miércoles, 17 de marzo de 2010

Libros Escritos Para Chicas


El club de los frustrados de Koko

No sabía por qué, pero las dos horas que me pasé tumbada en la cama con la vista fija en el techo habían sido una auténtica tortura. No entendía el porqué de darle tanta importancia a una riña estúpida con Cullen después del perfecto día que habíamos pasado. No estaba dispuesta a que me tratara así, eso de intentar conquistarme sólo por resistirme me parecía enfermizo. Pensé en un final alternativo de aquella tarde: Edward y yo riendo en el Volvo, Edward y yo bromeando en el ascensor, y por último, Edward y yo despidiéndonos como un par de amigos. ¿Por qué insistía en tener una cita conmigo? ¿Qué es lo que me veía que considerase tan atrayente como para arrastrarse y suplicármelo? Yo jamás me rebajaría tanto, con una vez que me diesen una negativa era suficiente.

Cerré con fuerza los ojos e imágenes del día empezaron a agolparse en mi cabeza. Estaba enfadada, muy furiosa con él; había chafado el mayor acercamiento que habíamos tenido en la historia de nuestra "amistad". Sin embargo también recordé su infantil miedo a las alturas, su cara de un tono verdoso y la eterna sonrisa con la que me alentaba para que continuáramos el paseo por el puente. Y también tenía presente la caminata que se había dado sólo para enseñarme la ciudad a su manera. Y la mujer asiática, las bromas infinitas de él hacia ella, su risa alegre, el cómo achinaba los ojos cada vez que soltaba una carcajada y sus dientes perfectamente imperfectos.

Solté un gemido con toda la fuerza que pude. ¿Qué diablos me estaba pasando? Hice un análisis de consecuencias y llegué a la estúpida conclusión de que me había sentido atraída por él durante escasos segundos. Tenía que ponerle freno a aquello, no podía arriesgarme a que me tratara como una más, pero tampoco tenía derecho a gritarle de la forma en la que lo hice en el ascensor, yo no era así, el problema era que sacaba lo peor de mí, me exasperaba y no podía contener mi genio.

Miré el despertador que descansaba sobre mi mesita de noche y tras un largo y descorazonador suspiro, me erguí y caminé por el estrecho pasillo que llegaba hasta la puerta principal al igual que lo habría hecho si hubiera sido el corredor de la muerte.

Decidí subir por las escaleras, necesitaba estirar las piernas después de haber despertado de aquel estado de sopor en el que me había sumergido durante esas horas angustiantes. Alcé la mano cuando estuve frente a la puerta y aporreé con los nudillos; esperé pacientemente pero nadie acudió, por lo que probé suerte con el timbre. Segundos después se escucharon unos pasos, y la puerta se abrió, mostrándome a un Edward con el pelo revuelto y las mejillas sonrojadas.

—¡Bella! —exclamó, sorprendido—. ¿Qué pasa?

Intenté hablar pero me costó, por lo que me dediqué a morderme el labio durante unos instantes.

—B-bueno, quería pedirte perdón por lo de antes —Señalé el ascensor con una mano, aunque sin girarme—. No debía haberte gritado después de los… progresos que hemos hecho en nuestra amistad.

Edward arqueó las cejas asombrado, pero también halagado.

—Vaya… —murmuró—. No me lo esperaba. No te preocupes, estoy acostumbrado a que seas algo cortante y borde conmigo —Puso su mejor sonrisa y yo me removí, incómoda.

—El caso es que me gusta que seamos amigos —empecé a decir. Él abrió la boca y yo levanté las palmas de mi mano para que me dejara continuar—. Pero única y exclusivamente amigos, nada de citas, nada de insinuaciones. El día que veas a Emmett o a Jasper tontear conmigo podrás hacerlo, pero antes no.

Vi como en los ojos de Edward surgía un brillo maligno, pero preferí dejarlo pasar; daba gracias al cielo por no poder escuchar sus pensamientos, seguro que eran para mayores de dieciocho años.

—¿Buen rollo entonces? —pregunté, tendiendo la mano.

Edward abrió la boca de nuevo para seguramente hacer un comentario fuera de tono de los suyos, cuando una voz chillona llegó hasta mis oídos, perforándolos y quemándolos como si de ácido se tratara.

—¡Eddie! ¿Por qué tardas tanto? ¡No puedo hacerlo sin ti! —El sonido de unos altos tacones se hizo cada vez más fuerte y en un abrir y cerrar de ojos, delante mía tenía a una chica rubia con el pelo tan corto como el de un hombre, un peinado moderno pero horrible para mi gusto—. ¿Quién eres tú? —escupió, mirándome con el mismo asco que yo a ella.

—Bella —dije simplemente, y me noté la boca seca. Así que mientras me comía la cabeza por todo lo que había pasado, Edward se entretenía con otra… Genial.

—Eddie, tengo prisa —instó la rubia.

Edward soltó un suspiro desesperado que no pasó desapercibido para ninguna de las dos; después me miró fijamente.

—Bella, espera un momento por favor —pidió, y tras decir eso y antes de que me diera tiempo a reaccionar, encajó la puerta en mis narices, quedando así él y la moderna detrás de esta.

Un gemido lastimero se escuchó, y supuse que sería de ella. Me sentí un poco idiota, pero ya que estaba allí no pude evitar pegar la oreja disimuladamente a la rendija que había quedado.

—Lauren, no te enfades —Pedía la voz de Edward en un susurro—. Te dije que tenía planes esta noche, no te he mentido en ningún momento.

—¿Vas con esa? —siseó la malévola voz de la chica.

—Mira, no eres mi novia ni mi madre, así que no tienes ningún derecho para interrogarme…

—Eddie, pero tú y yo…

—Joder Lauren, complicas demasiado las cosas —murmuró Edward y sonreí al notar que estaba en un aprieto. Se lo merecía por tratar así a las mujeres, aunque fuera alguien tan imbécil como esa tal Lauren—. Tú y yo nada. ¿No crees que eres un poco hipócrita? ¡Me vienes pidiendo explicaciones, pero después te vas con Tyler!

El silencio se hizo y escuché el frufrú de la tela al rozar; saqué la conclusión de que ella se había acercado; no me equivoqué, al segundo Lauren ronroneó al hablar, provocándome arcadas.

—¿Estás celoso, cariño?

