martes, 29 de junio de 2010

Libros Escritos Para Chicas


Nuevas sensaciones

—Allá vamos —sonrió Tom una vez llegamos a un Mini One de color rojo.

—¡No! —exclamé—. ¡Qué coche más bonito!

Tom rió y acarició el capó como si fuera su tesoro más preciado. Yo en Forks tenía una Chevy, mientras que en Londres todo el mundo era dueño de coches espectaculares o al menos, presentables y poco vergonzosos.

Me monté en el asiento del copiloto sintiéndome algo más segura de mí misma y miré distraídamente a la calle. Tom, antes de arrancar, encendió el equipo de música y me eché a reír a carcajadas cuando lo primero que sonó fue Maquillage, de Vive la Fête.

—¡Jamás hubiera pensado que te gustaba este tipo de música! —bromeé yo y Tom, con las mejillas encendidas, intentó cambiar la pista de audio—. ¡Pero déjala, es muy fiestera!

De pronto toda la tensión se fue y me vi bailando electrónica en el interior del coche, consiguiendo que se riera y me acompañara, muy feliz.

—¿Por qué te la sabes? —me preguntó a grito limpio debido al volumen ensordecedor de la música.

—Vivo con Rosalie y Alice. Se podría decir que he crecido con Vive la Fête —le conté mientras me limpiaba las lágrimas—. Mientras se preparan para salir siempre ponen electrónica.

—¡Maquillage! —dijo al mismo tiempo que la canción y reí de nuevo.

—¡Exacto!

No podía creer que estuviera resultando tan fácil pasar tiempo con él. Fuimos gritando todo el camino, pronunciando mal el francés y consiguiendo que los demás conductores nos miraran extrañados.

—¿De verdad tenemos que salir? —le dije una vez que noté que estaba buscando aparcamiento.

—Me temo que sí —sonrió él mientras daba marcha atrás para entrar en un pequeño hueco—. Esto es lo bueno de los coches diminutos...

—¡Tendrías que ver el mío! —reí, acordándome de mi fiel Chevy.

Salimos e inmediatamente me puse el abrigo azul, el frío impactaba contra mi cuerpo y me hacía castañear. Era extraño, cuando había salido de la librería la temperatura era más agradable, parecía como si hubiera bajado unos grados de pronto. Íbamos caminando cuando entendí la razón del cambio brusco de temperatura: estábamos muy cerca del Támesis.

—¡El Tower Bridge! —exclamé—. He pasado por él en coche, pero visto así es aún más impresionante.

—Si fuera de día e hiciera menos frío dábamos lo cruzaríamos, pero creo que no cumplimos ninguno de esos requisitos.

—No importa —le sonreí—, me conformo con verlo desde aquí.

Tom, amablemente, esperó a que terminara de admirar el puente para ponernos de nuevo en marcha.

—Bueno, Thomas, sorpréndeme —dije al engancharme al brazo que me ofrecía.

Estuvimos paseando a una distancia prudente del río, pero de forma paralela a la orilla. Solté un grito de admiración cuando vi un restaurante que se alzaba sobre unas rocas, casi dentro del agua. Lo que se interponía entre el Támesis y el restaurante eran unos arbustos tras los que había pequeñas vallas negras, de acero.

—¿Te he sorprendido? —rió él.

—¡Ya lo creo!

Entramos al acogedor recinto y me sorprendió que el encargado sonriera tan amablemente a Tom, como si lo conociera.

—Quiero sentarme en las cristaleras —pedí, puesto que desde fuera había observado que la planta superior tenía una pared entera de cristal, que daba al río.

—No pensaba elegir otro sitio para ti —respondió él, con un breve guiño de ojo.

Me ruboricé y tras sentarme en una cómoda silla enterré la cara en la carta de comidas. ¿Qué estaba pasando entre nosotros? Sin darme apenas cuenta estábamos actuando de forma normal, como si fuera un día cualquiera dentro de la Universidad, pero sin embargo no se me escapaban los pequeños flirteos tanto de él como míos.

—¿Has decidido qué tomar? —me preguntó al cabo de unos minutos de silencio que no supe identificar como cómodos o incómodos.

—Me decanto por lo seguro —le sonreí—. Una sopa de... ¿gazpacho?

Tom abrió los ojos con asombro y soltó una risa.

—¿Sabes lo que es eso?

—¡Ni idea! —contesté mientras me unía a él.

—Es comida española —explicó—. No sé si te gustará, aunque básicamente es tomate con más verduras. En serio, ¿no prefieres algo más tradicional?

Bufé mientras cruzaba los brazos bajo el pecho.

—¿Cómo el pastel de riñones o el pudin de carne? ¡Me quedo con los tomates, gracias!

Se encogió de hombros dándome a entender que me había equivocado con mi elección.

—¿Tan malo es?

—Tiene ajo, te olerá el aliento —comentó como quien no quiere la cosa.

—¡Así te mantengo a raya! —bromeé yo mientras soltaba una carcajada. Él puso los ojos en blanco y tras sacarle la lengua añadí—: Está bien, pasta a la carbonara para mí.

Sonrió y sus ojos celestes centellearon bajo la iluminación del local. Me puse nerviosa momentáneamente y tuve que recordarme a mí misma que sólo era Tom. Era guapo, sí; muy guapo, incluso. Y encantador. Pero ya está.

Un camarero llegó y tras intercambiar unas palabras afables con mi acompañante tomó nota de nuestros pedidos y se fue rápidamente.

—¿De qué lo conoces? —me interesé mientras nos servían las bebidas.

—No está bien que te lo diga, pensarás que te he traído aquí porque me sale gratis y no es así.

Fruncí el entrecejo mientras bebía de mi Coca-Cola.

—No, venga, cuéntamelo —le pedí.

—Está bien... —suspiró—. ¿Sabes que estudio Arquitectura, no? —Esperó hasta que asintiera para proseguir—. Pues mi padre es arquitecto, tiene... cierto renombre, quizá te suene.

—No, no lo creo —me reí yo—. Lo siento, pero no sé ni quién hizo el Empire.

—Vale, pero yo sí que sé algunos escritores. Deberías aplicártelo —me riñó con una sonrisa—. El caso es que conoció a mi madre en un restaurante en Liverpool, él era de Londres y ella una cocinera en busca del éxito.

—¿Como Monica Geller en Friends?

En ese momento llegó la comida, pero no aparté la vista de él. No tenía tanto carisma como Edward —era difícil, había que reconocerlo—, pero sabía cómo entonar y expresarse para captar la atención. Enrollé espaguetis sin prestar atención en el tenedor y los probé mientras seguía atenta.

—Parecido —continuó mientras cortaba su filete—. El caso es que se enamoraron y consiguió convencerla de que dejara Liverpool por Londres.

—Bueno, si estaba enamorada no le costaría demasiado —sonreí yo.

—No, era independiente y sí que le costó.

—Pero... —empecé a decir.

—No, Bella. Debes entender que aquí las cosas son diferentes.

—No te sigo.

Dejó los cubiertos con delicadeza y me miró mientras elegía las palabras exactas.

—Puedes querer mucho a una persona, pero aquí el futuro profesional quizá esté por encima. Es una mentalidad muy europea, por decirlo de alguna forma. No pretendo que lo entiendas, pero mi madre no estaba dispuesta a abandonar su sitio, donde estaba progresando, sólo porque se hubiera enamorado. Llámalo acto visceral, pero las cosas son así.

Lo medité durante unos segundos.

—No, sé lo que quieres decir. Son mentalidades diferentes, pero no hay que generalizar. En mi curso del año pasado, en Estados Unidos, varias compañeras se quitaron de la carrera sólo porque se iban a casar con su novio del instituto. Conozco a muchas chicas que lo han hecho, pero yo no me siento dentro de ese grupo.

—Aquí eso no ocurre. Es decir, puede que haya una pareja que se vuelva loca y decida cometer la imprudencia de casarse antes de madurar mentalmente, pero es una minoría. Siento si mis palabras te molestan o piensas que no son acertadas, pero es lo que pienso.

—En absoluto, opino igual que tú. Ahora sigue contando la historia.

Tom masticó con rapidez y tras dar un sorbo de su bebida se aclaró la garganta.

—Pues eso, dejó Liverpool porque se dio cuenta de que en Londres había más opciones de mejorar profesionalmente. Además de que estaba enamorada de mi padre, por lo menos en aquel entonces. Formalizaron la relación y parece ser que la manera de sellarla fue esto.

—¿Esto? —inquirí. Un momento después caí en lo que quería decir—. ¿Tu padre le diseñó este restaurante? ¡Qué bonito!

Rió entre dientes y se recostó en la silla.

—Sí, se construyó antes y mientras estaba embarazada de mí. Cuando nací empezó a trabajar de chef principal y le fue bastante bien. Es un sitio estratégico y los precios no son desorbitados.

—¿Entonces tu madre está ahí dentro? —pregunté atemorizada. No me sentía con fuerzas de conocerla sin ni siquiera saber si aquello era una cita con intenciones románticas.

Sin embargo Tom volvió a reír con desparpajo, quitándole importancia al asunto.

—No, hace años que no está ahí. Se separaron y decidió volver a Liverpool conmigo cuando apenas tenía tres años. Sin embargo, sigue siendo la propietaria, no quiere deshacerse de este sitio.

Sentí un peso en el estómago y sistemáticamente se me fue el apetito. Yo había crecido con padres divorciados, viví cómo mi madre intentaba una y otra vez rehacer su vida y sentí soledad al no tener un padre al lado durante algunos momentos. Veía a Charlie en verano, pero eso era otro punto en contra. Odiaba ir a Forks porque me aburría y me sentía culpable, porque eso significaba detestar ver a mi padre.

—Siento que se divorciaran. Yo también he crecido sin padre y sé que es difícil.

—Oh, no estaban casados, no creían en el matrimonio. Y mi padre solía venir a verme todos los fines de semana. Estamos bastante unidos y me siento orgulloso de él. Nunca me ha fallado y eso es importante. Por ejemplo, podría vivir solo en un apartamento pero sin embargo comparto vivienda con él... Aquello parece el piso de dos solteros empedernidos antes que un hogar familiar. Quizá esté recuperando el tiempo perdido, no lo sé.

La envidia se apoderó momentáneamente de mí por el hecho de que hubiera tenido tanto contacto y de una forma tan sencilla con su padre, pero aparté esa idea de mi mente y le sonreí sinceramente.

—Entonces, ¿traes aquí a todas las chicas para presumir de padres? —bromeé, arqueando las cejas.

Una carcajada espontánea surgió de él y no pude evitar unirme.

—Quizá lo encuentres triste, pero mi madre es la única afortunada con la que he venido.

Seguimos comiendo con tranquilidad, abandonando el tema familiar para hablar de las cosas de la Universidad y de música. Me sorprendió gratamente el que compartiéramos gustos en casi todo, y volví a envidiarlo al enumerarme una décima parte de todos los conciertos a los que había ido. Coronamos la cena con sendas copas de helado, que casi consiguen hacerme explotar.

—¿Dónde iremos ahora? —me interesé después de que él insistiera en pagar y yo me dejara llevar por la situación por primera vez en mi vida y no protestara más de lo estrictamente necesario.

—Es un secreto, pero creo que te va a gustar.

Nada más salir al exterior me puse el abrigo rápidamente, el tiempo seguía frío y no me apetecía volver a pasarme un día en la cama, enferma. Tom me condujo a través de la larga calle, caminando de forma paralela al río y permitiéndome así maravillarme de la vista nocturna de este. Millones de pequeñas luces se reflejaban en la lisa superficie, desenfocadas y dándole color al negro absoluto que reinaba en él. Estaba tan absorta que cuando mi acompañante paró en seco me sobresalté. Delante mía había un edificio de aire moderno, cuya entrada estaba colapsada por gente de nuestra edad. Un letrero rezaba Loop De Loop, nombre que no había escuchado nunca.

—¿Lo conoces? —preguntó Tom mientras que me empujaba con una mano puesta en mi espalda baja. Un escalofrío me sacudió pese a las capas de ropa que nos separaban.

—No. ¿También lo ha hecho tu padre? —bromeé.

Rió con ganas a la par que sacaba del bolsillo interior de su abrigo unas tarjetas serigrafiadas. Intenté leer lo que ponía pero no me dio tiempo, el portero las cogió rápidamente y las rompió a la misma velocidad antes de devolverle un trozo a Tom.

—¿Acaso hay un concierto? —inquirí mientras dejábamos las chaquetas en el guardarropa.

—No, pero casi. Me ha costado mucho conseguir invitaciones para esto, así que espero que sepas disfrutarlo.

