domingo, 25 de abril de 2010

Libros Escritos Para Chicas


Tarde de concierto y celos.

Me desperté con un dolor agudo de cabeza, y no supe si era por el alcohol de la noche anterior o por los puñetazos nocturnos que me había metido mi acompañante de cama, y es que Alice había insistido en dormir conmigo alegando que necesitaba cariño. Bufé inevitablemente al recordar eso ya que había habido de todos menos cariño en aquel lecho infernal.

—¿Bella? —murmuró aovillada y acercándose a mí—. Bella, ¿qué vamos a hacer?

Era lo que me había preguntado unas cincuenta veces desde que habíamos cogido el autobús junto a Emmett.

—Y yo que sé Alice —respondí malhumorada—. Cada uno es como es, ¿no?

—¿Y si les damos celos?

—Alice, eso es contraproducente —le expliqué—. Estoy totalmente en contra de salir con la gente porque sí, y dar celos a alguien utilizando a otra persona entra dentro de ese baremo. Además, ¿con quién vamos a darles celos? Jasper y Edward son los más guapos del campus, no podemos ir con Tyler, el de los granos, y esperar que ellos se retuerzan en el suelo del dolor ante esa cita.

Alice que no había abierto los ojos aún, refregó la cara contra la almohada con una sonrisa divertida.

—María es una enana —comentó—. No sé qué le ve Jasper.

Decidí no comentar que el concepto de enana se podía aplicar perfectamente a ella también, no necesitaba una Alice más deprimida de lo que ya estaba.

—Te ha dado fuerte, ¿eh? —murmuré, rascándome distraídamente la cabeza.

—Pensaba que era perfecto para mí… Da igual, ya encontraré a alguien.

—Eh… —Me acerqué a ella y la abracé con fuerza al ver que se había puesto sensible de nuevo—. Alice, estamos en Londres. Aquí hay multitud de chicos que elegir, ¿de verdad pensabas quedarte con el primero que has conocido?

Alice soltó un gemido, evitando así responder.

—Vamos Alice, seguro que hoy encuentras a un chico feo, regordete, bajito y moreno. La antítesis de Jasper —sonreí burlona y me llevé un golpe por su parte—. ¡Oye, sólo quería animarte!

—¡No necesito a ningún antiJasper!

—¿De verdad? Mira que los tengo a montones….

—Sólo quiero a alguien que no tenga novia. ¿Es mucho pedir? —bufó y después se incorporó de un salto—. ¡Bella! ¡Tengo un superplan!

—Oh no… —gemí y me escondí bajo las sábanas.

—¡Es el mejor de mi vida! —siguió diciendo ella—. ¡Vamos a hacer que Jasper rompa con María!

De un golpe retiré las mantas y la miré incrédula.

—¿Estás loca? Bueno, no hace falta que contestes a eso, ya sé la respuesta —Alice me golpeó con la almohada y me reí con fuerza—. No puedes meterte en una relación así porque sí y destrozarla.

Alice se cruzó de brazos y frunció el ceño.

—¿Quién dice que no?

—¡Todo el mundo, Alice! La gente normal, la Biblia, yo… ¡Ama al prójimo! —bromeé gesticulando excesivamente con las manos.

—¡Eso es lo que hago! "Amo" a mi amigo Jasper, quiero lo mejor para él y eso sólo lo puede conseguir a mi lado, con un par de hijos, trabajo estable para los dos y quizás un perro.

Reí con fuerza ante sus tonterías.

—También puede ser feliz de muchas otras formas.

—Bella, por favor… Ayúdame a deshacerme de María —juntó las manos y puso un puchero.

—No voy a hacer sufrir a nadie, Alice. Además, Edward dice que esa tía da mal rollo.

—¡Por eso! Un peligro menos para el mundo.

—Tus razonamientos dan miedo —le comenté alzando una ceja, divertida—. Pídele ayuda a la loca de Rosalie.

Gruñó y se levantó de mi cama, dejándome libre por fin. Supuse que había ido en busca de Rose a intentar convencerla. Me dio pena la novia de Jasper, la pobre lo pasaría mal si Alice decidía al final a hacerle la vida imposible.

Estuve un rato más en la cama, aprovechando esos escasos minutos de tranquilidad y reposo. Una vez empecé a aburrirme, me incorporé y salí de mi habitación estirándome. Rosalie y Alice estaban viendo la BBC y hablando entre ellas.

—¿Cómo es que estás despierta? —pregunté, sentándome al lado de Rosalie.

—He descubierto que lo mejor para evitar la resaca es no dormir —sonrió satisfecha—. Obviamente me privo de dormir porque tengo un kilo de antiojeras en mi estuche de maquillaje.

Sonreí y negué con la cabeza, divertida.

—¿Quién era el rubito con el que estabas tan entretenida? —quise saber.

—Ah —respondió escuetamente Rosalie, sin darle importancia—. Se llama Royce King, está en mi clase.

Miré a Alice y esta se encogió de hombros, dándome a entender que ella tampoco lo conocía.

—¿Vas en serio con él?

—¡No! —exclamó Rose—. Es guapo, divertido y tiene dinero que gastar. No estamos saliendo ni nada por el estilo.

—¿Os habéis acostado? —preguntó Alice.

—Aún no —sonrió ella—. No quiero precipitar nada y la verdad, ayer no me sentía con ganas como para dar el paso.

Me quedé en silencio mientras las dos comentaban la noche y seguían profundizando en la nueva relación de Rosalie-Royce. Quería preguntar algo, pero no me apetecía levantar sospechas innecesarias. Sin embargo, la duda me pudo.

—Rose… ¿Con quién volviste?

—Con Jasper. Acompañó a la tal María hasta donde había aparcado su moto y después cogimos el autobús. Es un tío muy agradable, una pena que la novia tenga esa cara de amargada…

Alice bufó y asintió, segura de que ella era mucho mejor partido que la actual novia de Jasper.

—¿Y qué pasó con Edward? —inquirí, como quien no quiere la cosa.

Sin embargo mi pregunta no pasó desapercibida y las dos me miraron muy divertidas.

—Ni idea —comentó Rosalie—. Nosotros nos fuimos a la hora que cerraban y él no estaba por allí.

—Quizá se volvió antes —aventuró Alice.

—Sí, después le podemos preguntar a los chicos —sonrió Rose.

—¡No! —exclamé, horrorizada ante esa idea—. No quiero que piensen cosas raras. Sólo tenía curiosidad, ya está.

Se miraron entre sí para después encogerse de hombros y seguir viendo la televisión. Aunque tenía hambre era tarde para desayunar, por lo que fui a la cocina y me comí una barrita de cereales especiales para picar entre horas. Sonreí ante las estupideces que compraban mis amigas; como si necesitaran adelgazar, pensé.

Vi que los suministros que Esme nos había dejado en tuppers empezaban a escasear, por lo que cogí una libreta y empecé a hacer recuento de bienes, apuntando todo lo que hacía falta comprar. Estaba tan entretenida que ni noté el timbre sonar ni el hecho de que la casa se llenara de la mitad de la plantilla del equipo de fútbol de la Universidad.