—Lauren, por favor —Me imaginé a Edward poniendo los ojos en blanco y sonreí por la decepción que se estaría llevando ella—. Parece como si no me conocieras.

—¡Claro que te conozco! Llevamos juntos…

—¡No llevamos juntos una mierda! —siseó Edward, manteniendo la voz baja aunque sus nervios parecían apunto de hacerlo estallar.

—Dime donde vas a estar esta noche.

—¡Yo qué sé! —Tras exclamar eso Edward abrió de golpe la puerta sobresaltándome, y me sonrió amablemente, dando así a entender que no le había molestado que les estuviera espiando, mientras mantenía cogida a Lauren con fuerza por un brazo—. Lauren ya se va, ¿verdad?

La chica refunfuñó y de un tirón se soltó del agarre de Edward. Después se alisó la pequeña camiseta que llevaba y se fue con paso digno escaleras abajo.

—Perdónala, es un poco… —Pareció pensar la palabra exacta—. Sinceramente no sé que adjetivo utilizar. Quería que la ayudara con unas cosas de clase pero siempre se tuercen las cosas entre… Bueno, da igual.

—La has tratado como si fuera basura, Edward —murmuré, con el ceño fruncido. Él pareció morderse la lengua, quizás estuviera apunto de decir que realmente ella era basura, opinión que compartía por completo, pero aún así, eso no justificaba su comportamiento.

—Lauren es difícil. Si le das la mano, te coge el brazo entero —suspiró.

—Ya… —musité. No me había gustado para nada lo que había presenciado, no iba a reírle las gracias después de todo aquello.

Edward parecía nervioso, se pasaba constantemente la mano por el pelo.

—¿Quieres pasar?

Bufé.

—¿Qué pasa, no tienes a nadie más dentro que te haga compañía?

Me miró curioso, pero no supe por qué.

—Me voy a casa —murmuré yo—. Después te veo…

Parecía a punto de decir algo, por lo que fui hasta las escaleras a paso rápido, sin ganas de escuchar excusas o justificaciones innecesarias.

—¡Bella! —sonrió la voz de Jasper cuando casi me choco con él, ya que subía las escaleras en dirección contraria.

—Eh, ¿qué tal el día? —pregunté amistosamente.

Jasper se encogió de hombros y miró hacia atrás, después resopló.

—Me despisto un segundo y Emmett se pierde… —murmuró—. Bueno guapa, más tarde pasaremos a recogeros, así que descansa un poco.

Asentí y me hice a un lado para que pudiera pasar sin problemas. Con una sonrisa se despidió y yo seguí mi camino hasta el apartamento que compartía con las chicas. Me mordí el labio, intentando contener una risa, cuando vi a Emmett apoyado en el quicio de la puerta mientras hablaba con Rosalie dándose grandes aires de seductor. Levanté una mano a modo de saludo pero entré rápidamente en el piso sin mirarlos demasiado ni interrumpirlos. Fui hasta mi habitación, con ganas de volver a tumbarme, pero lo que no esperaba era a Alice envuelta en una toalla ocupándola.

—¿Qué pasa? —pregunté, sentándome a su lado.

—¿Qué ha pasado entre vosotros? —inquirió, con los ojos brillantes.

Reí amargamente.

—Tranquila, puedes utilizar tus trescientos dólares, ya te he dicho que no voy a hacer que los pierdas.

—Cuéntamelo todo.

Me vi sumergida en un extenso relato de cómo se había desarrollado todo, mientras mi amiga tenía una media sonrisa y me escuchaba pacientemente. No pareció sorprenderse por nada, era como si ya supiera que todo iba a ocurrir, algo típico en Alice.

—¿Estaréis incómodos esta noche? —quiso saber cuando terminé mi historia.

—No, que haga lo que quiera con su vida —respondí escuetamente—. No soy partidaria de su trato hacia las mujeres… ¿pesadas? —Alice rió entre dientes ante mi comentario—, pero mientras no lo tenga hacia mí o hacia vosotras puedo intentar estar normal con él. Eso sí, espero que no me pregunte más si quiero salir con él…

—Porque quieres hacerlo —acotó Alice, muy interesada.

—Qué va, no quiero nada romántico con Edward, demuestra a cada momento que no sirve para eso… ¿Y vosotros qué, cómo os lo habéis pasado?

Alice palmoteó, contenta, y me contó durante unos diez minutos lo maravilloso que había sido su día.

—Jasper es súper atento —suspiró—. Estuvo todo el tiempo a mi lado, explicándome un poco de la historia de Londres. ¡Sabe muchísimo!

Me mordí el labio al notar que ella empezaba a interesarse por el rubio, y que él no era muy sincero por lo que se veía.

—¿Tonteó contigo? —pregunté en voz baja.

Alice rió escandalosamente y se tapó la boca con las manos, en un gesto afirmativo.

—No sé si debería ser yo la que te diga esto… Pero no quiero que juegue contigo —murmuré, y capté toda su atención—. Jasper tiene novia, se llama María.

Mi amiga me miró y abrió la boca para decir algo, pero la volvió a cerrar. Después dirigió la vista hasta la pared.

—Voy a darme una ducha, después deberías ir tú —dijo con voz casual. Se levantó y desalojó mi habitación, dejándome allí con mis pensamientos acerca de que había sido el comportamiento más extraño que le había visto.

Sorprendida aún, fui hasta la cocina para prepararme un café, necesitaba energía como fuera. Vi que Rose se peleaba con la moderna cafetera, y riendo la aparté y lo preparé yo. Ella me miraba con una sonrisa, agradecida.

—No sé que haría sin ti —suspiró mientras olía el contenido de su taza una vez se la tendí—. ¿Qué tal Edward, por cierto?

Puse los ojos en blanco y maldije por dentro, había sido tonta al contar la historia sólo a Alice, debería haber esperado a que hubieran estado las dos. Resignada relaté mi día de nuevo, y caí en la cuenta de que Rosalie era mejor público que Alice de vez en cuando: aplaudía, entrecerraba los ojos en momentos que le disgustaban o emitía sonidos indescifrables. Por último le expliqué la situación de Jasper con su supuesta novia y el cuidado que tendríamos que tener con Alice para que no se hiciera daño. Ella escuchó comprensiva, asintiendo de vez en cuando. Ambas teníamos la sensación de que esa noche iba a ser difícil para nuestra amiga, y más si aparecía la tal María y lo fastidiaba todo.

