais habernos avisado —se quejó él, poniendo un cómico puchero—. Para algo vivimos en el mismo edificio.

Aquello fue más de lo que Jessica Stanley podía soportar. Se atragantó con su propia saliva y nos miró con ojos desorbitados, seguramente criticándonos mentalmente. Emmett la miró divertido.

—Perdona, creo que a ti no te conozco —le dijo, con una mirada de disculpa. Ella estaba que echaba chispas.

—Soy Jessica, he salido con tu hermano un par de veces. De hecho una fuimos contigo y con el rubito a jugar a los bolos —parecía totalmente molesta, y más lo estuvo cuando vio que la cara de Emmett se contraía para no soltar una carcajada.

—Ah, ya me acuerdo… ¿Fuiste la que se calló en la pista y tumbó todos los bolos, no? Fue una actuación estupenda —levantó la mano para que se la chocase pero Jessica lo miraba horrorizada. Se levantó rápidamente y dijo que tenía que ir a por unos apuntes a la copistería. Vimos como se alejaba y cuando estuvo lo suficientemente lejos para que no lo escuchase, Emmett se rió a pleno pulmón.

—Madre mía, qué tonta es —exclamaba entre risas—. No sé en qué estaba pensando Eddie…

Angela que aún estaba presente sonreía tímidamente. Jessica era su amiga, pero sabía que a veces se comportaba de forma muy infantil.

—¿Es verdad que ha salido con Edward? —preguntó de pronto. Emmett fijó su vista en ella—. Es que creo que muchas cosas se las inventa —se encogió de hombros.

—Bueno, la tipa esa estuvo meses detrás suya, acosándolo. Creo que intentó quitársela de encima pero parece ser que no resultó bien. Ahora lo sigue a todas partes como si esperase algo de él. Ya habéis visto como ha huido en cuando vio que estaba por aquí, aunque creo que los comentarios de Bella también le han afectado —siguió riéndose a toda voz.

—¿Mis comentarios? —inquirí asombrada.

—Si mujer, ninguna chica se ha equivocado con su nombre. Algunas hasta lo llevan tatuado entre las…

—¡¡Emmett, no seas guarro!! —lo cortó Alice, aunque no pudo evitar que se le escapase una risita.

—El caso es que hasta venden camisetas de fútbol del equipo de la Universidad con su nombre en la espalda. No os extrañéis si veis por ahí unas cuantas. Aún no estamos en época de partidos, pero cuando se acerque esto va a estar lleno de Edwards con curvas—resoplé, no entendía como las demás podían ser tan estúpidas—. También deberíais saber que las hay con mi nombre, yo soy mucho más popular —añadió con voz de chica, a la vez que chasqueaba los dedos.

Nos reímos como tontas, Emmett era una persona con la que daba gusto estar. De pronto se levantó, asustándonos a todas, y empezó a llamar a alguien que estaba entre el barullo de personas que buscaban mesa para comer. Al rato un chico muy alto, atlético y rubio se acercó.

—Hola Emmett, estaba buscándote a ti o a Edward —dijo con voz cansada, como si hubiese estado corriendo. Pasó la vista por nosotras y me sentí intimidada, era extremadamente guapo, aunque bajo mi punto de vista no tanto como Edward—. ¿Quiénes son estas encantadoras señoritas? —sonrió y todas soltamos un suspiro, parecía un chico encantador.

—Yo soy Alice —respondió a toda velocidad mi amiga, que lo miraba con ojos brillantes—. Soy prima de Edward y Emmett, estas son Bella y Rosalie, amigas mías. Ah, y ella es Angela.

—A Angela ya la conozco —sonrió a la chica, la cual parecía encantada con su presencia—. Así que vosotras sois las nuevas vecinas, ¿no? —añadió, cogiendo una silla y sentándose al lado de Emmett.

—¿Has visto que suerte hemos tenido? —rugió este.

—Qué bestia eres —se lamentó el chico desconocido—. Perdón por no presentarme antes, soy Jasper y vivo con los dos Cullen, es decir, un piso por encima de vosotras —se volvió a Emmett y preguntó—: ¿Dónde está Edward? Había quedado con él para comer.

—Oh, no te lo vas a creer —respondió Emmett muy divertido—. Vio que Alice estaba aquí y vinimos a saludarla, pero claro, no se fijo en que Jessica Stanley también se encontraba sentada con ellas —Jasper soltó una carcajada que iluminó su perfecto rostro—. Debías haber visto su cara, se quedó estático. Después entró en acción Bella; creo que te has perdido el acontecimiento de la semana.

—¿Qué pasó? —preguntó interesado Jasper. Yo miré mis manos, avergonzada por ser el centro de atención.

—Resulta que ellos habían hablado por Messenger. Ella es la misteriosa chica con la que Edward llevaba una semana siendo pesado, con la que "podía hablar de verdad" —hizo un entrecomillado con los dedos. Me quedé boquiabierta y mis amigas empezaron a soltar risitas nerviosas. ¿De verdad había dicho eso?—. Total que cuando va a saludarla —me señaló con la cabeza— le dice que es Edward Cullen y Bella pone mala cara, y le llama Edwin —Jasper se rió sonoramente—. Y después cuando la corrige, le dice "lo que sea Edmund". ¿Te puedes imaginar la cara de Eddie?

—Debí haberme saltado la clase de Pensamiento Político sólo para verlo —dijo entre carcajadas Jasper. Mis amigas y yo nos limitábamos a mirarlos asombradas, todas pensábamos que no había sido para tanto. Jasper pareció entenderlo y se dirigió a nosotras—: Veréis, a Edward jamás le han rechazado, o le han hecho un mal comentario.

—Seguramente ahora estará en su cuarto preguntándose qué ha hecho mal y repasando sus movimientos frente al espejo —se carcajeó Emmett.

—Emm, esos comentarios son los que hacen que Edward tenga una imagen de don Juan —comentó Jasper negando con la cabeza—. Simplemente tiene facilidad con las mujeres, ni siquiera las busca, todas vienen a él. Supongo que por una vez que alguna no le siga la corriente no se va a morir.

—Pues claro que no —dije yo, con el ceño fruncido—. Me parece fatal que trate así a las chicas. No va a tener ningún comentario agradable por mi parte.

Jasper y Emmett se miraron entre ellos, primero preocupados y después divertidos.

—Esto será interesante —rió Emmett—. Porque Edward es cabezota, jamás ha ido detrás de nadie, no le ha hecho falta, pero parece que tú le has gustado. O por lo menos le gustaba hablar contigo por Internet.

—Tampoco seas muy dura con él —pidió Jasper—. Si no te gusta por la fama que tiene ignóralo, pero no seas desagradable por favor, que después lo tenemos que aguantar nosotros —todos se rieron menos yo, que estaba cruzada de brazos, pensativa.

—De todas formas dudo que fije siquiera en mí, estáis sacando conclusiones precipitadas.

—¿Estás oliendo lo que yo, Jasper? —preguntó extremadamente emocionado Emmett, frotándose las manos.

—Sí, me parece que sí —sonrió pícaramente él.

—¡APUESTAS! –gritó el grandullón y las chicas pusimos los ojos en blanco—. Cincuenta libras a que Edward va detrás de Bella como un perrito faldero.

—Setenta a que Bella se resistirse a sus encantos al principio—dijo Jasper pensativo, seguramente valorando todas las opciones.

—¡Cien a que se lían antes de un mes!

—No, Bella tiene las cosas claras… Ciento veinte a que tardan más de dos meses.

—¿Estás loco? ¡Quién diría que te has criado con Edward! Yo les doy un mes; ciento treinta a que acaban enrollados en alguna fiesta —Emmett parecía muy seguro de sí mismo.

—Ciento cincuenta a que no. Bella no va a caer en sus brazos tan fácilmente —aquello resultaba de lo más divertido, aunque estuviesen apostando por mí y un chico. Me enorgullecía que Jasper confiase tanto en mi autocontrol.

—Oh, claro que sí. DOSCIENTAS a que Edward consigue salir con ella antes de los dos meses.

—Pero… ¿en salir incluyes besar? —preguntó Alice de pronto, con una ceja levantada.

—Sí, por supuesto.

—Oh, pues entonces creo que no conoces a Bella —dijo ella simplemente, mientras reía a pleno pulmón.

—Trescientos dólares, porque no sé todavía cuantas libras son, a que dentro de tres meses no ha pasado nada entre Bella y Edward —Rosalie había entrado en escena, muy pagada de sí misma. Me conocía a la perfección y sabía que la combinación "chicos + Isabella Swan" nunca salía bien parada, y más si el tipo en cuestión era un ególatra machista.

—Apoyo a mi amiga —exclamó Alice, golpeando con un puño la mesa.

—¿Podéis dejar de apostar por mis relaciones sentimentales?

—¡NO! —bramó Emmett, que estaba rebuscando en su mochila. Sacó de ella un papel y un bolígrafo y empezó a escribir mientras lo leía en voz alta—. Jasper, Rosalie, Alice y Emmett se comprometen a cumplir la apuesta aquí citada: Emmett apuesta doscientas libras a que Edward Cullen y Bella…

—Swan —dijo Alice, nerviosa.

—…Que Edward Cullen y Bella Swan se liarán en una fiesta antes de un mes y medio.

—¡Eh, dijiste un mes!

—Alice y Rosalie apuestan trescientos dólares a que en tres meses no pasará nada entre los anteriormente nombrados. Y por último Jasper Hale… —levantó el bolígrafo y rascándose la barbilla con él miró a su amigo—. Tío, no me ha quedado clara tu apuesta.

—Es que no estoy seguro. Percibo de Bella una enorme antipatía hacia Edward, y de este una atracción hacia ella que no había visto antes en él. Lo mismo en persona no le gusta tanto… Bueno, ciento cincuenta libras a que Bella se lo pone difícil pero que en dos meses acaban juntos.

