Bueno chicas prometido cumplido les dare dos capis jajajja Disfrutenlos y espero que les gusten mucho
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El Sorteo
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El Sorteo
Me levanté demasiado temprano para mi gusto. La luz apenas entraba por la ventana, aunque luego recordé que vivía en Forks y que era todo un milagro que el Sol diese algunos rayos luminosos.
Miré el techo, donde las estrellas fluorescentes que había pegado con diez años empezaban a apagarse, a causa de la falta de oscuridad. Empecé a desperezarme, consciente de que mis amigas llegarían en cuestión de escasas horas para llevar a cabo El Sorteo, debido a la incapacidad que sufrimos para ponernos de acuerdo.
Llevábamos peleándonos un mes, y el motivo eran unas estúpidas becas para estudiar en el extranjero. Es decir, nos pasamos años siendo amigas, sin pelear por chicos o por comprar la camiseta más bonita pero, cuando se trata de elegir una ciudad donde estudiar un año, nos tiramos de los pelos, literalmente.
Todo empezó cuando la madre de Rosalie entró en la habitación de ésta para hablar con nosotras, que estábamos en plena sesión de “Torturar a Bella vistiéndola y maquillándola como si fuese una muñeca”. Como la mujer trabajaba en la administración de la Universidad de Port Angeles, a la que asistíamos las tres, tenía preferencia para conseguir becas de un año para estudiar en el extranjero, concretamente en Europa. Cuando nos dijo que había mandado nuestros expedientes y que nos habían dado las plazas, nuestra felicidad no se podía medir. Bueno, sí que podríamos medirla, pero por litros de alcohol en sangre.
La noticia nos la dieron un jueves, por lo que nos pasamos un fin de semana entero de fiesta. Y eso que odio las fiestas… Pero bueno, me obligaron a estar presente ya que era una de las bendecidas con ese regalo divino.
El viernes acabamos borrachas, durmiendo en el sofá de un compañero de clase, con el que ni siquiera había hablado. El sábado desperté en la cama de Alice, sin saber cómo llegué hasta allí. Y el domingo nos pasamos el día bailando en una fiesta playera en La Push.
Genial. Todo fue perfecto hasta el lunes, el día en el que volvimos a ser personas. Tocaba elegir país, y ninguna estaba por la labor de colaborar. Aún siento escalofríos cuando recuerdo aquella discusión…
—¡NO SÉ NI CÓMO LO DUDÁIS! —gritaba Alice como una posesa, dando vueltas alrededor de mi cuarto con las manos en la cabeza—. ¡PARÍS! PARÍS, ES LA ÚNICA OPCIÓN LÓGICA. NO PIENSO IR A NINGÚN PAÍS DE HORTERAS.
—¡Londres es mucho mejor que París! —exclamaba yo entonces—. Mucha música independiente, pubs increíbles, ¡una tradición literaria impresionante!... Es el lugar adecuado, sin lugar a dudas.
—NO PIENSO IR A LONDRES DE NUEVO —chilló Rosalie, la cual ya había estado allí y lo único que se trajo fue una muy mala experiencia. La familia que la acogió aquel verano tenía una norma un tanto peculiar: sólo se podían duchar una vez por semana. Obviamente, Rosalie cogió el primer vuelo de regreso que encontró—. ¿Por qué no alguna ciudad de España? Allí hay siempre sol, playas paradisíacas, chicos guapos y bronceados… ¡Y ante todo mucha fiesta! No sé como no lo veis claro. Sería como un año entero de diversión; además, todas hemos estudiado español.
—¡SÓLO PIENSAS EN FIESTAS Y SEXO! —le gritamos Alice y yo a la vez.
—¡Y VOSOTRAS SOIS UNAS ABURRIDAS AMARGADAS! ¡Moriréis vírgenes!
—¡Podré ser virgen, pero al menos tengo estilo! —vociferó Alice, agitando los brazos.
—¡Y yo por lo menos leo! —exclamé, sin saber muy bien por qué había dicho eso. Mis amigas me miraron con una ceja levantada, también confusas.