Lo miré con intriga pero su sonrisa me hizo entender que no soltaría más palabras de las necesarias, por lo que suspiré y lo seguí hasta el interior. La iluminación era débil, y el ambiente aún disperso. Sonaba música de fondo pero nadie ocupaba la cabina del DJ y la barra aún no estaba llena. Aprovechando eso, nos acercamos y pedimos el primer margarita de la noche, porque estaba segura de que detrás irían muchos. Estaba abandonando la barra cuando vi un montículo de flyers; con curiosidad le eché un vistazo y leí Koenig DJ set junto a la fecha de esa noche. El nombre me sonaba levemente pero no supe identificarlo, por lo que no le dí demasiadas vueltas. No fue hasta diez minutos después, cuando la gente empezó a aplaudir y a silbar cuando me giré interrumpiendo la conversación que estaba teniendo con Tom para mirar a mi alrededor y entonces sí que reconocí al DJ.

—¡No me lo puedo creer! —chillé por encima del ruido de ambiente y agarrándome con fuerza a uno de los brazos de Tom—. ¡Ezra Koenig! ¡De los Vampire Weekend!

Él soltó una fuerte carcajada mientras asentía.

—¡A que mola! —exclamó.

—¡Increíble! —contesté, muy emocionada—. ¡Gracias, muchas gracias! Vamos, acerquémonos.

Lo cogí de la mano y me abrí paso a través de chicas histéricas. Una vez cerca comprobé que no era especialmente guapo, pero que su encanto y las canciones tan pegadizas que cantaba con el grupo que lideraba ayudaban mucho a la hora de estimar su sexappeal.

Sin tan siquiera decir nada, tras un casto saludo con la mano y una sonrisa tímida, se puso los cascos y empezó con Leather, de Death in Vegas.

—No es la mejor —comentó Tom, acercándose a mi oreja.

—Pero por algo se empieza —reí.

Olvidé por completo mi torpeza y que conocía a aquel chico de muy poco. Me vi bailando y riéndome a carcajadas por cualquier cosa, disfruté cada frenético segundo de música y no volví a prestarle demasiada atención al cantante de Vampire Weekend. Me fijé en que llevaba una línea musical muy fiestera que jamás hubiera pensado que le gustaba. Las chicas que estaban a mi lado me pisaron al emocionarse cuando City de Lo-Fi-Fnk estalló en la sala y llenó cada centímetro.

—¡De mis preferidas! —me gritó Tom mientras bailaba rítmicamente.

Siempre me habían parecido ridículos los hombres al bailar, nunca les encontraba el sentido del ritmo y parecían estar haciendo el tonto más que bailando. Sin embargo él sabía mecerse al compás correcto y sus movimientos no eran para nada femeninos. Incluso conseguían hacerme sentir atraída por él. Lo miré fijamente, captando todos los detalles de su cuerpo y deleitándome interiormente, de forma secreta. Su musculatura se contraía para relajarse a los pocos segundos después de forma armónica, sintonizada con la música. Su sonrisa deslumbraba y hacía que me fijara con especial atención en sus colmillos, afilados y de un sexy indescriptible en esos momentos de luminosidad sinuosa y alcohol en sangre. Pero lo mejor, sin duda, eran sus ojos. Si me fascinaba el verde de Edward, tan puro y diluido, ese celeste claro con matices grises conseguía que un nudo se formara en la boca de mi estómago. Tenía que reconocerlo, era débil cuando me enfrentaba a hombres guapos.

Seguía sonando City, y simplemente me dejé llevar por lo que estaba sintiendo en ese momento. No pude evitar mirarlo. Ni tampoco morderme el labio reprimiendo una sonrisa. Me balanceé sin tener consciencia de que quizá estaba insinuándome demasiado, decidí dejar de ser recatada. No era un chico cualquiera, a él lo conocía y sabía que era inteligente y maduro, con eso me bastaba para saber que si atravesaba el límite "amistad" no me arrepentiría tanto como si lo hiciese con un desconocido. Me asusté momentáneamente. ¿Estaba pensando de verdad en traspasar esos límites? Mi cuerpo me lo exigía, pero mi mente trabajaba en otra onda. Tenía las hormonas revolucionadas, sabía que Tom no me aportaba tanto como me podía aportar otro —no quería pensar nombres—, pero aún así conseguía que me entraran ganas de subirme encima de un salto y sobre todo, de arrancarle la camisa con fuerza. Por algún extraño motivo, mi sexualidad había despertado salvajemente. Quizá en Washington no me sentía atraída por nadie y por eso mi pauta de conducta o pensamiento era diferente a la que estaba empleando en Londres. No lo sabía a ciencia cierta, lo único que tenía claro es que necesitaba ese tipo de diversión. Tampoco estaba pensando en perder la virginidad con él en ese momento, aunque tal vez cuando su negro y liso cabello flotaba por encima de su frente y sus ojos relucían bajo él, perdía todo resquicio de cordura y llegaba a pensar que ser aún virgen era el menor de mis problemas.

La música seguía tronando y nosotros cada vez bailábamos más cerca. Peligroso. También bebíamos alegremente, sin preocupaciones. Más peligroso aún.

—¡Sabía que pondría alguna de los Vampire! —rió él en mi oído cuando Diplomat's son empezó y arrancó un sonoro aplauso de los presentes.

No podía ser verdad. Esa canción me parecía muy sensual, y mis facultades mentales no jugaban a mi favor en ese momento, estaban obstruidas y descansando. Así que no me sorprendí cuando por mi propia voluntad di la vuelta mientras bailaba con los brazos elevados y los ojos cerrados disfrutando de la canción con una sonrisa estúpida. Me transmitía tranquilidad pese a haber cientos de personas a mi alrededor, y ni siquiera me sobresalté cuando noté las manos de Tom en mi cintura. Incluso me gustó. Tanto que decidí deleitarme mirándolo, por lo que me giré con gracia —la primera vez en mi vida— y quedé a escasos centímetros de su rostro, ya que se había arqueado levemente. Me sentía fuerte y valiente, pero no como para besarle. Y aún así disfrutaba con la tensión previa al beso; incluso más que con el mismo beso.

Mi comportamiento me había hecho darme cuenta de algunas cosas. Por ejemplo, Alice y yo nos habíamos pasado riñendo a Rosalie, ahora entendía su punto de vista en el asunto. ¿Por qué un hombre puede bailar de forma "comprometida" con quien quiera, después enrollarse con esa persona e incluso acostarse con ella y recibir alabanzas y cuando es una mujer sólo hay miradas escépticas? Únicamente me estaba divirtiendo. No iba enseñando un pecho, ni llevaba un tanga a la vista de todos, sólo "ligaba" con él, era algo sano. De hecho mi cordura dependía de ello. Y en ese momento, me di cuenta de que al pensar todo eso, estaba fomentando el hecho de que siguiera vigente. Me enfadé conmigo misma momentáneamente y sacudí la cabeza, consiguiendo quedar aún más cerca de él, tanto que notaba su respiración en la cara aparte de que nuestras piernas chocaban y mi pecho rozaba con el suyo de vez en cuando. Me miraba con ojos hambrientos y su sonrisa era una indicadora de que yo hacía lo mismo.

Sin embargo, ninguno avanzó. Noté sus manos en mi cintura de nuevo, pero yo sólo tenía ojos para sus labios, que se movían sensualmente mientras canturreaba la canción a centímetros de mi boca. Estaba absorta, sentía con toda claridad ciertas partes de mi anatomía que nunca se habían activado de esa forma tan evidente, y no podía apartar la mirada de sus facciones. De forma inesperada, pero al mismo tiempo también muy esperada, me empujó la cintura contra él y, sonriendo, me besó acariciando con la lengua mis labios. No supe muy bien qué hacer, por lo que me dejé llevar por mi instinto y enredé mis dedos entre el pelo de la parte trasera de su cabeza. Desde el principio fue algo apasionado, noté cada milímetro de su anatomía contra la mía; sus labios me devoraban con ferocidad pero mi insatisfacción no disminuía. Estaba feliz de poder probarlo por fin después de tanta tensión sexual, pero mi cuerpo pedía más. Seguramente con menos alcohol encima me hubiera conformado con un par de besos, pero en ese momento necesitaba sentirlo, comprobar que mi frustración sexual recién descubierta disminuía. Por eso no me quejé cuando me agarró con fuerza del trasero y me apretó más contra él, como queriéndome demostrar que se encontraba en la misma situación que yo.

Qué fácil era estar así, simplemente besándolo con pasión y sintiendo sus manos subir y bajar a lo largo de mi espalda, bajo mi cardigan. Era consciente de que después vendrían los problemas, las explicaciones, los silencios incómodos. Pero por aquel entonces estaba concentrada en sus suaves jadeos, que me provocaban sonrisas conspiratorias contra su boca.

No podía hilar pensamientos con facilidad, mi mente en ese momento se limitaba a las funciones mínimas como recordarme que necesitaba respirar si no quería desmayarme.

Demasiado pronto para mi gusto, la música cesó y Ezra Koenig se despidió de forma tímida, obligándome a apartar la boca de la de Tom. Nuestros besos no habían cesado desde la primera vez que los unimos, y no es que yo me quejara de aquello.

Sabía que llegaba lo difícil, mirarle e intentar no sonrojarme después de todo lo que acababa de pasar. Algo saltó en mi interior cuando vi que me estaba sonriendo cariñosamente y que pasaba un brazo por mis hombros, para acercarme a él y evitar situaciones incómodas. Era una persona sencilla, y eso lo valoré muy positivamente.

Después de recoger los abrigos y ponérnoslos, caminamos por la helada noche londinense en busca del coche.

—No creo que sea conveniente que conduzcas —murmuré bajo su brazo. Habíamos estado hablando, pero no era una conversación hilada, eran palabras sueltas y risas nerviosas.

—Estoy bien, tranquila —contestó él—. No soy tan irresponsable.

Me seguía pareciendo un acto imprudente el de conducir después de haber bebido, pero vi que parecía sobrio y mi cabeza no estaba como para pensar. Mañana volvería la Bella responsable y madura que acostumbraba ser.

Por fortuna, no hubo ningún percance en el tramo que tuvimos que hacer para llegar hasta mi apartamento. Nos encontrábamos en un silencio agradable, mientras escuchábamos el chisporroteo suave de las gotas que acababan de empezar a caer desde las sinuosas nubes grisáceas perfectamente delineadas a pesar de ser de madrugada.

No sabía qué decir. Ni siquiera pensaba, me dedicaba a inspirar con parsimonia en un intento de relajar mis articulaciones. ¿Qué estaría él pensando? ¿Se creería que iba a invitarlo a subir? Porque aunque hubiera pasado una noche con alta carga sexual, no quería dar ese salto en la extraña relación que manteníamos. Lo veía muy precipitado.

—Llegamos —murmuró mientras estacionaba frente al bloque de pisos. Siguió mirando al frente, con las manos apoyadas en el volante hasta que por fin se giró y me dedicó una sonrisa tierna—. ¿Tú también piensas que...?

—¿Qué tengo que pensar? —salté yo, a la defensiva y sin dejarle acabar la frase. "Que no me pida la última copa, que no me la pida..." Mi mente relacionaba la escena con las que había visto en las comedias románticas que mis amigas me obligaban a ver. Pensé que por una vez me servían de algo, al menos me sentía preparada y con una vista prospectiva de lo que podría ocurrir.

Tom sacudió la cabeza ante mi comentario histérico, como haciéndose una idea preconcebida de lo que estaba pensando.

—Lo que quería decir es que creo que deberíamos hablar de lo que ha pasado. De nosotros.

Suspiré aliviada. Después me puse blanca del terror y es que prefería llevármelo a la cama antes que hablar con él de sentimientos. Mis sentimientos. Esos que ni yo misma entendía.

—Ajá —dije en un murmullo.

Me dirigió una mirada divertida.

—Está bien. Es lo que opino, si te sientes incómoda podemos...

—¡No! Bueno, sí, me siento incómoda, pero eso no es excusa. —Me retiré el pelo de la cara antes de proseguir—. Mira, Tom, creo que esto es un poco precipitado...

—Lo sé.

—Genial. ¿Qué tal si vamos...?

—¿Poco a poco? —terminó él y esperó a que yo asintiera—. Por supuesto.

Le miré mientras me mordía el labio, indecisa de qué hacer en ese momento. ¿Cómo me despedía? Me parecía más diplomático darle la mano que un beso en la mejilla, ya que esto último parecía significar "eh, me he pasado la noche morreándome contigo pero, ahora que soy consciente de mis actos, me da vergüenza".

No tuve que hacer nada porque se acercó a mí y depositó un beso en la comisura de mis labios, dejándome aturdida.

