miércoles, 24 de febrero de 2010

All You Need is Love


Perdon ..perdon ..Perdon..pero mis tareas me traen a mil y otras cositas XD...aqui esta el capi y obio que les subire otro chicas..de verdad lo siento...no me ahorquen...
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En familia

Bella observaba a través del objetivo de su cámara como Edward empujaba el columpio donde se balanceaba Seth, el cual reía a pleno pulmón.

La escena no se merecía una sola captura sino un álbum entero, por lo que estuvo entretenida lanzando miles de fotografías a aquellas dos personitas tan perfectas.

—¡Más alto! —chillaba el niño, echando la cabeza hacia atrás para ver a su padre. Bella se limitaba a sonreír viendo la interactuación entre ambos; era tan natural que parecía que llevaban toda la vida conociéndose.

Estaba tan absorta que no notó que pequeños copos de nieve caían a su alrededor, anunciando la inminente llegada del invierno.

—¡Mira como caen! —exclamaban los niños que jugaban por allí, mirando al cielo con admiración.

Seth se bajó del columpio y fue de la mano de Edward hasta el banco donde se encontraba sentada ella.

—Bella, ¿te gusta la nieve? —preguntó con una sonrisa radiante. Bella sonrió mientras le apartaba los mechones del rebelde cabello de los ojos. Resultaba extremadamente adorable con sus mejillas sonrosadas por el frio y su resfriado, y el pequeño gorro de lana de dibujos navideños que hacía juego con su bufanda y sus guantes.

—Me encanta —contestó sonriente—. Es una pena que no haya suficiente como para jugar con ella.

—Es verdad, se deshace antes de llegar al suelo —observó él mirando detenidamente los pequeños copos—. ¿Nos podemos quedar hasta que se llene todo?

Por su cara apareció una expresión parecida a la de Alice, y Bella y Edward notaron enseguida que sin ninguna duda la pequeña duende le había enseñado todas sus armas de convicción.

—Seth, estás enfermo todavía. No es buena idea que estés rodeado de cosas frías y húmedas —le regañó Edward mientras lo cogía en brazos.

—Tu padre tiene razón, Seth —sonrió Bella mientras se levantaba—. Además, ¡tenemos que volver a casa antes de que lleguen todos!

El niño se emocionó al instante recordando que vería a sus tíos ese mismo día, e impacientemente empezó a meter prisa a los mayores para abandonar el parque.

Riendo ante la actitud de Seth, decidieron regresar a la residencia Swan, donde ya había coches aparcados en la entrada.

—Hoy todo el mundo está impaciente —dijo Edward señalando el Porschede Alice mientras llamaba a la puerta.

A los escasos segundos, Jasper abrió con una enorme sonrisa en su bonito rostro y repartió cariñosos abrazos entre los tres.

—Jasper, ¿debería preocuparme el hecho de que seas tú quien abra la puerta de la casa de mis padres? —rió Bella colocando un brazo en la cintura de su amigo.

—Me he convertido en el amo de llaves —se mofó él—. Emmett se ha traído la Wii y está jugando al tenis con tu padre, lo cual es un espectáculo digno de ver… Y las chicas están con tu madre hablando de moda, ya las conoces. En definitiva, era el único capaz de ir a ver quién llamaba.

Fueron hacia el salón deseosos de ver al señor Swan y a Emmett juntos; siempre había sido una unión peligrosa. Se los encontraron delante del enorme televisor golpeando al aire violentamente con los mandos especiales de la consola.

—¡MIERDA! —exclamó Emmett llevándose las manos a la cabeza en un acto de derrota.

—Emmett, cuida tu lenguaje. Hay niños presentes —dijo Edward severamente al mismo tiempo que soltaba a Seth en el suelo. Su hermano miró al pequeño y corrió hacia él con sus enormes brazos abiertos.

—¡Enano! —gritó mientras lo apretujaba en un abrazo oso. El niño, en lugar de estar asustado como cualquier persona normal ante una muestra de cariño de tal calibre, se rió estruendosamente—. ¿Quieres jugar al tenis con el jefe Swan? Créeme, debes tener cuidado; el viejo hace trampa cada vez que puede.

—¡Emmett, que seas rematadamente malo no significa que los demás juguemos sucio! —se rió Charlie. Después posó sus ojos en el pequeño que lo miraba asustado—. Hola, Seth. Soy Charlie, el padre de Bella.

—Hola —dijo tímidamente Seth abrazado a una de las monstruosas piernas de Emmett.

—¡Oh, no me lo puedo creer! Charlie, asustas a los pequeños —se mofó él mientras acariciaba el pelo del niño—. Seth, no te preocupes. Incluso tú podrías ganarle al viejo Charlie en un pulso.

—Ten cuidado, niño —le advirtió el señor Swan a Emmett tirando de una de sus orejas—. Todavía puedes pasar la Navidad en la cárcel, no olvides que soy "La Autoridad".

Las risas de Emmett llenaron la estancia y Seth pareció encontrarse más cómodo.

—Papá, deja de amenazar a todo el mundo —bufó Bella sentándose en el sofá. Jasper y Edward la acompañaron rápidamente, intentando pasar desapercibidos para no ser el blanco de las bromas de Emmett y Charlie.

Al final convencieron a Seth para que jugase un partido. Aunque tuvo que ser contra Emmett, ya que no se sentía con la suficiente confianza para jugar con el padre de Bella.

El timbre sonó de nuevo y esta vez fue la chica quien se dispuso a ir a abrir, sonriendo antes a Jasper el cual había hecho el ademán de levantarse.

En el pasillo encontró a sus amigas y a su madre, que se dirigían para ver quién formaba tanto bullicio. Renée se adelantó y abrió la puerta principal para dejar pasar a unos muy cargados señores Cullen.