—¡Bella! ¿Tienes patatas o algo del estilo? ¡Me muero de hambre!—el vozarrón de Emmett consiguió sobresaltarme.

Con una mano en el pecho y el ceño fruncido lo miré; parecía totalmente descansado y la sonrisa de siempre iluminaba su rostro.

—¿Qué…?

—Vamos, vamos —me cogió de un brazo y me arrastró hasta el salón donde había unos siete chicos, entre los cuales estaban mis tres vecinos.

—¿Quiénes…? —empecé a decir.

No había rastro de mis amigas, por lo que supuse que estarían arreglándose para la inesperada visita. Eso me hizo recordar que en ese momento tenía un pijama que dejaba mucho que desear y que todos me miraban divertidos. Sonrojada, pero con la cabeza bien alta, miré interrogativamente a Emmett.

—A ver… Bella, estos son Paul —Señaló con la cabeza a un tío muy alto con apariencia de ser algo impulsivo—, Jared —el que estaba a la izquierda de Paul me saludó con la cabeza—, Ben —el más bajo de todos sonrió tímidamente—, y Tom —un chico de la misma estatura que Jasper, con el pelo castaño y largo y los ojos azules me sonrió sonrojado y no pude evitar devolverle la sonrisa—. Bueno, y a Jasper y a Edward me parece que ya los conoces.

Jasper se acercó y me dio un cariñoso apretón en el brazo mientras que Edward me guiñó un ojo con descaro. No entendía cómo podía ser tan bipolar, hacía sólo unas horas nos habíamos gritado y ahora estaba coqueteando conmigo de nuevo. Gruñí, provocando las risas de los demás y con un movimiento de mano los invité a tomar asiento.

—¿Y a que se debe esta… extraña e inesperada visita? —pregunté, sentándome en el brazo de uno de los sofás, al lado de Jasper.

—Verás, no sé si lo sabes pero hoy hay varios conciertos en Hyde Park —empezó a decir Edward—. Son unos cuantos de grupos no demasiado famosos, pero queríamos ir a ver The Drums.

—¿Tocan The Drums? —pregunté, repentinamente interesada.

—Sí —sonrió Jasper alborotándome el pelo más de lo que ya lo tenía—. El caso es que teníamos entradas para los del equipo, pero cuatro nos han fallado.

—¡Contad conmigo! —exclamé rápidamente.

Los siete sonrieron y Edward le murmuró algo como "te lo dije" a Tom, el cual se sonrojó. No entendí lo que quería decir, pero preferí no darle vueltas, Edward era demasiado extraño como para entenderlo por mí misma sin ayuda.

—¿A qué hora? —quise saber.

—Empieza a las seis, pero The Drums tocarán a las nueve por lo menos, y además, en su Myspace he leído que será un concierto light, que tocarán sólo algunas canciones. Por eso las entradas eran tan baratas… —razonó para sí mismo Emmett.

—Y eso con suerte, lo mismo tardan mucho más —resopló Paul—. Yo me voy a llevar un sándwich, me sentaré y esperaré mientras los que bailan me golpean.

—¡Joder! —se rió Ben—. No seas tan dramático tío, si vamos todos nos lo pasaremos bien.

—¿Qué han dicho Rosalie y Alice? —le pregunté a Jasper.

—No hemos tenido el placer de hablar con ellas, corrieron despavoridas a cambiarse nada más entrar nosotros —rió Emmett con fuerza.

Sonreí, divertida ante la actitud de mis amigas.

—Seguro que se apuntan —afirmé yo—. ¿Cuánto os debo?

—Son gratis —me dijo Edward rápidamente—. Estamos metidos un poco en ese mundillo con nuestro grupo, por lo que solemos tener entradas para la mayoría de los conciertos de este tipo. Obviamente cuando son grupos grandes sí que tenemos que pagar, como todos.

—Pues… muchas gracias —me encogí de hombros, sin saber muy bien que decir—. ¿A qué hora tenemos que estar listas?

—A las cinco pasaremos por vosotras —comentó Jasper—. Nosotros ponemos los sándwiches, llevad cosas para picar y eso.

Después de quedar con precisión y de darme algunos consejos sobre qué llevar se marcharon alegando que tenían que entrenar. Todos parecían muy vivaces y felices, eran charlatanes y simpáticos, sólo Tom parecía tímido, pero eso le daba un aire encantador. Cuando cerré la puerta me recosté en ella, pensando en lo bien que nos iba la vida en Londres y lo difícil que sería marcharse. Resoplé, no quería darle vueltas a aquello todavía, y me dirigí a la habitación de mis amigas.

—Dejad el vestido de gala que os ibais a poner, ya se han ido —grité cuando iba caminando por el pasillo.

Inmediatamente, asomaron las cabezas con expresiones contrariadas.

—Joder, si lo sé no me maquillo —bufó Rosalie, de mal humor.

—No te preocupes, así no tienes que hacerlo más tarde —bromeé yo—. Hoy hay concierto en Hyde Park, los chicos nos han invitado.

Después de unos cuantos gritos de júbilo, Rosalie y Alice se fueron a dormir para estar descansadas y no tuve más remedio que imitarlas. Puse la alarma del móvil para evitar retrasos e intenté volver a caer en un sueño profundo.

Unas horas más tardes me levanté con los ojos aún entrecerrados, y me metí en mi pequeño cuarto de baño para espabilarme con una ducha. Después de secarme me vestí con lo más cómodo que encontré y me maquillé levemente, lo mínimo para disimular las horribles ojeras que se asomaban bajo mis parpados.

—¡Bella! —Alice entró en mi cuarto con el teléfono inalámbrico de la casa sobre el pecho, para evitar que quien estuviera a la otra línea escuchara—. Es Jasper —tras decir eso comenzó a hacer una extraña danza delante de mis ojos que duró escasos segundos—. Va a llevar sándwiches y quiere saber de qué lo quieres.

—Eh… —Me había cogido por completo de improvisto, por lo que no pensé demasiado—. Lo que sea, pero que no tenga cebolla.

Alice caminó hasta mi cama y se tumbó en ella, apoyada en los codos. Después miró los botones del teléfono y apretó el del manos libres.

—¿Jazz? —preguntó con una voz asquerosamente dulce que hizo que me tuviera que tapar la boca para no reír.

—Dime bonita, ¿ya se lo has preguntado a las chicas? —Jasper también puso un tono seductor que consiguió aumentar mis ganas de soltar una carcajada.

—Oh sí, a Bella algo que no tenga cebolla y a Rosalie uno vegetal. Ya me dirás cuánto te ha costado para…

—No te preocupes por eso —rió Jasper—, María trabaja en el Pret-A, una tienda enorme de sándwiches, y puede conseguírmelos gratis.

Vi como los ojos de Alice brillaban primero con ira contenida y después con maldad, pero no dije nada, seguí ocupando mi papel de "persona que está pero no está".

—Y dime… ¿Es "María" —impregnó de sarcasmo el nombre de la chica— la que hará esos sándwiches? Porque debo avisarte de que soy muy especial para las comidas, tengo una serie de alergias que hacen que necesite mucha atención a la hora de prepararme la comida…

—Claro, no te preocupes —contestó con voz confusa Jasper.

