martes, 29 de junio de 2010

Libros Escritos Para Chicas


Nuevas sensaciones

—Allá vamos —sonrió Tom una vez llegamos a un Mini One de color rojo.

—¡No! —exclamé—. ¡Qué coche más bonito!

Tom rió y acarició el capó como si fuera su tesoro más preciado. Yo en Forks tenía una Chevy, mientras que en Londres todo el mundo era dueño de coches espectaculares o al menos, presentables y poco vergonzosos.

Me monté en el asiento del copiloto sintiéndome algo más segura de mí misma y miré distraídamente a la calle. Tom, antes de arrancar, encendió el equipo de música y me eché a reír a carcajadas cuando lo primero que sonó fue Maquillage, de Vive la Fête.

—¡Jamás hubiera pensado que te gustaba este tipo de música! —bromeé yo y Tom, con las mejillas encendidas, intentó cambiar la pista de audio—. ¡Pero déjala, es muy fiestera!

De pronto toda la tensión se fue y me vi bailando electrónica en el interior del coche, consiguiendo que se riera y me acompañara, muy feliz.

—¿Por qué te la sabes? —me preguntó a grito limpio debido al volumen ensordecedor de la música.

—Vivo con Rosalie y Alice. Se podría decir que he crecido con Vive la Fête —le conté mientras me limpiaba las lágrimas—. Mientras se preparan para salir siempre ponen electrónica.

—¡Maquillage! —dijo al mismo tiempo que la canción y reí de nuevo.

—¡Exacto!

No podía creer que estuviera resultando tan fácil pasar tiempo con él. Fuimos gritando todo el camino, pronunciando mal el francés y consiguiendo que los demás conductores nos miraran extrañados.

—¿De verdad tenemos que salir? —le dije una vez que noté que estaba buscando aparcamiento.

—Me temo que sí —sonrió él mientras daba marcha atrás para entrar en un pequeño hueco—. Esto es lo bueno de los coches diminutos...

—¡Tendrías que ver el mío! —reí, acordándome de mi fiel Chevy.

Salimos e inmediatamente me puse el abrigo azul, el frío impactaba contra mi cuerpo y me hacía castañear. Era extraño, cuando había salido de la librería la temperatura era más agradable, parecía como si hubiera bajado unos grados de pronto. Íbamos caminando cuando entendí la razón del cambio brusco de temperatura: estábamos muy cerca del Támesis.

—¡El Tower Bridge! —exclamé—. He pasado por él en coche, pero visto así es aún más impresionante.

—Si fuera de día e hiciera menos frío dábamos lo cruzaríamos, pero creo que no cumplimos ninguno de esos requisitos.

—No importa —le sonreí—, me conformo con verlo desde aquí.

Tom, amablemente, esperó a que terminara de admirar el puente para ponernos de nuevo en marcha.

—Bueno, Thomas, sorpréndeme —dije al engancharme al brazo que me ofrecía.

Estuvimos paseando a una distancia prudente del río, pero de forma paralela a la orilla. Solté un grito de admiración cuando vi un restaurante que se alzaba sobre unas rocas, casi dentro del agua. Lo que se interponía entre el Támesis y el restaurante eran unos arbustos tras los que había pequeñas vallas negras, de acero.

—¿Te he sorprendido? —rió él.

—¡Ya lo creo!

Entramos al acogedor recinto y me sorprendió que el encargado sonriera tan amablemente a Tom, como si lo conociera.

—Quiero sentarme en las cristaleras —pedí, puesto que desde fuera había observado que la planta superior tenía una pared entera de cristal, que daba al río.

—No pensaba elegir otro sitio para ti —respondió él, con un breve guiño de ojo.

Me ruboricé y tras sentarme en una cómoda silla enterré la cara en la carta de comidas. ¿Qué estaba pasando entre nosotros? Sin darme apenas cuenta estábamos actuando de forma normal, como si fuera un día cualquiera dentro de la Universidad, pero sin embargo no se me escapaban los pequeños flirteos tanto de él como míos.

—¿Has decidido qué tomar? —me preguntó al cabo de unos minutos de silencio que no supe identificar como cómodos o incómodos.

—Me decanto por lo seguro —le sonreí—. Una sopa de... ¿gazpacho?

Tom abrió los ojos con asombro y soltó una risa.

—¿Sabes lo que es eso?

—¡Ni idea! —contesté mientras me unía a él.

—Es comida española —explicó—. No sé si te gustará, aunque básicamente es tomate con más verduras. En serio, ¿no prefieres algo más tradicional?

Bufé mientras cruzaba los brazos bajo el pecho.

—¿Cómo el pastel de riñones o el pudin de carne? ¡Me quedo con los tomates, gracias!

Se encogió de hombros dándome a entender que me había equivocado con mi elección.

—¿Tan malo es?

—Tiene ajo, te olerá el aliento —comentó como quien no quiere la cosa.

—¡Así te mantengo a raya! —bromeé yo mientras soltaba una carcajada. Él puso los ojos en blanco y tras sacarle la lengua añadí—: Está bien, pasta a la carbonara para mí.

Sonrió y sus ojos celestes centellearon bajo la iluminación del local. Me puse nerviosa momentáneamente y tuve que recordarme a mí misma que sólo era Tom. Era guapo, sí; muy guapo, incluso. Y encantador. Pero ya está.

Un camarero llegó y tras intercambiar unas palabras afables con mi acompañante tomó nota de nuestros pedidos y se fue rápidamente.

—¿De qué lo conoces? —me interesé mientras nos servían las bebidas.

—No está bien que te lo diga, pensarás que te he traído aquí porque me sale gratis y no es así.

Fruncí el entrecejo mientras bebía de mi Coca-Cola.

—No, venga, cuéntamelo —le pedí.

—Está bien... —suspiró—. ¿Sabes que estudio Arquitectura, no? —Esperó hasta que asintiera para proseguir—. Pues mi padre es arquitecto, tiene... cierto renombre, quizá te suene.

—No, no lo creo —me reí yo—. Lo siento, pero no sé ni quién hizo el Empire.

—Vale, pero yo sí que sé algunos escritores. Deberías aplicártelo —me riñó con una sonrisa—. El caso es que conoció a mi madre en un restaurante en Liverpool, él era de Londres y ella una cocinera en busca del éxito.

—¿Como Monica Geller en Friends?

En ese momento llegó la comida, pero no aparté la vista de él. No tenía tanto carisma como Edward —era difícil, había que reconocerlo—, pero sabía cómo entonar y expresarse para captar la atención. Enrollé espaguetis sin prestar atención en el tenedor y los probé mientras seguía atenta.

—Parecido —continuó mientras cortaba su filete—. El caso es que se enamoraron y consiguió convencerla de que dejara Liverpool por Londres.