—¡Esme, no tenías que haberte molestado en traer nada! —se quejó Renée cogiendo algunas de las bolsas que portaban.

—Tonterías… Además, la mitad de las personas que están aquí son hijos míos —rió Esme, tan jovial como siempre.

Bella ayudó a poner la enorme mesa, consciente de que sería una comida que recordarían siempre. Acabó harta de los cubiertos, vasos y servilletas; once eran muchas personas. Dio gracias cuando vio a Jasper y a Edward aproximarse para ayudarla, tan caballeros como siempre. Sabía que Emmett jamás se comportaría como ellos, pero era uno de sus encantos.

—Jasper, te noto diferente –comentó Bella fijándose en el rostro de su amigo, el cual inmediatamente empezó a sonrojarse.

—¡N-no me pasa nada! —farfulló nerviosamente y sin querer dejó caer un cuchillo al suelo. Edward soltó una pequeña risita sofocada y Bella levantó una ceja, escéptica.

—¿Qué ocultáis? —preguntó astutamente.

—Nada —contestó Edward con la mejor de sus sonrisas torcidas.

Bella escrutó las caras de los chicos durante unos segundos y supo inmediatamente que pasaba algo seguro, algo que no le iban a contar. Con un bufido de resignación se dejó caer en una de las sillas cruzándose de brazos. Al momento Edward se sentó a su lado, divertido por su repentino enfado.

La mesa acabó llena de comida. Parecía que iban a alimentar a un colegio en vez de a una familia.

—¡Emmett, Charlie, Carlisle y Seth! —llamó Esme dulcemente—. ¡Os estamos esperando!

Al momento llegaron los cuatro entre risas y comentarios de la última partida y, aunque Seth parecía totalmente integrado, prefirió sentarse junto a su padre, el cual sonrió encantado.

—¡Mamá número dos, esta vez te has superado! —gritó Emmett dando un fuerte abrazo a Renée después de pasar la vista por la mesa.

—Al menos me consideras tu primera madre, es todo un honor —rió Esme, palmoteando la silla que tenía a su lado para que su hijo se sentase.

—Oh mamá, para mí serás siempre la primera —sonrió tontamente él.

—¡Emmett, deja de hacerle la pelota a mamá! —protestó Alice desde la otra punta y todos rieron sonoramente ante el infantil pero adorable Emmett.

La comida pasó tranquilamente y la felicidad era palpable en el ambiente. Bella conversaba sobre todo con Edward y con Jasper puesto que eran las personas que tenía a su lado, aunque no perdía detalle de los gritos de Emmett, o de los chillidos histéricos que la pequeña Alice le daba a Seth.

—¡Pasadme la sal! —vociferaba el tonto de Emmett al extremo opuesto de la mesa. Resultó que era el pequeño quien tenía el salero a mano, por lo que lo cogió vacilante—. ¡LÁNZAMELO, SETH!

El niño, demasiado emocionado, lo tiró hacia él con todas sus fuerzas haciendo que la sal cayese encima de donde iba pasando. Sin duda, Emmett tuvo mala suerte cuando a Rosalie le cayó gran parte de esta en su adorado cabello.

—¡EMMETT! —le riñó, pegándole una fuerte colleja que hizo que los demás soltasen risitas—. ¿Quieres hacer el favor de estarte quieto?

—¡Pero si ha sido Seth! —se quejó, llevándose la mano al cuello.

—No metas al pequeño en esto —bufó ella—. Eres veinte veces más infantil que él.

Cualquier otra persona se hubiese avergonzado hasta morir, pero como Emmett Cullen no conocía la palabra vergüenza se limitó a reír con fuertes carcajadas y a seguir engullendo la comida como si tuviese miedo de no poder volver a probar bocado en un mes.

Bella no recordaba una reunión igual a aquella. Todos irradiaban alegría; en especial Edward, que no paró de hacer bromas a diestro y siniestro. La chica era consciente de que todos lo miraban asombrados; él nunca había sido tan alegre. No podía evitar sonreír para sí cuando veía como Alice observaba a Edward durante demasiado tiempo, con ojos llorosos y mordiéndose el labio inferior para contenerse.

Cuando todo el mundo estuvo a punto de explotar por la ingesta de una cantidad descomunal de alimentos, un nervioso Jasper se puso de pie y Alice rápidamente lo acompañó.

—Nos gustaría que escucharais una cosa… —intentó decir el chico por encima del bullicio que había en la mesa.

Como nadie se había dado cuenta ni siquiera de que estaban intentando llamar la atención Alice utilizó sus métodos: se metió dos dedos en la boca y silbó con todas sus fuerzas, que eran demasiadas teniendo en cuenta el tamaño de su cuerpo. Inmediatamente todos fijaron la vista en ellos, sorprendidos.

—Gracias. Parecéis un rebaño de cabras —bromeó ella sin poder evitar dar saltitos. Algo la tenía muy agitada.

—Como iba diciendo, queríamos comentaros algo —empezó de nuevo Jasper—. ¿Lo dices tú, cariño?

—No, no, estoy demasiado nerviosa —chilló Alice jugueteando con sus manos—. Mejor tú.

—De acuerdo —sonrió él y posó la mirada en cada uno de los presentes—. Alice y…

—¡Espera! —exclamó está—. No, mejor lo digo yo.

—Alice… —suspiró él divertido.

—Oh, de acuerdo, soy muy impulsiva —le hizo un gesto con las manos para que siguiese hablando él.

—¿Seguro? —la chica asintió por lo que Jasper continuó—: La cosa es que hemos decidido que…

—¡NO, NO PUEDO! —gimoteó la pequeña Cullen, que por primera vez en su vida se estaba mordiendo sus perfectas uñas.

