Era un sitio espacioso, aunque la gente ya estaba colapsando la pista de baile. Fruncí el ceño al ver que todos, tanto chicas como chicos, iban vestidos de una forma peculiar, respondiendo al requisito que a mí misma me habían puesto: llevar ropa similar a la usada en los años sesenta. Algunos atuendos me parecieron divertidísimos y atrevidos, demasiado "horteras" para mi gusto, pero aplaudí la valentía de aquellas personas por haber sido capaces de vestirlos y parecer tan cómodos.
—Sí, lo mismo que tú —respondí mientras seguía paseando la mirada.
Edward me cogió de la cintura para empujarme hacia la barra. Vi un gran escenario en la pared más alejada de nosotros en ese momento, pero los focos que lo deberían iluminar estaban apagados y no podía leer con claridad los carteles que se colgaban justo detrás de la batería ya preparada.
—¿Un concierto? —pregunté muy animada mientras recibía la cerveza que me tendía Edward. Bebí un sorbo con la nariz fruncida; al final me iba a gustar aquella bebida, pero simplemente por la insistencia de todos en que la tomara pese mi negativa a ello.
—Um... Algo así —sonrió Edward—. Sólo espero que no te decepcione.
Lo miré con el ceño fruncido. Había descubierto que teníamos gustos musicales muy parecidos, jamás se me habría ocurrido pensar que si Edward Cullen me llevaba a un concierto, este sería decepcionante.
Sonaba The Clash mientras aquello se llenaba. Nos habíamos situado en el centro de la pista y estábamos divirtiéndonos viendo a una pareja cercana a nosotros bailar de forma extravagante. De vez en cuando Edward imitaba algún paso disimuladamente y conseguía que mis carcajadas fueran cada vez más fuertes; al final tuve que darles la espalda para que no me vieran y se sintieran ofendidos.
—¡Solecitos míos! —La estridente voz de Emmett se alzó sobre el bullicio y me giré, sorprendida.
Vi que se acercaba hacia nosotros con su sonrisa burlona y una cerveza en la mano. Lo seguían Jasper, las chicas y para mi horror, Tom. No supe qué hacer, inmediatamente me alejé unos centímetros de Edward intentando suavizar el daño. Sin embargo, él sonreía sin preocupaciones, como si nada pasara, y eso me hizo recordar que era consciente de que iba a estar con Edward. Me sentí mal por llevar esa doble vida sentimental pero, joder, millones de personas hacían cosas peores cada segundo que pasaba. No era el fin del mundo, me dije.
—¿Cómo lo estáis pasando? —preguntó Alice después de abrazarme.
—Genial, hemos cenado en el restaurante más caro del Reino Unido.
Edward rió entre dientes y me atrajo hacia sí cariñosamente.
—Es una exagerada, solo tuve que empeñar el reloj de mi abuelo para poder pagarlo.
Todos empezamos a hablar a la vez los unos con los otros, cambiando copas con un "prueba esto" como invitación y risas fáciles en todo momento. Era genial pasar tiempo con ellos, aunque me encontrara en la situación de tener a un Edward radiante y chistoso delante y a un Tom demasiado sonriente a la derecha.
—Edward —dije una de las veces que me había agarrado por la cintura amistosamente.
—Dime, bonita.
—Muchas gracias por la noche, ha sido genial. Bueno, has estado genial —admití.
Sonrió satisfecho de sí mismo, pero movió la cabeza negativamente.
—No hemos acabado aún, cariño. Aún tienes que ver algo y después, seguiremos por nuestro camino de fiesta y diversión. Si quieres, claro.
Lo miré con una ceja alzada sin entender muy bien lo que significaba aquello. Justo cuando iba a preguntar, un chico me empujó debido al poco espacio que había quedado para caminar por allí. Me volví con cara de enojo pero no pude decir nada porque lo que vi me impresionó. Eran cuatro los que querían pasar e iban vestidos de una forma extraña y ridícula pero que al mismo tiempo me resultaba familiar.
—¡Joder! Van vestidos igual que los Beatles en el Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band —exclamé volviéndome hacia Edward y riéndome a carcajadas.
Me miraba divertido mientras asentía y señalaba a los demás que por allí había.
—¿No notas nada raro, Bella?
Entonces caí en la cuenta. Muchos de los allí presentes imitaban la vestimenta de los Beatles; es más, incluso Edward y los chicos, con sus chaquetas y pantalones negros además de la corbata, parecían hacerlo. Aquello era increíble, algunos incluso llevaban el mismo corte de pelo o gafas. Asombroso.
—¿Estamos en una fiesta Beatle? —intenté adivinar.
—Te has acercado —sonrió él—. Fíjate en el hombre que va a hablar ahora mismo desde el escenario, escúchale y lo entenderás mejor.