—Buenas noches —susurró con una preciosa sonrisa. Su sonrisa.

—B-buenas noches... —Abrí la puerta con torpeza y salí medio arrastrándome.

—Bella —me llamó de nuevo Tom, y agaché la cabeza para mirar al interior del coche—. Esto... Sé que mañana has quedado con Edward.

Abrí la boca esperando que mi mente procesara una respuesta ingeniosa, algo divertida, quizá con una pizca de misterio e impregnada de una disculpa indirecta. Sin embargo sólo se quedó así, abierta. Tom rió y me incomodé aún más.

—No pasa nada, no te estoy juzgando. Quería que supieras que era consciente, que no tenías que sentirte culpable después ni nada por el estilo.

—Eh... Gracias. —Ni siquiera sabía por qué agradecía nada, pero era la primera palabra que se me ocurrió—. Una pregunta, ¿Edward sabe que hoy... íbamos a quedar?

—No. —Volvió a reír a carcajadas—. Y dudo que él mismo quiera enterarse. Sin embargo, sí que vino a decírmelo directamente en cuanto aceptaste su propuesta.

Aunque me estaba mojando la espalda y el pelo con la suave lluvia, me preocupaba más el hecho de que Edward Cullen sacara a relucir sus celos infinitos si se enteraba de aquello.

—No se lo voy a decir, no tengo ningún interés en ello —Tom parecía haber escuchado mis pensamientos—. Métete dentro, anda, que te vas a resfriar... de nuevo.

Puse los ojos en blanco y tras despedirme de él rápidamente subí hasta la vivienda que compartía con mis amigas, las cuales no sabía si estaban durmiendo pacíficamente o de fiesta.

Nada más cerrar la puerta, me apoyé en ella y me quité los zapatos para no hacer ruido —y porque me estaban matando—. Caminé con cuidado hasta mi habitación y tras quedarme encerrada en ella, encendí la luz y procedí a desabrocharme el bonito vestido y prepararme para una noche en la que esperaba descansar mucho y no pensar en lo que había ocurrido.

.

—¡Bella! —Los gritos que había a mi alrededor hicieron que pasara del estado de inconsciencia absoluta a una neblina de consciencia nada agradable. La cabeza me dolía y tenía la sensación de no haber descansado demasiado.

—Vamos, son las once de la mañana —Rosalie me sacudía con fuerza y le respondí con un gruñido nada intimidante. Se rieron de mí.

Al final acabé cediendo y me deshice de las mantas para poder sentarme y aclarar un poco la cabeza.

—¿Qué pasó ayer? ¿A qué hora llegaste? ¿Qué hicisteis?

Las preguntas giraban a mi alrededor y no sabía cuál contestar primero. Alcé las manos, pidiendo silencio a mi público improvisado y ellas se miraron expectantes, a sabiendas de que algo había ocurrido. Se sentaron a mi lado y escucharon el relato sin censura de mi noche con ojos brillantes.

Por supuesto, los gritos incrementaron cuando acabé, y pensé que los vecinos iban a venir a pedir explicaciones, o si no, sería directamente la policía la que echase la puerta abajo.

—¡Peroquefuerte! —decía una vez y otra Alice.

—Estoy tan orgullosa de ti —murmuraba Rosalie, abrazándose las piernas y mirándome con ternura.

—Dejad de decir tonterías —me reí yo—. El problema viene ahora, con Edward.

—¿Pero qué problema? A ese lo tienes a tiro también —resopló Rosalie.

—Y que lo digas —asintió Alice, emocionada—. Es que con él lo tienes incluso más fácil... Si sólo cuando le sonríes es capaz de hacer lo que sea, imagínate si te insinúas.

Puse los ojos en blanco. Estaban llevando la conversación por otro puerto que no me interesaba en absoluto.

—No quiero enrollarme con Edward. —Me miraron de una forma tan escéptica que no pude menos que añadir—: No ahora. Quiero que madure un poco antes.

Como no dejaron atrás el escepticismo de sus miradas bufé y me levanté para ir a prepararme algo de desayunar, pensando aún en lo último que había salido de mis labios.

Qué día más largo me esperaba...

.

—Preciosa —susurró Alice, con voz contenida. Odiaba su dramatismo.

—Divina —añadió Rosalie, observándome evaluativamente—. Joder, qué bien te queda.

Ahí estaba yo, con mi vestido de cerezas, con el cabello recogido elegantemente cual señorita de los años sesenta y los labios de un rojo nada propio en mí. Elevé una ceja y ellas casi se ahogan con su propia baba.

—¡Qué guapa! —volvieron a decir. Sabía que intentaban subirme la autoestima y convertirme así en un monstruo, una femme fatale por una noche.

—Dejadlo —gruñí, mientras me subía en aquellos zapatos mortales—. ¿Realmente es necesario todo esto?

Refunfuñaron, enfadadas por mi conducta y salieron de la habitación charlando entre sí animadamente. Me miré una vez más al espejo, volví a fruncir el ceño y corrí tras ellas, en dirección a la cocina.

—No estoy preparada para esta noche —confesé lo que me había estado preocupando todo el día, mientras picoteaban de una bolsa de patatas fritas.

Intercambiaron una mirada de sorpresa antes de dirigirse de nuevo a mí.

—¿Y lo dices ahora? Dentro de diez minutos tendrás a tu hombre aporreando la puerta.

—¡No es mi hombre! —musité mientras me abanicaba con la mano—. Llevo toda la tarde pensándolo y... Edward no es Tom.

—¡Pues sí que te ha costado darte cuenta! —se mofó Rosalie.

Puse los ojos en blanco.

—Explícate mejor, Bella —me pidió Alice mientras me sacaba una banqueta para que pudiera sentarme. Estaba segura de que mi expresión facial debía ser preocupante, parecería mareada o aturdida.

Inspiré profundamente antes de empezar a exponer todo lo que había estado pensando.

—Básicamente es eso, que Edward no es Tom. Edward lleva insinuándose... ¿desde que lo conozco? Lo de Tom fue de repente, sin pensarlo antes y sin que me hubiera dado cuenta de que podía pasar en un futuro cercano.

Parecían descontentas con mi explicación, por lo que seguí abriéndome.

—Y no sé... Quizá me sienta más atraída por Edward, aunque no me convenga.

—¡Lo sabía! —gritó Rosalie—. Me da igual perder el dinero, aunque tenga que pagar en plazos. ¡Por favor, Bella, no seas tan estrecha con él esta noche!

Mis ojos volvieron a ponerse en blanco automáticamente.

—Es un mecanismo defensivo —aclaré—. Cuando se pone así... me siento con la necesidad de dejarlo fuera, me asusta que esté interesado en mí porque sé que será sólo durante un corto periodo de tiempo.

—¿Acaso quieres casarte con él? —se burló Rosalie.

—No lo entiendes, Rose —dijo Alice, y me dirigió una sonrisa de apoyo antes de volverse hacia ella—. Nosotras no tenemos la seguridad que tienes tú. A ti te da igual que un tío deje de interesarse por ti porque sabes que encontrarás otro mejor al fin de semana siguiente y además, sin tener que buscar.

Rosalie meditó sus palabras y justo cuando abrió la boca para contestar, sonó el timbre y en mi barriga se instaló algo así como un enano que pegaba fuertes patadas, hacía cosquillas e insistía en hacerme gemir de forma lastimera. Yo, en ese momento, debía de ser un espectáculo deplorable por las miradas que me echaron mis amigas.

—¡Pero ve a abrir! —rió Rosalie.

—¿No podéis ir vosotras y decir que estoy muy enferma? —Mis manos habían empezado a sudar, como siempre que me ponía nerviosa.

Era extraño, pensé mientras caminaba por el pasillo obligada por las demás. Había estado evitando la cita con Edward desde hacía semanas, y jamás había tenido interés alguno en que ocurriera algo. Sin embargo, tras saber que podía pasar —Tom me lo había demostrado con todo lujo de detalles— las rodillas me temblaban con sólo pensarlo. Eran sentimientos diferentes. Como bien sabía, Tom me atraía físicamente y era más maduro que Cullen, hecho que valoraba muy positivamente. Sin embargo, Edward...

En ese momento abrí la puerta y al ver su rostro iluminado por aquella sonrisa enorme, mis pensamientos dejaron de estar hilados.

—Estás preciosa —me dijo mientras se acercaba para besarme las mejillas.

Pensé en dar un paso hacia atrás, en cerrarle la puerta en sus narices o cualquier acción desesperada que pudiera salvarme del torrente de emociones que iba a experimentar si se acercaba tanto.

Llevaba unos pantalones negros, ajustados, y una de sus típicas camisas de cuadros con una chaqueta de cuero por encima. Su olor llegó hasta mí mientras depositaba sendos besos, suaves a pesar de la incipiente barba.

—Tú hueles bien—fue lo único que pude decir sin que se me trabara la lengua; de todas formas, era cierto.

—Vaya... ¿Gracias? —rió alegremente—. Es lo más bonito que me han dicho nunca. Anda, vamos. —Me dejó espacio para que pudiera pasar y con un suspiro emprendí la marcha seguida de cerca por él.

Bajamos la escalera sin saber muy bien cómo actuar o qué decir. Era la primera vez que lo veía nervioso, jugueteando con las llaves de su Volvo y tocándose el pelo sin cesar. Escondí una sonrisa.

—Espérame aquí —me pidió al llegar a la calle.

Elevé una ceja interrogativamente pero me ignoró por completo. Se alejó con grandes zancadas y me quedé sola, preguntándome a qué demonios jugaba ahora. Al cabo de un par de minutos me acerqué hasta la acera, mirando en todas las direcciones para intentar encontrarlo, pero fue inútil.

Iba a sacar el móvil para llamarlo y exigirle una explicación cuando escuché su voz.

—¡Bella! —Lo vi dentro del Volvo, a escasos metros de mí. Salió precipitadamente para abrir la puerta del copiloto y sonreírme.

—¿Has ido a buscar el coche solo?

—Quería hacerlo bien y recogerte en nuestra primera cita —volvió a sonreír de forma cegadora—. Eso de vivir en el mismo edificio hacía las cosas más difíciles, así que tuve que encontrar la forma de hacerlo.

Puse los ojos en blanco pero al final se me escapó una suave risa que le complació. Se entretuvo en trastear con la radio mientras que con la otra mano manejaba el volante.

—¿Podrías concentrarte? —le pedí al ver que no se tomaba muy en serio nuestra seguridad.

—Estoy concentrado, Bella.

Claro que no lo estaba, pero decidí dejarlo pasar. Fuimos escuchando música suave, nerviosos como para intercambiar más de un par de frases mal estructuradas.

—¿Adónde me llevas? —inquirí al ver que parecía no dirigirse a ningún sitio en concreto.

—Te estoy dando un paseo en coche, disfrútalo.

—Lo disfruto —reí yo—. Pero no sé qué hay de malo en la forma tradicional de dar paseos.

—Me duelen las piernas —comentó—. El coche es mejor.

No quise saber por qué le dolían las piernas. Sabía que era mejor no preguntar, pero empecé a hacerme ideas preconcebidas y cuando le vi sonreír por el rabillo del ojo supe que era consciente.

—Sí, estuve toda la noche teniendo sexo.

Nos quedamos en el silencio más incómodo posible. Sólo se escuchaba la música de fondo, por lo demás, me pitaban los oídos. ¿Por qué me molestaba?

Entonces, estalló en carcajadas.

—¡Deberías ver tu cara! ¡Te ha molestado!

—¡¿Por qué me iba a molestar? —chillé, y noté que me había puesto en evidencia. Crucé los brazos bajo el pecho y miré al frente—. Sólo me ha parecido un comentario fuera de lugar.

—Bella —seguía riéndose—, era broma.

—No tienes que darme explicaciones, Edward.

—No te las estoy dando, sé que no tengo que hacerlo, sólo intento que relajes los músculos antes de que revienten —Y soltó una nueva carcajada—. Estoy cansado porque me pasé todo el día entrenando con algunos del equipo.

—¿Y qué? —Utilicé mi voz más borde, la que más indiferencia tenía impregnada.

Suspiró y decidió dejar el tema; se lo agradecí, había perdido los nervios durante unos minutos y no era buena idea continuar.

—¿Qué hiciste tú? —preguntó mientras cogía una curva con suavidad.

La sangre se me heló. Empecé a sudar y los oídos se me taponaron inmediatamente. Estaba actuando como una histérica exagerada, pero simplemente no quería fastidiar aquella noche.

—Nada, la verdad. Un viernes como cualquier otro.

—¡Eso no puede ser! El viernes que viene hacemos algo, no te puedes quedar en casa encerrada —me dirigió una mirada amistosa mientras sonrió dulcemente.