—¡¡¡Alice!!! —esta vez el grito provino de todos los presentes, incluso de Seth, que se estaba partiendo de la risa.

—Los dos a la vez —propuso Jasper, demasiado divertido por la escena. Todos sabían que era el único que no se exasperaba por la difícil forma de ser de Alice. La chica asintió convencida y lo siguió al decir—: Nos casamos en semanas.

—¿Quéeeeeee? —la emoción los sacudió al escuchar aquello. Bella se giró para mirar a Edward y vio que estaba sonriendo con una expresión calmada en el rostro.

—¿Tú lo sabías? —cuchicheó ella.

—¡Sorpresa! —le contestó, agitando las manos alrededor de su cabeza mientras abría más de lo necesario la boca al pronunciar la palabra. Bella ignoró sus tonterías y enmudeció, ¿ese era su secreto? Vale, era fuerte que tus amigos planeen su boda secretamente, pero en su interior esperaba que lo que Edward escondía fuese algo más emocionante. Negó con la cabeza y posó su atención en los demás.

—¿Cómo has podido planear tu boda sin mi? —lloriqueaba Rosalie desde su asiento.

—Oh, vamos, ¿no te ha gustado la sorpresa?

—¡Pero Alice, tenemos que comprarnos el vestido perfecto y ya no da tiempo! —se quejó Esme. La pequeña rió a carcajadas.

—¿De verdad crees que no tengo todo eso solucionado? Pensé que me conocíais mejor… Para mí las bodas son el acontecimiento más importante del mundo; no entiendo como os creísteis que no tenía fecha para la mía, o que le daba tan poca importancia… Llevo planeándolo desde hace meses —sonrió satisfecha y le guiñó un ojo a Seth, que miraba todo lo que ocurría tapándose la boca con las manos, como si estuviese a punto de reírse con todas sus ganas.

—Yo lo sabía —dijo con su dulce vocecita y todos se giraron hacia él.

—Seth es la persona que mejor guarda un secreto del mundo —rió Jasper—. Ha estado acompañando a Alice en sus incesables compras e incluso la ha ayudado en la planificación.

—¡Somos un equipo! —exclamó Alice levantando un puño y el niño corrió a sentarse en su regazo.

Bella miró a Edward, que parecía muy divertido por todo lo que estaba pasando.

—¿Lo sabías también?

—Bella, era muy obvio —se encogió de hombros antes de añadir—: Es Alice.

Carlisle se aclaró la garganta y todos callaron inmediatamente. Con una sonrisa se dirigió a su hija.

—¿Y cuándo es la boda?

—¡El uno de Enero! Para empezar el año con buen pie —suspiró, parecía que la fecha la hacía totalmente feliz—. Y no quiero más preguntas, no sabréis el lugar ni lo que vais a llevar puesto hasta el día antes —Un centenar de quejas llovieron, pero Alice no dio su brazo a torcer.

La expectación entre los presentes era perceptible a simple vista puesto que iban a asistir a una boda en un poco más de dos semanas. Una boda muy importante no sólo para los novios; cada una de las personas que conocían a la pareja los amaban y deseaban su unión casi tanto como ellos mismos. Jasper y Alice eran tan especiales que jamás caían mal.

Descorcharon una botella de champán y brindaron por ellos, para que fuesen felices en su nueva vida y tuviesen una ceremonia perfecta, digna de recordar. Al final las mujeres acabaron llorando, abrazadas, mientras los hombres las miraban asombrados por su capacidad emotiva.

—Tía Alice —llamó Seth de pronto. La aludida lo miró con una amplia sonrisa y el niño titubeó—: Esto… ¿Aunque te cases seguirás jugando conmigo?

—Por supuesto —rió ella besando la frente del pequeño.

—¿Y podremos seguir yendo a ver películas? —inquirió con el ceño fruncido.

—Es algo que no podría dejar de hacer.

—¿Y si tienes hijos seguirás queriéndome?

Nadie esperaba esa pregunta, por lo que todo se quedó en silencio y Jasper miró a la mesa incómodo ante la mención de futuros hijos; aún no se sentía preparado.

—Te voy a querer siempre. Y cuando tenga pequeñitos será mejor todavía, ¡porque habrá más gente con la que jugar! —dijo Alice con los ojos brillantes.

—Entonces guay, cásate —sonrió él abrazándola. Emmett, que había estado sollozando silenciosamente, se limpió los restos de lágrimas a toda prisa y empezó a aplaudir, lo que ocasionó que todos lo mirasen divertidos.

—¡BRAVO! —vitoreó, y los demás lo imitaron a la vez que reían sonoramente.

Siguieron conversando acerca de la boda mientras Renée y Esme iban a la cocina para coger las tartas para el postre. Cuando llegaron fueron recibidas por todo lo alto; era una familia de auténticos golosos.

Seth, que se había quedado muy pensativo durante unos minutos, se encontraba delante de un plato con el trozo más grande, mirándolo y sumido en sus cavilaciones.

—Papá —llamó y Edward lo miró distraídamente con una sonrisa—. ¿Cuándo te vas a casar tú con Bella?

Los aludidos se atragantaron, consiguiendo así ponerse más rojos de lo que ya estaban. El resto de la mesa los miraba con una sonrisa maliciosa, disfrutando de aquella situación al máximo.

—Seth, eso es algo de mayores —contestó Edward.

—Pero yo quiero que os caséis —se quejó él, pataleando en la silla—. Y que me deis hermanitos para jugar.

Bella no sabía dónde esconderse. Pensó meterse bajo la mesa, pero no era justo dejar a Edward cargar con toda la vergüenza.

—Seth, tener un hermanito es mucha responsabilidad —dijo ella, desviando el tema de su boda con Edward—. Los bebés lloran por las noches y no saben jugar hasta que son mayores.

