jueves, 29 de julio de 2010

Bleeding For Love


Él jamás pensó caer en las redes de cúpido. Ella sólo lo anhelaba como una fantasia pero un loco y suspicaz sentimiento llamado amor floreció entre ellos, dejando una huella inborrable en sus vidas.

BY: Liz19forever
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Bueno mis chicas soy culpable y les pido mil disculpas por no haber actualizado pero el trabajo me tiene a full y eos que aun no empiezo uni T.T...pero bueno mis chcias por que als amo y porque fue mi culpa aqui dos capis del fic!!!

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Something to believe

No supe en que minuto me quede dormida durante el trayecto de regreso de la casa de sus padres, ni en que minuto me cargo hasta la cama, tampoco sentí cuando me quito la ropa y me metió bajo las cobijas como todo un novio ejemplar. Pero así soñando en parte con él, mi sentidos me hicieron despertarme cuando sentí a lo lejos un ruido, como un rugido estrepitoso, seguido por un incesante repiqueteo de agua caer sobre el suelo, sumado a un fuerte olor a humedad, me desperté de apoco tal cual cuando no quiero despertar y lucho por mantenerme dormida. Estaba tan calentita bajo la cama, que casi quería perderme por completo en las manos de Morfeo y seguir soñando con mi príncipe azul de teleserie.

No obstante eso, inquietos finalmente mis ojos se abrieron y lo que contemplaron estos me confundió, frente a mi había un ventanal que estaba cerrado pero las cortinas estaban entreabiertas dejando tras de ellas un gran manto negro semejante a una gran boca de lobo, en contraste una luz plata tenue amenizaba iluminando la habitación donde estaba, absorta y perdida en aquel maravilloso e hipnotízante paisaje y volví a sentir el ruido estrepitoso de fondo que me asusto e hizo que me levantará de la cama un poco para poder comprender con cierta claridad el origen el paisaje frente a mí.

¿Cómo demonios llegue a la playa? me pregunté un poco aturdida pensando que tal vez estaba soñando y eso era recurrente en mí, de tiempo en tiempo, lograba materializar tan bien mis sueños que esta última semana juraba estaba metida en uno. Pensando en las posibilidades que este fuera un sueño vivido, me giré y al hacerlo encontré la respuesta o más bien el autor de dicha hazaña.

Acostado a mi lado estaba él, sus facciones eran relajadas, como las de un bebe cuando duerme, sus labios estaban juntos y teñidos de un precioso escarlata vivo, me giré lentamente esta vez para acomodarme y poder observarlo a gusto. Y habían millones de facciones que, las fotografías, no eran capaces de mostrar, sus pestañas eran incluso más grandes de las que hubiera imaginado o mejor dicho de las que mostraba la pantalla grande del cine en los acercamientos, eran de un color miel intenso, sus cejas eran bien definidas y grandes pero tenían un pequeño pelón al final, debajo de sus ojos tenía pequeños quebrajes de piel, semejantes a arrugas, que formaban los pliegues necesarios para verse tan condenadamente sexy cuando se reía, estaba respirando lento, despacio y profundo por lo que supe que estaba profundamente dormido. Deslice mis dedos por su frente con el fin de quitar esos mechones revueltos de su cabello y reí ante el hecho de ser tan predecible.

Sin poder evitarlo deslice la yema de mis dedos por sus labios dibujando todo el contorno de esos, delgados, suaves, tersos y finos labios que me habían vuelto loca y a los cuales había podido tener la suerte de besar. Se me contrajo el corazón al pensar que, hacía un par de horas, había estado acariciando esos labios con los míos desesperada por intoxicarme lo suficiente de su esencia.

Bella, Bellita, Bells respira y contrólate

Me dije a mi misma deslizando mis dedos sutilmente por su garganta, admirando esa capacidad de los hombres de tener la piel tersa aun sin cremas y a diferencia de nuestra suavidad la de ellos es como bruta, es una piel suave pero a la vez osca. Deposite mis dedos en el hueco que se hace en la base de la garganta y toque tratando de no despertarlo los huesos de la base hasta llegar a la clavícula. Su temperatura corporal era bastante más elevada que la mía y supe el porqué de estar tan abrigadita sin prender el calefactor. Tenía uno de sus brazos sobre su cabeza descansando la palma hacía arriba, me mordí la lengua de no tocarle la mano y estaba segura que si lo hacía finalmente despertaría. Me quede contemplándolo dormir y la tentación era tan grande que luchaba conmigo misma para no besarlo, de pronto la curiosidad me inundo y me acerque lentamente hacía su cuello, para oler su piel, seguro estaba inundada por ese perfume del mal que me trastornaba y si bien había quedado con la libido bastante excitada por decir lo menos en su dormitorio, tampoco era que no pudiera controlarme como una persona normal. Pero tenía la tentación de utilizar mejor mí tiempo con él que el pasar durmiendo, aunque tenía claro que, es un proceso vital, tampoco se muere la gente por dormir un par de horas menos.

Su olor era realmente exquisito, porque el perfume se mezclaba al olor de su piel, entonces una idea cruzo mi mente, y debía reconocer que era bastante pervertida. Luche con mi yo interior hasta que finalmente me venció el deseo.

Tomé la ropa de cama y la saque, me incorporé lo suficiente para poder moverme con soltura, me di cuenta que estaba durmiendo con pantalones y una polera. Evalué la situación y la polera era difícil sacarla sin que despertará, pero al menos podría jugar hasta que eventualmente se despabilara producto de las caricias. Me senté suavemente a horcajadas de él, y deslice mis dedos bajo su polera, lentamente acariciando su torso, bajando mis manos hasta su cintura, cuando estuve allí baje un poco su pantalón y enterré mis yemas en su pelvis. Sentí como su respiración se agitó de pronto y justo cuando iba a bajar mucho más mi mano sentí el movimiento de su cuerpo y alce mi vista justo a tiempo para verlo sentado frente a mí. Sus ojos verdes estaban encendidos y no era difícil leer el deseo en ellos, sin decirme nada, tomó la polera que me había dejado puesta a modo de pijamas y la quito de una. Me dejo completamente desnuda de cintura para arriba y se acercó a besarme el cuello al tiempo que sus manos acariciaban mi piel expuesta.

— ¿Por qué estamos en la playa? —le pregunté entrecortado mientras sentía sus labios húmedos contra los pliegues de mi pecho.

— Porque no quiero interrupciones —me contestó bajando sus manos hasta mi cadera tiro de mi pantalón, mientras me tendía sobre la cama pero de frente a él.

La ropa se deslizo rápidamente por mis piernas y sentí su palma tibia recorrerlas hasta mi entrepierna, se me fue un grito ahogado cuando sentí sus dedos en mi parte más intima. Iba a levantarme pero sentí su peso contra mí y comprobé que las pequeñas e insinuantes caricias que había alcanzado a darle habían surtido en parte efecto. No solo me había excitado yo al hacerlo sino que lo había excitado a él.

— Mi turno

Exclamó besándome el hombro y haciendo que me girara para quedar de espaldas a él, al principio fue como susto y luego al sentir sus yemas recorrer mi columna vertebral seguidas de pequeños, húmedos y profundos besos contra mi piel que me hacían sentir millones de descargas eléctricas desesperantes entendí sus intensiones.

— No por favor —balbuceé apretando mis ojos cuando un escalofrío me recorrió al sentir como mordía levemente mi piel mientras la besaba y me acariciaba con tal delicadeza que de solo imaginármelo ya me provocaban ganas de gritar descontroladamente.

Quito la cascada de pelo que tenía de mi cuello dejándome al descubierto la parte trasera de mi nuca, deslizo por al medio un dedo y luego la punta de su húmeda y firme lengua por allí, apreté mi rostro contra la ropa de cama para ahogar el gemido. Sentí sus manos recorrer la parte posterior de mis brazos hasta mis palmas, me ladeo haciendo que quedará de espalda a él pero recostada de lado, dibujo mi figura con sus manos, hasta llegar a mis caderas y justo cuando pensé que bajaría por mis piernas levantó una apegando su cuerpo contra él mío.

Me beso el cuello mientras hacía que mi pierna descansara sobre la suya, con un hilo de voz gemí cuando lo sentí en mi interior, su mano se puso en mi vientre y me pego más contra él y apreté con la mano que tenía libre la ropa de cama desesperada por controlar el grito que finalmente se escapó de mis labios de forma involuntaria y totalmente descontrolada, a cada movimiento de su cuerpo contra él mío gritaba y la sensación de placer era realmente magnifica incluso mejor que en cualquier otra posición. Sentí sus gemidos en mi oído, su voz ronca y distorsionada me incitaban a perderme y dejarme guiar por su manera de amar. Bajé mi cabeza casi rendida cuando llegue al orgasmo y sentía mi cuerpo completo colapsar, incapaz de contener tantas emociones juntas, tantos sentimientos despiertos, tantas sensaciones cumplidas.

Quedamos unidos un buen rato hasta que finalmente me giré para encararlo y besar sus tersos y suaves labios. Me perdí otra vez en sus caricias e hipnotizada por la sensación de sentir su cuerpo fundido al mío, volví a sentarme sobre él mientras sus ojos verdes se fijaban en los míos.

— Quiero amarte toda la noche —susurré en sus labios abiertos.

Y ahora sabía en carne propia lo que había tratado de graficar la escritora en el libro que había capturado mi interés tantos meses atrás - ¿Por qué estoy cubierta de plumas? – se había preguntado la heroína de la historia, y si bien, yo no estaba cubierta de plumas, si estaba adolorida sintiendo cada musculo y hueso que en mi vida había sentido. Me reí como una verdadera sicótica al recordar, mi noche de pasión, y habían sido demasiadas horas fundidas con él. Era casi como si hubiera estado en un "maratónico día de gimnasio".

Me levanté cuando lo sentí salir de la ducha y del cuarto, me apuré y entré al baño. Con la sonrisa estúpida marcada pero a más no poder me metí a bañar y sentir el agua tibia era totalmente distinto a sentir su piel ardiente contra la mía, estuve varios minutos bajo la ducha, sintiendo como esta recorría mi piel hasta que unas manchas en el sumidero de la tina me trajeron de regreso a la tierra. Abrí mis ojos en pánico y contuve el grito, salí de la ducha y me miré al espejo. Un gran hilo de sangre bajaba desde mi nariz y amenazaba por caer al llegar a mi barbilla, desesperada y rogando porque otra vez no me desmayara como la anterior, tomé papel higiénico y lo puse en mi nariz.

— Mi amor el desayuno está listo te falta mucho —sentí que dijo y como agradecí que no hubiera cortado el agua.

— Un poco —le respondí mirando el pomo de la puerta, al notar que estaba sin pestillo, se me apretó el corazón imaginándome que él podía abrirlo y descubrirme.

Si me veía con la hemorragia hasta allí llegaba el fin de semana romántico en la playa. Me acerque y pase el pestillo rogando para que no lo notara. Respiré aliviada cuando sentí el ruido de la televisión. Me giré de vuelta al espejo y mientras trataba infructuosamente de detener el sangrado me pregunté si era mala señal que tuviera otra hemorragia apenas cuatro días desde la última quimioterapia. Después de mucho luchar finalmente se paró, se me quito el miedo a que fuera descubierta y me vestí nuevamente con el pijama. Cerré la ducha y boté el papel envuelto en más para evitar que se diera cuenta.

Salí con una sonrisa digna de una estatuilla del óscar y si él no se daba cuenta estaba pintada para actriz.

— Buenos días —le dije subiéndome a la cama para besarlo

— Tanto rato pensé que tendría que ir a rescatarte —me dijo divertido mientras me pasaba el tazón con té.

— Es segunda vez que me preparas desayuno ¿Habrá almuerzo también? —le pregunté divertida por conocer sus dotes culinarios

— No soy tan perfecto, con suerte y sin incendiar nada frió un huevo —me respondió.

Me beso en los labios y luego concentro su mirada nuevamente en la televisión frente a nosotros, estaban pasando las noticias y de paso el tiempo. Estaba absorta mirando cuando sentí otra vez un liquido recorrer mi nariz y al mirar la taza comprobé que esto de mi enfermedad se estaba complicando más de la cuenta y por qué tenía que ser justo ahora que había conocido a mi amor platónico y estaba haciendo realidad mi deseo más oculto tenía que pasarme esto. Frenética limpie la gota de sangre con el dedo justo cuando él apago la televisión y me miró fascinado como seguí tomando desayuno. Se recostó de lado y deslizo sus dedos acariciando mi pierna, metiendo sus manos por entre la ropa. Sentí el molestoso liquido escurrir por tercera vez y ante el pánico inspiré como cuando se está con romadizo.

— Creo que me resfrié —le dije mientras me levantaba para ir al baño y ocultar la evidencia o más bien tratar de que no pasara a mayores.

— Tal vez no debí traerte a la playa en invierno —comentó levantándose de la cama y justo cuando estaba a mi lado arrugue el papel.

— Créeme que es más divertido en invierno que en verano —le contesté riéndome y me miró sin entender.

— Hace más frio, te dan ganas de estar todo el rato en cama, mucho más interesante y romántico que si fuera en verano —le hice ver fundiendo mis labios contra los suyos.

— Estas haciendo que mire con otros ojos al invierno —exclamó riéndose y cruce mis brazos en su cuello.

— Pues tú estás haciendo que mire la vida de otra manera —le confesé abrazada de su cuello, sentí sus manos bajar hasta mi cintura atrayendo mi cuerpo contra él suyo haciendo que me perdiera en su sonrisa torcida.

Y era realmente divertido estar con él en la playa, caminar bajo la luz de la noche descalzos por la arena, sentarnos a contemplar el sonido del mar, que hasta me había olvidado de mi enfermedad, y había vuelto a vivir mi eterna fantasía junto a él.

— ¿Por qué yo y no otro? —me preguntó de repente y haciendo que saliera del transe hipnótico que me provoco el ruido del mar.

— ¿a qué te refieres? —le pregunté jugando con la arena entre mis dedos.

Estábamos sentados, él en mi espalda y yo entre su piernas, acurrucada en su pecho, protegida por su cuerpo y mirando de frente la noche que nos acompañaba. Se sentía un tenue viento, que a pesar que era frio, no era aún desagradable como para entrar a la casa.

— ¿qué fue lo que te atrajo de mí para que comenzará la locura del fanatismo? —me preguntó derechamente y me giré.

Lo miré a los ojos tratando de entenderlo, como era posible que medio planeta supiera que era hermoso y él no reconociera que obviamente era su atractivo físico lo que me había motivado a pasarme tanta fantasía y tantos órganos mentales. Claro que ahora, pasado agua bajo el puente, podía obviamente enumerar millones de otras cualidades que hacían y estaban haciendo que me enamorara cada día más de él, no del personaje, no del actor.