Aquello me pudo. Me vi obligada a apartar la vista de él antes de que mis ganas de tocarlo me sobrepasaran.

—¿Tienes hambre? —preguntó mientras atravesábamos uno de los numerosos puentes del Támesis.

—Algo, hace horas que no como nada. —Y era la verdad, había sido incapaz de probar bocado en la hora de la comida a causa del nerviosismo.

—Estupendo, vamos a cenar.

—Edward, sé que posiblemente tendrás grandes planes en sitios carísimos para...

—Calla, Bella —me pidió, sonriente.

—No voy a dejar que pagues todo —le dije duramente.

Por algún motivo, me molestaba más que él se gastara dinero en mí que otra persona. Era algo que, simplemente, me provocaba malestar.

—Vale, hagamos algo. Tú pagas mi parte y yo la tuya, así nos estaremos invitando mutuamente.

Lo miré con incredulidad, pero su rostro era sereno y parecía absolutamente sincero. Solté una risa, siempre me sorprendía.

—Me parece genial.

Edward asintió, satisfecho de que por una vez hubiera aceptado algo propuesto por él.

Sin embargo, cuando empezó a aminorar la marcha y vi hacia dónde nos dirigimos, no pude menos que volver a carcajearme.

—¿Es en serio?

—Aún no has visto nada —sonrió él—. Espero que esto sea más de tu agrado que el restaurante donde quería e iba a llevarte.

—Es sencillamente genial.

Me había llevado a una hamburguesería. Ni siquiera era un McDonald's o un Burguer King. Era una sucursal que no me sonaba de nada, cuyos establecimientos tenían aspecto inglés e incluso una zona de pedidos para los conductores. Me sorprendí aún más cuando vi que se dirigía hacia la cola de automóviles.

—¿Tampoco vamos a entrar?

—¿Y aguantar tus quejas acerca de que no debería haberme gastado tanto dinero en ti? No, gracias. Comeremos el menú más barato en el coche, como dos adolescentes sin dinero.

Supongo que debería haberme molestado por cómo se refería a mí, para él era una quejica y también bastante exagerada, pero en ese momento sólo pude reír, encantada. Se estaba adaptando a mí, lo había pensado todo para que yo fuera la que estuviese cómoda y no él. Me había sorprendido.

—Es la mejor idea que has tenido desde que te conozco. Gracias.

Movió una mano, como no queriéndole dar importancia al asunto y bajó la ventanilla para hablar con la chica que apuntaba los pedidos.

En menos de diez minutos volvíamos a estar en la carretera, yo con las piernas llenas de bolsas que olían de forma deliciosa y Edward con el ceño fruncido mientras buscaba un sitio donde aparcar.

—Me gustaría vivir en una ciudad menos concurrida en estos momentos —suspiró mientras miraba la comida con ojos anhelantes—. ¿Es necesario que huela así de bien?

Metí la mano en una de las bolsas instintivamente y saqué una patata frita. Se la tendí y se miró las manos, que en ese momento estaban sujetando el volante como si les fuera la vida en ello.

—Oh, venga, ¿ahora sí que necesitas las dos manos?

—¿Acaso quieres que nos matemos?

—Eres de lo que no hay... —murmuré y le acerqué la patata a la boca. Me la quitó de un bocado y aparté rápidamente la mano cuando sus suaves labios rozaron la punta de mis dedos.

—¡Eh!

—Lo siento —se disculpó, aunque sabía a la perfección que no lo sentía en absoluto.

No me había dado asco, sólo me había puesto nerviosa. Pero dejé que pensara lo primero.

Acabamos en una calle estrecha y poco concurrida a las afueras. Temí que la comida hubiera empezado a enfriarse, pero no le dí muchas vueltas, me lo estaba pasando genial. Edward se desabrochó el cinturón y con agilidad se metió entre el hueco que separaba su asiento del mío, para quedar en la parte de atrás. Puse los ojos en blanco.

—¿Qué hay de malo en utilizar la puerta?

—Había que dar la vuelta. Venga, ven aquí.

Le dí todo lo que tenía encima y yo sí que me bajé y utilicé la puerta; el vestido no era tan corto como para mostrar más de lo que deseaba en casos como ese, pero preferí ser precavida.

—Me sorprendes —le dije mientras me daba mi hamburguesa.

—¿Eso es bueno? —inquirió mientras retiraba el papel de la pajita para meterla en el bote de refresco.

—Nunca imaginé que me dejarías comer dentro de tu coche. Pensé que era algo capaz de provocarte un paro cardíaco.

—Sé que tendrás cuidado. Pero no se lo digas a Emmett, podrías darle ideas y a él sí que no le dejaría hacer esto —señaló mi hamburguesa, que en ese momento estaba siendo mordida con avidez por mí.

—Mis labios están sellados —dije como pude, con la boca medio llena.

Jamás había sido así de desinhibida mientas comía, solía tener mejores modales, pero la situación me hacía sentirme como si estuviera en mi casa, en el sofá y en pijama con mi familia en lugar de en una cita con Edward Cullen.

—¿Te gusta? —me preguntó.

"¿El qué, Edward?", quise contestar. "¿Tú?, parece ser que sí. ¿O la hamburguesa?, y si es eso... ¿Cómo demonios eres capaz de pensar ahora mismo en comida?".

Gruñí, para contestarle a él y para conseguir también que mi mente dejara de jugarme malas pasadas. Me dedicó su media sonrisa, ladeada, y bajé la mirada hacia el envoltorio de mis patatas incapaz de decir nada.

—Hoy estás muy callada —comentó él.

Alcé la vista y vi que me miraba de forma preocupada.

—¿He hecho algo que te haya molestado? —murmuró, inseguro de sí mismo—. Ya sabes que no soy muy... diplomático y que a veces meto la pata, pero no lo hago queriendo. No quiero estropear esta noche, Bella, y me gustaría que habláramos ahora lo que sea que te ocurre.

Me sentí desarmada. Era la primera vez que lo veía comportarse de esa forma tan civilizada e incluso madura. Pero en esta ocasión era yo quien podía estropearlo si le contaba lo que había pasado la noche anterior con uno de sus mejores amigos. No, no podía arriesgar estar bien con él. Me gustaba estar bien con Edward, era casi una necesidad.

—No has hecho nada mal, Edward —murmuré—. En realidad se te está dando de maravilla.

Vi como una pequeña sonrisa asomaba por su rostro y la duda pareció disiparse. Poco a poco, fue expandiéndola hasta hacerla enorme, y yo le sonreí con ganas también.

—Me alegra saber que no está resultando tan horrible como temías. Y eso que aún queda la mejor parte.

—¿Es una insinuación?

—No, esta vez no —rió él—. No tiene ningún trasfondo sexual, quédate tranquila.

Entonces pasó algo que no me esperaba bajo ninguna circunstancia: me desilusioné. Pero eso no podía ser, no debía permitir que mis hormonas interfirieran en lo que estaba bien y lo que estaba mal hacer. Edward y yo estábamos mejor como amigos, no podía asomarme a ese precipicio, que me agarrara con fuerza y saber con seguridad que después me soltaría, haciendo que el golpe fuera aún mayor. No confiaba en él en términos románticos, por mucho que me atrajese y quisiera besarlo hasta perder el sentido. Pero, ¿era eso realmente lo que quería?

Miré sus labios en una fracción de segundo, y me gustó lo que vi. Delgados, rojizos y de aspecto suave y apetecible. ¿A qué sabrían?...

—Te has quedado otra vez con esa cara de "me pasa algo" —comentó Edward, frunciendo el ceño y consiguiendo sacarme de mi ilusión momentánea.

Era extraño, sabía que se había dado cuenta de qué estaba mirando, lo normal en él habrían sido varias insinuaciones o mofas; realmente parecía querer no estropear nada. Me sentí halagada.

—Estaba intentando adivinar dónde me llevarías esta noche —mentí rápidamente.

—¿No te han dicho nada Alice y Rosalie?

—Sé que habían hablado contigo, pero nada más.

—Tampoco has insistido, ¿verdad? —su voz tenía un deje de tristeza que supe diferenciar con claridad.

Noté como el corazón se me encogía al verlo juguetear con una de las patatas que quedaban, sin mirarme fijamente.

—No, prefería que me sorprendieras tú. —Tampoco estaba mintiendo, realmente me apetecía llevarme una sorpresa siempre y cuando fuera agradable, aunque la verdadera razón de no haber intentado sonsacarle información a mis amigas era que no quería pensar demasiado en el tema.

Edward se animó al instante y sonreí para mí, era tan fácil hacerlo feliz a veces que daba miedo.

—¿Has terminado? —me preguntó.

Habíamos encendido las luces del interior del coche puesto que la oscuridad se cernía sobre nosotros, en el exterior. Hice una bola con los papeles y metí la basura en las bolsas; Edward me las quitó con rapidez y salió del coche en dirección a una papelera que había divisado. Mientras tanto, yo me fui al asiento de delante para esperarlo.

—Pues allá vamos —dijo mientras arrancaba—. Está cerca, así que no te queda mucho para dejar de aguantarme.

Sonrió para hacerme entender que estaba bromeando, pero me quedé dándole vueltas al asunto. Si me había dicho eso era porque no íbamos a estar solos.

—¿Habrá alguien más? —inquirí, sin dar rodeos.

—Algo así como todos los demás —rió—. Ya lo entenderás.

Me hundí en el asiento esperando que la decepción de mi rostro no fuera tan obvia como yo pensaba. ¿Pero qué demonios me pasaba? No quería estar a solas con él, debía ser razonable y saber que eso sólo complicaría las cosas. Ya me había enrollado con Tom, debía atenerme a las consecuencias. Si tan sólo no fueran tan amigos... pensé. Sería más sencillo si ni siquiera se conociesen, así no me sentiría como la mala que va enemistando a la gente. Estaba siendo una persona horrible.

—Llegamos. Mira, vamos ahí —me señaló un edificio de color azul eléctrico y vi que había gente fuera, esperando.

Salió de un salto ágil y en cuestión de segundos estaba abriéndome la puerta y tendiéndome una mano para ayudarme con aquellos tacones. Le sonreí agradecida, pero el malestar que sentía me impedía mirarle directamente.

—Eh —puso un dedo debajo de mi mejilla y me levantó la cara—. En serio, me estás preocupando.

—Estoy bien —compuse la mejor sonrisa que pude y él bufó.

—Qué mal mientes, de verdad... Pero no quiero ser pesado. Dime simplemente si te molesta algo y haré lo posible para que...

—Edward, el que está raro aquí eres tú —dije, cortando su retahíla—. Compórtate como siempre, me pone de los nervios que estés tan amable. ¿Desde cuando parece que tienes cuarenta años? —le di un empujón para que entendiera que, en el fondo, estaba bromeando.

Puso los ojos en blanco, pero acompañó el gesto con una risita entre dientes.

—No sé qué es lo que te molesta de mí, Bella. He intentado ser normal.

—¿Estás diciendo de forma indirecta que durante estas semanas has sido anormal, no?

—Algo así —sonrió tanto como pudo—. ¿Prefieres que me pase el día ligando contigo? O al menos intentándolo.

Fruncí los labios mientras valoraba mis opciones.

—Eso también me pone de los nervios, pero me hace sentir que eres realmente. Y es más divertido gritarte que considerarte encantador, la verdad.

—¿Soy encantador? —preguntó, haciéndose el sorprendido—. ¡Soy encantador! ¡Lo sabía! ¿Estás loca por mí, eh?

Suspiré y caminé hacia el local.

—Ya ha vuelto... —murmuré, pero me escuchó con claridad y noté como soltaba una risa.

Caminó con rapidez y pasó un brazo por mis hombros. No lo aparté, en su lugar me acerqué más a su cuerpo, sintiendo el calor que desprendía.

Y así, juntos de una forma natural, entramos en el local entre risas y comentarios sin importancia.

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Bueno chicas gracias a cecullen nos enteramos del nuevo cap y aqui esta para ustedes

lunes, 28 de junio de 2010

Bleeding For Love



Él jamás pensó caer en las redes de cúpido. Ella sólo lo anhelaba como una fantasia pero un loco y suspicaz sentimiento llamado amor floreció entre ellos, dejando una huella inborrable en sus vidas. E&B Lemmons.

By: Liz19forever

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Sexual Healing

Había pasado exactamente un mes y seguía su icono en el MSN sin color lo que evidenciaba que estaba desconectado. Mis recuerdos eran ya solo eso recuerdos de una noche mágica pero que no iba a repetirse. Cerré el notebook y suspiré decepcionada era de noche y yo aún no podía conciliar el sueño así que decidí ir a dar un paseo para estirar las piernas y así poder calmar mi ansiedad. Camine por la cuadra y al notar que más gente paseaba a esas horas me dio ganas de comprarme un perro, al menos así tendría a quién pasear y no parecería tan evidente lo sola y desesperada que estaba.