Me dio un beso en la sien riendo entre dientes y se alejó, dejándome allí con el ceño fruncido. Me acerqué hasta Alice, que también estaba pendiente al escenario, entusiasmada.
—¿Tú sabes de qué va todo esto? —inquirí y ella se limitó a palmotear y reír.
—¡Qué mono Edward, que quiere darte una sorpresa!
Rosalie se nos unió, cargada de bebidas para todas. Iba a preguntarle si ella también sabía aquello que Edward me ocultaba cuando la voz del hombre del escenario resonó por la sala.
—¡Bienvenidos a una edición más de nuestra noche al más puro estilo Beatles! —el público aplaudió y yo me uní a ellos rápidamente—. Como cada año tendremos a las mejores bandas a nivel junior versionando a este gran grupo durante tres rondas ante la mirada del jurado...
Desconecté de lo que seguía diciendo para volverme hacia mis amigas.
—¿Van a tocar? ¿Edward va a subir ahí? —chillé, emocionada.
Ellas asintieron y Alice agitó las manos y pegó pequeños saltitos, otorgándole así al asunto el suficiente nerviosismo. Me puse de puntillas para buscar algún pelo cobrizo que destacara, pero con la poca iluminación y el bullicio me fue imposible.
El primer grupo que subió entre el aplauso entusiasmado de los presentes era uno de los que iban tan bien caracterizados. Tras una pequeña presentación, abrieron la noche con Here Comes The Sun; inmediatamente gritamos de la emoción y tras pasarnos un brazo por la cintura, nos mecimos al son de la canción, cantando el estribillo.
Tanto a las chicas como a mí nos entusiasmaban los Beatles por lo que aquello era, además de muy divertido, un regalo. Grupo tras grupo fueron desfilando con su artillería pesada: Yellow Submarine, Hey Jude, Do You Want To Know A Secret?... Una tras otra nos hacía cantar como si fuéramos unas auténticas fanáticas sesenteras en pleno concierto de The Beatles. Pocas veces en mi vida había disfrutado tanto y por la cara de mis amigas, supuse que estaban de acuerdo conmigo.
—¡Ahí están! —gritó Rose, señalando la escalera por la que iban subiendo los siguientes.
Vi a Edward revolverse el pelo con esmero, aplastándoselo contra la frente y riendo por un comentario de Emmett. Poco después bajaba el grupo que había tocado de una forma un tanto espantosa Lucy in the sky with diamonds bajo mi criterio y nuestros amigos subían, con aquellas características sonrisas de seguridad adornando sus bonitos rostros.
—No sabía que Tom tocara con ellos —comentó Alice.
—Yo tampoco... Aunque tiene sentido, si quieren hacerlo bien, deben ser cuatro en vez de tres —murmuré, sorprendida.
Allí estaban los cuatro, enfundados en estrechísimos pantalones negros y chaquetas con un toque retro. Habían conseguido aplastarse el pelo para que aquello fuera más verídico, pero el cabello pelirrojo de Edward y el rubio de Jasper hacía que no fuera cien por cien realista.
—Buenas noches —saludó Edward por el micrófono principal mientras todos afinaban y probaban sus instrumentos—. Somos The SkyBlue Parakeet y es un honor volver a estar en este concurso, con todo lo que los Beatles significan para nuestro grupo. —Vio que los demás estaban listos y con media sonrisa añadió—: Me gustaría dedicarle este tema a mi cita de hoy, que ha venido hasta aquí sin saber dónde se metía.
Hubo risas entre el público y varias chicas miraron a su alrededor, no muy contentas. Yo me limité a taparme la cara con la mano primero y después a reírme como una tonta.
—Acerquémonos —les pedí a las demás, que inmediatamente se movieron hasta que quedamos mucho más cerca del escenario.
La guitarra de Edward y la de Tom comenzaron a sonar mientras que todos se balanceaban cuidadosamente, tal y como lo habrían hecho aquellos a quienes rendían tributo. Emmett entró con la batería y Jasper puso el ritmo del bajo justo en el momento preciso.
—Oh yeah, I'll tell you something —comenzó a cantar Edward con una voz que consiguió sorprenderme—. I think you'll understand when I'll say that something… I want to hold your hand... I want to hold your hand, I want to hold your hand… —Entonó con tanto entusiasmo y precisión el estribillo acompañado por el coro de Jasper que el público tardó en reaccionar.
Me quedé con la boca abierta. Esperaba que Edward lo hiciera bien porque sencillamente era él y no lo veía arriesgándose a hacer algo en público que no controlara. Lo que no esperaba era que su voz me resultara tan parecida a la de Paul McCartney; simplemente, no contaba con ello.
—¿Lo estáis escuchando? —le dije a mis amigas, que también estaban atónitas.
—Bueno, es el grupo favorito de Edward. Creo que a los seis años ya ensayaba sus canciones con una guitarra de plástico —contó Alice—. Pero están tan increíbles...