— Primero fue tu físico, tus ojos —corregí —son tan distintos, tan atrayentes, incluso aún creo que no puedo decidir si son verdes, celestes o grises —le confesé.

— Quiero que te hagas esa terapia, te lo pido como un favor especial, el jueves quiero que la hagas —exclamó en un suspiró y enterró su rostro contra mi pecho abrazándome fuertemente contra su cuerpo. Sujete sus brazos y lo hice separarse de mí.

— ¿Tú realmente me amas? —le pregunté pero en realidad esa no era una pregunta sino más bien una comprobación.

Y tenía claro que para amar se necesitaba más que un par de días, más que un par de meses, más que un par de revolcones como los que nos habíamos dado, tal vez sólo, sentíamos atracción desesperada y acrecentada por el hecho de tener un reloj marcando incesante y sin piedad las horas y minutos que podríamos estar juntos pero no amor, aunque si lo pensaba mejor y dejando a fuera mi lado lógico

¿Quién dice que para amar se necesita conocer a la persona diez años seguidos?, ¿qué acaso uno no puede amar a alguien con solo mirarlo un par de veces? ¿es menos sincero decir te amo a los veinte minutos de conocer a alguien que decirlo al cabo de un par de años?, ¿dónde estaba escrito que debía pasar años, meses, horas, minutos determinados para decirle honesta y sinceramente a la otra persona que la amas?, ¿acaso el amor es privativo o sinónimo de conocimiento, de relación duradera?, ¿qué pasa con quien vive con otro por diez, doce años y al cabo de estos se mira y mira al supuesto ser que ama y le dice: lo siento pero ya no te amo, o tal vez despierta un día y se dio cuenta que nunca la amo sino que solo pensó amarla?

Apreté su mano mientras entrábamos a la clínica y me dio una sonrisa tierna. Era extraño por primera vez desde mis dieciséis años que alguien distinto a mi familia era el encargado, voluntario, de acompañarme. Me registre en recepción y la auxiliar no se dejo esperar con la dichosa silla de ruedas, me senté resignada mientras me llevaba a la habitación donde pasaría el resto del día. Odiaba las hospitalizaciones mientras menos fuera mejor, así que usaría mi poder persuasivo para poder irme apenas terminaran de inyectarme la vendita droga y si no hubiera sido por los sangramientos esporádicos no hubiera venido. Esperé pacientemente que me tomará la temperatura, me pusiera el lector de signos vitales y cuando me tomó la presión y me miró raro al oír mi pulso descontrolado.

— ¿Por qué estas tan alterada? —fue la pregunta y ni siquiera yo lo tenía claro, simplemente estaba con el estomago apretado y con muchas ganas de irme, de hecho estaba dudando de permanecer allí.

— No lo sé —fue todo lo que articule antes que el pánico me inundará. Me sentí horrible, quería escapar, irme lejos, de pronto todo lo que había vivido en toda mi vida paso por mis ojos y pensé

¿Por qué estoy haciendo esto? ¿A quién quiero engañar si de todas formas me moriré?

Miré a la enfermera y cuando esta iba a colgar la bolsa con el líquido translucido para ponerme la sonda miré desesperada a la puerta de la habitación, una idea fugaz recorrió mi mente y agradecí que aun estuviera vestida. Sin mucho sentido, totalmente fuera de mis cinco sentidos, completamente asustada corrí, con ello tiré varias cosas en el proceso, hecha una completa loca y sabiendo que estaba cometiendo toda una irracionalidad me escape. Llegué hasta el ascensor y como no lo alcance baje por las escaleras de servicios presurosa con el corazón latiendo a mil y sintiendo su grito detrás de mí. Quería escapar y lo había logrado pero ¿Podría escapar de mí?

Bleeding For Love


Él jamás pensó caer en las redes de cúpido. Ella sólo lo anhelaba como una fantasia pero un loco y suspicaz sentimiento llamado amor floreció entre ellos, dejando una huella inborrable en sus vidas.

BY: Liz19forever
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I just want you know how I am

siento que si murieras, moriría contigo…

— ¿Bella pero que sorpresa verte por aquí? –me dijo el Doctor Volturis y no era usual que yo lo visitara de manera espontánea. Pero había estado dándole vuelta a esa frase que me había dicho Edward mientras veíamos el amanecer convirtiéndose en una espina clavada en mi corazón.

Siempre había pensando que mi muerte sería algo sin mayor trascendencia. Tal vez mi madre sufriría y mi hermana pero que otro ser, distinto a ti, sin mayor vinculo que una atracción llegara a decirte que literalmente moriría contigo hizo eco en mi mucho más que las eternas discusiones con Jessica o los llantos de mi madre.

— Sí bueno… no se entusiasme se me salió esto —le dije apuntando el catéter a medio salir y hoy luego que llamarán a Edward para un casting relámpago había decidido tirarlo a propósito para tener una escusa para visitarlo. De hecho aún no estaba segura de querer realizar algo más o incluso luchar por una causa perdida.

— Ya veo —me respondió acercándose hasta la camilla. Tomó entre sus dedos el catéter fuera del dolor que sentía tenía claro que tan mortal no era tenerlo un poco corrido de su lugar.

— ¿Cómo paso esto? —me preguntó sacando de un cajón un par de guantes estériles para examinarme.

— Mientras me duchaba —respondí tratando de parecer sincera —me pase a llevar con la estúpida esponja y aquí me tiene ¿Podría sacarlo? —le pedí y le dí mi mejor carita de perro arrepentido.

— Veremos —exclamó mientras lo sacaba por completo, un par de gotas de sangre emergieron desde la abertura pero puso de inmediato una mota de algodón —ten sostén con fuerza —me indicó y puse mi mano allí para detener la "mini hemorragia"

Lo miré buscar en los cajones por uno nuevo e iba a hablarle pero algo en mi interior me mantenía callada. Justo cuando me había armado de valor y había decidido que decir él me interrumpió acallando mi intento.

— ¿Estás haciendo reposo? —me preguntó aún de espalda mientras dejaba sobre la mesa un par de objetos.

— Sí —le contesté dudativa y él se sonrió

— ¿Hace cuanto tienes novio? —me preguntó otra vez al tiempo que se giraba, nuestras miradas se encontraron y lo miré extrañada.

Conocía al doctor Volturis hacía exactamente cuatro años. Cuando había sido derivada desde el oncólogo infantil. Siempre había sido amable y considerado conmigo a pesar que en un principio yo había sido muy grosera con él cuando el tratamiento había fallado y terca hasta decir basta cuando me revele en contra de la voluntad de mi madre y de la suya propia al detener mis terapias rehusándome a seguir haciendo las quimioterapias. En todos esos cuatro años nunca había preguntado acerca de mi vida personal, salvo lo normal como si había tenido relaciones sexuales, o si creía estar embarazada, o si había sufrido una enfermedad reciente, todas preguntas relacionadas con posibles infecciones en mis periodos críticos de debilidad pero nunca me había preguntado derechamente sobre mi vida amorosa, menos como tratando de hacer platica conmigo.

— Hace poco —confirmé y él se acercó —¿Por qué? —le pregunté curiosa por su reacción. Me ignoró por completo quitando el algodón que sostenía entre mis dedos y mientras evaluaba la posibilidad de reinstalarlo me contestó.

— ¿Tú novio es Edward Cullen no? ¿El chico de la película de vampiros? —inquirió restando importancia a mi curiosidad.

Sus ojos se distrajeron hasta los míos que lo miraron impactada. ¿El doctor Volturis conocía a Edward? me pregunté incrédula y sí bien no era un anciano tampoco era un chiquillo. Yo siempre le había calculado unos cincuenta y tantos años de edad, lo que lo alejaba por completo del público objetivo de esté tipo de películas. Notó mi sorpresa y apresuró a aclarar un tanto avergonzado.

— Mi hija Jane, está obsesionada con la película y debo decir que con él también, de hecho no lo había asociado hasta que en su dormitorio encontré una fotografía en una revista donde apareces tú junto a él —me explicó incomodo y suspiré.

— Ya veo —le contesté quitando mi vista de él.

— No podré ponerte nuevamente el catéter en ese mismo lugar, has inutilizado la vena —declaró y en su voz había un tejo de reproche.

Como mi farsa estaba a punto de acabar y me tendría que ir sin resolver la inquietud que me había motivado a venir, decidí hablar. Lo miré y se quedo quieto esperando mi pregunta.

— ¿Qué tan avanzada esta ahora mi enfermedad? —le pregunté derechamente y hacía mucho tiempo que había dejado de hacerme exámenes ni siquiera leía los resultados de los que, luego de discusiones familiares eternas, lograba mi desesperada madre hacerme.

— ¿A qué te refieres con qué tan avanzada? —me preguntó con la mirada exhaustiva.

— ¿Estoy agonizando? —le pregunté derechamente.

— No —me contestó y luego se acercó hasta mi otro hombro tocando con la yema de sus dedos la vena que estaba bajo la clavícula.

— ¿Quiere decir que estoy bien entonces? —le pregunté de reojo

— Estable —corrigió para agregar lo que ya sabía yo, agregaría —siempre y cuando recibas todas las quimioterapias que te faltan —me aclaró tajante.

— ¿Quiere decir que podría entonces, luego de las terapias, sentirme "más estable"? —le pregunté. Me observo por unos momentos, acerco un banquillo que estaba a un costado y lo puso frente a mí, se sentó y me miró fijamente.

— ¿No sería más fácil si me preguntaras abiertamente lo que quieres preguntarme en vez de estar haciendo preguntas de las cuales ya conoces la respuesta? —inquirió.

Baje la vista y en realidad no sabía que quería preguntar o si de verdad quería luchar, de pronto todo se había vuelto confuso principalmente debido a él, su confesión de amor e incluso sus actitudes para conmigo me habían girado el horizonte en trescientos ochenta grados.

— ¿Podría vivir lo suficiente para ver a mis nietos? —le pregunté sin mirarlo

— No y lo sabes —exclamó serio

— Dos años tal vez —pregunté nerviosa

— Honestamente —tomó aire e hizo una pausa —no lo sé, cuando llegaste con la hemorragia pensé que morirías —me confesó y sus ojos se concentraron en los míos nuevamente —pero no fue así y hoy estas aquí, hablando conmigo —concluyó y nos quedamos en silencio. Corrí la vista hacia el vacío y lo sentí hablar —Allá arriba deben de quererte mucho —agregó con emoción en la voz.

— O por el contrario no me quiere allá arriba —corregí — ¿Me lo volverá a poner? —pregunté al cabo de unos minutos cambiando el tema.

— ¿Volverás a tirarlo? —me preguntó y me sonreí.

Todo el trayecto de regreso a mi departamento me fui analizando lo que había dicho mi médico, entré casi como sonámbula al ascensor y mantuve mi vista en el piso todo el corto trayecto. Aún me sonaba extrañas sus palabras y aunque sonaban muy románticas me era difícil creer en una muerte literal, tal vez sentiría pena pero de allí a morirse había una notable diferencia. Cuando el ascensor llego a mi piso y las puertas se abrieron sus zapatos hicieron que alzara la vista sorprendida. En cuanto me vio su expresión cambio y se relajaron sus facciones de preocupación regalándome una hermosa sonrisa. Me sonreí y no pude evitar besarlo sin siquiera dejar que hablará. Cruce mis brazos por su cuello apretándolo y él me levantó para que quedáramos a la misma altura, enrolle mis piernas en su cintura y sentí sus manos rodearme bajo la cadera para sostener el peso.

— ¿A dónde fuiste? —me preguntó entrecortado.

— A caminar —le contesté juntando mi frente con la de él —¿Cómo te fue en la audición? —le pregunté cambiando de tema.

— Supongo que bien —respondió —ahora tengo que esperar a que me llamen, así son estas cosas —me explicó enterrando su cabeza contra mi cuello.

— ¿Qué día debes estar en el hospital para la quimioterapia? —me preguntó. Me separé un poco de su cuerpo para mirar sus ojos y dude en contestarle, en realidad aún no decidía si volver o no después de lo que me había dicho el doctor Volturis.

— Jueves —exclamé finalmente. Sus ojos se encendieron y sentí que entramos de vuelta al ascensor.

— ¿Dónde quieres ir a almorzar? —me preguntó

Al tiempo que me bajaba de su regazo y apretaba el botón para ir al estacionamiento. Esta vez, a diferencia de la vez pasada, designé el lugar y lo que menos quería era volver a ir a un lugar donde todo mundo supiera quién soy. Baraje las posibilidades hasta que finalmente decidí por un restaurante de comida orgánica que habían inaugurado hace poco. Edward me miró raro cuando notó que todos los platos eran ensaladas y nada más que ensaladas.

— ¿No crees que deberías alimentarte con algo más que pasto? —me preguntó mientras miraba el menú y me reí

— Podemos ir al McDonnalds si prefieres —le contesté burlonamente y suspiró

— ¿No creerás que estas gorda verdad? —me preguntó poniendo a un lado el menú. Tomo un sorbo a la bebida que había pedido.

— El hecho que esté enferma no quiere decir que no me cuide —le contesté.

— La próxima vez yo elegiré el lugar —concluyó.

El mesero tomo las ordenes, estuvimos conversando mientras esperábamos que nos trajeran lo que habíamos pedido, estaba concentrada en su voz cuando de pronto noté un grupo de personas en la vereda contraria a donde estábamos fuera del restaurante. No era mucha gente pero todos tenían algo en común. Sus manos sostenían cámaras fotográficas y apostaba a que estaban disparando incesantemente.

— ¿Qué? —preguntó de repente girando su rostro hasta el ventanal y su expresión cambio.

— Genial —exclamó molesto, tomé entre mis manos su rostro y lo hice que me mirará.

— No son mis fotos las que quieren, a tu lado solo soy un mal accesorio —le respondí

Iba a protestar mi comentario cuando nos interrumpió el mesero que llego con nuestro almuerzo.

— ¿Desde cuándo estas enferma? —me preguntó cambiando el tema.

— Desde los dieciséis —contesté.

— ¿Cuántas novias has tenido realmente? —le pregunté de vuelta curiosa y aún me parecía un poco increíble su declaración de amor.

— Varias —me contestó abriendo sus ojos misterioso, puse en blanco los míos.

— ¿Cuántas son varias? —insistí.

— ¿Cuántos novios has tenido tú? —me respondió evadiendo mi pregunta.

