—¡Es espectacularmente enorme! —gritó Rosalie cuando entramos en la vivienda, cuya cara rebosaba felicidad absoluta mientras corría de un lado para otro—. ¡Camas de matrimonio! ¡Síiii!
Alice y yo nos miramos y soltamos una carcajada exagerada sin poder esconder el nerviosismo por todo lo que se avecinaba. Ya no teníamos padres que nos cuidaran, éramos nosotras tres contra el mundo en un país que ni siquiera era el nuestro.
La casa estaba completamente decorada, y equipada: tenía altavoces para iPods, televisiones enormes en cada sala e incluso un par de ordenadores de sobremesa.
—Es un sueño… —suspiraba sin cesar Alice—. ¡Hasta tenemos comida en la nevera! Madre mía, debe haber sido Esme… Está todo metido en tuppers, listo para que simplemente lo calentemos.
—¡AMO CON LOCURA A TU TÍA! —Rosalie parecía no poder controlar el volumen de su voz—. Chicas, ¿hoy saldremos, no? Tenemos que inaugurar Londres.
—¡Por supuesto! —afirmó Alice mientras metía unos espaguetis en el microondas. Yo simplemente gemí, desconforme—. Pero vamos a comer algo primero y después sacaremos la ropa de las maletas para que no se arrugue demasiado, no tengo ganas de pasarme un día planchando.
Pusimos la mesa apresuradamente y servimos la pasta en tres bonitos platos azules. Todo parecía de último diseño, o al menos de muy buen gusto.
—Menos mal que hay lavavajillas… —comenté mientras recogíamos los platos, después de haber terminado—. Con el frío que hace no me entusiasma la idea de tener las manos bajo el agua todo el tiempo.
—Alice, te debemos nuestra vida al haber conseguido que nos quedásemos con este apartamento —dijo Rosalie, y cómicamente se puso de rodillas delante de esta para empezar a alabarla.
Rápidamente la imité y Alice empezó a reírse a carcajadas.
—¡Moved el culo, tenemos que ocuparnos de la ropa!
Sin duda aquella fue la peor parte. ¿Cómo demonios habían podido meter tantísimas prendas en las maletas? Era totalmente imposible.
Acabé relativamente pronto y es que no llevaba gran cosa, sólo algunos CDsy libros indispensables, el neceser y la ropa que Alice me había comprado, la cual colgué sin prestar atención. Sin embargo ellas se pasaron horas y horas ordenando todas las camisas, pantalones, vestidos y zapatos que habían considerado necesarias para su supervivencia en el Reino Unido.
Mientras esperaba que terminasen me di una ducha en mi propio cuarto de baño. Cada habitación tenía uno, lo cual era extremadamente útil para evitar las colas frente la puerta del servicio en horas puntas como la de ir a clase.
Me puse un bonito vestido grisáceo que Alice me había regalado, más que nada para que estuviese contenta. Estaba cogiendo el peine cuando Rosalie entró en mi habitación.
—Déjame, ya te peino yo —dijo con una sonrisa en la cara.
Suspiré, era imposible negarse.
—Si estáis en una sesión de belleza… ¡¿Por qué no me llamáis?! –gritó Alice por detrás, portando una gran brocha para aplicar maquillaje.
Solté un audible gemido, odiaba que me tratasen como a una Barbie.
Horas. Estuvieron largas horas, o al menos eso pensaba yo, maquillándome y probando con diferentes peinados; estaba planteándome seriamente el suicidio cuando se dieron por satisfechas y me dejaron mirarme en el espejo.
—Vale, estoy guapa, pero eso no significa que sea agradable pasar por la transformación —mascullé enfadada.
Me ignoraron y fueron a arreglarse. Fueron más rápidas, posiblemente debido al hecho de que ya tenían planeado al milímetro cómo se pintarían y qué usarían. Alice gritaba de felicidad al ver que por fin podía ponerse camisas y encontrarse atractiva. Me alegraba que ahora su autoestima estuviese por las nubes aunque fuese gracias a una estúpida operación, Alice lo merecía.
Cogiendo nuestros abrigos salimos del apartamento, cerrando con cuidado la puerta. Estaba situado en el centro, por lo que las calles colindantes estaban concurridas. Era completamente de noche y había mucha gente de nuestra edad, lo cual nos emocionó.
—¿Entramos ahí? —señalé una pizzería que estaba llena de lo que parecían estudiantes universitarios.