—Bueno, si estaba enamorada no le costaría demasiado —sonreí yo.

—No, era independiente y sí que le costó.

—Pero... —empecé a decir.

—No, Bella. Debes entender que aquí las cosas son diferentes.

—No te sigo.

Dejó los cubiertos con delicadeza y me miró mientras elegía las palabras exactas.

—Puedes querer mucho a una persona, pero aquí el futuro profesional quizá esté por encima. Es una mentalidad muy europea, por decirlo de alguna forma. No pretendo que lo entiendas, pero mi madre no estaba dispuesta a abandonar su sitio, donde estaba progresando, sólo porque se hubiera enamorado. Llámalo acto visceral, pero las cosas son así.

Lo medité durante unos segundos.

—No, sé lo que quieres decir. Son mentalidades diferentes, pero no hay que generalizar. En mi curso del año pasado, en Estados Unidos, varias compañeras se quitaron de la carrera sólo porque se iban a casar con su novio del instituto. Conozco a muchas chicas que lo han hecho, pero yo no me siento dentro de ese grupo.

—Aquí eso no ocurre. Es decir, puede que haya una pareja que se vuelva loca y decida cometer la imprudencia de casarse antes de madurar mentalmente, pero es una minoría. Siento si mis palabras te molestan o piensas que no son acertadas, pero es lo que pienso.

—En absoluto, opino igual que tú. Ahora sigue contando la historia.

Tom masticó con rapidez y tras dar un sorbo de su bebida se aclaró la garganta.

—Pues eso, dejó Liverpool porque se dio cuenta de que en Londres había más opciones de mejorar profesionalmente. Además de que estaba enamorada de mi padre, por lo menos en aquel entonces. Formalizaron la relación y parece ser que la manera de sellarla fue esto.

—¿Esto? —inquirí. Un momento después caí en lo que quería decir—. ¿Tu padre le diseñó este restaurante? ¡Qué bonito!

Rió entre dientes y se recostó en la silla.

—Sí, se construyó antes y mientras estaba embarazada de mí. Cuando nací empezó a trabajar de chef principal y le fue bastante bien. Es un sitio estratégico y los precios no son desorbitados.

—¿Entonces tu madre está ahí dentro? —pregunté atemorizada. No me sentía con fuerzas de conocerla sin ni siquiera saber si aquello era una cita con intenciones románticas.

Sin embargo Tom volvió a reír con desparpajo, quitándole importancia al asunto.

—No, hace años que no está ahí. Se separaron y decidió volver a Liverpool conmigo cuando apenas tenía tres años. Sin embargo, sigue siendo la propietaria, no quiere deshacerse de este sitio.

Sentí un peso en el estómago y sistemáticamente se me fue el apetito. Yo había crecido con padres divorciados, viví cómo mi madre intentaba una y otra vez rehacer su vida y sentí soledad al no tener un padre al lado durante algunos momentos. Veía a Charlie en verano, pero eso era otro punto en contra. Odiaba ir a Forks porque me aburría y me sentía culpable, porque eso significaba detestar ver a mi padre.

—Siento que se divorciaran. Yo también he crecido sin padre y sé que es difícil.

—Oh, no estaban casados, no creían en el matrimonio. Y mi padre solía venir a verme todos los fines de semana. Estamos bastante unidos y me siento orgulloso de él. Nunca me ha fallado y eso es importante. Por ejemplo, podría vivir solo en un apartamento pero sin embargo comparto vivienda con él... Aquello parece el piso de dos solteros empedernidos antes que un hogar familiar. Quizá esté recuperando el tiempo perdido, no lo sé.

La envidia se apoderó momentáneamente de mí por el hecho de que hubiera tenido tanto contacto y de una forma tan sencilla con su padre, pero aparté esa idea de mi mente y le sonreí sinceramente.

—Entonces, ¿traes aquí a todas las chicas para presumir de padres? —bromeé, arqueando las cejas.

Una carcajada espontánea surgió de él y no pude evitar unirme.

—Quizá lo encuentres triste, pero mi madre es la única afortunada con la que he venido.

Seguimos comiendo con tranquilidad, abandonando el tema familiar para hablar de las cosas de la Universidad y de música. Me sorprendió gratamente el que compartiéramos gustos en casi todo, y volví a envidiarlo al enumerarme una décima parte de todos los conciertos a los que había ido. Coronamos la cena con sendas copas de helado, que casi consiguen hacerme explotar.

—¿Dónde iremos ahora? —me interesé después de que él insistiera en pagar y yo me dejara llevar por la situación por primera vez en mi vida y no protestara más de lo estrictamente necesario.

—Es un secreto, pero creo que te va a gustar.

Nada más salir al exterior me puse el abrigo rápidamente, el tiempo seguía frío y no me apetecía volver a pasarme un día en la cama, enferma. Tom me condujo a través de la larga calle, caminando de forma paralela al río y permitiéndome así maravillarme de la vista nocturna de este. Millones de pequeñas luces se reflejaban en la lisa superficie, desenfocadas y dándole color al negro absoluto que reinaba en él. Estaba tan absorta que cuando mi acompañante paró en seco me sobresalté. Delante mía había un edificio de aire moderno, cuya entrada estaba colapsada por gente de nuestra edad. Un letrero rezaba Loop De Loop, nombre que no había escuchado nunca.

—¿Lo conoces? —preguntó Tom mientras que me empujaba con una mano puesta en mi espalda baja. Un escalofrío me sacudió pese a las capas de ropa que nos separaban.

—No. ¿También lo ha hecho tu padre? —bromeé.

Rió con ganas a la par que sacaba del bolsillo interior de su abrigo unas tarjetas serigrafiadas. Intenté leer lo que ponía pero no me dio tiempo, el portero las cogió rápidamente y las rompió a la misma velocidad antes de devolverle un trozo a Tom.

—¿Acaso hay un concierto? —inquirí mientras dejábamos las chaquetas en el guardarropa.

—No, pero casi. Me ha costado mucho conseguir invitaciones para esto, así que espero que sepas disfrutarlo.

Lo miré con intriga pero su sonrisa me hizo entender que no soltaría más palabras de las necesarias, por lo que suspiré y lo seguí hasta el interior. La iluminación era débil, y el ambiente aún disperso. Sonaba música de fondo pero nadie ocupaba la cabina del DJ y la barra aún no estaba llena. Aprovechando eso, nos acercamos y pedimos el primer margarita de la noche, porque estaba segura de que detrás irían muchos. Estaba abandonando la barra cuando vi un montículo de flyers; con curiosidad le eché un vistazo y leí Koenig DJ set junto a la fecha de esa noche. El nombre me sonaba levemente pero no supe identificarlo, por lo que no le dí demasiadas vueltas. No fue hasta diez minutos después, cuando la gente empezó a aplaudir y a silbar cuando me giré interrumpiendo la conversación que estaba teniendo con Tom para mirar a mi alrededor y entonces sí que reconocí al DJ.