—¡Me da igual! —exclamó él cruzando los brazos. Bella pidió ayuda silenciosamente a los demás, pero todos estaban extremadamente divertidos ante aquello.

—Seth, ¿qué le has pedido a Papá Noel? —preguntó de pronto Carlisle y tanto Edward como Bella suspiraron aliviados. El señor Cullen era el más sensato, el único que se ofrecía siempre a ayudar en un momento vergonzoso.

La cara del niño se iluminó y rápidamente empezó a enumerar todo aquello que quería, sentándose cerca de Carlisle.

—Lo siento —murmuró Edward mirándola cariñosamente, con sus mejillas aún sonrojadas—. Sé que ha sido muy incómodo…

—Es un crío, es normal que de vez en cuando se comporte así. Estamos acostumbrados a que piense como un adulto —rió Bella, acercando su silla más a la de él.

—Ya, pero sé que te ha molestado… Tú y el tema del matrimonio no sois muy amigos —sonrió tristemente, acariciando una mano de la chica.

Bella tragó saliva y pensó detenidamente. Siempre le había tenido miedo al concepto boda, pero únicamente por el hecho de que no conocía a nadie con quien estuviese segura de que quería o podría pasar el resto de su vida. Para ella, el matrimonio era algo sagrado que no estaba dispuesta a quebrantar años después de la ceremonia. Si daba el paso era porque estaba segura de que el hombre con el que lo hiciese estaría a su lado para siempre, en las malas y en las buenas.

Pasó la vista por sus amigos y vio lo felices que eran junto a sus parejas, conscientes de que jamás se separarían. Alice no funcionaba bien sin su Jasper, y Rosalie era un desastre cuando no tenía a Emmett al lado. Aunque claro, no eran las relaciones que habitualmente tienen los humanos ya que lo normal de la vida en pareja es discutir por lo menos de vez en cuando. Carlisle y Esme llevaban años juntos y jamás habían reñido. Renée y Charlie si habían tenido sus más y sus menos, pero aún estaban aquí, disfrutando de la compañía del otro.

Dando un fuerte suspiro Bella retiró la vista y los pensamientos de ellos para centrarse en la persona más importante de su vida: Edward. El chico estaba jugueteando con el tenedor y de vez en cuando se lo llevaba a la boca, con un trozo de pastel.

Bella no pudo dejar de maravillarse al ver su perfecto perfil, o al fijarse en el movimiento sincronizado que llevaban a cabo sus labios al abrirse, o el simple revoloteo de su precioso pelo cobrizo al mover la cabeza. Edward Cullen era todo lo que necesitaba. No había nada en él que no le gustase. ¿Estaría dispuesta a casarse con él? Se sintió mareada al instante que ese pensamiento la sacudió. Pero, ¿qué otro hombre sería mejor que Edward?

—Bella, ¿qué estás pensando? —le preguntó suavemente, con su inmaculada sonrisa. Suspiró. Tendría que haber alguna pega, no podía ser todo de ensueño.

—Nada, no tiene importancia —sonrió ella al mismo tiempo que se dejaba llevar por el impulso de pasarle la mano por el suave cabello para intentar peinárselo, fracasando estrepitosamente.

—Es imposible —rió él con los ojos cerrados por las sensaciones que le despertaban aquella placentera caricia.

—Me encanta como está —confesó Bella y no pudo evitar besar su mejilla. Le encantaba que a pesar de su palidez las tuviese levemente rojizas la mayoría del tiempo. Le hacían increíblemente adorable.

—¡Tengo una idea! —la voz de Renée retumbó por la sala, consiguiendo ser el centro de atención—. ¿Por qué no vemos videos de cuando erais unos pequeñajos? ¡Hace años que no les damos un repaso!

Asintieron, emocionados con la propuesta. Sabían que cuando niños habían sido tremendamente traviesos y que todas las pruebas estaban grabadas; iba a ser una tarde interesante.

Trotaron hasta el salón y se sentaron como pudieron, debido al elevado número de personas que eran. Bella acabó en el suelo, con Edward a su lado y Seth encima de él. Renée rebuscó entre las viejas cintas de video, sacando una de vez en cuando y depositándola a su lado. Al cabo de unos minutos tenía una pequeña montaña junto a ella.

—¿Preparados? —preguntó con el mando a distancia en la mano. Todo el mundo asintió, por lo que con una risa añadió—: ¡Pues vamos allá!

Pulsó el botón de play y lo primero que se vio fue a ella misma, con unos quince años menos correteando detrás de Emmett, Jasper y Edward que tendrían unos siete años.

—¡Parad, parad! —chillaba la joven Renée—. ¡Tengo que disfrazaros para el teatro de Navidad! Esme, deja la maldita cámara y ven a ayudarme…

—No pienso vestirme de oveja —exclamó un pequeño y enfurecido Emmett—. Es una auténtica tontería.

—Emmett, deja de correr y hazle caso a Renée —reía Esme detrás de la cámara—. Edward por favor, pensé que tú sí que eras maduro.

—Mamá, soy un estúpido burro —se quejó un precioso niño de brillantes ojos verdes—. Si fuese un pastor o algo… No quiero que todo el mundo me vea así —puso un puchero mientras señalaba un traje gris que Renée tenía entre los brazos—. Bella me va a ver así —recalcó el nombre de la chica gesticulando con las manos y desenfocando la visa hasta poner cara de auténtico horror.

Bella, al igual que todos los presentes, no pudo evitar soltar una risita mirando de reojo a Edward, que en ese momento parecía bastante avergonzado.

El video se cortó y rápidamente apareció una escena nueva, en la que los niños ya estaban totalmente disfrazados.

—Vais a ser los más guapos del Belén –suspiró la señora Hale, quitándole un churrete de la mejilla al pobre Jasper, que iba disfrazado de buey.