—Oh, estupendo —La sonrisa de Alice me preocupó tanto que me acerqué hasta ella y me senté a su lado, observándola—. Apunta, ¿eh Jazz? Quiero un sándwich que tenga las rebanadas cortadas de forma diagonal en dos veces, formando así cuatro trozos perfectos, dos de ellos de pan integral y los otros dos de sésamo; sin bordes, por supuesto. Después tres hojas y media de lechuga, pero lechuga fresca y de color verde esperanza, porque siempre hay que tener esperanza. No la quiero ni muy verde, ni muy blanca, tiene que ser el color… ¿Tienes la gama pantone por ahí?

—Eh… ¿no? —Jasper parecía dividido entre la diversión y el desconcierto, mientras que yo mordía una almohada para no reírme como una loca.

—Bueno, pues entonces nada, pero deberías comprártela. ¿Por dónde iba? Ah, lechuga del día de un color oliváceo suave. Después una loncha de chóped de pavo, nada de jamón york. Quizás estaría bien un poco de beicon hecho por una parte sólo, es decir, quiero que esté dos minutos exactos en la sartén por la cara derecha.

—¿Y cuál es la cara derecha de una loncha de beicon?

—¡No me puedo creer que me preguntes eso! —exclamó indignada Alice—. Por cierto… ¿Qué marca de mayonesa se usa en ese sitio?

Tuve que esconder la cabeza debajo de la manta cuando Jasper dijo que iba a ir al ordenador a consultar la página web del sitio para poder contestarle. Después estuvo unos minutos comentando las diferentes marcas.

—Está bien, pues entonces quiero la cantidad de una cucharilla de té de Hellmann's y cuatro gotas en cada panecillo de ketchup Heinz.

No pude más y salí al pasillo a reír tranquilamente. Me encontré con Rosalie y le relaté lo que había sucedido, acabando así las dos desternillándonos en el sofá. Cuando Alice salió de mi habitación con gesto triunfal, volví a meterme en ella para terminar de arreglarme y preparar el bolso. Al ver que había terminado antes que ellas, enchufé mi portátil y me entretuve cotilleándole el Facebook a algunos compañeros de Forks, cuya vida era bastante aburrida, por lo que me cansé en seguida.

Al rato fui al salón y puse la televisión para ver un poco la BBC three, el canal inglés favorito de mis amigas, donde estaban echando un capítulo de Coming of age, serie que no había visto en mi vida. Veinte minutos después, cuando ya estaba empezando a cogerle el hilo al argumento sonó el timbre y fui a contestar, ya que las demás parecían ocupadas.

—¿Estáis listas? —preguntó Edward con una enorme sonrisa una vez que abrí.

Asentí y les dejé pasar. Edward llevaba unos pantalones vaqueros rotos en la zona de la rodilla, una camiseta con la portada del último disco de Sigur Rós que me encantó y por encima una sudadera Adidas Firebird, mientras que Jasper una gris con el logotipo de la Universidad y Emmett una camisa oscura abierta, dejando al descubierto una camiseta blanca que acentuaba su musculoso pecho.

—Yo sí, las demás… —empecé a decir, suspirando, pero la chillona voz de Alice me cortó.

—Ya estamos, ya estamos… —Vino hasta nosotros con un bolso más grande de los que normalmente usaba en el que supuse que guardaba la comida que nos llevábamos, vistiendo un bonito vestido y tirando de Rosalie—. No pongáis esa cara, no todo el mundo es tan despreocupado con su aspecto como Bella…

—¡Oye! —exclamé. No sabía que tenían de malo mis pantalones de pitillo negros viejos y la camiseta que estaba usando. Me sentía cómoda y eso era lo importante, no iba a pasar horas y horas escuchando música en directo, y hasta quizás bailando, vestida de gala.

Mis amigas rieron y se escabulleron cogiendo a los chicos por los brazos para salir del edificio. Suspiré de nuevo y agarrando antes un chubasquero —ya que, aunque parecía hacer un buen día, no me fiaba en absoluto del tiempo inglés— cerré con fuerza la puerta para después echar el cerrojo con la llave.

Aceleré el paso puesto que los demás se habían precipitado escaleras abajo, dejándome atrás.

—¡Eh, esperadme! —exclamé cuando vi que abandonaban el portal del bloque de pisos con decisión. Edward se giró y con una sonrisa me ofreció un brazo; después de sujetarme con desconfianza le pregunté—: ¿No vamos en metro o en coche?

—Vamos Bella, Hyde Park está aquí al lado —rió él—, no seas perezosa.

Entre risas, bromas y malvados empujones intencionados llegamos hasta el enorme parque. Imponía tanto que me quedé observándolo un momento mientras mis vecinos emprendían de nuevo la marcha, siguiendo a un grupo de chicos de nuestra edad que parecían tener nuestro mismo destino. Dejamos de lado el lago Serpentine y mientras caminábamos pude admirar varios monumentos de lejos, estaba deseosa por acercarme y averiguar acerca de ellos aunque sabía que eso no era necesario ya que tenía a mi lado a Edward, que parecía saber un poco de todo. Sin embargo no le di el gusto de complacerme, me callé y organicé en mi mente una salida cultural y solitaria para la próxima semana por aquel parque.

—¡Ahí están los demás! —gritó Emmett señalando uno de los bancos de acero, donde un grupo de chicos estaban echados, fumando tranquilamente.

Anduvimos hasta ellos con tranquilidad y sonrisas en la cara. Miré de reojo a mis amigas y vi que parecían interesadas en los acontecimientos que se producirían aquella tarde debido a la inminente presencia de gente nueva y desconocida. Sonreí al notar que todas las caras me eran familiares; recibí algunos guiños de ojos por parte de Jared y Paul, una sonrisa deslumbrante de Ben y otra mucho más tímida cortesía de Tom.

—¡Hola tíos! —saludó Jared efusivamente—. Señoritas… —añadió, haciendo una cómica reverencia que nos hizo reír a las tres.

Edward, Jasper y Emmett chocaron las manos con sus amigos en un gesto muy masculino que me hizo poner los ojos en blanco.

—¿Entramos ya? —pregunté, viendo como una multitud se congregaba en torno a unas vallas improvisadas en el medio del parque.

—Nos queda aún una persona —rió Jasper.

—¿Quién? —quiso saber Alice, y vi como cruzaba los dedos por detrás de la espalda. Sonreí al imaginar que estaba rezando para que no fuera la novia de él.

—Como os dijimos, nos sobraban cuatro entradas —comentó Jasper—. Así que la que faltaba se la di a Angela, la pobre no sale muy a menudo.

Abrí la boca ante la agradable sorpresa, Ang se había convertido en una gran amiga mía, de esas con las que no necesitas hablar de todo en cada momento, que saben lo que te molesta o incomoda y lo que no. Jasper me dirigió una mirada significativa y después le pegó un golpe en el hombro a Ben, ademán que hizo saltar una bombilla en mi cabeza. Recordaba a la perfección que el día que había conocido a los chicos, Jasper le preguntó a Angela por un tal Ben, el cual le interesaba. Volví a sonreír pero esta vez de forma maliciosa, viendo como Ben se ruborizaba ante los comentarios que su amigo le hacía en voz baja.