— Oficiales ninguno —le respondí —extraoficiales varios —agregué riéndome.

— ¿Yo soy oficial o extraoficial? —me pregunto con una sonrisa torcida.

— No sabía que éramos novios —le contesté, se quedo pensando unos momentos mirándome a los ojos, tenía entre sus manos el tenedor y masticaba un bocado lentamente.

— Tienes razón no te lo he pedido formalmente —me contestó parándose y casi caí en pánico cuando noté su intención de arrodillarse, lo detuve por el brazo.

— ¿Qué haces? —le pregunté muerta de vergüenza por los presentes y por lo que estaban, de seguro sin perder detalle, afuera — ¿Quieres aparecer en otro titular? —le pregunté en un susurró apenas audible mirando de reojo al resto de clientes del lugar que se habían percatado de sus intenciones.

— Me encanta cuanto te avergüenzas —me contestó volviendo a sentarse.

Al salir del restaurante otra vez fuimos acechados por los periodistas y las preguntas, el sonido del disparador de las cámaras era abrumador y no nos abandonaron hasta que nos fuimos – Debiste maquillarte Bella –me dije cuando uno de los fotógrafos me apunto directo a la cara. Caminamos rápido hasta el automóvil y nos subimos al mismo tiempo. Nos fuimos del lugar sin emitir ni una palabra, encendí la radio mientras buscaba una estación finalmente habló.

— ¿Tienes algo que hacer el resto de la tarde? —me preguntó.

— No que yo sepa —le conteste — ¿Por qué?, ¿Estarás ocupado? —agregue y albergaba la ilusión que la pasáramos juntos la tarde pero tal vez tendría que hacer algo con su familia, o con sus amigos reflexioné temerosa ante su cuestionamiento.

— ¿Qué es lo más loco que has hecho alguna vez? —me preguntó de repente evadiendo mi pregunta, en su cara se dibujo una amplia sonrisa que me confundió por un momento.

— Entrar al auto de un desconocido a la mitad de la noche —le respondí, levantando las cejas mientras me mordía el labio avergonzada, sentí mis mejillas teñirse de un rojo furioso y aún no comprendía como él podía causar un efecto así en mí con solo mirarme.

Movió su cabeza divertido por mi expresión mientras detenía el automóvil frente a la fachada de una casa, me sorprendió lo simple y antigua que era. Miré a mí alrededor y pude ver que era un barrio de clase media alta, que correspondía a un barrio recatado de la ciudad. Lo miré extrañada.

— ¿Dónde estamos? —le pregunté confundida.

— Es la casa de mis padres —me contestó señalando la puerta que daba justo frente a mí, se me apretó el estomago ante la situación.

— No creo que sea buena idea —confesé con el corazón latiendo furioso en mi pecho, sentí que me iba a desmayar de la impresión.

— ¿Por qué no? —me preguntó divertidísimo con mi nerviosismo

— ¿Qué tal si no les gusto? —le contesté quitando la vista de la casa para encararlo, estaba con una mano apoyada en mi asiento y con la otra en el manubrio, sus labios estaban torcidos en una sonrisa suspicaz y cuando me oyó hablar puso sus ojos en blancos

— Al que tienes que gustarle es a mí no a ellos —me aclaró volviendo a sentarse correctamente —y creo que ese tema está superado —agregó abriendo su puerta. Quise detenerlo pero fue demasiado tarde, resignada me baje cuando abrió mi puerta caballerosamente.

— Debiste avisarme que me traerías —increpé tratando de arreglarme la ropa y el pelo para verme al menos decente y causar una buena impresión.

— ¿Qué habría de divertido en aquello? —me contestó besándome en los labios.

Instantáneamente al sentir sus labios sobre los míos puse mis manos entre sus cabellos y me aferré a ellos ladeando mi rostro mientras seguía absorta en sentir la tibieza de estos masajear los míos. De pronto perdí la perspectiva de lugar, la hora y la posibilidad que alguno de sus padres abriera la puerta y nos viera besándonos bastantes apasionados en el umbral de su casa. Cuando sentí un carraspeo me separé de él abruptamente asustada.

— Siempre quise hacer esto —me confesó en una carcajada y lo miré sorprendida. Se giró para encarar a quién estaba espiándonos a unos cuantos pasos.

— ¡Rose! No sabía que estarías aquí —exclamó rodeándome con su brazo que apoyo en mi cintura atrayéndome hacía él un poco más de lo correcto para ser la primera vez que me traía a su casa.

— Yo tampoco sabía que tú vendrías —le respondió ella bajando la pequeña escalinata que había desde su casa hasta la vereda de la calle, se acercó a saludarlo y por el nombre me acordé de quién era.

Me miró y le sonreí nerviosa, no pude evitar sonrojarme más de lo que ya estaba al recordar mi pequeño arrebato de celos por el mensaje de texto.

— Tú debes ser —exclamó en una pregunta inconclusa con una sonrisa en los labios, era increíble lo mucho que se parecían.

— Bella —le contesté tímidamente

— Rosalie mucho gusto —saludó abrazándome tan efusiva que incluso sospeche por un minuto que ella ya me conocía, al menos, le habían hablado de mí.

— El gusto es mío —respondí abrazándola también.

— Pasen están en el patio — indicó —voy a comprar hielo pero vuelvo enseguida —agregó y se notaba que era muy dulce y simpática — aún no llegan todos —advirtió al tiempo que caminaba cruzando la calle. Me quede observando cómo se iba no muy segura de poder caminar, no sentía mis piernas.

— ¿Todos? —pregunté en un susurró sin quitar la vista de ella.

— Es una reunión familiar —explicó Edward y le di una mirada de espanto —Tranquilízate, sólo estará la hermana de mi mamá que está de visita y sus hijos, marido y un par de familiares, nada del otro mundo —tranquilizó pero solo logró que palideciera ante la idea de que iba a conocer a su familia en pleno.

Me tomo de la mano y literalmente me arrastro hasta la puerta de la casa de sus padres, y apenas la abrió quise desfallecer, tres niños de aproximadamente doce años emergieron por un pasillo, venían corriendo y jugando unos con otros pero al percatarse de nuestra presencia se quedaron mirándonos. Uno de ellos sonrió travieso y ahí estaba la sonrisa torcida en versión infantil.

— Te dije que era su novia, ahora págame —exclamó este al otro que hizo un leve puchero a quién supuse era su hermano o primo. Todos tenían los ojos en gamas de verdes pasando por un azul bastante oscuro semejante al negro a ciertos minutos, sus cabelleras eran oscuras lo que me sorprendió y eran bastante altos para su edad. No eran tan parecidos a Edward.

— Anthony otra vez con las apuestas, le diré a la tía Carmen —advirtió Edward tratando de contener la risa por la situación.

— Al menos gane esta vez —contestó el chico travieso saludándonos.

Yo no pude decir respecto a ese comentario, sorprendida los observe y cuando estuvieron cerca de nosotros, sus rasgos me confirmaron que eran sus primos. En eso sentimos unos pasos por el mismo pasillo y de la oscuridad salio una señora de unos cuarenta y tantos años: ni muy alta ni muy baja, delgada, de oliváceos cabellos largos y nos quedo mirando sorprendida. Los tres chicos corrieron escaleras arriba.

— Edward, tu madre dijo que no vendrías.

Exclamó sonriéndose al tiempo que se adelantaba a abrazarlo. Me separé de él.

—Tía Carmen —saludó y la señora me miró gentilmente pero con una cuota de curiosidad. Sentía arder mis mejillas y a juzgar por como latía mi corazón juré que se saldría en cualquier minuto. Y creí que estaba viviendo un sueño hasta que su voz ronca y seria me comprobó lo contrario.

— Tía, ella es Bella —exclamó mirándome —mi novia —agregó y trague saliva ante la presentación.

— Carmen, soy la hermana de su madre —se presentó la mujer, enarque mis cejas sorprendida y ya podía adivinar de que lado de la familia venían los rasgos bien parecidos. La salude tímidamente y volví a mi posición junto a él completamente tiesa.

El ruido de un vidrio roto nos distrajo y el grito agudo de un niño se sintió desde el segundo piso.

— ¡Eleazar Junior! ¡baja en este mismo instante! —gritó la mujer y luego nos miró —lo siento pasen están todos atrás, voy enseguida solo bajaré a este par de huracanes antes que rompan algo más —agregó al tiempo que subía las escaleras apresuradamente, cuando llego hasta el segundo piso se sintieron unas risas cómplices seguida por unos portazos.

— ¿Terrible? —me preguntó Edward tomando mi mano y empujándome para caminar hasta el interior. Pues cuando vea a tu madre te respondo pensé y definitivamente era mala idea hacer esto ahora.

Llegamos hasta la parte posterior de la casa y salimos hasta el patio trasero. Como en mis peores pesadillas, frente a mí su familia en pleno. Todos dejaron de hablar para mirarnos y otra vez sentía que me faltaba el aire, sin querer apreté la mano de Edward cuando noté que su madre se levantó para abrazarlo. Lo saludo muy gentil y amorosa, luego me miró a mi buscando en su hijo la presentación oficial, quise mirar al suelo pero sentí que eso hubiera sido descortés así que cuando escuche la palabra mágica salir de sus labios acompañada de mi nombre sentí un pito en mi oído que me ensordeció —respira, respira, respira —eran las palabras que me repetía en mi fuero interno al tiempo que saludaba a todos, madre, padre y resto de parientes, incluida su otra hermana que cuando me abrazó me confesó algo que me puso más nerviosa aún — lo traes loco y eso es realmente insólito —murmuro contra mi oído y me dio una sonrisa sugerente.

Estaba comprobado, él había hablado con su familia antes de traerme y me sentí traicionada porque todos los presentes sabían que iría menos yo. Me senté en una de las sillas que estaban libres y permanecí absolutamente en silencio observando la interacción de su familia. Me reí con los chistes de su tío Eleazar respecto a "la fascinación de Norteamérica con el cabello de su sobrino famoso" y por primera vez me di cuenta que aunque hubiera tratado de imaginarme como era Edward con su familia no me lo hubiera imaginado nunca.

De vez en cuando él me miraba pensativo mientras fue mi turno de ser interrogada por su familia, en especial por su madre. Para mi buena suerte solo fueron preguntas curiosas de "que haces", "tienes hermanos", "vives con tu familia" hasta que llego la más difícil de responder y que hizo su tío.

— ¿Hace cuanto se conocen? —preguntó esté.

Fije mis ojos en él que estaba al otro extremo y no supe que contestarle. Me quede helada esperando por su rescaté.

— Bella me conoce de mucho antes que yo a ella —confesó Edward y quise morirme o mejor estrangularlo. Todos giraron a mirarme y otra vez sentía un pito en mis oídos que no me dejaba concentrarme lo suficiente para hablar.

— Tenemos un amigo en común —finalmente dije zaceando la curiosidad familiar.

Para mi buena suerte la parte histriónica era también un talento de familia y uno de sus tíos presentes por parte de padre siguió entreteniendo por el resto de la tarde. La que se me paso súper rápido escuchando típicas anécdotas de cuando él y sus hermanas eran niños, y en parte de cuando no era tan famoso como se había convertido claro que las más chistosas eran justamente las que contaba su hermana de cuando recién había comenzado la locura de los "muérdeme"

— Te juro, tenía a toda mis compañeras rogándome porque les llevará un autógrafo de Edward y él siquiera estaba en el país —exclamó haciendo cara de espanto

— Te acuerdas mamá cuando una niña te dijo que se casaría con él a las cuatro de la tarde y tú la quedaste mirando sorprendida y me preguntas ¿Y sí es verdad y tu hermano se casa a esa hora?

— Y yo estaba en la mitad de un bosque brillando —interrumpió él. Haciendo que todos se largaran a reír, incluida yo que jamás me hubiera imaginado que su familia también se había visto afectada por su fama.

Aproveche un descuido de todos para volver al interior en busca del baño, estaba en eso cuando su otra hermana, a la que no conocía se percató de que estaba perdida.

— ¿Buscas a Edward?, salió con papá a comprar, pero no tardarán —me explicó

— La verdad busco el baño —le dije y ella se acercó

— Es en el segundo piso, cuarta puerta a la izquierda —me enseñó volviendo a la cocina cuando su madre la llamó.

Subí las escaleras y camine por el pasillo hasta que sentí el ruido de la televisión en una, estaba entreabierta, en su interior estaban sus dos primos jugando video juegos.

— Edward no está acá, salió con mi tío —exclamó una voz y salté del susto. Lo miré y este me quedo mirando.

— En realidad busco el baño —le dije

— Es la última puerta —exclamó.

Nos quedamos mirando por unos instantes hasta que finalmente abrí la puerta del baño. Cuando estuve en el interior, respiré aliviada. Era grande, demasiado para mi gusto, tenía otras dos puertas una a cada costado, bastante espacioso y ordenado. Me mojé la cara y llevada por la curiosidad inspeccione rápidamente a mi alrededor, botellas de shampoo y cremas eran lo único que había, estaba absorta mirando una de las botellas cuando sentí su mano en mi cintura. Alce la vista y allí estaba mi pequeño milagro personal.

— ¿Cómo supiste que estaba aquí? —le pregunté girándome para quedar frente a frente de su rostro y me beso en los labios

— Anthony —exclamó —fue lo primero que grito cuando me sintió llegar —agregó fundiendo sus labios contra los míos.

Le correspondí pero traté de mantener al margen mis hormonas y guardar la compostura que ameritaba la ocasión y el lugar.

— ¿Dónde fuiste? —le pregunté separándolo de mis labios

— A comprar bebidas —respondió y me miró — ¿Qué? ¿Piensas que no voy a comprar? —me preguntó apoyándose contra el lavamanos mientras yo me separaba de él.

— ¿A dónde llevan esas puertas? —le pregunté curiosa girándome a mirarlo.

— Una al que era dormitorio de mi hermana Rosalie —me contestó acercándome nuevamente a su cuerpo, puso sus manos en mi cintura y me apretó contra él, sus labios se deslizaron por mi cuello y se detuvieron en mi oreja.

— ¿Y la otra? —le pregunté entrecortado tratando de calmar el deseos libidinoso que estaba aflorando.

— A mi viejo dormitorio —me contestó, llevando una de sus manos hasta mi cuello, me tomo con fuerza y me beso en los labios otra vez, sentí su lengua introducirse en mi boca y saborear cada rincón de esta, estaba absorta en sus caricias cuando la curiosidad por conocer un poco más de él me atacó. Abrí mis ojos mientras aún nos besábamos, él en cambio estaba demasiado concentrado en besarme, sus ojos estaban cerrados. Lo seguí besando unos segundos hasta que puse mis manos en sus hombros y rompí el beso.