Así nos pasamos horas, incluso dándonos almohadazos. Es más, recuerdo que acabé en el suelo sentada encima de Rosalie, aunque no sé por qué. Después de ese día estuvimos resentidas toda una semana las unas con las otras; era la primera vez que nos enfadábamos y nos estábamos muriendo por dentro. No sé funcionar bien sin Rosalie y Alice, y supongo que a ellas les pasará lo mismo, porque al final decidimos sortearlo y que fuese lo que la suerte dictase.
Así que ahí estaba yo, tumbada en la cama y sabiendo la tragedia que se avecinaba. No quería volver a pelearme con ellas, aunque iba a ser inevitable. Como una zombi me di una ducha y me vestí con lo primero que encontré, sabiendo que Alice criticaría mi ropa usara lo que usase. Mientras desayunaba sonó el timbre, por lo que me dirigí hasta la puerta con una tostada en la boca.
—Buenos días, Bella —saludó cordialmente Alice con una pequeña sonrisa; Rosalie apareció por detrás, tan guapa como siempre, y eso que se veía que venía de una larga noche de fiesta. Y por último, entró la señora Hale, la madre de Rose.
—Hola Bella, querida —dijo ella, tan amable como siempre. Me limité a responderles con un gesto de la cabeza y nos dirigimos hasta el pequeño salón. Por fortuna, mi padre se había ido a pescar, así que estábamos solas para formar todo el barullo posible.
—A ver, escribiremos las opciones en tres papeles exactamente iguales, que ya he traído preparados de casa —empezó a decir Alice, y se sacó unas hojitas del bolso junto a una bolsa de terciopelo verde—. Los meteremos aquí y la señora Hale será la encargada de sacar uno de ellos. ¿Alguna pregunta?
Carraspeé, para que me dejase hablar.
—Veréis, he estado pensándolo y me parece que los tres sitios son estupendos. Es decir, creo que deberíamos comportarnos como adultas y aceptar lo que salga sin rechistar.
—Estoy de acuerdo contigo, Bells. He sido una estúpida con vosotras… Supongo que habrá fiestas en todos lados —me sonrió Rose, y ambas nos giramos para fijarnos en Alice.
—Está bien… Me conformaré si no sale París… —suspiró, resignada.
La señora Hale nos miró orgullosa, y rápidamente escribió Londres, Paris y “algún sitio de España” en los papelitos. Después los dobló con sumo cuidado, dejándolos exactamente iguales, y Alice los introdujo en la bolsa. La movió durante unos segundos y después, con manos temblorosas, se la volvió a tender a la mujer. Con parsimonia la madre de Rosalie metió una de sus cuidadas manos para sacarla al instante, portando en ella el sitio al que nos someteríamos durante todo un año.
Por el rabillo del ojo vi como mis amigas cruzaban los dedos y hasta la lengua; yo me limité a suspirar; mi mala suerte era un rasgo característico de mí, por lo que ya me había hecho a la idea de que pasaría el siguiente curso pasando calor o de tienda en tienda.
La señora Hale abrió lentamente el papel, y sonrió tras haberle echado un vistazo. Después, nos miró una a una, alargando el momento todo lo que podía.
—Recordad, nada de peleas, ¿de acuerdo? —asentimos ansiosamente—. El destino es… —se hizo el silencio. Casi podíamos escuchar los corazones de las demás—… ¡Londres! Felicidades, Bella.
Me quedé de piedra y no pude evitar que se me abriese la boca. Era la primera vez que me tocaba algo; siempre solía ser la segundona, la amiga de las dos chicas más populares del instituto. Jamás había tenido tanta suerte en toda mi vida, y supuse que mis amigas pensaron lo mismo que yo porque me sonrieron levemente. Sabía que por dentro estaban muriéndose de ganas de darme una buena patada, por la rabia acumulada, pero por lo menos lo disimulaban bien.
La madre de Rosalie se pasó la mañana con nosotras rellenando los papeles, ya que solas no hubiésemos podido hacerlo bien y teníamos sólo una semana de plazo para entregarlos. Cuando todo estuvo listo se fue, alegando que quería ir de compras.
Estaba feliz, ya que al final las dos parecían más animadas por la idea de Londres, aunque Alice no paraba de repetir que en Candem Town sólo había horteras y que ella no pensaba poner un pie allí; pero cuando lo dijo por décima vez supe que estaba bromeando, por lo que no me preocupé demasiado.