Cuando Alice terminó pude ir a darme una relajante, aunque rápida ducha. Sabía que no tenía mucho tiempo para arreglarme ya que la tarde se había pasado volando. No sabía qué debía ponerme, aunque tampoco me preocupaba demasiado ya que Alice solucionaría cualquier tipo de problema relacionado con la moda en menos de un minuto. Es más, era consciente que ni debía preguntarle, que posiblemente ya tuviera la ropa encima de la cama, esperándome. Sonreí al darme cuenta de que así era, una vez estuve seca y envuelta en la toalla. Cogí el pequeño vestido palabra de honor de color negro con dibujos de flores en azul, marrón y beige y me lo puse rápidamente, junto a una rebeca de un amarillo suave. Después me coloqué las medias negras, cruzando los dedos para que esa noche no hiciera demasiado frío, y sonreí a más no poder cuando descubrí unos preciosos zapatos del mismo amarillo apagado del cardigan que ya llevaba puesto. Estaba segura de que tenía único par de zapatos de ese color en el mundo, y no quise ni pensar en lo que habría hecho Alice para conseguirlos.

Me senté frente al espejo del tocador de mi habitación, a sabiendas de que en cuestión de segundos vendrían a acabar conmigo y sobre todo, a tirarme del pelo con aquellos insufribles peines, planchas y rizadores.

—¿Has acabado, Bella? —gritó Rosalie desde su habitación.

—¡Qué remedio! —le contesté en el mismo tono. En ese momento se escuchó un ruido sordo desde arriba y elevé los ojos hasta el techo, sonriendo. Parecía como si alguien se hubiera caído.

—¿Lo has escuchado? —preguntó divertida Rose, que llevaba las máquinas de tortura en las manos—. Seguro que ha sido Emmett, dudo que Jasper haya hecho tanto ruido al caer… Creo que es anoréxico o algo así.

—Rosalie, que a ti te gusten los tíos que parezcan protagonistas de un anuncio de Calvin Klein no significa que los demás sean esqueléticos. Yo creo que Jasper nos oculta algo —reí muy divertida, mientras Rose enchufaba todo y se ponía manos a la obra.

—¿Estás insinuando que tenemos que pillarlo desnudo?

—¡No! —exclamé, horrorizada.

—Sería divertido —comentó ella, con la vista fija en mi insulso cabello—. Algo de emoción por un día… Creo que deberíamos intentarlo, Bella.

Iba a pedirle que dejara de decir tonterías sin sentido cuando Alice entró, pegando saltitos con su estuche de maquillaje profesional.

—Cuando hacéis todo esto me siento muy fea —murmuré yo, agobiada.

Ellas no me hicieron caso y se metieron prisa para acabar pronto, presintiendo que los chicos estarían al llegar, consiguiendo así que terminasen mucho antes de su media. Me miré al espejo y me sentí guapa, por lo que medio sonreí, tampoco quería darles la satisfacción de que lo supieran.

—Coged un paraguas plegable cada una y metedlo en el bolso —dijo Alice con voz diligente mientras iba hasta el salón, aburrida una vez no tuvo nada más que hacer.

Recogí las cosas imprescindibles y llené un pequeño bolso que combinaba con los zapatos. Después, agarré una chaqueta de cuero negra y fui a acompañar a mis amigas. Estuvimos sentadas en el sofá durante un rato, esperando a los chicos, que parecían tardar más que nosotras en arreglarse.

—¿Y si subimos? —propuso Rosalie, cesando el martilleo de los zapatos contra el suelo.

Alice se levantó de un salto y encabezó la marcha, por lo que mis protestas y súplicas de quedarnos en casa no sirvieron de mucho.

Corrimos como idiotas escaleras arriba, empujándonos y teniendo cuidado con los tacones asesinos que llevábamos; era como si tuviéramos cinco años en vez de diecinueve. Llegué la última, por supuesto, ya que la combinación de torpeza con la de vestuario incómodo no ayudaba demasiado.

—¿Quién es? —la profunda voz de Emmett sonó tras la puerta una vez Alice hubo llamado impacientemente.

—¡Las americanas cachondas! —grito Rosalie sin una pizca de vergüenza.

—¡Rosalie! —exclamé horrorizada, mientras Alice se abrazaba a sí misma riendo a carcajadas.

—Deja de ser mojigata, Bella —pidió la rubia poniendo los ojos en blanco—. Era sólo una broma.

Emmett, que había abierto la puerta inmediatamente tras escuchar el berrido de mi descarada amiga, nos miraba divertidos.

—Estáis preciosas —nos dijo con una ancha sonrisa. Después nos hizo un gesto para que entráramos en el piso y le gritó a sus amigos—: Ey tíos, tendremos que llevar el matamoscas esta noche.

Nos quedamos de pie en el pasillo que comunicaba a las diferentes habitaciones, sin saber muy bien qué hacer. Aún no nos sentíamos tan cómodas como para sentirnos igual que en nuestra casa, a excepción quizás de Alice, que correteaba de un lado para otro cotilleando. Toda la estancia olía a distintas colonias masculinas mezcladas, tanto que Rosalie y yo arrugamos la nariz y nos miramos alzando las cejas, divertidas.

—¡Tardáis más que nosotras! —le reprendió Alice a Emmett, el cual ya estaba completamente vestido.

—¿Y qué quieres que le haga? A veces pienso que vivo con mujeres —refunfuñó él, yendo hasta la cocina y volviendo al segundo con un paquete de patatas chips en la mano, del cual comía compulsivamente.

—¿No íbamos a cenar fuera? —inquirí, sorprendida.

—Verás Bella —empezó a decir con la boca llena—, el caso es que de aquí a que Edward termine de arreglar su pelo para que parezca perfectamente despeinado podrían pasar horas.

Las tres nos reímos con fuerza y un carraspeo nos hizo fijarnos en que Edward estaba presente, perfectamente vestido y desprendiendo un aroma varonil irresistible.

—Ni siquiera me peino, Emmett —bufó—. Eh, qué guapas —observó después de pasar la vista por nuestros atuendos—, ¿estáis preparadas?

—¡Un momento! —gritó la voz de Jasper desde lo que supuse que sería su dormitorio. Al instante salió de la habitación cojeando, mientras se intentaba poner el zapato que le faltaba—. ¡Parece como si cada día se volvieran más pequeñas!