— ¿Qué? —me preguntó interesado.

— Quiero ver tu cuarto —le dije y él se rió tomando mi mano.

Entramos a su cuarto y para mi sorpresa era el típico cuarto de un adolescente, no había tantas cosas, una cama bastante chica por lo que me imagine hacía muchos años él ya no dormía allí. Una repisa a un costado llena de típicas cosas de chicos, es decir, revistas, video juegos, un par de autitos de colección, unas fotografías de sus hermanas junto con él. Un peluche, lo tomé entre mis manos y lo miré, se encogió de hombros riéndose nervioso. Al fondo estaba la puerta del closet, me acerque y estaba completamente vacío, a excepción de unas frazadas. En ese mismo lado estaba la ventana. Al otro costado estaba un pequeño escritorio, bastante limpio, un par de libros estaban ordenados y un viejo computador. Volví a mirar una vez más acercándome a él que permanecía apoyado con una mano en la repisa.

— ¿Hace cuanto no duermes aquí? —le pregunté.

— A veces lo he hecho, sobre todo cuando no tenía para pagar la luz y al agua de mi departamento —exclamó y lo miré incrédula —antes los trabajos eran más esporádicos —me aclaró.

— Pareciera como si aún fuera el cuarto de un adolescente —exclamé sorprendida y se rió.

Me acerque lentamente mientras corría de su rostro unos mechones de pelo desordenados, acaricie su rostro mientras volvía a besarlo lentamente. Aprisioné contra mis labios los suyos y los acaricie, sentí sus manos deslizarse por mi espalda hasta que finalmente se metieron bajo mi polera, salté ante su contacto frio y suspiré mientras sentía como me acariciaba mi piel. Me sujeto por la cintura mientras yo tenía mis manos en su cuello y apretaba con fuera esté mientras acariciaba su pelo. Un deseo furioso se apoderó de mi y tenía toda la intensión de continuar con mucho más que simples besos, incluso él por medio minuto se olvido de que estábamos en la casa de sus padres, sentí su respiración entrecortada acelerarse cuando sintió como abrí unos botones de su camisa y metía mis manos bajo la polera que traía puesta acariciando su torso bajo está. Besé su cuello enterrando mis labios contra su piel tibia, exhaló pesado cuando me apoye contra su cuerpo, haciendo que mi pelvis quedará pegada a la suya. Bajo sus manos por encima de mi pantalón y sentí como apretó mi trasero metiendo su mano en el bolsillo trasero de mi jeans, estábamos así casi al borde de perder la cordura cuando sentí unas risitas y me separé automáticamente de él.

— ¡Eleazar! —gritó Edward saliendo detrás de su primo de doce años que bajo las escaleras gritando y me reí.

Bleeding For Love


Él jamás pensó caer en las redes de cúpido. Ella sólo lo anhelaba como una fantasia pero un loco y suspicaz sentimiento llamado amor floreció entre ellos, dejando una huella inborrable en sus vidas.

BY: Liz19forever
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Bueno mis chicas soy culpable y les pido mil disculpas por no haber actualizado pero el trabajo me tiene a full y eos que aun no empiezo uni T.T...pero bueno mis chcias por que als amo y porque fue mi culpa aqui dos capis del fic!!!

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Fear

Sentí sus manos bajar sus manos desde mi cintura hasta donde se encontraba mi pantalón a medio bajar. Seguía besándome y yo tenía mis manos entre sus suaves cabellos que acariciaba casi en sincronía con sus labios. De pronto inclino levemente su cuerpo y de un movimiento bajo el pantalón logrando que cayera de espaldas contra la cama. Tenía mi cadera en el aire sujeta por sus manos, sus labios estaban curvados en una sonrisa amplia y se mordió el labio mientras me liberaba de la ropa. Se acomodo entre mis piernas para recostar su dorso sobre mi cuerpo. Deslizo sus labios por el largo de mi garganta hasta el nacimiento de mis pechos, mientras lo hacía acarició con la palma de su mano el muslo de mi pierna subiendo por la cintura hasta mi pecho sin dejar de besarme. Me levantó mientras tiraba de la polera y lo ayude levantando mis manos. Se separó mirándome mientras sujetaba mi mano por la palma y recorría mis brazos con sus dedos acariciándolos. Sentí la tibieza de su respiración contra mi piel desnuda y arquee mi espalda cuando sentí más claramente su erección contra mi pelvis. Sentí la humedad de sus labios en mis pechos y cerré mis ojos perdiéndome en sus caricias mientras jugaba totalmente excitada con mis manos acariciando la parte de atrás de su cuello.

Mis jadeos se hicieron más intensos a medida que lo sentía recorrer cada parte de mi cuerpo con sus labios, besando, lamiendo y mordiendo aquellos puntos que me dejaban sin aliento. Estaba completamente excitada de solo sentirlo respirar erráticamente. Todo mi cuerpo estaba ardiendo en llamas de deseo por tener su cuerpo fundido al mío que ahora sus caricias parecían una tortura. No podía evitar que los suspiros escaparan de mis labios y se transformaran en gemidos fuertes y desesperados, sobre todo cuando lo sentí bajar dando besos húmedos por mi estomago hasta la parte baja de mi vientre, donde tiró sutilmente de la tela para quitar mi ropa interior. Nuestros rostros volvieron a quedar a la misma altura cuando subió, recorriendo ese mismo camino trazado con besos, soplando para secar la humedad dejada con anterioridad. Cruce mis piernas en su cintura y lo tumbé de espaldas contra la cama, me senté a ahorcajas en su regazo, mis manos temblorosas desabotonaron impacientemente su camisa y la quitaron de igual forma. Besé su pecho y deslice mis manos acariciando su abdomen hasta llegar al borde de su pantalón. Alce mi mirada mientras lo desabotonaba y abría lo suficiente para liberar esa parte de su cuerpo que a todas luces quería entrar en acción. Comencé a acariciarlo y él cerro sus ojos apoyándose por completo hacía atrás, sus labios se abrieron y me enloquecía sentirlo gemir de esa manera por mis caricias, su voz se distorsiono por completo y justo cuando creí que lo llevaría hasta el extremo me sujeto la mano y se levantó de la cama, sus ojos verdes estaban encendidos se termino de desnudar frente a mí y se acercó decidido a quitarme las dos prendas que restaban para dejarme desnuda.

Me recostó nuevamente en la cama y capturo entre sus labios los míos, besándolos lentamente. Mientras volvía a ponerse sobre mi cuerpo, mis piernas lo recibieron ansiosas y nuestros cuerpos se fundieron como tanto había deseado desde que me había comenzado a acariciar.

Sus movimientos eran lentos y acompasados con el ritmo de sus besos, mis manos estaban puestas en su espalda que la recorrían enterrando levemente las yemas de estos cuando sentía que iba a explotar. Sentía una desesperación porque me llevará al clímax que cada vez que sentía que iba a llegar el disminuía el ritmo de sus movimientos. Jugó así por algunos minutos hasta que abrí mis ojos suplicando lo evidente.

— ¿Dilo? —murmuró contra mis labios entreabiertos. Su aliento dulce y tibio inundo mi boca por completo. Sentía mi corazón latir frenético en el fondo de mi garganta que temí por un minuto no poder articular palabra alguna. Lo miré extasiada mientras lo sentía en mi interior.

— Hazme llegar al cielo —le supliqué entrecortado

Cuando comenzó a moverse más rápido y justo cuando iba a llegar al orgasmo, mi corazón se lleno por completo de ese sentimiento que había dado luces de vida cuando había estado en el hospital. Me sentí llena de un amor incomprensible que jamás había creído poder experimentar. Apreté mis piernas sin dejar de observar esos hermosos ojos verdes cuando finalmente lo sentí colapsar en mi pecho. Me quede mirando al vacío con mis manos entre sus cabellos acariciándolos mientras lo sentía regularizar su respiración.

No supe cuando me venció el sueño pero al dejar de sentir la tibieza de su pecho contra mi rostro hizo que abriera mis ojos asustada. Me levanté abruptamente de la cama y enfoque mi vista al frente. Estaba por caer en la desesperación de que él se hubiera ido cuando sentí la palma de su mano en mi cuello y sus labios rozar mi oreja.

— ¿Qué hora es? —le pregunté girando mi rostro para encarar el suyo

— Pasado media noche —me respondió

— Te quedaste conmigo —advertí complacida en un susurró y él deslizo sus manos entre mis cabellos acomodándolos detrás de mi oreja. Sus ojos estaban fijos en mí.

— ¿Querías que me fuera? —me preguntó serio y definitivamente estaba enamorada del hombre frente a mí.

Mi corazón se apretó ante esa posibilidad y aunque en un principio había sentido una atracción por la estrella de cine más no por la persona a la que desconocía, sus gestos, él tenerlo cerca y de esa manera había logrado hacerme traspasar la barrera de la ficción entrando en el fondo de mi corazón no el personaje ni el actor sino el hombre. Negué con la cabeza avergonzada de mostrar mis sentimientos tan abiertamente cuando recordé a mi madre, abrí mis ojos asustada porque estuvieran aún allí.

— ¿Mi mamá? —le pregunté tratando de levantarme pero me sujeto por el brazo

— Se fue hace dos horas —me respondió

— ¿Mi hermana también? —le pregunté temerosa y lo que menos quería era que Jessica lo hubiera agobiado con preguntas desubicadas de las cuales estaba segura quería hacerle apenas lo había visto aquel día en el hospital.

— Ambas —me respondió acariciando mi rostro

— ¿Estuviste con ellas? —le pregunté recelosa

— Me despertó el timbre, no pensé que ellas no tuvieran llaves de tu departamento —me comentó apoyándose en la almohada detrás de él. Y fue allí cuando noté que estaba completamente vestido.

Me sonrojé al pensar que mi madre y mi hermana hubieran tenido tiempo suficiente de saciar curiosidad y entre en pánico ante esa posibilidad.

— ¿Por qué no me despertaste? —le pregunté acomodándome entre sus brazos.

— Traté pero no despertaste y finalmente tu madre me pidió que te dejará dormir —me explicó y su voz era tan serena que me sorprendió.

— Ella… —comencé y no estaba segura de cómo terminar la frase. Sentí la expresión de su rostro se hizo más risueña y sin verlo sabía que estaba riéndose.

— Te preparo comida y luego se llevo a tu hermana —me contestó adivinando mi inquietud —no hablamos nada, en realidad yo aproveche que estaban ellas aquí para ir a buscar ropa a mi departamento e ir a dejarle a Pat a mi madre —me explicó.

Respiré aliviada. Comencé a jugar con mis dedos sobre su pecho unos minutos en silencio hasta que se separo abruptamente de mí y lo miré extrañada.

— Vístete —me pidió pasándome la ropa —Quiero enseñarte algo —agregó, lo miré y miré mi ropa dudé un par de segundos luego comencé a vestirme.

— La última vez que me pediste esto terminamos en una iglesia y yo con ataque de asma —le hice ver media escéptica mientras terminaba de ponerme la ropa.

— Confía en mí —me pidió mientras me ayudaba a ponerme el abrigo. Tomo una bufanda que estaba en el closet y me la paso junto con un gorro.

— No crees que estoy demasiado abrigada —le dije rehusando ponerme el gorro.

— Afuera hace frío —aclaró y me sonreí

— Dejemos al personaje guardado en el cajón ¿Te parece? —le pedí saliendo de la habitación. Caminamos hasta el ascensor para bajar al estacionamiento y me sentía un verdadero osito de peluche de lo tan abrigada que estaba.

— ¿Dónde vamos? —le pregunté cuando me percaté en el letrero de la carretera que anunciaba la salida de la cuidad.

— Ya verás —me respondió risueño mientras volvía su vista hacía el frente.

— ¿Por qué estamos saliendo de la ciudad? —le pregunté inquieta mientras miraba el paisaje.

En realidad no se veía mucho, estaba oscuro de forma tenue, podía ver los árboles pasar uno a uno rápidamente por el costado del vehiculo. Comenzó a caer una lluvia tenue mientras avanzábamos.

— ¿Iremos a un parque? ¿A esta hora? —inquirí al cabo de unos quince minutos cuando dobló para entrar a un camino de tierra en cuyo principio se encontraba un letrero que indicaba "Bienvenido al Parque Nacional Forestal".

— Qué impaciente eres —advirtió riéndose mientras disminuía la velocidad.

Pasaron varios minutos por el camino que se hacía interminable. La radio estaba encendida y tocaban una canción lenta y melosa de esas que te dan ganas de bailar apretado con quién amas. Miré por mi ventana notando que estábamos completamente rodeados de árboles y campo. Al cabo de unos minutos más detuvo el vehiculo en medio de la nada.

— ¿Ya llegamos? —le pregunté pasando mi mano por el vidrio que estaba empañado a causa de la calefacción. Estaba todo el lugar completamente mojado producto de la lluvia.

— Sí —me contestó bajándose del auto y lo seguí

Rodee el automóvil en cuestión de segundo y llegue hasta donde estaba parado mirando hacía un sendero que se dibujaba entre los árboles. Miré a mí alrededor y aún no veía el punto de que me hubiera traído a una reserva forestal en plena madrugada. Estaba completamente oscuro, no había un farol de iluminación, la tierra estaba mojada. Distraía en el paisaje sentí como me jaló tomando la mano.

— Seguiremos a pie

Anunció emocionado mientras me hacía caminar hasta los árboles.

— No es por quejarme pero ¿a que vinimos aquí? —le pregunté apretando su mano mientras caminábamos en la oscuridad.

— Ya verás —contestó haciendo que pasara primero.

Caminamos en subida la mayoría del tiempo y aunque me estaba gustando el paisaje, el olor a tierra mojada y el frió reinante era un factor que estaba haciéndome desistir de esta travesía romántica. Cuando notó que mantenía mi vista en el suelo para evitar tropezarme con la vegetación se rió.

— Ya falta poco

Anunció solo asentí torpemente con mi cabeza y es que no sentía las piernas producto del frío.

— Voy a pescar una neumonía y será sólo tu culpa

Le advertí aún caminando con la vista pegada en el suelo. De pronto sentí que se detuvo y levanté mi vista para mirarlo. Estaba parado mirando al frente y con una risa poco usual dibujada en el rostro.

— ¿Qué? —le pregunté y luego giré para mirar lo que él estaba contemplando y me quede con la boca abierta producto de la impresión. Me solté de su mano y seguí caminando el poco trecho que faltaba hasta el borde, donde terminaba el camino.