—¡No me lo puedo creer! —chillé por encima del ruido de ambiente y agarrándome con fuerza a uno de los brazos de Tom—. ¡Ezra Koenig! ¡De los Vampire Weekend!

Él soltó una fuerte carcajada mientras asentía.

—¡A que mola! —exclamó.

—¡Increíble! —contesté, muy emocionada—. ¡Gracias, muchas gracias! Vamos, acerquémonos.

Lo cogí de la mano y me abrí paso a través de chicas histéricas. Una vez cerca comprobé que no era especialmente guapo, pero que su encanto y las canciones tan pegadizas que cantaba con el grupo que lideraba ayudaban mucho a la hora de estimar su sexappeal.

Sin tan siquiera decir nada, tras un casto saludo con la mano y una sonrisa tímida, se puso los cascos y empezó con Leather, de Death in Vegas.

—No es la mejor —comentó Tom, acercándose a mi oreja.

—Pero por algo se empieza —reí.

Olvidé por completo mi torpeza y que conocía a aquel chico de muy poco. Me vi bailando y riéndome a carcajadas por cualquier cosa, disfruté cada frenético segundo de música y no volví a prestarle demasiada atención al cantante de Vampire Weekend. Me fijé en que llevaba una línea musical muy fiestera que jamás hubiera pensado que le gustaba. Las chicas que estaban a mi lado me pisaron al emocionarse cuando City de Lo-Fi-Fnk estalló en la sala y llenó cada centímetro.

—¡De mis preferidas! —me gritó Tom mientras bailaba rítmicamente.

Siempre me habían parecido ridículos los hombres al bailar, nunca les encontraba el sentido del ritmo y parecían estar haciendo el tonto más que bailando. Sin embargo él sabía mecerse al compás correcto y sus movimientos no eran para nada femeninos. Incluso conseguían hacerme sentir atraída por él. Lo miré fijamente, captando todos los detalles de su cuerpo y deleitándome interiormente, de forma secreta. Su musculatura se contraía para relajarse a los pocos segundos después de forma armónica, sintonizada con la música. Su sonrisa deslumbraba y hacía que me fijara con especial atención en sus colmillos, afilados y de un sexy indescriptible en esos momentos de luminosidad sinuosa y alcohol en sangre. Pero lo mejor, sin duda, eran sus ojos. Si me fascinaba el verde de Edward, tan puro y diluido, ese celeste claro con matices grises conseguía que un nudo se formara en la boca de mi estómago. Tenía que reconocerlo, era débil cuando me enfrentaba a hombres guapos.

Seguía sonando City, y simplemente me dejé llevar por lo que estaba sintiendo en ese momento. No pude evitar mirarlo. Ni tampoco morderme el labio reprimiendo una sonrisa. Me balanceé sin tener consciencia de que quizá estaba insinuándome demasiado, decidí dejar de ser recatada. No era un chico cualquiera, a él lo conocía y sabía que era inteligente y maduro, con eso me bastaba para saber que si atravesaba el límite "amistad" no me arrepentiría tanto como si lo hiciese con un desconocido. Me asusté momentáneamente. ¿Estaba pensando de verdad en traspasar esos límites? Mi cuerpo me lo exigía, pero mi mente trabajaba en otra onda. Tenía las hormonas revolucionadas, sabía que Tom no me aportaba tanto como me podía aportar otro —no quería pensar nombres—, pero aún así conseguía que me entraran ganas de subirme encima de un salto y sobre todo, de arrancarle la camisa con fuerza. Por algún extraño motivo, mi sexualidad había despertado salvajemente. Quizá en Washington no me sentía atraída por nadie y por eso mi pauta de conducta o pensamiento era diferente a la que estaba empleando en Londres. No lo sabía a ciencia cierta, lo único que tenía claro es que necesitaba ese tipo de diversión. Tampoco estaba pensando en perder la virginidad con él en ese momento, aunque tal vez cuando su negro y liso cabello flotaba por encima de su frente y sus ojos relucían bajo él, perdía todo resquicio de cordura y llegaba a pensar que ser aún virgen era el menor de mis problemas.

La música seguía tronando y nosotros cada vez bailábamos más cerca. Peligroso. También bebíamos alegremente, sin preocupaciones. Más peligroso aún.

—¡Sabía que pondría alguna de los Vampire! —rió él en mi oído cuando Diplomat's son empezó y arrancó un sonoro aplauso de los presentes.

No podía ser verdad. Esa canción me parecía muy sensual, y mis facultades mentales no jugaban a mi favor en ese momento, estaban obstruidas y descansando. Así que no me sorprendí cuando por mi propia voluntad di la vuelta mientras bailaba con los brazos elevados y los ojos cerrados disfrutando de la canción con una sonrisa estúpida. Me transmitía tranquilidad pese a haber cientos de personas a mi alrededor, y ni siquiera me sobresalté cuando noté las manos de Tom en mi cintura. Incluso me gustó. Tanto que decidí deleitarme mirándolo, por lo que me giré con gracia —la primera vez en mi vida— y quedé a escasos centímetros de su rostro, ya que se había arqueado levemente. Me sentía fuerte y valiente, pero no como para besarle. Y aún así disfrutaba con la tensión previa al beso; incluso más que con el mismo beso.

Mi comportamiento me había hecho darme cuenta de algunas cosas. Por ejemplo, Alice y yo nos habíamos pasado riñendo a Rosalie, ahora entendía su punto de vista en el asunto. ¿Por qué un hombre puede bailar de forma "comprometida" con quien quiera, después enrollarse con esa persona e incluso acostarse con ella y recibir alabanzas y cuando es una mujer sólo hay miradas escépticas? Únicamente me estaba divirtiendo. No iba enseñando un pecho, ni llevaba un tanga a la vista de todos, sólo "ligaba" con él, era algo sano. De hecho mi cordura dependía de ello. Y en ese momento, me di cuenta de que al pensar todo eso, estaba fomentando el hecho de que siguiera vigente. Me enfadé conmigo misma momentáneamente y sacudí la cabeza, consiguiendo quedar aún más cerca de él, tanto que notaba su respiración en la cara aparte de que nuestras piernas chocaban y mi pecho rozaba con el suyo de vez en cuando. Me miraba con ojos hambrientos y su sonrisa era una indicadora de que yo hacía lo mismo.

