—Buenas tardes, doc —saludó Bella, dejándose caer en uno de los cómodos sillones que había por allí. Se tumbó y miró al techo, masajeándose las sienes con los dedos.
—Buenas tardes, señorita Swan —respondió Jasper, que salía de su escritorio y se acercaba a donde estaba Bella con una silla en la mano y una carpeta en la otra. Se sentó y sacó unos papeles que leyó por encima—. Dígame, ¿a qué debo esta visita inesperada?
Bella y Jasper habían acordado desde hace tiempo hablarse como si no se conociesen, era más fácil para ambos ser doctor y paciente si se comportaban así.
—Es un tema peliagudo —gimió ella, cerrando los ojos—. Creo que estoy obsesionándome.
Jasper apuntó algo, mirándola atentamente.
—Bueno, afirmarlo es un gran paso. ¿Desde cuándo tiene esa sensación?
—Una semana —murmuró—. No sé qué es lo que ha pasado en mi mundo, se ha dado la vuelta. Demasiados cambios, demasiada información, demasiadas personas. Colapso mental.
—Isabella, a veces, necesitamos un reposo mental. Es decir, el ser humano no es todopoderoso, llega un momento en el que la energía se corta, y todo se vuelve negro. Es normal que te sientas confundida de vez en cuando.
—No doctor, no me refiero a eso. He estado muy ocupada en el trabajo, realmente he llegado a estresarme, pero no va por ahí la cosa —farfulló. Se calló, midiendo sus palabras—. Usted está enamorado ¿no?, describa ese sentimiento.
Jasper la miró asombrado, no se esperaba ese giro en la conversación.
—El amor es, para mí, una forma de vivir la vida, señorita Swan. Todo va escalonado, primero podemos encontrar a la persona o no, y después podemos elegir si queremos compartir todo con ella o no. Puede que encuentres al hombre indicado, pero que no quieras seguir con la relación. Los humanos somos tan incoherentes…
—Pero el amor puede llevar al caos, a la locura. ¿Qué pasa si decides darlo todo, y no recibes nada a cambio? ¿Y si después de cuarenta años te das cuenta de que no es esa persona?
—Eso depende de cada uno, hay quien tiene suerte y puede seguir adelante con su relación, dejando atrás los baches del camino. También hay otros que saben que su amor se ha agotado, pero deciden mantener la unión, por miedo a estar solos. Isabella, el amor no tiene edad, ni hay que temerle.
—No quiero sentirme dependiente de alguien, y estoy experimentando esa sensación. Vives para ver sus movimientos, si sonríe se te para el corazón, si hueles su fragancia, se te para el corazón, si te acaricia, se te para el corazón... ¡Doctor Hale, yo necesito mi corazón! —exclamó Bella, apretándose el pecho izquierdo con las manos.
—¿Qué hay más hermoso que compartirlo, Isabella? —preguntó Jasper, que parecía interesarle la conversación, Bella siempre acudía a él para filosofar.
—No es que sea bonito, o no. ¡Te deja desprotegida! ¿Cómo brindarle todo tu amor a alguien? ¿Cómo confías en que la cosa irá bien, que nada saldrá mal?
—Entonces, según usted, deberíamos encerrarnos en nuestra habitación, debajo de las sábanas, huyendo de todo lo que nos pueda hacer daño —Bella asintió, y Jasper rió suavemente—. Isabella, algún día te cansarás de las sombras.
—¡Eso lo dice usted, porque tiene su vida resuelta! —gritó ella—. Hay personas que no hemos tenido la suerte de enamorarnos de nuestra compañera en el parvulario.
—No importa si conoces antes o después a ese ser. Eso es lo de menos, por el amor de Dios, tiene veinte años, ¿a caso se ve incapaz de formar una familia? ¡Puede disfrutar de toda una vida por delante! Es guapa, con talento, un salario enorme, amigos fantásticos… ¿Sabe cuánta gente la envidiaría? Tiene su vida medio resuelta, no todo el mundo se casa en la veintena.
—Yo no quiero que me envidien, sólo quiero amor —susurró ella—. Ahora ya ni tengo a Mike, ¿cómo voy a seguir adelante?
—Una ruptura no puede parar su vida. Y menos si era una relación que no significaba nada para usted —comentó sabiamente Jasper, que no paraba de anotar cosas en una hoja—. Dígame que no está mejor sin Mike.
—Bueno, no es que esté mejor… Yo era consciente de que no iba a ser el hombre de mi vida, con el que soñaba de niña y eso.
—Cuénteme, ¿cómo era el hombre con el que soñaba pasar su existencia?
Bella reflexiono, había pensado eso demasiadas veces, pero no encontraba las palabras.
—Con alguien interesante, es decir, que me despierte un interés que no se vaya pasados los años. Que sea inteligente, que sepa apreciar el valor de una tarde en casa, leyendo un libro. Con sentido de la familia, de la responsabilidad. Y ante todo, que piense que soy lo mejor que hay en su vida, al igual que yo pensaría lo mismo. No necesito nada más, ni belleza, ni dinero, aunque lo tenga.
Jasper la miró con sus profundos ojos color miel, y Bella se sintió desnuda emocionalmente. Él tenía un extraño poder extrasensorial que le hacía comprender las emociones de los demás, volviéndolo una de las personas más carismáticas que Bella conocía.
—Bella… —susurró, perdiendo toda aquella tontería del trato impersonal—. ¿De verdad?
Bella sintió como se le encogía el corazón, no estaba dispuesta a escuchar de boca de Jasper que era una estupidez enamorarse de Edward Cullen.
—No es nada Jazz. Sólo algo pasajero, espero —suspiró, mientras se pasaba las manos por el pelo.