En el horizonte había un haz de luz tímido que dividía los planos asemejándose a un horizonte imaginario. De esa línea imaginaria brotaban pequeños destellos de un color almíbar que jamás había visto, se fundía con la oscuridad del manto celestial que, bañado por este haz de luz, comenzó a adquirir un tono naranja apagado. Me quede hipnotizada en la escena frente a mis ojos y los abrí con mayor intensidad cuando advertí que ese tono anaranjado comenzaba a hacerse más fuerte apagando la oscuridad que iba en decreciente, abandonando el cielo que hasta hace unos minutos atrás había sido negro iluminado por puntos blancos que eran las estrellas. El tono naranja paso a un amarillo y luego a un color oro mezclado con un celeste tenue.

Di un vistazo alrededor y el cielo completo estaba haciéndose más claro. Miré por el rabillo del ojos hacía mi costado donde estaban los árboles y estos adquirían, a cada minuto, un verde más intenso. Estaban saliendo del manto oscuro de la noche para verse perfectamente iluminados por el día.

— Hoy es el día más largo de todo el año, por eso amanece antes. De pequeño mi padre me traía a acampar, no era algo usual sólo lo hicimos un par de veces y una en particular fue en esta fecha. Me trajo a mí y a mis hermanas para ver el comienzo del solsticio de verano —explicó abrazándome por la espalda. Rodeo sus brazos en mi cintura y atrapó sus manos entre las mías.

— Jamás había visto un amanecer así —le confesé como una niña pequeña embelesada con la escena frente a mí. Estaba absorta en los colores que se iban formando a medida que él sol comenzaba a vislumbrarse para posicionarse de lleno en el firmamento.

Sentí que besó mis cabellos y me giré para encararlo. Nuestros rostros estaban uno frente al otro unidos por nuestras frentes. Sentí que puso una de sus manos en mi mejilla.

— Hace un año atrás me hicieron una entrevista dónde me preguntaron sí alguna vez había estado enamorado y si había tenido novias, he tenido unas pocas y lo cierto es que las he querido pero jamás había sentido amor de verdad por ninguna de ellas. Equivocadamente pronunciaba dos palabras sin saber o siquiera dimensionar ese sentimiento. Hace un par de horas mientras te tenía entre mis brazos y sentí tu piel tibia y suave contra la mía. Me di cuenta que hoy mi corazón estaba lleno de un sentimiento que no puedo explicarte con palabras, para serte honesto, siquiera se si ese sentimiento durara o no pero lo extraño de todo esto es que realmente no me importa, es como si se bastara a si mismo para existir y jamás dimensione, cuando te contacte la primera vez, que podría decirte esto pero real y honestamente estoy enamorado de ti y siento que si murieras moriría contigo.

Exclamó besándome en los labios.


Las sexys aventuras de Edward y Bella


Disclaimer: Todos los personajes pertenecen de Stephenie Meyer. La historia pertenece a gorgeousdisaster, yo sólo me adjudico la presente traducción.

Una colección de Sexy Aventuras de Edward y Bella! Edward: Vampiro, Bella: Humana.

By: gorgeousdisaster
Traductora: Sol
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_Excursionismo (Al estilo Cullen)

Bella sudaba y jadeaba mientras trababa de mantener el ritmo de Edward.

—¿Ya llegamos? —murmuró sarcásticamente, saltando por encima de varias piedras grandes y siguiendo a Edward a un pequeño claro. Él miró alrededor, escudriñando, y sonrió.

—Sí.

Bella apoyó su espalda contra un gran árbol, y se deslizó para sentarse en la base.

—Gracias a Dios —refunfuñó, suspirando de alivio. El excursionismo realmente nunca había sido su fuerte. Inspeccionó su alrededor. No había nada especial en ese lugar; sólo árboles y troncos como en cualquier lugar del bosque. Había estado lloviendo de vez en cuando un poco, tenía el cabello ligeramente húmedo por la llovizna.

—¿Por qué vinimos aquí? —preguntó Bella, después de pensar un momento. Edward le sonrió torcidamente y se sentó a su lado, sus fríos dedos quitaron el cabello del cuello de ella para luego ser sustituidos por sus labios.

—Alice tuvo una visión —murmuró de manera angelical. Bella se obligó a sí misma a concentrarse.

—¿Acerca de? —preguntó ella, tratando de no retorcerse cuando la lengua de Edward salió para trazar la línea de su pulso.

—Ella dijo que vendríamos hasta acá y que nos íbamos a satisfacer en gran medida. Luego me rogó que le vertiera lejía en los ojos —dijo Edward, riéndose entre dientes. Había dejado de hacer lo que estaba haciendo, y ahora Bella podía pensar con claridad de nuevo. Jadeó

—Oh Dios, ¿nos vio teniendo sexo aquí? Pobre Alice… —suspiró ella, pensando en su futura hermana y en sus visiones, estremeciéndose ligeramente.

—También dijo que te olvidarías de ella en cuanto te besara —dijo Edward, presionando sus labios en los de ella.

Y justo como Alice había predicho, ella ya no estaba en los pensamientos de Bella. Nada más Edward y sus labios estaban en estos. Ella le devolvió el beso con entusiasmo, con sus dedos retorciéndose en el cabello de él. Bella estaba sobrepasada por un pensamiento, y un único pensamiento; quería que fuera diferente de las otras veces. Quería que fuera rudo.

—Edward —dijo ella con apremio, apartando sus labios.

—¿Hmm? —suspiró él, sus ojos se trabaron en los de ella, con sus manos todavía en su cintura. Su rostro estaba lleno de inquietud mientras la miraba.

—No te preocupes —dijo Bella rápidamente—. Es sólo que tengo una petición.

—Cualquier cosa —dijo él de inmediato.

—Yo… quiero que esto sea rudo —susurró, desviando la mirada de la de él.

Con un dedo frío movió la cara de ella a su posición inicial. No dijo nada, sólo buscó sus ojos con los suyos mientras ella se sonrojaba. Finalmente, habló.

—Tengo una condición. Si te estoy lastimando, voy a parar. Espero que me digas si te hago daño. Lo digo en serio, Bella. El saber que te he causado daño alguno, en cualquier modo, sería una tortura para mí y de la peor forma.

Ella asintió con la cabeza, para proyectar que comprendía. Para ella verlo sufrir también sería la peor tortura.

De repente, él la empujó contra el árbol, dejando toda suavidad a un lado. Ella vio un fuerte deseo en sus ojos que no había visto nunca antes. Eso la excitó, y también la asustó un poco. Se preguntó si la misma mirada estaba presente en sus propios ojos. Él no perdió tiempo, removiendo su impermeable y suéter, y ella a él. Se besaron con fiereza, Edward permitiendo menos control de sí mismo. Eso no era como cualquier otro beso que hubieran compartido antes. Ese beso era salvaje, indomable, tan lleno de pasión y deseo, lo que hacía que la cabeza de Bella tuviera vértigo. Él se apartó para quitarle la camiseta y el sostén, mientras Bella se maldecía en silencio por llevar tantas capas de ropa esa mañana. Él aplastó sus labios de vuelta a los de ella por un breve momento, luego los bajó hasta el hueco de su cuello, en donde ella sintió los dientes de él rozar la línea de su pulso. Eso la entusiasmaba y excitaba, a sabiendas de que sus dientes estaban tan cerca, a sabiendas de lo que harían con ella en poco tiempo.

Sintió que él introducía brutalmente un seno en su boca mientras que su mano apretaba con fuerza el otro. Dejó escapar un pequeño gemido. Una vez más, mientras él se apartaba, sintió los dientes de él rozar la punta de su pezón. Bella se quitó sus jeans con rapidez, siguiendo con sus bragas. Edward, ya desnudo y esperando, dejó escapar un pequeño gruñido y la levantó, con sus manos en el trasero de ella, presionando la carne con fuerza. Se deslizó en su interior con un movimiento lento, y colocó la espalda femenina de nuevo contra el árbol.

Y luego comenzó la charla obscena.

—Eres tan jodidamente estrecha. Y caliente. Eso me pone absolutamente salvaje —gimió Edward, saliendo y entrando de golpe en ella. Bella sintió la corteza del árbol arañar su espalda, pero estaba demasiado ocupada siendo sorprendida por lo que Edward había dicho. Estaba aún más sorprendida por el efecto que esas palabras tenían en ella. Estas enviaron un escalofrío por su columna vertebral, y se encontró a sí misma cada vez más excitada.

Edward pareció darse cuenta de su expresión.

—Así que te gusta cuando hablo sucio —meditó, saliendo de ella pero esta vez sin volver a entrar. Ella hizo un mohín, con la corteza hundiéndose en su piel.

—¿Te gusta cuando entro y salgo de ti? —le preguntó Edward, con la cara a una pulgada de la de ella.

—Sí —dijo ella sin aliento. Estaba sorprendida incluso de que hubiera conseguido decir aquella sencilla palabra.

—¿Sí qué? Di algo indecente, Bella —murmuró Edward, con su frío aliento en la cara enrojecida de ella.

—Umm. Me gusta lo que me provocas —dijo con timidez, demasiado cobarde para decir una verdadera obscenidad.

—¿Qué te provoco? —le preguntó él, con sus ojos penetrando los de ella. No había manera de que ella pudiera responder, no con él mirándola así…

—Tú… me llenas tan completamente… me encanta la sensación de tu… tu —se obligó a decir la palabra—, polla la primera vez que entra en mí.

Estaba casi segura de que nunca se había ruborizado tan fuerte en toda su vida. Echó un vistazo a la cara de Edward y vio que lo que había dicho había tenido un efecto en él. Parecía muy contento de que ella hubiera dicho una mala palabra. Se deslizó en ella se nuevo con un fuerte empuje y ella sintió la aspereza de la corteza arañar su piel una vez más; no lo suficientemente duro como para extraer sangre, gracias a Dios, pero sí lo suficiente como para elevar su ánimo.

Bella sentía el increíble placer de todo, pero la curiosidad pudo más que ella.

—¿Qué te provoco, Edward? —preguntó ella, dejando escapar un gemido. Él entró en ella una vez más, apretando los dientes, antes de responder.

—Tú… tú me pones demasiado duro, demasiado rápido. Siento mi polla alzarse cada vez que veo sólo un poco de tu piel expuesta, o cuando tienes un orgasmo, ese es mi favorito. Porque estás disfrutando mucho algo que yo te hago, y quedas completamente desecha… —le dijo con una sonrisa torcida, todavía golpeando dentro y fuera con una fuerza considerable. Quitó una de sus manos del trasero de ella y comenzó a frotar su clítoris. Bella, ya cerca gracias a lo que él acababa de decir y a sus fuertes arremetidas, se vino casi al instante, después de que él comenzara a frotar el pequeño botón.

Esta vez no se sintió tan avergonzada a como solía sentirse, porque a Edward le gustaba. Gimió su nombre, y con un gruñido de ella, él también se vino. Ella se apoyó contra su frío pecho por un momento, jadeando pesadamente. Él la besó suavemente, y examinó los arañazos de su espalda con el ceño fruncido.

—Lo siento. Debí haber pensado en eso —dijo él, enfadado consigo mismo.

—No, está bien, no dolió. Se sintió bien —le dijo Bella, aún tratando de recobrar el aliento.

—Eres sádica —le dijo él con una sonrisa, saliendo de ella, sosteniéndola firme mientras ella trataba de encontrar su equilibrio. Se las arregló para no caer y comenzó a ponerse de nuevo sus bragas y jeans, todavía no completamente recuperada de su orgasmo.

Edward ya estaba vestido, ayudándola con una pequeña sonrisa y riéndose entre dientes.

—¿Qué es tan divertido? —le preguntó Bella.

—Nunca imaginé que estaría cambiándote —le dijo él con una sonrisa. A propósito le rozó cada uno de los pezones con su pulgar mientras le ponía el sujetador, enviando un pequeño estremecimiento a través del cuerpo de ella.

—Siempre hay una primera vez —le dijo Bella, sonriendo mientras se ponía su camiseta por la cabeza. Edward sostenía su abrigo para ella, y ella se deslizó en el con gratitud.

—Recuérdame agradecerle a Alice cuando lleguemos a casa —dijo Edward pensativo, pasando su brazo por la cintura de ella. Bella se ruborizó y asintió, esperando que su futura cuñada dejara de tener visiones de su vida sexual.

—Escuela mañana —dijo Edward casualmente, mientras paseaban por el bosque. Bella hizo una mueca.

—No me lo recuerdes —murmuró ella, pensando en sus clases. No podía esperar hasta que todas hubieran terminado. Edward rodó los ojos.

—No será tan malo —le dijo él, con una sonrisa jugando en sus labios.

—¿Sabes algo que yo no sepa? —preguntó Bella, instantáneamente recelosa.

Edward amplió los ojos inocentemente.

—No, claro que no. Simplemente estaba diciendo que mañana no será tan malo como piensas —dijo, con tono suave. Bella no se lo tragó, pero no insistió.

Esta vez viajaron por el bosque más rápido, Bella preguntándose qué iba a pasar mañana, y Edward diciendo nada, con una silenciosa sonrisa jugando en sus labios.

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Oh, Sr. Cullen…

Bella se dirigía a la clase de Inglés con rapidez, esperando que el Sr. Mason no la reprendiera demasiado duro. Hoy había sido uno de esos raros días soleados; a Edward no le habían permitido salir de casa, dejándola desdichada. Se la había pasado todo el almuerzo pegada al teléfono público de la escuela, hablando con él. El tiempo había escapado de ella. Finalmente lo hizo, arrastrándose por las puertas y tratando de no tropezar con sus propios pies.

El aula estaba vacía. Frunció el ceño, mirando alrededor. Nadie, ninguna señal de vida en la pequeña aula. Estaba a punto de dar media vuelta e irse, pero una voz la detuvo. Una voz muy familiar.

—Buenas tardes, Señorita Swan —dijo Edward, entrando en el salón, vistiendo el tipo de traje que un profesor usaría. Una camisa de vestir azul claro, fajada dentro de unos prístinos pantalones caqui. Cerró la puerta detrás de él, echando el cerrojo y cerrando las persianas.

Bella estaba sin habla. Tenía un millón de preguntas corriendo por su mente; ¿Cómo Edward había arreglado aquello? ¿A dónde había ido la clase? ¿Cómo se las había arreglado para llegar a la escuela sin que el sol revelara su mortal secreto?

—Edward —comenzó ella—. ¿Cómo…

—Llámeme Sr. Cullen, por favor —le dijo él, sonriendo con indulgencia. Ella lo miró fijamente; sin duda esto era una especie de situación 'juego-de-roles', y hasta ahora ella no había estado haciendo un buen trabajo. Arregló sus rasgos a una apresurada sonrisa.