Camine despacio por un largo rato sin darme cuenta que me había alejado demasiado de mi departamento, llego un punto que no supe donde estaba. No reconocía ningún edificio fue ahí que decidí que me devolvería, ya eran casi las doce de la noche no era buena idea que anduviera lejos y sola. Caminé de vuelta por entre las calles hasta que llegue a mi edificio como aún no tenía sueño me senté en la plaza que estaba justo frente de esté, divise a lo lejos unos juegos y caminé hasta uno de los columpios y comencé a mecerme en él con los ojos cerrados hasta que sentí que alguien se sentó a mi lado.

— Un dólar por cada uno de tus pensamientos

Exclamó y esa voz la conocía demasiado bien no solo la había escuchado en videos, entrevistas, televisión y una película sino que la había escuchado en vivo y directo hace un mes atrás. Abrí mis ojos deteniendo el columpió en seco y él me regaló esa sonrisa que traía a medio planeta loco por él.

— ¿Cómo? —inquirí confusa.

— Tengo una invitación a tomar café que jamás acepté ¿aún sigue en pie? —respondió.

Se levantó del columpió que estaba a mi lado, puso sus manos en los bolsillos de sus pantalones y me miró expectante. Recordé sobre aquella invitación y no había sido a él sino que a su alter ego para justamente hablar sobre él. Me sonreí al pensar que "ella" se había excusado diciendo "tal vez algún día la acepte pero ahora no soy en el país" y al principio no había caído en cuenta pero ahora todo encajaba. Me levanté y antes de responderle quería saber algo que estaba matando mi curiosidad y que me había preguntado por todos estos días.

— ¿Por qué yo? —le pregunté con la mirada fija en sus ojos verdes y el curvo sus labios mordiéndoselos traviesamente.

— Porque me gustas —respondió saciando mi curiosidad.

Entramos al ascensor de mi edificio sin decirnos nada, sin tocarnos siquiera pero cuando las puertas se cerraron nos giramos inmediatamente para quedar frente a frente y estrellamos nuestros labios uno sobre el otro de manera desesperada. Estaba nuevamente perdida en lo suave de sus labios y en la tibieza y humedad de su boca, que parecía desquiciada la forma en que nos besábamos desenfrenadamente a tal punto que hasta me olvidaba de respirar. Sentí sus manos en mis caderas y mientras avanzaban los pisos sentí como subió estás por toda mi espalda dibujando una línea imaginaria por toda mi columna vertebral. Rompí el beso enterrando mi rostro contra su pecho y ya me tenía completamente excitada con solo acariciarme la espalda y besarme. Llegamos a mi piso y a duras penas pudimos salir del ascensor. Seguimos besándonos mientras yo lo guiaba hasta la puerta de mi departamento, temblorosa saque de mi bolsillo la llave y no pude dar con la cerradura, al menos no sin dejar de besarlo para concentrarme lo suficiente.

Me giró derrepente, apretándome contra la puerta, quede de espaldas y fue él quien abrió la puerta mientras me sujetaba por la cintura empujando mi cuerpo para con ello abrir la puerta y entrar. Dejo las llaves a un lado caminamos unos pasos y ahora fui yo quién lo recargó contra la puerta para cerrarla de golpe. Besé su cuello desesperada mientras soltaba el botón del pantalón y él me quitaba el suéter que traía puesto. Sus ojos se abrieron cuando descubrió que no traía nada más debajo salvo por el diminuto corpiño negro y después de nuestro encuentro había votado literalmente toda la ropa interior infantil que tenía.

Besó la base de mi garganta y deslizo su lengua para lamer entre la comisura de mis pechos, mi respiración se disparó, atontada le quité la camisa que traía puesta y cuando quedo con su torso desnudo lo besé acariciando cada rincón de su pecho. Metí mis manos por debajo de su pantalón y acaricié su parte sensible al cabo de unos minutos me giró para ponerme de espaldas contra su cuerpo, me apretó tanto contra él que podía sentir muy claramente el nivel de excitación que tenía. Soltó el corpiño y acaricio mis pechos desnudos mientras lamia mi cuello y jugaba con el lóbulo de mi oreja. Comencé a jadear mientras sentía sus manos desabotonar mi pantalón y bajarlo sin mucho preámbulo hasta mis rodillas, lo ayude levantando mis piernas para liberarme de los benditos pantalones y de ahora en adelante usaría faldas por siempre.

Bajó la ropa interior lo necesario y mientras yo me la quitaba sacó un condón de su bolsillo y cuando estuvo puesto me giró para quedar de espaldas a él, mientras hacía que me sujetará contra la pared, puse mis manos y cuando lo sentí introducirse en mi exclamé un gemido rasguñando el cemento bajo mis dedos. Sujeto de mis calderas mientras se movía en mi interior acariciando mis muslos y luego llevó una mano hasta mis pechos haciendo con esto que mi espalda se acercará a su torso desnudo mientras seguía moviéndose endemoniadamente rápido. Procuraba que yo escuchara sus gemidos pues todos los susurraba en mi oído mientras seguía acariciándome, mi respiración era bastante errática y cuando llegue al clímax me arquee alejándome de su cuerpo pero él me apegó mucho más al suyo a este punto ardiente y sudoroso. Estábamos con la respiración agitada y tratando de recobrar el aliento en la entrada de mi departamento cuando sentí como se recargó contra la pared opuesta del pasillo de entrada mientras me sostenía en sus brazos aún en mi interior.

— ¿Gay? —le pregunté y él enarco una ceja incrédulo

— ¿Te queda alguna duda? —me respondió serio

— ¿Podrías ser bisexual? —rebatí y lo miré en pánico ante ese pensamiento, se me revolvió el estomago de siquiera insinuarlo pero debía estar segura no quería un chasco me moriría si después salía del closet y es que imaginarlo con un hombre era demasiado para mí claro que no contaba con su reacción pues él rompió a reír.

— ¡Completamente heterosexual! —me aseguró conteniendo la risa ante mi expresión de pavor aún riéndose se giró acomodando su cuerpo de lado sobre mi cama, sostenía su cabeza con su brazo.

— Mi turno —exclamó retador y me miró, tenía esa sonrisa traviesa de antes

— ¿Cuál es tu fantasía más pervertida conmigo? —me preguntó y me quede petrificada ante su pregunta.

Pase saliva sin saber que contestarle, qué se supone debía decirle y de verdad tenía varias pero cómo saber que considera "él" como pervertido y los hombres en general son muy distintos a las mujeres en cuanto a perversión. Nosotras somos más emocionales ellos más carnales entonces me llene de dudas sobre que sería "pervertido" para él. Las posibilidades que me quedaban eran escasas por no decir nulas y en mi mente comencé a descartar – sexo oral – ya me lo había hecho – sexo anal – pasó rotundamente pensé sería y eso ni a él se lo iba a permitir – que te golpee – y no me veía recibiendo una cachetada, a mi me dolería eso, jamás me causaría placer el dolor así que mi imaginación de verdad era bastante poco alejada a lo carnal y él seguía esperando bastante entusiasmado por mi respuesta. En mi mente no había ninguna, absolutamente ninguna, que calificará como "buena", tal vez tenía fantasías pero no eran pervertidas y de pronto recordé una pero era una blasfemia y seguro me excomulgarían de concretarla, me reí y él me miró interesado.

— No —le dije riéndome nerviosa

— Vamos dímelo —pidió curioso

— ¿Vas a cumplirla? —quise saber tratando de calmar mi deseo lujurioso

— Tal vez —contestó intrigante y estaba claro que no iba a cumplirla, de primero eso lo expondría demasiado y de segunda era descabellada.

— ¡Vamos! tan pervertida es que no quieres contarla —exclamó poniendo cara de conservador y no era pervertida pero sí arriesgada y loca a nadie se le ocurriría hacer algo así eso era de seguro. Me miró y yo sin quitarle la vista de encima la confesé.

— Esta bien te la diré pero no quiero juicios de valor

— Prometido —aseguró solemne y yo no podía creer que estuviera diciéndole una idea loca que había cruzado por mi mente un día donde de verdad había estado demasiado ociosa.

— En un confesionario mientras hacen la misa —rebelé y él abrió su boca sorprendido.

Realmente lo deje como aturdido por la respuesta porque solo me miró anonadado por varios minutos que me parecieron eternos. Me reí nerviosa encogiéndome de hombros

— ¿Durante la misa, tú dices con el curita y las personas allí? —cuestionó tratando de cerciorarse que había entendido bien y asentí riéndome avergonzada. Él sacudió su cabeza y se quedo pensando unos minutos hasta que de pronto se levantó y me tiró mi ropa, lo miré en pánico.

— ¡Vístete! —ordenó entusiasmado

— ¿Estas locos?, casi son la —dije mirando mi reloj — una de la madrugada —exclamé sentándome en la cama y él se rió mientras se ponía la camisa y los pantalones.

— Conozco una iglesia que esta abierta las veinticuatro horas del día no hay misa ni gente pero creo que será igual de emocionante a veces hay indigentes que duermen allí —contestó y me quede helada.

En realidad le había dicho eso como para parecer astuta pero no para hacerlo en verdad, yo era creyente no iba a faltarle el respeto a Dios en su propia casa. Él me miró y la sonrisa no se la podía quitar del rostro de seguro yo tenía una igual pero de nervios.

— ¿O te da miedo? —indagó suspicaz.

Evalué la situación y le iba a llevar el juego para ver hasta donde llegaba no creía que de verdad lo hiciera tal vez, estaba retándome para saber que tan arriesgada podía ser. De los dos él era quién más perdería si esto se llegaba a saber o si alguien nos pillaba con las manos en la masa. Me hinque en la cama y me puse el suéter.

— Espero que no te arrepientas para cuando estemos frente a la puerta —me limité a contestarle saltando de la cama para ponerme mi ropa interior.

Manejo todo el trayecto mirándome de reojo, su mano descanso en mi pierna la mayor parte del rato, yo por mi parte iba con el estomago contraído y le pedía a Dios su intervención en esto porque si él de verdad se atrevía no sabía como iba a detenerlo – Dios por favor – murmuré contra mis dedos lo más bajo posible y no dejaba de ser excitante pero también no quería violar todas mis creencias por una estúpida revolcada.

Llegamos y como él había comentado estaba abierta se bajo y me miró. Yo suspiré mordiéndome los labios ansiosa. Cruzamos mirando a todos lados y la calle estaba desierta, una luz en la entrada indicaba que la iglesia estaba abierta cuando estábamos por entrar quise detenerlo era completamente irracional y me retraje levemente. Él me miró oliendo la victoria de mi arrepentimiento.

— ¿Arrepentida? —cuestionó suavemente y yo no atinaba a decirle nada contrario a lo que él pensaba.

Imaginarme haciéndolo allí a escondidas y esperando que nadie nos viera ya me traía excitada desde que él había planteado la posibilidad de una iglesia abierta las veinticuatro horas pero mi moral y buenas costumbres estaban primando sin mencionar mi respeto por Dios. Lo miré nerviosa pero no iba a dar mi brazo a torcer, mi orgullo a veces era más grande además tenía la esperanza que fuera él quien se arrepintiera y tal vez debía haberle preguntado si era religioso en primer lugar porque no había otra explicación para su comportamiento de – sin remordimiento – que estaba teniendo ahora.

— ¿Traes preservativo? —pregunté finalmente calmando mi corazón y él se llevo su mano al bolsillo de atrás de su pantalón y saco el envoltorio que estaba resultándome tan familiar no me quedo más que asentir no tan convencida de la locura pero mayúscula que iba a cometer – ¿no sería un pecado esto? – me pregunté tratando de repasar la tabla de los mandamientos pero difícilmente me acordaba del primero y eso que eran diez. Finalmente entramos a la iglesia y como él dijo había gente durmiendo en las bancas – estas condenada – me dije mientras caminábamos tratando de no hacer ruido y él se veía bastante decidido y confiado para mí gusto. Encamino sus pasos ávidamente hacía el confesionario, en cambio yo, estaba siendo casi arrastrada por él.

La adrenalina estaba en todo mi cuerpo tanto que sentía entumecida mis manos pero muy despierta otras partes que a esta altura estaban completamente listas para llegar y concretar. Cuando llegamos al confesionario abrió la puerta y ésta crujió apreté mis ojos casi temiendo que el curita nos gritaría en ese mismo instante – ¡son unos inmorales! – sentía esas palabras retumbar en mi mente y con esto tendría mi conciencia sucia completamente ni un millón de Padres Nuestros me salvarían del infierno, eso era seguro.