—Genial —Emmett acabó de escribir y luego pasó el papel a cada uno de los presentes para que lo firmasen—. Mierda Angela, has estado tan callada que se me ha olvidado preguntarte.

—No te preocupes, no pensaba participar, no estoy como para perder dinero —sonrió levemente—. En la librería pagan bien, pero no puedo permitirme el lujo de perderlo todo en una apuesta.

La escuché interesada, había estado pensando en buscarme un trabajo para no hacer que mis padres se viesen obligados a darme dinero para mis gastos diarios.

—¿Está muy lejos la librería? —pregunté interesada, mientras los demás se reían de la firma de Emmett.

—No, está cerca de donde nos encontramos anoche, es decir, en el centro.

—Estupendo, ¿sabes si están buscando a alguien? Me gustaría trabajar en un sitio como ese, y está al lado de mi casa.

—Pues el otro día el encargado estuvo haciendo entrevistas. Puedo recomendarte, es amigo mío y seguro que te daría el puesto.

—Me harías un gran favor.

Me tendió su móvil y con una sonrisa me pidió que le escribiese mi número para llamarme cuando supiera la respuesta. Había resultado más fácil de lo que creí, por lo que me sentí orgullosa de la suerte que tenía.

—¿Qué clases tenéis ahora? —preguntó Jasper.

—A Bella y a mí nos queda una hora de Literatura Europea Contemporánea —sonrió Angela.

—Yo tengo también una hora más, sólo que de Diseño de Interiores —gritó Alice, demasiado emocionada como para controlar su voz.

—Pues yo una hora y media de Mecánica General.

Los dos chicos la miraron asombrados, pero no comentaron nada. Alice y yo nos guiñamos un ojo sabiendo que estarían pensando que era terriblemente sensual que una mujer estuviese bajo un coche, arreglándolo. Los hombres eran tan previsibles…

—Nosotros tenemos entrenamiento —Jasper se miró el reloj de pulsera que llevaba y exhaló un enorme suspiro—. Y vamos a tener que irnos ya, Edward va a venir a patearnos el culo si no vamos a la pista en este mismo momento… Ni siquiera me ha dado tiempo a comer —se quejó, tocándose la barriga. Por el rabillo del ojo vi como Alice abría a toda prisa su enorme bolso de diseño y sacaba todo tipo de galletas y barritas energéticas. Jasper y Emmett la observaban con la boca abierta.

—Siempre voy preparada para cualquier cosa —sonrió ella, satisfecha—. No queréis saber todo lo que llevo aquí dentro.

—Muchas gracias —murmuró Jasper cogiendo la comida que le estaba alargando Alice. Estaba levemente sonrojado y me hizo gracia, parecía interesado por mi pequeña amiga.

Angela se levantó y yo la imité, se nos estaba haciendo tarde también.

—Si vais al edificio de Filología os acompañamos, las pistas de deporte están cerca —comentó Emmett con la boca llena del chocolate de Alice. Mis amigas también decidieron irse, aunque ellas tenían que tomar el camino contrario al nuestro.

—¿Sabes qué, Angela? —empezó a decir Emmett mientras andábamos por el campus. Ella lo miró de forma interrogativa—. Creo que te juzgué mal. Es decir, siempre estás con Stanley, Mallory y esas niñas tontas y pensé que eras como ellas, lo siento.

La risa de Angela sonó, mostrando que no se sentía ofendida para nada.

—En el fondo son buenas chicas, no sólo se preocupan por el maquillaje.

—Pues no lo parece —rió con sorna Jasper—. Yo sí que sabía que eras genial, intenté convencer a los tontos de mis compañeros de piso pero ya sabes, son incorregibles.

—¿De qué os conocéis vosotros? —pregunté yo, curiosa. Parecía como si hubiesen tenido una historia amorosa, aunque me costaba imaginarlos juntos.

—Vamos al mismo taller de pintura —sonrió Angela—. Para conseguir créditos, ya sabes. Somos compañeros de pupitre a la fuerza.

—Sí, me quejé durante un año pero no me dejaron deshacerme de ella —bromeó Jasper, pasando una mano por el pelo de Angela.

—Lo triste es que muchas chicas me hablan sólo porque saben que estoy en tu grupo de Arte —suspiró apesadumbrada mientras los demás nos reíamos.

—Entonces será mejor que dejemos de hablar, no quiero que filtres datos sobre mi personalidad —dijo él, burlón—. Por cierto, ¿has hablado ya con Ben?

En ese momento Angela dejó de andar y lo miró horrorizada, pasando después su vista de forma nerviosa por mí y por Emmett. Supuse que aquel Ben le gustaría y no querría que nadie se enterara. Emmett por su parte ya se estaba frotando las manos maliciosamente, al parecer había llegado a la misma conclusión que yo.

—Oh vamos Ang, no es tan horrible que te guste alguien —comentó dulcemente Jasper, agarrándola de un brazo para que empezase a andar de nuevo.

—Pero él n-no s-sabe ni que existo —susurró y me dio tanta pena que se me encogió el corazón. Angela era guapa y encantadora, no sabía por qué ese Ben no le prestaba atención. Seguro que era otro idiota al estilo Edward Cullen.

Caminamos con algo de prisa entre la multitud de estudiantes que se congregaba en el exterior de los edificios, disfrutando de un día en el que no caían gotas del cielo.

Los chicos se despidieron cuando llegamos a nuestra Facultad y vimos como se dirigían a unos campos de futbol donde ya había algunos estudiantes peloteando.

La clase que tuvimos fue interesante, era más que nada para darnos cultura general. Tuvimos un extenso debate sobre los mejores libros del siglo XX que hizo que la hora pasara increíblemente rápida.

Me sentía privilegiada por estar en una Universidad donde tuviesen un área de Literatura tan desarrollada, había sido una suerte que Londres fuese nuestro destino. Estaba segura de que aquel viaje sería genial, que nos moriríamos de la pena el día que nos tocase volver al aburrido Forks.

Tenía que esperar a mis amigas, por lo que decidí aproximarme a las canchas deportivas para observar a mis vecinos en pleno rendimiento físico.

Por suerte el césped estaba seco y me pude sentar con las piernas cruzadas, justo delante del campo de futbol principal. Saqué el móvil y le mandé un SMS a Alice indicándole donde estaba para que se uniese a mí. Una vez enviado, volví a guardarlo y me centré en los chicos que corrían de un lado para otro en pantalones cortos de color blanco con una gruesa raya en los laterales azul. Iban todos vestidos iguales, así que imaginé que sería la equipación oficial. La camiseta era también de color azul marino y tanto los números de la espalda como los nombres iban en blanco. Por último estaban las largas calcetas, donde blanco y azul se mezclaban en diversas líneas de trazo grueso.

—¡Mierda Jared, muévete! ¡¿No ves que estás dejando ese hueco libre?! —la aterciopelada voz de Edward resonaba por encima de los jadeos de los exhaustos muchachos. Me fijé en una banda roja que rodeaba su brazo derecho y entendí que era el capitán. No sabía mucho de fútbol, pero sí lo suficiente como para darme cuenta de que era un buen equipo, asombrosamente coordinado por los continuos gritos de Cullen.

Noté que tanto él como Jasper eran excesivamente rápidos, tanto que no parecía normal; casi ni se veía el balón cuando caía en sus pies. Emmett por el contrario era más lento, aunque sus chutes parecían mortíferos. Debía tener una fuerza horrorosa.

—Te veo muy interesada en el fútbol repentinamente —rió la voz de Alice a mis espaldas. Se sentó a mi lado y contempló a los chicos buscando algo con la mirada.

—Es bueno hacer algo de deporte de vez en cuando —bromeé dándole un empujón—. ¿Qué estás buscando?

Su cara enrojeció, un momento histórico ya que era la primera vez que pasaba tal cosa. Pensé incluso en hacerle una foto.

—A nadie —dijo rápidamente.

—Claro —reí entre dientes y vi cómo devoraba con los ojos a Jasper, que se había agachado en mitad del campo para atarse los cordones de una de sus botas de fútbol—. A nadie que mida por lo menos un metro noventa y sea rubio, ¿verdad?

—Exacto, a nadie —sonrió pícaramente y apoyó la cabeza en sus rodillas para ver cómodamente el entrenamiento.

Volví mi mirada a los chicos justo en el momento que Edward Cullen se giró hacia nosotras. Una sonrisa apareció por su rostro y nos saludó con la mano. Alice le devolvió el saludo, pero yo lo ignoré olímpicamente, provocando que se quedara observándome confundido y que el balón impactara en su cabeza. Me fue imposible el no reír a carcajadas, al igual que el resto de su equipo. Él apartó la vista, molesto y volvió a ponerse a gritar, más enfurecido que antes.

—Bella, tampoco hace falta que seas tan desagradable —dijo Alice—. No te cuesta nada saludarlo… Aunque pensándolo mejor, pasa de él, ni lo mires. No me hagas perder trescientos dólares por favor.

Reí entre dientes y no contesté. No quería ser estúpida con él, pero no me quedaba otro remedio. No quería que me tuviese en la palma de la mano, si tenía algo claro era que nunca sería una de las miles de chicas de las que disponía para entretenerse.

viernes, 26 de febrero de 2010

All You Need is Love


Bueno chicas aqui capi acabo de llegar del doctor que me torturo con agujas pero aun asi aqui el cap jajaja..Besos y Disfrutenlo.!!!
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Funclub NY

Cuando Bella despertó se encontraba sola en la cama. Miró de reojo el reloj-despertador de la mesilla de noche y vio que eran las diez de la mañana, aunque sintiese como si fuesen las seis o las siete. Había pasado la noche despierta, preocupada por las profundas toses de Edward y yendo y viniendo con vasos de leche caliente para que se los tomase, en un intento de conseguir que se durmiera.