—¿Y sabéis a qué maldita hora va a venir? —preguntó Paul con su siempre malhumor. Fruncí el ceño, era el que peor me caía o mejor dicho, el único que no me caía bien.

—A la hora que sea, Paul —respondió Tom, y me sorprendió su acento, no lo había escuchado hasta ahora, ni a él ni a esa forma de hablar en general—. ¿Tienes prisa acaso?

Esperamos durante unos minutos hasta que Angela llegó de forma acelerada, con las mejillas rojas y la mirada puesta en el suelo.

—S-siento haberme retrasado, tuve que quedarme con mi hermano pequeño porque…

—Tranquila —rió Emmett, pasando uno de sus enormes brazos por los hombros de la pobre Angela—. Ya pensaremos un castigo digno de la Inquisición por habernos hecho esperar.

Nos reímos y fuimos hasta la entrada del concierto, donde Edward empezó a hablar con confianza con el encargado de supervisar las entradas. Al poco tiempo tuvimos permiso para entrar en el recinto, que era al aire libre.

—¿Y qué pasa si llueve? —le pregunté, ya que estaba a mi lado.

—Básicamente, y por lo que tengo comprobado, que nos… mojamos —sonrió él.

—Cada vez haces peores chistes, Ed —murmuró Tom, que se encontraba a la derecha de Edward—. Se mira con lupa el mapa del meteosat cada vez que hay un concierto en Hyde Park, y en el caso de que el tiempo cambie inesperadamente, pues se suspende.

Habló tan rápido y de una forma tan nasal que me costó trabajo entenderle. Edward parecía divertido, ya que observaba mi cara de reojo y reía entre dientes.

—Creo que tiene el síntoma de "acabo-de-hablar-con-Tom-por-primera-vez" —comentó mientras buscaba un buen sitio para sentarnos sobre el césped.

—L-lo siento —se disculpó Tom, mirándome por primera vez fijamente y consiguiendo hacerme sonreír de forma involuntaria—, a veces se me olvida… vocalizar.

Edward paró en seco y tiró la mochila que llevaba al suelo para después sentarse. Los demás lo imitamos quedando yo a su lado y pudiendo seguir hablando con Tom ya que estaba justo delante de mí.

—¿Vocalizar? —inquirí—. ¿Tienes… problemas para hablar?

Cullen soltó una fuerte carcajada, se puso una mano en la cara y siguió riendo mientras yo le miraba con gesto severo, no me parecía un tema para bromear.

—No, Bella —sonrió Tom—. Lo que pasa es que llevo sólo dos años viviendo en Londres.

—Los cuales no les han bastado para olvidar ese acento de mierda —comentó empujándolo Emmett, que estaba al otro lado de Tom—. No se da cuenta de que nadie le entiende cuando habla.

Tom lo miró indignado, con el ceño fruncido.

—Por lo menos tengo acento, no como vosotros que estáis contaminados por los turistas…Vuestro inglés es poco digno.

Edward sonrió, y noté que no parecía la primera vez que tenían esa conversación.

—Perdónale, es de Liverpool y se cree con todo el derecho del mundo a imponer el scouse como el habla por excelencia —fanfarroneó Edward.

—¿Qué es el scouse? —me interesé, y miré a Tom para que fuera él quien contestara ya que me estaba gustando demasiado su voz.

Él sonrió, volviendo a ser el chico tímido de antes, y arrancando unas briznas de césped comenzó a hablarme.

—Es el acento típico de Liverpool. Mmmh, el significado etimológico viene a ser algo así como un guiso se que se preparaba allí, y en el fondo Liverpool es eso: un revuelto de diferentes personas, culturas y países que nos hacen ser… no sé, ni mejores ni peores, sino diferentes. Un scouser auténtico, que es como se les llama a las personas de Liverpool, es alguien que sabe aceptar otras culturas y razas.

Terminó su discurso y el tonto de Emmett empezó a aplaudir y a silbar, llevándose dos dedos a la boca.

—Lo único "medio bueno" que tenéis allí es el equipo de fútbol —bromeó Edward.

—Me gustaría visitar Liverpool antes de volver a Washington —comenté yo, más para mí que para los demás. Sin embargo Tom sonrió todo lo que la elasticidad de su piel le permitió, y sentí un sentimiento parecido a la ternura hacia él.

Rápidamente Emmett comenzó a planear un viaje para todos a Liverpool, pero yo desconecté y me puse a observar a los que me rodeaban. Las chicas conversaban alegremente mirando un folleto que Alice había conseguido sobre los conciertos que se iban a dar; mientras tanto Ben las observaba de reojo, sonrojándose cada vez que Angela levantaba la vista, y no pude evitar reír entre dientes. Edward, Emmett y Tom seguían hablando del viaje y los demás, Paul y Jared, cuchicheaban señalando a un par de chicas que se habían sentado cerca de nosotros.

—¿Quién toca primero? —les pregunté a mis amigas.

—Eh… Cajun Dance Party —contestó Alice tras consultar el programa—. Ni idea de quienes son.

—¡Pero si son famosos! Es decir, Thom Yorke, de Radiohead, los ha "apadrinado" —contó Angela—. Los he visto ya varias veces, están bien.

Sentí envidia de la adolescencia de Angela, en Forks no había tenido la oportunidad de ir a ningún sitio interesante como un concierto o un festival; sin embargo los que se habían criado en pleno Londres parecían estar muy curtidos en la materia.

—¿Y después? —volví a preguntar.

—Joe Lean and the Jing Jang Jong —rió Rosalie—. Me ha encantado ese nombre artístico.

Estuvimos comentando el programa durante un rato, mientras el poco sol que relucía se iba escondiendo en el horizonte, señal que hizo que Emmett empezara a berrear pidiendo comida.

—Emm, vamos a esperar a que termine el primer grupo —dijo tajante Edward—. Después cenamos.

Emmett refunfuñó pero como todos, dirigió su vista al gran escenario, donde la banda Cajun Dance Party preparaba sus instrumentos. Paul y Jared desaparecieron durante unos minutos para volver con los brazos llenos de bebidas.

—Esto es un muermo sin cerveza —bufó Paul—. Miradlos, no sé si es más triste el nombre que tienen o la ropa que llevan…

Riendo nos levantamos, dejando las mochilas y bolsos en el césped para esperar a que el concierto empezara. Edward seguía a mi lado, mandándome sonrisas traviesas a cada momento y consiguiendo así ponerme los nervios de punta.

—¿Por qué me miras de esa forma? —refunfuñé en voz baja, para que sólo él se enterara.

—Porque sería genial que esto fuera una cita, que fuéramos tú y yo, sin todos estos imbéciles —murmuró, apuntando con la cabeza a sus amigos, que se pegaban puñetazos mientras reían a mandíbula batiente.

—¿Podrías hacer el esfuerzo de dejar de acosarme? —le cuchicheé—, me das miedo.

—Vamos Bella, no perdemos nada por intentarlo —Pasó un brazo por mis hombros y mi boca se abrió del asombro, ¿por qué era tan pesado?

—Edward… —empecé a decir, pero el cantante habló por el micrófono y todo el mundo empezó a aplaudir, incluso Edward, que retiró el brazo de forma despreocupada.