—La verdad es que no será tan horrible como pensaba —comentó al final—. Es decir, tengo familia allí y hace mucho que no los veo. Seguro que nos pueden ayudar con el apartamento y todo eso —y dicho esto se dio un golpe en la cabeza y sacó rápidamente su iPhone para teclear algo que no sabíamos qué era.
—¿Qué haces, Alice? —inquirió Rosalie.
—Les envío un email a mis tíos. Es más barato que una llamada internacional —la miramos sin entender lo que quería decir con aquello y puso los ojos en blanco—. Cuanto antes tengamos donde dormir mejor, ¿no? —sonrió, satisfecha por su ingenio—. Mira, os lo leo: “¡Hola tíos! Os escribo porque necesito pediros un favor. Me han concedido una beca para estudiar en la Universidad de Londres, junto a dos amigas que también son de Forks, y de momento no tenemos sitio donde vivir. ¿Podríais echarnos una mano? Algún consejo sobre las mejores zonas para tener el apartamento y eso. La pega es que no llevaremos coche, ya que aquí se conduce al revés, ya sabéis, por lo que necesitaríamos uno cerca de la Universidad o del Metro. Espero ansiosa vuestra respuesta. ¡¡Estoy tan feliz!! ¡Hace años que no os veo! Saludos a los primos, un besito. Os quiere, Alice.”
—¿No es tener mucha cara? —pregunté, avergonzada por el hecho de haberle encargado el trabajo de buscar una casa a alguien que ni siquiera conocía.
—¡Oh, para nada! Mi tía Esme es restauradora. Sabe mucho del tema, así que no le costará nada encontrar un sitio decente, estoy segura. Y con el dinero de la beca podremos pagar algo que esté medio en condiciones, ya que no quiero dormir en un colchón mugriento, gracias.
—¡Entonces genial! Es mucho más fácil si nos ayudan —suspiró aliviada Rosalie—. Al final Londres va a ser la mejor opción, ya veréis.
—Por supuesto, fui yo quien escogió esa ciudad —sonreí, orgullosa de mí misma.
—Bella, tengo que proponerte algo —dijo suavemente Alice. Temblé. Normalmente sus propuestas no solían ser agradables—. Quiero que este año cambies. Es decir, eres genial así y te queremos por ello, pero necesitas abrirte, no tener miedo a conocer gente nueva. Tienes que verte de verdad. Eres preciosa y puedes conseguir lo que te propongas. Déjame que te ayude; te vestiré cada día, teniendo en cuenta tu opinión, claro está.
—Y cuando digamos fiesta es fiesta. No quiero oír nada de “mañana tengo clase, chicas. Otro día será…”. Vamos, Bells, ¡estamos en la edad de pasarlo bien! —añadió Rosalie, siempre en su línea.
—No quiero cambiar, me gusta ser como soy. Así que no insistáis. —No entendía por qué eran tan pesadas con ese tema. ¿Tan idiota parecía desde fuera? Me dolía que pensasen eso; eran mis mejores amigas, necesitaba su apoyo. Lo pensé detenidamente. ¿Era tan horrible ponerme de vez en cuando lo que Alice dijese y salir de fiesta con ellas? Siempre me lo pasaba bien al final, aunque me costase admitirlo. Suspiré. Debería hacer lo que me decían, como siempre—. Está bien, pero no os paséis, ¿vale?
Mis amigas se miraron entre ellas, sorprendidas, para después darme un abrazo aplasta-huesos.
—¡Vas a estar tan preciosa! —gritaba Alice.
—Estoy segura de que encontrarás un novio increíble este año —suspiró Rosalie.
—Oh, no, no —empecé a decirles—. Nada, repito, NADA de buscarme novio.
—No te pongas histérica —rió Alice, y cambió radicalmente de tema—. Tengo que contaros algo.
Rose y yo compartimos una mirada confusa. Normalmente nuestra amiga iba directa al grano, sin dar rodeos.
—Tú dirás —sonrió Rosalie, aunque estaba segura de que tenía miedo. Como yo.
—Ya sabéis que en unas semanas nos vamos… —asentimos—. He pensado que es el mejor momento para un cambio de look, “El Cambio de Look”.
