miércoles, 27 de julio de 2011

Curando un corazon




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Capítulo 23: Sentimientos enfrentados



-¿Cómo que un infarto cerebral?- conseguí reaccionar al de un minuto, volviendo a preguntarle a mi madre.
-Ayer por la tarde, cuando llegué a casa, me lo encontré en su despacho, tendido en el suelo y sin conocimiento; le trasladaron en ambulancia a Seattle; le han estado haciendo pruebas toda la noche, y hoy por la mañana han confirmado el resultado- hablaba atropelladamente y muy deprisa, apenas la entendía.
-¿Y sus constantes?; ¿le han hecho un TAC craneal?; ¿ha sufrido hipoxia cerebral?- empecé a bombardear a mi madre con preguntas.
-Bella, me lo han explicado más o menos, pero yo no soy médico... lo único que les he entendido es que no saben cuánto ha estado su cerebro sin oxígeno- mi madre, sin quererlo, confirmó mis sospechas acerca de la hipoxia -además, le mantienen completamente sedado en la UCI- siguió relatando.
El silencio reinó entre la línea de teléfono durante unos minutos... no podía ser que ahora ocurriera ésto... ¿es qué nunca íbamos a poder vivir tranquilos?.
-Bella... tu padre está muy mal, y los médicos no me dan muchas esperanzas; sé que no tengo derecho a pediros ésto... pero os ruego que vengáis- volvió a pedirme mi madre.
-Voy a llamar a Jake, te llamo después- colgué, con la mirada perdida. No me había dado cuenta de qué Edward había parado el coche, mirándome preocupado.
Le conté todo lo que me había dicho mi madre, entre lágrimas. Por muy mal que me lo haya echo pasar, era mi padre... y ni Jake ni yo éramos como ellos; por supuesto que iríamos, aunque tuviera que sedar a mi hermano y meterlo inconsciente en el avión.
-Tengo que ir a Forks- le dije al terminar de contarle lo sucedido. Edward simplemente asintió.
-Pero yo me voy contigo y con Jake; ni te plantees que te voy a dejar sola- apostilló serio. No pude hacer otra cosa que asentir, ya que por mucho que le dijera que no era necesario, no me iba a enfrascar en una discusión que de antemano tenía perdida.
Salimos pitando a casa de Carlisle y Esme; Edward les contó lo que ocurría... y yo hable con mi hermano. Se quedó en silencio unos momentos... pero obviamente no puso reparos en ir a nuestro antiguo hogar, diciéndome incluso que Leah y la niña venían también.
Después de una intensa charla con Edward y mis suegros, decidimos llevarnos también a Megan, ya que no sabíamos cuánto tiempo íbamos a estar allí. Mi marido se fue al hospital, para explicar lo que había pasado y pedir permiso en el trabajo, y yo reservé los billetes para el día siguiente a la mañana. Carlisle y Esme se ofrecieron a acompañarnos; les agradecí su preocupación, diciéndoles que si empeoraba o pasaba algo malo, inmediatamente los avisaría.


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El vuelo hasta Seattle se hizo un poco largo, pero afortunadamente, lo aguanté bien, al igual que las niñas. Megan permaneció dormida casi todo el trayecto, en el regazo de Edward, y yo apoyada en su hombro.
-Tranquila mi vida... todo estará bien- me susurraba al oído; agradecía que hubiese venido conmigo, sus palabras me tranquilizaban.
Nada más aterrizar, la familia de Leah, que vivía en Seatlle, estaba allí para recibirnos. No les veía desde hacía tres años, desde la boda de mi hermano. Después de presentarles a mi marido y de que todos me tocaran la tripita, se ofrecieron a llevarnos hasta nuestra casa en Forks. Mi madre me había dicho que estaría allí, esperándonos para comer y después ir todos juntos al hospital.
Me puse muy nerviosa al volver esa fachada blanca. Todo estaba igual que cuándo me fui, hace ya más de un año. Al bajar, noté que mi hermano tenía la mirada fija en un punto indeterminado de la imponente casa; para él eran muchos recuerdos... hacía más de cuatro años desde la última vez que estuvo allí. Los hermanos de Leah nos ayudaron a descargar las cosas, marchándose rápidamente y quedando Jake y Leah con ellos por la tarde, en el hospital.