Vio que a su alrededor todo estaba lleno de pañuelos de papel usados, inhaladores que aliviaban la congestión y de los vasos anteriormente mencionados, vacíos.

Imaginó que Edward estaría teniendo un día horrible. No debía ser fácil trabajar en esas condiciones.

Medio dormida, se cambió del lado de la cama donde ella dormía habitualmente al que ocupaba siempre él, en busca de su olor tan característico. Una vez lo encontró sintió como sus músculos se relajaban y una sonrisa estúpida apareció por su rostro.

Cuando vio que el aroma había desaparecido, bufó resignada y se desperezó, dispuesta a levantarse. Se refregó los ojos y empezó a recoger el dormitorio, que daba pena verlo.

Estaba cogiendo los vasos para llevarlos a la cocina cuando vio un folio doblado cuidadosamente. Lo cogió y lo desdobló, dejando visible la caligráfica letra de Edward.

Bella,

Siento que tengas que recoger tú sola este desastre que he causado yo. Te lo compensaré, aunque deberás esperar a que se me pase lo que sea que tengo, no me gustaría poner en cuarentena a todos los que estén en el restaurante.

No he querido despertarte para despedirme, demasiado despierta has estado esta noche por mi culpa… Volveré temprano, no malcríes mucho a Seth. Te quiero.

Edward.

Pdta.: Se me ha olvidado decirte que mis padres vendrán hoy, no sé a qué hora. Quieren ir a lo de Emmett. No te asustes si llaman a la puerta, aunque no estaría de más que mirases antes de abrir. ¿Te he contado lo que le pasó a mi vecina, en Londres?

Bueno, tengo prisa, recuérdamelo después.

Pdta2: He releído esto y sólo falta que te cuente un chiste… Estoy dudando si dejártela o no.

Bella reía entre dientes mientras la doblaba de nuevo, pensando en lo maravilloso que era Edward. No sólo tenía un físico espectacular, sino que además sabía hacer reír y era cariñoso con aquellos a los que quería.

Después de despejar todo y dejar como nueva la habitación, fue a buscar a Seth, el cual estaba en la cocina intentando prepararse una taza de cereales.

—Buenos días Bella, ¿qué quieres para desayunar? —preguntó con una enorme sonrisa.

—Buenos días, cariño. No te preocupes, yo haré el desayuno —Le dio un beso en la cabeza y sacó el cuenco por el que el niño estaba de puntillas, intentando cogerlo.

—Papá debería guardarlos en otro sitio, donde yo pueda llegar sin problemas —se quejó mientras echaba con sumo cuidado leche en él, intentando no tirarla.

Bella, que estaba metiendo una rebanada de pan en la tostadoras rió suavemente.

—Me parece que lo hace para poder preparártelo él. Cuando crezcas no querrás saber nada de nadie. Se está aprovechando ahora que puede.

Aunque pareció no entenderlo, no siguió preguntando. Se quedó callado mientras devoraba sus cereales de chocolate con avidez.

Bella desayunó tranquilamente, charlando con el pequeño sobre la cena de la noche anterior y terminó prometiéndole que intentaría conseguir que Rachel se pasara de vez en cuando a verlo. Le enterneció que estuviese tan animado después de escuchar aquello.

Tras haber recogido, fueron a casa de Bella a por George; el pobre llevaba unos días totalmente olvidado por su dueña. Seth chilló de alegría cuando ésta le contó que el hurón viviría ahora con ellos, al igual que ella misma.

Ayudó a Bella a coger las cosas que sentía imprescindibles para su día a día, aunque estaba tan emocionado que las cosas resbalaban de sus manitas.

—Y ahora a encontrar un sitio donde poner todo esto… —suspiró Bella colocándose una mano en la cadera y otra en la cabeza, mientras contemplaba el interior de la casa de Edward. Recordando las palabras del señor Jefferson, había cogido de su apartamento algunas fotografías de ellos tres y las fue colocando por todo el salón, bajo la atenta mirada de Seth que le iba indicando si le gustaba o no cómo lo estaba haciendo.

Después pusieron el cajón de arena de George en la terraza, la cual estaba acristalada creando así un cálido microclima. El hurón paseaba a sus anchas, curioso, y el niño lo seguía soltando risitas cada vez que el animal se escapaba de sus intentos de cogerlo en bazos.

Bella arrastró una maleta llena de ropa hasta el dormitorio que compartía con Edward y empezó a colgar cada prenda en perchas que sacó del armario. Gracias a Dios, Esme y Alice habían sido previsoras a la hora de decorar la casa y habían adquirido uno lo suficientemente grande como para dos personas.

Sonrió al ver la informal ropa de Edward. Sin duda tenía un estilo propio difícil de imitar. Muchos darían años de su vida por conseguir que una simple camisa de cuadros les quedase tan bien como a él.

Olvidando que tenía que ordenar sus propias prendas se dedicó a cotillear las de Edward, encontrando muchas que aún no se las había visto puestas.

Tenía varios trajes de chaqueta dentro de fundas de plástico. Bella supuso que no sería algo que utilizara asiduamente.

Para continuar con su examen exhaustivo del armario, abrió uno de cuatro cajones que había, nerviosa por lo que se pudiese encontrar. Se imaginó a Edward entrando en ese momento y empezó a reír mirando de reojo a la puerta, por si las moscas.

En el primer cajón sólo había camisetas de manga corta. Algunas viejas, para estar por casa o para dormir, y otras de las que solía ponerse bajo los jerséis de punto.

Después de verlas todas y haber hecho valoraciones mentales de cada una de ellas pasó al siguiente cajón, en el que se encontraban cientos de parejas de calcetines. Sonrió al ver que la mayoría eran de colores chillones y con dibujos o rallas. Se hizo una nota mental para recordar reírse de él en cuanto llegara.

El tercer cajón estaba lleno de ropa interior. Completamente roja lo cerró de forma veloz y fue a sentarse al pie de la cama. Soltó una risita de adolescente hormonal y de un salto se acercó de nuevo, para volver a abrirlo, mordiéndose fuertemente el labio inferior. Se estaba comportando como una completa depravada sexual. Sabía que la próxima vez que mirase a Edward a la cara se pondría tan sonrojada que él se preocuparía.

Estuvo un rato rebuscando, con su malvada mente creando fantasías de Edward semidesnudo y acercándose a ella. Soltó una risa histérica cuando encontró una caja de preservativos abierta. "Joder Bella, cualquiera diría que tienes más de veinte años y que no eres virgen… Deja de ser tan patética" Iba a devolver la caja a su sitio cuando se le ocurrió mirar dentro, a ver cuántos había. No es que dudase de Edward, simplemente sentía curiosidad y necesitaba saciarla.

Su corazón se detuvo. Faltaban cuatro, y que ella recordase sólo habían usado dos.

—¿Bella? —Seth asomó la cabeza por la puerta, consiguiendo que la aludida soltase un grito de pánico mientras ponía sus manos tras la espalda—. Han llamado al timbre.

—G-gracias c-cariño, ahora voy —él se quedó esperándola con una ceja levantada, consciente de que algo pasaba—. ¿Por qué no vas y coges a George? Cuando alguien abre la puerta tiene la costumbre de escaparse.

Seth pareció asustado por el hecho de que el animalito pudiese perderse y salió a toda pastilla, llamando a pleno pulmón al hurón.

Bella suspiró y metió a toda prisa los condones en su sitio. Ya le daría vueltas a la cabeza después. Inspiró varias veces en un intento de calmarse y arreglándose el pelo se dirigió hasta la puerta.

Como esperaba, eran Esme y Carlisle, que corrieron a abrazarla nada más verla.

—Bella, ¿pasa algo? —preguntó Carlisle con el semblante serio, después de besar las mejillas de la chica.

—Cosas mías… —susurró Bella, con la vista fija en el suelo—. Pasad, estoy en plena mudanza, por eso el desorden.

—¿Mudanza? —inquirió con voz aguda Esme, al mismo tiempo que se quitaba su elegante abrigo beige.

—Sí, Edward y yo hemos decidido probar a vivir juntos.

Una nueva ronda de abrazos llegó para Bella, consiguiendo que se sintiera abrumada.

Carlisle se acomodó en el salón junto con Seth, y ambos se pusieron a jugar tirándole una pequeña pelota de goma al hurón para que la recogiese.

Esme, por el contrario, fue con Bella a ayudarla a recoger su ropa.

—Cariño, estoy tan contenta de que hayáis dado el paso de vivir juntos —comentó mientras doblaba magistralmente unas camisetas—. Los dos estabais tan solos…

—Espero que nos vaya bien —suspiró Bella. Le preocupaba que la convivencia hiciese que la relación fuese a peor, que pasaran los días discutiendo o algo del estilo. Y además estaba aterrorizada por lo de los preservativos. Pero claro, no podía contarle eso a Eme.

—Vosotros no estáis hechos para pelearos —rió Esme, como si hubiese oído lo que Bella acababa de pensar—. Sois demasiado nobles como para hacerlo. Algo cabezotas, sí, pero estoy segura de que todo saldrá bien.

Con la ayuda de Esme, Bella acabó de instalarse rápidamente. Era una mujer que sabía mucho acerca de cómo ahorrar espacio ya que su especialización y a lo que se dedicaba era a la Decoración de Interiores.

Una vez todo estuvo en orden, fueron a preparar algo para comer. Esme empezó a hacer pollo al curri, el plato favorito de Edward. Bella sonrió sabiendo que lo estaba preparando por eso, era consciente de todo lo que quería la señora Cullen al menor de los varones de su familia. Como ella repetía constantemente, era su pequeño, aquél que se había sacado Medicina y el conservatorio de música a la vez.