Resultó que la música no era tan movida como pensaba por el nombre que tenían, o al menos la primera canción, Buttercups, fue monstruosamente lenta pero bonita. Me balanceé al ritmo, con Rosalie agarrada a mi cintura mientras intentaba cantarla sin sabérsela.

Pegué un sorbo a la cerveza que me habían dado y arrugué la nariz, no me gustaba nada el sabor. Tom pareció verme ya que sonrió disimuladamente y bebiendo de la suya se metió una mano en el bolsillo del pantalón y dirigió la mirada al escenario. Me deshice del agarre de Rosalie para ponerme al lado de él.

—No es gracioso —le grité por encima de la música.

—Oh, sí que lo es —rió Tom—. Creo que puse la misma cara la primera vez que la probé, me ha entrado nostalgia al verte.

Sonreí y desvié la vista de él para mirar de nuevo al concierto. Noté como a los pocos minutos había movimiento y risas histéricas a mi izquierda, pero no giré la cabeza, sabía a la perfección que ahí estaba Edward y que posiblemente habría encontrado a alguna de sus "amigas"; no sentía necesidad de ver aquello.

Las canciones pasaron y me di cuenta de que, contra todo pronóstico, el ritmo seguía sin ser muy acelerado. Emmett parecía aburrirse, Jasper hablaba animadamente con Alice ignorando lo que sucedía a su alrededor, Angela y Ben disfrutaban en silencio de la música, Edward parecía perdido en la boca de una rubia que no conocía y los demás bebían como posesos. Observé como las manos de la que se estaba comiendo a Edward se perdían entre aquel cabello cobrizo y un monstruo rugió en mi interior. Sentí picor en los ojos y en la nariz, por los que los cerré con fuerza durante unos segundos y me dije a mí misma que no tenía sentido molestarme cuando era yo quien lo rechazaba constantemente.

—Él es así —comentó Tom, que seguía a mi lado aunque de forma silenciosa hasta aquel momento.

—¿Q-qué? —farfullé, avergonzada.

Sonrió de esa manera tan tierna que sólo le había visto a él y señaló con la cabeza a Edward.

—Está confuso —explicó—. Lo conozco desde hace dos años, y te puedo asegurar que no he visto a una persona más perdida en sí misma en toda mi vida. Pero es un buen chico.

—No lo dudo —sonreí tristemente—. No sé qué me pasa con él, hay algo que me atrae pero también me echan hacia atrás muchos de sus comportamientos. Por ejemplo, se pasa el día insistiéndome para que salgamos juntos, pero después se va a besarse con otras… Es como si me estuviera diciendo indirectamente pero a gritos que soy una más, que no me emocione, que jamás esperaría por mí.

Tom suspiró y se rascó la cabeza, parecía estar debatiéndose internamente sobre lo que contarme y lo que no.

—El problema es que Edward no sabe esperar por el simple hecho de que nunca ha esperado. Ve que no tienes intención de llevar una vida parecida a la de él, con múltiples ligues cada noche y siente seguridad, sabe que vas a estar ahí para volver a pedirte salir.

—Yo… Simplemente no puedo salir con alguien que no me guste de verdad —expliqué nerviosa, haciendo aspavientos en exceso con las manos—. No puedo, no.

—Ni yo tampoco —sonrió Tom, volviendo a posar la vista en el cantante—. Ya madurará —añadió después de un par de minutos en silencio.

Me mordí el labio al darme cuenta de que tenía razón, pero que cuando Edward por fin madurase, yo estaría de nuevo en los Estados Unidos. Sería demasiado tarde como para probar suerte.

Miré de reojo a mi compañero de conversación y mi rostro dibujó una sonrisa al darme cuenta de que podríamos ser amigos fácilmente.

La música cesó con un estruendoso redoble de la batería y Emmett se frotó las manos antes de empezar a rebuscar entre las mochilas de los demás con absoluta confianza.

—¡Jasper! Suelta la comida ¡ya! —pidió a gritos.

—No la tengo yo Emmett, si fuera así te habría dado algo ya para que callaras —bufó Jasper mientras se sacaba el móvil y marcaba ágilmente. Lo sostuvo durante un instante contra su oreja y después volvió a guardarlo.

—¡Mierda! No me digas que la tiene María —se quejó Emmett ruidosamente al rato—. Esa tía me da miedo…

—Es bueno saberlo —masculló una voz afilada

Me giré desde donde estaba sentada y vi a la pequeña chica que respondía al título de novia de Jasper. Tenía el pelo liso, largo y negro, su piel era de un tono níveo que resultaba extraño al contrastarse con sus marcadas facciones sudamericanas y los ojos estaban achinados en un gesto de total desagrado.

María fue hasta donde estaba Jasper y tras susurrarle algo al oído se sentaron en el suelo. Miré a Tom de reojo y vi que sonreía entre dientes y que también tomaba asiento, por lo que le imité. A mi lado tenía a una furiosa, pero segura de sí misma Alice, que hacía rechinar sus dientes al mirar la proximidad entre la pareja. No pude evitar soltar una risita que tuvo como consecuencia un codazo intencionado de su parte.

—Alice, no hagas ninguna tontería —le cuchicheé. Después le eché una mirada a la chica y añadí—: Tiene pinta de morder…

—Pues tendremos que tener cuidado, seguro que tiene la rabia —musitó Alice con una sonrisa traviesa.

Emmett protestó y recibió su sándwich, el cual desenvolvió con alegría y una amplia sonrisa. Jasper fue repartiendo los demás y noté como le deslizaba a Alice el suyo con extremo cuidado. Mi amiga también se dio cuenta y fue demasiado rápida, no pude taparle la boca ni sujetarla.

—¡Oh Jazz, qué amable! —exclamó teatralmente. Recorrió la distancia que los separaba andando sobre sus rodillas y le dio un fuerte abrazo a Jasper que le dejó con los ojos abiertos. María parecía querer escupir veneno y tuve que reír en voz baja—. ¡Muchísimas gracias por tomarte tantas molestias sólo para complacerme!

Jasper tenía las mejillas de un tono carmín muy gracioso que se extendía hasta sus orejas.

—D-de nada —balbuceó.

—Perdona —dijo con tono grosero María—, ¿podrías apartar las manos?

Alice la miró, fingiendo confusión.

—¿Por qué, qué ocurre? Y… ¿quién eres tú?

María tembló de rabia, con los puños apretados. Los demás estábamos en silencio, notablemente divertidos, viendo como se desarrollaba la situación.

—¿C-cómo que quien soy? ¡Soy su novia, bonita! —puso el dedo índice en el pecho de Jasper en un ademán posesivo.

—¡Hala! Ni siquiera sabía que tenías novia Jazz, jamás lo hubiera imaginado —comentó Alice juguetona, riendo—. Yo soy la vecina de Jazz, y por lo visto la dueña del sándwich que te ha hecho perder los nervios.

—Espera un momento —se volvió hacia Jasper con rostro severo—. ¿No me dijiste que era para ti? ¡Jamás lo hubiera hecho para… esa! ¡Tardé cuatro veces más que en hacer uno normal, Jasper! ¿Y por qué mierda te llama "Jazz"? ¡Lo odias!