María nos recibió con lágrimas en los ojos. Ella llevaba trabajando toda la vida en nuestra casa, y era la que mejor sabía todo por lo que habíamos pasado Jake y yo.
-Bella...¡Jacob!- se apresuró a abrazarnos, sorprendida de ver allí a mi hermano. Le devolvimos el abrazo con cariño... aunque siempre permaneció en casa de mis padres, nos quería mucho.
-¿Cómo te encuentras Bells?- me preguntó, haciendo alusión a mi prominente tripa.
-Bien María, un poco cansada-.
-¿Y tú, hombrecito?- mi hermano sonrió, ella siempre le había llamado así.
-Estoy bien, como siempre- contestó. Edward y Leah se quedaron atrás, con las niñas en brazos. María les miró sorprendida.
-¡Qué alegría más grande!; habéis venido todos. Tu madre piensa que sólo veníais Jake y tu- nos explicó, acercándose a ellos.
-María, el es Edward, mi marido- le presenté. Ella, tan efusiva como siempre, le dio una cálida bienvenida.
-Es un placer conocerla- le dijo Edward con una pequeña sonrisa. Megan la miraba fijamente.
-¿No le dices hola a María?- le dijo mi marido a la niña. María miraba a mi hija con una gran sonrisa... la última vez que la vio tenía un mes y medio, antes de irnos a San Francisco.
-Oa- dijo con su peculiar vocecilla, un poco avergonzada. Después se giró hacia Leah, que tenía a Mailin en brazos. Después de abrazar a Leah, ya la conocía, cogió en brazos a la pequeña.
-Mi hombrecito es padre... felicidades Jacob, es muy guapa- mi hermano asintió orgulloso, rodeando a su mujer por los hombros. Mi cuñada estaba muy nerviosa; la última vez que vio a mi madre no fue precisamente un encuentro agradable. Nos hizo pasar adentro, explicándonos que mi madre estaba hablando por teléfono y que bajaba enseguida. La casa seguía igual que siempre; todo en su sitio, limpio, inmaculado...
-Le diré a Paul que suba luego el equipaje y...- mi madre apareció por la puerta de la sala. Parecía que le habían echado diez años encima de golpe. Nos miraba fijamente a los seis, sobre todo a las pequeñas. María decidió, sabiamente, dejarnos a solas.
-Bella, Jake... habéis venido- susurró.
-Claro que hemos venido- le dijo mi hermano.
-Y además... estáis aquí todos... pensé qu...- no se acercaba a nosotros para saludarnos, estaba muy sorprendida.
-Si las niñas te molestan aquí, podemos irnos a un hotel- le dije.
-¡No!; no por favor... aquí hay sitio de sobra para todos; ¿cómo estás Leah?- mi cuñada se envaró, pero al ver que mi madre no llevaba mala intención, como otras veces, se relajó.
-Muy bien señora Swan, lamento mucho todo lo qué ha ocurrido- expresó mi cuñada. Mi madre le dio las gracias, asintiendo con una pequeña sonrisa, y mirando fijamente a la hija de mi hermano.
-¿Cómo se llama?- le preguntó.
-Se llama Mailin, la adoptamos hace unos meses- le explicó Jake.
-Tu hermana me lo comentó, es muy guapa- le dijo. Parecía que iba a hacer un ademán por cogerla, pero bajó los brazos ante la mirada de mi hermano. Después se giró hacia donde estábamos nosotros.
-Mamá, te presento a Edward- ella asintió con un movimiento de cabeza, aceptando la mano que le ofrecía mi marido.
-Encantado de conocerla señora Swan; siento mucho lo que ha pasado-.
-Tenía ganas de conocerte; Bella me ha hablado mucho de ti- estaba sorprendida, mi madre era amable... supongo que la situación lo hacía así. Megan miraba todo a su alrededor, inquieta y cansada.
-Papá.. teno hambe- protestó arrugando el entrecejo. Mi madre rió divertida al escuchar la graciosa voz.