Mis amigas sonrieron encantadas y me arrastraron literalmente hasta una mesa libre.
—¿Habéis pensado ya qué queréis pedir? —preguntó un camarero rubio que se había acercado hasta nosotras.
—Sí, una mediana de peperoni con salchichas y otra a los cuatro quesos. Ah, y tres Coca-Colas —dije rápidamente.
Era lo que habitualmente consumíamos, no teníamos por que cambiar nuestras costumbres por el simple hecho de no estar en los Estados Unidos.
—¿Americanas? —quiso saber el camarero, claramente interesado. Asentimos mientras nos reíamos por lo bajo—. ¡Genial! ¿Habéis venido de vacaciones?
—No, vamos a pasar un año en la Universidad de Londres —contó Alice, muy sonriente.
—¡Yo voy allí! ¿Qué estudiáis? —aquel chico parecía haber olvidado que era camarero. Muchos de los que estaban esperando para que les atendiese se habían girado para seguir nuestra conversación.
—Yo Diseño, Rosalie Ingeniería Mecánica y Bella Filología Inglesa —decía mientras nos señalaba.
—Yo soy Mike Newton y también estudio Filología, segundo para ser concreto —comentó mientras me guiñaba un ojo. Me sonrojé al instante, no estaba acostumbrada a ese tipo de comportamiento masculino hacia mí—. Lo siento chicas, pero me tengo que ir si no quiero que me despidan. Nos vemos en clase, Bella.
Se fue hacia el mostrador y supuse que estaba encargando nuestras pizzas. Mis amigas por el contrario no dejaban de mirarme, divertidas.
—Bella, el primer día y ya tienes a uno en el bote —rió Rosalie y Alice le chocó la mano.
—Pasad de mí —dije riéndome.
Miré de reojo como el rubio atendía a las mesas. Era guapo y simpático, ¿qué mal me iba a hacer el hablar con él? Además, estábamos en la misma clase, lo que era una suerte ya que así al menos conocería a alguien.
La comida la trajo una camarera distinta por lo que no pude compartir más palabras con Mike Newton. La verdad es que me daba igual, no me gustaba, era sólo que me había dado tranquilidad el conocer a alguien simpático.
—Chicas, ¿qué os parece si esta pizzería se vuelve nuestro lugar de reuniones? Es barata, se encuentra a unos pasos de casa y la pizza está realmente buena —propuso Alice, mordisqueando una porción.
—Totalmente de acuerdo —sentenció Rose y yo asentí mirando alrededor.
El sitio era encantador, las paredes estaban pintadas de distintos colores, todos muy llamativos y había distintos cuadros de grupos musicales, en especial de los Beatles. Sonreí para mí al darme cuenta de lo que admiraban los londinenses a su banda de los sesenta.
Cuando terminamos y pagamos nos fuimos a merodear por las frías calles, muy emocionadas y al cabo de un rato entramos en un pub que parecía ambientado, ya que todos bailaban animadamente.
—Tres mojitos por favor—pidió Rose al chico que estaba tras la barra con una de sus deslumbrantes sonrisas.
—Así que americanas, ¿eh? —sonrió él mientras los preparaba. Cuando estuvieron listos nos los acercó y con un guiño de ojo añadió—: Invita la casa, por ser tan guapas.
Nos reímos como tontas y Rosalie empezó a coquetear con él. Alice y yo decidimos marcharnos de allí para inspeccionar el sitio con nuestras bebidas en la mano.
—Londres es tan maravilloso—dijo mi amiga, y señaló a un rubio altísimo que parecía modelo. Me limité a soltar una carcajada, Alice solía enamorarse de todo el mundo a simple vista pero luego jamás duraba más de unas horas aguantando al tipo en cuestión.
—Quizás sea mejor que no lo conozcas, ya sabes, una desilusión menos.
—Tienes toda la razón…—rió ella apartando la vista del chico para bailar conmigo.
Aquel lugar era genial, ponían muy buena música y la gente era bastante simpática, incluso nos habían hablado unas chicas a las que ayudamos a escapar de unos pesados. Estábamos tan felices que ni nos fijamos en la hora.
—Cielo santo, ¡son las cuatro de la madrugada! ¡Mañana tenemos que ir a clase! —exclamó Alice.
Nos miramos las tres horrorizadas. Solíamos ser estudiantes modelo, jamás hubiésemos olvidado algo relacionado con la Universidad, pero parecía que estar en otro continente nos había despistado.