—Bella, trocea la lechuga —iba pidiendo Esme, que irradiaba felicidad. Bella, obediente, hacía todo lo que le mandaban. Carlisle y Seth también se unieron ayudando a poner la mesa, aunque les cayó una buena riña por parte de Esme, ya que lo hicieron sin lavarse primero las manos—. Es un animalito encantador, pero un animal al fin y al cabo —repetía, con las manos en las caderas. Bella rió por lo bajo al ver a Carlisle con la mirada gacha andando hacia el cuarto de baño, como si fuese un crío después de una travesura.

—¡Ya estoy en casa! —la voz de Edward retumbó por toda la casa—. Bella… —canturreó, alargando las vocales más de la cuenta—, ¿qué huele tan bien? ¿Has metido a Seth en el horno?

Esme y Bella rieron como tontas al ver a Edward asomándose con los ojos cerrados, una enorme sonrisa y olisqueando de forma sonora. Sin embargo, Bella paró en seco. Aún tenía que hablar con él, y ver cómo le sonreía la ponía más nerviosa de lo habitual.

—¡Mamá! —exclamó al verla. Soltó el maletín de trabajo en la mesa de la cocina y fue a abrazarla. Esme besó sus mejillas mientras agarraba con cariño su cara—. Pollo con curry… Te adoro.

—Y yo a ti, pequeño —rió encantada ella, volviendo sus manos a la olla, que desprendía un aroma delicioso.

Carlisle y Seth volvieron de su excursión al lavabo riendo de algo y no se percataron de la presencia de Edward.

—Un hola no estaría mal —dijo él, fingiendo estar ofendido. Seth lo miró y sus enormes ojos verdes se iluminaron. Fue corriendo y dio un gran salto para que él lo cogiese al vuelo—. ¿Cómo estás, campeón? —Después se volvió para mirar a su padre—. A ti te tengo muy visto ya…

—Créeme, yo también estoy harto de ti—le contestó Carlisle, agarrándolo por un brazo y dándole un coscorrón en la cabeza mientras reía—. Todo el día dando paseos por los pasillos, ¿es que no tienes otra cosa que hacer? Para eso no deberías haber pasado años estudiando Medicina.

Edward puso los ojos en blanco.

—Me gustaba el ambiente de mi Facultad —comentó bromeando.

—¡Papi! ¡¿A que no sabes una cosa?! —exclamó Seth poniendo sus manitas sobre las mejillas de Edward, intentando llamar su atención.

—Sorpréndeme —rió él.

—¡Bella se va a venir a vivir con nosotros! —chilló—. ¡¡Y lo mejor es que George también!!

—¿No me digas que Bella va a traerse un novio? —Edward puso cara de sorprendido y el niño soltó una sonora risa.

—¡Pero si tú eres su novio! —gritó, haciendo que Esme riera suavemente y Bella se sonrojase—. George es el gatito.

—Hurón —corrigió Carlisle.

—Eso —sonrió a su abuelo y después miró a su padre, con un puchero—. ¿Puede dormir conmigo? Es que ahí fuera va a hacer tanto frío…

—No vas a dormir con un animal, Seth, quítate esa idea de la cabeza —dijo severamente Edward.

—¿Por qué? Jo, es que va a estar tan solo…

—Porque es peligroso, ¿no sabes lo que le pasó a una niña que dormía con su serpiente? —El niño negó, interesado por la historia—. Pues como te he dicho, todas las noches dormía con ella. Entonces empezó a darse cuenta de que no comía nunca, pero que cada mañana estaba más grande. Una mañana se levantó y se fijo en que desde hacía algunos días el animal dormía totalmente estirado, paralela a ella. Se asustó por su comportamiento y lo llevó al veterinario. ¿Sabes qué le dijo?

No sólo Seth estaba pendiente de su historia. Tanto Esme como Carlisle y también Bella lo miraban con ojos curiosos, no muy seguros de que estuviese hablando en serio. Al fin y al cabo era Edward.

—No —susurró el pequeño, algo asustado.

—Le dijo que lo que estaba haciendo era medirse respecto a ella, para alcanzar su mismo tamaño y así poder comérsela.

La cara de Seth se tiñó de horror. Bella y Carlisle, por el contrario, rieron disimuladamente. Esme sin embargo miraba furiosa a Edward.

—¿Cómo te atreves a asustarlo de esa forma? —le reprendió, y fue a coger al pequeño de sus brazos.

—Para que se quite esas ideas de la cabeza —dijo simplemente él.

—Seth, tú ni caso —sonrió Bella—. Venga, vamos a comer.

Estuvieron almorzando más tiempo de lo normal, alargando el momento familiar ya que normalmente no se veían a menudo. Esme y Carlisle disfrutaban de Seth al máximo, prestándole una plena atención, con la que el niño se sentía enormemente complacido. Bella, por lo contrario, estaba demasiado ocupada escudriñando a Edward, intentando descifrar el enigma de los profilácticos. Éste sin embargo reía a pleno pulmón por sus propios chistes, aunque de vez en cuando su fuerte tos y estornudos lo hacían callar e ir por papel higiénico a toda prisa.

Tras acabar de limpiar y recoger todo, Rosalie llamó a Bella para ponerla al día de los planes de esa noche. Habían quedado a las once y media en el pub, aunque la inauguración oficial era a media noche.

Los señores Cullen se mostraban impacientes puesto que no habían visto el local aún, sólo los planos que Emmett les enseñó cuando adquirió el sitio. Eran conscientes de todo lo que habían trabajado tanto él como los demás, por lo que ardían en ganas de estar allí aunque aseguraron de que volverían a casa de Edward relativamente pronto ya que "la edad de ir de fiesta" se les había pasado.

La tarde transcurrió tranquila. Esme se sometió a un concienzudo proceso de manicura en el que incluyó a Bella mientras Carlisle enseñaba al pequeño Seth a jugar al ajedrez. Edward se había ido a la cama en un intento de mejorar su salud.

—Es una pena que mi hijo esté tan mal, se va a perder lo de esta noche —suspiró Esme mientras pasaba un bastoncillo mojado en quitaesmalte por los restos de pintura que había en la piel cercana a sus uñas.

—Ya, pero aún así no tiene con quien dejar a Seth…

—Pero Seth puede venir también. Carlisle y yo nos volveremos pronto, por lo que se podría venir con nosotros.

Bella suspiró. Aquello podría haber sido tangible si Edward no estuviera medio muerto en su cama.

—Otro día será —dijo simplemente, sin querer mirar a la cara a la señora Cullen ya que si lo hacía ésta se podría dar cuenta de lo afectada que estaba en realidad.

Dos horas antes del esperado acontecimiento prepararon una cena ligera consistente en una amplia variedad de ensaladas, cortesía de Esme.

Tras eso, Bella fue a darse una ducha rápida para empezar a prepararse. No le sorprendió ver a Alice cuando salió de ella.

—¡Bella! Date prisa, tenemos poco tiempo —chillaba, con una plancha del pelo en la mano. Estaba completamente arreglada ya, con un vestido precioso que le llegaba por encima de las rodillas. Era palabra de honor, de gruesos trazos rosas y blancos y con un lazo a la altura de la cintura. Parecía una muñeca de porcelana, con su piel clara en contraste con el rosa—. ¿Te gusta?

—Estás impresionante —sonrió Bella.

Alice llevó un taburete hasta el amplio cuarto de baño e hizo que se sentase en él, justo delante del espejo, antes de comenzar con su magia.

Después de aplicarle a la cara de Bella una oscura sombra de ojos grisácea, el delineador, el rímel, la base de maquillaje, algo de colorete y un pintalabios rojizo, se dio por satisfecha y empezó a trabajar con su pelo. Optó por recogérselo en un moño no muy ornamentado, con un flequillo recogido a la izquierda y con algunos mechones cayéndole por el rostro y por el cuello.

—Todo esto podría haberlo hecho yo sola —se quejó Bella mientras sentía los dolorosos tirones de Alice.

—Sí, pero me habría divertido menos —rió ella, más alegre que de costumbre—. Creo que ya está.

Bella se miró detenidamente en el espejo y quedó satisfecha por el trabajo de Alice, aunque jamás lo reconocería públicamente, o al menos delante de ella.

—No está tan mal.

Alice bufó y salió del cuarto de baño en dirección al dormitorio de Bella y Edward.

—¿Qué buscas? —preguntó Bella al verla revolver en el armario.

—Tu vestido, el que te compraste hace tiempo para esta noche.

—Está en mi casa —sonrió Bella—. Aún no he terminado de trasladar todo.

Alice agitó una mano como queriendo decir "sí, sé que eres un desastre" y fue a buscar las llaves de la casa de Bella en el bolso de esta misma. La aludida vio como iba y venía, esta vez con el vestido entre los brazos, con la boca abierta.

—Tú no te cortes —bufó mientras era empujada a la habitación por la pequeña diablo—. ¿Me puedo vestir yo misma?

—No estoy segura de que lo hagas bien, pero supongo que me arriesgaré —bromeó Alice con una risita. Salió a toda prisa al ver que Bella le tiraba uno de los zapatos grises que iba a ponerse esa noche.

Bella cogió el vestido, que era palabra de honor, de un material parecido al satén y de color azul cielo, y se lo puso deprisa a sabiendas de que le quedaba poco tiempo para marcharse. Se estaba calzando los zapatos cuando la puerta se entreabrió.

—¿Puedo pasar? —preguntó Edward asomando la cabeza. Al verla sonrió y entró de forma decidida—. ¿Podrías estar más preciosa? —Bella se avergonzó y él rió mientras pasaba los brazos por su cintura—. No, es imposible.

—Lo que tú digas —masculló ella por lo bajo—. Edward, me siento muy mal yendo de fiesta y dejándote aquí solo y enfermo —tocó su frente y abrió los ojos al máximo—. ¡Estás ardiendo!