Se sumergieron en una disputa de la que desconecté, me centré en Alice, que había vuelto a su sitio, cruzaba las piernas y abría el sándwich con su eterna sonrisa soñadora.

—¡Umm! —gimió tras dar su primer mordisco—. ¡María, esto está genial! Deberías dedicarte a…

Rosalie y yo tuvimos que tirarnos encima de ella y taparle la boca para que dejara de provocar a aquella chica que tan mal genio parecía tener. Emmett y los demás chicos reían a carcajadas y pensé que a ninguno le caía María del todo bien.

—¡Eh tíos! —Edward acababa de llegar, agarrado de la mano de la rubia escultural con la que había disfrutado del concierto—. ¿Tenéis algo para nosotros?

—Hombre Irina, cuanto tiempo —saludó Emmett—. ¿Dónde está Kate?

La rubia sonrió y saludó de forma general con la mano.

—Pues por ahí anda perdida, creo que con Garret —contestó.

Edward e Irina tomaron asiento con nosotros y cogieron bocadillos de la bolsa que había en el centro del círculo que se había formado. Bufé ante el hecho de tener que aguantarlos durante la comida, se suponía que iba a ser una tarde agradable, pero lo único que podía sentir era la ira rugiendo en mi pecho cada vez que veía que Irina reía con alguna broma de Edward.

—Disimula —me aconsejó Tom en voz baja—. Tienes que decidirte —añadió—, o te importa, o no te importa.

Gruñí como toda respuesta y bebí de la botella de agua que me había llevado, no tenía ganas de más cerveza agria.

Algunos se levantaron para bailar con el siguiente grupo, Joe Lean and the Jing Jang Jong. A Rosalie parecía gustarle y estuvo saltando junto a Emmett mientras soltaban risas histéricas. No me apetecía erguirme, estaba bien sentada y abrazándome las piernas viéndoles tan contentos.

No podía apartar la mirada de Edward y su acompañante; parecían felices, y eso era un golpe bajo. Pero, ¿qué se suponía que tenía que hacer?, ¿ir y decirle que había cambiado de opinión, que quería salir con él? Lo primero es que no estaba segura de querer eso. Sólo tenía claro que me atraía, aunque no pudiera aguantar muchos de sus comportamientos adolescentes y bipolares.

—Te sale humo por la cabeza —rió Tom, el único que al igual que yo seguía sentado en el suelo.

—No creo que sea para tanto —sonreí—. Dime Tom, ¿tú no tienes novia? —no sé qué me impulsó a ser tan directa, no era mi forma de actuar. Sin embargo me parecía un buen chico, alguien con el que tener ese tipo de conversación sin que asumiera nada por su propia cuenta, como que estaba interesada en él o algo por el estilo.

—No —contestó—, supongo que no gusto a las londinenses. En Liverpool tenía más éxito —añadió, pero por sus risas intuí que estaba bromeando.

Reí entre dientes y me giré un poco para quedar mirándolo de frente.

—Quizá no tengas que buscar entre las autóctonas —arqueé las cejas sugerentemente y después solté una carcajada. Me gustaba bromear con él por el simple hecho de que sabía que entendía eso, que era una broma.

—Tendré que irme de inter-raíl.

—Qué comentario más… europeo —me mofé. Me había informado sobre los inter-raíles europeos y aunque estaba interesada, prefería reírme un poco del chico.

—¿Perdona? Europa es simplemente maravillosa, es… el "viejo continente". Tenemos siglos y siglos de historia, ¿y vosotros? ¡Sólo Mc'Donalds y Coca-Cola! —impregnó de dramatismo sus palabras, consiguiendo que en lugar de sentirme indignada o insultada me riera con fuerza.

—¿Es que aquí no bebéis Coca-Cola?

—¿Es que en el M.o.M.A. de Nueva York no tenéis "Picassos" o "Mondrians"?

Abrí la boca para contestar pero su cómica expresión facial me hizo negar con la cabeza y suspirar.

—Está bien, ¿quieres que te los devuelva, oh gran europeo? ¿Te los mando por correo urgente para que los exhibas en la Tate? Nosotros también tenemos buenos artistas… Man Ray, Warhol…

—Ni la décima parte que aquí —Tom apretaba los labios, reprimiendo una sonrisa. Fruncí el ceño y me hice la enfadada, consiguiendo así que reaccionara—. Estoy bromeando, tonta… ¡Dios bendiga a América y a sus patatas!

Después de una mirada cómplice nos reímos a la vez, quitándole importancia al asunto. Sabía que era un tema que podría ser serio y que había gente que posiblemente se hubiera enfadado con alguno de los comentarios que habíamos hecho, pero nosotros éramos felices bromeando de esa forma tan desenfadada.

Tom se levantó y después de sacudirse los pantalones vaqueros y estirarse, me tendió una mano para ayudarme a incorporarme.

—Qué amable —comenté, inclinando la cabeza divertida.

—Modales europeos.

—¡Vale, ya está bien! —reí yo—. ¡Dejemos los continentes y escuchemos la música! ¿Cómo se llama esta canción?

Tom escuchó detenidamente la música durante unos segundos para volverse con una radiante sonrisa.

—Creo que Lonely Buoy.

—¡Bella! ¿Dónde estabas? —Alice corrió hacia mí y me cogió de un brazo.

—Sentada —contesté divertida, parecía haber ingerido grandes cantidades de cerveza.

—¡María se ha ido! Se ha estado peleando todo el tiempo con Jasper… ¿No es maravilloso?

Reí entre dientes, aunque asustada por lo que era capaz de hacer mi amiga. Tom sin embargo se carcajeaba.

—Bien hecho, eres la primera que consigue que se vaya —contó.

Alice lo escudriñó con la mirada de arriba abajo para después sonreírme de forma pícara y susurrarme un "¡bien hecho!". Yo por mi parte, me limité a poner los ojos en blanco.

Estuve bailando —o meciéndome de un lado a otro con mi habitual poco sentido del ritmo— con todos los que estaban por allí, exceptuando a Edward, que parecía muy ocupado. Emmett, que quería ganar la estúpida apuesta a toda costa, se pasó una hora empujándome disimuladamente para que acabara situada al lado de su hermano. Yo, más divertida que otra cosa, me agarré a todo lo que veía para evitar acercarme a Edward y a su presa.

Me sentía sedienta, la botella de agua se había acabado hacía tiempo y la única alternativa fácil que tenía era beber cerveza. Recordando el sabor, un escalofrío me recorrió la espalda.

—Voy a la barra a pedir algo de beber —le dije a Emmett, la persona que más cerca tenía.

—Tráeme un… Mejor tráeme a la camarera, la que tiene la camiseta verde.

—Está bien, Emm —le dije riéndome.

Tras unas palmaditas en su espalda comencé a atravesar el grupo, consiguiendo preguntas tipo ¿dónde vas? de mis amigas.

—Eh Tom, voy a ir a comprar ¿quieres algo? —le pregunté al verle hablar con un chico que no conocía.

—No Bella, muchas gracias. No te preocupes —sonrió.

Me encogí de hombros y fui hasta donde habían colocado la improvisada barra de bar, que se encontraba atestada de jóvenes sudorosos. Frunciendo la nariz ante el fuerte olor corporal que algunos desprendían conseguí llegar.