Bajaron el ritmo en ese momento, sabían qué hacer y permanecían en su sitio en cada momento. Muchos de los grupos anteriores no habían sabido transmitir elegancia, perdiendo así toda la esencia.
— And when I touch you I feel happy… inside. –Edward movía sus hombros de izquierda a derecha, manteniendo la cabeza recta, como si hubiera ensayado toda la vida y supiera cómo comportarse a la perfección. Aun así, me pareció creer que me dedicaba una mirada acompañada de una leve sonrisa—. It's such a feeling that my love… I can't hide, I can't hide, I can't hide…
Todo el grupo estaba coordinado y lo más importante, parecían disfrutar. Sabían lo que hacían, los gritos al final de cada estribillo tenían los decibelios apropiados y nada más que por eso supe que durante años habrían machacado aquella canción. Conocía el perfeccionismo de Edward y sabía que era lo que estaba detrás de todo.
Acabaron la canción y se llevaron un fuerte aplauso bien merecido. Saludando bajaron del escenario y no tardaron en llegar hasta nosotras, que los esperábamos con ganas de alborotar y de comportarnos como adolescentes histéricas.
—¡Ha sido alucinante! —les felicité.
Vi que Edward me sonreía y que parecía algo alterado, incluso sonrojado. Curiosa me acerqué hasta él y le di un suave abrazo.
—¡Me ha encantado! Estoy segura de que pasaréis la fase. Pero dime, ¿por qué nunca me habías hablado de esto? —reí.
—¿Te ha gustado de verdad? —quiso saber, en voz baja.
Fruncí el entrecejo, confusa. ¿A quién no le había gustado? Toda la sala había disfrutado con ellos cuatro sobre el escenario.
—Por supuesto, no puedo esperar para veros de nuevo... ¿Cuál vais a tocar después?
Edward rió ligeramente, más tranquilo.
—Aún no hemos pasado de ronda, Bella. Y si lo hacemos... Bueno, tendrás que esperar para saberlo. —Puse un puchero al más puro estilo Alice pero fue inútil—. ¿Sabes? Me asustaba que pensaras que estaba haciendo el ridículo.
Alcé una ceja, divertida, mientras que él se mordía ligeramente el labio e intentaba arreglarse un poco el pelo.
—No creo que hayas hecho el ridículo en ningún momento. Aunque cuando me la dedicaste, no estuviste muy fino —añadí.
Se carcajeó y puso sus manos en mi cintura, consiguiendo que me tensara al instante. Eso sí, tenía que reconocer que era agradable.
—Habría sido de mala educación no hacerlo, señorita. Además, ¿quién te asegura que fueras mi cita?
—La hamburguesa que tengo en el estómago ahora mismo —reí mientras le colocaba bien la corbata, intentando hacer algo productivo pero no atrevido ante la cercanía de nuestros cuerpos.
Otro grupo de nerviosos jovencitos subió al escenario y tras una breve presentación al estilo Edward, empezaron con los acordes de She Loves You Ya Ya. Escuché a Alice chillar como si fuera una adolescente y rápidamente comenzó a mover los hombros en un baile muy sesentero, acompañada por Rosalie.
Jasper reía a mi lado mientras las miraba y bebía de su cerveza.
—Son el fenómeno fan en su máxima representación —gritó por encima de la música.
Edward y yo nos reímos y vimos cómo se acercaba, se situaba en el centro y pasaba los brazos por sus hombros para mover las caderas al compás que ellas marcaban
—¿No quieres unirte? —me preguntó él al oído.
—Estoy bien aquí —le sonreí, mirándole de perfil con las cejas alzadas.
Me cogió las manos y me puso justo en frente; después se acercó a mi oído para que lo escuchara mejor.
—Imagina que estás a principios del abril de 1963, en el Swimming Baths de Leyton, que has comprado la última entrada que quedaba a escondidas de tu padre el cual no lo aprueba, y que además has faltado a la facultad para poder ir.
Me separé de él para dirigirle una mirada de preocupación al mismo tiempo que intentaba disimular una sonrisa.
—¿Prefieres el ambiente que había en The Cavern? Te veía más en... ya sabes, sitios bonitos lleno de chicas ricas histéricas —bromeó.
—¿De verdad te sabes las fechas de sus giras? —inquirí, ignorando su último comentario.
—Todos los presentes en esta sala se las saben. O al menos la de los directos que más nos han gustado —respondió—. Joder, Bella, lo primero que hizo mi padre cuando nací fue ponerme el Please Please Me... Digamos que hasta los ocho años pensé que Twist and shout era una nana.
Y como si fuera por arte de magia, justo en ese momento empezó a sonar esa canción; los dos soltamos una carcajada.
—¿Te gustaría bailar conmigo esta nana? —bromeé.