Salimos apresuradamente y tiritamos al sentir el frío que hacía fuera. Corrimos como unas locas hasta nuestro apartamento.
—Ha sido un comienzo espectacular —dijo Rosalie cuando entramos en casa—. Hasta mañana chicas y recordad poner el despertador, lo necesitaremos.
Nos fuimos a nuestro respectivo dormitorio y estuve segura de que, al igual que yo, ninguna se había dignado siquiera a ponerse el pijama antes de quedarse profundamente dormida.
Demasiado pronto, escuché el sonido de la alarma de mi móvil.
— MIERDA —se escuchó en la habitación contigua a la mía—. ¡¿Por qué me tienen que salir ojeras justo el primer día de clase?! —los chillidos de Alice hicieron que me riese cuando no había abierto los ojos siquiera.
Maldiciendo por nuestra inmadurez la noche anterior me levanté y comencé a ponerme unos sencillos vaqueros con una camiseta blanca y una rebeca azul, a juego con unas botas sin tacón; no pensaba maquillarme mucho, sólo cantidades industriales de anti ojeras, por lo que tardé poco en estar preparada.
Necesitando cafeína, caminé como una zombi por el pasillo y me encontré a mi amiga rubia con la cabeza apoyada en la encimera de la cocina, completamente dormida.
—¡Rose! —la sacudí, y rápidamente se espabiló—. ¿Cómo has podido quedarte dormida en esa postura? Es totalmente imposible —comenté riéndome a carcajadas, mientras preparaba la cafetera.
—Qué horror, me siento como un cuerpo sin vida —bostezó, frotándose los ojos— Estoy fatal, ¿verdad?
La miré y maldije por dentro, era tan perfecta que aunque la hubiese pillado un camión seguiría estando impecable.
—Rosalie, no nos restriegues tu belleza innata a las que somos humanas —dijo Alice, que había entrado en escena rápidamente.
Bufé ante la crueldad de ambas, Alice estaba preciosa siempre también, la única que desentonaba era yo.
—Somos tan sexys —rió Rose moviendo su cintura y cogiendo la taza de café que le tendía. Cuando terminamos de desayunar salimos del piso rápidamente, preparadas para nuestro primer gran día. Teníamos una parada de metro bastante cerca, así que nos sacamos unos bonos para el resto del mes y cansadas cogimos uno. El vagón estaba lleno de estudiantes que como nosotras parecían acabar de regresar de una fiesta, y es que ya se sabe que el primer día siempre es el más duro.
La Universidad estaba sólo a unas cuantas paradas por lo que no tardamos en llegar al campus. Nos quedamos maravilladas, era todo perfecto.
—Yo tengo que ir por allí—señalé hacia la izquierda, después de mirar un plano que había pegado en una pared.
Mis amigas asintieron y se despidieron de mí con un movimiento de mano. Sentí miedo, no me gustaba separarme de ellas y menos en un lugar desconocido. Pero es lo que hay cuando cada una estudiaba lo que quería, aunque siendo sincera en ese momento no me hubiese importado cambiarme de carrera para estar con alguna de las dos.
—¡Bella! —gritó alguien a mi espalda. Me volví, sorprendida y vi cómo el chico guapo de la pizzería me miraba sonriente—. ¿Mucha fiesta ayer?
—Oh, demasiada —comenté, riendo.
Juntos fuimos hasta nuestra primera clase, Literatura Mito crítica. Simplemente fue fascinante. El profesor nos estuvo hablando sobre la creación de mitos y cómo habían afectado a la Literatura, por lo que me pasé las dos horas mirándolo asombrada, era tan culto que lo respeté desde el primer momento en el que abrió la boca.
—Dios mío, quiero casarme con él—suspiró delante mía una voz que extrañamente también me resultó conocida. Me fijé en la chica, que en ese momento se había dado la vuelta y estaba chillando de la emoción.
—¡Eres la de ayer! ¡La que nos ayudó con los pesados del pub! —entonces caí en la cuenta de quién era. Madre mía, por puras coincidencias ya conocía a dos personas el primer día—. Soy Jessica, y esta de aquí es Angela, que también estaba ayer.
—Encantada, yo soy Bella —sonreí, parecían simpáticas, en especial Angela—. Ayer entre tanto mojito se me olvidó hasta deciros mi nombre.
Las chicas rieron, y Jessica me cogió por un brazo mientras íbamos a la siguiente clase. Vi como Mike me miraba confundido y le lancé una sonrisa de disculpa.