-Tiene las mismas expresiones que tú cuándo eras pequeña- me confesó; -¿cómo te encuentras?, ¿ya sabes que es?- me preguntó, señalando mi tripa.
-Está en mala posición y no podemos saberlo- le aclaré.
Un incómodo silencio se hizo presente en la habitación; no sabía qué decirle a mi madre, eran muchas cosas, muchos malos recuerdos...
-Voy a ver cómo va la comida... uhmmm... ¿os espero en media hora para comer?- nos preguntó con cautela.
Mi hermano y yo asentimos, y nos fuimos arriba, para acomodar a las niñas y deshacer el equipaje. Por suerte, mi antigua habitación tenía cama de matrimonio.
-¿No ha ido tan mal, verdad?- le pregunté a Edward. Éste suspiró mientras dejaba a Megan en el suelo, que se dirigió rauda hacia un oso de peluche que había junto a la almohada, el único recuerdo que quedaba de mi infancia allí.
-En principio no, se ha sorprendido mucho al vernos a todos aquí... pero creo que le ha hecho ilusión ver a las niñas; al fin y al cabo, son sus nietas- me explicó.
-También estará aturdida por todo lo que ha ocurrido con mi padre- añadí preocupada, sentándome a su lado. Me rodeó con sus brazos por los hombros.
-Tranquila cariño; no quiero que te pongas nerviosa antes de tiempo- dijo, aludiendo a que todavía tenía que ver a mi padre.
-Estoy preocupada; lo que hablamos por teléfono con el doctor Terry... no pude acabar la frase.
-Bella, todavía le están haciendo pruebas, pero... -se quedó callado. Ambos sabíamos que a mi padre le iban a quedar secuelas importantes... y que, casi seguro, no podría volver a ejercer su profesión. La puerta se abrió de repente, dejando entrever la figura de mi madre. Seguía rodeada por los brazos de Edward, que nos lo apartó en ningún momento.
-Perdón, pensé que os habríais acomodado en otra habitación- dijo avergonzada.
-No, aquí estaremos bien los tres, no te preocupes- le aclaré. Megan se acercó a ella, tirándole de la falda. Mi madre se agachó a su altura, esbozando una sonrisa.
-¿Qué deseas, pequeña?- le preguntó con un tono de voz cariñoso. Edward y yo mirábamos la escena en silencio.
-Awa; teno sez- hice ademán de levantarme para cogerla, pero mi madre se adelantó, cogiéndola en brazos.
-Vamos a la cocina con María- le dijo a Megan, pero me miró, pidiéndome permiso. Asentí alucinada... mi madre nunca había tratado así a mi hija. Edward me dio una sonrisa de ánimo, parecía de verdad que mi madre estaba ilusionada con las niñas.
Decidimos cambiarnos de ropa y organizarnos un poco en mi dormitorio, para la noche. Al bajar, nos encontramos a mi madre, todavía con Megan en brazos, charlando con Leah mientras le daba la papilla a Mailin. María revoloteaba de un lado a otro, poniendo la mesa. Megan extendió los brazos para que su padre la cogiera. Edward se acercó a mi madre con una sonrisa amable.
-Parece que tiene hambre- le dijo a ésta.
-¿Necesitáis ayuda?- nos ofreció.
Le agradecí el ofrecimiento, diciéndole que podíamos nosotros dos. Le puse un poco de la sopa de verduras que María había preparado, y efectivamente, tenía hambre, ya que se la tomó sin rechistar. Después de que las niñas terminaran de comer, ambas se quedaron dormidas. Las acostamos y bajamos a comer los mayores.
La comida pasó mayoritariamente en silencio, interrumpido solamente cuándo Jake o yo le preguntábamos a mi madre por cómo encontró a mi padre y cómo seguía su estado. Ella apenas pudo contarnos mucho, alegando que Edward y yo nos entenderíamos mejor con el médico que le estaba tratando. Después de un buen rato, nos fuimos rumbo al hospital. Leah se quedó en un parque que había enfrente con las niñas, ya que su familia se había acercado a verla.
Subí en el ascensor, franqueada por Jake y Edward en un completo silencio. El doctor Terry nos esperaba en la la unidad de cuidados intensivos, alertado de nuestra llegada.