—Vaya, vaya… —la aterciopelada voz de Edward me sobresaltó. Estaba apoyado contra el acero del mostrador, esperando que le atendiesen. Recordé la noche anterior, cuando habíamos estado en una situación similar y sonreí interiormente. Echaba de menos tener ese tipo de conversaciones con él.

—Ey —saludé escuetamente—. Pídeme una Coca-Cola por favor —le dí unas cuantas libras y pasé un rato repiqueteando en el suelo con el pie, nerviosa.

—Es toda una novedad verte sin tu… fiel acompañante —comentó sarcásticamente al rato.

Fruncí el entrecejo sin entenderle.

—¿Qué…?

—Tom —contestó sin dejarme acabar—. Mi "amigo" Tom.

Abrí la boca todo lo que pude durante unos segundos para cerrarla después y poner los brazos en jarras. La camarera había llegado y le sirvió a Edward su bebida y lo que había pedido yo.

—¿Me estás queriendo decir de alguna forma enrevesada y estúpida, que estás celoso, Cullen? —inquirí cuando la mujer se fue.

—Yo nunca, repito, nunca, he estado celoso —me dio con brusquedad mi refresco y con una última mirada añadió—: No te sientas tan especial, Bella.

Se giró y emprendió su marcha andando de esa forma tan desgarbada y a la vez elegante que le caracterizaba, dejándome allí patidifusa, con la boca aún abierta y sin saber muy bien qué había pasado. Lo único que estaba claro era que por mucho que insistiera, estaba celoso.

Volví con los demás y con la imperiosa necesidad de hablar con alguien. Rápidamente pensé en mis amigas, pero ellas no eran objetivas. Querían alejarme lo máximo de Edward para no perder dinero, al igual que pasaba con Jasper y Emmett. Angela estaba muy ocupada tonteando con Ben y no tenía ningún derecho a estropearle ese momento con mis estupideces. El único que quedaba era Tom, ya que ni se me ocurría contarle mi vida íntima a Paul y a Jared. Y además, estaba involucrado de alguna forma incomprensible para mí en el asunto.

—Eh —lo llamé al ver que seguía hablando con el mismo chico—, necesito hablar contigo, cuando puedas.

Me miró curioso y asintió.

—Tío, ya nos vemos en clase —palmoteó el hombro de su amigo y se despidió, llegando hasta donde estaba yo—. ¿Qué pasa?

Le conté el breve encuentro que había tenido con Edward de forma nerviosa, mientras él escuchaba pacientemente sin interrumpirme.

—¿Quieres que hable con él y le explique que no pasa nada entre nosotros? —propuso.

—No tengo porque irle dando explicaciones —refunfuñé—. Que crea lo que quiera. Necesitaba contárselo a alguien y que me diera un punto de vista externo.

Tom rió entre dientes.

—Edward puede ser muy estúpido si quiere —asentí conforme con su afirmación—. Supongo que ha empezado a verte en peligro. Anda, está mirando hacia aquí por encima del hombro de Irina, es graciosísimo —empezó a reír más fuerte y a observar el escenario de forma disimulada.

Quise darme la vuelta para comprobar lo que acababa de decir, pero me pareció muy descarado. Sonreí contenta del efecto que podía producir en él y en su estúpido comportamiento de niño de once años y me acerqué más a Tom.

—¿Qué haces?

—Un estudio del comportamiento primate —respondí, divertida—. Quizá así pueda entender a Edward cuando pase este año.

Tom sonrió tristemente.

—Ed es mi amigo —comentó como quien no quiere la cosa—. Espero que eso no cambie después de todo lo que está pasando, o mejor dicho, de lo que él cree que está pasando.

Crucé los brazos debajo del pecho y reflexioné sobre lo que acababa de decir. ¿Y si causaba que ellos dos se separaran? Sería injusto y egoísta por mi parte, pero también estúpidamente infantil por la de Edward. El que no tenía la culpa de nada era Tom, y no podía hacer que dejara de ser amigo de Cullen sólo para escarmentarlo un poco.

—¡Ya empiezan The Drums! —exclamó Emmett acercándose a nosotros—. ¿A qué vienen esas caras tan largas?

—Tu hermano —respondí.

Emmett se giró y después de buscar con la vista al aludido y encontrarlo se volvió de nuevo hacia nosotros con gesto confuso.

—¿Por qué se hace el disimulado? —después se llevó las manos a la boca y gritó con todas sus fuerzas—. ¡Eh, Eddie! ¿Te han contratado en Scotland Yard?

Emmett consiguió levantarme el ánimo, como siempre. Empecé a reír al ver el sonrojo de Edward y me centré en pasarlo bien. Todos los sabíamos las canciones, por lo que pudimos hacer el payaso y a empujones conseguimos colocarnos casi en primera fila. Disfruté al máximo con mis amigas, era feliz teniendo a Angela a mi lado y a los chicos, esos que siempre conseguían sacarme una sonrisa aunque fuera a la fuerza. Jasper parecía menos tenso ahora que María no estaba e incluso Paul estaba de buen humor. Edward por el contrario, se había deshecho de Irina y estaba en el extremo contrario al mío, sin dirigirme la mirada en ningún momento, quizás escarmentado por lo que le había gritado su hermano.

—¿Cuándo van a tocar la guay? —preguntó Alice.

—La dejarán para el final —le respondí encogiéndome de hombros. Sin embargo no tenía razón ya que justo ese momento empezó a sonar Let's go surfing y el público bramó.

—Oh, mama, I wanna go surfing… Oh, mama… I don't care about nothing! —grité junto a mis amigos. Todos menos Edward estaban histéricos y chillones.

Los chicos imitaban a la perfección el sonido de los silbidos provocando la risa y que los que estaban cerca se unieran. Llegó un momento en el que Jonathan Pierce, el cantante, se calló y puso el micrófono cara al público para que resonaran por todo el parque.

—¡Ha sido genial! —chilló Rosalie por encima del ruido de los aplausos una vez acabó y siguieron con otra canción; asentí un poco ausente y cansada por el repentino ataque de excitación.

Impulsivamente miré a Edward, que seguía estático, como incómodo, y no supe que hacer; quería acercarme y ser amable, no dejaba de seguir siendo mi vecino y amigo.

—Ve —me susurró Tom al oído al mismo tiempo que me empujaba suavemente, consiguiendo sobresaltarme.

Me mordí el labio, indecisa, pero tras su sonrisa sincera asentí y caminé hacia Edward cabizbaja.

—Ey vecino —le saludé, plegando levemente las rodillas para desplegarlas al momento y metiéndome las manos en los bolsillos de los pantalones—. ¿Te está gustando el concierto? —pregunté a gritos, queriendo entablar una conversación, aunque no era lo más normal debido a que estábamos en medio de un barullo de jóvenes gritones.

Me miró con una ceja alzada.

—¿Qué quieres, Bella?

—¡Que dejes de hacer el tonto! —chillé.

Dio una calada al cigarro que tenía en la mano.