—O tu pie más grande —observó Edward, sonriente.

Jasper negó con la cabeza y de forma ágil terminó de anudarse los cordones de la Converse azul que se estaba calzando.

—¡Vámonos! —exclamó feliz, una vez hubo acabado.

Recogieron sus abrigos y tras cerrar la puerta, fueron volando escaleras abajo en una especie de competición parecida a la que habíamos tenido antes nosotras. Esta vez, preferimos bajar a paso normal y no poner nuestra vida en peligro, ya habíamos tenido suficiente descarga de adrenalina por un mes.

Nos esperaban recostados contra el portal del edificio, encendiéndose los tres un cigarro de forma despreocupada.

—¿Cogeremos el coche? —preguntó Alice.

—¿Quieres quedarte sin beber y conducir tú? —contestó de forma cortante Emmett. Su prima negó con la cabeza mientras se abrochaba el abrigo y él sonrió—. Estupendo, entonces dejemos los coches a parte y vamos a comer antes, hay metro hasta las once y media.

Estuvimos andando como un auténtico grupo, bromeando entre nosotros y empujando al que teníamos al lado. Era agradable pasar tiempo con aquellos chicos tan llenos de vida y en cierto sentido, estúpidos; aunque claro, supuse que unos años más tarde, y unos cuantos pelos menos en la cabeza y otros más en el pecho, su comportamiento sería distinto.

Edward hablaba animadamente con Rosalie al otro extremo, por lo que no presté atención a lo que decían. Estaba más ocupada pendiente de no caerme con aquellos zapatos; Jasper pareció darse cuenta de mi preocupación y caballerosamente me tendió un brazo, que acepté agradecida.

—No quieres saber lo difícil que es usarlos —le dije con un suspiro. Él rió y le ofreció el otro brazo a Alice.

—¡Paremos ahí! —exclamó Emmett de golpe, señalando un establecimiento de un color amarillo chillón que tenía una pequeña ventana al lado de la puerta principal.

—Es mejor el de… —empezó a decir Edward.

—¡Ahí he dicho! —gruñó su hermano—. Joder Edward, compran la merluza en el mismo mercado.

Edward soltó una risita y encabezó la marcha hasta el establecimiento, con las manos metidas en los bolsillos del abrigo gris que llevaba.

—Buenas noches —saludó educadamente desde fuera de la ventana, que resultó ser un mostrador improvisado—. Querríamos… ¿Qué queréis?

Miré a mis amigas y vi que ellas estaba igual de perdidas que yo.

—El inglés eres tú —comentó Alice—. ¿Nos podría decir qué hay? Somos americanas y es la primera vez que probamos este tipo de comida —contó con desparpajo después, dirigiéndose a la regordeta mujer que se encontraba dentro.

—Oh, claro —sonrió la señora con fuerte acento inglés—. Estamos especializados en fish & chips, que es un plato típico inglés de merluza empanada y frita, servida con unas patatas fritas, sazonadas con sal y vinagre, aunque el vinagre es opcional —añadió al ver nuestras caras—. También tenemos fish & orange, que lleva naranja frita y a la que se le puede añadir limón también.

Volví a interrogar con la mirada a mis amigas y noté que estaban deliberando.

—Yo quiero probar lo de la naranja —dijo Rosalie al final.

—Para mí uno normal, pero sin vinagre —comentó Alice y yo encargué otro igual.

Los chicos hicieron también su pedido y la mujer se metió en el interior a trabajar, mientras nosotros reuníamos el dinero y hacíamos cuentas con la cabeza, riéndonos de la torpeza de unos y de la habilidad de otros.

—¡Llevo sin dar matemáticas varios años! —exclamó indignado Jasper, después de que le repitiéramos las operaciones un par de veces—. Es normal que no tenga la mente rápida para esto…

Para sorpresa de todos, la señora tardó muy poco, y después de entregarnos los pedidos junto con las bebidas y pagarle, anduvimos en dirección a un parque cercano que habíamos divisado.

No encontramos un banco lo suficientemente grande para todos, por lo que nosotras nos sentamos en él y ellos se limitaron a subirse al respaldo en una posición que supuse que era incómoda.

—¡Qué bueno! —murmuró Rosalie mordisqueando un trozo de naranja frita, y todos le pusimos cara de asco—. Deberíais abrir vuestros paladares.

—Rosalie, hay cosas que deberían estar prohibidas —comentó Alice muy solemnemente—, como freír naranjas o echarle vinagre a las patatas fritas.

Todos nos reímos alegremente mientras degustábamos la comida. La merluza estaba bastante buena, más de lo que me esperaba.

—¿Sabíais que…? —empezó a decir Edward.

—¡Oh, no! —gimieron Jasper y Emmett.

Nos giramos para poder ver bien sus caras y sonreímos. Edward tenía esa mirada de "sé mucho más que tú" que le había visto un par de veces, mientras que los otros dos se tapaban los oídos con fuerza.

—¿… los ingleses prefieren esto —señaló su comida— antes que a los Beatles? Han hecho un estudio, y el resultado: el fish & chips ocupa el lugar número uno de las "cincuenta cosas más queridas por los ingleses" mientras que los Beatles son el número ocho —sonrió satisfecho y no le hizo caso a las convulsiones de fingían tener Jasper y Emmett.

—Edward… ¿Cómo sabes todas esas cosas? —preguntó Alice, con una patata en la mano—. Es decir, son estupideces pero también interesantes, ¿de dónde las sacas?

—Se pasa el día leyendo foros estúpidos en Internet —rió Jasper—. Lo curioso de todo es que después liga. Es decir, de vez en cuando tiene la personalidad de un completo friqui, pero aún así liga. Misterios de la vida…

Edward no hacía caso a las críticas de sus amigos; vi como miraba hacia delante mientras se metía una tira de merluza frita en la boca y masticaba. Parecía pensativo.

—Ah, lo más importante —dijo de pronto—. El fish & chips se hizo famoso gracias a Dickens; desde que lo nombró en Oliver Twist se ha…

—¡Cállate! —gritaron sus amigos, aunque sin poder disimular las risas. Estaba totalmente segura de que Edward seguía dando la lata sólo para molestarlos.

Lo que había dicho me interesaba. Sabía que Edward era aficionado a la literatura, ya que visitaba la librería en la que yo trabajaba de vez en cuando, llevándose siempre una gran pila de libros. A veces me preguntaba si realmente los leía.