—No es nada —susurró con una sonrisa—. Es tu noche, disfrútala.

—No puede ser mi noche si tú no estás conmigo —bufó Bella apoyando su cabeza contra el pecho de Edward.

—¿Ni lo vas a intentar?

Bella negó con la cabeza y después de un suspiro se apartó.

—Volveré temprano, no me apetece estar allí. Cuando vea que Emmett está lo bastante ocupado como para no notar mi ausencia vendré a hacerte compañía —afirmó antes de ponerse de puntillas para besarlo.

Iban a profundizar el beso cuando los chillidos histéricos de Alice resonaron por toda la vivienda. Bella echó un vistazo al reloj y fue consciente de que quedaban quince minutos para las once y media.

—No te preocupes, estaré bien, acabo de tomarme las medicinas —sonrió Edward al ver la preocupada mirada de la chica. Ésta suspiró—. Mira, voy a meterme ya en la cama. Seth también se ha acostado, por lo que no me retiene nada. Espero despertar mañana mejor —suspiró.

Bella lo obligó a tumbarse y después lo tapó como si fuese un niño pequeño arropado por su madre. Besó su ardiente frente y salió del dormitorio sintiéndose mal.

—¿Todos listos? —gritó Alice sin saber controlar el tono de su voz.

Bella se puso una rebeca de punto del mismo tono grisáceo que sus zapatos y cogió un pequeño bolso y un abrigo azul.

—Todos listos —repitió de forma afirmativa Esme, que estaba preciosa con un vestido verde botella que combinaba con sus ojos, esos que tanto Edward como Alice habían heredado. Carlisle estaba esperando en la entrada, tan atractivo como siempre. Su olor varonil llenaba la estancia y hacía que Esme suspirase como una adolescente.

—Señoritas —sonrió al abrir la puerta y dejó pasar a las mujeres, que alagadas por su caballerosidad salieron entre risitas.

—Alice, ¿y Jasper? —quiso saber Esme una vez estuvieron camino al coche de Carlisle. Habían decidido ir en este ya que los señores Cullen querían llevarlo para que la vuelta les fuese más cómoda. Alice y Bella volverían casi por la mañana y posiblemente con altas tasas de alcohol en la sangre, por lo que un taxi sería la mejor idea.

—Después de dejarme en casa de Edward se fue al pub, a ver si podía echar una mano con las cosas de última hora.

El camino hacia el local fue corto ya que estaba relativamente cerca del bloque de edificios en el cual vivían Bella y Edward.

Un letrero luminoso que rezaba Funclub NY junto con una fachada donde estaban pintados los rascacielos neoyorquinos les indicó que habían llegado al destino correcto. Una larga fila de personas esperaban para entrar, aunque aun fuese temprano.

—¿Habéis visto cuanta gente? —exclamó Alice señalando la cola, provocando la mirada de algunos. Anduvieron con seguridad hasta el principio para llegar hasta el jefe de seguridad, que era incluso más corpulento que el propio Emmett.

—Somos familiares del dueño —dijo amablemente Carlisle—. Esme, Alice, Carlisle Cullen y Bella Swan.

El hombre miró ceñudo una lista que tenía entre las manos y al instante hizo un gesto con la cabeza para que entraran, mientras les dirigía una sonrisa de disculpa.

Antes de entrar en lo que era la sala del pub había que pasar por una pequeña habitación donde estaba el guardarropa. Dieron sus abrigos a la encargada, la cual les entregó a cada uno unas pequeñas fichas identificativas para cuando fuesen a recogerlos. Una vez estuvieron libres de peso entraron de uno en uno, ya que la puerta era estrecha.

Bella fue la última a regañadientes, estaba impaciente por ver el resultado final de tantas horas de trabajo. Había estado muy implicada al principio, dando ideas para la decoración y con la publicidad, pero hacía un tiempo que no se pasaba. Emmett se lo había prohibido explícitamente a todos, quizás para aumentar así la expectación.

—¡Madre mía! —exclamó Esme una vez vio el lugar por dentro.

Todos se quedaron boquiabiertos. Era amplio y las luces estaban encendidas, dando a entender que la fiesta no había empezado aunque ya estuviese lleno de jóvenes que charlaban y miraban a su alrededor, curiosos.

La pared de la izquierda estaba completamente decorada con pinturas que Bella sabía que eran de artistas independientes de la escuela de Arte de Nueva York. Eran enormes retrato de grupos musicales a lo Andy Wharhol y cuadros formados con vinilos antiguos de cantantes casi desconocidos para la mayoría. También había una televisión de pantalla plana adherida a la pared, donde se estaba retrasmitiendo un capítulo de la Pantera Rosa, sin sonido.

También había una enorme pizarra negra con varias cajas de tizas para escribir el programa del día. En ese momento se leía: Inauguración, 00:00. Sin embargo muchos de los que estaban cerca se habían aproximado para escribir cosas en ella, como mensajes de admiración hacia el sitio o de felicitación al dueño.

La pared opuesta a la puerta de entrada estaba ocupada por un gran cubículo de cristal, dentro del cual se encontraba el Dj. La gran "caja" estaba decorada con entradas de conciertos a los que Emmett había asistido. Algunas de ellas incluso estaban firmadas, lo que causaba el regocijo de quien los interesados que estaban estudiándolas atentamente.

No se veía al Dj, aunque sonaba una música suave de fondo, que daba pie a poder hablar sin problemas.

—¡No me lo puedo creer! —rió Alice señalando algo que se encontraba justo encima del sitio del Dj, a la vista de todos.

Bella lo miró interesada, y se carcajeó al darse cuenta de lo que era. Emmett había conseguido un contador igual al que estaba en el búnker de la serie Lost, que en este caso daba la cuenta atrás para el inicio de la fiesta en lugar de para el escape de la energía contenida de la isla del programa televisivo.

—¿Puede alguien ser más freak que mi hermano? —inquirió Alice entre risas.

Esme y Carlisle parecían no entenderlo, por lo que su hija empezó con un resumen general de la serie, lo cual no es una tarea fácil debido a la intrincada trama de Lost.

Bella desconectó y siguió paseando su vista por todos los detalles. Sonrió al ver una cara conocida en la barra, que se encontraba al lado derecho. Hizo un gesto a los demás que la acompañaban para avisar hacia donde iba y se abrió paso a duras penas para llegar hasta el mostrador.

—¡Bella! —exclamó una chica preciosa, con el cabello de un rubio rojizo—. ¡Cuánto tiempo!

—¡Tanya! ¿Qué haces trabajando aquí? —preguntó Bella mientras se estiraba para abrazar a duras penas a la prima de sus amigos.

—Joder, necesitaba dinero —rió ella y Bella puso los ojos en blanco. No la veía muy a menudo, pero lo suficiente como para saber que su vocabulario no era para nada el que Renée o Esme definirían como el de una señorita—. Me mudé a Nueva York para ver si aquí me contrataban en alguna serie, o una obra de teatro por lo menos… Pero qué va, menos mal que Emmett necesitaba gente de confianza para trabajar aquí.

Bella paseó la vista por la barra y reconoció a varias caras, sabía que Emmett jamás contrataría a alguien totalmente desconocido.

—Es increíble como se ha llenado esto en un momento, ¿eh? —comentó Tanya mientras preparaba una bebida que le acababa de pedir un chico que estaba al lado de Bella. Aunque llevaba una simple camiseta interior blanca de tirantas y unos pantalones vaqueros desgastados, estaba increíblemente guapa.

—¡Tanya! —exclamó Alice, que acababa de llegar hasta donde estaba Bella, junto a sus padres.

Estuvieron un rato conversando, mientras una tranquila música, que Bella reconoció como de Najwajean, sonaba de fondo.

Después de que Tanya los invitase a una copa y se fuese para seguir atendiendo a los clientes, salieron del barullo que se estaba formando en torno a la barra para ir al centro de la pista.

—Os estaba buscando —Jasper había aparecido de la nada y estaba abrazando con ternura a su prometida, la cual se lo comía con los ojos.

Bella sonrió al ver como vestía su amigo. Sabía que Alice había sido una gran influencia, pero aún así Jasper siempre había tenido su propio estilo. Llevaba un pantalón pitillo azul eléctrico que se ceñía a sus largas piernas y un jersey negro que contrastaba con el tono rubio de su cabello y el marfil de su piel.

—Jasper cariño, ¿cómo estás? —preguntó Esme y se acercó para abrazarlo. Siempre había sentido una ternura infinita hacia él, quizás por la forma en la que miraba a su hija, como si fuese lo más valioso de su mundo.

—Muy bien Esme, aunque si fuera tú temería por la vida de Emmett —rió él alegremente—. Está increíblemente pesado, no para de dar vueltas gritándole a todo el mundo.

—Nunca le ha sentado bien la presión —sonrió Carlisle—. ¿Y dónde está Rosalie?

—Tenía un caso importante y quería dejarlo zanjado ya que mañana no creo que tenga muchas ganas de ponerse a trabajar —contestó Jasper—. ¿Y Edward? ¿No ha podido venir al final? —se giró hacia Bella y al ver cómo la cara de la chica se teñía de tristeza se acercó hasta ella y la estrechó en sus brazos—. No te preocupes, nosotros seremos tu Edward esta noche, no te dejaremos sola.

Estuvieron charlando animadamente durante unos minutos más. Rosalie ya se les había incorporado, parecía exhausta pero feliz por cómo había quedado de impresionante el pub. Bella y Alice rieron al ver como los chicos que estaban cerca de Rose la miraban casi con devoción, y es que esta deslumbraba especialmente en días como ese, cuando ponía todo su empeño en arreglarse. Llevaba el cabello recogido y una camisa roja que dejaba su espectacular espalda al aire. Remataba su vestuario con una corta falda de cuero de talle alto, muy a la moda, y unos impresionantes tacones rojos que serían una trampa mortal para cualquier mujer.