—Bella, ¿por qué no me lo dijiste nada más llegar? Llegas aquí, soltándome tonterías sobre que no quieres enamorarte, que es una pérdida de tiempo, y después me describes a Edward como tu ideal de hombre —puso una mueca de disgusto, Bella sabía que a Jasper no le gustaba dar rodeos, aunque con sus pacientes de verdad no se comportaba así, simplemente sonreía e intentaba acercarse a los hechos, pero como dicen, la confianza da asco.
—Jasper, es tu mejor amigo, ¿cómo quieres que te lo suelte así de pronto? —bufó, poniendo los ojos en blanco—. Además, no estoy enamorada, sólo me siento atraída por él.
—De momento —sentenció su amigo, mirándola fijamente—. Bella, realmente creo que…
—No, Jasper, para —lo interrumpió Bella, no quería escuchar eso. Se incorporó, dispuesta a irse—. No me apetece oír que soy poca cosa para él, y que debería quitarme todos los pájaros de la cabeza. Gracias por escucharme, pero no tiene solución.
—Bella, déjame acabar, por favor —pidió Jasper, poniendo sus manos en la cara de la chica—. Tú eres la persona más especial que conozco, dejando a lado a Alice, por supuesto. Para ti, los demás están antes que tú, te dejas siempre al final, considerándote poco digna de todo lo que te rodea. Déjame decirte una verdad como un templo, Isabella Marie Swan: tú estás por encima, no por debajo. No he escuchado jamás a nadie diciendo una mala palabra acerca de ti, y llevo toda mi vida al lado tuya. Eres maravillosa, te quiero como una hermana y por eso te lo digo de corazón. A todos nos duele ver como sufres, día tras día, sin motivos. Somos tus hermanos, Bella, escúchanos aunque sea una vez y deja de ser cabezota —Bella lo miraba, mientras unas lágrimas surcaban sus mejillas, mojando los dedos de Jasper, que aún estaban en estas. Sabía que todo lo que había dicho era verdad, ella siempre se había considerado inferior, estaba segura de que lo era—. Y una cosa, la forma en la que te mira Edward no tiene precio.
Bella abrió la boca, olvidando su llanto completamente. Jasper se echó a reír, recostándose de nuevo en la silla.
—Parece como si te quisiese comer. Al principio me extraño tanta tensión… ¿sexual? No lo entendía, pero hoy me ha quedado todo claro. No debe ser nada fácil vivir con el “enemigo” a unos metros, ¿verdad?
—Ni te lo imaginas… —murmuró, mirando sus zapatos.
—Cariño, estáis hechos el uno para el otro, ¿no te das cuenta? Tenéis la misma personalidad, calcada centímetro a centímetro, los mismos intereses y las mismas metas. Los dos queréis ser felices, ¿por qué no intentarlo juntos? —apuntó. Bella se quedó pensando eso, y se sintió mejor. Jasper tenía razón, Edward tenía la misma imagen de sí mismo que Bella. Y ambos codiciaban una cosa, una familia donde dar amor y ser queridos—. Te sugiero que te tomes las cosas con más tranquilidad. Si realmente ha podido hacerte esto en una semana, dentro de unos meses estarás pegándote cabezazos, así que mantén la calma, duerme mínimo ocho horas e intenta no preocuparte por el trabajo en los días que tengas vacaciones. Por lo demás, ten un poquito de confianza en ti misma, y haz sólo lo que el corazón te dicte. Si no quieres acercarte a él, pues no lo hagas. Si no quieres verlo cada día, pues tampoco. Ve despacio, y si descubres que no puedes existir sin que ande pululando cerca de ti, ¡ya tienes la respuesta! Y tendrás que hacer algo, si no se te adelanta, claro —añadió, riéndose. Jasper irradiaba felicidad, había sentido la tristeza y la soledad de su amiga demasiados años, y ahora parecía entusiasmada con Edward, al cual siguiendo lo que sus instintos le decían, le pasaba lo mismo. Si lograban estar juntos, matarían dos pájaros de un tiro.
—Muchas gracias Jasper, por tu tiempo y tus consejos —Bella se levantó y abrazó a su amigo fuertemente, lo quería muchísimo—. No sé qué haría sin tu título de Licenciado en Psicología.
—Probablemente ir a otra consulta y pagar una millonada por unos consejos tontos, sacados de Internet —bromeó él, acariciándole la espalda—. Bella, todos seríamos felices si consiguieses encontrar la estabilidad en tu vida. Encuéntrala, por favor —le susurró mientras besaba su frente. Bella sintió la necesidad de llorar de nuevo, Jasper era siempre tan tierno que se volvía casi insoportable—. ¿Quieres venir a casa a cenar? Alice se morirá de la alegría, creo que hoy no ha ido a la oficina. Está como loca con lo de que salgáis en la revista.
—Mierda, Jasper… Casi había conseguido olvidarlo —bromeó ella, rodando los ojos y haciendo que su amigo se riese, mientras recogía sus cosas y las metía en un maletín—. Está bien, no tengo nada de cenar y pasar el tiempo con vosotros es mejor que ver la televisión.
—Muchas gracias Bella, sigues igual de encantadora —rió Jasper, cogiéndola por la cintura para ayudarla a salir—. Buenas noches Kate, que descanses bien. Mañana a la hora de siempre, acuérdate de la cita con el señor Uley —la joven asintió entusiasmada, y miró con celos cómo tenía cogido el hombre a Bella.
—¿El señor Uley? —preguntó divertida Bella mientras entraban en el ascensor—. ¿Mi jefe viene al loquero?
—Oye, me ofendes —sonrió Jasper, divertido—. Además hasta donde recuerdo, tú bien que te aprovechas de mi licenciatura. Y sí, viene a menudo. No veas la cantidad de problemas que tiene, pobre hombre. Jamás seré director de una agencia de publicidad.
