¿Cómo puede la gente vivir sin los besos de Edward Cullen? Era lo que la mente de Bella se preguntaba sin cesar. Aquel contacto divino le estaba excitando cada vez más. Sabía que habían ido a hablar, pero no podía resistirse a tocarlo, sentirlo.
—Bella… —gimió él—. ¿No sería mejor que hablásemos primero?
Lo miró e hizo un puchero, pero sabía que tenía razón. Se separó lentamente de él mientras le cogía las manos.
—Está bien… No sé cómo empezar —murmuró nervioso—. Está claro que me gustas, y mucho.
—Tú a mí también —añadió ella rápidamente.
—Es bueno saberlo —sonrió, feliz—. Por mi parte, creo que podríamos intentar profundizar esto. Es decir, sentir que realmente estamos juntos… No tener miedo cada vez que te vea con otro, aunque esto último no te aseguro que pueda remediarlo.
Bella sintió un nudo en el estómago cuando procesó sus palabras; para él no era simple diversión, quería algo más.
—Edward, sólo deseo tenerte conmigo —susurró, sonrojada—. Me cuesta seguir el día a día si no te veo al menos unos minutos.
—Me pasa exactamente igual… Paso las horas que no estoy a tu lado pensando en ti —le dijo al oído, haciendo que se estremeciese—. Te estás convirtiendo en mi todo, y quiero todo contigo…
Fue más de lo que su cuerpo era capaz de soportar; que le susurrara eso era una tortura. Sin ser consciente de sus actos se tiró encima de él, tumbándolo en el sofá con ella encima. Estaba comportándose como una idiota hormonada, pero resistirse a ese ser divino era una misión imposible.
Comenzó a arrancarle la camisa que tenía, sin importarle si la rompía o saltaba algún botón; no estaba para tonterías. Edward rápidamente la ayudó a que ninguna prenda los separase, mucho más seguro de sí mismo que la primera vez. Acabaron desnudos en cuestión de segundos, admirando el cuerpo del otro.
—Eres tan preciosa… —sonrió Edward, atrayéndola hacia sí para besarla con más pasión que nunca. Bella estuvo a punto de perder el conocimiento; no quería respirar, ya que significaba separarse milímetros de él.
Sentía cada parte de su masculina anatomía bajo ella, haciéndole gemir de puro placer; era consciente de que Edward podría llegar incluso a provocarle un orgasmo sin tan siquiera tocarla. Recorrió su cuerpo con los labios, disfrutando de su sabor tan característico, que junto a sus sofocados gemidos la hacía estremecer.
Cuando él empezó a pasear los labios por sus pechos sintió que iba a llegar al clímax ahí mismo, lo cual era una locura. Era imposible que alguien te excitase tanto en tan poco tiempo, hasta debía de haber alguna ley científica que lo probase. Sin embargo, Edward Cullen nunca había parecido ser de este mundo, por lo que Bella pensó que, si iba a empezar una relación con él, debería acostumbrarse al hecho de que le provocase placer inmediato con un simple roce.
Tener la lengua de Edward recorriendo su cuerpo no le ayudaba mucho a pensar coherentemente, por lo que sacudió la cabeza y besó con lujuria el largo cuello del chico, disfrutando a cada segundo de su aroma y textura.
—Bella… —gimió con un hilo de voz, que hizo que hasta la última terminación nerviosa del torturado cuerpo de la chica explotase de placer—… T-te necesito tanto…
Esas palabras la llevaron al límite, ¿es que no se daba cuenta de que ella también lo necesitaba casi tanto como el aire que respiraba? Edward Cullen iba a acabar con Bella.
Sabía que se estaba metiendo en un camino pedregoso del que jamás podría salir si entraba. Se estaba enamorando por primera vez en su vida; debía sentir miedo, estar aterrada. Pero las profundas esmeraldas que tenía a un palmo le decían que se entregase en cuerpo y alma, que quisiese y se dejara querer.
¿Qué hacer cuando algo tan puro te ruega que confíes en que todo irá bien, aún sabiendo que si no es así acabarás más dañada que nunca? Ya sentía cariño por Edward, y aunque su cuerpo luchase por hacerle ver que realmente lo quería, su mente mantenía los sentimientos a raya; Bella Swan no estaba hecha para sufrir.
Sintió un impulso de parar, de decir que todo aquello estaba mal, que no quería enamorarse tan pronto, que no se sentía preparada. Quería gritar y llorar, dejar de sentirse indefensa. Deseó que Edward no pudiese desarmarla de esa forma, no era justo, pero sin embargo se limitó a seguir besándolo y acariciándolo.
Se estaba formando una dura batalla entre mente y cuerpo y Bella no sabía quién ganaría. Dio gracias porque el chico no se diese cuenta de nada, al contrario, estaba muy entretenido proporcionándole placer suficiente como para que su cuerpo empezase a salir victorioso. Los brazos de Bella flaqueaban, por lo que de un rápido movimiento Edward la puso bajo él, sin separar los labios de su piel ni un instante mientras entraba en ella. Bella sintió tanto placer que se olvidó de pensar durante unos largos segundos, así que decidiendo que más tarde dejaría claros sus sentimientos se dedicó a disfrutar del perfecto cuerpo de su acompañante.
Esta vez no fue como la primera. Edward estaba más seguro de sí mismo, por lo que se atrevió a darle a sus movimientos un toque más salvaje que Bella no esperaba. Jamás había experimentado aquello… Era incluso mejor que la vez anterior, la cual en su momento creyó que era la experiencia más excitante que un humano podría soñar tener. Sin embargo Edward siempre la sorprendía, iba un paso más adelantado que los demás.
¿Cómo podía ser virgen y saber qué es lo que su pareja quería exactamente? Una persona normal debería estar años teniendo relaciones sexuales para llegar a ese nivel de perfeccionamiento. Pero es que para Bella, Edward Cullen no era una persona normal. Lo miró con una mezcla de lujuria y cariño, mientras él marcaba el ritmo y le sonreía torcidamente. Demasiado tarde se dio cuenta que había sido una mala idea mirarle tan fijamente. Si ya con su sonrisa podría provocarle el éxtasis, si se sumaba estar haciendo el amor con él a la vez que le sonreía solo podía significar un estallido de placer.