—Intentaré no dormirme —rió él.
Bailar la música de los Beatles con Edward fue una de las cosas más divertidas que había hecho en el tiempo que llevaba allí. Se movía con gracia, tenía una coordinación total entre todas las partes de su cuerpo y no se acercaba demasiado a mí, justo como lo haría un hombre hace más de veinte años.
—Mira esto —se carcajeo mientras recuperaba espacio vital—. ¿Has visto algún video de un directo de ellos en YouTube, verdad?
Asentí, riéndome también por la expectación que me causaba. Vi como seguía bailando de forma cómica hasta que comenzaron los famosos gritos de ese tema, momento en el cual Edward comenzó a mover la cabeza de un modo frenético pero con un ritmo increíble. Solo podía pensar en el dolor que le vendría después, y entonces recordé lo que me había preguntado y caí en la cuenta. En los directos de los Beatles siempre había chicos que bailaban de esa forma; recordaba que yo misma había intentado agitar así la cabeza en la intimidad de mi habitación pero que nunca conseguía que quedara "natural".
—¡Brutal! —le aplaudí mientras iba amainando el baile.
—Creo que me voy a caer —bromeó entre risas, apoyándose en mi hombro.
Dos canciones después, se subió el hombre que había inaugurado el concurso con un sobre. Los chicos se unieron, pero no parecían nerviosos, por el contrario bebían sus cervezas y bromeaban entre ellos sobre las pelucas que llevaban los de uno de los grupos.
—Llegamos a la segunda fase —anunció agitando aquel sobre blanco antes de abrirlo—: Muchísimas gracias a todos por participar, este año hemos vuelto a llenar la sala y eso solo augura que el año que viene volvamos a vernos las caras. Como sabéis, seis han sido los grupos elegidos, de los cuales tres pasaran a la última ronda. Así que me gustaría un fuerte aplauso para... —Leyó el papel con la vista y se acercó el micrófono para dar los nombres—: ¡The Holidays... Bear Factory… The SkyBlue Parakeet… These new sonnets y… Kenedy!
Mientras nosotras gritábamos y aplaudíamos contentas, los chicos se acercaron al escenario riendo y dándose palmadas en la espalda en señal de victoria. Vi a Edward ponerse de puntillas para buscarnos entre la muchedumbre; una vez que nos localizó nos saludó con la mano eufóricamente y le respondí entre risas. Su cara parecía extremadamente feliz y eso era más de lo que mi cuerpo podía tolerar.
—Míralos, parecen una parejita —se burló Rosalie al vernos intercambiar señales a distancia.
—Son tan monos... —añadió Alice, a sabiendas de que aquellos comentarios me mosqueaban.
Respiré profundamente y puse la mejor sonrisa que pude, haciéndoles frente.
—Lo somos, ¿verdad? —Pestañeé rápido y di un pequeño saltito sobre mi sitio.
—Vamos a seguir burlándonos, no hagas como que no te importa —me advirtió Rose, señalándome con el dedo índice.
Puse los ojos en blanco y decidí prestar atención al grupo que decía llamarse The Holiday y a su interpretación de Little Child.
—Lo hacen bien —grité.
—Pero no son tan guapos —rió Alice.
—No creo que el jurado se fije en eso —bufé yo.
—Yo me fijaría —sentenció Rose, chocando la mano con Alice.
Los siguientes en subir eligieron Oh! Darling, un acierto según coincidimos después de hacer nuestra valoración; eran buenos grupos, los chicos no lo tenían fácil. Pero claro, el caso es que ellos también eran muy buenos.
Tal vez por la expectación, fue una actuación muy corta, como si alguien hubiera apretado el botón de rebobinar hacia delante. Sin apenas darnos cuenta, nuestros amigos volvían a subir al escenario y lo que más gracia nos hizo fue que una pandilla de chicas al pie del escenario comenzaron a chillarles algo que no escuchábamos muy bien. No pude menos que reír al ver la sonrisa cómplice de Edward que ni siquiera las miraba mientras afinaba su guitarra.
Se hizo el silencio en la sala, momento que él aprovechó para acercarse al micrófono sin perder esa sonrisilla suya.
—Nos volvemos a ver... —comentó como quien no quiere la cosa. Se giró para hacerle una señal a Jasper que estaba en su sitio, el segundo micrófono, y tras una pausa dramática gritó—: One, two, three, four!
Escuché como la sala entera gritaba al son de I saw her standing there, incluida yo. El chico que tenía al lado no dejaba de empujarme debido a su entusiasmado baile, pero casi ni le presté atención, preferí fijarme en el escenario.
Vi como Edward se alejaba del micrófono para bailar al ritmo de las guitarras y supe que ahí arriesgaría más que en la primera.