Tenía la mitad de su cuerpo dentro del confesionario cuando lo sujete del brazo deteniéndolo y tenía literalmente mi corazón en la garganta, estaba temblando pero de miedo. Esto había llegado demasiado lejos y él tenía esa estúpida sonrisa en el rostro de victoria consumada pero no me importó

— No puedo —le confesé en un susurró apenas audible y corrí iglesia afuera sin esperarlo siquiera.

Atravesé la calzada y literalmente no podía respirar. De lo asustada que estaba me salió lo asmática y el pecho se me cerró, llego hasta mi lado justo cuando comencé a ahogarme de verdad.

— ¿Estas bien? —me preguntó preocupado pero apenas podía respirar, me abrazó tratando de calmarme pero era imposible y una vez que me daba la maldita crisis o una de dos: iba a parar a un hospital para que me dieran oxigeno con mascarilla o se me pasaba solo luego de varios minutos y mucha pero mucha adrenalina. Entramos al automóvil y él emprendió el rumbo de regreso.

— No iba a hacerlo solo quería ver hasta donde eras capaz de llegar —aseguró en consuelo tratando de hacer que me relajará pero a esta altura me tenía preocupada otra cosa, estaba ahogada y terriblemente asustada por estar pensando tener sexo de manera desesperada en vez de pensar en que tenía que traer mi inhalador.

De pronto recordé que la única manera de no ahogarme en serio y terminar en una nada sexy sala de urgencias era justamente que la adrenalina recorriera mis torrente sanguíneo para hacer que los bronquios se dilataran, al menos me había funcionado antes. Siempre que me ahogaba me asustada a morir y luego de unos minutos ya sentía que al menos podía respirar. Él me miraba de reojo bastante preocupado yo creo que decidiendo si llevarme a un hospital o no y cuando pasamos por una calle solitaria finalmente me arme de valor y hablé.

— ¡Detente! —le grité de improviso y él lo hizo asustado, me miró abriendo sus ojos pensando que me iba a morir frente a él pero lo besé apasiona y desesperadamente, al principio estaba como atontado correspondiéndome.

— ¿Segura que te encuentras bien? —cuestionó entre cortado separándose unos centímetros de mi rostro.

— Podrías correr el asiento hacía atrás y callarte, necesito tu ayuda —pedí desabotonando mis pantalones, me los quité al igual que la ropa interior y él me miró sorprendido pero con ese brillo de no me voy a negar en los ojos.

— ¿Aquí? —debatió con pudor mirando a todos lados pero más por mí que por él

— Ibas a hacerlo en una iglesia cualquier parte es buena —aseguré besándolo mientras me sentaba en su regazo y lo seguía besando. Abrí su pantalón y comencé a excitarlo.

Sentí como su respiración se hizo entre cortada y poco profunda en cuestión de segundos, me quité el suéter y el corpiño, puse una de sus manos en mis pechos y él beso el otro mientras me acariciaba. Ahora sí sentía la adrenalina fluir libremente por todo mi torrente sanguíneo y había llegado a mis pulmones puesto que experimentaba una mejoría bastante buena respecto a como respiraba cuando estaba afuera de la iglesia y creo que estaba conjugándose el susto de la moral y lo excitante de estar en un lugar solitario pero aún así pudiendo ser descubiertos. Me separé para que se colocará el preservativo y apenas lo tuvo puesto me senté para sentirlo en mi interior, me comencé a mover y él me ayudo sujetando mis caderas atrayéndolas hacía su cuerpo mientras seguía besándome lenta y magnéticamente, nuestras lenguas jugaban y se acariciaban. Me saboreaba la piel mientras me movía más rápido y era exquisito sentir sus manos rasguñar mis nalgas mientras llegamos al clímax me levanté un poco apretando su rostro contra mi pecho desnudo. Nuestras respiraciones eran erráticas y sentía punzar mi corazón dolorosamente ahora.

— Esto estuvo mejor que la iglesia y además puedo respirar mejor —expliqué tomado aire.

Separó su rostro de mí y me miró divertido.

— Definitivamente concuerdo contigo esto fue mucho más divertido y exquisito —coincidió mientras yo me volvía al asiento del copiloto para ponerme la ropa.

domingo, 27 de junio de 2010

Kristen y Taylor en la portada de 15a20!

En esa fotografía ambos salen impactantes, yo ya la había visto muchas veces, pero cada vez que la vuueeelvo a ver quedo noqueada ante tanta belleza junta... Ustedes no?

LLC II. Capitulo 2: Empiezan a consentir


Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a Stephenie Meyer. La autora, MyBella, solo jugó con ellos creandoles una vida paralela totalmente diferente a la que conocemos y las traductoras: Ckony y el equipo de Purpple Rose traduciendo esa vida xD Jajaja...

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CAPITULO 2

EMPIEZAN A CONSENTIR

Le sonrei a Edward, amando la manera en la que acunaba mi cara con tanta ternura. Parecía de verdad extático acerca del bebé y sabia que seria un gran padre. Tambien sabia que tenia hambre y queria algo de comer. Me aleje y baje de la cama, mi estomago gruñendo ligeramente.

"¿A dónde crees que vas?" pregunto Edward, tomando mi mano.

Me di la vuelta y lo vi haciendo un puchero, viendose triste de que me fuera de su lado. Hice mi mejor esfuerzo para no reirme cuando le conteste. "A la cocina. Tengo hambre."

"Dejame llevarte a comer" ofrecio, con su sonrisa torcida en su hermoso rostro.

"Edward" suspire, pensando en todas las cosas en las que necesitaríamos gastar dinero en los proximos meses. Salir a comer definitivamente no tenia que ser agregado a la pila.

"Bella, estas embarazada con nuestro bebé. Por favor dejame consentirte sin protestar. Es todo lo que en realidad puedo hacer por ti. Tu tienes que cargar al bebé y dar a luz. Tienes mucho trabajo que hacer, asi que por favor dejame hacertelo mas facil en cualquier manera posible" Estaba defendiendo su caso bien, pero aun estaba renuente a aceptar.

"¿Y tu crees que comprarme comida en cualquier lugar lo hara mas facil?" dije, mis labios torciendose, ya que sentia la urgencia de sonreir.

"Alice no puede secuestrarte si no estamos en casa" dijo

"Prometeme que podemos ir a un lugar normal y no demasiado elegante" dije, sabiendo que el había ganado, no importaba si lo prometia o no.

"Te prometo que iremos a cualquier lugar que tu digas, amor"

"De acuerdo, entonces" suspire, dejando que me acercara a su cuerpo. "Comer solo tu y yo suena perfecto"

"Gracias" me dijo, rozando sus labios sobre los mios. Fue un gesto tan amoroso y tierno que sentí ganas de llorar de nuevo.

"En serio te gusta consentirme, ¿Verdad?" pregunte, conteniendo mis lagrimas.

"Si"

"¿Por qué?"

"Porque tu me consientes cada dia solo con amarme de la manera en que lo haces. Llevarte a lugares a los que nunca has ido y comprarte regalos… Esas cosas me hacen sentir como que te merezco "

"Lo mismo para ti. Soy yo la que no te merece."

"Tienes razon… Te mereces mucho, mucho mas por ser el angel que eres"

"Si no detenemos esta conversación rapido, vamos a terminar discutiendo el resto del dia y nunca tendre mi comida"

"Entonces permiteme terminarla" rió. Presiono sus labios contra los mios, dandome un largo y dulce beso.

Cuando pude recordar como funciona mi cerebro, abri mis ojos y mire directamente a esos hermosos ojos verdes "Ese fue un buen final, Edward"

"Eso fue solo parte del final, amor. Termine esa conversación, pero tambien fue el principio de lo que había planeado para ti"

"Definitivamente deberiamos quitar la comida de la lista, porque de verdad quiero saber mas de esos planes tuyos."

"Pensé que querrias" rio, mientras se levantaba. "Quedate cerca y aprieta mi mano"

"Siento como que nos estamos escapando" reí.

"Es porque lo estamos haciendo" susurro "Quedate callada y cerca" Abrio la puerta de la habitación y parecia que estaba poniendo atención por si alguin se aproximaba. Me sonrio y me llevo al primer piso y fuera de la casa.

Emepece a reirme tan pronto como nos acercamos al Volvo "¡Eso fue divertido! Muy estimulante. Deberiamos escaparnos mas seguido"

"Probablemente deberiamos hacer eso unas cuantas veces antes de que Alice vaya a casa" se rio, ayudandome a entrar al Volvo.

Mientras manejabamos por Seattle, me quede quieta en el asiento del pasajero, tratando de hacerme a la idea de que mi vida había cambiado hacer unas horas, de lo que debía ser una tipica mañana del lunes. Edward había sido muy bueno—había manejado mi loca linea de preguntas con humor y calma. Tenia tanta suerte de tenerlo como esposo, y nuestro bebé estaria bendecido al tenerlo como su padre. Las palabras ´nuestro bebé´ hacian eco en mi mente y no podía detener el chillido de emocion que brincaba en mi garganta.

Edward me miró; no estoy segura de que expresión tenia mi cara, pero no debio haber tenido precio porque empezo a reirse muy fuerte.

"Para con eso y vigila el camino, señor" le adverti, tratando de no unirme a sus risas.

"Bella, tu cara en este momento" rio, regresando su atención al camino. "¿En que estas pensando?"

"Acerca de cómo vas a ser papi" dije, mirando su cara de cerca.

Sus labios se estiraron mucho en una sonrisa—deberia haber sido imposible para el sonreir tanto. Esos hermoso ojos esmeralda suyos estaban brillando mientras pasaba su mano por su desordenado cabello, lanzandome una rapida mirada. Probablemente estaba tan nerviosa como yo "Es un poco surrealista, ¿no?" dijo suavemente.

"Mucho" admiti, asintiendo con la cabeza.

"Asi que ¿En donde quiere comer mi hermosa esposa embarazada?"

"¿Podemos ir a Panera Bread? Estoy de humor para un buen sándwich"

"Podemos ir a cualquier lugar que tu corazon deseé. Te estoy consintiendo, ¿Lo recuerdas?"

"Dudo que me dejes olvidarlo" rei.

"¿Qué te parece un compromiso, amor? Mientras no te quejes, no te lo recordare?"

"Puedo vivir con eso" tome su mano con la mia y bese su palma "Te amo, Edward"

"Te amo, Bella" quito su mano de la mia y la puso en mi vientre "Y bebé"

"¡Aw! Eres tan dulce" solloze.

"Por favor, no llores ahora" arrulló Edward, frotando su mano en mi mejilla. Me dio una pequeña sonrisa, sus ojos verdes bailando juguetonamente. "Tendría que estacionarme para consolarte y nunca tendría tu comida. No creo que nuestro bebé este muy feliz con ninguno de los dos si no te alimentamos"

Me rei de su chiste, sintiendome feliz y mas amada que nunca. Aunque estaba un poco preocupada por Edward. Si estaba asi de neurotica con mis emociones ahora, ¿Cómo iba a estar después? Esperaba que no fuera una mujer embarazada muy horrible. Había visto algunas que habían estado histericas por las hormonas del embarazo. Con un poco de suerte, esto solo era una reaccion a la sorpresa de darme cuenta del bebé y estaria mas calmada mañana.

Rose se había suavizado con el embarazo, dejando que Emmett se acostumbrara a muchas cosas en las que normalmente había tenido problemas, pero ella estaba muy feliz de estar embarazada como para molestar. No podía soportar la idea de poner triste a Edward con locas e irracionales decisiones conducidas por las hormonas. Era suficiente con que soportara mi sentido de humor y mi terquedad todos los dias.

"Estas frunciendo el ceño ¿En que piensas ahora?" dijo, volteando mi cabeza hacia la suya.

"Edward, tienes que vigilar el camino" le regañe.

"¿Estacionado?" se rió, apuntando hacia la ventana.

Ni siquiera me había dado cuanta de que había estacionado el carro. "No, supongo que no" reí.

Cuando no dije nada mas, Edward volvió a preguntar "¿En que estabas pensando, Bella?"

"Me estaba preguntando como me ibas a soportar si estoy asi de emocional ahora, ya que me voy a poner peor"

"Bella, no te voy a soportar. Te voy a amar y apoyar de cualquier manera que pueda. La ultima cosa por la que necesitas preocuparte es por mi. Tu tienes que hacer todo el trabajo, ¿Lo recuerdas?"

Sonrei y me incline hacia delante. Edward sabia lo que queria y cerro la distancia, dandome un maravilloso beso.

Puse mis brazos alrededor de su cuello y le di un fuerte abrazo. "En serio, en serio te amo."