—Claro, Sr. Cullen —dijo, tomando asiento en el frente del aula.

Lo tenía que admitir, Edward se veía HOT como profesor. Él caminó hacia ella lentamente, sin apartar sus ojos de su rostro. Llegó a su pupitre y se inclinó, de modo que su cara estaba sólo a unos pocos centímetros de la de ella. Ésta sintió que su corazón latía salvajemente y tragó saliva audiblemente.

—Dígame, Señorita Swan, ¿Qué hizo para acabar en detención? —le preguntó a ella, con una sonrisa sexy en su rostro. Bella se obligó a concentrarse.

—Llámeme Bella, por favor. Y uh, no estaba consciente de que hubiera hecho algo malo —le respondió, con un leve rubor apareciendo en sus mejillas.

—Muy bien, Bella. Yo estaba bajo la impresión de que estaba provocando disturbio en su clase de Biología —dijo Edward seriamente, con su rostro todavía a sólo centímetros del de ella.

Ahora Bella estaba en verdad confundida. No entendía a dónde iba Edward con eso.

—¿Qué clase de disturbio? —le preguntó, frunciendo el ceño ligeramente.

—Ser demasiado hermosa, por supuesto. Es difícil concentrarse cuando usted es increíblemente sexy.

—No puedo imaginar cómo es eso —dijo secamente, con las mejillas volviéndose de un color rosa más oscuro—. ¿Así que cuál será exactamente mi castigo?

Edward no respondió; aplastó sus labios en los de ella, con sus dedos haciéndose nudos en su cabello. Bella respondió abriendo su camisa de un jalón, los botones salieron volando por todas partes.

—Me gustaba esa camisa —murmuró Edward, mientras se apartaba para quitar la camiseta de Bella.

—Desquite —dijo ella con una sonrisa, presionando su cuerpo contra el de él. Volvió a pegar sus labios contra los de ella y ésta suspiró en su boca. Sintió que Edward la cogía y la colocaba en el borde del amplio escritorio del profesor al frente de la sala. Él desabrochó su sujetador y lo arrojó a un lado, apartando su boca de la de ella y arrastrándola hacia abajo a sus pechos, su húmeda y fría lengua lamió sus pezones, poniéndolos duros. Se bajó los pantalones con alarmante velocidad; siguiendo con las bragas de ella. Luego volvió a los pechos femeninos, succionando y lamiendo sus pezones de nuevo, poniéndola frenética. Ella dejó escapar un pequeño gemido. Edward besó y lamió a su manera descendiendo lentamente a su coño, excitándola más y más. No hubo bromas esta vez; fue al grano, deslizando su fría lengua en su coño, lamiendo su clítoris mientras ella gemía su nombre, tratando de ser silenciosa.

—Tienes una A+ en este curso —jadeó Bella, tratando de evitar que sus muslos temblaran. Edward dejó lo que estaba haciendo para alzarle una ceja.

—Yo soy el profesor, ¿recuerdas? Yo te evalúo. Hasta ahora estás pasando con total éxito —le dijo a ella, volviendo a lo que estaba haciendo. Bella dejó escapar un lloriqueó mientras él lamía su clítoris repetidamente. Podía sentirse a sí misma a punto del orgasmo.

—Ed- Sr. Cullen, voy a… —jadeó, cuando sintió que Edward se metía su clítoris en su boca y lo succionaba. Se vino, temblando y gimiendo en voz baja. Edward le dedicó una sonrisa torcida y en los dos segundos en que Bella había cerrado los ojos y vuelto a abrirlos, él estaba desnudo. Ella trató de calmarse, poner sus pensamientos en orden, pero fue en vano. Había un solo pensamiento en su mente, y ese era Edward.

Él se colocó en su entrada y se deslizó en ella con un gemido, con sus manos aferrando la cintura de ella con fuerza. Ella dejó escapar un suspiro de satisfacción y trató de retroceder y avanzar para encontrarse con los empujes de Edward. Él quitó una mano de las caderas de ella y usó su frío dedo para frotar su ya hinchado clítoris. Bella dejó escapar un gemido tan pronto como él lo tocó; todavía estaba increíblemente sensible de la última asistencia que él le había dado. Lo frotó en pequeños círculos, hasta que ella estaba justo en el borde de nuevo.

Él también estaba muy cerca. Con un pequeño gruñido, se vino, gimiendo el nombre de Bella al tiempo que hacía sus últimos empujes, todavía frotando su clítoris. En ese momento Bella se vino de nuevo, con su cuerpo retorciéndosele y sudando. Apenas se dio cuenta que Edward había salido de ella mientras su placer disminuía. La levantó en sus fuertes y fríos brazos como si fuera una muñeca de trapo, y la besó dulcemente. Bella se las arregló para encontrar su voz.

—¿Sr. Cullen? —preguntó sin aliento.

—¿Sí, Bella?

—¿Das clases privadas íntegramente?

Él levantó el rostro de ella y la miró a los ojos con los suyos color topacio.

—Por ti, haría cualquier cosa —le dijo con su aterciopelada voz angelical.

Bella se derritió en otro charco cosa pegajosa ante sus palabras. Tenía que hacer algo para Edward… pero necesitaba ayuda. Necesitaba a Alice.

martes, 27 de julio de 2010

"Llevo una vida muy normal, cuando no estoy trabajando"

akota Fanning elegantemente posó para la edición de agosto de la revista Flare. La actriz, que tiene 16 años y ya es considerada un icono de la moda, posó para la lente del fotógrafo Max Abadiano y habló de como es su vida dentro y fuera de las pantallas.

En la entrevista, la artista dijo que a pesar de la fama, lleva una vida normal y disfruta del tiempo libre en compañía de familiares y amigos. Llevo una vida muy normal, cuando no estoy trabajando. Creo que es bueno estar rodeada de gente que son importantes para mí y que me conocen bien”, dijo.

Dakota, protagonista de “Crepúsculo”, cuenta como es la relación con sus compañeros de trabajo Kristen Stewart y yo fuimos una vez a jugar a los bolos. Ella es una de mis mejores amigas. Así que fue muy divertido interpretar a su enemiga en Eclipse. Así es como funciona la actuacion. Cuando dicen ‘Corten’, puedes volver a la normalidad y ser tú mismo”.


Fuente

¡Ash es sin dudas una nena Sexyy!



Y para demostrar que el titulo es cierto les dejo este par de fotillos donde vemos a una sexy y muy segura de si misma Ashley Greene... ¡Disfrutennnlas!

viernes, 23 de julio de 2010

Bleeding For Love


Él jamás pensó caer en las redes de cúpido. Ella sólo lo anhelaba como una fantasia pero un loco y suspicaz sentimiento llamado amor floreció entre ellos, dejando una huella inborrable en sus vidas.

BY: Liz19forever
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Bueno mis chicas soy culpable y les pido mil disculpas por no haber actualizado pero el trabajo me tiene a full y eos que aun no empiezo uni T.T...pero bueno mis chcias por que als amo y porque fue mi culpa aqui dos capis del fic!!!

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Demons from the past

Frente a mis ojos aún tenía ese par de mar verde esmeralda y pensé que aún seguía tendida en la mitad de mi habitación pero fue un haz de luz el que me comprobó lo contrario. Parpadee rápidamente y aún tenía un fuerte dolor de cabezas punzante. Enfoque mejor mi vista y me percaté que tenía una pequeña linterna frente a mí. Mis ojos se desviaron de la penetrante luz hacia un costado y allí estaba el dueño de esa mirada hipnotizadora con un semblante difícil de definir. Volví mi mirada al frente y ahora reconocí al dueño de la linterna y el lugar donde me encontraba, ambos se habían transformado en una de mis pesadillas repetitivas.

— ¿Cómo te sientes Bella? —me preguntó el Dr. Volturis

— Como si me hubiera pasado un camión encima ¿Hace cuanto que estoy aquí? —le pregunté

— Un par de horas —me aclaro con esa mirada inexpresiva que tanto odiaba en él.

Me quede callada nuevamente mientras él terminaba de hacerme el examen de rutina. Apago la luz y se concentró en tomarme el pulso.

— ¿Ves lo necesario de asistir a los controles médicos? —me reclamó en un susurró y me encogí de hombros.

— La verdad no —le respondí brevemente y suspiró frustrado por mi terquedad con la que luchaba hace años ya.

— Esto podría haberse evitado si me hicieras caso y siguieras mis indicaciones —me reprochó separándose de mí.

Apretó un par de cosas en las maquinas que estaban sobre mí cabeza y tomo entre sus manos la típica manguerita de oxigeno. La mirada de espanto no se dejó esperar pero tuve que resignarme cuando él enarco una ceja. Edward permanecía abstraído al fondo de la habitación sin decir nada, sin hacer nada simplemente contemplándome. Miré al Doctor Volturis y este se acercó a la puerta.

— Los dejaré solos unos momentos mientras busco a una enfermera

— ¿Otra vez? —le pregunté horrorizada y él asintió

— Genial —murmuré arreglando mi ropa de cama, oficialmente había comenzado la pesadilla que pensé había dejado atrás el otoño pasado.

Mantuve mi vista en sus ojos hasta que sentí el golpe de la puerta al cerrarse. Se acercó hasta mí y baje mi vista jugando con el borde de la sabana nerviosa por lo que me diría.

— ¿Queda algún secreto oculto más que quieras contarme? —me preguntó más preocupado que molesto.

— No —confirmé evadiendo su mirada —sin embargo solo para el registro —agregue encarándolo —tú nunca preguntaste al respecto así que no te oculte información —me defendí y puso sus ojos en blanco

— Déjame decir que "enfermedad" no es uno de los tópicos dentro de mi repertorio de preguntas para una segunda cita —exclamó sarcástico y me reí

— Supongo que deberás incluirlo ya ves uno nunca sabe —exclamé divertida y me miró aún más serió que antes.

— Lo único bueno de esto es que fue ahora y no cuando fuera demasiado tarde —reflexionó cabizbajo al cabo de unos minutos interrumpiendo el silencio reinante.

Me quede pensativa ante aquella observación pero la verdad no sabía por donde empezar. Mi enfermedad no era un tema agradable de conversar así que guarde silencio unos momentos analizando mi situación y finalmente hablé.

— Estoy a tiempo prestado —confesé y sí íbamos a practicar esto de la honestidad que mejor que comenzar ahora pensé. Apretó sus labios sorprendido por la noticia y por el brillo en sus ojos creo que lo pillé desprevenido con mi confesión, era muy probable que en su vida haya imaginado toparse con alguien sentenciado a una muerte prematura.

Nos interrumpió la entrada de una enfermera con una bandeja quirúrgica entre las manos detrás de ella venía el Dr. Volturis. La muchacha me sonrió un poco nerviosa pero para mi tranquilidad por primera vez yo no era la causante de esa mirada lo que le agradecí internamente a mi "acompañante"; Mi médico se acercó para "explicarme" algo que ya me sabía de memoria así que lo interrumpí.

— No cree que a esta altura del partido ya se hace innecesario la charla —le hice ver extendiendo mi cuello para que instalaran el dichoso catéter.

— ¿Si me hicieras caso no estarías aquí? —refutó mientras la enfermera acomodaba las cosas sobre una mesita, se me apretó el estomago al ver el largo de la aguja.

— ¿Qué habría de divertido en aquello? —le contesté tratando de volver la conversación menos dura mientras me enderezaba en la cama pero Edward interrumpió nuestra pequeña plática médico-paciente.

— ¿Morirá? —preguntó inquieto y lo miré sorprendida, hacía mucho tiempo que no escuchaba esa palabra, mi familia entera trataba de evitarla a toda costa haciendo con ello que me acostumbrará a saber sin decirlo.

— Veo que no le has contado a tu novio sobre tu enfermedad —regaño el Dr. Volturis convencido que el chico parado a un costado tenía en parte alguna clase de derecho adquirido para saber de mi situación médica.

La enfermera se acercó y mientras me colocaba el catéter en el cuello, el doctor le explicó a Edward toda la verdad y yo escuche una historia para nada nueva.

— Eventualmente si sigue sin obedecer, sí —le contestó y ambos me miraron

— Es fácil decirlo cuando no se esta detrás de la cama —protesté apretando mis ojos cuando sentí el pinchazo.

— ¿Quiere decir que es curable? —preguntó esperanzado mi príncipe de película ignorándome por completo.

— Tratable que no es lo mismo —corrigió el profesional y esté suspiró sin entender.

— Lo que trata de decir es que puedo vivir años enferma —le expliqué yo sin poder evitar el sarcasmo en mi voz. Lo miré de reojo y continúe — ¿Cómo ves me sería muy útil que fueras en estos momentos un vampiro? —ironice.

Mis ojos quedaron fijos en la puerta de entrada de mi habitación contemplando como la enfermera se retiraba sin siquiera haber hablado nada.

— ¿No podrían operarla? —preguntó saliendo del transe inicial que había causado mi pequeño e importuno comentario.

— Su tipo de anemia es una especie de cáncer y lamentablemente —explicó el médico pero decidí interrumpirlo era mejor que lo escuchara sin tanto tecnicismo de por medio.

— No soy candidata para un trasplante de médula, solo estoy esperando a que me lleve la pela —concluí la frase y ambos tanto médico como actor me miraron impactados por mi frialdad

— ¿Qué? —protesté poniendo mis ojos en blanco ante el cinismo en el que la gente cae cuando esta cerca de gente que se va a morir.

Aún no acababa de entender ese sentimiento de querer hablarlo todo utilizando palabras bonitas y menos directas, como evadiendo una realidad que es igual para todos. La muerte es algo que nos sucederá tarde o temprano a todos por igual, por algo somos mortales, la única diferencia era que yo tenía una fecha más o menos cierta para ese evento. Además para ocupar el papel de "aquí no pasa nada" me bastaba con mi madre y mi hermana que lo único que querían era que pensara en mi muerte como en un viaje a un lugar lejano lleno de pajaritos, flores y nubes voladoras donde mi alma se regodearía en paz eterna. Miré al techo en un silencio incomodo que se produjo ya que al parecer la curiosidad de Edward había terminado de momento y yo no sabía que más agregar para ser honesta. Se abrió la puerta y detrás de la enfermera que venía con unos paquetes en las manos entraron mi madre seguida por mi hermana mayor.

— ¡Isabella hija! – exclamó mi madre acercándose hasta la cama para estrecharme entre sus brazos.

— Aún estoy viva mamá no exageres —le pedí en un murmullo contra su cuello tratando de zafarme de sus brazos.