—¡No! —chilló Rose—. Alice, no hagas estupideces…
—Por supuesto que lo voy a hacer, llevo toda mi vida deseándolo —sonrió ampliamente y yo me limité a negar con mi cabeza mientras suspiraba. Era inútil. Habíamos pasado años intentando convencerla y no íbamos a conseguirlo ahora; era una batalla perdida.
—¡Miradme, por Dios! —gritó Alice, con los ojos llorosos.
—¡Alice, estás preciosa así! —le contestó Rosalie, que no se daba por vencida. Yo observaba la disputa desde mi asiento, con la cabeza apoyada en las manos.
Mi amiga Alice siempre había estado traumatizada por el tamaño de sus pechos. Según el médico, no había acabado de desarrollarse, aunque fuese a cumplir los veinte. Debido a esto, los implantes incluso se los pagaría el seguro médico; es decir, que la operación era algo normal en su caso.
No es que yo estuviese muy bien dotada que digamos, pero sabía que tenía más pecho que Alice. Rosalie era un caso aparte; podría darnos un poco a las dos y seguirle sobrando. Quizás por eso no entendía el punto de vista de Alice.
—Mañana voy a operarme, y no voy a cambiar de opinión —concluyó ella la discusión—. Rosalie, me siento fatal cada vez que me miro al espejo. Ahora tengo la oportunidad de ir a un sitio nuevo donde nadie me va a juzgar porque jamás me han visto antes. Cuando vuelva diré que me he desarrollado por fin y nadie sospechará nada. Todos contentos.
Rose suspiró, mirándola preocupada.
—No me hace gracia que entres en un quirófano.
—No seas tonta —rió ella, alegre—. No va a pasar nada, es algo muy sencillo. ¡Hasta mi madre se ha operado!
No lo recordaba, a su madre le había pasado lo mismo que a ella. De ahí la convicción de Alice de que jamás se desarrollaría y de que la operación era lo mejor.
Decidimos no seguir con el tema porque, aunque era valiente, sabíamos que al final del día estaría atacada con la perspectiva de enfrentarse a la enorme aguja de anestesia.
Como se acercaba el mediodía, metí una lasaña congelada en el microondas en un intento de ser una buena anfitriona. Me sorprendió que mis amigas no estuvieran revoloteando a mi alrededor, ayudándome con todo. Fui hasta la sala donde se encontraban para empezar a poner la mesa y las vi tras la pantalla de mi portátil riéndose como tontas.
—¿Puedo saber qué hacéis? —pregunté desconfiada. Ellas se limitaron a hacerme señas para que me acercase. Obediente, me coloqué tras Rosalie y me di cuenta de que estaban en mi Messenger—. ¡Eh, eso es privado!
—Cálmate, Bella —rió Alice—. Simplemente he agregado a mis primos desde tu cuenta. He hecho lo mismo con Rosalie. Pensaba que sería una buena idea que os conocieseis los cuatro antes de veros, así nadie se sentirá incómodo.
Está bien, parecía una buena idea, pero intenté que no desapareciese la mueca de enfado de mi cara.
—Alice, no puedes entrar en las cuentas de MSN de la gente…
—Oh, vamos Bella. ¡Será divertido! —exclamó Rosalie, que siempre se emocionaba con eso de conocer gente nueva. Suspiré, ¿es que siempre iba a tener que hacer lo que me dijesen? Empezaba a estar harta.
Después de comer fuimos al centro comercial a pasar la tarde. Teníamos que comprar cientos de cosas que necesitaríamos ya que, por ejemplo, la ropa que usábamos en Forks no era adecuada para el clima de Londres. De eso estaba segura aunque no fuese una experta en moda.
Mis amigas arrasaron todas las tiendas, para no perder viejas costumbres. Yo, como siempre, intenté escabullirme cada vez que se daban la vuelta, pero veinte años a mi lado les han servido para conocerme a la perfección, por lo que siempre me agarraban violentamente para arrastrarme hasta la que supuestamente era “la última en la que íbamos a entrar”.
Estaba aterrorizada. Alice había comprado ropa para mí como si no tuviese ni una sola camiseta y eso sólo podía significar una cosa: no me dejaría llevar mis habituales prendas a Londres. Tenía que hacer algo para evitarlo, aunque luchar contra la pequeña Alice podía ser el fin de mi corta vida.