—Tío, tenemos que hacer algo para que no nos reconozcan —le susurró Emmett a su hermano, pero debido al tono natural de su voz se le escuchó perfectamente.

—Vamos, sonreíd a la cámara —pidió Esme, y los niños se alinearon con cara de enfado; parecían dispuestos a pegarle un puñetazo a cualquiera que se riese de ellos—. Estoy segura de que cuando seáis mayores encontraréis gracioso esto.

—¡Pues que sepas que no me hace ninguna gracia todavía! —bufó en ese momento el Emmett adulto a su madre—. Ese maldito traje picaba tanto…

—¿Y las niñas por qué no se tienen que disfrazar? —preguntó Jasper con el ceño fruncido.

—Porque las niñas cantan en el coro, ellas van en uniforme. Vosotros sois los amorosos animalitos del portal de Belén, ¿no es emocionante? —bromeó Renée, que le daba los últimos retoques a la blanca lana que rodeaba al pobre Emmett. Un grito ahogado surgió de la garganta de los críos, que corrieron despavoridos y la grabación se cortó.

Todos, a excepción de los aludidos, se reían con tanta fuerza que el sonido retumbaba. Las lágrimas recorrían las mejillas de las madres; seguramente recordaban aquel día a la perfección.

—Bella, di hola a la cámara —decía la aguda voz de Alice, que no sabía utilizar el aparato bien y la imagen constantemente se desenfocaba. Una pequeña Bella, tumbada en el césped en un día soleado, sonrió con los ojos cerrados.

—Hola Alice —respondió—. ¿Por qué grabas esto?

—Es un día que hay que celebrar, Bella —chilló la pequeña muy emocionada. La imagen se movió violentamente, consiguiendo marear a todos los que estaban viendo el video con tanto vaivén ya que se estaba intentando tumbar al lado de su amiga. Una vez estuvo a su altura le dio la vuelta a la cámara para que saliesen las dos a la vez—. Hola, soy Alice Cullen y hoy… ¡Hace sol en Forks! Y estamos esperando que los chicos guapos pasen por delante de nosotras sin camiseta. ¡Con suerte los podré grabar!

—Oh Alice, Esme te matará si se entera de que cogiste la cámara sólo para esto.

—No te preocupes, lo tengo todo bajo control. Bueno, ¿qué nos cuentas, Isabella? ¿Algún cambio en tu vida?

—No me gustan los cambios…

—Bella, tienes que ser más explícita. Cuando tengamos veinte años veremos este video y tú dirás "¡Qué horror! ¡Era una niña aburrida que únicamente se dedicaba a mirar a Edward por la ventana!"

—¡Eh, eso no es verdad! Alice, borra eso —alzó los brazos para intentar coger la cámara—. Alice por favor, yo no digo nada de Jasper por ahí…

—Porque a mí no me da vergüenza. Mira y aprende — se volvió hacia la cámara y se arregló un poco el pelo antes de hablar—. Jasper, eres el niño de once años más guapo que conozco. Lo más seguro es que un día me case contigo y seremos felices –Bella reía de fondo, pero Alice no le daba importancia—. Escúchame bien Jasper Hale, nunca saldrás con otra mujer que no sea yo. Besitos, cariño —y al decir eso empezó a besuquear al aire con los ojos cerrados, mientras su amiga soltaba inmensas carcajadas por detrás—. ¿Crees que con eso bastará? – le preguntó volviéndose hacia ella y el video volvió a ponerse en negro, indicando que Alice dejó de grabar en ese momento.

La risa no cesaba. Todos sabían que Alice era lanzada y posiblemente se olvidaría de que aquel video existía porque si no se lo habría enseñado a su destinatario.

—Cumpleaños feliz, cumpleaños feeeeeliz… —una veintena de niños cantaban a pleno pulmón, rodeando a los mellizos Cullen, que se encontraban frente a dos enormes tartas. Cuando soplaron las velas una ronda de aplausos llegó y una niña rubia corrió a colgarse del cuello de Edward.

—Renée, corre a ver esto —decía Esme, que era quien grababa. Renée se apresuró hasta donde estaba y Esme enfocó a Bella, que estaba enfurruñada y con los brazos cruzados viendo como la niña abrazaba a Edward.

—¿Quién es? —preguntó la voz de la madre de Bella siguiendo la dirección de la mirada de su hija.

—Oh, es Tanya, la hija de la hermana de Carlisle. Hace años que no venían, siempre ha estado muy unida a Edward y a Alice. Pero parece ser que Isabella no sabe que es sólo una prima.

—Mi pobre niña —rió Renée acompañando a Esme—. Tu hijo va a hacer que se quede tonta.

En ese momento Bella se acercaba hasta ellas, aún con el ceño fruncido.

—Mami, vámonos a casa —pidió, tirando de la falda de Renée—. Me aburro.

—Cariño, ¿por qué no vas con Edward? Seguro que quiere presentarte a su prima. Es la niña rubia que está con Alice ahora mismo —dijo rápidamente Esme consiguiendo que la cara de Bella recuperase el color instantáneamente; a los pocos segundos se alejó de allí trotando feliz.

—Increíble… —susurró Renée entre risitas, y Esme se alejó para seguir grabando el cumpleaños de sus hijos.

Bella notaba como le ardían las mejillas. Recordaba que aquel día se sintió mal al ver a aquella niña tan bonita al lado de Edward, pero no supo por qué. Él reía disimuladamente a su lado y no pudo evitar pegarle en el brazo.

El video siguió y cientos de situaciones embarazosas fueron recordadas por cada uno. Pudieron ver cumpleaños, fiestas de pijamas, momentos en los que jugaban al Twister, a Edward tocando el piano en una audición…

—¡¡Odio a Emmett Cullen!! —chilló de pronto una Rosalie adolescente en una escena. Estaba sentada en una silla mientras Alice por detrás intentaba quitarle algo del pelo—. ¡¡Bella, deja de grabar ahora mismo!!