Sin embargo, ninguno avanzó. Noté sus manos en mi cintura de nuevo, pero yo sólo tenía ojos para sus labios, que se movían sensualmente mientras canturreaba la canción a centímetros de mi boca. Estaba absorta, sentía con toda claridad ciertas partes de mi anatomía que nunca se habían activado de esa forma tan evidente, y no podía apartar la mirada de sus facciones. De forma inesperada, pero al mismo tiempo también muy esperada, me empujó la cintura contra él y, sonriendo, me besó acariciando con la lengua mis labios. No supe muy bien qué hacer, por lo que me dejé llevar por mi instinto y enredé mis dedos entre el pelo de la parte trasera de su cabeza. Desde el principio fue algo apasionado, noté cada milímetro de su anatomía contra la mía; sus labios me devoraban con ferocidad pero mi insatisfacción no disminuía. Estaba feliz de poder probarlo por fin después de tanta tensión sexual, pero mi cuerpo pedía más. Seguramente con menos alcohol encima me hubiera conformado con un par de besos, pero en ese momento necesitaba sentirlo, comprobar que mi frustración sexual recién descubierta disminuía. Por eso no me quejé cuando me agarró con fuerza del trasero y me apretó más contra él, como queriéndome demostrar que se encontraba en la misma situación que yo.

Qué fácil era estar así, simplemente besándolo con pasión y sintiendo sus manos subir y bajar a lo largo de mi espalda, bajo mi cardigan. Era consciente de que después vendrían los problemas, las explicaciones, los silencios incómodos. Pero por aquel entonces estaba concentrada en sus suaves jadeos, que me provocaban sonrisas conspiratorias contra su boca.

No podía hilar pensamientos con facilidad, mi mente en ese momento se limitaba a las funciones mínimas como recordarme que necesitaba respirar si no quería desmayarme.

Demasiado pronto para mi gusto, la música cesó y Ezra Koenig se despidió de forma tímida, obligándome a apartar la boca de la de Tom. Nuestros besos no habían cesado desde la primera vez que los unimos, y no es que yo me quejara de aquello.

Sabía que llegaba lo difícil, mirarle e intentar no sonrojarme después de todo lo que acababa de pasar. Algo saltó en mi interior cuando vi que me estaba sonriendo cariñosamente y que pasaba un brazo por mis hombros, para acercarme a él y evitar situaciones incómodas. Era una persona sencilla, y eso lo valoré muy positivamente.

Después de recoger los abrigos y ponérnoslos, caminamos por la helada noche londinense en busca del coche.

—No creo que sea conveniente que conduzcas —murmuré bajo su brazo. Habíamos estado hablando, pero no era una conversación hilada, eran palabras sueltas y risas nerviosas.

—Estoy bien, tranquila —contestó él—. No soy tan irresponsable.

Me seguía pareciendo un acto imprudente el de conducir después de haber bebido, pero vi que parecía sobrio y mi cabeza no estaba como para pensar. Mañana volvería la Bella responsable y madura que acostumbraba ser.

Por fortuna, no hubo ningún percance en el tramo que tuvimos que hacer para llegar hasta mi apartamento. Nos encontrábamos en un silencio agradable, mientras escuchábamos el chisporroteo suave de las gotas que acababan de empezar a caer desde las sinuosas nubes grisáceas perfectamente delineadas a pesar de ser de madrugada.

No sabía qué decir. Ni siquiera pensaba, me dedicaba a inspirar con parsimonia en un intento de relajar mis articulaciones. ¿Qué estaría él pensando? ¿Se creería que iba a invitarlo a subir? Porque aunque hubiera pasado una noche con alta carga sexual, no quería dar ese salto en la extraña relación que manteníamos. Lo veía muy precipitado.

—Llegamos —murmuró mientras estacionaba frente al bloque de pisos. Siguió mirando al frente, con las manos apoyadas en el volante hasta que por fin se giró y me dedicó una sonrisa tierna—. ¿Tú también piensas que...?

—¿Qué tengo que pensar? —salté yo, a la defensiva y sin dejarle acabar la frase. "Que no me pida la última copa, que no me la pida..." Mi mente relacionaba la escena con las que había visto en las comedias románticas que mis amigas me obligaban a ver. Pensé que por una vez me servían de algo, al menos me sentía preparada y con una vista prospectiva de lo que podría ocurrir.

Tom sacudió la cabeza ante mi comentario histérico, como haciéndose una idea preconcebida de lo que estaba pensando.

—Lo que quería decir es que creo que deberíamos hablar de lo que ha pasado. De nosotros.

Suspiré aliviada. Después me puse blanca del terror y es que prefería llevármelo a la cama antes que hablar con él de sentimientos. Mis sentimientos. Esos que ni yo misma entendía.

—Ajá —dije en un murmullo.

Me dirigió una mirada divertida.

—Está bien. Es lo que opino, si te sientes incómoda podemos...

—¡No! Bueno, sí, me siento incómoda, pero eso no es excusa. —Me retiré el pelo de la cara antes de proseguir—. Mira, Tom, creo que esto es un poco precipitado...

—Lo sé.

—Genial. ¿Qué tal si vamos...?

—¿Poco a poco? —terminó él y esperó a que yo asintiera—. Por supuesto.

Le miré mientras me mordía el labio, indecisa de qué hacer en ese momento. ¿Cómo me despedía? Me parecía más diplomático darle la mano que un beso en la mejilla, ya que esto último parecía significar "eh, me he pasado la noche morreándome contigo pero, ahora que soy consciente de mis actos, me da vergüenza".

No tuve que hacer nada porque se acercó a mí y depositó un beso en la comisura de mis labios, dejándome aturdida.

—Buenas noches —susurró con una preciosa sonrisa. Su sonrisa.

—B-buenas noches... —Abrí la puerta con torpeza y salí medio arrastrándome.

—Bella —me llamó de nuevo Tom, y agaché la cabeza para mirar al interior del coche—. Esto... Sé que mañana has quedado con Edward.

Abrí la boca esperando que mi mente procesara una respuesta ingeniosa, algo divertida, quizá con una pizca de misterio e impregnada de una disculpa indirecta. Sin embargo sólo se quedó así, abierta. Tom rió y me incomodé aún más.

—No pasa nada, no te estoy juzgando. Quería que supieras que era consciente, que no tenías que sentirte culpable después ni nada por el estilo.

—Eh... Gracias. —Ni siquiera sabía por qué agradecía nada, pero era la primera palabra que se me ocurrió—. Una pregunta, ¿Edward sabe que hoy... íbamos a quedar?

—No. —Volvió a reír a carcajadas—. Y dudo que él mismo quiera enterarse. Sin embargo, sí que vino a decírmelo directamente en cuanto aceptaste su propuesta.

Aunque me estaba mojando la espalda y el pelo con la suave lluvia, me preocupaba más el hecho de que Edward Cullen sacara a relucir sus celos infinitos si se enteraba de aquello.

—No se lo voy a decir, no tengo ningún interés en ello —Tom parecía haber escuchado mis pensamientos—. Métete dentro, anda, que te vas a resfriar... de nuevo.