—Dios, Edward… —exclamó entre gemidos, a la vez que se dejaba ir. Sintió como la espalda del chico se arqueaba y cerraba los ojos mientras mordía su labio inferior. ¿Era posible tener dos orgasmos seguidos? Bella entendió que sí al verlo así, con su torso desnudo y con cara de placer absoluto. “Tienes que hacer una nueva nota mental: no lo mires cuando vuelvas a tener sexo con él.”
Su mente empezó a divagar de nuevo, justo en el momento en el que su cuerpo dejó de dar espasmos incontrolados. Sintió el estúpido impulso de hacer una fotografía, y es que siempre que quería recordar un momento feliz solía retratarlo. Sin embargo pensó en la cara que pondría Edward si cogía su réflex ahora y no pudo evitar reírse como una loca.
—¿Por qué te ríes? —preguntó él, tumbándose como pudo a su lado.
—Tonterías mías… —vio que la miraba escéptico y supo que tendría que darle una respuesta mejor a la fuerza—. Bueno, no sé si sabes que uno de mis hobbies es la fotografía.
—Lo he intuido al ver que tienes tropecientas cámaras —rió él.
—Pues cada vez que me pasa algo que quiero recordar, ya sabes, algo con lo que haya sido feliz, o simplemente un paisaje que me haga pensar… me gusta coger una de ellas y capturar la imagen. Para recordarlo siempre —contó, mientras se encogía de hombros—. Pues hace un segundo he sentido un deseo incontrolable de ir a por la cámara y sacar una fotografía. Después me he dado cuenta de que sería un poco vergonzoso…
Edward soltó una enorme carcajada al mismo tiempo que la atraía hacia él.
—Si lo ves necesario, adelante, no te cortes —comentó cuando se hubo calmado—. Así que un momento feliz, ¿eh?
—Más bien eres un paisaje para pensar —bufó ella, que había empezado a sonrojarse. Sí, había sido tremendamente feliz al estar unida de esa forma con él, sintiéndolo suyo, pero no iba a decirle eso; todavía no, al menos. Edward se limitó a sonreír y acercó la boca al oído de Bella.
—Para mí ha sido uno de los mejores momentos de mi vida, así que no te avergüences por decirlo —susurró y después besó su cabeza—. Ha sido una buena forma de empezar una relación, ¿no crees? —bromeó al rato Edward, como siempre.
—Sí, la mejor —dijo ella después de soltar una risita nerviosa. Después se incorporó para empezar a ponerse rápidamente su ropa, sonrojada al sentir la atenta mirada del chico—. C-creo que deberíamos ir con t-tu hermana, antes de que venga a echar la puerta abajo.
Edward sonrió y empezó a vestirse también.
—¿Siempre hay que tener tanto cuidado con Alice?
—Ni te lo imaginas —sonrió ella, que estaba peinándose frente a un espejo que había en el salón—. ¿Estoy presentable o parezco recién salida de un After?
—¿Puedo utilizar el comodín del público? —preguntó Edward entre risas, abrazándola por detrás.
—Muy gracioso Cullen. Veo que sigues en tu línea… —bufó ella, dándose la vuelta para encararlo—. Vamos a tu casa antes de que tu humor acabe con mi paciencia…
—No me das miedo, Isabella —le susurró al mismo tiempo que torcía su sonrisa.
—¡No hagas eso! —exclamó ella inconscientemente al recordar como se había sentido al mirarla mientras tenían sexo. Tres segundos después sus mejillas empezaron a colorearse. Edward la observó divertido.
—¿Qué es lo que no tengo que hacer?
Bella lo miró exasperada y soltó un suspiro, cansada.
—¡Sonreír así! ¿Qué es lo que pretendes? —le espetó, poniéndose las manos sobre la cintura.
—Perdona que no te siga pero mi inteligencia no da para tanto… —Edward estaba disfrutando con la situación, por lo que no dudó en alargarla—. A ver, ¿cómo sonrío?
—Así —dijo Bella, mientras hacía una pobre imitación. El chico no pudo evitar carcajearse—. Oye, yo no he ido a clases para saber deslumbrar a mujeres torciendo la sonrisa.
—Pues deberías. Son muy, pero que muy interesantes —le dijo, acercándose a su boca para besar sus suaves labios de nuevo. Bella dejó de respirar inmediatamente, no se esperaba un beso de Edward. Es más, estaba segura de que jamás se acostumbraría a ellos, o al menos eso pensaba.
Entreabrió un poco la boca, dándole permiso para profundizarlo y creyó que se derretía cuando volvió a probar aquel peculiar sabor. Mordisqueó el labio inferior del chico, volviéndose a sentir hambrienta de él.
—Esto es una locura… —susurró Edward, plasmando en palabras lo mismo que pensaba Bella—. Es decir, acabamos de estar juntos, se supone que necesitamos un tiempo para… ¿Repararnos? —comentó, eligiendo con cuidado sus palabras y haciendo que Bella riese, mientras asentía conforme con su discurso—. Sin embargo, te necesito tanto… Siento como si contigo el tiempo funcionase de otra forma. Ni las horas son horas, ni los minutos son minutos.
—Como si no hubiese unidad de medida —murmuró ella, siguiendo el hilo de las cavilaciones de él por su propia cuenta—. Puedo estar junto a ti horas, pero no son horas. Cuando estamos separados soy más consciente de que hay vida a mi alrededor. No sé, no puedo explicar mejor lo que se me pasa por la cabeza porque siento como si no hubiese términos adecuados para describirlo.
—¿Estaremos en un universo diferente al de los demás? —rió Edward—. Quizás deberíamos hacer nuestro propio diccionario en el tiempo libre que tengamos.
—Estoy segura de que sería un Best séller —dijo Bella mientras tiraba de él para ir a buscar a Alice y a Seth.
—Sólo si salgo yo en la portada —comentó él revoloteándose el pelo—. Con La Sonrisa, por supuesto.