Una vez terminamos de comer, tiramos los envases a una papelera que tuvimos la suerte de encontrar a mano. Salimos del parque sintiéndonos llenos, en dirección a la estación de metro más cercano, la de Goodge Street. Nunca había estado en esa parada, por la que me distraje mirando hacia todas las direcciones. Al ser viernes, una gran cantidad de personas de nuestra edad entraban y salían, felices.

—Tenemos que coger la línea de Northern, la de color negro —explicó Jasper, señalando uno de los planos del metro, pegado en la pared. Nosotras asentimos y los seguimos, en dirección contraria a la marea de personas que salían de allí.

Entramos en el vagón, pero como siempre, no había sitio para sentarnos.

—No os preocupéis, está a menos de diez minutos —sonrió Edward—. Podíamos haber ido andando, es una media hora o así, pero dudo que quisierais.

Di gracias al cielo por que fuera tan considerado de vez en cuando, era imposible que yo anduviese todo eso con tacones sin causar víctimas mortales.

El viaje fue entretenido, Emmett se ocupó de ello intentándonos hacer cantar y consiguiendo que estuviéramos muertas de la vergüenza ya que las demás personas guardaban un absoluto silencio. Por fin llegamos a la estación de Camden Town y pudimos deshacernos de todas aquellas miradas curiosas de ojos ajenos y desconocidos.

—Nunca más viajaré contigo —murmuré yo, frunciendo el ceño en dirección al grandullón, que se reía a carcajadas.

Sin embargo, una vez estuve fuera, en la calle, una sonrisa tonta me surcó el rostro. Estaba en Camden, una de las cosas que más deseaba hacer desde que fui consciente de la existencia de Londres.

—¿Qué pasa, Bella? —quiso saber Edward, poniéndose a mi lado y cogiéndome del codo para que empezara a andar.

—¡Estoy en Camden! —chillé y el se rió ante mi entusiasmo—. ¡Eh chicas, estamos en Camden!

—Ya nos hemos fijado, Bella —se carcajeó Rosalie, después de fijarse en la ropa de la gente que andaba por allí.

—¿Vamos a dar una vuelta antes de entrar a cualquier sitio? —me preguntó Edward, con una sonrisa dulce, y no pude menos que corresponderle.

Debido a la hora que era, todas las tiendas y pequeños negocios estaban cerrados, pero eso no significaba que no me quedara asombrada con el colorido y las imposibles fachadas y escaparates. Mis amigas miraban todo con la misma emoción que yo, encantadas de estar en un lugar tan pintoresco como aquel.

—¡Mirad eso! —exclamó Alice, señalando una enorme maqueta de un avión que se encontraba pegada en la pared de una tienda situada justo delante del Camden Market—. ¡Es increíble!

No sé cuánto tiempo estuvimos recorriendo Camden High Street, pero el caso es que no me sentía cansada. Al revés, me encontraba en un nivel de emoción que renovaba la energía de mi cuerpo y mis ganas de divertirme esa noche. Edward se mantuvo a mi lado, aunque un poco más atrás que yo, siempre sonriente y divertido ante nuestras muestras de "entusiasmo extranjero".

—¿Nos vamos de fiesta ya o queréis seguir viendo las puertas cerradas de las tiendas? —protestó Emmett, cansado.

—No te preocupes, vendremos durante el día en otro momento —me dijo Edward al ver mi cara de desilusión. Después se dirigió a todo el grupo—. He estado pensando y creo que deberíamos ir a Koko que está un poco más adelante. Si nos cansamos podemos ir a otro sitio de los que propuse —Se encogió de hombros y Alice pareció entusiasmada por ir a aquel lugar, ya que al menos había leído buenas críticas sobre él. A mí me daba igual mientras estuviera con mis amigas y pusieran buena música, por lo que asentí.

Como dijo Edward, Koko se encontraba en la misma calle en la que estábamos. Rosalie y yo, las únicas que no sabíamos nada de aquel lugar, nos sobrecogimos: era un enorme edificio de aspecto imponente iluminado por luces violetas.

—Es un viejo teatro reformado —explicó Jasper al ver nuestra confusión—. Es más grande de lo que parece, incluso hacen conciertos.

—Sí, vinieron hace un tiempo los Pet Shop Boys —añadió Emmett mientras caminábamos hasta la entrada.

Nos costó ocho libras entrar, algo caro bajo mi criterio, pero según lo que me contaban el sitio merecía la pena. Dejamos los abrigos en el guardarropa y pasamos a la gigantesca sala donde se apiñaba todo el mundo, bailando al ritmo de una canción que no pude identificar —estás en otro país, me dije a mí misma, aquí se escucha otra música—. El sitio era increíble, conservaba el aspecto de viejo teatro, los palcos estaban llenos de personas que bailaban y reían, con altas tasas de alcohol en sangre. El escenario aún seguía en pie, era enorme y estaba segura de que por él habían pasado grupos musicales de gran reputación. Me moría de ganas de ir a un concierto en Londres, por lo que me apunté mentalmente que debía buscar información sobre próximos eventos.

Los chicos desaparecieron, dejándonos solas en mitad de la pista, rodeadas de pelirrojos con cara regordeta y pecas. Nos reímos ya que movimos los labios pero sin hablar formando la palabra "ingleses" las tres a la vez. Sin pensarlo mucho, nos pusimos a bailar y a disfrutar de la música que aunque seguía sin saber a quién pertenecía, me gustaba.

Al cabo de unos minutos, aparecieron de nuevo nuestros amigos, cada uno con dos vasos en la mano y Rosalie gritó algo acerca de lo que le gustaba Europa sólo porque no había que tener veintiún años para poder consumir bebidas alcohólicas. Edward se acercó a mí y me tendió uno de un color amarillo translúcido.

—Pensé que pegaría con tu ropa —me dijo con una enorme sonrisa, y no pude menos que reírme ante sus tonterías. Sorbí y la acidez de la bebida me hizo apretar los labios—. Es vodka con lima —explicó él demasiado tarde.

—Está bueno—reí yo—, lo que pasa es que no me esperaba el sabor.

Edward sonrió y bebió de su vaso también. Después se puso a bailar haciendo el tonto junto a sus amigos, invitándonos a las demás a unirnos.

—¿Quiénes son? —pregunté a voz de grito.