"Es bueno saberlo" rió "Porque yo te amo mas"

"Definitivamente no tenemos tiempo para esa discusión" reí, soltandolo.

"Quedate aquí" ordeno Edward "Como parte de que te voy a consentir, voy a abrir y cerrar todas tus puertas"

"¡Claro!" dije, con todo el sarcasmo que pude "Porque no estabas haciendo eso antes de que te enteraras de que estoy embarazada"

"Si, pero antes, te quejabas. Ahora no puedes" salio del carro y cerro la puerta antes de que le pudiera contestar. Abrio mi puerta, sonriendo de mi manera favorita.

Todo lo que pude hacer fue regresarle la sonrisa, sacudiendo mi cabeza ligeramente hacia el. Tomo mi mano, rapidamente besando mi anillo de matrimonio, y guiarme hasta el café.

"¿Sabes lo que quieres, amor?" pregunto, su mano descansando nuevamente en mi vientre.

"Sándwich de Pavo Sierra" dije, apuntando al menú para el.

"¿Lo quieres con todo?"

"Umm… no, sin la cebolla. ¡Oh! Y tambien quiero limonada."

"De acuerdo. Ve a buscar una mesa mientras yo pido la orden"

"Edward, puedo quedarme aquí contigo"

"Bella, es la hora de comer para las personas que siguen trabajando después de Navidad. Solo ve a buscar una mesa."

"Edward" suspire, deseando quedarme a su lado por este momento.

"No me hagas decirte que te voy a consentir"

"¡Santa vaca?* En serio hiciste un trato al que le puse atención" me reí.

Me lanzo una mirada y levante mis manos a modo de rendicion.

"Me voy. ¡Dios!" Comenze a caminar hacia el area de mesas cuando mis ojos se encontraron con la seccion de postres. Sentado ahí, en una bandeja de cristal, estaba el mas delicioso postre que había visto en mucho tiempo. Tenia que tenerlo. Camine de regreso con Edward y jale la parte baja de su camisa.

"Eres muy terca, ¿Lo sabias?" se rió. Me envolvio en sus brazos y beso la parte de arriba de mi cabeza.

"Trato de no serlo. Vi algo que quiero."

Me movio ligeramente, para que pudiera ver mi cara. "Di esa oracion de nuevo" su sonrisa era ridículamente larga.

Mis manos inmediatamente fueron hacia mi cadera mientras mi lado terco salía a flote "¿Qué oracion?"

"Ya sabes cual" me incito, con una gran sonrisa cursi.

No había manera de que pudiera estar enojada por la manera en la que sonreia. Queria reirme mucho. Mis hombros se encorvaron y susurre la oracion para el. "Vi algo que quiero"

"¿Y que es lo que quieres, mi amor?"

"Hay un brownie que esta todo cubierto de caramelo"

Edward rió mientras besaba mi mejilla. "Tu tortura acabo. Ve a buscar una mesa. Me asegurare de que tengas tu brownie"

Regrese al area de mesas y encontre una lindo y comodo lugar. Mientras me sentaba ahí, me preguntaba cosas al azar. Me preguntaba cuanto mas podría dar clases antes de que el bebe—por bebé me referia a Edward—me forzaria a parar. Mi maravilloso esposo podía ser demasiado sobreprotector; incluso mas que Emmett.

Cuando tuve la gripe el mes pasado, había visto un lado muy diferente de Edward—uno que esperaba nunca volver a ver. Cuando me enferme al principio, parecia un resfriado normal, con la tos y los estornudos. Había decidido quedarme sola en casa, después de llamar al trabajo. Edward quiso quedarse conmigo, pero lo hice ir al trabajo ya que imagine que pasaria todo el dia durmiendo. Esme había ido a una funcion social para una de las caridades en las que trabajaba, y Carlisle estaba en el hospital. Estuve bien por casi todo el dia, durmiendo y despertando, pero entonces comenzo la fiebre.

No había podido enfriarme con liquidos y no tenia la fuerza para tomar una ducha. Edward había llegado en la tarde para encontrarme temblando, pero no aceptaba la cobija. Me tomo la temperatura y juro que casi pasa a otra vida. No me diria que tan alta estaba; solo seguia repitiendo que todo estaria bien. Me envolvio en una cobija, ignorando mis protestas sobre mi temperatura. Me cargo abajo por tres tramos de escaleras y hacia el carro. No recordaba el viaje, pero lo recordaba a el cargandome hacia la oficina del doctor.

Cuando desperte unas horas después, vi que estaba conectada a una intavenosa para suministrarme fluidos. Edward caminaba de un lado al otro por el pequeño cuarto, sin darse cuanta de que había despertado. Lo mire pasar sus dedos por su cabello, una y otra vez, mientras miraba los azulejos. Me preguntaba si los estaba contando. Ya le había hablado para entonces, y el alivio que reflejo su cara por el sonido de mi voz, fue increíble. Esa era la segunda vez que lo había visto asustado por que me pasara algo. La primera había sido cuando me mude a la casa de sus padres. Aun no tenia idea de lo que había estado pensando, pero de repente me dijo que estaba perdido sin mi, y el miedo en su mirada me había evitado el comentario que normalmente hubiera hecho.

El sonido de la bandeja en la mesa me saco de mis pensamientos, hacieno que brincara un poco.

"Lo siento, amor. No queria asustarte" dijo Edward, mientras se deslizaba en su lado de la mesa.

"No hay problema"

"¿En que pensabas?"

"Un poco de esto y aquello" me encogi de hombros.

Edward tomo su sándwich y deslizo la charola a mi lado. "¿Te importa compartir?" pregunto.

"¿Te importa darme ese pepinillo?" lo rete.

Se rio mientras dejaba el pepinillo en mi charola. "Ahora, ¿En que estabas pensando?"

Tome una mordida del pepinillo, usando el tiempo para ordenar mis pensamientos y decidir que frase usaria "Solo me estaba preguntando cuanto tiempo me dejarias continuar enseñando antes de que me hagas quedarme en casa"

"Bella, sabes que solo haria algo como eso si fuera necesario"

"Lo se, Edward. Solo me lo estaba preguntando."

"Bueno, supongo que depende de cuantos meses tengas. Si estas segura de la noche, de lo que estoy convencido que estas, entonces eso significa que tienes cinco o seis semanas. Podrias dar clases perfectamente el proximo semestre ya que el bebé no nacera hasta finales de Julio o a principos de Agosto."

"Eso no suena tan mal"

"Pero debes saber que depende de si puedes o no manejar el nivel de estrés. Recuerda, yo soy profesor tambien, y se lo que es la carga del trabajo."

"¡Maldición! Sabia que deberia haber sido editora. Me estoy perdiendo mucho de esa tinta roja"

Edward nego con la cabeza hacia mi, sonriendo "Come, Bella"

Tome una mordida de mi sándwich, sonriendo felizmente todo el tiempo. Nunca había sido alguien para los cambios. Me alejaba de ellos, temiendo las maneras en que la vida podía ser peor. Todos esos miedos casi habían alejado a Edward al principio. Pero se había quedado a mi lado, enseñandome que los cambios podian ser algo bueno, y que podían hacer tu vida mejor. Edward me había ayudado a enfrentar todos mis miedos, alejando mis pesadillas. No había un hombre en el planeta que se pudiera comparar con mi esposo. Tenia muchos miedos acerca de estar embarazado y ser madre, pero todos se desvanecian al saber que nunca estaria sola en esto. Edward estaria justo a mi lado, ayudandome de cualquier manera.

Después de terminar la comida, Edward me llevo a un parque. Caminamos alrededor lentamente, disfrutando el contraste entre el sol caliente y el frio viento de diciembre.

"Supongo que no habra guerra de bolas de nieve este año" rei.

"Si, porque jugaste muy bien el año pasado" me molesto.

"Oye, no fue mi culpa confundirme acerca de quien estaba en mi equipo. No debieron cambiar de lado a mitad de la pelea"

"Bella, no importa de que lado este, soy tu esposo. En serio no debiste lanzarme nieve" dijo Edward, con un falso tono serio.

"Si, porque me honraste como tu esposa al no pegarme a mi con bolas de nieve" le regrese.

"Es solo porque la amo, Srita. Cullen" se rio, besando mi sien.

"¡Lo mismo para ti, Tutor-boy!"

"Por favor no le enseñes a nuestro bebé a que me diga asi" gruñó Edward.

"¿Estas bromeando?" chille. "Esa tiene que ser la primera palabra de nuestro bebé"

Edward dejo de caminar y me envolvió en sus brazos. "Eres una cruel, cruel mujer, Isabella Cullen. Pero te amo mas que a cualquier cosa"

"¡Mas te vale! Estoy cargando a tu hijo después de todo"

"Si, lo haces" su sonrisa era hermosa y te dejaba sin aliento mientas me miraba. No había manera de dudar la sincera felicidad brillando en sus ojos verdes.

"Me da gusto que estés feliz por esto, Edward"

"¿En serio te preocupaste por un solo segundo de que no lo estaria?"

Me encogí de hombros, sin estar segura de cual sería su reacción.

"Bella, se que esto no es algo de que habiamos hablado o planeado, pero siempre asumí que algún día tendríamos nuestra propia familia. Ese día ha venido mas pronto de lo que esperábamos, pero es una maravillosa noticia."

"En serio lo es, Edward" puse mi cabeza en su pecho, descansando en el.

Edward puso su mano en mi mejilla. "Vamos a casa, amor. Estas fria"

"¿Y me diras de el plan que mencionaste hace rato?" le dije, sonriendole.

"Lo hare mejor" dijo, mientras presionaba sus labios sobre los mios "Te lo mostrare"

Si alguien me hubiera dicho esta mañana que hoy seria el mejor dia de mi vida, me hubiera reido de el. Pero justo ahora, en este segundo, queria pellizcarme para asegurare de que no estaba soñando. Mi vida ya había sido perfecta antes, teniendo a Edward como mi esposo y mejor amigo. Ahora, ibamos a tener un bebé junto… Hoy era absolutamente el mas maravilloso, inesperado, y emocionante que había tenido. Y tenia la sensación de que solo iba a mejorar.

Cuando llegamos a casa, todos estaban en la sala, viendo una película. Edward me llevo justo a un lado de ellos y hacia las escaleras. Estaba impresionada de que Alice no hubiera atacado aun, ya que seguia esperando que de repente brincara enfrente de mi, obligandome a ir a una tienda parra cosas de bebés. Pero si era perfectamente honesta, estaba un poquitin emocionada por ir a una tienda de bebés. No significaba que aceptaria comprar algo hasta saber que tendriamos.

"Edward, ¿Quieres saber el sexo del bebé o esperar?" pregunté, mientras me guiaba hacia nuestra habitación.

Rió mientras me llevaba hacia el baño "Si no te importa, me gustaria saber. Y seria mas seguro con Alice alrededor. Si no lo averiguamos, terminara comprando dos de cada cosa, y se que no te gustaria eso" Me llevó hacia la tina y abrio la llave del agua.

"¿Qué haces?" pregunte.

"Te estoy arreglando un baño caliente para calentarte del frio aire de afuera. ¿Por qué no te preparas para entrar?"

Fue a nuestro cuarto y regresó, cargando algo detrás de su espalda. Ladeé mi cabeza, tratando de imaginar que era.

"Se supone que te tenias que estar desvistiendo" dijo, fingiendo que fruncia el ceño.

"Edward"

Se rió y saco su mano detrás de su espalda. Estaba sosteniendo el libro que había estado leyendo en la mañana. "Creí que te gustaria leer mientras te mojabas"

"Eres maravilloso" dije, enrollando mis brazos en su cuello.

Quito mis brazos y me dio una mirada severa "Metete en esa tina, lee tu libro y no salgas hasta que estes completamente relajada"

"Si, señor" me rei, dándole un jugueton saludo.

Me dio mi libro y salio de la habitación. Sonrei felizmente, pensano en todas as cosas que había hecho para demostrarme que me amaba, y para consentirme.

Cerre la llave del agua y puse mi libro al lado de la tina. Tome una toalla y la puse cerca de mi para después. Me quite la ropa y me meti a la deliciosa agua caliente, mojando mi cabeza por un momento. ¡Estaba exquisita! Tome la toalla, seque mis manos y mis brazos y tome mi libro para empezar a disfrutar de mi baño.

No tenia idea de cuanto tiempo había pasado. Solo sabia que el agua había perdido casi todo su calor y había leido dos capitulos y medio de mi libro. Sali de la tina y me seque. Entre a nuestra habitación para tomar algo de ropa y vi que Edward ya había sacado ropa para mi. Había sacado mi conjunto de pijamas azul de franela—mi conjunto favorito. Sonrei, notando que mis mejillas estaban empezando a doler de tanto sonreir. Me puse la ropa y fui a buscar a mi maravilloso esposo. Necesitaba darle las gracias.