—Oh Rose, es para que recuerdes mañana tu ira hacia él—rió Bella por detrás.

—¿¿Crees que lo voy a olvidar fácilmente?? Maldito imbécil, ¿cómo se atreve a pegarme un chicle en el pelo? ¡Esto es la guerra!

—Rosie, la guerra entre vosotros empezó hace años… —suspiró Alice, que tenía unas tijeras en la mano—. No debiste robarle los pantalones mientras se duchaba en el gimnasio.

La Rose de veintitrés años estaba riendo a carcajadas mientras se acurrucaba en el pecho de su prometido.

—Hubo una época en la que no nos soportábamos, ¿verdad cariño? —comentó Emmett acariciando el rubio cabello de la chica.

—¡Ninguno os soportábamos! Ni a vosotros ni a vuestras malditas hormonas —exclamó Alice—. Erais tan pesados…

En ese momento la risa de Edward salió de los altavoces de la televisión y todos prestaron atención. Allí estaba Emmett en sus espléndidos quince años totalmente desnudo a excepción de un ridículo bañador de tipo slip corriendo hacia la piscina que había en el jardín de la casa que tenían en Forks.

—Oh, me acuerdo de ese día —dijo Edward sonriendo—. Acababa de volver de Londres para pasar el verano con vosotros y Emmett me estaba enseñando las ventajas de vivir en "el campo"

—Vamos Eddie, tírate a la maldita piscina –bramó Emmett mientras chapoteaba—. El agua fría le sentará bien a la delicada piel de tu culito de bebé.

—Emmett, no tienes remedio… —decía Jasper, que estaba sentado en el césped pero con un bañador más normal, atento a todo lo que ocurría.

—Emm, sal de la piscina, quiero hacer otro plano de ti en ese precioso traje de baño —se reía Edward, que aún siendo joven tenía una voz envidiable.

—¿No te habrás vuelto mariposón en Londres, no? —En ese momento Edward le pasó la videocámara a Jasper y corrió hacia la piscina para tirarse encima de su enorme hermano —. Aww, joder Edward…

—Madre mía, está congelada —tiritó Edward saliendo rápidamente, después de intentar ahogar a Emmett.

—Oh, mi pobre Eddie tiene frío… Joder, ¿es que ninguno de los dos es lo suficientemente hombre? –en ese preciso momento sonaron las voces de las chicas y empezó a ponerse nervioso—. Mierda, viene Rose… Jasper, Edward, decidme la verdad ¿estoy guapo? —entre carcajadas y referencias a la supuesta hombría de Emmett, Jasper dejó de grabar.

—Dios, no recordaba la manía de Emm de ponerse esos estúpidos bañadores —se carcajeó Jasper—. ¿Te acuerdas como vacilaba de músculos? —dijo volviéndose hacia Edward.

—Menos mal que me crié lejos de él —bromeó, sonriendo a su enorme hermano.

La tarde pasó entre risas y comentarios que hicieron rememorar el pasado. Habían tenido una niñez memorable, llena de sucesos cómicos y momentos preciosos. Seth se lo estaba pasando en grande viendo a su padre de pequeño; siempre le había hecho especial ilusión y miraba el video con los ojos brillantes de la emoción.

—¡Apagad el aparato ese ya! —se quejó Emmett después de unos minutos en los que sólo salía él haciendo el tonto y que estaban causando las burlas de sus amigos—. ¿Por qué no hacemos algo más interesante?

—Esto es interesante, hermanito —rió Alice entusiasmadamente—. Pero tienes razón, llevamos horas viéndonos a nosotros mismos… ¡Oh, ya está! ¿Cantamos villancicos? Quedan dos semanas para la Navidad y estamos toda la familia reunida…

Alice empezó a organizarlos a todos según la voz que tenían o las aptitudes para tocar instrumentos musicales.

—¿No crees que te lo estás tomando muy en serio? —le dijo Edward con una sonrisa.

—Cuando se hace algo se ha de hacer bien, Edward —replicó ella, pero después se acercó a él y le plantó un beso en la frente—. Te quiero hermanito, es genial que pases esta Navidad con nosotros.

—No seas tonta—rió él atrapándola entre sus brazos—. Dime cuál es mi puesto, capitana.

—¡Allí, por supuesto! —señaló un pequeño piano que Renée solía tocar hacía años pero que abandonó al aburrirse de él. Dócilmente fue hasta el instrumento y se sentó en la banqueta; Seth no tardó en acompañarlo y posicionarse justo a su lado.

Renée buscó panderetas y todo aquello que sonase y fue dándoselo a Alice, que los iba repartiéndolos bajo su criterio.

—Alice, ¿qué más da que me des una pandereta o una botella de cristal para golpearla con un cuchillo? —se quejó Emmett.

—Si te diese la botella la romperías en cuestión de segundos —dijo ella poniendo los ojos en blanco y entregándole una pandereta. Después se giró al grupo y con las manos en la cintura carraspeó antes de comentar—: Podríamos empezar por There is no rose.

Todo el mundo la miró extrañado.

—Alice —llamó Edward desde donde estaba—. Nadie excepto tú se sabe la letra de eso —Al sentir que lo miraban en busca de explicaciones, suspiró—. Es un villancico medieval.

—Joder hermanita, ¿no te puedes conformar con el We Wish You A Merry Christmas? —bufó Emmett que no paraba de hacer sonar su ruidosa pandereta, golpeándola con todo lo que estaba cerca de él.

—Ese es muy típico —se quejó ella y todos pusieron los ojos en blanco.