—Oh, cállate —bufó Bella, llamando al timbre. A los segundos la puerta se abrió, dejando al descubierto a los otros dos, que estaban muy sonrientes.
—Habéis tardado, pero por esta vez lo dejaré pasar —dijo Alice, mientras pegaba saltitos de alegría—. ¡Hemos hecho calzoni para todos! Seth es un cocinero excelente, me ha dejado ¡petrificada!
—No ha sido para tanto —se disculpó modestamente el pequeño, haciendo que todos se rieran alegremente. Fueron hasta la cocina y vieron que estaba todo patas arriba, con harina y tomate hasta en las paredes.
—Edward, no te preocupes. Lo limpiaré en un santiamén —comentó Alice rápidamente, pero su hermano estaba demasiado feliz como para enfadarse por algo. Alice lo notó al instante, pero para asombro de Bella no hizo ningún comentario y la chica se hizo una nota mental para recordar agradecérselo más tarde.
—Bueno, ¿y dónde están esas maravillas culinarias? —preguntó Edward, levantando a Seth del suelo y haciéndole cosquillas—. ¡Seguro que ya os lo habéis comido todo!
—¡Noo! Están en el horno, para que no se enfríen —decía Seth entre risas.
Se sentaron alrededor de la mesa, que ya estaba preparada y Alice apareció al instante con una bandeja llena de comida.
—Os la tenéis que comer enterita, sino ya me encargo yo de ello —añadió, con su maléfica sonrisa de duende travieso—. Oh vamos, no me miréis así. Ya sabéis que mis métodos no son violentos.
—Alice… Mejor me callo —suspiró Bella, llevándose a la boca uno de los calzoni—. Oye, es verdad, están buenísimos…
—¿Acaso dudabas de nosotros? —Alice se hizo la ofendida, y Bella puso los ojos en blanco.
—Bueno, creo que Bella tiene motivos —añadió Edward, que también había empezado a cenar—. Hasta donde mi memoria llega, lo que cocinabas solía ser un peligro para la salud de los demás.
—Oh Edward, las cosas han cambiado —rió su melliza—. Hice un trato con Bells hará unos años. Me obligó a asistir a clases de cocina; su argumento era que lo hacía por el bien público. Y yo la apunté a un cursillo intensivo de makeup, así cuando yo no estoy en el mismo país que ella, puede valerse por sí misma. Ya sabes, también es por el bien público…
Edward estalló en sonoras carcajadas.
—Debí habérmelo imaginado.
—Nos salieron por un pastón las malditas clases —suspiró Bella—. Pero fueron útiles. Ahora no confundo la base con los polvos compactos. No sé cómo podía vivir antes sin esa información. Estaba loca, la verdad —ironizó, ganándose una mirada asesina de su amiga—. En realidad fue divertido. Había un montón de famosas, ¡Deberías verlas sin maquillaje! Intenté que Alice me dejase hacerles algunas fotos para mandarlas a alguna revista sensacionalista, pero según ella era inmoral.
—¡Lo es! —exclamó la duende y se disponía a argumentar su postura cuando el móvil de Bella empezó a tronar. Esta se levantó de la mesa, e incapaz de hablar por él mientras estaba quieta comenzó a dar vueltas por la cocina.
—¿Sí?
—Bells, soy Angela. Te llamaba porque necesitamos que vengas a la oficina mañana a primera hora para acabar con el proyecto Disney. ¿Te viene muy mal?
—No te preocupes Ang. Además he estado trabajando algo en casa, así que no iré con las manos vacías. Te invito mañana a comer, que hace tiempo que no hablamos.
—Genial Bells, te echo mucho de menos —su amiga suspiró y cambió de tema radicalmente—. Oye, ¿qué tal con Edward?
Bella miró de reojo a la mesa y vio que todos tenían los ojos puestos en ella, por lo que se puso nerviosa.
—Sí, sí, las copias de impresión… Las tengo en el portátil, te las mando después cuando esté en casa.
—Ya veo, está cerca, ¿eh? —dijo Angela riéndose—. Mañana me cuentas todo, ¿vale?
—Está bien, nada de escabullirse —murmuró, jugueteando con un trapo de cocina que había en la encimera.
—Lo has pillado. Descansa, nos vemos dentro de… ¡horas!
—Hasta mañana Angela —colgó y se dirigió a la mesa—. Me temo que tengo que ir a la cama urgentemente. Mañana debo de ir a la oficina bastante temprano para acabar con lo de la película de Disney.
—Tiene que ser genial trabajar con ellos… —suspiró Alice, inmersa en su mundo de fantasía y diversión sin límites—. Mañana hablamos Bella. Duerme bien.
—¡Que tengas sueños bonitos, Bella! —le deseó Seth, abrazando sus piernas.
—Y tú, cariño —le sonrió, besando su cabecita—. Ven a verme mañana, ¿vale, señorito?
—¡Sí! Bueno, si papi me deja —añadió, mirando de reojo a su padre.
—Claro que puedes ir, Seth —rió éste, y después se levantó apresuradamente—. Te acompaño, Bella.
—Sí, creo que puedo perderme sin tu ayuda —bromeó, caminando hasta su casa, a la que llegó en menos de treinta segundos—. Gracias por traerme hasta mi apartamento, Edward.
—De nada… Es una suerte que vivas en mi ciudad —susurró, acercándose a Bella.
—Es una suerte que vivas en la puerta de en frente —gimió, enredando sus dedos en el pelo de Edward.
—También es una suerte que quieras besarme tanto como yo a ti —sonrió mientras depositaba suaves besos en sus labios, sin pararse a profundizarlo.
—Cullen, no confíes demasiado en tu suerte.
—Confío en ti, y tú ahora eres toda mi suerte —murmuró justo antes de besarla con pasión, aplastándola contra la puerta, como era costumbre entre ellos. Pasaron lo que parecían segundos, pero que realmente eran largos minutos, besándose sin querer separarse hasta que Bella tomó consciencia del tiempo.
—Odio decir esto, pero tengo que irme a la cama, Edward —musitó sobre sus labios. Él soltó un pequeño gemido lastimero que hizo sonreír a Bella.