—¿Y tus otras amigas? —quiso saber Jessica mientras se sentaba a mi izquierda.
—Están en sus respectivas clases. Después de esta asignatura quedaremos para almorzar.
—¡Oh, podemos ir todas! Sois nuevas, tenemos que poneros al corriente de las cosas que pasan por aquí —comentó alegremente.
—No seas cotilla, Jess—dijo Angela, entre avergonzada y divertida.
Me limité a reír, parecía una de las conversaciones que yo tenía con Alice y Rosalie.
—Está bien, será genial —sonreí, y como la profesora acababa de llegar tuvimos que callarnos de forma abrupta.
Esas dos horas fueron insoportables; la mujer hablaba de gramática sin cesar, como no había nada de interesante en sus palabras, desconecté a los dos minutos de empezar a escucharla. Sonreí malignamente al ver por el rabillo del ojo que mis compañeros estaban igual que yo, al menos no iba a ser la única que fuese mal en esta asignatura.
—Estaba al borde del suicidio —dijo Jessica una vez que se acabó la clase mientras bostezaba y yo me limité a asentir, había sido horrible.
Me guiaron hasta la cafetería, donde nos sentamos en una de las mesas que había fuera, ya que milagrosamente no llovía y según ellas había que aprovechar los días despejados al máximo.
Angela y Jessica entraron en busca de comida para todas mientras yo esperaba a mis amigas que como siempre, se retrasaban.
—¡Bella! —gritó una Rosalie manchada de grasa, a la que todos los hombres miraban con lujuria—. ¡Ha sido increíble! Hemos podido trastear con coches desde el primer día, ¿no es maravilloso?
Me había criado con uno de esos fenómenos paranormales que se dan en el mundo de forma esporádica y que los científicos estarían encantados de estudiar: a la fantástica y femenina Rosalie lo único que le interesaba, aparte de su trabajo ocasional como modelo o actriz de teatro, era la mecánica.
—Sí, súper increíble —reí, mordaz.
Vi como la pequeña Alice caminaba entre las mesas buscándonos, por lo que le hice señas para que se percatase de nuestra presencia. Nos vio al instante y corrió hasta nosotras dando saltitos.
—¡Adoro este sitio con todo mi corazón! Ha sido increíble, hemos tenido una videoconferencia con Carolina Herrera —decía pegando chillidos.
Tenía los ojos húmedos, seguramente habría hasta llorado de la emoción. ¿Es que yo era la única normal?
—¡Veo que ya estáis todas! —exclamó Jessica, que venía con una bandeja enorme. A su lado Angela portaba otra igual—. Os invitamos chicas, por la ayuda de ayer.
—Rosalie, Alice, ellas son Jessica y Angela, las que “conocimos” ayer en el pub. Resulta que estamos en la misma clase—le expliqué a mis amigas, que tenían caras de confusión.
—¡Oh, sois muy amables! —sonrió Rosalie y las chicas se sintieron intimidadas.
Reí, era difícil acostumbrarse a la presencia abrumadora de mi amiga, siempre tan perfecta.
Comimos entre bromas las ensaladas y filetes de pollo que nos habían traído, parecía como si estuviesen haciendo régimen pero ninguna se quejó. Cuando acabamos Alice nos invitó a todas a helados, alegando que necesitaba azúcar en sus venas.
—Bueno chicas, contadnos qué tal es esto —dijo mientras lamía su cucurucho de chocolate.
Vi como la cara de Jessica se iluminaba, parecía impaciente por empezar a cotillear.
—¡Bien! ¡Estaba esperando justo eso! —se rió y miró alrededor para asegurarse que nadie más que nosotras la escuchaba—. En esta Universidad hay varias cosas que tener en cuenta…
La miramos expectantes, incluso yo que no soy muy dada a los cotilleos. Había que reconocer que la chica sabía darle misterio a lo que contaba.
—Lo primero: si queréis ser populares, os tendréis que hacer amigas de Lauren Mallory o de Tanya Denali. Yo lo soy —añadió orgullosa de sí misma y pude ver como Angela rodaba los ojos—. Son las animadoras del equipo de fútbol. Sí, diréis que es raro que un equipo de fútbol tenga animadoras… Pero bueno, aquí es así, ya que en Europa ni el baloncesto ni el béisbol tienen tantos seguidores como en América. Se lleva más el fútbol, ya sabéis…—asentimos, ya conocíamos ese dato—. Lo siguiente que os puedo decir es que hay que tener mucho cuidado con algunos profesores. Son un poco viejos verdes —reímos animadamente, no nos esperábamos aquello—. En serio, seguro que alguno se os insinúa… En Filología hay algunos así Bella, ya te darás cuenta… A veces no importa porque son jóvenes, guapos y con dinero; pero otras son auténticos ancianos.