— ¿Por qué siempre tenemos que ser las últimas en enterarnos que algo mal está pasando? —me reprocho mi hermana mirando a Edward —Eres una egoísta —siseó enojada y mi madre la miró.

— No trates así a tu hermana —le pidió mi dulce madre sin quitarme la vista de encima, tenía sus manos en mi rostro y por su expresión supe que contenía el llanto solo porque habían más personas en aquella habitación, una de ellas desconocida aún.

— ¿Y cómo debemos tratar a la princesa? —preguntó mordaz Jessica mirándome con esos ojos inquisidores, pero mi madre la ignoró.

— ¿Cómo te sientes? —me preguntó acariciando mi rostro.

— Viva —le respondí y Edward tosió dándome esa mirada fulminante de "es tu madre por Dios santo" tomé aire y cambie mi expresión — Dentro de todo bien, gracias por preguntar —corregí —solo fue una hemorragia —concluí como si nada.

— Qué podría haber sido mortal —gruñó mi hermana entre dientes

— Cuéntame algo que no sepa —le contesté de vuelta y mi madre tomó entre sus manos mi rostro para hacer que la mirará.

— Basta no quiero que peleen —me dijo con un tejo de tristeza. Sus hermosos ojos azules se llenaron de lágrimas y la abrace.

— Lo siento —me disculpé mirando a mi hermana mayor que permanecía impertérrita a los pies de mi cama.

En eso la enfermera se acercó y el Dr. Volturis termino de firmar unos papeles, se acercó hasta nosotras y le puso una mano en el hombro a mi madre quién se separó de mí.

— Estará bien, le pondremos una dosis más fuerte esta vez y todo volverá a la normalidad

Le explicó el médico a mi madre quién asintió. A su indicación la enfermera colgó las dos bolsas de droga en el atril y tomo entre sus manos la sonda que inserto en el catéter que recién me había puesto ella misma.

— Debes estar cansada por que no duermes un rato —me pidió mi madre —esperaremos afuera —agregó dándome un pequeño beso en la frente.

Mi hermana fue la primera en salir y cuando advertí que él también se iría me levanté.

— ¡No espera! —chillé en pánico y Edward se giró mirándome desconcertado y un poco incomodo porque me preocupará su partida y no la de mi familia —se que tienes cosas que hacer pero podrías quedarte un momento más —le pedí y mi corazón se apretó ante el hecho que tal vez él ya no quisiera estar conmigo después de saber toda la verdad.

— Cariño tal vez él tiene cosas importantes que hacer, debes dejarlo ir —intervino mi madre pero él se acerco y me sonrió.

— Adicta involuntaria —le murmuré y una sonrisa torcida se dibujo en su rostro mientras se sentaba en el borde de la cama. Al verlo allí me relajé apoyando mi espalda contra el colchón. Tomó entre sus manos las mías y suspiré mientras fijaba mi vista en el goteo que se originaba al comienzo de la sonda.

Había perdido la cuenta de cuantas gotas habían pasado, estábamos en silencio, yo seguía absorta contemplando como se vaciaba la bolsa que faltaba de droga que había olvidado por completo la noción del tiempo incluso de la realidad, probablemente ya sería de noche. Tenía mi rostro apoyado contra su pecho y él jugaba con mis dedos.

— No podremos hacerlo en varios días —le advertí

— Eres la persona más extraña que he conocido, no puedo creer que te preocupe la falta de sexo pero que no te preocupe morir —me contestó de vuelta con un tejo de incomprensión y reproche en la voz.

— No solo de pan vive el hombre —le hice ver riéndome mientras me levantaba un poco de su cuerpo. En el segundo que despegue mi rostro de aquel me mareé.

Aspire lento y profundo para contener la nausea que era uno de los desagradables efectos secundarios de la quimioterapia.

— ¿Llamo a la enfermera? —me preguntó cuando se percató que cerré los ojos.

— No estoy bien —le dije y los abrí — ¿Podrías alcanzarme el vaso de agua? —le pedí en un hilo de voz sin dejar de respirar, miré como se incorporó en la cama, me acerco el vaso hasta la boca y me ayudo a tomar.

Usualmente el agua mejoraba notablemente esa sensación de amargura en la lengua y dejaba a raya la sensación de vacío que me provocaba en el estomago.

— Lo que estás haciendo podrías considerarlo como una obra benéfica, algo así como "Make a wish" —le susurré divertida pero a cambio me miró furioso.

— No le veo la gracia —espetó molesto —no hay segundas oportunidades para vivir —agregó melancólico.

— Esa frase es una de mis favoritas —le contesté sonriendo mientras me recostaba en la cama

— La muerte es una condición permanente ¿Realmente quiere morir a los veintidós años de edad? —me preguntó desconcertado

— Sabes por qué me enamoré del personaje —le pregunté en respuesta, sacudió su cabeza y puso sus ojos en blanco levantándose de la cama

— Él es un personaje de ficción, no tengo que aclararte que los vampiros no existen —repuso serio y luego agrego —Aunque puede parecerte una solución muy romántica, no lo es, por el contrario creo que deberías seguir los consejos de tu médico —exclamó mirando por el ventanal de la habitación.

— Y estar permanentemente conectada a esto —rebatí tomando la sonda entre mis manos —No tienes ideas de lo que estas aconsejando —concluí

— Por el contrario tu eres la única que no parece dimensionar la consecuencia de tu actuar irresponsable —rebatió él

— Moriré de todas formas no veo el objeto de dilatarlo —concluí cerrando mis ojos

— ¿No tienes miedo a que sea una muerte lenta y dolorosa? —me preguntó acercándose a mí nuevamente.

— ¿Acaso no estoy drogándome nuevamente? —le contesté de vuelta abriendo mis ojos.

— Me tengo que ir —informó de repente y no pude acallar a mi rostro que se desfiguró por la aprehensión que me provocaba no volver a verlo nunca más —volveré en la mañana, creo que es tiempo que hables con tu familia —aclaró y suspiré.

Me besó en la frente y luego tomo entre sus manos la mía sosteniéndola en el aire, se separó lentamente de mi y camino lejos. Nuestras manos se separaron cuando sus paso llegaron hasta los pie de la cama donde me encontraba. Me miró por última vez desde el umbral de la puerta, sus labios esbozaron una sonrisa tierna, nos quedamos fijos contemplando en silencio, él desde el otro lado de la habitación. Entre sus manos estaba el borde de la puerta y cuando la abrió para salir quise gritarle dos palabra que sentía habían llenado mi corazón por completo y que englobaban ese sentimiento tan mortal pero guarde silencio temiendo que para Edward probablemente fuera demasiado temprano siquiera para sentirlo.

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A Frozen Moment

— ¡No punto final de la discusión! —respondí y tanto mi madre como mi hermana me miraron enojadas.

— Que no te das cuenta que tu decisión involucra la vida de más personas —exclamó mi hermana

— ¿Lo dices por Edward? —le pregunté y ella se acercó a la ventana.

— Acaso no es el de turno —me contestó y eso de "turno" o no "turno" estaba haciéndose realmente molesto. Esa actitud medio déspota que podía tener a veces Jessica era justamente lo que había terminado por separarnos.

— Justamente por ello prefiero seguir viviendo sola, no quiero que "mi turno" moleste a la realeza en su casa —contesté y mi madre suspiró.

— ¿Qué no se pueden llevar bien aunque sea un rato? —nos preguntó a amabas.

Me levanté de la cama y mi madre se abalanzo a ayudarme. Me sujeto de un brazo para que permaneciera erguida sin tambalearme.

— ¿Le pediste a la enfermera que viniera a quitarme esto? —le pregunté tocando el catéter que me habían puesto a un costado del pecho, unos centímetros bajo la clavícula.

— Sabes que no pueden quitártelo lo necesitarás la próxima semana —exclamo pacientemente.

— Pueden ponerlo en esa ocasión no quiero andar con esto toda la semana colgando —objeté y en eso entró el Dr. Volturis.

— ¿Cuándo me dará de alta? —le pregunté con un brillo en los ojos

— Tan mal te han tratado que no pasan ni cinco horas y ya quieres irte —me contestó riendo mientras caminaba hasta la cama, tomó entre sus manos la ficha médica y luego me miró

— ¿Harás reposo absoluto? —me preguntó suspicaz con una pequeña risa en los labios

— Pensé que era un ejercicio saludable y recomendado —le contesté y se sintió el siseó de mi hermana.

— ¿Podrías ponerte seria por un minuto y sopesar que estas muriéndote? —me preguntó irritada por mi jueguito.

— Sí sopesar mi muerte me convertirá en una mujer amargada como tú prefiero seguir fingiendo y follando con quién se me ocurra, al menos moriré feliz —le contesté sentándome en el borde de la cama, mi respiración se hizo irregular por lo agitada que le contesté y las maquinas conectadas a mis dedos lo demostraron.

Mi nivel de oxigenación bajo, mi ritmo cardiaco se acelero: resultado obstruida por haber discutido con mi hermana mayor. El doctor Volturis me puso la manguerita del oxigeno en la nariz y me miró

— Te daré de alta mañana por la tarde pero —advirtió

— Me mantendré alejada de la tentación ya entendí —le contesté interrumpiéndolo.

Me dio un último vistazo y se retiró dejándonos solas nuevamente.

— ¿Ven a vivir con nosotras, por favor? ¿Hazlo por mí? —me pidió mi madre en una súplica que seguro hubiera convencido a cualquiera pero de solo pensar en que eso significaba que compartiría el techo con mi hermana Jessica me hacía desistir la idea y si no habíamos sido capaces de conversar sin agredirnos estas escasas cinco horas, mucho menos podríamos convivir indefinidamente.

— Madre puedes visitarme cuantas veces quieras, incluso quedarte a dormir si eso te hace feliz pero no regresaré a la casa —le explique y ella me miró apenada —yo adoro vivir sola, tengo mi vida, mis cosas, mis responsabilidades sin contar que tengo mi espacio —agregué —prometo que serás la primera en llamarte si sucede algo así otra vez —le dije y ella sonrió

— ¿Está viviendo contigo? —me preguntó de repente mi madre y me reí. Probablemente no lo vería más y a ella le preocupaba que estuviera compartiendo mi cama con él.

— No —respondí.

Volví a marearme pero esta vez no pude evitar vomitar y gracias al cielo mi madre, como buena madre que era, alcanzo a ponerme el bote de basura. Acarició mi espalda y por suerte Edward no había querido permanecer conmigo el resto de la noche, sino seguro lo terminaba de espantar con los desagradables efectos secundarios. Me llevo hasta el baño y me mojo el rostro tiernamente, así escurriendo por mis mejillas el agua me acordé de mis cinco minutos de fama y era mejor contarle a mi familia sino mi hermana me mataría.

— Mamá —exclamé girándome para mirarla a los ojos

— Dime —me miró esperanzada porque hubiera cambiado de opinión

— Es probable que veas mi fotografía en un par de revista —le confidencie y se sorprendió —él es actor —le aclaré

— ¿Es el chico de la película esa? —me preguntó recordando lo emocionada que había estado cuando le mostré la carátula del DVD de Crepúsculo que me había comprado apenas había sido lanzado al mercado.

— Así es —le confirmé y ella se rió pero el brillo de la esperanza se apagó

— Prométeme que esta vez no dejarás la terapia —me pidió en un susurró y asentí abrazándola.

— Trataré —exclamé

Mi madre iba a objetar pero fuimos interrumpidas por la voz chillona de mi mejor amiga de la infancia quien con lágrimas en los ojos me separó de mi madre bruscamente y me abrazó apretándome con una fuerza que no le conocía hasta ahora, enterró su cara contra los pliegues de mi cuello.

— ¡Tonta! casi me da un infarto cuando escuche el mensaje —me dijo llorando de plano —estaba en clases lamento no haber contestado oportunamente —se disculpo avergonzada.

— No te preocupes Alice —le dije y ella respiró aliviada —lo principal es que estas aquí —consolé

— La próxima vez te traeré una camisa de dormir estas son horribles —comentó mi amiga Alice mientras me acercaba la bandeja del desayuno que contrario a todo no se veía para nada apetitoso.

— Gracias por quedarte conmigo —le dije mientras tomaba su mano

— De nada para que están las amigas además no creo que te hubieras querido quedar con la pesada de tu hermana y tu madre tenía que descansar no era justo que se quedara toda doblada en ese sillón infernal —concluyó Alice revolviendo mi té.

— Lo sé pero no puedo hacer nada al respecto, mi destino esta unido a esta cama —le contesté

— Sabes que no es cierto si tan solo te hicieras la terapia como corresponde —me dijo y miró a la ventana pero no le contesté nada.

Tomé entre mis manos la única tostada que había puesto en el plato y la unte con la mermelada desabrida que estaba a un lado. Luego tomé la taza entre mis manos y tomé un sorbo. Estaba en eso cuando sentí el golpe de la puerta. Mis ojos se abrieron y mi corazón comenzó a latir a prisa, eran las diez y media de la mañana ¿Podría él querer venir tan temprano a visitarme?, me pregunté masticando ansiosa el pan en la boca. Alice se rió por mi actitud ansiosa y cuando la puerta se abrió la sonrisita estúpida que era provocada solo por Edward se me tatúo en el rostro.

— Buenos días —saludó con esa sonrisa torcida en sus labios y yo como una completa tonta seguí su entrada sin quitarle la vista de encima, estaba absorta sin poder salir del transe. Alice rezongó por mi actitud pero no me importó.

— Buenos días —terminé por exclamar dejando la taza de té en la bandeja cuando ya lo tuve enfrente.

— Llego mi relevo —anunció toda sutil mi amiga tomando sus cosas del sillón se giró a mirarme divertida —vendré más tarde —agregó pero la interrumpí

— No será necesario me darán de alta al medio día —explique

— ¿Tan rápido? —protestarón tanto Edward como Alice al unísono. Mi amiga lo miró y se acerco hasta mí nuevamente de forma recelosa.

— ¿Por qué tan temprano? —me preguntó entre dientes pensando que él no sabía toda la verdad

— Porque prometí hacer reposo absoluto en la comodidad de mi cama —le comenté enarcando una ceja sugerente a Edward que se sonrojo.

Alice abrió su boca en sorpresa y achico sus ojos exhaustivamente ante mi confesión. Miró de reojo a Edward y camino hasta la puerta.

— Dale saludos a Jasper de mi parte, cuando lo veas —le pidió y este se encogido de hombros asintiendo sin mirarla.

Mi amiga se fue y él se acercó rodeando la cama, me retiro la bandeja para sentarse en el borde junto a mí.