—Está bien, está bien —suspiró, separándose de la chica—. Mañana nos vemos. Descansa, mi Bella.
—Y tú. Ten cuidado con Alice, no sabes de lo que es capaz.
—Te mentiría si te dijera que no estoy asustado —comentó, poniendo cara de horror—. Pero es mi hermana y no tengo más remedio que aguantarla.
—Ya me contarás que tal —sonrió, y abrió la puerta de su piso—. Hasta mañana, vecino.
—Buenas noches, preciosa —le dio un último beso y esperó a que entrase y cerrara el apartamento para después dirigirse de nuevo al suyo. Vio que ya no había nadie en la cocina y extrañado empezó a buscarlos. Sonrió cuando llegó al cuarto de Seth y vio que el pequeño estaba ya acostado, durmiendo plácidamente mientras Alice le leía un cuento sin darse cuenta de que ya podía parar, al estar el niño dormido.
—Alice —susurró, lo más bajito que pudo. Su hermana levantó la cabeza y le lanzó una mirada interrogativa—. Vamos, ven.
La chica miró al niño y besó su frente. Después se levantó cuidadosamente y fue dando brincos hasta donde estaba Edward.
—¿Nos vamos ya a la cama? —quiso saber, mientras caminaban por el pasillo.
—Si estás cansada, sí. Puedes elegir el cuarto de invitados que quieras, hay varios —Alice lo miró decepcionada y Edward rió suavemente—. Pensé que preferirías la intimidad antes que dormir conmigo. Ya eres mayorcita.
—Edward, me has visto desnuda casi las mismas veces que Jasper, así que deja de decir tonterías —voceó, cruzando sus pequeños brazos bajo el pecho.
—Hermanita, quiero mucho a Jasper y sé que no habrá hombre mejor para ti, pero no hagas alusión a tu vida sexual con él, por favor —pidió él, conduciéndola hasta su dormitorio. Una vez en él fue al armario y sacó su pijama y la camiseta más pequeña que encontró—. Espero que puedas dormir con esto, aunque no esté a la moda —bromeó, sacándole la lengua a Alice mientras le tiraba la ropa a la cara.
—Podré hacer una excepción, pero no te acostumbres —Alice empezó a desvestirse delante de él, dejándole claro que no sentía ningún pudor. Sonriendo, Edward siguió su ejemplo y se desnudó bajo la atenta mirada de su hermana—. Vaya Eddie, te has convertido en un muchachito interesante —se burló ella, guiñándole un ojo.
—¿He de darte las gracias por ese comentario? —preguntó él, poniendo en blanco los suyos. Su melliza se limitó a reírse—. Pues tú podrías comer más, estás en los huesos.
—Sabes perfectamente que es mi constitución y que jamás pasaré del metro sesenta y de los cincuenta y cinco kilos. No entiendo cómo podemos ser mellizos… —suspiró, dejándose caer en la enorme cama. Su hermano la acompañó al instante, acomodándose a su lado y ella corrió a abrazarse a él—. Es tan genial que podamos estar así después de tanto tiempo. Aún no me creo que estés aquí y que hayas cambiado tanto.
—A mí tampoco me entra en la cabeza —rió él, depositando un beso tras otro en su pequeña frente—. No habéis puesto ninguna pega al hecho de querer entrar en vuestro grupo y, sinceramente, no creo que lo merezca.
—Oh, vamos Edward, tú ya eras parte de nosotros aunque nunca estuvieses. Además, ¿qué clase de hermana sería si te diese la espalda? —dijo levantando la cabeza para sonreírle. Después se puso más seria—. Lo que no te perdono es que no me hablases de Seth… Has estado conociéndolo durante años, podrías haber mencionado algo, ¿no crees? Rosalie es abogada, y de las mejores, te hubiese sido de mucha ayuda.
—No sé, Alice. No es un tema del que me guste hablar. Primero necesitaba estar seguro de que el pequeño estaba bien y bajo mi custodia para después contaros todo, y así es como lo hice. Además, con Rosalie ya he hablado, el mismo día del McDonalds, para saber si los papeles de la adopción son igual de legales en Estados Unidos. Tenía que asegurarme.
—Pero has pasado tanto tú solo… A mí me hubiese dado igual ir hasta Londres para ayudarte —gimoteó ella, acurrucándose más contra él.
—Ya lo sé, cariño. Pero tenías tu vida y no iba a dejar que te olvidases de ella sólo por los problemas que me busco —rió Edward mientras acariciaba su corto cabello—. Ha salido todo bien, así que deja de darle vueltas.
—Tampoco me has hablado de tus novias de Londres… Edward, sentía como si ya no confiases en mí. Y me dolía tanto… —lloriqueó Alice, poniendo su puchero—. ¿Qué te pasó para que no me contaras esas cosas?
Edward estalló en carcajadas.
—Alice, no conocí a nadie especial allí, por eso no dije nada —a su hermana se le pusieron los ojos como platos—. Estás reaccionando igual que Bella —suspiró, cansado—. No entiendo por qué tengo que salir con alguien a la fuerza.
—¡P-pero tú eres perfecto! —exclamó Alice, visiblemente confusa—. Tienes dinero, tocas un instrumento musical, eres culto, vistes genial, ¡estás buenísimo! Joder, ¿en qué piensan las londinenses?
—Alice, cálmate —dijo Edward entre risas—. Yo no quería salir con nadie —su hermana lo miró escéptica, pero al momento pareció aceptarlo.
—Y ahora sí que quieres, ¿verdad? —preguntó, con una sonrisa maliciosa—. Dime, ¿cómo van las cosas con Bella?
—De maravilla. Hoy le he pedido que salga conmigo —al decir esto, Alice pegó un brinco en la cama y empezó a dar estruendosos chillidos mientras lo abrazaba.
—¡¡Por fin!! —Y sin previo aviso empezó a sollozar. Edward se incorporó, preocupado, y la meció entre sus brazos.
—¿Qué pasa Alice? ¿Por qué lloras?