Llegaron al parking subterráneo del edificio, donde encontraron rápidamente el BMW del chico.
—Ser publicista es gratificante, pero muy, muy trabajoso —suspiró Bella, mientras se sentaba en el asiento del copiloto. Jasper condujo en un cómodo silencio, Bella pensó que aprovechaba cada momento que no estaba cerca de la parlanchina Alice para disfrutarlo. El camino fue corto, como siempre. Entraron en la preciosa casa y se encontraron a la pequeña Cullen en la cocina, preparando fajitas y cantando una canción de un anuncio televisivo.
—¡¡La bella Bella!! —chilló al verla—. ¿Vienes para cenar? ¡Qué alegría!
—Sí, me invitó Jasper después de tener conmigo una sesión intensiva.
—Bella, deja de aprovecharte de mi pobre Jazz. Estoy segura de que sufre más él al no saber tratarte que tú con tus problemas —sentenció sabiamente Alice, haciendo que Bella la mirase con furia.
—Alice, yo no tengo ningún problema —bufó Jasper que estaba cogiendo las cosas para poner la mesa, se reía entre dientes.
—Mi amor, deja a Bella, ha tenido un día muy revelador —le dijo, mientras se escabullía de un fallido golpe de muletas por parte de Bella. Alice se carcajeó, seguían teniendo la misma relación que cuando contaban diez años.
Mientras comían animadamente el tema de la conversación se centró en Edward, para horror de Bella.
—Parece ser que le va muy bien en el hospital —comentó Alice, llevándose el tenedor a la boca—. Papá me llamó ayer y me estuvo contando que le llueven felicitaciones, por tener a un hijo tan capaz. Parece ser que tiene a todas las niñas locamente enamoradas, que ni protestan al ponerle inyecciones, ¿os lo imagináis ligando con niñas de cinco años? —todos estallaron en carcajadas.
—No me lo había comentado —dijo Bella, con lágrimas en los ojos.
—Yo me muero por ver eso. Un día tenemos que ir a hacerle una visita, sin que se dé cuenta —reía Alice—. Por lo visto, una tal Claire, de cuatro años, le ha dicho que estaba segura de que él era su príncipe azul, que quería casarse con él porque era tan guapo como un modelo, y Edward le contestó que posiblemente sus padres preferirían que fuese un poco mayor para eso, y que además no había trajes de novia tan pequeños. El padre de la niña es amigo del director del hospital y también conoce a Carlisle desde hace siglos, por lo que cuando vio a su niñita llorando porque no podía ser la mujer de Edward se partió de la risa y desde entonces lo llama “yerno”. Por lo visto su cara es un poema cada vez que se lo encuentra —ninguno de los tres pudo parar de reír en un rato muy largo, aquella imagen de Edward perseguido por cientos de niñas de no más de seis años era demasiado cómica—. Bueno, y a parte están las enfermeras. Según cuenta papá, todas ven extremadamente adorable que quiera tanto a los pequeñitos. Se pasan el día siguiéndolo, ofreciéndole café o tonterías. Parece que se enfada todos los días con alguna, normalmente suele ser la más pesada, pero como es tan caballero, se encierra en su despacho, sin decir nada a nadie. No entiendo por qué no aprovecha todo su potencial para encontrar a alguien que merezca la pena, de verdad.
A Bella no le había sentado bien lo último que había dicho Alice. Le daba igual que unas crías se encaprichasen de él, pero que fuesen unas enfermeras las que no le quitasen las manos de encima le dio dolor de estómago. Había sido una ingenua, Edward podría tener a cualquier mujer, de hecho, seguramente tendría algún lío con alguna, o con algunas. Era joven y guapo, ¿por qué iba a esconderse en su casa, cuando había tantas mujeres deseosas de su compañía?
—Edward nunca ha estado interesado en las que van detrás de él, babeando solo porque es una cara bonita —comentó Jasper mirando de reojo a Bella y dándole una suave patada a Alice por debajo de la mesa, que le dirigió a Bella una mirada de disculpa.
—No hace falta que me animéis, ya sé que no me puedo comparar con una enfermera sexy—murmuró esta, consiguiendo que sus amigos soltasen unas sonoras carcajadas.
—Bella, no conoces nada a Edward. Estoy segura de que te ve más sensual a ti que a una tía que le haga un striptease en medio del trabajo —Alice parecía segura de sí misma, pero Bella pensaba que era la tontería más grande que jamás le había dicho.
—Vamos a hablar de otra cosa, por favor —pidió, con las manos en la cara. Los otros se miraron entre ellos, compartiendo una de esas miradas comunicativas de pareja y empezaron a hablar sobre música, despreocupadamente. Al rato, Bella consideró que era hora de volver a casa.
—Tengo que irme, mañana me queda un día largo —se excusó, levantándose de la mesa.
—Pensé que no trabajabas —dijo Alice distraídamente.
—Ah, no, no, si no trabajo. Es que Edward me deja a Seth mientras el va al hospital —sus amigos abrieron la boca, sorprendidos.
—¿Y no te da ningún problema? Pensé que le costaría sociabilizarse, después de todo lo que ha pasado —quiso saber Jasper. Bella negó con la cabeza.
—Nos lo pasamos muy bien juntos, y la verdad es que no me ha dado ningún quebradero de cabeza, es muy fácil estar con él. Tiene más madurez mental que mucha de la gente que he conocido a lo largo de mi vida —rió, había sido totalmente sincera—. Incluso me ha llamado “su Bella”
—¡Oh, Bella, es un niño tan adorable! Dan ganas de comérselo, con sus mofletes tan redonditos y rositas —suspiró Alice, a la que le encantaban los niños. Jasper se pasó una mano por el pelo incómodo, sabía que Alice deseaba un hijo, pero aún era pronto bajo su criterio—. Ojalá se haga amigo mío.