—Well, she was just seventeen… And you know what I mean, and the way she looked was way be beyond compare… —canto, con aquella sonrisa imborrable de su rosto—. So how could I dance wiht another... Oooh! when I saw her standing there. –Jasper se había unido a los coros, consiguiendo aquel efecto de doble voz tan curioso y que tan bien quedaba.
—Well, she looked at me… and I, I could see that before too long I´d fall in love with her…
No pude menos que rodar los ojos avergonzada cuando al decir aquellas últimas palabras noté como su mirada se dirigía precisamente a mí, acompañada de su sonrisa burlona al dramatizar el "with her" más de lo necesario. Pero, lo más gracioso era verlo cantar los alargados "ooh" mientras movía los hombros y las caderas. Sin poder evitarlo, saqué el móvil y les hice una foto rápidamente para no perderme mi parte preferida de la canción, algo que me recordó Alice agarrándome con fuerza el brazo. Sin embargo, lo que ella quería advertirme era que Edward caminaba hasta el micrófono de Jasper para situarse a su lado antes de que comenzara la siguiente estrofa.
—Well, my heart went boom, when I crossed that room, and I held her hand in mine…
Ese último "in mine" alargado y con voz aguda consiguió que Alice chillara más que en toda su vida y que yo no pudiera quitarle la mirada de encima a Edward. Sabía que había más personas que él en el escenario, pero en ese momento, no debían existir. Fue al seguir con la canción y no perder el hilo de la letra ni el ritmo mientras movía como un poseso la cabeza tal y como me había mostrado un poco antes, cuando más sorprendidos nos dejó a todos. Siempre que hacía algún agudo estiraba los labios de una forma cómica y sexy a la vez, y cuando llegó la parte instrumental se dedicó a pasear bailando por el escenario raspando las cuerdas de la guitarra mientras Tom se encargaba de los acordes.
—¡Mirad como disfruta Emmett! —gritó Rosalie.
Y era verdad, al ser un tema tan rápido, Emmett no cesaba sus baquetazos. Su pelo negro brillaba más que nunca a causa del sudor e iba de un sitio a otro por los rudos movimientos a los que se sometía su cuerpo.
—Pero el más atractivo es Jasper, tan serio y... —le recriminó Alice mordiéndose el labio y con una sonrisa traviesa.
—¿Estás loca? ¿Es que no ves a Edward? —me indigné yo. Era el que más resaltaba, simplemente colonizaría cualquier sitio que pisara con su seguridad.
Entonces me fijé en algo, estaba ignorando por completo a Tom. Sentí un peso en el estómago cuando vi que ocupaba un lugar secundario tanto en el escenario como en mi mente. Sabía que no se había acercado a mí porque era consciente de que esa noche era "el turno" de Edward, pero lo que realmente me preocupaba era que ni siquiera lo había echado en falta. Joder, el día anterior había compartido uno de los besos más apasionados de mi vida con él y hoy quedaba eclipsado por un idiota de pelo cobrizo... O quizá no fuera tan idiota, la cuestión era que ya no sabía qué pensar.
Todos esos pensamientos estaban consiguiendo que la cabeza me doliera y me sintiera mal conmigo misma. Los chicos ya habían acabado y yo necesitaba algo fuerte que beber, por lo que me dirigí hacia la barra mientras se hacía el cambio de grupo.
La camarera me sirvió un gintonic rápidamente e incluso me invitó a un chupito de tequila al ver mi cara de disgusto. Tras agradecérselo, vacié el pequeño vaso en un instante.
—¿Tan mal ha estado que quieres olvidarlo?
La voz de Tom me sobresaltó, consiguiendo que estuviera a punto de derramar la copa de la impresión.
—No, creo que habéis estado geniales. —Compuse mi mejor sonrisa y dejé que ocupara mi puesto en primera línea de la barra para pedir.
Apoyado en ella y con un nuevo botellín de cerveza en la mano me dirigió una mirada evaluativa.
—Estás mal por algo —afirmó mientras pegaba un sorbo.
—Todo está bien —negué yo, intentando mantenerme fuerte. Sin embargo, cuando alzó una ceja por encima de la otra, mirándome interrogativamente, me derrumbé—. Vale, vale... No sé, Tom, todo esto es raro.
—¿El qué?
—Pues ayer tú y yo estábamos genial y hoy ni nos hablamos...
No supe cómo seguir, no era fácil decirle que Edward lo estaba eclipsando cada vez más y que empezaba a creer que lo que había pasado entre nosotros era un error.
Suspiró y me miró con aquellos ojos celestes que conseguían impresionarme tanto. Había algo en él que lo hacía especial, eso no podía discutirlo, pero me asustaba que no fuera suficiente.
—Si lo que te preocupa es que yo esté incómodo en esta situación, puedes quedarte tranquila. Es decir, me gustas y creo que podríamos estar juntos... Pero en un mundo en el que Edward no significase tanto para ti.