—¿No los conoces? —se sorprendió Jasper.

—Son los Mumford & Sons, se han hecho muy famosos por aquí —contestó Edward, quitándole el turno de palabra a su amigo.

Me apunté mentalmente el nombre del grupo para buscarlos por Internet al día siguiente antes de seguir bailando con Rosalie, que estaba agarrada a mí mientras gritaba aquella canción que ni siquiera se sabía.

No recordaba haberlo pasado tan bien en mi vida. Jasper, Emmett y Edward eran los compañeros de fiesta perfectos; siempre preocupados por que no nos faltase bebida, o atentos a que no estuviéramos más de un minuto paradas, sin bailar. A lo largo de la noche bailé con todos ellos, ya sea por pareja o en grupo, sorprendida del manejo que tenían de su cuerpo a la hora de contonearse al ritmo de lo que sonaba. Lo mejor de todo es que ningún otro chico se nos acercaba a intentar ligar mientras teníamos al musculoso Emmett junto a nosotras; era la primera vez que veía a Rosalie sin un tío entre sus garras durante una noche de fiesta, y estaba orgullosa de ella. Se reía como la que más, dejando anonadados a la mayoría de los hombres presentes con su belleza natural, pero sin fijarse en ellos.

Los observé con la lucidez que el alcohol no me había arrebatado aún. Eran mis amigos, y no podía sentirme más feliz de estar compartiendo unos momentos como aquellos con ellos. Alice y Rose estaban abrazadas y reían mientras daban vueltas sin parar, Emmett y Edward cataban con un micrófono inexistente y Jasper sacaba fotografías a todo. Las chicas que estaban alrededor nuestra nos miraban con envidia, pensando que nos habíamos "llevado" a los más guapos del lugar. Sonreí, realmente teníamos suerte; podían ser inmaduros y comportarse de forma excéntrica a veces, pero no dejaban de ser encantadores a su manera.

—Eh, Bella —me llamó Edward, y salí de mi ensimismamiento—. Voy a por bebida, ¿quieres algo?

—Claro, otro de estos está bien —sonreí mientras agitaba los restos de mojito que quedaban en mi vaso—. Voy contigo, así te ayudo.

Se fue abriendo paso entre la gente para llegar hasta la barra conmigo detrás de él, agarrada con fuerza a su camisa para no perderlo de vista; lo que me faltaba sería perderme entre la muchedumbre. Llegamos hasta el mostrador y Edward, disimuladamente, se hizo hueco entre los borrachos que por allí había.

—Mira, Bella —Se dio la vuelta y apareció con un alto taburete, el cual depositó a mi lado—. ¡Es tu día de suerte!

Reí y me senté, aliviada de poder descansar los pies aunque fuera sólo durante unos segundos. Sin embargo, resultó ser mucho más tiempo que ese, ya que los camareros no daban abasto. Edward estaba junto a mí, apoyado en la barra y mordiéndose el labio impacientemente; sonreí ante la imagen.

—No te desesperes —le dije entre risas. Él se giró y me miró con aire seductor; yo le respondí poniendo los ojos en blanco.

Empezó a sonar This Charming Man de The Smiths y note cómo empezó a tamborilear con los dedos y cómo movía las caderas sin prestar demasiada atención a lo que hacía.

—¿Por qué será que no me sorprende que te gusten The Smiths? —comenté, poniendo un codo en la barra y apoyando la cabeza en una mano.

Edward rió e hizo algo que me cogió por sorpresa: se desbotonó la camisa de cuadros que llevaba y dejó al descubierto una camiseta negra serigrafiada. Allí, en su pecho, estaban los Smiths.

—Siempre cerca de mi corazón —suspiró teatralmente mientras sonreía—. Esta canción es una de las mejores de la historia de la música, no lo olvides nunca, joven Padawan.

—Lo intentaré… Tengo la impresión de que sólo escuchas grupos británicos, ¿qué pasa, no hay nada bueno por ahí fuera? —pregunté, haciéndome la ofendida.

La camarera llegó en ese momento y Edward, no sin antes dirigirme una mirada divertida, pidió dos mojitos.

—A ver, no es que no haya nada bueno fuera de esta maravillosa isla —empezó a decir. Después se rascó la cabeza despreocupadamente y terminó comentando—: Miento, todo lo bueno está aquí.

Abrí la boca desmesuradamente ante aquella barbaridad y crucé los brazos sobre el pecho mientras la camarera ponía delante de mí mi bebida.

—¡No insultes! —exclamé, apuntándole con un dedo.

—Mira, juguemos a algo —propuso, y yo fui a decirle que no quería nada con connotaciones sexuales pero no me dio tiempo a intervenir—. Tu dices una banda americana, y si creo que merece la pena, pues bebo. Después me toca a mí y a la maravillosa cultura musical inglesa, y así sucesivamente hasta que alguno de los dos acabe reconociendo que una es mejor que la otra. Esto molaría más con chupitos, pero nos podemos morir si esperamos de nuevo a la tía esta…

Me quedé pensativa. Sabía que tenía todas las de perder, pero aquello me parecía extremadamente divertido.

—Y no vale mentir —añadió él alargando la mano para que se la estrechase, como si firmáramos un acuerdo—. Es un tema muy serio, quiero total sinceridad.

Reí alegremente y se la estreché, sintiendo su calidez. Me sonrojé ligeramente y la solté con rapidez. Después me acomodé en el taburete y le di vueltas a la cabeza.

—¡Lo tengo! —exclamé, ya que había dado con una banda muy del estilo de Edward, o al menos eso pensaba—. Sonic Youth.

Él me miró con el ceño fruncido.

—Mierda —murmuró, y bebió durante unos segundos—. Yo no tengo ni que pensar —fanfarroneó—, Radiohead por ejemplo. Espera, no bebas, te voy a decir varios y así no haces pausas. Atenta eh —sonrió con suficiencia y fue contando con los dedos al mismo tiempo que nombraba grupos—: The Clash, The Libertines, Placebo, Franz Ferdinand, The Who, The Ramones, Muse, The Police… Mmm, los Arctic Monkeys, que aunque no me gustan seguro que los escuchas sólo por Alex Turner —negó con la cabeza apesadumbrado y yo reí a carcajadas. Después di un largo trago a mi vaso, dándole a entender así que me gustaban o al menos respetaba todo los grupos que había nombrado.