Puse los ojos en blanco y tras despedirme de él rápidamente subí hasta la vivienda que compartía con mis amigas, las cuales no sabía si estaban durmiendo pacíficamente o de fiesta.

Nada más cerrar la puerta, me apoyé en ella y me quité los zapatos para no hacer ruido —y porque me estaban matando—. Caminé con cuidado hasta mi habitación y tras quedarme encerrada en ella, encendí la luz y procedí a desabrocharme el bonito vestido y prepararme para una noche en la que esperaba descansar mucho y no pensar en lo que había ocurrido.

.

—¡Bella! —Los gritos que había a mi alrededor hicieron que pasara del estado de inconsciencia absoluta a una neblina de consciencia nada agradable. La cabeza me dolía y tenía la sensación de no haber descansado demasiado.

—Vamos, son las once de la mañana —Rosalie me sacudía con fuerza y le respondí con un gruñido nada intimidante. Se rieron de mí.

Al final acabé cediendo y me deshice de las mantas para poder sentarme y aclarar un poco la cabeza.

—¿Qué pasó ayer? ¿A qué hora llegaste? ¿Qué hicisteis?

Las preguntas giraban a mi alrededor y no sabía cuál contestar primero. Alcé las manos, pidiendo silencio a mi público improvisado y ellas se miraron expectantes, a sabiendas de que algo había ocurrido. Se sentaron a mi lado y escucharon el relato sin censura de mi noche con ojos brillantes.

Por supuesto, los gritos incrementaron cuando acabé, y pensé que los vecinos iban a venir a pedir explicaciones, o si no, sería directamente la policía la que echase la puerta abajo.

—¡Peroquefuerte! —decía una vez y otra Alice.

—Estoy tan orgullosa de ti —murmuraba Rosalie, abrazándose las piernas y mirándome con ternura.

—Dejad de decir tonterías —me reí yo—. El problema viene ahora, con Edward.

—¿Pero qué problema? A ese lo tienes a tiro también —resopló Rosalie.

—Y que lo digas —asintió Alice, emocionada—. Es que con él lo tienes incluso más fácil... Si sólo cuando le sonríes es capaz de hacer lo que sea, imagínate si te insinúas.

Puse los ojos en blanco. Estaban llevando la conversación por otro puerto que no me interesaba en absoluto.

—No quiero enrollarme con Edward. —Me miraron de una forma tan escéptica que no pude menos que añadir—: No ahora. Quiero que madure un poco antes.

Como no dejaron atrás el escepticismo de sus miradas bufé y me levanté para ir a prepararme algo de desayunar, pensando aún en lo último que había salido de mis labios.

Qué día más largo me esperaba...

.

—Preciosa —susurró Alice, con voz contenida. Odiaba su dramatismo.

—Divina —añadió Rosalie, observándome evaluativamente—. Joder, qué bien te queda.

Ahí estaba yo, con mi vestido de cerezas, con el cabello recogido elegantemente cual señorita de los años sesenta y los labios de un rojo nada propio en mí. Elevé una ceja y ellas casi se ahogan con su propia baba.

—¡Qué guapa! —volvieron a decir. Sabía que intentaban subirme la autoestima y convertirme así en un monstruo, una femme fatale por una noche.

—Dejadlo —gruñí, mientras me subía en aquellos zapatos mortales—. ¿Realmente es necesario todo esto?

Refunfuñaron, enfadadas por mi conducta y salieron de la habitación charlando entre sí animadamente. Me miré una vez más al espejo, volví a fruncir el ceño y corrí tras ellas, en dirección a la cocina.

—No estoy preparada para esta noche —confesé lo que me había estado preocupando todo el día, mientras picoteaban de una bolsa de patatas fritas.

Intercambiaron una mirada de sorpresa antes de dirigirse de nuevo a mí.

—¿Y lo dices ahora? Dentro de diez minutos tendrás a tu hombre aporreando la puerta.

—¡No es mi hombre! —musité mientras me abanicaba con la mano—. Llevo toda la tarde pensándolo y... Edward no es Tom.

—¡Pues sí que te ha costado darte cuenta! —se mofó Rosalie.

Puse los ojos en blanco.

—Explícate mejor, Bella —me pidió Alice mientras me sacaba una banqueta para que pudiera sentarme. Estaba segura de que mi expresión facial debía ser preocupante, parecería mareada o aturdida.

Inspiré profundamente antes de empezar a exponer todo lo que había estado pensando.

—Básicamente es eso, que Edward no es Tom. Edward lleva insinuándose... ¿desde que lo conozco? Lo de Tom fue de repente, sin pensarlo antes y sin que me hubiera dado cuenta de que podía pasar en un futuro cercano.

Parecían descontentas con mi explicación, por lo que seguí abriéndome.

—Y no sé... Quizá me sienta más atraída por Edward, aunque no me convenga.

—¡Lo sabía! —gritó Rosalie—. Me da igual perder el dinero, aunque tenga que pagar en plazos. ¡Por favor, Bella, no seas tan estrecha con él esta noche!

Mis ojos volvieron a ponerse en blanco automáticamente.

—Es un mecanismo defensivo —aclaré—. Cuando se pone así... me siento con la necesidad de dejarlo fuera, me asusta que esté interesado en mí porque sé que será sólo durante un corto periodo de tiempo.

—¿Acaso quieres casarte con él? —se burló Rosalie.

—No lo entiendes, Rose —dijo Alice, y me dirigió una sonrisa de apoyo antes de volverse hacia ella—. Nosotras no tenemos la seguridad que tienes tú. A ti te da igual que un tío deje de interesarse por ti porque sabes que encontrarás otro mejor al fin de semana siguiente y además, sin tener que buscar.

Rosalie meditó sus palabras y justo cuando abrió la boca para contestar, sonó el timbre y en mi barriga se instaló algo así como un enano que pegaba fuertes patadas, hacía cosquillas e insistía en hacerme gemir de forma lastimera. Yo, en ese momento, debía de ser un espectáculo deplorable por las miradas que me echaron mis amigas.

—¡Pero ve a abrir! —rió Rosalie.

—¿No podéis ir vosotras y decir que estoy muy enferma? —Mis manos habían empezado a sudar, como siempre que me ponía nerviosa.

Era extraño, pensé mientras caminaba por el pasillo obligada por las demás. Había estado evitando la cita con Edward desde hacía semanas, y jamás había tenido interés alguno en que ocurriera algo. Sin embargo, tras saber que podía pasar —Tom me lo había demostrado con todo lujo de detalles— las rodillas me temblaban con sólo pensarlo. Eran sentimientos diferentes. Como bien sabía, Tom me atraía físicamente y era más maduro que Cullen, hecho que valoraba muy positivamente. Sin embargo, Edward...