-Supongo que son los hijos del doctor Swan- nos saludó.
-Jake Swan- le dijo mi hermano, estrechándole la mano.
-Isabella Cullen- le dije ofreciéndole mi mano; una vez la estrechó con cordialidad, le presenté a Edward, que repitió el gesto. Después de saludar a mi madre de nuevo, nos hizo pasar a los cuatro a un pequeño despacho, con una mesa y dos sillas. Mi madre y yo nos sentamos, permaneciendo Edward y Jake de pie.
-Bien, cómo ya les informé ayer, su padre ha sufrido una isquemia cerebral- empezó a relatar. Edward le aclaró a Jake en voz baja que ese era el nombre técnico del infarto cerebral.
-En el TAC se observa la obstrucción de la arteria cerebral media- nos dijo enseñándonos la prueba. Edward y yo nos acercamos.
-Ahí está- dijo mi marido, señalando el coágulo; Jake miraba sin entender nada.
-¿Qué quieres decir?- preguntó confuso.
-El coágulo ha taponado la arteria, de modo que una parte de su cerebro se ha quedado sin oxígeno y sin riego sanguíneo- le explicó.
-La arteria media cerebral es la rama principal de la carótida interna. Su territorio comprende áreas motoras, visión periférica, lenguaje...- acabé de explicarle.
-Es decir... que puede que esas funciones estén afectadas- resolvió con una mueca seria. Asentí, mientas el doctor Terry nos seguía explicando.
-El equipo de neurocirugía ha estudiado la situación; al estar solo en el momento en el que ocurrió, no sabemos a ciencia cierta cuánto tiempo estuvo su cerebro sin oxígeno. Le hemos estabilizado y sedado, ya que según los estudios que le hemos hecho, puede haber riesgo de otro episodio- nos dijo.
-¿Le han puesto tratamiento con anticoagulantes?- preguntó Edward. El doctor asintió.
-Si, por supuesto; el coágulo es de casi dos centímetros de diámetro- nos aclaró.
-Demasiado grande- susurré horrorizada. Edward me cogió de la mano, viendo que me ponía muy nerviosa.
-Bella siéntate- me dijo Jake, llevándome de vuelta a la silla. Mi madre me miraba preocupada y asustada.
-Estoy bien mamá- dije restándole importancia, acariciando mi tripa y respirando tranquila.
-¿Cree que quedarán secuelas?- Edward hablaba con el médico de mientras.
-No lo podemos asegurar, como bien sabe... pero me temo que la parálisis del lado izquierdo sea irreversible- expresó el doctor.
-¿Y el habla y otras funciones?- seguía interrogando.
-Eso no lo sabremos hasta que se retire la sedación; si no se repiten nuevos microinfartos, en cuarenta y ocho horas lo iremos despertando; ahí se verán las consecuencias- nos dijo.
Estaba horrorizada; si mi padre despertaba, aunque algunas de sus funciones se vieran afectadas, el sabría de sobra en que estado se encontraría. El doctor Terry nos dejó a solas, intentado digerir las nada alentadoras noticias.
-Es horrible- dijo mi madre, a punto de llorar.
-Y lo triste, es que el sabrá perfectamente en que estado va a quedar- Edward me leyó el pensamiento. Jake lo miró sin comprender, al igual que mi madre.
-Es neurocirujano Jake, ésto- dije señalando su TAC cerebral- es su especialidad; no va a poder volver a ejercer la medicina; ¿sabes lo qué significa eso para un médico?- le intenté explicar -¿qué una enfermedad, que conoces al milímetro, te corte los pocos años de carrera que te quedan?-.
Jake y mi madre comprendieron la gravedad de lo que les contábamos... si mi padre superaba estas cuarenta y ocho horas, sería como si hubiera muerto en vida.
Una enfermera nos interrumpió, para acompañarnos hasta donde estaba mi padre. Mi madre dijo que prefería esperarnos fuera. Jake y yo entramos, y la imagen me impresionó mucho, más de que me imaginaba. Estaba tendido en esa fría e impersonal cama, pálido y demacrado, con muchos cables conectados a su cuerpo, principalmente en los brazos y la parte superior del tórax.