—¡Faltan diez minutos! —exclamó Alice, señalando el contador, donde efectivamente la cuenta atrás indicaba lo que acababa de decir.

Un agitado Emmett llegó hasta ellos, besó con pasión a Rosalie y después repartió unas copas que llenó con champán.

—Habrá que hacer un brindis, ¿no? —dijo con una enorme sonrisa. Todos parecieron de acuerdo con él y brindaron con alegría. Después del primer sorbo Emmett añadió algo avergonzado—: Jasper tío, siento mucho haber estado tan histérico.

—No pasa nada—rió el aludido palmoteándole un brazo—. Intenta relajarte y disfrutar. Está saliendo todo bien.

Emmett pareció hacerle caso y estuvo bromeando sin parar hasta que vio que quedaban tres minutos para las doce. Con un movimiento de la mano se despidió y anduvo con paso inseguro hasta donde estaba el cubículo del DJ, todavía vacío.

—¿Qué va a hacer? —murmuró Rosalie para sí misma.

Vieron como se subía a una silla para quedar a la vista de todos y cogía un micrófono inalámbrico.

—¿Sí? ¿Se me oye bien? —empezó a decir, probando el sonido. Todo el mundo se giró para prestarle atención, cosa que satisfizo a Emmett—. Quiero daros las gracias por haber acudido. Sé que no es muy convencional que el dueño hable, pero merece la pena si así ponéis la cara que estáis poniendo ahora —se rió a carcajadas y el público lo acompañó—. También he de agradecer a mi familia, que está por ahí. Por cierto, la rubia despampanante que va de rojo es mi chica, así que ni os acerquéis —advirtió y Rose puso los ojos en blanco, aunque se le escapó una sonrisa—. Muchas gracias, chicos; sin vosotros esto no tendría sentido. También a mi padre y a mi madre, que los pobres han venido desde Nueva Jersey para ver cómo su hijo se hace mayor —Una nueva ola de carcajadas sacudió a sus espectadores y él miró de reojo el contador, que indicaba que sólo quedaba un minuto—. Quiero presentaros al que será el Dj, mi amigo y compañero de locuras universitarias… ¡Jacob Black!

Bella abrió la boca mientras veía como Jake entraba entre risas en el espacio reservado para él y saludaba con una mano mientras empezaba rápidamente a trastear con los ordenadores.

—Y sin más, os deseo una noche feliz y llena de alcohol —puntualizó Emmett—. Quiero dedicar la primera canción a mis padres, ya que sé que son unos fanáticos de los Beatles. Mamá, no te desmayes. Ya sabes que ni a papá ni a George Harrison les gustaría. Los más jóvenes estáis perdonados si no os la sabéis.

Justo en ese momento el contador se puso en cero y las luces se apagaron de golpe, como si se hubiese ido la luz. Sin embargo no hubo tiempo ni para que las chicas empezaran a gritar, ya que rápidamente se encendieron las típicas luces de discoteca y empezó a sonar a todo volumen Drive my car.

Esme y Carlisle se miraron para después irrumpir en sonoras carcajadas. Bella era consciente de que uno de sus grupos favoritos eran los Beatles; de hecho, sabía que de lo que más se arrepentía Esme era de no haber podido ir a un concierto de ellos.

Las palabras de Emmett parecían no haber acertado, ya que todo el mundo cantaba a grito la canción como si les fuese la vida en ello.

Alice movía todo su cuerpo, al mismo tiempo que Rosalie, en un baile muy de los sesenta, Carlisle y Esme parecían en su mundo y Bella reía de la estúpida danza de Jasper, el cual parecía creerse John Travolta.

Emmett se unió a ellos, con un semblante más sereno. Parecía dispuesto a pasárselo bien a toda costa ya que unió su espalda a la de Jasper y simularon que tocaban la guitarra mientras cantaban.

Bella sabía que salir de fiesta con sus amigos era genial. Jamás se aislaban en parejas cuando ella estaba delante, sola. Al revés, intentaban integrarla al máximo. Era como si saliesen cinco amigos. Cuando querían tiempo para estar solos salían a su aire, un día en el que Bella estuviese ocupada o sin ganas. Eran unos amigos extraordinarios.

La canción acabó y dejó paso a I wanna be sedated de los Ramones, que hizo que Jasper elevase un puño en el aire.

—Tío, ¡¿te acuerdas de cuando fuimos al concierto de los Ramones y tocaron esta?! —gritó para hacerse oír. Emmett asintió emocionado y empezó a dar saltos empujando a todo aquél que estuviese a su alcance. Acabaron dándose cabezazos el uno al otro bajo la atenta mirada de sus amigos, que reían ante la escena.

—Os puedo asegurar que yo no los crié así —aseguró Esme y las chicas asintieron, a sabiendas de que el carácter agresivo se lo habían inculcado ellos mismos.

Jasper y Emmett juntos eran una fuerza imparable. El primero a simple vista parecía ser siempre tranquilo, con una serenidad inalterable. Sin embargo, las apariencias engañan: podía ser casi tan nervioso como Emmett, o incluso Alice, si le sometías a un estímulo determinado.

Varias chicas los miraban con sonrisas pícaras, y aunque sus respectivas novias lo notaron, no pareció importarles. Bella pensó que si fuese a Edward a quien aquellas mujeres mirasen de esa forma se sentiría morir de celos. Quizás tuviese algo que ver los años que sus amigos habían estado juntos, los cuales les habían enseñado a no desconfiar de ellos.

Suspiró. Cada segundo que pasaba recordaba más la ausencia de Edward. Hizo un gesto a los demás de que iba a por una bebida y llegó hasta la barra, donde se apoyó y esperó a que le atendiesen.

—¿Cómo es que no estás bailando como el desquiciado de mi primo? —rió Tanya, que se había acercado nada más verla.

—No sé, supongo que no estaré muy animada —no tenía ganas de explicarle su actual situación con Edward, aunque tarde o temprano acabaría enterándose.

Tanya le sonrió y le sirvió un tequila sin que ni siquiera se lo hubiese pedido. Bella se quedó allí observando cómo la gente se lo pasaba bien, moviéndose al ritmo de la música. Pensó en ir a saludar a Jacob, pero se fijó en la larga cola que había frente su puesto de trabajo; supuso que era para pedir música.

Suspiró y se concentró en la bebida. Su organismo no estaba acostumbrado al alcohol, pero eso fue algo que no le pareció tan importante como para recordarlo.

Iba por el cuarto tequila cuando se sintió muy charlatana. Empezó a contarle a Tanya su reencuentro con Edward, los momentos más importantes que había pasado con él, lo encantador que era Seth… Estaba en una descripción detallada del color del pelo de Edward cuando Tanya la interrumpió:

—Veo que ni emborrachándote me cuentas cosas morbosas —rió escandalosamente—. ¡No me interesa su maldito pelo bronce! Cuéntame detalles escabrosos, no esas nimiedades.

—Tanya, yo le quiero —lloriqueó Bella, sintiéndose mareada y alargando mucho las vocales—. Entiende que su cabello me produce sensaciones desconocidas, necesitaba contártelo.

Ella le dirigió una mirada divertida y siguió atendiendo a los demás clientes, aunque sin perder de vista a Bella, la cual sonreía estúpidamente.

—Bella cariño, nosotros ya nos vamos —la voz de Esme le sonó a Bella como distorsionada, como si estuviese muy lejana.

—Claro, claro, mañana te veo. Aunque mañana ya es hoy… —Se perdió en sus pensamientos y Esme se fue riéndose, consciente del estado de turbamiento mental en el que Bella estaba perdida.

Al cabo de un rato llegó Jasper, el cual tampoco se encontraba al cien por cien de sus habilidades.

—Bella, he visto a una mujer súper vieja, de unos sesenta años. ¿Qué hará aquí? ¿Quieres que vayamos a preguntarle? —propuso, con una gran sonrisa.

—Jasper, me gustan tus pantalones —rió Bella, haciendo caso omiso a lo que él había dicho—. Pero creo que tengo unos parecidos… ¿Me los has cogido?

—Ya sabes que si fuesen de alguien serían de Alice —suspiró Jasper—. ¿Has visto qué guapa está esta noche?

—Jasper, me pica la espalda un montonazo —se quejó de pronto Bella, dándose la vuelta para mostrársela—. Frótame ahí, por favor.

—Oh, qué piel tan suave —comentó él—. A veces me gustaría ser mujer sólo para tener la piel tan sedosa. ¿Qué crema usas? Parece mentira que te conozca desde hace casi quince años y jamás hayamos hablado de esto. Cuéntamelo todo.

Siguieron hablando de cosas sin sentido hasta que Kids, de MGMT, empezó a tronar por los altavoces. Bella se levantó de un salto y arrastró a Jasper hasta donde se encontraban los demás, los cuales ni se habían dado cuenta de que no estaban con ellos.

Alice estaba en su mundo, dando vueltas y agitando la cabeza con tanta fuerza que Bella estaba segura de que al día siguiente le dolería el cuello.

—Esta canción me encanta, es tan romántica—comentó Rosalie, que estaba enganchada a un brazo de Emmett y no parecía muy consciente de lo que decía, ya que lo que había afirmado no era para nada cierto bajo el punto de vista de los demás.

Estaban riendo de la especie de ataque nervioso que sacudía a Alice cuando Bella escuchó como la llamaban por su nombre.

—¡Angela! —dijo al ver a su amiga acercarse hasta ella. La abrazó con fuerza y después saludó a varios compañeros del trabajo que, como le prometieron el día anterior, habían asistido.

—¡Esto es una pasada! —exclamó Angela. Emmett se acercó y la chica lo felicitó de forma sincera.