Aquella noche fue coronada con una cena por todo lo alto en el italiano de siempre; éramos chicas de costumbres y jamás iríamos a un restaurante nuevo teniendo uno de confianza al lado.
Sobre las doce volvimos cada una a nuestra casa y, exhausta del día extremadamente largo que habíamos tenido, me metí directamente en la cama.
Faltaba menos de una semana para coger el avión que nos llevaría a una nueva vida, llena de independencia, fiestas y torturas a las que iba a tener que someterme. Aún así, no estaba asustada, iba a tener a mis amigas a mi lado. Es más, eran ellas mismas las que me iban a torturar; mejor que lo hiciesen unas conocidas a gente nueva, ¿no?
No podía dormir. Estaba tan nerviosa que sólo daba vueltas y vueltas entre las sábanas, y eso que el espacio que tenía no era demasiado amplio. Aburrida, suspiré y bajé para coger el ordenador portátil y así intentar distraerme chateando con alguien del Messenger. No era excesivamente tarde por lo que seguro que habría alguna alma caritativa que me sacase del aburrimiento mortal en el que me encontraba perdida.
Recostada sobre el cabecero de mi cama inicié sesión y eché un rápido vistazo por la lista de contactos conectados. La mayoría eran imbéciles con los que compartí, muy a mi pesar, clase en la secundaría y el bachiller. Unos cuantos me abrieron conversación y no dudé ni un segundo en cerrarlas todas, sin una pizca de compasión en mi corazón; muy a lo femme fatale.
Me sorprendí cuando alguien con una dirección electrónica que decía jeepemmett arroba gmail. com me saludó. ¿Quién demonios era jeepemeet? Qué correo más estúpido...
La barbacoa, la barbacoa... ¡Cómo me gusta la barbekiú! dice:
¿Miaaaaaaaaw?
Un momento… Esto no podía ser real. Un tipo que usaba el estribillo de una canción de Georgie Dann y que maullaba en forma de saludo no debía existir, nadie puede ser tan desequilibrado. Como no contesté, me llegaron cientos de Miaw de aquella persona misteriosa. No pude evitar soltar una enorme carcajada cuando vi que incluso me había mandado un mensaje de audio con un horrible maullido que parecía provenir de él mismo.
Bella dice:
¿Eres un gato?
La barbacoa, la barbacoa... ¡Cómo me gusta la barbekiú! dice:
No, soy TU gatito nena.
Bufé. Aquel tipo era increíble de verdad, ¿era posible que pudiese haber alguien en el mundo con menos sentido de la vergüenza?
Bella dice:
Ok, imaginemos que eres mi “gatito”… ¿de qué me conoces?
La barbacoa, la barbacoa... ¡Cómo me gusta la barbekiú! dice:
¿No recuerdas la noche que pasamos juntos? Vale, vale, es broma… Bueno realmente no sé si hemos pasado una noche juntos. Lo mismo sí, lo mismo no. Son cosas de la vida.
Estaba escribiendo furiosamente cuando el sonido de que me había llegado un nuevo mensaje hizo que mirase a la pantalla de nuevo.
La barbacoa, la barbacoa... ¡Cómo me gusta la barbekiú! dice:
Ah, por cierto. Has sido tú la que me has agregado a mí, cariño… Pero no te preocupes, haré que te sientas bien ;)
Solté otra carcajada. Jamás me había reído tanto por el MSN. Estuve pensando en sus palabras. ¿Yo lo había agregado? ¡Mierda, Alice!
Bella dice:
Creo que ya sé quién puedes ser…
La barbacoa, la barbacoa... ¡Cómo me gusta la barbekiú! dice:
No, yo no vendo droga. Lo siento.
La barbacoa, la barbacoa... ¡Cómo me gusta la barbekiú! dice:
Joder perdona, lo de arriba no quería decírtelo a ti. No pienses cosas raras, soy un chico normal.
Reí tanto que no pude evitar atragantarme y empezar a toser violentamente. ¿Un chico normal? ¡Por favor! Si con sus tonterías haría sonreír hasta Rosalie, que jamás encontraba ninguna broma masculina graciosa…
Bella dice:
Sin problemas. Al menos ya sé que cuando quiera droga no tengo que preguntarte.