-¿Para qué es todo esto, Bells?- preguntó mi hermano angustiado, señalando los cables.
-Bueno, las vías intravenosas de los brazos le suministran suero, la sedación y los medicamentos; los sensores para las constantes vitales- le expliqué, señalando los cables que tenían a la altura de corazón- -se reflejan aquí- le indicaba en la pantalla sus latidos y su tensión arterial -por el momento está estable- corroboré, mirando la pantalla de nuevo.
-El tubo endotraqueal está conectado al respirador, le ayuda a ventilar- terminé de explicarle.
¿Crees que saldrá de ésta?- me preguntó.
-Ya has oído al médico Jake; hay que esperar- le contesté. Se quedó callado unos momentos, meditando qué decir.
-¿Sabes una cosa?; puede que suene cruel... pero ¿crees que el tiempo pone a cada uno en su sitio?- preguntó, mirándome fijamente.
-No lo sé Jake... nunca nos ha querido -dije con lágrimas en los ojos -pero nadie se merece ésto- terminé de decir.
-No llores Bells... aún todo lo que hemos vivido... es nuestro padre, y no le desearía nada malo- me consoló, abrazándome.
Jake salió un momento, para bajar a ver a Leah y a las niñas. Edward y mi madre entraron en la habitación. Al ver mis ojos rojos, se acercó preocupado.
-¿Estás bien cariño?- me interrogó, abrazándome por detrás. Una de sus manos se posó en mi tripa, haciendo círculos con su dedo.
-Si, estoy bien, no te preocupes -asentí con un suspiro, dándome la vuelta para mirarle cara a cara.
-Bella, deberíamos irnos a casa; aquí no podemos hacer nada, y quiero de descanses, debes estar agotada- me dijo serio. Iba a decir algo, pero mi madre se adelantó.
-Haz caso a Edward; no sé cómo te tienes en pie, con la paliza del viaje y después venir hasta aquí-. En el fondo, tenían razón, estaba reventada.
-¿Vienes con nosotros?- le pregunté a mi madre; justo en ese momento, entraba Jake en la habitación.
-Me quedaré un poco más- dijo ella, mirando a mi padre.
-¿Te vas a casa?- me preguntó. Asentí.
-¿Quieres que nos llevemos a Leah y a la niña?- preguntó Edward. Habíamos venido en dos coches, de modo que no había problema.
-Pues casi sí, Mailin ya está cansada de estar en el carro. Yo esperaré a mamá- dijo mi hermano -tranquila, si pasa algo os llamaré- me advirtió.
El trayecto hasta casa fue silencioso, ya estaba anocheciendo, y las niñas iban dormidas. Megan apenas se despertó para cenar y volver a dormirse. Mientras metía a Megan en la cama, oí llegar a mi madre y a Jake.
En la cocina, María nos había preparado una cena ligera. Nos sentamos los cinco a la mesa; no había ningún cambio en su estado, según nos explicó mi madre, de modo que nos fuimos a la cama una vez cenamos. Nada más acostarme, me abracé a Edward, llorando en silencio. Me rodeó con sus brazos, susurrándome palabras de consuelo e intentando animarme lo mejor que podía. Me dormí envuelta en sus brazos, y no supe nada más de mi hasta el día siguiente.


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A pesar de que estaba agotada, ya no podía permanecer mucho tiempo en la cama. Mi enorme tripa de siete meses me impedía coger una buena postura. Abrí los ojos. Edward dormía profundamente a mi lado, ya que le había oído levantarse un par de veces en la noche para atender a Megan, pero no había tenido fuerzas ni para abrir los ojos.
Fue la propia Megan la que me terminó de espabilar, saliendo de la cama supletoria y acercándose a mi.
-Mami- me llamó. Me incorporé sentándome en la cama.
-Shhhsss, no despiertes a papá; ¿quieres desayunar?- asintió con la cabeza. Ambas nos pusimos las zapatillas y bajamos a la cocina. La ayudé a bajar despacito la inmensa escalera, de la mano, y llegamos a la cocina. María estaba preparando el desayuno.
-Buenos días María-.