En ese momento abrí la puerta y al ver su rostro iluminado por aquella sonrisa enorme, mis pensamientos dejaron de estar hilados.

—Estás preciosa —me dijo mientras se acercaba para besarme las mejillas.

Pensé en dar un paso hacia atrás, en cerrarle la puerta en sus narices o cualquier acción desesperada que pudiera salvarme del torrente de emociones que iba a experimentar si se acercaba tanto.

Llevaba unos pantalones negros, ajustados, y una de sus típicas camisas de cuadros con una chaqueta de cuero por encima. Su olor llegó hasta mí mientras depositaba sendos besos, suaves a pesar de la incipiente barba.

—Tú hueles bien—fue lo único que pude decir sin que se me trabara la lengua; de todas formas, era cierto.

—Vaya... ¿Gracias? —rió alegremente—. Es lo más bonito que me han dicho nunca. Anda, vamos. —Me dejó espacio para que pudiera pasar y con un suspiro emprendí la marcha seguida de cerca por él.

Bajamos la escalera sin saber muy bien cómo actuar o qué decir. Era la primera vez que lo veía nervioso, jugueteando con las llaves de su Volvo y tocándose el pelo sin cesar. Escondí una sonrisa.

—Espérame aquí —me pidió al llegar a la calle.

Elevé una ceja interrogativamente pero me ignoró por completo. Se alejó con grandes zancadas y me quedé sola, preguntándome a qué demonios jugaba ahora. Al cabo de un par de minutos me acerqué hasta la acera, mirando en todas las direcciones para intentar encontrarlo, pero fue inútil.

Iba a sacar el móvil para llamarlo y exigirle una explicación cuando escuché su voz.

—¡Bella! —Lo vi dentro del Volvo, a escasos metros de mí. Salió precipitadamente para abrir la puerta del copiloto y sonreírme.

—¿Has ido a buscar el coche solo?

—Quería hacerlo bien y recogerte en nuestra primera cita —volvió a sonreír de forma cegadora—. Eso de vivir en el mismo edificio hacía las cosas más difíciles, así que tuve que encontrar la forma de hacerlo.

Puse los ojos en blanco pero al final se me escapó una suave risa que le complació. Se entretuvo en trastear con la radio mientras que con la otra mano manejaba el volante.

—¿Podrías concentrarte? —le pedí al ver que no se tomaba muy en serio nuestra seguridad.

—Estoy concentrado, Bella.

Claro que no lo estaba, pero decidí dejarlo pasar. Fuimos escuchando música suave, nerviosos como para intercambiar más de un par de frases mal estructuradas.

—¿Adónde me llevas? —inquirí al ver que parecía no dirigirse a ningún sitio en concreto.

—Te estoy dando un paseo en coche, disfrútalo.

—Lo disfruto —reí yo—. Pero no sé qué hay de malo en la forma tradicional de dar paseos.

—Me duelen las piernas —comentó—. El coche es mejor.

No quise saber por qué le dolían las piernas. Sabía que era mejor no preguntar, pero empecé a hacerme ideas preconcebidas y cuando le vi sonreír por el rabillo del ojo supe que era consciente.

—Sí, estuve toda la noche teniendo sexo.

Nos quedamos en el silencio más incómodo posible. Sólo se escuchaba la música de fondo, por lo demás, me pitaban los oídos. ¿Por qué me molestaba?

Entonces, estalló en carcajadas.

—¡Deberías ver tu cara! ¡Te ha molestado!

—¡¿Por qué me iba a molestar? —chillé, y noté que me había puesto en evidencia. Crucé los brazos bajo el pecho y miré al frente—. Sólo me ha parecido un comentario fuera de lugar.

—Bella —seguía riéndose—, era broma.

—No tienes que darme explicaciones, Edward.

—No te las estoy dando, sé que no tengo que hacerlo, sólo intento que relajes los músculos antes de que revienten —Y soltó una nueva carcajada—. Estoy cansado porque me pasé todo el día entrenando con algunos del equipo.

—¿Y qué? —Utilicé mi voz más borde, la que más indiferencia tenía impregnada.

Suspiró y decidió dejar el tema; se lo agradecí, había perdido los nervios durante unos minutos y no era buena idea continuar.

—¿Qué hiciste tú? —preguntó mientras cogía una curva con suavidad.

La sangre se me heló. Empecé a sudar y los oídos se me taponaron inmediatamente. Estaba actuando como una histérica exagerada, pero simplemente no quería fastidiar aquella noche.

—Nada, la verdad. Un viernes como cualquier otro.

—¡Eso no puede ser! El viernes que viene hacemos algo, no te puedes quedar en casa encerrada —me dirigió una mirada amistosa mientras sonrió dulcemente.

Aquello me pudo. Me vi obligada a apartar la vista de él antes de que mis ganas de tocarlo me sobrepasaran.

—¿Tienes hambre? —preguntó mientras atravesábamos uno de los numerosos puentes del Támesis.

—Algo, hace horas que no como nada. —Y era la verdad, había sido incapaz de probar bocado en la hora de la comida a causa del nerviosismo.

—Estupendo, vamos a cenar.

—Edward, sé que posiblemente tendrás grandes planes en sitios carísimos para...

—Calla, Bella —me pidió, sonriente.

—No voy a dejar que pagues todo —le dije duramente.

Por algún motivo, me molestaba más que él se gastara dinero en mí que otra persona. Era algo que, simplemente, me provocaba malestar.

—Vale, hagamos algo. Tú pagas mi parte y yo la tuya, así nos estaremos invitando mutuamente.

Lo miré con incredulidad, pero su rostro era sereno y parecía absolutamente sincero. Solté una risa, siempre me sorprendía.

—Me parece genial.

Edward asintió, satisfecho de que por una vez hubiera aceptado algo propuesto por él.

Sin embargo, cuando empezó a aminorar la marcha y vi hacia dónde nos dirigimos, no pude menos que volver a carcajearme.

—¿Es en serio?

—Aún no has visto nada —sonrió él—. Espero que esto sea más de tu agrado que el restaurante donde quería e iba a llevarte.

—Es sencillamente genial.

Me había llevado a una hamburguesería. Ni siquiera era un McDonald's o un Burguer King. Era una sucursal que no me sonaba de nada, cuyos establecimientos tenían aspecto inglés e incluso una zona de pedidos para los conductores. Me sorprendí aún más cuando vi que se dirigía hacia la cola de automóviles.

—¿Tampoco vamos a entrar?

—¿Y aguantar tus quejas acerca de que no debería haberme gastado tanto dinero en ti? No, gracias. Comeremos el menú más barato en el coche, como dos adolescentes sin dinero.