La barbacoa, la barbacoa... ¡Cómo me gusta la barbekiú! dice:
No, sin embargo soy un experto consejero en moda interior femenina…
Puse los ojos en blanco. Era un tío como todos los demás, al fin y al cabo.
La barbacoa, la barbacoa... ¡Cómo me gusta la barbekiú! dice:
Sin embargo déjame decirte una cosa: nada de lo que te pruebes te sentará tan bien como a mí.
Me sorprendí. Aquel tipo era tan impulsivo que siempre me sorprendía; jamás me esperaba su siguiente comentario.
Bella dice:
Te creo, te creo… Bueno, lo que te decía, ¿conoces a Alice Cullen?
La barbacoa, la barbacoa... ¡Cómo me gusta la barbekiú! dice:
¿Una chica bajita, delgada, con los ojos verdes, el pelo negro y con cara de duendecillo?
Bella dice:
¡Exacto!
La barbacoa, la barbacoa... ¡Cómo me gusta la barbekiú! dice:
Pues no, no la conozco. ¿Por qué me lo preguntas? ¿Se te ha perdido? Puedes poner carteles por las farolas, una vez mi conejito se escapó y funcionó.
No pude evitar volver a reír. Me dolían hasta las costillas, y eso que solo llevaba minutos en esa inverosímil conversación.
Bella dice:
Ella fue quien te agregó. No sé si lo sabrás pero nos han dado una beca para estudiar en tu misma Universidad, y por eso quería que nos conociésemos.
La barbacoa, la barbacoa... ¡Cómo me gusta la barbekiú! dice:
¿La Uni.. Uni.. Uni qué?
Sonreí con su broma. Sí, aquél chico tenía toda la pinta de no gustarle estudiar ni un pelo.
La barbacoa, la barbacoa... ¡Cómo me gusta la barbekiú! dice:
Oye nena, tengo que dejarte. Lo nuestro fue intenso mientras duró, pero mi familia insiste en separarnos…
Bella dice:
¿Y eso? ¿Qué es lo que no les gusta de mí? Puedo cambiarlo, lo nuestro tenía futuro.
Me lo estaba pasando tan bien que no dudé en seguir sus bromas estúpidas.
La barbacoa, la barbacoa... ¡Cómo me gusta la barbekiú! dice:
Realmente lo que pasa es que tiré mi ordenador por la ventana sin darme cuenta, entonces estoy usando el de mi querido hermano porque él no estaba. Ahora ha vuelto de hacerse la pedicura y quiere usarlo. Mujeres…
Reí ante la relación que tenían ambos hermanos.
Bella dice:
Pues encantada de conocerte…
La barbacoa, la barbacoa... ¡Cómo me gusta la barbekiú! dice:
Tinky Winky, me llamo Tinky Winky. Hasta otra, ¡espero salir de fiesta contigo cuando vengas a Londres! O mejor, ¡hacer una barbekiú!
Estaba segura de que el primo de Alice no se llamaba como uno de los Teletubbies, pero decidí dejarlo pasar y preguntarle al día siguiente a mi amiga.
Vi como aquel extraño ser cerraba sesión y sentí como me iba relajando poco a poco. La conversación que habíamos tenido me había ayudado a alejar de mi mente el miedo y la inseguridad que suponía para mí el inminente viaje. Además, estando semejante personaje en Londres la cosa no podía ir tan mal. Al menos las risas iban a estar aseguradas.
Bostezando fui a desconectar el Messenger, cuando un nuevo desconocido, que rápidamente supuse que era el hermano de la pedicura, me habló. Sonreí. Este parecía más serio.
Just give me some candy, before I go dice:
¿Hola? :)
Miré su correo electrónico y me gustó: a. plane. divided. the. sky arroba hotmail. com
Bella dice:
Hola:)
Just give me some candy, before I go dice:
Siento lo de mi hermano. De verdad, a veces no sé cómo puedo compartir la misma sangre que él y no tener sus síntomas.
Bella dice:
No te preocupes. Me ha distraído un poco, al menos.
Just give me some candy, before I go dice:
¿Necesitas distracción?