—Es q-que sois t-tan tontos… —hipó mientras se frotaba los ojos—. Os ha c-costado años.
—¿Años? —preguntó Edward extrañado.
—Oh vamos, Ed, se veía a leguas que os gustabais cuando eráis unos críos… No hablabas nunca, y cuando lo hacías era para preguntar dónde estaba Bella, o si iba a venir.
Edward empezó a ruborizarse.
—Tú lo has dicho, ahí éramos niños de preescolar, ¿cómo me iba a gustar?
—Yo he amado a Jasper desde el primer momento que lo vi —sentenció Alice, sonriente, mientras recordaba como era su prometido a los cinco años—. Estoy segura de que si no te hubieses ido habríais estado juntos desde hace mucho tiempo.
Edward chasqueó la lengua; jamás se perdonaría haberse marchado de su casa, no necesitaba que su hermana viniese recordándole lo diferente que sería su vida si se hubiese quedado.
—Lo hecho, hecho está —dijo él, más serio.
—Por supuesto, y agradezco que te fueses a Londres —comentó ella. Él la miró asombrado—. Si no lo hubieses hecho, Seth aún estaría sufriendo. Me da igual sacrificar años estando junto a ti si eso significa hacer feliz al pequeño.
—Alice… —susurró él en su oído, abrazándola más fuerte—. No sé cómo he podido vivir sin ti tanto tiempo.
—Pero has sobrevivido bastante bien —bromeó ella, besando su mejilla—. ¿Te acuerdas cuando llorábamos a la vez?
—Sí, nuestra “conexión mística de mellizos” —rió Edward—. Me solía esconder en mi cuarto para que no me vieseis lloriquear.
—Un vano intento de mantener tu hombría intacta. Recuerdo lo bien que se lo pasaba Emmett con esas cosas.
—No hay nada como la humillación de sus hermanos para alegrarle el día, ¿verdad?
Alice se carcajeó al pensar en su hermano mayor y las formas que usaba para demostrar su cariño.
—Emmett es genial, no ha cambiado un ápice. A veces pienso que sigue teniendo diez años y no lo entiendo. Ha disfrutado de su infancia, no es como si se la hubiesen robado y estuviese viviéndolo todo ahora.
—Mis perfectos y adorados hermanos —susurró Edward, sonriente.
—¡Eh! No nos desviemos, estábamos hablando de tu relación con Bella —se quejó ella.
—¿Qué quieres que te cuente, Alice? No hay nada que no sepas o intuyas —suspiró. Su hermana era tan cotilla que sabía que lo tendría la noche entera hablando.
—¿Qué sientes por ella? —Parecía realmente emocionada, con los codos clavados en el colchón y su pequeña cabeza apoyada sobre las manos. Edward volvió a suspirar e intentó buscar las palabras adecuadas.
—Es difícil de explicar, Alice… Bella se está convirtiendo en mi todo, no sé si lo entiendes —Alice le devolvió una tierna sonrisa y asintió—. Jamás imaginé que ocurriría esto. Es decir, cuando decidí venir a Nueva York estaba emocionado por verla porque, como has dicho, hasta cuando era pequeño me sentía atraído por ella… pero nunca pensé que a este nivel.
—Estás enamorado… —sentenció Alice en voz casi inaudible, pero Edward lo captó y empezó a sonrojarse.
—¡N-no! Es m-muy pronto para eso, ¿no crees? —preguntó, dubitativo.
—Nunca es demasiado pronto, Edward. Si la quieres deberías decírselo, pero cerca del Hospital. Conociéndola o le subirá demasiado el ritmo cardíaco o se olvidará de respirar y se desmayará —comentó entre risas. Edward se limitó a sonreír, recordando la forma en la que Bella se tensaba cada vez que posaba los labios en ella.
—Aún no es el momento, acabamos de empezar —concluyó él, testarudo—. No quiero que salga corriendo porque le diga que la quiero al día después de pedirle que saliese conmigo.
—Sois tan cabezotas los dos… Espero que no procreéis, no aguantaría la fusión de vuestra cabezonería.
—¡Alice! —se quejó Edward, aunque sin poder evitar soltar una risita al mismo tiempo que le daba un suave empujón a su hermana—. Deja de decir burradas.
—¡Es verdad! Cuando vosotros dos deis ese paso yo ya tendré nietos —suspiró su hermana y, al ver que Edward seguía riéndose nerviosamente, se llevó las manos a la boca—. Oh madre mía, ¿ya habéis…?
—Alice, eso no es asunto tuyo —la cortó él. No tenía ganas algunas de hablar de su recién estrenada vida sexual.
—¡CÓMO QUE NO! Es mi mejor amiga y tú mi hermano, ¿no ves que estoy justo en medio? —gimoteó, intentando sonsacarle información al pobre chico—. Vamos, desembucha, ¿cuándo fue?
—¿No vas a dejarlo ir verdad? —inquirió Edward, y al ver que su hermana negaba entusiasmadamente con la cabeza sonrió—. Pues disfruta con la decepción.
—¡EDWARD ANTHONY CULLEN! NO ME HABLES ASÍ, Y CUÉNTAME ABSOLUTAMENTE TODO.
—Alice, a los demás nos gusta la intimidad —bufó, arrugando el ceño—. Está bien, está bien —añadió cuando vio que empezaba a formarse el famoso puchero en la cara de aquel demoníaco ser—. Fue hace unos días, es todo lo que me vas a sonsacar —vio como se arqueaba la perfectamente depilada ceja de Alice y suspiró resentido—. Y esta noche.
—¿CÓMO? ¿DOS VECES? Y yo que pensaba que eran mosquitas muertas… Dios mío, mañana pienso secuestrar a Bella de donde sea que esté… Necesito más información y ella es más débil que Edward… —murmuró, pensando en voz alta.
—No vayas a acosar a Bella, ¿vale? —pidió Edward, aunque sabía que era inútil.
—Vale, vale… —dijo sonriendo maléficamente.
—Cambiemos de tema, por favor —sonrió él, intentando distraer a Alice—. ¿Cómo te va a ti con Jasper?