—Edward no signi...
—No hace falta que lo niegues, es obvio. Pero tranquila —rió, interrumpiéndome—, ya te he dicho que no estoy enamorado de ti ni mucho menos. Tienes todos esos sentimientos por Edward y quizá yo también los tenga hacia otra chica que no seas tú. Somos libres, ¿no? Solo se trata de no hacernos daño el uno al otro.
Lo miré detenidamente para comprobar si aquello que me decía era cierto y no pude encontrar ningún rastro de falsedad en sus palabras. Él tenía toda la razón del mundo, en la vida puedes encontrar a personas maravillosas que te hagan sentir cosas insospechadas, pero siempre habrá otras que vayan más lejos y remuevan los cimientos de tu vida. Se trataba de encontrar el equilibrio y saber ir hacia delante intentando causar el menor daño posible. Se trataba de ser feliz.
—Eres genial. —Fue lo único que pude decirle, además de dedicarle una sonrisa sincera y apretarle la mano.
—Bella, si tiene que pasar algo entre nosotros más serio, pasará. No voy a ir buscándolo, me voy a quedar aquí y esperaré a que llegue, porque no te puedo mentir... creo que me gustaría.
—A mí también —admití—. Así que si llega, lo aceptaré con los brazos abiertos.
Él rió y se separó de la barra para dejar a una chica que pidiera.
—Entonces, si tan dispuestos estamos los dos, ¿salimos el fin de semana que viene? Algo informal, ir a algún concierto o algo.
—Me apetece mucho, sí —accedí, encantada—. Pero ahora será mejor que volvamos con los demás.
Asintió y emprendió la marcha en dirección a nuestros amigos. Después de esa charla había empezado a sentirme mejor, aunque el sentimiento de bienestar se disolvió cuando vi cómo me observaba Edward a lo lejos. Posiblemente hubiera visto nuestra charla íntima desde donde se encontraba y conociéndolo, habría pensado en lo peor. Otra cosa es que por una vez tuviera razón, pero tampoco iba a dejar que se enterara de eso.
—Hola, "Paul" —bromeé cuando me puse a su lado, despeinándolo ligeramente.
Alzó una ceja y pasó la mirada de mí a Tom, que había ido a hablar con Jasper. Resopló y con el entrecejo fruncido y los brazos cruzados, dedicó toda su atención al escenario.
—Venga ya, Edward —bufé yo, sin conseguir nada por su parte—. Eres increíble... Esto ha sido una mala idea.
Fue entonces cuando se giró y no supe diferenciar la furia del dolor en sus pupilas.
—¿Ah, sí? ¿Lo ha sido? Me he esforzado mucho para intentar gustarte esta noche, pero aun así, todo ha sido una mala idea para la señorita.
Negué con la cabeza, sin saber qué decir o cómo enfrentarme a él. No quería sentirme tan débil siempre que nos sincerábamos el uno con el otro.
—No quiero discutir aquí, Edward. Además, estás sacando las cosas de contexto.
Él miró a su alrededor y me agarró de la mano. Me sorprendió que utilizara tanta suavidad teniendo en cuenta que sus nervios estaban de punta, o al menos eso aparentaba. En poco tiempo habíamos cruzado el local y nos encontrábamos fuera, donde en comparación con el interior, no había ni un alma.
Mientras él paseaba de un lado para otro, eligiendo las palabras adecuadas, yo me abrazaba a mí misma a causa del frío que hacía.
—¿Qué hay entre tú y Tom? —preguntó de golpe.
—No hay nada, Edward. Y de todas formas, no es algo que deba importarte.
Se quedó quieto justo delante de mí y frunció el entrecejo.
—¿Cómo que no debe importarme? ¡Me importa! —añadió, apretándose el dedo índice contra el pecho.
—Pues no debería. Pero no te preocupes, no hay nada.
Edward se pasó una mano por el pelo, inquieto. Veía como se debatía internamente por conseguir tener una conversación normal, sin que sus nervios interfirieran y lo mandaran todo a la mierda entre nosotros. Sonreí ligeramente por eso, estaba demostrando que yo le importaba de verdad.
—Bella... Él te quiere y yo... yo...
—No, no me quiere.
—Oh, venga ya, eres exactamente el tipo de chica que le suele gustar a Tom. De esas de las que se pasaría la noche hablando cuando quedamos para jugar a la Xbox; de esas que consiguen que Emmett le diga "se está quedando con tus pelotas, tío"... —añadió, imitando la voz de su hermano.
Esperé a que terminara su discurso porque ni siquiera sabía muy bien que decir.
—Puede que le guste a Tom, pero no está enamorado de mí —dije con voz suave—. Una cosa es sentirte atraído por alguien y otra pasarse la noche hablando de esa persona.