—¡Jessica! ¡Siempre es asqueroso! —bufó Angela, molesta por la desvergüenza de su amiga. Nosotras tres no podíamos parar de reír, en especial Rosalie, la cual seguramente estaría pensando en todo lo que se iba a divertir.
—Oh, vale, vale…—dijo Jess algo avergonzada—. Sigo con las cosas que deberíais saber... A ver, hay que tener cuidado con la planta sexta de la biblioteca general. Todas y cada una de las parejas han estado ahí, no sé si me entendéis.
—¡No me lo puedo creer! —Alice tenía lágrimas por las mejillas, siempre le había hecho mucha gracia que la gente tuviese tan poco pudor para esas cosas.
—Tal y como te lo digo, no sé cómo empezó la tradición pero ni los profesores lo pueden impedir. Creo que se ha convertido en una especie de reto, el burlar la vigilancia de quien esté por allí para echar un polvo rápido… Es una tontería, ni siquiera lo disfrutas. Son muchas sensaciones a la vez: la emoción porque estás pasando a la Historia de la Universidad, el nerviosismo por si te pillan y en general la incomodidad… ¡Joder! Que es un pasillo y ni siquiera hay pared, ¡sólo estanterías con libros! —una nueva ola de carcajadas más potente que las anteriores llegó a nuestra mesa. Aquella chica era todo un personaje digno de estudio.
—Jessica, tus prácticas sexuales con Mike Newton no nos interesan—murmuró Angela y la miré sorprendida. Así que Jessica ha estado con el rubito pizzero… Interesante.
—No seas aburrida Ang —le dijo su amiga dándole un empujón. Después se quedó pensativa—. ¿Por dónde iba? Ah, sí… Bueno, algo que tenéis que saber es que cada fin de semana se hace una fiesta universitaria. Si queréis integraros no estaría mal que os dejaseis ver por alguna de ellas, suelen ir todos los chicos de las residencias, que no están nada mal…
—¡¡Bien, eso es lo que quería escuchar!! —rugió Rosalie, alzando una mano para que Jessica se la chocase.
Alice, Angela y yo pusimos los ojos en blanco, hartas de las hormonas de nuestras respectivas amigas. Después de un rato de risas provocadas por comentarios acerca de los tíos a los que se refería, Alice carraspeó.
—Bueno Jessica, ¿alguna recomendación más?
—Oh, por supuesto que sí… He dejado lo mejor para el final —comentó ella, sonriendo maliciosamente. Miró alrededor y enfocó la mirada en algo que la hizo sonreír como una estúpida—. Sólo dos palabras: Edward Cullen.
Después de aquel críptico comentario que había conseguido que el corazón se me acelerase, señaló con un dedo hacia una mesa que estaba a rebosar de chicos de nuestra edad. Fruncí el ceño mientras pasaba la vista de uno en uno, me frustraba no saber quién era el encantador primo de Alice.
Estábamos concentradas en ellos cuando uno se levantó de su silla, mostrando su escultural figura. Una vez completamente de pie se pasó una mano por el cabello, que era de una extraña y al mismo tiempo abrumante tonalidad cobriza. Sentí como se me hacía un nudo en el estómago ante la belleza que desprendía aquel simple acto.
Fui consciente que jamás vería algo tan extremadamente sexy como a aquel Dios griego tocándose el pelo.
6 comentarios:
wowwwwwwwwwww hay falta poco para q se veannnnnnnnnnn por dios me encantaaa
o nooooooooooo.
tan emocionada y de repente se acaba, no puede ser y esta pero super padre me encanta claire.
no nos podis defraudar jeje.
besosssssss
adrix
waa..
eres mala me dejastee con la
intriiga... jeje
muii buueno el fic
publiiqa pronto..
besos
jessica tiene razon
dos palabras (edward cullen)
otro cpi xfaaaa :) es gnial jiji y mui divrtdo xd
Podeis enumerar los capitulos? es q me pierdo y no se si los leo correctamente :-) ademas no estan puestos en lista al lado izquierdo del blog y me pierdo mas todavia! Gracias un saludo!
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