Y lo consiguió. Como siempre que alguien nombraba a Jasper, Alice se sumergía en una nube de felicidad que perturbaba sus sentidos y la hacía sonreír estúpidamente.
—Nos va genial, igual que el primer día o mejor.
—¿Jamás os habéis enfadado por nada? —preguntó extrañado.
—Lo sé, es raro y difícil de entender. Posiblemente seamos la primera pareja en el mundo que no ha discutido nunca. Quizás sea por el hecho de que nos complementamos tan bien que nunca hay un roce entre nosotros. Somos muy diferentes, pero eso no significa que no podamos llegar a ser un matrimonio feliz.
—¿Para cuándo la boda?
—Aún no lo tenemos pensado… Ya sabes, sin prisas.
Edward la miró sorprendido. Conocía demasiado bien a su hermana como para saber que según ella las bodas eran la celebración más sagrada y que cuanto antes, mejor. Sin embargo decidió no darle importancia, eran cosas de pareja y él no tenía derecho a opinar nada.
Se movió para estar más cómodo y miró a su hermana durante unos minutos, sin decir nada. Tenía un nudo en la garganta. La quería tanto que no habría palabras para expresarlo. Cuando se fue era una niña, que hacía fiestas de pijamas con sus amigas o que iba al parque a comer chucherías y a cotillear. Ahora no. A su regreso se había encontrado con toda una mujer, la mirara por donde la mirase. Ya no era la hermana pequeña a la que proteger de los estúpidos de once años, ahora podía valerse por sí misma y le había ido de maravilla sin su ayuda.
No sabía por qué, pero sentía celos de todos aquellos que la habían visto crecer y que lloraron junto a ella cuando él estaba lejos. Alice siempre había sido parte de su vida, era la pieza que le faltaba para funcionar bien. No hubiese sobrevivido en Londres sin hablar con ella cada día, sin que le transmitiese parte de su energía o del brillo de sus pequeños ojos verdes. Y ahora que estaban juntos de nuevo haría la promesa de no volver a arrancarla de su vida, la necesitaba para seguir adelante.
—Estás guapísima, mi pequeña mujercita —le murmuró sonriente, acariciando una de sus mejillas e intentando contener las lágrimas—. Siento no haber estado contigo estos años, he sido un mellizo horrible.
—Edward —susurró ella con los ojos húmedos—. El día que cogiste aquél estúpido avión fue el peor de mi vida. Pero la felicidad del día que volviste lo compensa. Sólo júrame que no volverás a dejarme así… Aún tengo pesadillas en las que coges una maleta y te largas —añadió, riéndose suavemente mientras enjuagaba sus lágrimas—. Para mí sigue existiendo nuestra conexión. Cada vez que estás feliz siento tu alegría en mi interior, y cuando veo que estás a punto de llorar, me pasa esto —se señaló las lágrimas que corrían por sus mejillas—. Lloriqueo como una tonta.
—Alice, jamás me iré. Ya me comporté como un imbécil una vez, y no suelo tropezar con la misma piedra.
—El perfecto Edward Cullen —musitó Alice, riendo mientras hipaba—. Ven aquí tonto —pidió, abriendo los brazos para estrecharlo en un fuerte abrazo—. Quizás deberíamos hacer esto más veces, ya sabes, pasar la noche juntos, como cuando éramos enanos.
—Sólo que ya no están mamá y papá para mandarnos a callar —sonrió él, cerrando los ojos—. Ni Emmett para espiar lo que decimos.
—Deberíamos haberle avisado, hubiese sido divertido —comentó Alice, a la vez que soltaba un bostezo—. ¿Me dejas mañana a Seth?
—Alice, ¿no tienes que ir a trabajar?
—Esto… Eh, bueno es que me he pedido unos días, para disfrutar de vosotros y esas cosas. Tengo algunos asuntos pendientes y además el número de Diciembre ya está terminado. ¡Algunos privilegios tendrá que tener la directora!
—Está bien, está bien… —rió Edward, consciente de que había algo que su hermana no quería contar—. ¿Qué te parece si descansamos un poco? Yo sí que trabajo, y tengo que tener fuerzas… Es como ir a un campo de combate.
—¿Muchas admiradoras? —se carcajeó Alice y su mellizo puso los ojos en blanco.
—Muchas pesadas diría yo…
—Lo mismo es —sentenció ella y le dio un beso en la mejilla—. Descansa, Edward.
—Y tú, pequeña —apagó la luz que estaba encendida y se acurrucó a su lado, cogiendo una de sus diminutas manos.
—Edward —lo llamó al cabo de unos minutos.
—¿Sí? —preguntó medio dormido.
—¿Puedes cantarme la nana esa que me gustaba tanto? —pidió algo avergonzada. Edward soltó su hermosa risa antes de empezar a tatarear la canción. Rápidamente Alice relajó su musculatura y cayó en un profundo sueño al mismo tiempo que su hermano.
La noche pasó tranquila, sin ningún sobresalto. A las siete de la mañana sonó el despertador de Edward, el cual lo apagó deprisa para no despertar a su hermana. Contento por haberlo conseguido se levantó y, después de una rápida ducha, se vistió con unos simples vaqueros desgastados y una camisa a cuadros: su indumentaria habitual. Como iba algo mal de tiempo no pudo desayunar, por lo que cogió una manzana y salió de su casa con el maletín, el abrigo y la fruta en la boca a toda prisa. Debía ser una imagen divertida porque Bella, que estaba esperando al ascensor, soltó una risita.
—Veo que se te han pegado las sábanas —comentó, quitándole la manzana de la boca para besarlo. El chico sonrió y puso el maletín entre sus piernas para ponerse el abrigo. Bella, viendo lo que le estaba costando, empezó a ayudarle a meter los brazos.
—Es un chaquetón procedente del mismísimo Infierno —se rió él después de forcejear durante unos segundos más. El ascensor se abrió y como el caballero que era, dejó que Bella entrase primero, la cual estaba entretenida mordisqueando la manzana—. Oye te estás comiendo mi desayuno —se quejó él, divertido. La chica alzó una ceja y sacó la pieza de su boca para sostenerla a la altura de la de Edward. Este le dio un fuerte bocado mientras le sonreía seductoramente.