—Alice, es un maldito villancico, ¿qué más da? —suspiró Bella—. Mira, siempre te ha gustado el de Jingle Bell Rock, ¿qué te parece cantar ese? —Alice sopesó la propuesta y al rato sonrió empezando a hacer sonar las campanillas que llevaba en la mano al ritmo de la canción. Edward empezó a acompañarla rápidamente, indicándole además a Seth qué teclas tocar para que lo ayudase. Bella no lo pensó y, soltando la botella que tenía en las manos, sacó su cámara y empezó a hacer fotos.

La voz de los hombres sobresalía por encima de las de ellas, en especial por el hecho de que Emmett pegaba unos monstruosos alaridos cada vez que podía, haciendo reír a los demás.

—Emmett, si no te callas no voy a poder seguirle el ritmo a esto —murmuró Jasper entre risitas, sin embargo al ver la enfurecida mirada que le lanzaba su futura esposa disimuló rápidamente incorporándose a la canción—: Jingle bell, jingle bell, jingle bell rock, jingle bells chime in jingle bell time… Dancing and prancing in Jingle Bell Square… In the frosty air!

Emmett soltó una risa mientras murmuraba algo así como "calzonazos…" pero acabó callándose cuando vio a Rosalie amenazarle con un puño cerrado.

Después de ese volvieron a entrar en conflicto con Alice para elegir los siguientes. Sin embargo siempre conseguían ponerse de acuerdo con ella y seguir disfrutando del espíritu navideño que poco a poco iba dominando el ambiente.

Mientras discutían acerca de si cantar o no Rudolph the red nosed reindeer, Bella se asomó por el gran ventanal principal de la casa. Fuera se había hecho de noche por completo y nevaba suavemente, como esa misma mañana. Las casitas vecinas estaban cargadas de luces de colores y tras los cristales se veía la convivencia entre las familias.

—¿Qué es lo que te tiene tan cautivada? —susurró Edward en su oído, abrazándola por detrás.

—Parece un sitio genial para vivir, ¿no crees? —sonrió ella, sin apartar la vista de un niño que estaba decorando un árbol de Navidad con la ayuda de su padre.

—¿Quieres mudarte? —quiso saber él, sin dejar de sujetarla con fuerza.

—Aún no, pero si tuviese una familia me gustaría tener una casita en una urbanización como esta.

—Tienes una familia, Bella –contestó Edward—. Somos Seth y yo.

El corazón de Bella se encogió de la emoción. ¿Qué estaba queriendo decir Edward? ¿Le estaba proponiendo algo indirectamente? Se giró para quedar frente a él y se encontró con una imagen demasiado hermosa. Edward estaba rodeado de las luces del interior de la casa, dándole un aspecto de aparición divina. Su sonrisa era sincera y su mirada solo transmitía ternura.

—Te quiero —susurró Bella, incapaz de decir nada más.

—Ya lo sé —sonrió él de forma burlona, mientras la besaba suavemente—. Algún día compraré una casa aquí, te lo aseguro. Pero no pienses que voy a compartirla contigo. Tendrás que buscarte otra.

Bella se limitó a reír por lo bajo ante sus comentarios tontos.

—Tranquilo, no pensaba vivir contigo nunca —bromeó ella, siguiéndole el juego.

—Es fácil decir eso cuando tu piso está frente al mío... Aunque seguro que en el fondo te mueres por estar todo el día detrás de mí —dijo Edward de forma juguetona.

—Pensé que en esta relación eras tú quien acosaba.

Edward echó la cabeza para atrás mientras reía alegremente, provocando que a Bella se le olvidase respirar ante aquella imagen.

—Tienes razón, nadie es tan enfermizo como yo a la hora de seguirte —sonrió él, feliz—. Además, de vez en cuando me entero de cosas interesantes, como aquella vez que comías con Angela. Creo que jamás han subido tanto mi ego —levantó una mano para que Bella la chocase con la suya, pero la chica estaba demasiado avergonzada.

—Pensé que era un tema del pasado —murmuró incómoda.

—¿Qué hay de malo en lo que dijiste? Además, sé que fue para sorprender a Angela y que en el fondo no ibas en serio, así que no te preocupes —su sonrisa fue sincera, pero había un deje de dolor en sus profundos ojos.

Bella lo miró asombrada.

—¿Eso crees?

—Eso sé —se encogió de hombros para quitarle importancia.

—No sabes nada —bufó ella—. ¿Por qué me iba a avergonzar si realmente no lo pensase? Llevabas razón en lo de que quería divertirme un poco a costa de Angela, pero todo lo que dije lo pensaba. Creía que lo sabías.

Edward abrió la boca para contestar, pero Seth llegó hasta ellos dando tumbos.

—Papi, estoy cansado —suspiró frotándose los ojos. Edward miró el reloj que había en la sala y cayó en la cuenta de que iba a hacerse tarde; aún les quedaba por delante el viaje de regreso a Nueva York.

—Está bien, cariño. Vamos a despedirnos—dijo cogiendo su mano.

La despedida fue general, ya que los demás también empezaban a estar cansados, al igual que el pequeño.

Después de numerosos besos y abrazos, Bella entró en el Volvo con la ayuda de Edward, tan caballero como de costumbre. Mientras él arrancaba empezó a buscar entre los CDs para poner música de fondo. Le apetecía algo tranquilo, por lo que cuando encontró uno de Ryland Bouchard no lo dudó ni un segundo y lo introdujo en el lector.

—Este hombre podría dormir hasta a Alice después de haberse tomado varios Redbulls —comentó Edward, con la vista en la carretera—. Pero aún así hace buena música.

—Lo sé, es agradable escucharle.

—Despiértame si ves que damos tumbos con el coche —bromeó él dirigiéndole una sonrisa, cuando la canción Woke up Alone empezó a sonar.