—Alice, le gustas mucho, le gustáis todos —dijo sinceramente Bella—. Pasa más tiempo con él, ya verás cómo se pega a ti igual que una lapa.
Alice se quedó pensativa, y Bella adivinó que estaría maquinando un plan para conseguir que Seth la quisiese como ella a él. Jasper accedió a llevarla a su casa, no quería que Bella cogiese un taxi a esas horas si podía evitarlo, por lo que no tuvo más remedio que aceptar, y despidiéndose de su amiga volvió al coche.
—Buenas noches Jazz, gracias por todo —se despidió y avanzó hasta el interior del edificio. Cuando estuvo dentro, con la puerta exterior cerrada, el coche de Jasper se alejó. Sonriendo y feliz por lo cuidada que se sentía por sus amigos, se metió en el ascensor. Tatareó la cancioncilla que sonaba, mientras buscaba distraídamente las llaves.
Diez minutos después, estaba con el pijama puesto y tendida en su cama, agotada. Esa noche soñó, como tantas otras. Al principio eran cosas sin importancia, pero luego se fueron volviendo más comprometidos, con Edward entre ellos. De repente despertó, había sentido algo. Abrió los ojos y se encontró al protagonista de sus sueños ante ella, con la cabeza inclinada a centímetros de la suya.
—Buenos días, Bella durmiente —susurró, inundándola con el embriagador olor de su aliento. No sabía que hacía él en su cuarto, ni qué hora era, o si había pasado algo. Sólo era consciente de su cercanía y del verde de sus ojos. Se acercó más a ella y la besó cerca de la boca, en la comisura—. No te levantes, he dejado a Seth en la cama. No me podía resistir a entrar a verte dormir —susurró, entre sonrisas avergonzadas—. Me tengo que ir, se me ha hecho tarde. Descansa mi Bella —acarició su mejilla y se incorporó, cerrando con sumo cuidado la puerta y dejando a una inmóvil Bella en estado de auténtico shock.
Había sido incapaz de pronunciar una palabra, y dudaba que alguna vez pudiese levantarse, sentía su cuerpo demasiado pesado. “¿A qué juega? ¡Me está volviendo loca!” Pensó, desesperada. De un tirón, se cubrió la cabeza con la manta, pero le fue imposible volver a dormir. No después de aquel casto beso. Pasó sus dedos innumerables veces por la zona, que estaba caliente aún. ¿Qué podía hacer? Era como si le estuviese lanzando señales, pero no podía concebir que él se sintiese atraído por ella. Quizás debía actuar, y salir de dudas, aunque si la cosa salía mal sería insufrible tener que vivir a unos metros. Además, no era una persona valiente, jamás se insinuaría, para que eso pasase Cielo y Tierra se tendrían que mover hasta fusionarse. Perezosamente salió de la cama, quería preparar un buen desayuno para su niño. “Stop, Bella. ¡¿¿Tú niño??! Esto es más grave de lo que pensaba.” Se puso a hacer tortitas, aquello la distraería un buen rato. Llevaba una media hora metida en una cocina cuando sintió que alguien tiraba de su camiseta. Bajó la mirada y vio a la personita más adorable del mundo, con las mejillas sonrojadas y su pijama de ositos.
—Mi amor, ¿ya te has despertado?
—Olía muy bien, Bella, no pude dormir más —dijo entre risitas, dando pequeños saltitos—. Sabes, podríamos beber chocolate caliente.
Bella rió, y corrió a poner chocolate en un cazo para fundirlo.
—Seth, como sigas viniendo a mi casa a comer voy a acabar gordísima. Aunque eso está bien, quizás así pueda pelearme con Emmett y ganar —comentó, mientras el niño se carcajeaba.
—Bella, ¡Emmett es enorme! Es como un oso… No entiendo cómo puede ser hermano de mi papi —pensó, con la mirada perdida—. Pero Alice sí que se parece a papá.
—Claro Seth, son mellizos —aclaró Bella, dándole la vuelta a la última tortita. El niño asintió, pero Bella estaba segura de que no sabía qué significaba ser mellizo de alguien—. A ver, sabes que los niños crecen en las barrigas de sus mamis, ¿verdad? —Seth asintió de nuevo, interesado—. Pues ahí dentro están metidos en una especie de bolsa, que les ayuda a sobrevivir dentro del cuerpo de la mamá. Bueno, pues cuando la mamá se queda embarazada de mellizos, tiene dos bolsas, con un bebé en cada una. Eso es lo que le pasó a tu padre y a Alice, estaban los dos cada uno en su bolsita. Cuando eres mellizo de alguien, puede que te parezcas a tu hermano, aunque no tiene porqué. Emmett podría haber sido el mellizo de Edward también. Son los gemelos los que se parecen, porque crecen en la misma bolsita, ¿entiendes? —Seth la miraba maravillado, como si fuese la persona más inteligente que hubiese conocido en su vida.
—Es guay eso de tener hermanos —susurró Seth—. ¿Tú tienes, Bella?
Bella lo levantó para sentarlo en una de las sillas de la cocina, mientras le ponía los cubiertos y la comida por delante.
—No, mis padres no tuvieron más hijos —contestó, mientras veía como el niño comía con ganas—. Aunque siempre he pensado que tenía cuatro. Alice, Jasper, Emmett y Rose han sido como de mi familia, son los hermanos que nunca tuve.
—¿Y por qué mi papi no? —quiso saber, con la boca llena de chocolate.
—Eh… —Bella se había quedado sin palabras, había sido un descuido olvidar a Edward. Claro que él no era para ella como un hermano, sería enfermizo pensar cosas así de un hermano. Iba a decir algo, cuando el timbre sonó—. Quédate aquí, peque.