-Buenos días a las dos; pensé que tardaríais más- nos dijo acerándose a nosotras.
-Megan se suele despertar temprano, y yo ya no aguanto mucho en la cama- ella asintió, posando una mano en mi vientre. Sonrió al notar el movimiento del bebé.
-Se mueve mucho, apenas para- le expliqué.
-A ve, a ve- mi hija alzó la mano, queriendo tocarme también la tripa. María y yo nos reímos, y ésta la sentó en el mostrador de la cocina. Le puse la manita debajo de la mía.
-¿Lo notas?- Megan me miraba extrañada.
-¿El bébe lloa?- preguntó.
-No cariño, no llora, lo que pasa es que se estira y da pataditas- le expliqué.
-Quere sali pa jugar mío- repuso con una gran sonrisa. María y yo nos echamos a reír.
-Me recuerda tanto a ti cuándo eras pequeña, tanto físicamente como en el carácter y en los gestos- dijo en un suspiro.
-Si, eso me dijo mi madre ayer- le contesté, desviando la mirada.
-Tu madre está muy contenta de teneros aquí a todos Bella; se acordó mucho de ti el diez de julio- me contó, esbocé una sonrisa, acordándome del día de mi boda.
-Yo también me acordé de ellos María, a pesar de todo- le respondí -Y Jake también- añadí. Al ver su cara, supe qué es lo que iba a decir -te he traído fotos, ¿pensabas que no verías a Jake de padrino?- su cara mostró una gran sonrisa.
-En cuánto demos de desayunar a esta señorita me las muestras- repuso satisfecha -fui a comprar ayer por la tarde cereales para las niñas, y galletas, no teníamos nada de eso- me dijo mientras se daba la vuelta.
Le di las gracias mientras sentaba a Megan en un taburete y le ponía el babero. María me acercó un bol con leche templada y cereales. Se los tomó sin rechistar, además de tres galletas de avena. Una vez desayunó la bajé, y se fue a explorar el salón, que estaba al lado de la cocina. Subí a por el álbum en un momento, y mientras yo tomaba café descafeínado y un croissant, María miraba detenidamente las fotos. Le iba explicando quién era cada uno, señalándole a los padres de Edward y a su hermano.
-Que guapísima estás hija... y tu hermano, debió ser una boda preciosa-. Asentí mientras seguía explicándole anécdotas de ese día. Justo en ese momento, mi madre entraba en la cocina, con mi hija en brazos.
-Buenos días- saludó con una sonrisa.
-Buenos días- saludamos María y yo.
-¿Has descansado?- me preguntó acercándose a mi -¿la niña ha estado cómoda?-.
-Si, no te preocupes- le agradecí. Sus ojos se iluminaron un poco al ver el álbum abierto en la mesa. Una vez María le sirvió el café, ésta salió un momento, y mi madre se sentó a mi lado, con Megan en sus rodillas.
-¿Puedo?- le acerqué las fotos. Cogí a la pequeña, mientras mi madre miraba las fotos en silencio. Las ojeaba minuciosamente.
-Abela Esme- dijo mi hija, señalando a la madre de Edward. Mi madre me miró sin comprender.
-Si cariño, la abuela- le dije acariciándole el pelo -son los padres de Edward- le expliqué a mi madre. Asintió en silencio, y siguió mirando las fotos.
-Qué guapos estáis en ésta- estudié la foto, iba camino del altar, del brazo de mi hermano.
-Si... estaba echa un flan- recordé.
-¿Podría..uhmmm... podría tener algunas copias?- me preguntó con prudencia.
-Claro, puedo encargarlas en Seatlle esta tarde; elige las que más te gusten- le ofrecí.
Eligió unas cuantas, entre ellas una de Jake y Leah con su hija, otra en la qué estábamos Edward y yo solos; a la salida de la iglesia, con Megan; una en la que posábamos Jake y yo, con Edward, Leah y las niñas, y en la estábamos Jake y yo entrando a la iglesia.
En ello estábamos, cuándo Edward entró por la cocina, aún en pijama.
-Buenos días cariño- me dio un pequeño beso -buenos días señora Swan- se giró hacia mi madre.