—¿Dónde está Ben? —se interesó él.

—Pidiendo algo de beber —contestó a voz de grito Angela. Después se acercó a Alice y entabló una conversación acerca del vestido que ella misma llevaba, ya que lo había comprado en la tienda que Alice tenía en el centro.

Bella se sentía cada vez más mareada ya que Jasper la tenía demasiado ocupada bailando con Brothersport de Animal Collective. Él movía los hombros y la cadera al mismo compás y ella agitaba la cabeza y los brazos en estado de éxtasis.

—Open up your, open up your, open up your throat —cantaban los dos mientras se movían excéntricamente, como si estuviesen bajo el efecto de algún tipo de droga.

—Bella —gritó Jasper, sacándola de su ensimismamiento—. ¿Ese no es…

No hizo falta que terminase la frase. Bella levantó instintivamente la mirada justo en el momento en el que la canción se volvía sólo instrumental, con un ritmo muy experimental que en cualquier otra ocasión le hubiese causado un dolor inmediato de cabeza y le vio.

Allí, rodeado de su absoluta perfección y abriéndose paso entre la muchedumbre enloquecida para acercarse hasta ella sin quitarle los ojos de encima mientras sonreía de esa forma enloquecedoramente torcida, estaba él.

jueves, 25 de febrero de 2010

LLC. Capitulo 21: Adornando el Arbol.

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ADORNANDO EL ARBOL

Adornar el árbol siempre había sido mi parte favorita de la Navidad y una que me tomo muy en serio. Comprar los adornos perfectos es un arte que no mucha gente practica. Los adornos de tu árbol deberían reflejar a tu familia y el amor que sentís, a la vez que las fiestas. Y este año, ¡tendría el placer de tener unos adornos muy especiales creados para los nuevos miembros y parejas de la familia!

Esperaba con mucha emoción que Bella viera su adorno y que Edward y Bella vieran el suyo como pareja. Me había sorprendido a mi misma este año con lo que había conseguido en tan sólo unos días. Por supuesto, saber que estaría perfectos juntos antes de que ellos se dieran cuenta, me dio algo de tiempo extra.

"¿Por qué estás sonriendo así?" me susurró Jasper al oído mientras me abrazaba por detrás.

"Sólo estaba pensando en lo estupendo que es tener a todo el mundo aquí ahora mismo," suspiré, apoyándome más contra él.

"¿Eso es todo? Siento el amor, pero también alegría. ¿Qué te tiene tan emocionada, Alice?" presionó Jasper.

"Estaba pensando en los adornos que vamos a poner," dije.

"Me quedé anonadado con el mío y el nuestro el año pasado," me arrulló Jasper. "¿Volveremos a poner esos este año?"

"Y cada año hasta el final de los tiempos," contesté, girándome en sus brazos.

Se inclinó para mí y le besé cariñosamente. Oh, cuanto quería a este hombre y su dulce y sensible alma. ¡Siempre sabía como me estaba sintiendo!

"Emmett, necesito más cable," dijo Edward desde encima del taburete. Él y Emmett estaban colgando las luces en el árbol de Navidad.

"¡Espera, Tutor-boy!" Bella soltó una risita. "Em se lo ha enrollado en las piernas. Estoy intentando que no se caiga encima del árbol."

Edward bufó y se bajó del taburete para poder ver a Emmett claramente. "¿Cómo has hecho eso?" preguntó, riéndose de lo que tenía delante.

"No lo sé," Emmett se rió por lo bajo. "Tengo una habilidad para hacerlo. Por esto Bella y yo tenemos un árbol muy pequeño con luces incorporadas."

"¡Nunca más!" le reprendí. "La Navidad no es lo mismo sin un árbol real y enorme para decorar, con luces y todo."

"Levanta la pierna, Em," le dijo Bella, dándole golpecitos en la pierna izquierda. "No... no..." consiguió decir entre mientras se reía y jadeaba. "En la que te estoy dando, ¡payaso!"

"¡Oh!" contestó Emmett. Levantó la pierna correcta y Bella le liberó de las luces. Edward la ayudó a sacar la otra pierna. "¡Gracias! Eso estaba empezando a molestarme," dijo Emmett.

"Edward, deberías darle a Emmett un trabajo más seguro y dejarme ayudar con las luces," le dijo Bella.

"Creo que tienes razón," Edward se rió por lo bajo. "Emmett, ¿podrías colgar el muérdago en la puerta cerca de mi piano, por favor?"

"¡Rose! ¡Después tienes que ayudarme a probarlo!" dijo Emmett, llevando a Rosalie hasta la puerta.

Edward ayudó a Bella a que se levantase y le dio un rápido beso. Su respuesta fue una gran sonrisa feliz. Les iba a ir bien y sería una pareja tan mona. Podía verle casándose con ella algún día. Ella sería la esposa perfecta para él, haciendo que no se tomara las cosas tan en serio. La parte del apodo Tutor-boy era demasiado mona y nunca sabías cuando le llamaría así. Podías ver un poco de irritación en sus ojos, pero su diversión la superaba cada vez.

"Alice, ¿estamos esperando a Esme?" preguntó Rosalie, sacándome de mis pensamientos. ¡Y Edward piensa que sólo me preocupo por la moda! ¡Qué poco sabe mi hermano!

"Estará aquí de un momento para otro," contesté.

Bella atrajo mi atención con su risa. "¡Ya son dos cosas las que se te dan fatal! ¡Tocar la guitarra y colgar las luces!"

Él le sonrió cariñosamente. "Pues tendrás que enseñarme a hacerlas."

"Edward," suspiró, poniendo su pequeña mano en su ancho hombro. "No hay suficientes horas en el día para el tipo de ayuda que eso necesitaría."

Jasper y Emmett empezaron a reírse y Rosalie bufó. Yo sólo sonreí. Bella y Edward se dieron cuenta de que tenían público y los dos se sonrojaron.

"Espabilaos con esas luces," ordené.

Bella se hizo cago y le enseñó a Edward como ponerle bien las luces al árbol. Estaba impresionada. No mucho tiempo después las enchufó para mostrarnos su trabajo. Se separó un poco para admirar su trabajo y Edward se le acercó por detrás, rodeándole la cintura con los brazos. Eran tan monos.

Me acerqué al árbol y me arrodillé al lado de nuestra caja de adornos. Bella se unió a mí.

"Todos son preciosos," dijo Bella, mirando la primera capa de adornos.

"Esme empezó con uno para ella y uno para Carlisle," expliqué. "Tenían un adorno para cada año que han estado juntos. Edward y yo tenemos adornos por cada Navidad que hemos estado con ellos." Levanté un pequeño oso azul de peluche. "Este es el primer adorno de Edward. Mi madre lo encontró en una pequeña tienda de antigüedades. El propietario dijo que fue hecho en 1901."

"Eso te pega," dijo Bella, mirando a Edward. "Te comportas como un caballero de esa época." Una sonrisa muy tierna y cariñosa apareció en la cara de mi hermano mientras miraba a Bella fijamente. Ella se sonrojó, pero le mantuvo la mirada.

Cogí un adorno con la forma de un pequeño canario amarillo. Bella lo estaba mirando fijamente mientras yo lo tocaba. "Este es mío. Mi primera Navidad," expliqué. "Mi madre decía que yo era el bebé más hablador que había visto en su vida y que sonaba como un pajarito cantando."

Edward se arrodilló a nuestro lado y sacó su adorno favorito. Era un corazón verde de cristal. "Alice y yo compramos esto para nuestra madre cuando éramos muy pequeños. Suplicamos a nuestro padre que nos diera tareas para poder conseguir el dinero para comprarlo. Alice lo había visto en un escaparate y sabía que teníamos que dárselo."

Bella tocó el adorno con delicadeza, como si le diera miedo romperlo. "Pega con sus ojos... y con los tuyos."

Sonreí para mí misma, orgullosa de mi habilidad para combinar cosas. Saqué un soldadito de juguete sosteniendo un regalo. "Este el adorno de Jasper del año pasado. Lo escogí porque era un soldado y a él le encanta la era de la Guerra Civil. Este soldado parecía tan dulce y honrado, como mi Jasper."

"Apuesto a que este es de Rosalie," Bella soltó una risita, sosteniendo un tacón rojo con cuidado.

"Has supuesto bien," dijo Rose, sentándose al lado de Bella.

"Este se lo dieron a Alice sus padres," les informó Jasper, sosteniendo una bolsita de porcelana con mi nombre escrito con purpurina.

"¡Uno de mis favoritos!" grité, inclinándome para cogerlo. Jasper me dio un beso y sonreí contra sus labios. Era tan maravilloso conmigo. Me incorporé otra vez y le miré con todo el cariño que podía reunir. "Sólo espera hasta que Rose y tú veáis lo que os he escogido este año."

"¿Son muy malos, Edward?" preguntó Jasper mientras le daba a mi hermano con el hombro.

"La verdad es que este año no me ha metido en esto. No quería que viera los de Bella y Emmett," contestó Edward, sonriéndome.

"¿Nos has comprado adornos?" preguntó Bella con una expresión de shock.

"¡Por supuesto!" me reí por lo bajo. "Vas a celebrar la Navidad como una Cullen. ¡Tienes que tener un adorno en el árbol!"

Bella me pasó los brazos por el cuello y me abrazó fuertemente. "¡Gracias, Alice!"

Me entusiasmaba verla salir de su concha. Era una persona maravillosa y se merecía más de lo que la vida le había dado hasta ahora. Tendría un final feliz si yo intervenía. Con suerte, yo siempre intervenía en estas cosas. Nadie apuesta contra mí cuando he visto su camino.