— No pensé que vendrías tan temprano —le confesé

— Algunos trabajamos ¿lo sabías? —me dijo acercándose hasta mis labios me quede estática sin saber que hacer y era totalmente surrealista tenerlo frente a mi.

Me besó lentamente los labios y mi corazón se aceleró así como mi temperatura corporal y realmente este hombre iba a ser mi perdición. Me incorporé y puse mis manos al costado de su cabeza enterrando mis dedos entre sus suaves cabellos acariciándolos mientras seguía besándolo. Sentía el latir frenético y punzante en el fondo de la garganta, mientras sentía la humedad de sus tersos labios contra los míos acariciándolos de una manera tan perfecta que era difícil creer que alguien, que no sintiera nada por la otra persona, lo hiciera así de esa manera tan delicada tan llena de amor.

Sin mediar consecuencias acerque mi cuerpo contra el suyo y guiada por el deseo me empine sobre la cama, me separé escasos centímetros de sus labios pero los capture otra vez en un beso acercándome mejor ahora que estaba más cómoda. Sentí una de sus manos acariciar mi cuello y la otra estaba puesta en mi cintura atrayéndome hacía él. Mi respiración se había vuelto errática y estaba perdida en el momento que estamos teniendo que sólo el carraspeo de alguien en la puerta me trajo de regreso a la tierra.

Ambos tanto Edward como yo miramos al dueño de ese peculiar sonido que permanecía parado en el umbral de la puerta de mi habitación y fue allí cuando me percaté que la maquina de los latidos cardiacos estaba completamente descontrolada y una alarma incesante inundaba la habitación.

— Lo siento

Le dije completamente roja de vergüenza a la enfermera y volví a sentarme en la cama. Está se acerco y apago la alarma y nos miró tiernamente.

— Creo que apagaremos esto un rato

Me dijo mientras se acercaba al monitor y me quitaba el sensor del dedo índice para luego irse dejándonos solos.

— Ves que es cierto cuando todas dicen que causas infartos y combustiones espontáneas, acabas de comprobarlo y con instrumento médico y todo.

Exclamé tratando de calmar mis hormonas descontroladas. Se rió mordiéndose el labio nervioso.

— ¿Te darán de alta por qué el médico así lo índico o por qué tú lo pediste?

Me cuestionó acariciando mi rostro con sus dedos.

— Las quimioterapias son hospitalizaciones cortas además tengo que volver la próxima semana

Le contesté y otra vez tenía mi corazón latiendo a mil y mi imaginación fuera de control, es que mirarle esa carita y esa expresión de preocupado que me estaba regalando me provocaba ganas de comérmelo a besos.

— ¿Volverás a tu departamento o a otro lugar? —preguntó tímidamente

— ¿Por qué? —le pregunté de vuelta intrigada jugando con su mano que estaba apoyada en la cama

— ¿No quedas débil después del tratamiento? —me preguntó en un susurró.

— Sí pero eso es al principio como ves ya me siento mucho mejor —le contesté y me lleno de gozo que estuviera preocupado por mí, confirmándome que en verdad yo era alguien especial para él

— Entonces volverás a tu departamento —insistió encarando su mirada con la mía.

— Sí —le confirmé y sus ojos brillaron. Esas dos orbes verdes se iluminaron ante mi confirmación.

Era sorprendente verlo a mi lado, me parecía casi un sueño hecho realidad, las horas junto a él se me hacían cortas y por primera vez no desee que el tiempo trascurriera rápido, quería detenerlo, casi enfrascarlo para siempre con tal que esos minutos que pasábamos junto se hicieran inmortales. Me acompaño hasta que el doctor Volturis llegó que me dio las instrucciones finales para firmar el alta médica. Estaba realmente ansiosa de irme a mi casa y volver a la rutina de mi vida. Estaba casi hipnotizada mirando el dichoso papel que me daba la libertad cuando recordé el molesto y estúpido catéter.

— ¿Puede quitármelo? —le pedí y el médico me miró serio

— Sabes que no —me respondió e hice una mueca

— Puede volverlo a ponerlo luego —refuté nerviosa. Realmente no quería irme con el catéter puesto, eso implicaba un cuidado extra y la verdad lo que menos quería era tener puesto en mi cuerpo un recordatorio de "estoy enferma aléjate", eso desalentaría su lado pasional que me traía vuelta loca y que a esta altura ya estaba necesitando.

— La idea de poner un catéter es justamente evitar pincharte a cada rato —me explicó el doctor Volturis y quise estrangularlo.

Finalmente me resigné a su negativa e insistencia porque lo cuidará y porque me cuidará yo también hasta la próxima dosis que sería la última al menos hasta el mes entrante. Como verdadera niña a la que le entregan la golosina deseada miré el dichoso papel que me permitía abandonar ese hospital sin que alguien me cuestionara o presionará por llamar a seguridad al ver que me fugaba. Lo doblé desesperada y me bajé de la cama con tanto entusiasmo que casi olvidé lo que él se encargo de recordarme.

— ¿No esperarás a tu familia? —me preguntó al verme decidida a abandonar esa habitación tétrica de cuidados intermedios —¿O no vendrán? —me preguntó analizando mi respuesta.

— Sí vendrán –le confirme —eso creo –agregue dudativa —pero podemos esperarlas abajo, realmente necesito tomar aire —le pedí y él suspiró.

— No deberías ser tan cruel con tu hermana tanto ella como tu madre están preocupadas y su reacción es lógica, yo la tendría si fueras mi hermana —justificó y me sorprendió

— Pues es una suerte que no lo seas —le comenté besando sutilmente sus labios —pero ya cambiemos de tema que de verdad me agota el tema de mi hermana, oye ¿No tienes que trabajar? —le pregunté y negó con su cabeza

— Tengo hasta Agosto cuando empiezan a rodar la otra película ¿Recuerdas? —acotó y como iba a olvidar que comenzaría a grabar la continuación de la película que me traía loca, bueno no técnicamente la película pero si la historia en sí, había cautivado mi corazón por completo.

Justo cuando íbamos a salir de la habitación entro mi hermana.

— Buenos días veo que ya esta lista —exclamó seria mirando de pies a cabezas tanto a Edward como a mí

— Así es —le confirmé

— Tienes el alta médica tengo que pasar a pagar la cuenta —me dijo y hubiera preferido evitar tocar este tema frente a él. Metí mi mano en mi pequeño bolso y se le entregue. Lo examinó unos minutos y luego dirigió su vista hacía mí

— Mamá nos alcanzará en tu departamento —me explicó sucintamente —Nos encontramos en el estacionamiento no tardo —agrego y salió de la habitación.

Justo cuando iba a dar un paso para dirigirme a la salida entro una enfermera con una silla de ruedas y mire a Edward impactada.

— No saldré en una silla de ruedas —advertí decidida

— Es política del hospital —me hizo ver la enfermera iba a decir algo cuando Edward me puso su mano en la espalda y me acercó a la silla.

— Basta de protestas te sentarás en ella y punto además yo la llevaré —agregó guiñándome un ojo y me reí.

Me senté en la silla y Edward se puso en el hombro mi bolso, mientras la enfermera sostenía la puerta de la habitación para que saliéramos. Esperamos pacientemente por el ascensor y las miradas furtivas de más de una chica no se dejaron esperar.

— ¿Seguro que no traerá consecuencias que estés aquí? —le pregunté nerviosa observando a una muchacha cuchichear con la otra advirtiendo su presencia

— Olvídate del resto de la gente por un minuto —me pidió mientras me hacía entrar al ascensor, cerraron las puertas y digitó el botón del primer piso.

— ¿Crees que lo de mi enfermedad salga en los periódicos? —le pregunté de nuevo

— Supongo, en la era de la tecnología no puedes hacer mucho sin que se enteré a escasos segundos todo el mundo –comentó señalando con un dedo una revista que sostenían dos niñas de aproximadamente quince años donde aparecía nuestra fotografía de la otra noche. Quise enterrarme cuando noté las miradas inquisidoras de ambas, como si yo estuviera robándoles el novio.

Edward se rió y a cambio se puso frente a mí, se agacho lo suficiente para quedar a mi altura.

— La otra noche dijiste que no te importaba aparecer en revistas ¿Has cambiado de opinión? —me preguntó un poco temeroso

— No –le respondí — ¿Has cambiado tú? —le inquirí de vuelta y se acerco a mí para darme un beso pero lo hizo con tal efusividad que por el ruido que hicieron los suspiros ahogados de las niñas a unos cuantos pasos comprobé que ese beso era justamente para eso, demostrarle a todo el mundo, bueno a dos, que era en parte cierto lo que acaban de leer y de paso responder a la enorme interrogante que aparecía como titular ¿Nueva novia? – Sí.

Se me dibujo una sonrisa en el rostro cuando finalmente se separó de mis labios y volvió a poner en movimiento a la silla de ruedas para llevarme a la recepción del hospital donde tendría que firmar los últimos formularios para poder irme a mi hogar.

— Muy bien está todo listo ¿Te irás en su auto o en el mío? —me preguntó mi hermana mientras caminábamos hacía el estacionamiento

— Con él —le contesté

— Bien nos vemos allá —replicó sin objetar caminando hasta su camioneta

— ¿En qué quedamos? —reprochó Edward ayudándome a bajarme de la silla para subir a su auto.

— No puedes pedirme tanta nobleza en menos de una hora —le dije mientras sentía como cerraba la puerta de mi lado.

El trayecto de regreso fue tranquilo y cada cuando miré por el espejo retrovisor para darme cuenta que mi hermana nos seguía. Subí hasta mi departamento sostenida por ambos y realmente no era necesario que los dos me sujetaran de los brazos pero ante la insistencia de Jessica y la mirada de Edward accedí.

— Deberías recostarte

Sugirió mi hermana abriendo las cortinas y las ventanas. Tomo varias cosas que estaban tiradas del suelo y las acomodo. De hecho recogió un par de vasos que estaban en unas de las mesas y que probablemente yo había olvidado guardar. Verla hacer todo eso me puso nerviosa así que decidí irme a la habitación, caminé seguida de él y casi parecía mi guardia. Cuando noté que estaba caminando con las manos listas para sujetarme si me caía me voltee para encararlo.

— Estas en modo "Sobreprotector" —le pregunté divertida y él se relajó avergonzado

— Podrías dejar de compararme con el personaje —me pidió mientras entrabamos a mi dormitorio.

Apenas lo hice mi vista se fue a la cama que estaba abierta, sin hacer tal y como la habíamos dejado la última vez que habíamos estados allí. Camine unos pasos más y me percaté de la gran mancha de sangre en la alfombra y me quede impactada. Edward se adelanto y me sujeto haciendo que dejara de mirarla.

— ¿Cómo supiste donde llevarme? —le pregunte con la vista al vacio

— No lo sabía, simplemente llamé a la ambulancia y ese era el hospital más cercano

Me explicó abrazándome. En eso entró mi hermana y se apresuró a tender la cama y abrir las cortinas dejando entrar luz al cuarto.

— No te preocupes pediré que la laven y quedará como nueva

Me dijo al ver que la mancha de sangre era bastante más grande de lo que hubiera imaginado originalmente, yo solo alcance a ver gotas entre mis dedos. Iba a caminar cuando sentí como él me alzo entre sus brazos cargándome hasta la cama, lo miré extrañada.

— El personaje tiene algunas cualidades que se podrían imitar

Agregó sonriéndome mientras me depositaba en la cama. Justo cuando iba a separarse de mí lo sujete por el cuello de la camisa que traía y lo besé otra vez perdiendo la cordura del momento fue tanto lo que la perdí que otra vez me olvide de la presencia de mi hermana, seguimos besándonos incluso más efusivamente cuando notamos, por el ruido de la puerta, que mi hermana había abandonado la habitación dejándonos solos.

Me senté en la cama luchando con su cuerpo para dejarlo a él tendido sobre está.

— No creo que sea conveniente —protesto pero lo ignoré besando su cuello y capturando entre mis labios el lóbulo de su oreja —tu hermana está afuera —agregó y me reí

— Pues con mayor razón así toma nota y de una vez se le pasa lo amargada —le contesté bajando mi mano hasta su pantalón pero él me detuvo.

— No me gusta tener audiencia —exclamó riéndose y se levantó de la cama

Lo miré y decidí tentarlo. Me hinque en la cama y me quité el suéter que traía puesto dejándome puesta solamente una camiseta tipo sudadera, sus ojos se abrieron al verme hacer eso.

— ¿Qué haces? —exclamo pasando saliva y me reí sin contestarle

Deslice mi mano por encima de la polera hasta el borde del pantalón y lo abrí lentamente bajando la ropa.

— No soy de fierro

Protestó indeciso de acercarse o no. Finalmente siguió impertérrito en su posición.

— Cuento con ello

Le contesté levantando ahora mi camiseta para quitarla, deslice lentamente la ropa hasta que él se acerco y me detuvo la mano.

— Es en serio —me advirtió con una expresión que no le conocía estaba mezclado con deseo y enojo —tu hermana está afuera y yo no soy tan noble como el vampiro —explicó con la voz alterada, no me contuve y lo besé en los labios

— ¿No quieres cumplirme mi último deseo? —le susurré y me sujeto fuerte por las muñecas sacudiéndome un poco, me miró serio. Su entrecejo se arrugo en fracción de segundos.

— Puedo pedirte un favor —balbuceó entre dientes sin quitarme la vista de encima

— ¿Cuál? —le pregunté un poco asustada por su expresión

— Cuando estés conmigo dejarás de ironizar acerca de tu muerte porque no le veo nada pero absolutamente nada de divertido a aquello —siseó aún sosteniéndome contra su cuerpo.

Sentí un golpe en la puerta y luego la voz de mi hermana.

— Me tengo que ir, debo volver al trabajo. Volveré por la noche —explicó.

— ¿Y mamá? —le pregunté sin quitarle la vista de encima a Edward que seguía mirándome un tanto molesto

— Tenía una reunión de la que no pudo excusarse vendrá conmigo por la noche —me respondió y la sonrisa estúpida no se acalló, pronto quedaríamos solos.

— No te preocupes estaré bien —agregué de lo más contenta y sentí los pasos de Jessica alejarse de la puerta.

— ¿Puedo pedirte yo ahora un favor? —le pregunté soltando mis muñecas de sus manos, Edward asintió.

— No quiero tener sexo contigo —le dije seria.

Y probablemente él tenía razón, no había segundas oportunidades para vivir, así que iba a tomar su consejo, me miró como esperando y sabiendo que aún no finalizaba la frase ni la petición así que continúe

— Quiero que me hagas el amor —le pedí y él me respondió besándome con desesperación.