-Hola- saludé de vuelta, levantándome para ponerle un café. Se sentó al lado de mi madre, mientras cogía a la niña.
-Hola princesita-.
-Oa papá- Megan le rodeó el cuello con sus bracitos.
-Salís muy guapos- dijo mi madre, señalando las fotos.
-Fue un día bonito, y muy divertido- le respondió Edward.
-Tus padres deben querer mucho a Megan- dijo mi madre con una sonrisa triste.
-Para ellos es su nieta desde el primer momento en que la vieron- le expliqué a mi madre -no sé si lo sabes, Megan se apellida Cullen- mi madre estaba sorprendida.
-Le di mi apellido a la niña antes de casarnos- aclaró mi marido. Mi madre sopesó su siguiente frase.
-No lo sabía- musitó.
-Aunque no sea su padre biológico, la ha querido siempre cómo si lo fuera- le dije, mirando a Edward con una sonrisa.
-Eso se ve; gracias Edward, por cuidar de ellas y quererlas- mi madre estaba al borde de las lágrimas -siento mucho eso que dije... bueno... lo de que encontraste un padre para tu hija bastarda; tu padre no lo acep...- la corté.
-Mamá, déjalo; ya está- la actitud de mi madre estos días me sorprendía; nunca la había visto tan comprensiva y tan arrepentida.
Edward me guiñó un ojo mientras se sentaba al lado de mi madre. Nos preguntaba cosas de Megan y de nuestra vida en San Francisco. Al de menos de cinco minutos, Jake y Leah entraron en la cocina, con Mailin en brazos.
-¿Habéis descansado?- les preguntó mi madre.
-Si, la niña duerme como un lirón, en eso no tiene problemas- dije Leah. Megan bajó de las rodillas de Edward, acercándose a su prima y haciéndole cariños.
-Malin, amos a jugar- le decía una y otra vez.
Nada más entrar Jake y mi cuñada por la puerta, mi madre se quedó callada, olvidando la conversación que manteníamos los tres. De repente se puso muy nerviosa, algo la reconcomía por dentro.
-Quisiera contaros algo- nos dijo.
-Yo me llevo a las niñas fuera- nos ofreció María, que salió con ellas rumbo al jardín.
Mi madre tomó aire para empezar, pero no le salían las palabras.
-Quiero ante todo, pediros perdón; por todo lo que sucedió cuándo vuestro padre estuvo en San Francisco- empezó a relatar.
-Mamá, por favor- me dolía recordar ese episodio, y el susto de que le hubiera pasado algo a mi bebé.
-No quiero hablar de eso- siseó mi hermano, apartando su mirada de la mesa.
-Tenéis que saber por qué vuestro padre se ha comportado así con vosotros todos estos años- siguió explicando. Edward y Leah se miraron, e hicieron amago de dejarnos a solas, pero mi madre los paró.
-Quedaos, por favor- Edward me miró, buscando mi afirmación. Asentí con la cabeza, mientras tomaba su mano.
-Veréis... Charlie no es vuestro padre biológico- dijo mi madre, cerrando los ojos.
Se me congeló la respiración en ese instante; ¿ésto era una broma?... ¿por qué nunca nos dijeron nada?. Me quedé estática en mi sitio.
-¿Qué estás diciendo?- mi hermano se envaró. Las aletas de su nariz se ensancharon, bufando de rabia.
-¿Por qué nunca nos has dicho nada?- mis ojos se llenaron de lágrimas, mis hormonas me revolucionaban los sentimientos.
-Vuestro padre no quería- ella suspiró apenada -cuándo conocí a vuestro padre era un hombre maravilloso; atento, educado, simpático... me enamoré de él como una colegiala, que es lo que era- recordó con una sonrisa melancólica.
-Al empezar a salir, vuestro padre estaba empezando la residencia de medicina. Fue entonces cuándo empezó a destacar, centrándose en sus estudios y en su carrera. Cada día pasaba menos tiempo conmigo- nos seguía explicando. Los cuatros escuchábamos atentos, sin decir nada; mi hermano me miraba noqueado.