Supongo que debería haberme molestado por cómo se refería a mí, para él era una quejica y también bastante exagerada, pero en ese momento sólo pude reír, encantada. Se estaba adaptando a mí, lo había pensado todo para que yo fuera la que estuviese cómoda y no él. Me había sorprendido.

—Es la mejor idea que has tenido desde que te conozco. Gracias.

Movió una mano, como no queriéndole dar importancia al asunto y bajó la ventanilla para hablar con la chica que apuntaba los pedidos.

En menos de diez minutos volvíamos a estar en la carretera, yo con las piernas llenas de bolsas que olían de forma deliciosa y Edward con el ceño fruncido mientras buscaba un sitio donde aparcar.

—Me gustaría vivir en una ciudad menos concurrida en estos momentos —suspiró mientras miraba la comida con ojos anhelantes—. ¿Es necesario que huela así de bien?

Metí la mano en una de las bolsas instintivamente y saqué una patata frita. Se la tendí y se miró las manos, que en ese momento estaban sujetando el volante como si les fuera la vida en ello.

—Oh, venga, ¿ahora sí que necesitas las dos manos?

—¿Acaso quieres que nos matemos?

—Eres de lo que no hay... —murmuré y le acerqué la patata a la boca. Me la quitó de un bocado y aparté rápidamente la mano cuando sus suaves labios rozaron la punta de mis dedos.

—¡Eh!

—Lo siento —se disculpó, aunque sabía a la perfección que no lo sentía en absoluto.

No me había dado asco, sólo me había puesto nerviosa. Pero dejé que pensara lo primero.

Acabamos en una calle estrecha y poco concurrida a las afueras. Temí que la comida hubiera empezado a enfriarse, pero no le dí muchas vueltas, me lo estaba pasando genial. Edward se desabrochó el cinturón y con agilidad se metió entre el hueco que separaba su asiento del mío, para quedar en la parte de atrás. Puse los ojos en blanco.

—¿Qué hay de malo en utilizar la puerta?

—Había que dar la vuelta. Venga, ven aquí.

Le dí todo lo que tenía encima y yo sí que me bajé y utilicé la puerta; el vestido no era tan corto como para mostrar más de lo que deseaba en casos como ese, pero preferí ser precavida.

—Me sorprendes —le dije mientras me daba mi hamburguesa.

—¿Eso es bueno? —inquirió mientras retiraba el papel de la pajita para meterla en el bote de refresco.

—Nunca imaginé que me dejarías comer dentro de tu coche. Pensé que era algo capaz de provocarte un paro cardíaco.

—Sé que tendrás cuidado. Pero no se lo digas a Emmett, podrías darle ideas y a él sí que no le dejaría hacer esto —señaló mi hamburguesa, que en ese momento estaba siendo mordida con avidez por mí.

—Mis labios están sellados —dije como pude, con la boca medio llena.

Jamás había sido así de desinhibida mientas comía, solía tener mejores modales, pero la situación me hacía sentirme como si estuviera en mi casa, en el sofá y en pijama con mi familia en lugar de en una cita con Edward Cullen.

—¿Te gusta? —me preguntó.

"¿El qué, Edward?", quise contestar. "¿Tú?, parece ser que sí. ¿O la hamburguesa?, y si es eso... ¿Cómo demonios eres capaz de pensar ahora mismo en comida?".

Gruñí, para contestarle a él y para conseguir también que mi mente dejara de jugarme malas pasadas. Me dedicó su media sonrisa, ladeada, y bajé la mirada hacia el envoltorio de mis patatas incapaz de decir nada.

—Hoy estás muy callada —comentó él.

Alcé la vista y vi que me miraba de forma preocupada.

—¿He hecho algo que te haya molestado? —murmuró, inseguro de sí mismo—. Ya sabes que no soy muy... diplomático y que a veces meto la pata, pero no lo hago queriendo. No quiero estropear esta noche, Bella, y me gustaría que habláramos ahora lo que sea que te ocurre.

Me sentí desarmada. Era la primera vez que lo veía comportarse de esa forma tan civilizada e incluso madura. Pero en esta ocasión era yo quien podía estropearlo si le contaba lo que había pasado la noche anterior con uno de sus mejores amigos. No, no podía arriesgar estar bien con él. Me gustaba estar bien con Edward, era casi una necesidad.

—No has hecho nada mal, Edward —murmuré—. En realidad se te está dando de maravilla.

Vi como una pequeña sonrisa asomaba por su rostro y la duda pareció disiparse. Poco a poco, fue expandiéndola hasta hacerla enorme, y yo le sonreí con ganas también.

—Me alegra saber que no está resultando tan horrible como temías. Y eso que aún queda la mejor parte.

—¿Es una insinuación?

—No, esta vez no —rió él—. No tiene ningún trasfondo sexual, quédate tranquila.

Entonces pasó algo que no me esperaba bajo ninguna circunstancia: me desilusioné. Pero eso no podía ser, no debía permitir que mis hormonas interfirieran en lo que estaba bien y lo que estaba mal hacer. Edward y yo estábamos mejor como amigos, no podía asomarme a ese precipicio, que me agarrara con fuerza y saber con seguridad que después me soltaría, haciendo que el golpe fuera aún mayor. No confiaba en él en términos románticos, por mucho que me atrajese y quisiera besarlo hasta perder el sentido. Pero, ¿era eso realmente lo que quería?

Miré sus labios en una fracción de segundo, y me gustó lo que vi. Delgados, rojizos y de aspecto suave y apetecible. ¿A qué sabrían?...

—Te has quedado otra vez con esa cara de "me pasa algo" —comentó Edward, frunciendo el ceño y consiguiendo sacarme de mi ilusión momentánea.

Era extraño, sabía que se había dado cuenta de qué estaba mirando, lo normal en él habrían sido varias insinuaciones o mofas; realmente parecía querer no estropear nada. Me sentí halagada.

—Estaba intentando adivinar dónde me llevarías esta noche —mentí rápidamente.

—¿No te han dicho nada Alice y Rosalie?

—Sé que habían hablado contigo, pero nada más.

—Tampoco has insistido, ¿verdad? —su voz tenía un deje de tristeza que supe diferenciar con claridad.

Noté como el corazón se me encogía al verlo juguetear con una de las patatas que quedaban, sin mirarme fijamente.

—No, prefería que me sorprendieras tú. —Tampoco estaba mintiendo, realmente me apetecía llevarme una sorpresa siempre y cuando fuera agradable, aunque la verdadera razón de no haber intentado sonsacarle información a mis amigas era que no quería pensar demasiado en el tema.

Edward se animó al instante y sonreí para mí, era tan fácil hacerlo feliz a veces que daba miedo.

—¿Has terminado? —me preguntó.