—Mira estúpido —grité poniéndole un dedo en el pecho—, no tengo necesidad alguna de darte explicaciones, pero para que termines con este numerito de tío celoso sin sentido o para que no pienses que tu amigo te ha robado el "trofeo" o cualquier estupidez característica de tu estilo de macho dominante, te diré que no quiero nada con nadie. Ni contigo ni con nadie, ¡entérate de una vez y deja de comportarte como un imbécil de mierda! ¿Qué vas a hacer ahora, enfadarte con Tom? Venga, dime.

Terminé mi discurso sofocada a causa de los gritos que tenía que pegar para que me entendiera, y ni siquiera estaba segura de si me había escuchado debido al ruido de fondo incesable.

Edward ni siquiera me miró a la cara, simplemente tiró el cigarro al suelo, lo pisó y se fue de allí volviéndome a dejar sola y sin respuestas. La ira crecía en mi interior y tuve unas irrefrenables ganas de patearle el culo, incluso le grité algo que quedó amortiguado por los rugidos furiosos de los demás. Estaba cansada del comportamiento estúpido que veía constantemente en los hombres, y el encontrarme a un Jasper —con novia— despeinado, mareado y magreando a Alice tampoco ayudó mucho en mi concepción del sexo masculino.

Me puse al lado de Emmett con el propósito de esperar hasta que terminaran The Drums y después irme andando a casa, sola o acompañada por los demás, me daba igual. Notaba la mirada preocupada de Tom, pero no tenía ganas de hablar con él, básicamente porque podría morderle de lo furiosa que estaba con el mundo en general.

Emmett y Rosalie intentaron animarme, pero fracasaron estrepitosamente. Terminaron alegando que era una amargada y que así jamás tendría amigos, haciéndose los ofendidos de una forma muy teatral y falsa que me hizo medio sonreír.

—Me voy a casa —les dije justo en el momento en el que acabaron de tocar.

—¡Pero aún quedan grupos! —se quejó Rosalie.

—Puedo ir sola, estamos cerca de casa y las calles por las que hay que pasar son seguras.

—¿Quieres que te acompañe? —propuso Emmett.

Negué con la cabeza e hice un gesto de despedida con la mano.

—No lleguéis tarde —le dije a Rosalie sacándole la lengua. Al menos habían conseguido animarme levemente.

Caminé por las concurridas y ya frías calles que conducían hasta mi apartamento con millones de cosas en la cabeza, todas de ellas dudas existenciales estúpidas de las que no me podía deshacer. Pasaron un par de chicos y me miraron, sonrientes; yo me limité a gruñir y ellos se fueron hablando acerca del mal genio de las tías. Me limité a poner los ojos en blanco y a entrar en mi portal.

Una vez en casa me sentí más cómoda. Fui quitándome la ropa mientras andaba hasta mi habitación sin vergüenza alguna, no había alguien como para esconderme. Puse el bolso sobre el escritorio y me quité los zapatos y los pantalones, cogí el pijama del armario y me lo puse rápidamente. Después encendí el ordenador portátil y fui hasta el cuarto de baño; me recogí el pelo y me lavé la cara y los dientes, consiguiendo así sentirme como nueva. Volví y como ya había iniciado sesión el ordenador, abrí el iTunes para escuchar música suave de fondo mientras conseguía o no dormirme. Elegí Bon Iver y tatareando destapé la cama para meterme en ella y descansar. Estaba casi tapada cuando me di cuenta de que la cortina de la ventana estaba medio abierta; si mañana amanecía el día luminoso me despertaría temprano y sería una pena, ya que era un domingo.

Cansada como estaba, me incorporé y antes de echar las cortinas subí el volumen de la canción que sonaba, re: Stacks, porque era de mis favoritas. Entretenida en la música agarré con firmeza la cortina y tiré de ella cuando algo en el cristal me llamó la atención. Había un conjunto de letras que parecían formar palabras y a su vez frases. No recordaba tener unas ventanas pintadas, por lo que cogí la lamparita de mi mesilla de noche y me acerqué con ella al cristal para alumbrarlo. Tuve que agarrarla con fuerza porque casi se me cae al conseguir traducir lo que allí ponía. Las letras, escritas desde fuera y con un rotulador negro indeleble, eran irregulares y se veía que había sido una tarea difícil para el autor, ya que debían ser escritas al revés para que la persona que estuviera dentro pudiese leerlas bien. Sonreí al ver algunas escritas al contrario, en quizás un despiste en un intento de hacerlo lo más rápido posible.

Abrí la ventana y saqué la cabeza. Mi habitación daba a la parte posterior del edificio, por lo que al lado de mi alféizar —el cual era amplio, lo suficientemente grande para que una persona se sentara sin problemas— estaba la escalera de emergencias, antigua y con mal aspecto. Miré hacia arriba y vi una ventana igual que la mía de la cual salía una humareda gris que supuse que venía de un cigarrillo. Sonriendo, saqué aún más la cabeza y grité:

—¡Eres un idiota, Edward Cullen! ¡Y jamás saldré con idiotas!

Escuché una risa ahogada y entré de nuevo en la habitación, cerré la ventana ya que entraba frío y tuve un impulso. En lugar de echar las cortinas las abrí más, puse la lámpara de nuevo sobre la mesita de noche pero enfocando su luz hacia el cristal. Después posicioné mi silla de estudio justo delante, agarré una manta de la cama y me arropé en ella, sentándome en la silla y mirando como una tonta aquellas palabras que me hacían sonreír.

No te preocupes, ni yo mismo me entiendo. Creo que tengo miedo de que su acento te resulte más sexy que el mío.

Por cierto, ¿quieres salir conmigo el sábado que viene? No es bueno perder viejas costumbres.

Pero sobre todo, duerme bien Bella.

Que casi se matara cayendo al vacío para escribir aquello era algo tan tierno que no tenía palabras para explicar cómo me sentía. Tanteé con la mano por mi mesa de estudio hasta encontrar una tableta de chocolate que había dejado ahí la última vez que estuve pasando apuntes a limpio, y entre mordisco y mordisco, se me fue pasando el poco enfado que me quedaba.

6 comentarios:

Beth dijo...

Por favor que tierno, que romántico, que forma de cagarla... es que es hombre. al final siempre meten la pata esperemos a ver si lo soluciona. Besosssssssssssssssssss

Inma dijo...

holaaa!!! gracias por volver a escribir. me encanta esta historia y espero ansiosa el proximo capitulo...
espero que sigas teniendo inspiracion
un beso

diana dijo...

hay siiii!!! gracias por volver a escribir me encanta tus historias quiero decirte q te esperamos el tiempo qsea necesario t queremsosssssssss

Anónimo dijo...

Gracias por escribir y compartir otro capitulo, que te puedo decir me tienes en suspenso me fascinan tus historias y espero que te acompañe a todos lados la musa de la inspiración, para tener mas capitulos. ;)

Besos y una vez más mil gracias :)

krlitalabeba dijo...

dios que bellooooooooo a mi me dejan un msj asi en mi ventana y d euna me lanzo en sus brazos xD esperandooo por otro capi prontoooooo

Breyeli dijo...

Por diso me la quiero leer pero consegui esta pg fue x la foto como hago para leer el primer cap!???????? mi correo es brenddadiazmendez @hotmail .com