—Sí, son grupos geniales, pero eso no quita que… —empecé a decir, y me callé abruptamente para cargar de misterio mis palabras. Edward estaba muy interesado en lo que decía, por lo que sonreí satisfecha—… seáis el país de las Spice Girls.

—Eso ha dolido —reconoció entre carcajadas, y se llevó a la boca el vaso para beber por aquella derrota. Al instante pareció darse cuenta de algo—. Pero si no recuerdo mal, vosotros tenéis a los Backstreet Boys.

—Ahí me has pillado —sonreí y alcé mi bebida en su dirección antes de beber—. Los Strokes ya sé que te molan, así que a beber. ¡Y los Stereophonics!

—¡No te lo crees ni tú! —exclamó Edward, al cual el alcohol empezaba a hacerle efecto—. Esos son de Gales, ¡hijos de Gran Bretaña!

Seguimos con nuestro juego sin cansarnos, durante al menos media hora. Se me estaban empezando a agotar las ideas, pero me lo pasaba tan bien que no me preocupaba. Después de que Edward pidiese por quinta vez más bebida, empezamos a darle la vuelta a nuestro juego, diciendo los grupos más penosos del país contrario. Edward se entusiasmó y utilizó toda la cantera Disney, desde Hannah Montana hasta High School Musical. En ese punto me estaba ganando, pero no podía hacer otra cosa que no fuera reír a carcajadas ante sus imitaciones. Empezaba a sentir que éramos amigos y que podíamos pasarlo así de bien sin ir más lejos. Sólo esperaba que él pensara igual; al menos no me había hecho demasiadas insinuaciones a lo largo de la noche.

Estábamos llorando de la risa recordando temas ridículos antiguos cuando una canción de los Pixies empezó a sonar.

—Para que después digas que sólo ponemos "Producto Interior Bruto" —bromeó Edward—. ¿Bailas?

Sonreí y agarré su mano, más que nada por lo mareada que estaba, para ir hasta donde estaban los demás. Alice estaba completamente ida, agitando las manos y cantando junto a Emmett.

—There is a wait so long —Edward y yo nos unimos a ellos con gritos desafinados—. Here comes your man!! Here comes your man!

Seguimos disfrutando de la canción con ellos dos sin prestar atención a nada más, sin embargo, una vez acabó paseé la vista y me extrañé al notar que faltaban Rosalie y Jasper.

—Alice, ¿dónde está Rosalie? —pregunté a voz de grito para que me pudiera oír.

Sin embargo fue Emmett el que me contestó con un gruñido.

—Con un capullo —señaló entre la multitud y a duras penas pude vislumbrar la esbelta figura de mi amiga entrelazada a la de un chico alto y apuesto, de cabello rubio.

—Ah —respondí, sin saber muy bien que decir—. ¿Y Jasper?

Otra vez me sorprendí, ya que aunque me había dirigido a Emmett, fue Alice la que respondió.

—Con esa.

Esta vez fue casi imposible no ver al larguirucho de Jasper siendo comido por una chica bajita y de pelo negro, ya que estaban cerca de nosotros. Miré de reojo a mi amiga y noté que intentaba no fijarse en ellos, quizás por eso bebía compulsivamente y bailaba frenéticamente. Suspiré, según parecía, Alice se había hecho ilusiones demasiado rápido con Jasper. Recordé que Edward habló mal de ella y me giré para preguntarle si ella vendría hasta aquí; no quería que Alice pasara por aquello innecesariamente. Sin embargo, Edward ya no estaba a mi lado, sino unos metros más allá. Hablaba animadamente con la rubia de esa misma tarde, Lauren, y me sorprendí. Según lo que había escuchado de su conversación, Edward no soportaba a esa tía. Pero no parecía eso en aquel momento, ella tenía las manos apoyadas en su pecho y él sonreía por algo que le estaba contando.

—Bienvenida al club de los frustrados de Koko —canturreó sin ánimo Alice, después de seguir la dirección que apuntaban mis ojos.

—No lo entiendo —murmuré y vi que tanto mi amiga como Emmett me prestaba atención—. Es decir, estábamos bien… Es como si hubiera huido en el primer momento en el que le he dado la espalda.

Emmett rió con fuerza.

—No intentes entender a Edward —comentó—, todos saben que sufre un trastorno de bipolaridad.

Asentí, de acuerdo con sus palabras.

—Pero no parecía aburrido antes.

—Te aseguro que no le pareces aburrida —sonrió Emmett—. Y ahora vamos a olvidar que somos unos marginados y… ¡pasémoslo bien!

Alice y yo alzamos un puño en señal de aceptación y bailamos el tema de Hot Chip que sonaba con Emmett. No había caído en la cuenta de que el chico parecía realmente interesado en Rosalie, sino no se hubiera incluido en el "grupo de los marginados". Me pregunté si él también tendría alguna novia secreta, la cual saldría a la luz días después ya que Jasper, que nunca había parecido tener un compromiso, en ese momento tenía una fémina vestida de forma muy moderna colgada del cuello, por lo que aquello no resultaba tan inverosímil. Suspiré al pensar que sólo llevábamos una semana en Londres y toda nuestra vida parecía patas arriba; nos habíamos acostumbrado a la ciudad en un tiempo récord.

Tanto Emmett como Alice eran excelentes bailarines y continuamente me dejaban en ridículo, o al menos eso pensaba yo. Era extraño, ya que aunque ver a Edward sonriéndole de esa forma a otra chica que no fuera yo me había molestado ligeramente, en ese momento se me había medio olvidado y estaba pasándomelo en grande con mis dos amigos. Me hice prometer a mí misma que no giraría la cabeza para mirarlo y cumplí la promesa durante bastante tiempo, sin embargo al final no pude evitarlo y posé mi vista en él. Tenía aquella sonrisa ida y abrazaba con fuerza a Lauren mientras se balanceaba al son de lo que sonaba. La chica parecía estar en la gloria y besaba su cuello sin cesar, acto que me hizo sentir náuseas. Iba a girar de nuevo la cabeza y a centrarme en Emmett y Alice cuando Edward levantó la vista y me miró fijamente, para después sonreírme amistosamente. No sé que pasó en mi interior justo en ese momento, un gran peso inundó mi estómago y me empecé a sentir mal. Necesitaba salir de allí como fuera y tomar un poco de aire limpio de humo de tabaco.