Le vi un claro doble sentido, pero me acordé de que no conocía a ese chico y que sería mejor darle el beneficio de la duda.
Just give me some candy, before I go dice:
Perdona, eso ha sonado bastante mal… Me refiero a que por qué necesitas distracción.
Sonreí satisfecha. Parecía un tipo realmente encantador.
Bella dice:
Bueno, no sé si te lo habrá dicho… ¿Jeepemeet?, pero soy una de las que va a acompañar a tu prima a Londres. Nueva vida, nuevos amigos, nuevas experiencias… Un poco abrumador.
Just give me some candy, before I go dice:
No te preocupes, esto es genial. Seguro que después no quieres volver, aunque es comprensible que ahora te sientas mal. Pero tranquila, aquí estarás como en tu casa. Nosotros te ayudaremos a integrarte.
Sí, sí que era todo un encanto… ¿Sería guapo? Me mordí el labio. Qué mala suerte que en vez de una foto suya en el avatar tuviese una portada de un disco de Jet, que por cierto era de mis favoritos.
Bella dice:
Pues… Muchas gracias, supongo que es mejor ir sobre seguro y conocer a alguien allí ya.
Just give me some candy, before I go dice:
¿Ves? :) Seremos buenos amigos. Además también está Jasper ¡Ya tienes a tres estupendos compañeros de ciudad! Por cierto, ¿qué estudias?
No podía creer que me sintiese tan cómoda hablando con él. Se veía que era maduro y que sabía lo que decía. Su hermano era infantil, pero también adorable. Vaya familia tenía Alice…
Bella dice:
Estoy en el segundo curso de Filología inglesa, ¿y tú?
No sabía por qué, supongo que por el hecho de que me caía bastante bien, pero estaba cruzando los dedos para que él estuviese en mi carrera.
Just give me some candy, before I go dice:
¡Segundo también, pero de Medicina! Nuestras facultades están muy, muy cerca; de hecho tengo a varios amigos que posiblemente caigan en tu clase. Ya te los presentaré para que así conozcas más gente :)
¿Cómo podía ser tan agradable? Debía tener novia. Incluso si fuese feísimo ninguna mujer podría desaprovechar la oportunidad de estar al lado de un hombre tan simpático. Miré el despertador y me di cuenta de que se me había hecho tarde, ya que a la mañana siguiente había quedado con Rosalie para ir al Hospital, a recoger a Alice después de su intervención.
Bella dice:
Oye, muchísimas gracias, de verdad. Me has animado, ya no me da tanto miedo ir a un país donde no se usa aceite “de verdad” para cocinar.
Just give me some candy, before I go dice:
No creas todo lo que se dice por ahí. Un día cocinaré para ti y te darás cuenta de que no hay comida mejor que la de los londinenses.
Vale. Me había dejado sin palabras. Incluso enrojecí hasta la punta de la raíz del pelo.
Bella dice:
Pues… Gracias de nuevo. Tengo que ir a dormir, mañana tengo varias cosas que hacer… Ha sido un placer hablar contigo.
Just give me some candy, before I go dice:
El placer ha sido mío, Bella :) Espero volver a hablar contigo antes de que vengas a Londres. Un beso, buenas noches.
Sonriendo como una idiota apagué el ordenador y me acurruqué en la cama. Estaba ansiosa por irme ya a Gran Bretaña y comprobar si la gente realmente era tan genial como acababa de ver.
5 comentarios:
por lo k veo la historia va a ser muy linda, peo todavia no entiendo como edwar le va a caer mal a bella si es tan encantador como siempre.
ya veremos k pasa no???
besos claire y si el fic va a estar bueno byee
adrix
ame a Emmet!!! jejeje...coincido con adrix, q va a pasar para q bella odie a edward???...
voy a leer el segundo capi... me gusta mucho como escribe laura...:):):)
hay hay hay me encantoooooooooooo
me encantaaaa
megusta el capi pero como puede odiar a edward como puede ser deseguro cambia de opinion.
porfavor sigue escribiendo
La barbacoa, la barbacoa... ¡Cómo me gusta la barbekiú!
adoro a Emmett!!
(L)
me encanto el capi :)
Edward siempre sera encantador!!
Besoos! (K)
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