Habíamos encendido las luces del interior del coche puesto que la oscuridad se cernía sobre nosotros, en el exterior. Hice una bola con los papeles y metí la basura en las bolsas; Edward me las quitó con rapidez y salió del coche en dirección a una papelera que había divisado. Mientras tanto, yo me fui al asiento de delante para esperarlo.

—Pues allá vamos —dijo mientras arrancaba—. Está cerca, así que no te queda mucho para dejar de aguantarme.

Sonrió para hacerme entender que estaba bromeando, pero me quedé dándole vueltas al asunto. Si me había dicho eso era porque no íbamos a estar solos.

—¿Habrá alguien más? —inquirí, sin dar rodeos.

—Algo así como todos los demás —rió—. Ya lo entenderás.

Me hundí en el asiento esperando que la decepción de mi rostro no fuera tan obvia como yo pensaba. ¿Pero qué demonios me pasaba? No quería estar a solas con él, debía ser razonable y saber que eso sólo complicaría las cosas. Ya me había enrollado con Tom, debía atenerme a las consecuencias. Si tan sólo no fueran tan amigos... pensé. Sería más sencillo si ni siquiera se conociesen, así no me sentiría como la mala que va enemistando a la gente. Estaba siendo una persona horrible.

—Llegamos. Mira, vamos ahí —me señaló un edificio de color azul eléctrico y vi que había gente fuera, esperando.

Salió de un salto ágil y en cuestión de segundos estaba abriéndome la puerta y tendiéndome una mano para ayudarme con aquellos tacones. Le sonreí agradecida, pero el malestar que sentía me impedía mirarle directamente.

—Eh —puso un dedo debajo de mi mejilla y me levantó la cara—. En serio, me estás preocupando.

—Estoy bien —compuse la mejor sonrisa que pude y él bufó.

—Qué mal mientes, de verdad... Pero no quiero ser pesado. Dime simplemente si te molesta algo y haré lo posible para que...

—Edward, el que está raro aquí eres tú —dije, cortando su retahíla—. Compórtate como siempre, me pone de los nervios que estés tan amable. ¿Desde cuando parece que tienes cuarenta años? —le di un empujón para que entendiera que, en el fondo, estaba bromeando.

Puso los ojos en blanco, pero acompañó el gesto con una risita entre dientes.

—No sé qué es lo que te molesta de mí, Bella. He intentado ser normal.

—¿Estás diciendo de forma indirecta que durante estas semanas has sido anormal, no?

—Algo así —sonrió tanto como pudo—. ¿Prefieres que me pase el día ligando contigo? O al menos intentándolo.

Fruncí los labios mientras valoraba mis opciones.

—Eso también me pone de los nervios, pero me hace sentir que eres realmente. Y es más divertido gritarte que considerarte encantador, la verdad.

—¿Soy encantador? —preguntó, haciéndose el sorprendido—. ¡Soy encantador! ¡Lo sabía! ¿Estás loca por mí, eh?

Suspiré y caminé hacia el local.

—Ya ha vuelto... —murmuré, pero me escuchó con claridad y noté como soltaba una risa.

Caminó con rapidez y pasó un brazo por mis hombros. No lo aparté, en su lugar me acerqué más a su cuerpo, sintiendo el calor que desprendía.

Y así, juntos de una forma natural, entramos en el local entre risas y comentarios sin importancia.

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Bueno chicas gracias a cecullen nos enteramos del nuevo cap y aqui esta para ustedes

17 comentarios:

Ô·•°•♥ Yuri ♥•°•·Ó dijo...

holaa hermosas muaskkkk
ya extrañaba este fic :) y me tenia en la espera de estas citas jijiji

quien estara en ese lugar???? lauraaaa avisanos cuando cuelges el capi nna muaskk

saludos¡¡¡ sky y claire
muaskkk nns cuidense

mi blog chicasss
http://unlugarparashhhhh-yuri.blogspot.com/

diana dijo...

sisisi volvieronnnn jajaj!!! hay no me gusta q compare con ese tom mmmm se llega a enterar edward y se pudre todoooo jajaja o no?

Anónimo dijo...

me encato este capitulo espero que edward comiense a comportarse de forma menos descarado dejame decirte que me mantienes con los nervios a flor de piel esperado por los capitulos sigue adelate que estan buenisimo sin mas palabras para decirte lo genial que eres hasta el proximo capitulo

Anónimo dijo...

escribe pronto por favor me ecanta

K. Cullen dijo...

me encanta me tienes con los nervios de punta no tardes mucho en escribir el proximo capitulo... por favor

Elva Yesenia dijo...

gracias por publicar el capitulo ya lo esperaba desde hace mucho
me encanto espero el proximo a ver que pasa en la cita

anonimo dijo...

ola me llamo efran ya se que estos libros son solo para chicas pero bueno me intereso saber que es lo que mi novia lee y por eso me puse a leer y esta muy enteresante y mas para los chavos de nuestra edad para saber como tratar a las chavas que nos atraen bueno y atratar a nuestras novias bueno esperare el proximo capitulo por que laneta esta super enteresante bueno saludos desde los angeles aa y gracias por poner a bella asi como este personaje good bya

Anónimo dijo...

hola oye que pasa contigo este capitulo lo escribiste ya hace un mes... no piensas dejar la historia asi verdad

Anónimo dijo...

ola me encanta esta historia
mmmmmmmmoye puedes publicar el otro capitulo porfavor???

rosadelrosal dijo...

por favor acaba esta historia

rosadelrosal dijo...

no puedo abrir los capitulos 3,4,5 alguien me puede ayudar

Anónimo dijo...

oye por que hey ters historias suspendidas no entiendo espero que no sea por mucho tiempo quiero saber que pasa con la cita de Edward y Bella

Anónimo dijo...

esta super la historia..podrian continuar escribiendola
si si si porfis
quiero saber mas.... de todos de alice, rose, bella, y que pasa con ellas

Anónimo dijo...

Me fasino! Que liinda historia! Espero que continues con ella, seria fantastico! Hasta pronto, gracias! =D

aniole dijo...

pooooor favor sige escribiendo esta historia me fsina no nos dejes asi
yevo esperando su continuacion dede junio no la dejes suspendida al igual q All you need is love
estas 2 hitorias son de mis faboritas por favor sige escribiendo

Lei dijo...

Ahhhh!!! terminen esta historia please!!!! está muy buena!!!!! xfa!! xfa!!! xfa!!!

Anónimo dijo...

PUBLICA PUBLICA PUBLICA por fi por fi por fi porfii ME ENCANTA terminalo POR FAVOR!!!!!!!!!!! Lo lei como 3 veces y reviso el fic con la esperanza de ver un nuevo capitulo por favorrrrr si es necesario tomate algo raro asi despertas la imaginacionn jajajajaja besoss y porfaavor PENSALO... TERMINALO