La puerta se abrió y apareció una Esme muy nerviosa. "Siento llegar tarde, niños. La reunión empezó más tarde, y después se me pinchó una rueda y tuve que esperar al taxi. Alice, la casa está estupenda. Ya veo que has puesto los adornos."

Me acerqué a ella y le quité el abrigo y la bufanda. "Tranquilízate, Mamá. Respira. Tenemos tiempo de sobra." Mi madre sonrió y me besó en la frente. Era una mujer extraordinaria y la quería muchísimo.

Colgué sus cosas en el armario del pasillo. Me giré y la vi con mi padre mirando algunos adornos con Edward y Bella. Rápidamente fui a la cocina y cogí mi cámara del mostrador. Mis calcetines se deslizaron por el suelo mientras volvía al salón. Me incorporé, e hice una foto de los cuatro juntos alrededor de la caja. También les hice una foto a Emmett y a Rosalie acurrucados cerca de las escaleras. Jasper se me acercó por detrás, abrazándome. Sonreí y giré la cámara. Se inclinó por mí y extendió la cámara, haciéndonos una foto. Le besé en la mejilla, y volvimos al árbol.

"Alice, ¿tienes los nuevos adornos para este año?" preguntó mi padre.

"¡Cómo si necesitaras preguntar!" Puse los ojos en blanco con falso asco y entonces les sonreí malignamente.

Sabían cuanto me encantaba hacerme cargo de los adornos. Corrí hasta mi habitación y cogí la caja de debajo de la cama. Volví abajo con cuidado, ya que no quería que se me cayera.

La dejé a mi lado en el sofá. "¿Quién quiere ir primero?"

"Yo mismo," contestó mi padre.

"Vale." Busqué en la caja hasta que encontré su adorno. "Papá, quería comprarte algo especial, pero ya llevas bastantes Navidades y hay tantos adornos relacionados con la medicina ahí. Así que me decidí por un hobby, aunque no es que como si te tomaras el tiempo para tener muchos." Saqué el adorno de la caja, previendo la respuesta que me daría.

Todo el mundo se rió cuando vieron el adorno.

Mi padre extendió la mano y lo cogió. "Alice, te has superado. ¡Un tostador roto!"

"Bueno, sí que te gusta intentar arreglar electrodomésticos aunque no tienes ni idea de lo que estás haciendo," dije con un guiño. Todos vimos como mi padre elegía un sitio cerca de la copa para su adorno.

"¡Ahora yo!" dijo alegremente mi madre. ¡Y ella se preguntaba de quién había sacado mi alegría!"

Sonreí, ya sabiendo que mi madre estaba a punto de llorar. Saqué su adorno, extendiéndolo en la palma de mi mano.

"¡Oh, Alice!" al instante empezó a sollozar mientras lo acariciaba con el dedo. "¿Cómo sabes siempre lo que es perfecto para nuestro árbol?"

Me encogí de hombros. "¡Un talento natural!"

Le había comprado un adorno con forma de manuscrito. El grabado decía lo siguiente: Navidad 2007 de la Familia Cullen. Debajo de ese título estaban nuestros nombres: Carlisle, Esme, Alice, Edward, Jasper, Rosalie, Emmett, Bella.

"Claramente te has superado," dijo mi madre, dándome un rápido abrazo. Se levantó y puso su adorno justo en el medio del árbol.

"Edward, ¿quieres ser el siguiente?" pregunté, guiñándole.

"Si eso te complace," sonrió con malicia.

Puse la mano sobre su adorno. "Ahora, ten en cuenta que esto es una broma en honor a tus cambios de humor durante los últimos años." Frunció el ceño. Saqué su adorno y lo levanté. "Representa lo fácilmente que pasas de ser mi dulce hermanito a una bestia enfadada y gritona."

"¡Un león con una oveja, Alice! ¿En serio?" Edward suspiró, pellizcándose el puente de la nariz.

"No te preocupes. El año que viene tú te harás cargo de los adornos. Entonces podrás vengarte," dije con una sonrisa.

Edward sonrió mientras murmuraba entre dientes. Estaba segura de que ya estaba conspirando una venganza adecuada. Encontró un sitio en la parte más a la izquierda del árbol para su adorno. Supuse que estaba esperando no tener que mirarlo mucho.

"¡Ahora yo!" dijo Rosalie. Sonreí y lo saqué de la caja, enseñándoselo. "¡Dios mío! ¡Alice, me encanta!"

Rose cogió el adorno de cristal con mucho cuidado. Era una réplica de la esfera que bajan en Times Square en Año Nuevo. Rose siempre había querido ver eso en persona. Escogió colgarlo a la derecha para que cualquiera que entrara por la puerta lo viera al instante. (a.n.: Times Square es un edificio que está en Nueva York, y en Año Nuevo bajan una esfera, si no entendéis lo que digo, buscad en Google, en la parte de imágenes: Times Square New Year, y una de las primeras es la esfera esa, cuando la veáis seguro que sabéis a lo que me refiero.)

"Jasper, ahora tú," dije. Saqué su adorno y todo el mundo se rió. "Sé cuanto te gusta ver 'Una Historia de Navidad' cada año y cuando vi esto, tu escena favorita, tenía que comprarlo."

"¡Me encanta la parte donde la lengua se queda pegada al poste!" dijo Emmett. "¡Excelente!"

"Gracias, cariño," dijo Jasper, besándome en la mejilla. Cogió su adorno y lo puso al lado del de mi padre.

"¡Yo! ¡Yo!" gritó Emmett, levantando la mano.

Me reí de él. ¿Cómo podría no hacerlo? "Vale, Emmett. Ven aquí. Extiende la mano y cierra los ojos. ¡No mires!"

Emmett hizo lo que le dije, pero no pudo dejar de arrastrar los pies como un niño pequeño en la mañana de Navidad. Puse el adorno en la palma de su mano y escuché a los otros riéndose en voz baja.

"Bien, abre los ojos y ve tu primer adorno Cullen."

Emmett abrió los ojos. "¡Sí!" gritó mientras levantaba un puño. "Rose, ¿lo has visto?" Emmett se fue rápidamente hasta ella. "Es un osito negro sonriendo."

"Y date cuenta que está siendo perezoso y está tumbado," dijo Rosalie con una sonrisa perversa. "Alice ha escogido bien."

Emmett se rió por lo bajo y puso su oso al lado del adorno de Rosalie. Le dio un tierno beso en la mejilla mientras miraban sus adornos colgados juntos.

"Ya sólo quedas tú, Bella," dije, sonriéndole.

Se sonrojó y me sonrió tímidamente. La cogí de la mano y me la acerqué.

"Espero que al menos te guste la mitad de lo que me gusta a mí," le dije.

Saqué un precioso cisne que tenía las alas plegadas y el cuello encogido. Bella lo cogió con cuidado, mirándolo fijamente. Miré a Edward y le vi asintiendo para decirme que lo aprobaba. (a.n.: para los que no entiendan a que viene lo del cisne, Swan, el apellido de Bella, significa cisne en inglés.)

Se acercó a Bella y la cogió por los brazos. "Vamos a buscar un sitio para esto," le dijo.

Asintió, con una gran sonrisa. Edward la ayudó a ponerlo alto, entre los adornos de Rose y mi padre.

Bella volvió y me abrazó fuertemente. "Muchas gracias, Alice."

"Ha sido un placer, Bella," contesté.

"Empecemos a poner el resto," anunció mi padre. "Hay bastantes en esta caja."

"¡Espera!" me reí por lo bajo. "Os estáis olvidando de algo."

"¿Del qué, querida?"

"Además de tener dos miembros más en la familia Cullen, también tenemos dos nuevas parejas. La tradición es que el adorno de pareja nunca cambia y cada pareja sólo tiene uno." Saqué de la caja una ventana con escarcha que tenía mi nombre y el de Jasper y parecía que habían sido pintados con nieve. "Este el adorno que Jasper y yo tenemos desde el año pasado como nuestro adorno de pareja." Se lo di a Jasper y volví a la caja. "Rose, Emmett, este es el vuestro." Saqué una bombilla morada con anillos dorados en la parte de arriba y en la de abajo. Los nombres de Rosalie y Emmett estaban escritos en dorado.

"¡Alice, es precioso!" gritó Alice, abrazándome fuertemente.

"Gracias," dijo Emmett con sinceridad. Con cuidado cogió el adorno. Él y Rose lo colgaron debajo de los suyos.

"Edward, Bella." Vi cómo prácticamente él tenía que arrastrarla. "¡No muerde, Bella!" dije con un guiño, intentando disminuir sus nervios.

Funcionó y se rió. Saqué un marco plateado con forma de copo de nieve con una foto de ellos bailando en la fiesta de Navidad. Edward lo cogió y se lo enseñó a Bella.

"¡Mira a Squirt con un vestido!" Emmett se rió por lo bajo desde detrás de Bella. "No importa cuantas veces lo vea, ¡casi no puedo creerlo!"

"Bella, sí que estabas muy guapa con ese vestido," dijo Rose, abrazándola.

"Gracias, Ali." Edward me dio un abrazo, besándome el la frente. Me gustaba más este Edward sentimental y todo era gracias a Bella. Sonreí alegremente.

Bella puso el adorno al lado del de mi madre, limpiándose algunas lágrimas cuando acabó. Edward la abrazó con fuerza, dándole un beso en la cabeza. Todo el mundo les sonrió. Era maravilloso verlos felices.

"Ahora podemos poner los otros," dije alegremente. "Y Edward, creo que ya es hora de tocar algunos villancicos."

Sonrió y asintió. Besó a Bella en la mejilla y se fue a su piano. Empezó con 'Noche de Paz' y nunca antes había sonado tan dulce.

Ya que Emmett y Bella eran nuevos, tardamos bastante en adornar el árbol. Les contamos la historia de cada adorno antes de ponerlos en el árbol. Cuando acabamos, el árbol estaba fantástico.