Se dirigió a la puerta rápidamente y al abrir se encontró con una sonriente Renée, acompañada de Esme.
—¡Bella, cariño! —saludó su madre, abrazándola con ternura.
—Mamá, ¡qué sorpresa! —chilló emocionada Bella. Quería mucho a su madre, pero la veía poco debido al trabajo—. Hola Esme, que bien que hayas venido también —dijo ella, abrazando a la madre de sus amigos como si fuese la suya.
—Mi Bella… —suspiró Esme—. Cariño, espero que no te molestemos. Tu madre lleva insistiendo en venir a verte demasiado tiempo, y cuando ayer telefoneé a Alice y me contó que mi nieto estaba bajo tu custodia, nos faltó tiempo para venir.- Las mujeres rieron, mirando cálidamente a Bella.
—Oh… Sí, Seth está dentro, desayunando. Vamos pasad —invitó, haciéndose a un lado. Las señoras entraron elegantemente, colgando sus abrigos en un perchero que había en la entrada—. Vamos, está en la cocina.
Se acercaron sigilosas, ya que escucharon que el pequeño estaba cantando. Lo vieron sentado en la enorme silla, con sus piernas colgando. El pelo, parecido al de Edward aunque de otro color, estaba igual de desordenado mientras que sus ojitos brillaban de emoción viendo las tortitas que le quedaban. Tenía los mofletes rojos y los labios llenos de chocolate.
—¡Vive en una piña y debajo del mar! Bob Esponja... ¡Su cuerpo absorbe y sin estallar! Bob Esponja. ¡El mejor amigo que podrías desear! Bob Espooonja… —canturreaba, balanceándose en su asiento.
Bella caminó unos pasos para atrás, para poderse reír tranquilamente. Esme y Renée estaban igual de divertidas que ellas.
—Es encantador —comentó su madre en un susurro—-. Es un Edward en diminuto, aún lo recuerdo con esa edad. Dios mío, va a ser un rompecorazones.
—¡Oye! Mi hijo no rompe los corazones de nadie —le recriminó Esme dándole un golpe en el brazo, soltando risitas.
—Y no sabéis lo mejor —murmuró Bella, llamando la atención de las dos—. Toca el piano.
Esme se llevó las manos a la boca, y Bella vio como se le llenaban los ojos de orgullo al mirar a Seth.
La chica decidió que ya era momento de volver con el niño, por lo que entró en la cocina, sonriéndole.
—Cariño, ¡tenemos visita! —Seth la miró, asustado—. Tranquilo cielo, mira, esta es Renée, mi madre. Y a tu abuelita ya la conoces, ¿no? —el niño sonrió, un poco cohibido. Bella lo levantó de la silla para sentarlo encima de ella, mientras indicaba a las otras que hiciesen lo mismo—. Supongo que no habréis desayunado —comentó, acercándoles unos vasos y la jarra del chocolate.
—Seth mi amor, ¿cómo estás? —preguntó Esme con delicadeza. El niño la miró detenidamente, aquella mujer le parecía demasiado buena, demasiado, y eso le parecía raro.
—Bien, como mi papi trabaja me quedo con Bella —contó, y se fijó en la madre de su amiga. Era muy bonita, al igual que Bella, pero se notaba que tenía más años—. Hola, soy Seth, me alegra conocerte. Tu hija es muy guay —dijo, muy serio. Renée no pudo evitar soltar una risita, que a él se le antojó igual a la de Bella, por lo que sonrió—. Te ríes igual que ella, eso es porque estuvo en tu bolsa, ¿no? —las mujeres se miraron, sin saber a qué se refería mientras que Bella soltaba una carcajada.
—Si Seth, cuando compartes tu bolsa, le das a ese bebé cosas tuyas, y de tu familia. Como el color de los ojos, la altura, o la forma de reírse —le contestó y luego miró a su madre y a Esme—. La bolsa es la placenta, quería saber porqué Alice y su padre se parecían y no supe explicárselo mejor —ahora sí que rieron, haciendo que Seth estuviese cada vez más cómodo. Ninguna de las personas presentes le incomodaba y encima estaba en los brazos de Bella, que eran igual de cálidos que los de su padre.
—Bueno Seth, y qué te gusta hacer —preguntó Esme, que quería a toda costa hacerse con su confianza y conocerlo mejor.
—Me gusta ver películas, pintar con las manos y leer cuentos, aunque todavía me cuesta.
—¿Ya sabes leer? —preguntó Renée sorprendida—. Pero si no puedes tener más de cinco años.
- Mi papi me enseñó, aunque dice que aprenderé mejor cuando vaya al colegio de los niños grandes. Qué tontería, yo puedo aprender en casa. Creo que no me quiere enseñar para que tenga que ir a la fuerza —pensó, hablando más para sí mismo que para los demás.
Bella vio como su madre se quedaba alucinada, claro, ella no conocía a Seth y no estaba acostumbrada a su forma de hablar. Le sonrió, en señal de que todo estaba en orden, que él era así. Su madre pareció entenderlo, aunque seguía manteniendo la expresión de asombro.
—Abuelita, ¿cómo era mi padre de pequeño? —inquirió Seth de pronto. Esme se quedó muda durante un segundo, no se esperaba que se dirigiese a ella, y menos diciéndole abuelita. En sus ojos se leía la emoción cuando empezó a hablar.