Baje las escaleras, sorprendida de que la sala estuviera oscura, a excepcion de una sola lampara. Deje de caminar y escuche con atención. No parecia que alguien estuviera en casa. Pero entonces escuche el golpe de una olla. Fui a la cocina, preguntandome que estaba pasando y a donde habían ido todos. Empuje la puerta de deje de caminar.

Edward estaba en la estufa, agitando algo. El sonido que había escuchado era él poniendolo en el mostrador. Podía ver que un se estaba moviendo por las pequeñas vibraciones del golpe al ponerlo en el mostrador. Mire hacia mi derecha y vi que la pequeña mesa de la cocina estaba tapada con un mantel blanco y había rosas y velas en ella.

Empece a lloriquear como idiota, con mis manos apretando cada lado del marco de la puerta, sosteniendome. Edward se dio la vuelta, y la cuchara que sostenia escurrio una salsa roja en el piso. Empece a llorar mas fuerte, sintiendome culpable por causar que hiciera un desastre. Dejo la cuchara en la olla y corrio hacia mi, envolviendome en la comodidad de sus brazos.

"¿Qué esta mal, Bella? ¿Qué paso?" pregunto, frotando mi espalda.

Negue con la cabeza, incapaz de calmarame para explicarle. Edward me llevo hacia la mesa e hizo que me sentara en una silla. Tomo la esquina del delantal que estaba usando y seco mis lagrimas. Solloze unas veces mas, mirando como me miraba.

"¿Qué te puso tan triste?" pregunto.

"Llegue y vi la mesa y estaba tan feliz que empece a llorar y entonces te diste la vuelta y vi que la salsa se estaba tirando, y me sentí culpable de causar que hicieras un desastre"

Edward rió, suavemente mientras besaba el dorso de mi mano. "Va a ser un embarazo muy interesante, amor. Pero por favor, no te sientas culpable. Quiero que seas feliz. Mande a todos fuera a cenar para que pudieramos tener nuestra celebración privada de las noticias. Ahora, no habra lagrimas durante esta cena iluminada por velas, mi amor. Solo sonrisas, ¿De acuerdo?"

Asenti con la cabeza y la expresión que tenia mi cara hizo que Edward riera. Limpio el piso, apago la estufa y preparo nuestros platos antes de traerlos a la mesa. Respire profundamente, revelando el celestial aroma de la salsa de spaghetti. Fácilmente podía oler la albahaca y el orégano que había puesto en ella.

Cuando regreso a la mesa, traia consigo dos copas de vino, las dos llenadas con leche. Levante una ceja hacia el, preguntandome que creia que estaba haciendo.

"Es importante que tomes mucha leche y que te alejes de la cafeina. Si tienes que renunciar a algunas cosas por nuestro bebé, yo lo hare contigo." Explico, colocando un vaso frente a mi.

Tenia ganas de llorar otra vez, pero me trague las lagrimas. Lo había preocupado suficiente por un dia. "Gracias, Edward" me gusto que había podido hablar sin que se e quebrara la voz.

"Lo que sea por ti, mi bella esposa." Se acerco y me dio un suave beso.

Había dicho esa frase muchas veces en nuestra vida juntos, pero algo en la manera en que lo dijo en ese momento llamo mi atención. Decia la verdad en todas las palabras y estaba listo para probarmelo una y otra vez. No importaba cuantas veces llorara porque me consentia, no lo desalentaba ni un poquito. Edward estaba decidido a aprovechar su libertad para consentirme. No sabia si debía estar feliz o asustada al saber eso. Por ahora, estaba convencida que lo mejor era sentarme y disfrutar la maravillosa comida que mi perfecto esposo había preparado. Este definitivamente era un interesante comienzo para consentirme.

Bella!?, No, Isabella



Disclaimer: Los personajes pertenecen a la gran escritora Stephenie Meyer, yo solo eh jugado un poco con ellos poniendolos en diversas situaciones XD ^^

bella vivia en foks con su papa y emmett, pero despues de que tanya la rubia hermana de Edward le hiciera la vida imposible decidio salir de alli; ahora ella vuelve pero acompañada y ya no es la tonta Bella de forks ahora ella Es Isabella la fuerte, encantadora y muy astuta Isabella de Phoenix..

By: Claire

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Decidiendo


Y aquí me encontraba yo de nuevo en Forks genial! verdad? eso diría exactamente Emmett quien estaba toralmente feliz de que volviéramos a este pueblo al cual no le veía nada de bueno y cuando digo nada de bueno no me refiero exactamente a las personas si no al pueblo en sí, en la escuela en la que ahora…ok en la que antes nos encontrábamos porque para que digo que no, si si, acepte venir con emmett aquí la cuestión es que en mi otra escuela era la chica más popular con rose desde que Salí del infierno que los Cullen habían creado en la escuela de forks, si. Ellos se creían los únicos qué podían hacer algo y la traían contra mí ¿por qué? Bueno pregúntales a ellos realmente no tengo idea supongo que porque no era nada de lo que ellos eran y no andaba alabándoles como el resto del alumnado, suspire sacando las ideas de mi cabeza mientras poníamos los pies en la nueva casa en la que viviríamos esta era la razón por la que Emmett quería a como diera lugar venir aquí a terminar la escuela, dado que El y “Rosie” como él le llamaba podrían vivir en la misma casa sin restricciones, sonreí recordando la noche en que me lo propuso

Flash Back

Estaba realmente raro y tan acomedido con los que haceres que estaba realmente sorprendida aparte me invito a comer fuera de casa no es que emmett nunca lo hiciera pero vaya todo junto en un día era bastante sorprendente así que imagine que quería pedirme algo, lo más gracioso fue su modo de decirlo vamos una hermana nunca quiere saber tanto sobre su hermano y su novia y no que fuera una santurrona pero que emmett lo dijera era ¡ughh!

-Bueno querida hermanita como veras- sonrió complacido tratando de sonar confiado si como no bella sonrió siempre que quería pedirle algo sus nervios subían a un nivel increíble eso le causaba bastante gracia al parecer la timidez y eso venia de familia, aunque quien diría que un grandote seria tímido? Se pregunto mentalmente

-Aja emmett, lo sé, quieres algo verdad?- Apunto hiendo al punto o si no aquí cerrarían el restaurante y emmett aun no habría avanzado en nada

-Bueno...Veras...- comenzó emmett nervioso y es que pedirle esto a su hermana o hablarle sobre su vida intima no era la cosa más sencilla para el

-Escucho emmett, no es como si fuera a comerte- rio bella tratando de alivianar el ambiente

-Bueno recuerdo que la otra…- pero antes de que pudiera terminar bella le corto y es que esa ve si se había pasado y ella casi literalmente le golpeo -Ya va, dime qué quieres emmett, prometo no alterarme-

-La cosa es que ya sabes rosie y yo...Amm tu sabes bella...Nosotros dos, bueno nuestra relación,..”Avanza” dijo haciendo comillas con sus dedos remarcando la palabra

-Aja - fue lo único que salió de bella mientras fingía fruncir el ceño tampoco se lo iba a hacer tan fácil

-Bueno ya sabes hermanita los mayores – rodo los ojos ante eso emmett apenas le llevaba dos años y rose uno -la cosa es… nosotros ya sabes… la intimidad- logro articular por fin emmett y bella no pudo evitar carcajearse. Así que pensó es mi turno de cobrarme unos cuantos sonrojos

-Lo que quieres decirme emmett es que tu y rose ya tienen relaciones como cualquier pareja que lleva casi 1 año y 6 meses juntos- trato de no reírse y sonar seria pero la cara de emmett era épica, todo un poema, estaba sonrojado terriblemente sonrojado y con los ojos mirando sus manos las cuales movía constantemente, emmett por su parte solo estaba demasiado avergonzado

-No entiendo cómo puedes sonrojarte conmigo si cuando bromeabas Jass es bastante explicito respecto a los sonidos- bromeo y emmett quería que lo tragara la tierra una cosa era bromear otra hablarlo realmente con bella

-Bueno si ya sabes eso es bromeando pero no quiero que sepas de más bella, además se que no te gusta que te hable de eso- saco un punto a su favor a bella nunca le había gustado saber demás aunque a veces era gracioso

Bella no pudo evitar carcajearse y que más de una persona volteara a mirarla -aja eso es muy ughh no es como que quiera saber que le haces a rose- hizo cara de asco mientras volvía a sonreír - aunque supongo que ese no es el punto verdad? - Pregunte intrigada para que emmett hablara sobre todo esto y se pusiera en vergüenza a el mismo debía ser algo grande

-Bueno veras ya sabes que papa nos dejo una casita en fork s y yo pensaba en que nosotros bueno ya sabes aquí esta mama y Phil y nosotros queremos indep… - y ahí le corto bella mientras su cabeza giraba haciendo clic ante lo que emmett quería
-Tú estás diciendo que nosotros...Tu quieres que…volvamos a foks- casi se atraganto con las palabras mientras su voz subía unas cuantas octavas

-Bueno yo se que ahí…- emmett rasco la parte de atrás de su cabeza -se que ahí no te gusta bella, pero por favor podrías hacerlo por mi?- tomo las manos de bella que estaban sobre la mesa apretándolas por mi y por rose? Sé que es mucho pero realmente queremos esto y estamos convenciendo a jazy- agrego tratando de sonreír, emmett sabía que jasper era necesario para Bella, El, la había mantenido estable después de cómo había vuelto de forks y entre él y rose le habían quitado las inseguridades que tenia y la habían hecho lo que era ahora

Bella por su parte aunque lo escuchaba estaba ida ella no podría ver a esa chica rubia que hiso su vida imposible y a él, a ese chico de esmeraldas verdes que nunca había hecho nada para que su hermana se comportara y dejara de humillarla no el siempre estaba ahí parado como si nada y eso le hervía mas la sangre, además al parecer disfrutaba de sus humillaciones suspiro pesadamente mientras miraba a emmett y decidía a él no podía decirle que no y menos a rose además ella ya no era bella swan para nada ahora ella era isabella swan

Fin flash back

Y por eso ahora se encontraban en foks bella fue sacada de sus pensamientos por una rose demasiada emocionada,

-Oh bella realmente es tan bonita la casa- bella solo podía verla reírse vamos sí que le había gustado y la casa estaba bien pero realmente no era nada comparada con la de Phoenix aunque venga para un pueblo como forks lo era

-Qué bueno que te gusta es algo ostentosa no?- Comenzó a mirar todo a su alrededor mientras cada cosa le traía recuerdos pero en eso fueron distraídas por emmett

-Bueno chicas ya estamos inscritos en la escuela- comento entre emocionado y nervioso? Eso no paso desapercibido para bella quien lo miro con los ojos entrecerrados, emmett se revolvió inquieto pero él no podía ocultarle nada a ella

–bueno digamos que los cullen siguen siendo como los amos- la última palabra la remarco elevando un poco la voz

Bella sintió como su estomago se revolvía pero se mantuvo firme ella había accedido a venir pero ahora era su turno de que esa maldita chica rubia pasara por lo que ella y si era posible Edward también mostro su mas resplandeciente sonrisa la cual dejo desconcertado a emmett y emocionada a rosalie eso quería decir que iba a hacerle caso emmett entendió la mirada de rosalie y se apresuro

-Bella estoy muy de acuerdo en que dejes por el piso a esa chica ya sabes como la detesto pero deja fuera de esto a Edward- y entonces bella solo lo miro recriminándole Edward algunas veces también se había pasado con ella y le había hecho bromas aunque siempre veía algo en sus ojos que la desconcentraba pero antes no había intensificado en ello y ahora menos lo haría -porque debería? - Se defendió -yo sé porque lo digo- finalizo emmett y bella sabia que ya no iba a conseguir sacarle nada mas, bufo inconforme mientras se alejaba y subía a su recamara.

Se concentro en desempacar todo y en pensar lo menos posible en ese chico de ojos esmeralda y cabe…, isabella se corto parándose frente al espejo y sonriéndole para infundirse confianza no eres la misma finalizo volviendo a sus tareas

Bajo solo para darle las buenas noches a emmett y a rose pero estos ya no estaban en la sala y no quería interrumpirlos tampoco, intimidad recordó con una sonrisilla cómplice así que solo subió a su dormitorio mañana seria un muy largo día y ya no estaría la tímida y tonta bella de forks si no la isabella de Phoenix.

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Bueno chicas espero les guste lo comence hace mucho y hasta ahora eh empezado a hacerle modificaiones y a subirlo espero sus opiniones para saber si os gusta ^^