Me miró intensamente, taladrándome con sus orbes esmeraldas. Sentí que las piernas me fallaban, no sabía cómo afrontar aquello. ¿Cómo iba a reconocer que si no estaba con Tom era por él, y que al mismo tiempo no sabía si quería algo con él?
—¿Y tú en qué punto estás? —quiso saber.
Estaba asustada, mis sentimientos iban demasiado rápido como para que de allí saliera nada bueno. Vi su rostro cargado de confusión y supe que tampoco podía hacerle daño; sería un capullo, pero no podría soportar verlo sufrir.
—No lo sé, Edward... —susurré y empezó a desesperarse—. Mira hacia atrás: nos hemos enfadado o decepcionado mutuamente más veces de las recomendadas en tan poco tiempo. Lo estropeamos todo una y otra vez, pero siempre llegas tú y lo arreglas con una nota en mi ventana o con una noche como la de hoy.
—Me importas —dijo suavemente—. No sé hacia donde lleva eso o qué significa, pero me importas mucho.
Aparté mechones de pelo que me caían sobre el rostro y suspiré. De aquella conversación saldría definida nuestra relación, fuera a bien o a mal.
—Te he odiado mucho en algunas ocasiones—admití—. Como el día que Lauren estaba en tu piso después de pelearnos o después de lo que me dijiste fuera de Koko.
—Lo sé, soy un completo idiota a veces. Siempre creo que llevo la razón y ahora me siento perdido... Nunca me había sentido atraído por una chica que sepa que una "metáfora" no es ni una discoteca ni una enfermedad.
—¿De verdad te han dicho eso? —reí, más animada.
—Varias veces —admitió con una sonrisa.
Me apoyé contra la pared y el me imitó mientras sacaba un cigarro y lo encendía, presa del nerviosismo o del no saber qué hacer.
—Edward, esto es genial —suspiré—. Me gusta que salgamos y que estemos unidos, pero opino que si intentamos algo más, se iría todo a la mierda. Creo que no estamos hechos para estar juntos, no ahora. Piénsalo bien, queremos cosas diferentes: tú te cansarías a las semanas y yo me pondría histérica, teniendo motivos o no, cada vez que una cabeza-hueca bajara las escaleras de nuestro edificio.
El silencio se hizo sobre nosotros cuando terminé mi discurso. Supuse que estaría sopesando mis palabras debido a que no parecía enfadado. Exhaló el humo con lentitud y cerró los ojos, golpeándose con suavidad la cabeza contra el muro de ladrillo que tenía detrás.
—Creo que tienes razón, pero sigue habiendo un problema... —dijo finalmente, tirando el cigarrillo al suelo y pisándolo—. No creo que pueda mirarte ni una sola vez sin pensar cómo sería poder besarte.
No sé qué pasó en mi interior, pero algo proveniente de mi barriga subió hasta mi pecho y me hizo dejar de respirar. Alargué las manos, agarré su chaqueta casi con violencia y lo empujé hacia atrás, contra aquella fría pared que había sido testigo de nuestro momento más íntimo. Sin darle apenas unos segundos para que reaccionara, me abalancé hacia él en busca de su boca, como si fuera alimento después de una semana sin probar bocado. Sus labios permanecieron inmóviles, incapaces de entender mi comportamiento, pero tras unos segundos de cortesía, comenzaron a danzar junto a los míos. Y mis rodillas flaquearon.
Alcé las manos y agarré con violencia su pelo mientras millones de sensaciones me inundaban y cientos de comentarios suyos paseaban con total libertad por mi mente, algunos hirientes y otros capaces de enamorar a la persona más fría del mundo. Escuchaba sus jadeos entrelazados con los míos y notaba su excitación a medida que me apretaba más contra él. Aquello se nos estaba yendo de las manos, pero entonces caí en la cuenta de que no había sido ahí cuando habíamos cometido el error de caer el uno en la red del otro, sino con el primer comentario suspicaz, con la primera mirada sincera. Con la primera risa compartida.
Ninguno de los dos queríamos terminar el beso porque sabíamos que no volvería a repetirse; era el primero y el último, y eso dolía más que cualquier tortura. Sin embargo, y como nuestra suerte siempre había sido pésima, su móvil vibró desde el bolsillo de su chaqueta. Noté como aminoraba la velocidad y sus jadeos se volvían más profundos hasta convertirse en nada más que una simple respiración agitada.
Sin abrir los ojos, apoyó la frente contra la mía y sacó el móvil, aceptó la llamada y se lo llevó hasta la oreja. Yo pasé mis brazos por su cintura y me uní más a él, aprovechando esos últimos segundos.
—¿Sí? —Su voz era ronca, diferente.
—Tío, ¿dónde estás? —escuché la voz de Jasper a la perfección debido a la cercanía entre el aparato y mis oídos, además del silencio que había a nuestro alrededor.