—Pues, Edward era un niño muy bueno. Al principio me dio un poco de miedo porque tu tío Emmett sólo tenía un año y de pronto yo tenía a dos niños más. Alice era muy chillona, pero tu padre se pasaba el día tranquilo, sin hacer ruido. Creo que por eso Emm siempre le ha molestado tanto —añadió, riéndose por los recuerdos—. Para él, Edward no era normal, siempre callado y pensativo, sin embargo se querían con locura. Era un niño realmente inteligente, como tú, las cosas que decía no parecían propias de su edad, siempre conseguía que todos nos quedásemos con la boca abierta. A los cuatro años empezó a tocar el viejo piano de mi padre, y rápidamente aprendió —Seth la miraba con los ojos muy abiertos, maravillado por la forma en la que Esme hablaba de sus hijos, casi reverencialmente—. Nunca tuvo muchos amigos, pero no porque los demás no quisieran, siempre tenía a gente detrás. Simplemente a él le gustaba estar solo, pensar y leer. Cuando conocí a Bella pensé que era la persona más parecida a Edward que me iba a encontrar, pero me equivoqué —rió y miró cariñosamente a la chica, que estaba sonrojada—. Eres tú Seth. Si tienes dudas acerca de cómo serás dentro de unos años, sólo tienes que mirar a tu padre —concluyó, y Seth derramó unas silenciosas lágrimas, que alarmaron a las tres mujeres—. Mi amor, no llores —susurró Esme, tendiendo los brazos hacia él. El niño, tembloroso los aceptó, y abrazó fuertemente a la mujer.
—Es que… Yo jamás seré tan bueno como mi papi —murmuró, entre hipidos.
—Tú serás todo lo bueno que quieras, cariño —dijo sabiamente Esme, acariciando su suave cabeza—. Recuerda eso siempre.
Consiguieron calmarlo, sin mucha dificultad. Después le pusieron una película, cosa que le distrajo al cien por cien, en una pequeña salita que tenía Bella, muy acogedora.
La chica, cansada, se dejó caer en uno de los sillones acompañada por las dos adultas.
—Bella, estoy muy orgullosa por ti. Estas consiguiendo unirte mucho al pequeño, no dudo que sea difícil, pero lo estás haciendo —comentó Esme, sonriéndole.
—Esme, a ti también te está cogiendo mucho cariño. Es un niño muy especial —suspiró, mirando al techo.
—Bueno, y ¿cómo va la convivencia con Edward? —quiso saber su madre—. Cuando pequeños estabais unidos, estaba claro que erais los dos muy independientes, pero juntos encajabais a la perfección.
Bella notó el rubor de sus mejillas, y para su desgracia sus acompañantes también.
—Las cosas van bien, mamá. Edward es encantador, no tengo ninguna queja —murmuró, sin querer mirarlas a las caras.
—Bella, tu madre y yo llevamos años apostando que algún día acabaréis juntos —dijo Esme sin rodeos—. No puede haber mujer mejor para mi hijo, ni al revés. Y ahora estáis tan cerca…
—Esme, eso no es algo que se pueda arreglar hablándolo así como estamos haciéndolo ahora —. Respondió cansinamente ella—. Tiene que surgir, y de momento no surge nada.
—Pero cariño, ¡Edward es perfecto para ti! —exclamó su madre—. Siempre lo ha sido, no dejes que se vaya, o te arrepentirás. Además, ya no estás con el chico Newton, ¿qué más da acercarte a él e intentar algo?
—Mamá, no voy a hacer nada de eso —farfulló, horrorizada. No sabía de dónde sacaba semejantes ideas su madre.
—Bella, habéis nacido para estar juntos. No todo el mundo soporta las personalidades tan fuertes que tenéis ambos —rió Esme, medio bromeando—. Bueno cariño, es cosa vuestra. Pero no sabes lo felices que nos harías a tu madre y a mí.
Bella rodó los ojos.
—Está bien, saldré con él sólo para que seáis felices —las mujeres palmotearon, contentas—. ¡¡No!! Era una broma, por Dios… Mirad, yo no voy a hacer nada, no sirvo para eso. Si Edward algún día de su vida quiere algo, pues que me lo dé a entender. Mientras tanto pretendo quedarme de brazos cruzados —y diciendo esto, los cruzó, dando a entender que iba en serio—. De verdad, estáis todos de lo más pesados con el tema “Bella-tienes-que-liarte-con-Edward”
—Porque nos preocupáis —su madre parecía seria—. Además, piensa en los nietos tan guapos que me darías, Bella. Eso no tiene precio.
—¡Mamá! —le riñó Bella, mientras veía que se reían como colegialas. Esme calló inmediatamente, y le dirigió una mirada significativa a Renée, después se levantó rápidamente y se excusó para hacer una llamada importante.
—Bella ahora en serio, ¿conoces a algún hombre más atractivo? Si es así, dejo que hagas lo que te dé la gana —Bella rió, su madre estaba loca. Negó con la cabeza, divertida—. ¡Pues por eso! Entre él, y tú, que eres preciosa, imagínate qué descendencia.
—Mamá, para, de verdad. Es ridículo lo que estás diciendo… Además, tú no lo has visto aún.
—¿Y qué? Las lenguas hablan, Bella —comentó misteriosamente. Bella sacudió la cabeza, no quería discutir con su madre acerca de tantas tonterías. Esme apareció, apresuradamente.
—He hablado con Alice, insiste en que vayamos con ella a comer —Bella asintió, e hizo un ademán de levantarse—. Pero Bella, antes vamos a arreglarte un poquito. No quieras que Alice te arrastre a casa para hacerlo ella misma.