—¿Estás contento ya? —preguntó, separando la fruta. Él se acercó a ella y besó su nariz.
—Ahora lo estoy más —le contestó, mientras mordía sus labios. Justo cuando iban a profundizar el beso las puertas del ascensor se abrieron, dejándolos delante de una pareja que parecía acabar de llegar de una fiesta. Salieron rápidamente y se giraron para ver cómo los dos jóvenes ebrios intentaban pulsar el botón correcto. Riendo salieron del edificio y Bella se paró para despedirse de él.
—Espero verte más tarde —le susurró, volviendo a besarlo.
—Un momento, ¿dónde vas? —se extrañó él.
—A coger un taxi. Hace frío para andar y va a empezar a llover —suspiró ella, mirando al cielo.
—Ni hablar, yo te llevo —se ofreció él inmediatamente, y la cogió de una mano para conducirla hasta su Volvo.
—Edward, no hace falta, voy todos los días en taxi… —se quejó ella, intentando soltarse del agarre del chico.
—Vamos Bella, tu oficina está al lado del Hospital, paso por delante cada vez que voy a trabajar. Así que déjate de tonterías —añadió con una sonrisa torcida. Ella bufó y anduvo detrás de él murmurando cosas sin sentido. Cuando llegaron al coche le abrió la puerta y esperó a que se metiese para cerrarla.
—Edward, a veces creo que sales de una novela de Jane Austen —dijo Bella, sonriéndole.
—Mmmh, ¿y esa no era tu escritora favorita? —inquirió divertido, mientras miraba hacia atrás para sacar el vehículo del aparcamiento.
—No, ya no —rió ella, sacándole la lengua como si fuese una cría. Él se limitó a seguir sonriendo mientras circulaba.
—Déjame que lo dude —contestó, mirándola fijamente cuando paró en un semáforo. Aprovechando los escasos segundos que tenía para centrar su atención en ella se dio prisa en acercarse para besar la droga que eran sus labios. Perdieron la noción del tiempo, al igual que siempre, aunque esta vez recibieron quejas en forma de bocinazos provenientes de los demás coches. Algo avergonzado, Edward se separó y siguió conduciendo hasta que llegó al edificio donde se quedaba Bella.
—Gracias por traerme —le sonrió ella, consiguiendo que Edward se quedase embobado mirándola. La chica rió y abrió la puerta—. Veo que estás muy ocupado como para seguir con tu rutina de caballero —bromeó, mientras le daba un beso y salía. Edward sacudió la cabeza para salir de su ensoñación.
—N-no te preocupes, no se me volverá a olvidar salir para abrirte la puerta —contestó con una tímida sonrisa—. Que tengas un buen día, Bella. Te llamaré para saber la hora a la que terminas.
—De acuerdo… Salva muchas vidas hoy, SuperCullen —comentó, sonriendo. Se despidió con la mano y cerró la puerta. Esperó a que el majestuoso coche se perdiese de vista y aún con la sonrisa ocupándole toda la cara entró, dirigiéndose lo más deprisa que pudo al despacho de Angela.
Se pasó la mañana trabajando más que nunca, ya que había que acabar el proyecto en esa misma semana. Dio órdenes a diestro y siniestro, siempre evitando a Mike, que también hacía lo posible por no cruzarse con ella. Cuando vieron lo que llevaban hecho no pudieron reprimir una tanda de aplausos; era un trabajo estresante pero también gratificante.
—¡Somos los putos amos! —gritaba un chaval de realización, dando un puñetazo en la mesa. Todos los demás hombres de la sala lo imitaron, consiguiendo que las chicas presentes pusieran los ojos en blanco.
—Cuida tu vocabulario —lo regañó Bella, aunque sonreía, satisfecha por el resultado—. Bien, compañeros, hemos trabajado demasiado. Son las cuatro de la tarde y aún no hemos comido, así que vamos a tomarnos una hora y media de descanso, ¿qué os parece?
—¡TE QUIERO, JEFA! —gritaron los más bromistas, que también solían ser los más jóvenes. Bella miró a Angela, que estaba hasta despeinada y con las gafas torcidas.
—Angela, ¿qué te ha pasado? —preguntó divertida.
—¡Los de post-producción! —exclamó como si fuese evidente—. Fui con el proyecto impreso y un idiota abrió la ventana… Volaron todos los papeles, nos hemos llevado un siglo ordenando aquello.
Bella rió de lo furiosa que estaba. Angela solía ser siempre la calma en persona pero la deficiencia de la gente la sacaba de sus casillas. El grupo de post-producción solía dar muchos problemas como ese y no era la única que estaba empezando a cansarse de ellos.
Las dos amigas fueron hasta un restaurante que estaba a la derecha del edificio, sin ganas de andar demasiado. Una vez dentro se sentaron en una mesa apartada y, hambrientas como estaban, pidieron rápidamente su comida.
—Vale, ahora desembucha —dijo Angela con la boca llena.
—¿Acerca de qué? —Bella se hizo la inocente, pero no coló ya que vio que su compañera rodaba los ojos—. Está bien… ¿Qué quieres saber?
—¿Qué tenéis en común? ¿Es tan responsable como parece? ¿Besa bien? ¿Qué te dice cuando estáis juntos? ¡Está buenísimo! ¿Sigue estando buenísimo en… la intimidad? —cayó su discurso de pronto y se llevó las manos a la boca—. ¿¿Habéis intimado??
Bella, que estaba bebiendo mientras su amiga hablaba, no pudo evitar soltar unas carcajadas, por lo que se atragantó y casi muere allí de no ser por las fuertes palmadas en la espalda que recibió de un camarero que pasaba por al lado de su mesa.
—Angela, vas a tener que ir poco a poco si quieres que conteste todo —comentó después de que se le hubiese pasado el susto. Vio como su amiga la miraba con ojos interrogantes y suspiró—. A ver... Sí que es responsable. Siendo tan joven se encarga de Seth y lo está educando muy bien. Además tiene un trabajo estable y sabe lo que quiere en la vida.