—Voy a pedir algo de beber —le mentí a mis dos amigos. Ellos asintieron y siguieron a su aire, riéndose por algo que no entendí del todo.

Esta vez fue más difícil abrirse paso a través de la gente, ya que no tenía al alto Edward como escudo humano. Pensar de nuevo en Edward provocó otra sacudida en mi estómago; no debía haber bebido tanto y tan rápido, me recriminé a mí misma. Por fin pude llegar hasta la puerta de salida y después de comentarle al portero que sólo iba a estar unos segundos fuera, que me sentía mal, para que después me dejara entrar, caminé hasta la acera de delante del local y me senté en ella, abatida. Me fijé en la estatua que estaba en medio de la carretera, justo en frente mía, simplemente para tener la mente en blanco.

En ese momento no tenía ganas de nada, sólo de estar allí y sentir el frío londinense a mi alrededor, cortándome las mejillas y haciendo que mi nariz se pusiera roja. Froté las manos contra mis muslos cubiertos por las gruesas medias, buscando calor rápido. Una risa suave sonó detrás de mí y me volví con el ceño fruncido. Allí estaba Edward, sacando un cigarro y encendiéndolo para después sentarse en el bordillo junto a mí, aunque sin mirarme.

—¿Cansada? —preguntó al rato.

—Algo —dije simplemente—. Lo normal.

Edward puso las manos en el suelo para apoyarse en ellas y echó levemente el cuerpo hacia atrás. Se dedicó a examinarme, intentando descifrar mis expresiones.

—¿Te pasa algo, Bella?

Lo miré indignada. Realmente quería decirle muchas cosas, pero no sabía ni cómo empezar ni qué palabras usar.

—La pregunta sería si a ti te pasa algo conmigo —escupí—. Me doy la vuelta para hablar con Alice y Emmett y al momento veo que no estás, que te has ido con una de tus amigas.

Alzó una ceja, pero no comentó nada.

—¿Qué pasa? ¿Tan aburrida soy? —El alcohol estaba haciendo que me comportara como una histérica, o al menos, de una forma más histérica de lo habitual—. Podrías haber dicho "me voy con Lauren", o yo que sé. El caso es que te esfumaste, como si estuvieras esperando la oportunidad para hacerlo.

Edward seguía mirándome atentamente, con una media sonrisa en la cara y expresión dulces. No sabía por qué me sentaba tan mal todo lo que salía de él, simplemente me sentía mal en ese momento y necesitaba desahogarme.

—Sé que soy una borde constantemente, ¡pero es que me das motivos!

—Basta Bella, tranquilízate —me pidió él, interviniendo por primera vez—. Lauren me arrastró, estaba por allí, me vio y literalmente cargó conmigo hasta otro lado.

—No parecías estar sufriendo —bufé yo, y recogí las piernas para abrazarlas y evitar el frío. Había sido poco inteligente al no recoger el abrigo del guardarropa.

—No sufría, Bella —rió él—. Es un poco pesada, sí, pero no es mala chica. Nos lo pasamos bien, sobre todo cuando no está muy consciente como para cotorrear.

Abrí la boca sin entender muy bien sus razones.

—¿Estabas con ella sólo porque es fácil?

—Me has dejado muy claro que tú no quieres nada conmigo —explicó después de dar una larga calada al cigarro—. Si te soy totalmente sincero, hubiera pasado hasta el último minuto de la noche a tu lado, pero tú no quieres que eso pase entre nosotros.

—¿Necesitas refregarte a la fuerza con una tía cada noche? ¿No te lo estabas pasando bien simplemente con nosotros, en grupo?

Edward rió amargamente.

—Bella, mira a Rosalie o a Jasper. No soy sólo yo, es un comportamiento que viene impuesto, todos somos así. ¿Qué hay de divertido si al final no terminas pasándolo bien con alguien? No es que no me lo haya pasado bien el resto de la noche, es sólo una forma de "coronarla".

Me levanté, ya había oído demasiado. Era uno de los momentos en los que Edward me repugnaba.

—Pasa de mí —murmuré y comencé a andar hacia el interior de Koko de nuevo, necesitaba con urgencia risas, y eso sólo lo podía conseguir en ese momento con Alice y Emmett.

—¡Cada uno vive como quiere, Bella! —exclamó Edward a mis espaldas—. Pruébalo, sólo sal conmigo un día.

Ni siquiera me volví, seguí mi camino y le di las gracias al portero que me reconoció y me dejó pasar. Tenía los sentidos embotados después de la extraña charla que había tenido con Edward; cada día que pasaba creía conocerlo menos, y eso me asustaba.

Me encontré con mis amigos cuando llevaba buscándolos unos minutos y puse la mejor sonrisa que podía para que no notaran mi estado de ánimo.

—Hemos decidido irnos ya —comentó Alice—. Rosalie se irá con Jasper para no volver sola, he hablado con ella. ¿Dónde está Edward?

—Ni idea —murmuré, y Emmett entrecerró los ojos, sin creerme demasiado.

Recogimos los abrigos y salimos de la discoteca. Giré la cabeza y miré el lugar donde Edward y yo habíamos estado sentados hacía unos instantes para después negar con la cabeza reprobatoriamente, meter las manos en los bolsillos y caminar junto a mis amigos en busca de la para de autobús adecuada.

Estaba absolutamente segura de que los tres nos marchábamos de Camden con una sensación amarga en el estómago.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

hasta a mi se me a kedado una sensacion amarga en el estomago!! jaja!! massss por favor ;)

Anónimo dijo...

Jajaja pobre bella,alice y emmett esta no
fue su noche me gustaría que ellos hicieran
los mismos solo para despertar celos en Jasper
,Rosalie y Edward. SI!! Que ellos sientan lo
mismo!! Jajaja dito que mente tengo.

diana dijo...

jaj pobre nella alicey emmett jajaaj se fueron solitos estoy deacuerdoo con el anonimo de arriba hay q darle celossssssssssssss sisisisi a ver q pasa jajaja

AndreaSwan dijo...

oh!
pobre emmett, ali y bells!
pero este edward no me gusta demasiiado!!
es un poco prepotenteee!!
jaja
pero muy bueno los capis!
graciias pr ponerlos!
besazos! (K)

Anónimo dijo...

oooooo que mal esta esto pero esta bien bonita la historia me he dado cuenta que de que ya no suben mas porfa sigan con esta historia plis se los suplico