Bella gimió, tenía que haber supuesto eso. Entre Esme y su madre la agarraron y la llevaron hasta el tocador del servicio de su propio dormitorio, sentándola en un taburete y poniéndose manos a la obra. Tardaron lo que a ella le parecieron horas en maquillarla, peinarla y vestirla. Llevaba el pelo suelto, con sus característicos rizos en las puntas, solo que ahora eran tirabuzones muy elaborados. Sus ojos tenían un poco de sombra gris, para darles profundidad, acompañados de delineador negro y abundante rímel. El maquillaje de su cara era escaso, el preciso para tapar alguna que otra imperfección o las acusadas ojeras que nunca querían irse. Llevaba un vestido demasiado corto, de colores negros, azules, blancos y grises, sobre el que se puso una chaqueta de cuero negra. Unas tupidas medias del mismo color tapaban sus piernas, acabadas en unas bonitas botas sin tacón, del mismo tono azulino de los colores de su vestido, que compartía con su pequeño bolso. Suspiró exhausta, aunque sabía que estaba realmente bien, hubiese preferido unos vaqueros y una sudadera. Decidió callarse esto último, no era necesario que la mirasen como si estuviese loca. Esme había ido hacía un rato a vestir a su nieto, por lo que su madre y ella la esperaron en la puerta. Bella estaba haciendo intentos de apoyar el pie poco a poco, dándose cuenta de que ya no le dolía en absoluto. Como tenía experiencia en torceduras, había estado haciendo todos los días unos ejercicios que le recomendó Carlisle en una caída anterior. Pensó que daban resultados, ya que no sentía nada al echar peso sobre este, aun así decidió no arriesgarse y llevarse al menos una muleta.
Esme y Seth salieron de la casa de Edward, con este totalmente vestido para salir a la calle. Parecía contento, de la mano de su abuela. Fueron en el coche de Renée hasta el trabajo de Alice, la cual estaba esperando sentada en un banco, enfundada en un elegante abrigo blanco. La pequeña Cullen se metió a toda velocidad en el automóvil, muerta de frío. Dio abrazos desde la parte de atrás a todo el mundo, agobiándolos y haciendo que la risa se extendiese.
—Alice, que guapa estás —dijo Seth, que tenía un libro de dibujos en las manos. A Alice casi le da un ataque al corazón, aquello era más de lo que podía desear.
—¡Tú sí que eres guapo, mi amor! —lloriqueó, besando su cabeza de manera impulsiva repetidas veces—. Podrías hacer anuncios, de verdad Seth.
Fueron al restaurante preferido de Esme, un lujoso italiano que se encontraba cerca del hospital.
—Es una pena que Carlisle no pueda venir —suspiró, mirando al blanco edificio.
—¡Eh, mi papi trabaja ahí! —exclamó Seth, señalándolo.
—Y el mío —sonrió Alice, cogiéndolo en brazos para entrar en el restaurante. Un señor se acercó rápidamente a ellas nada más entrar.
—¿Una mesa para cinco, señoritas y caballero? —preguntó, mostrando una perfecta dentadura. Ellas asintieron y las condujo hasta una amplia mesa, donde les dejó la carta. Estuvieron hablando durante horas, mientras comían y disfrutaban de su tarde de chicas, a la que se unió Rosalie a la hora del café.
—Lo siento, he estado hasta arriba de trabajo —suspiró, sentándose al lado de Bella—. ¿Os podéis creer que la gente se separe más cuando llega la Navidad? Es deprimente —gimió, mientras pedía un café.
—Hablando de matrimonios… ¿Habéis pensado ya en la boda? —preguntó Esme a Rosalie y a su hija. Ambas asintieron, entusiasmadas.
—Emm y yo estamos demasiado ocupados ahora, con todo el rollo del club y que nunca en mi vida había tenido tanto trabajo —Rose se veía cansada, pero contenta por sus logros—. Cuando las cosas se calmen un poco, empezaremos a planearlo todo.
—Jazz y yo estamos discutiendo dónde celebrarlo. Él insiste en que sea en una capilla que hay por el centro, muy íntima. La verdad que es preciosa, pero yo prefiero un sitio al aire libre. Lo que me molesta es que por no pelearse conmigo, acepta rápidamente lo que quiero, aunque así tenga que hacer cosas que no le apetecen —refunfuñó, Bella sabía muy bien que aquella descripción encajaba perfectamente con la forma de ser de Jasper—. Por eso queremos encontrar el punto medio en todo. De todas formas no hay ninguna prisa —añadió, encogiéndose de hombros.
—Mis niñas crecen —murmuró Renée, con orgullo. Bella era consciente de que su madre quería a sus amigas casi tanto como a ella—. Ahora solo falta mi pequeña —todas las miradas se dirigieron hacia Bella.
- Oh, no. No por favor, no empecéis —suplicó, pero fue en vano.
—Bella, se te va a pasar el arroz —rió Alice, guiñándole un ojo—. Además, no es que no tenga a nadie, ¿verdad?
—Eso, tiene al macho alfa —dijo Rose, mirándola y haciendo como si se arrancase la ropa. Todas se rieron—. Vamos tía, no sé cómo aguantas sin tirarte a su cuello. Vas a ser Santa Bella.
—Por Santa Bella —repitió Alice, levantando su taza de café. Las demás las imitaron, menos la aludida, que las miraba con odio, e hicieron un cómico brindis—. Vamos Bells, tienes que prometernos que harás algo.
—Bella, te lo digo como su madre —añadió Esme—. Tíratelo. En serio, estáis los dos muy frustrados sexualmente, no puede ser bueno —mientras Bella ponía los ojos en blanco, las carcajadas surgieron, con lágrimas incluidas. Esme tenía mucha confianza con ella, pero eso había sido demasiado. Seth que no entendía nada, estaba entretenido pintando en una servilleta, mientras cantaba una cancioncilla en voz baja.
—Oh, vamos. Bella, sabes que si no haces tú algo, lo provocaremos nosotras —Alice resultaba maléfica cuando soltaba comentarios de ese estilo.