Bella puso los ojos en blanco y se dedicó a mirar el oscuro paisaje, aunque lo único que llegaba a divisar era la torcida figura de los árboles, la carretera y los blancos copos. Por el espejo retrovisor vio que Seth dormía apaciblemente, con una media sonrisa en el rostro.

Dio un suspiro y se acomodó todo lo que pudo; no tenía intención de dormir, pero se sentía enormemente relajada.

—¿Te ha hecho ilusión lo de la boda de Alice? —quiso saber Edward después de un cómodo silencio.

—Claro, son mis mejores amigos y sé que deseaban casarse. Aunque la verdad, se comportaban como si ya lo estuviesen por lo que no creo que notemos ningún cambio. ¿Desde hace cuanto lo sabías?

Edward rió por lo bajo.

—Desde ayer. No tuve una cita con Jessica, pero sí con Jasper. Te dije que no podía ir a comer contigo porque me había llamado la tarde anterior hecho un manojo de nervios. Quería que hablásemos pero que no se lo dijese a nadie, por eso no te pude dar muchas explicaciones.

—Supongo que debía de estar atacado… Ser la única persona con la que Alice puede hablar de un tema que le apasiona no debe ser fácil —suspiró ella, con una media sonrisa. Edward se limitó a asentir, conforme con su afirmación.

Bella disfrutó del resto del viaje en un cómodo silencio ya que su acompañante parecía no querer revelar los pensamientos en los que estaba inmerso.

La tranquilidad se quedó atrás cuando las carreteras empezaron a estar más concurridas; era un simple aviso de que se aproximaban a la Gran Ciudad.

En menos tiempo del esperado, debido sobre todo a la acelerada conducción de Edward, llegaron a su bloque de edificios y bajaron del coche sintiendo los músculos agarrotados.

—Es tan mono cuando duerme… —murmuró en el ascensor Bella mirando embelesada al pequeño, que yacía en los brazos de su padre.

—Yo lo soy más, y no sólo cuando duermo —bromeó Edward con un guiño, consiguiendo así que la chica le pusiese los ojos en blanco.

Las puertas del ascensor se abrieron y Bella no supo qué hacer. Quería dormir con Edward pero no tenía la seguridad en sí misma como para hacerlo sin que antes él se lo propusiera. Él pareció notarlo y la agarró con fuerza, guiándola hasta su apartamento.

—Espérame aquí, voy a acostar a Seth —dijo señalando con la cabeza el salón una vez estuvieron en el interior.

Bella obedeció y se paseó por la estancia mirando con detenimiento cada detalle de la decoración, imaginando que las mujeres Cullen estarían detrás de esta. Sin ninguna dificultad identificó los colores preferidos de Esme y el estilo minimalista de Alice, aunque la elegancia innata de Edward era palpable se mirara por donde se mirase.

—¿Quieres algo de beber? —preguntó la aterciopelada voz que tan bien conocía a sus espaldas.

—Claro —se dio la vuelta y le sonrió—. Lo que tú quieras estará bien.

Unos segundos más tarde Edward estaba delante de ella con dos copas de champán y Bella no pudo evitar pensar que él ya tenía todo aquello muy planeado.

—¿Qué celebramos? —quiso saber, cogiendo una de las copas.

—Lo has pillado muy rápido —dijo él con un leve sonrojo.

—Hombre, no has sido muy sutil que digamos —rió Bella, moviendo el vaso delante de sus ojos—. El champán no se usa para dar las buenas noches.

Edward puso los ojos en blanco al mismo tiempo que exhalaba un profundo suspiro.

—De todas formas no tienes razón del todo —al ver que Bella lo miraba con curiosidad añadió—: Todavía no celebramos nada, aunque espero que sí.

Un nudo apareció inmediatamente en el estómago de la joven, mientras que su mente trabajaba a toda máquina. "¿Me va a pedir que me case con él? ¿No es muy pronto? ¿¿Qué se supone que debo contestarle?? Por Dios Bella, no desvaríes… Será otra cosa, sí, seguro que lo es…"

Sabía que Edward la miraba en busca de alguna respuesta, por lo que precipitadamente fue a decir lo primero que se le ocurrió. Lo que no esperaba era que al abrir la boca saliese un extraño gemido gutural procedente de lo más profundo de su ser, con el que Edward no pudo evitar reír disimuladamente.

—Bella, sé que es precipitado pero llevo todo el día dándole vueltas y creo que no sería una mala idea. Al menos bajo mi punto de vista —el corazón de Bella dejó de latir momentáneamente y sus manos empezaron a segregar un sudor frío. Edward se limitó a sonreírle con la mejor sonrisa torcida de su repertorio—. Bella... Me gustaría que viviésemos juntos —tomó aire y acariciando una de las mejillas de la chica continuó—: ¿Qué me dices?

4 comentarios:

diana dijo...

hay haya hay qqqq momentoooooo!!!! poe diosssssssssssssssss me encantaaaaaaaaaa

adrix dijo...

k lindo me encanto el capi. claire grax por ponerlo y lau ya te dije verdad eres mravillosa por la imaginacion k te cargas
besos a las 2
**adrix**

paula dijo...

ahhhhhhhhhhhhhhhhhh}me mueroooooooooooooooooo..!!!!

no puede haber sido mas hermoso este capitulo..!!! ha sido de lo mejor..!!!
ame q las familias esten juntas, la tipica incomodidad generada x el niño q pregunta cosas q no debe preguntr.!!! jajaja

los aplausos mas grandes spon para ti, te los mereces
por ser la autora de esta historia, q no solo hace reir, sino emocionarnos y llenarnos de intriga por esperar el proximo capi..!!!

besos enormes..!!!

Anónimo dijo...

K lindo Edward