—Quería tomar el aire —respondió de forma cortante.
—¡Hemos pasado a la final! Acaban de dar los resultados, estamos celebrándolo. Dentro de un rato tocaremos y me he preocupado al no encontrarte ni a ti ni a Bella... ¿Está todo bien? —quiso saber, cambiando el tono a uno más serio.
Jasper sería intuitivo, pero era imposible que adivinara todo lo que había pasado entre nosotros tan solo por la voz de Edward, aunque este tampoco se esforzaba por parecer "normal".
—Sí, todo bien, ahora vamos. —Y sin dejarle decir nada más, colgó y devolvió el teléfono al bolsillo.
Se mantuvo unos segundos en silencio y lo entendí, yo tampoco sabía qué decir. Entonces, suspiró y depositó un suave beso en mis labios con tanta ternura que me rompió el corazón.
—Bella... —susurró, mirándome a los ojos al fin—. No quiero que esto estropee nada, aunque ahora todo será diferente.
—Siento haberme lanzado así —musité, notando como se me humedecían los ojos. Si todo se iba a la mierda, iba a ser por mi culpa.
—No sientas eso —medio sonrió él—. Yo siento que no nos podamos besar durante las veinticuatro horas del día.
—Eso solucionaría muchos problemas: no volveríamos a hablar, por lo que no nos pelearíamos y todo nos iría bien.
Rió, más animado, y me abrazó con una dulzura desbordante.
—¿Cómo quedan las cosas entonces? —preguntó.
—Es imposible que diga en serio esto después de todo, pero... ¿Amigos? —respondí, insegura y con un hilo de voz.
—Súper-amigos —aceptó, aunque con resignación—. Pero prométeme una cosa.
—Lo que quieras —concedí.
Me miró con determinación antes de dedicarme su sonrisa más bonita.
—Que nunca, repito, nunca, besarás a nadie así.
Y entonces fue cuando sonreí yo, algo que creía imposible debido a las circunstancias.
—¿Te refieres a que no vuelva a acorralar a un hombre contra la pared y lo bese pese a haberme negado a hacerlo por activa o pasiva durante un mes?
Su risa hizo que mi sonrisa se ensanchase y que me sintiera más cómoda.
—No, me refiero a que no quiero que hagas que ningún otro sienta todo lo que he sentido yo. Llámame egoísta si quieres, pero ya que no te voy a tener a ti, déjame que me quede al menos con eso.
Sin poder evitarlo, le di un pequeño empujón cariñoso. Era ese gesto o volver a lanzarme a sus brazos, y no queríamos eso. Bueno, realmente sí.
—Si sigues diciéndome cosas así, tendré que matar a todas las idiotas que crea que quieren tener algo contigo. Solo así aceptaría que lo intentáramos —bromeé.
—Yo te ayudaría —murmuró él, con los labios apretados para contener una sonrisa—. Supongo que hablaremos más de este tema —aventuró.
Asentí mientras aceptaba el brazo que me tendía para volver a entrar al local, algo que agradecí al notar el cambio de temperatura una vez cruzamos el umbral. Busqué con la vista a los demás y gracias a la altura de Jasper y su pelo rubio los localicé sin problemas, al igual que Edward. Así, algo nerviosos, atravesamos lentamente el local hasta reunirnos con ellos.
—Bells, te estábamos buscando... ¿Ha pasado algo? —preguntó Alice, mirándome con detenimiento.
Negué con la cabeza pero no pareció darse por convencida, algo que de todas formas ya esperaba. Rose me observaba en silencio; ella era más discreta, esperaría a llegar a casa para acribillarme a preguntas.
Ya había un grupo que tocaba, por lo que los chicos no deberían tardar mucho en subir, de hecho, ya se estaban reuniendo para ir al backstage y subir al escenario desde atrás. Jasper le dio su bebida a Alice y en ese momento intercambié una mirada nerviosa con Edward que no supe cómo interpretar. Le susurré un "buena suerte" esperando que lo descifrara y como respuesta obtuve una encantadora pero tímida sonrisa.
—Vamos a tener una graaan conversación... —dijo de pronto Alice, con el entrecejo fruncido.
Ignorándola, continué mirando al frente. No sabía cómo se podía haber torcido tanto todo, un día estaba sola y al otro tenía más de lo que hubiera podido esperar; más de lo que jamás había imaginado. Y es que, viendo cómo Edward subía al escenario y enchufaba los cables a su guitarra eléctrica de forma despreocupada, tuve una revelación que a partir de entonces, cambió mi forma de ver el mundo: es en los momentos en los que nada parece tener sentido cuando seguir lo que te dicta tu propio instinto deja de ser una idea descabellada y se convierte en la mejor opción. Siempre hay tiempo para enmendar errores, por muy garrafales que fueran.