—Es que no sé porqué no lo ves con objetividad. Estás hecha para salir con Edward Cullen, ¡y es obvio que os gustáis! —gritó Rose, dando un pequeño puñetazo en la mesa. Seth levantó la vista y pasó su mirada de Rosalie a Bella.
—Bella, ¿te gusta mi padre? —quiso saber, y por alguna extraña razón parecía entusiasmado. Todas se miraron alarmadas, ninguna pretendía que Seth se enterase.
—Claro Seth, me gusta mucho, pero como amigo —mintió descaradamente Bella, intentando sonreír.
—Mmmh… —no parecía convencido, pero decidió quitarle importancia y concentrarse en su dibujo. Justo cuando dejó de mirar, todas le pegaron un coscorrón a Rose, que pedía silenciosas disculpas. Cambiaron rápidamente de tema, no querían que aquello volviese a ocurrir. Bella satisfecha, pensó en comprarle algo a Seth por su ayuda, quizás lo más caro y grande que encontrase. No supo el tiempo que estuvo sentada en aquel sitio, pero las piernas empezaron a dormírsele.
—Oye, deberíamos irnos ya, ¿no os parece? —pidió, y las demás asintieron. Esme se levantó para hacer nuevamente una llamada mientras ellas pedían la cuenta. Cuando volvió y pagaron, salieron entre risas del restaurante. En el cielo no había ni rastro del sol ya, y las luces de la ciudad brillaban en todo su esplendor. Justo cuando iba a bajar los escalones que llevaban a la calle, una mano firme la ayudó. Levantó la mirada, sorprendida, para encontrarse con Edward.
Por detrás pudo escuchar las risitas nerviosas de las demás. “Mierda, ha sido una emboscada” Pensó, mientras no podía evitar perderse en el verde de sus ojos.
—¿Edward? ¿Qué haces aquí? —le preguntó, mientras Seth corría hacia él para abrazarlo.
—Salía del trabajo cuando mi madre me llamó y me dijo que estabais aquí, con mi pequeño —respondió, besándolo—. Seth, tengo que hablar contigo un momento —dijo, y se alejó unos metros con él.
—Os mato —murmuró furiosa Bella, mientras las otras se partían de risa—. Os juro que os mato, acabáis de desaparecer de mi testamento.
Edward volvió, con un Seth sonriente que se fue al lado de su abuela.
—Bella, ¿qué te parecería venir a cenar conmigo? —pidió Edward, mostrando su sonrisa torcida—. Mi madre se va a quedar con Seth esta noche, en casa, así que no hay problema. Y mañana tengo el día libre, por lo que tampoco tengo prisa —dijo rápidamente, respondiendo a todas las preguntas que Bella no había tenido tiempo para formular. La chica se dio la vuelta, para dirigir la mirada más asesina que pudo a sus acompañantes, que le respondieron levantando el pulgar. Rodando los ojos volvió a mirar a Edward e inspiró profundamente.
—Me encantaría ir a cenar contigo Edward —se escucharon unos vítores a su espalda que decidió ignorar—. Vamos, antes de que mate a alguien.
Y juntos se encaminaron hacia el precioso Volvo, que estaba a escasos metros de donde se encontraban.
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Chicas Chicas lo prometido es deuda..creo que ahora merezco besos y abrazops XD..aqui esta el capi disfrutenlo!!!
11 comentarios:
awwwwwwwww primera en comentar nunca pense que pasaria gracias gracias....te mereces besos abrazos edwards, emmets y miles de jacobs por ser tan buena escribiendo graciassssssssssssss
DIOSSS!!! TE MERESES ESO Y MUCHO MASS!!
TE REGALARIA UN EDWARD SI PUDIESE!!! (L
SOS MUY BUENA!!
NO PUEDO ESPRAR PARA EL RPOXIMO!!!!
QUE SE BESEN EN EÑ PROXIMO PORFAAAA!
NO PUEDO ESPERAR!"!! (l
cada capítulo se poner mejor!!!! me sta fascinando la historia.. sta genial!!!:D:D:D:D
hola esta genial gracias por subirlo esta genial ojala fueran tres seguidos jijiji klaro si se pudiera obviamente y de nuevo
gracias por subirlo ^-^ las adoro besos y abrazos
se kuidan
wow...!!!
gracias
de lo mejor
gracias por subir dos capis seguidos... OTRO OTRO!!
saludos desde MExico...
Lola Cullen
me desmayoooooooooo que bellooooooooooooooooooooooo edward diosssss espero q el viernes pongas el siguiente capitulo me qde sin hablaaaaa kiero un novio asiiii
aiii .. me encanto esta historia, recien hoy la descubri y la empeze a leer y ahora me re entusiasme :D
ya quiero otro cap :$
saludos
hay si sisisis quiero q pase algo porfa porfaaaaaaaaaa y cuando actulizas lifeslittle choices porfa porfaa
ayyyyyyy esta bueniiisiiimo no lo puedo creer miles de felicitaciones de verdad estaba buenisimo pero x favor k esta historia maravillosa no termine aki plis osea esto debe continuar x favor sigue la historia nos arias demaciado felices a todas ademas no puede terminar asi kon ese final de k van a cenar esto debe continuar plis la historia es demaciado linda y muy korta por fa bueno eso y muxas felicitaciones tienes demaciado talento xau
divno el capitulooo..!!!
pero por diosssssss..
que edward haga alfgo mas urgenteee..!!! jajaja
que sino bella se muere de los nervios o la preocupacion..!! q chica x favor jajajaj.!!!!
besos enrormess..!!!
Oolaa.....
muxisisisimas grasias por
los capitulos enserio
estan de lo mejor y no me
cansare de desirlo y claro que te mereses muxos besos que digo muxo miles de abrazoss y besoos GRACIAS!!!
enserio cada que leo esto me emociono mas y mas estan super woou!! enserio....
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