—Tal y como a ti te gustan los hombres —añadió Angela, sonriendo pícaramente—. Con ganas de formar una familia, las ideas claras y la cabeza bien amueblada. Aún no entiendo cómo salías con Mike, en serio… ¡Es justo lo contrario!
—¿Sigo o no? —bufó, y su amiga le dedicó una sonrisa de disculpa—. Cuando estamos juntos hablamos de todo, tenemos gustos musicales y literarios muy parecidos. No creo que me canse de conversar con él, es todo un placer.
—¡Ahora los detalles morbosos! —rió Angela, dando palmadas en una imitación perfecta de Alice.
—De verdad, me tengo que buscar otras amigas… —suspiró, masajeándose las sienes. Al rato la miró y decidió divertirse un poco. Acercó su cara a la de ella y sonriendo siguió hablando—. Sí, la verdad es que besa tan bien... Deberías probarlo. Bueno no, como lo hagas jamás querrás volver a probar los labios de otra persona. Es como tocar el cielo, podría provocar hasta un orgasmo y en cuestión de segundos —vio que sus ojos estaban desorbitados y se rió interiormente, sabiendo lo que se estaría imaginando—. Y en la cama… D-i-o-s m-í-o —apretó los puños y dio un golpe en la mesa, mientras se mordía el labio inferior y cerraba los ojos—. No tengo palabras para describirlo. No, no es que no las tenga… Es que no existen.
—Madre mía Bella… —murmuró Angela, con los ojos brillantes—. Joder tía, ya te vale ¿cómo voy a mirar a Ben ahora? Posiblemente hasta sueñe con esto…
Bella se rió alegremente, satisfecha por haber conseguido lo que se había propuesto. Realmente no había dicho ninguna mentira. Quizás hubiese hasta atenuado las palabras, pero tampoco quería que Angela supiese el control que Edward ejercía sobre ella. Saboreando la victoria volvió a incorporarse en su asiento, apartando la vista de Angela y paseándola por el comedor. Casi se cae de espaldas al ver que al mismísimo Edward Cullen tras su amiga, con una sonrisa burlona coronando su perfecto rostro.
“Tierra, trágame” pensó Bella, consciente de que habría escuchado todo.
32 comentarios:
jaajajajaaja!!!! D-i-o-s-m-i-o jijiji es increible ...un tierra tragame en toda regla xdxd
JAJAJAJA Q FUERTE
UN POCO MAS Y LE PILLA DICIENDO TODO ESO
YO QUIERO UN EDWARD CULLEN PARA MI
que weno el capitulo menos mal que ivan hablar han exo de to menos hablar jajajajaj
que bonito ya la lleva hasta el trabajo
cuantos capitulos son yo no quiero que acabe nunca esta muy bien la historia
yo quiero un novio como edward
menos mal que estaba el camarero cerca si no bella se ahoga
jajajaja
y cuando a parece edward
que bueno
quiero otro capitulo me muero por saber que pasara
alice es mortal
la pequeña duendecillo
que risa cuando decia que iva a secuestrar a bella pa que le de mas informacion
jjajajaja
yo quiero una alice en mi vida tiene que ser un puntazo
te adoro alice
me declaro tean alice jajajaja
bss
bssssssssssssssss para todas y para todas
que pedazp de historia
nop creia que me iva a enganchar tanto
que pedazo de capitulo y el tam caballero
que bien
una historia muy bonita
GENIAL esta genial el capitulo, yo tampoco quiero que se termine. espero mas capitulos con ansias.
besos y k hermoso lo que nos dejas byeee
wooooooooooooooooo
queremos otro capitulo
que weno los mellizos
hay ahay aha hay hayyyyy!!!! siiii!!! d-i-o-s m-i-o jajajaj me encantooooooooo
quee capiituuloo!!! jeje!! mee re encantaaa la historiaa esta i LLC estan buenisimas!!! cuandoo tendremoss otroo capituulOOO???!!
jajaa wueniiisiimaa!!!
hasta prontoo!!
wooooow!!! :D
es genial...
gracias por subirlo tan pronto...
ya nos hacia falta...
pff...
ya es oficial... ya estan saliendo
genial!!
te adoramos CLAIRE!!
y obvio a LAURAMARIESWAN!! :D
Quiero un Edward Cullen... ♥
♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥
besos desde MEXICO...
amo tu BLOG!!
quien no quiere un novio como edward por favor
felicidades por el capitulo
bss
Por Dios con sólo pensar en el ya lanzo un aullido que seria saborear su boca ...mi Dios, se lo podría clonar?, si es asi me anoto..para mi uno por favor y si es para ayer mucho mejor ...por favor alza otro cap.. porfis
dioss cada vez me gustan mas los capis!!
deseo el siguiente ya!!jajaja
me encantoo,, y eso es kedarse korto un besin!!
yo quiero una historia como esta
quien no querria vivier una historia asi con edward
yo la primera
feliz san valentin a todos y todas
pedazo de capitulo
jajajaja
no puedo para de reirme..
esta historia me mata, es todo muy graciosoo..!!!
las preguntas de seth, las cosas q hace alice, los comentaros de bella, la verdad muy buenos,
u ahora al ultimo,espero que edward haya escuchado todo, jajaja
porque a bella si que se le viene..!!! jajajajaja
le tendra q dar muchas explicaciones a su edward sobre eso que dijo, jajajaja
me encanto, q por fin se hayan decidio.!!
aplusos para ti, espero el proximo capi,
besos enormes..!!!
paula te doy toda la razon
otro capitulo yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
jajajajaaj
bss
me parece que es una de las mejores historias que he leído en mi vida. sin demasiados líos nos tienes a todas enganchadas.. muchas felicidades, sigue asi
otro capitulo porfavor
GRACIIIIAS me encato enserio como todos claro
otro otro adoro esto enserio...........
OOOOO genial es asombroso eres excelente escritora y la historia continua siendo de locos es preciosa es linda es todo geeeennniiiaaaallll xoxoxoxoxxo!!!!!!
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