-En el último año de su residencia, me di cuenta de que el carácter de tu padre había cambiado, vivía por y para sus estudios, de modo que nos separamos. Y yo rehíce mi vida- nos explicó -entonces conocí a un muchacho honrado y noble; trabajaba de mensajero. Nos enamoramos nada más vernos... y al de pocos meses, me quedé embaraza de ti- dijo, mirando a Jake.
-Yo tenía apenas veinte años, estaba en plena carrera universitaria. No llegasteis a conocer a mis padres; ellos tenían dinero y una posición social importante... y nunca aceptaron esa relación-.
Edward me agarraba de la mano, dándole caricias por debajo de la mesa; apoyé mi cabeza en su hombro, siguiendo el relato de mi madre.
-Me echaron de casa, y obviamente me fui con él- recordaba con lágrimas en los ojos -fue un año maravilloso; tres meses después que tú nacieras -dijo mirando a mi hermano -tuvo un accidente mientras estaba trabajando... y murió- dijo cerrando los ojos. Leah se llevó la mano a la boca, horrorizada.
-Su furgoneta de reparto se salió de la calzada- dijo ella, en voz baja -desde que dejé la casa de mis padres, habíamos vivido con lo justo y necesario. Pedí ayuda a vuestros abuelos, ya estaba embarazada de ti- me sonrió triste -pero me la negaron... de modo que acudí a vuestro padre-.
Calló un momento, perdiéndose en sus recuerdos.
-¿Por qué?- preguntó mi hermano -¿por qué nunca hemos sabido nada de ésto?- le reprochaba enfadado. Leah le apretó en hombro, instándole a que dejara seguir hablando a mi madre.
-Vuestro padre me dijo que aun me amaba... y yo le creí. Se ofreció a criaros como hijos suyos, dándoos su apellido; pero nunca me perdonó que yo, en ese tiempo, hubiera estado con otro hombre-.
-No lo entiendo, se supone que estabais separados- le dije, confusa.
-Ya conoces el carácter de tu padre, celoso, posesivo, frío... -prosiguió el relato -me di cuenta de mi error cuándo tu naciste; por mucho que os hubiera reconocido como sus hijos, nunca os querría como tal- sollozó.
-No quiso tener hijos propios; y el se centró en su carrera y en sus conferencias. Sabía que tenía amantes en cada ciudad a la que iba... y yo, sobrepasada por la situación, os eché indirectamente la culpa a vosotros- explicó agachando la cabeza, avergonzada y humillada.
-¡Eso no es excusa!; ¡nosotros no teníamos culpa de nada!- bramó mi hermano, golpeando la mesa con el puño.
-Lo sé Jake... y créeme que he pagado mis errores con creces; me he perdido la vida de mis hijos- balbuceó en voz baja -reconozco que yo también busqué consuelo en brazos ajenos-.
-Pero la abuela Swan nos quería... y no éramos sus nietos- dije yo.
-Ella os quiso mucho, pero nunca quiso contradecir a su hijo- aclaró -vuestro padre me dijo al casarme con él que si os decía algo de ésto en el futuro, se desentendería de vosotros. Quería que tuvierais la mejor educación posible, un hogar y...- la corté.
-La educación la tuvimos... por eso mi padre me echó en cara el haberse ocupado de mi, de pagarme la carrera- respondí furiosa, recordando una vez más el incidente en nuestra casa.
-Cuándo te quedaste embarazada de Megan, cierto es que me enfadé mucho... porque al no saber quién era el padre, te vi sola, criando a tu hija... y no quería que cometieras mis errores, cosa que tu padre me echó en cara en ese momento- confesó.
-Sé que jugué con fuego esa noche... y me quemé... pero era mi vida, y yo decidí tener y criar sola a mi hija en ese momento- le respondí furiosa.
-Te juzgué mal Bella... y cuándo llamastes aquí, diciendo que te casabas y que estabas otra vez embarazada... no pensé que Edward adoptaría a Megan, y que la querría tanto... que os querría tanto; espero me disculpes, por haberte juzgado mal- Edward le dio una sonrisa de ánimo, asintiendo con la cabeza.
-¿Y la noche en que yo discutí con papá y me fui de casa?- le interrogó Jake.
-Tu padre nunca aceptó que no quisieras ir a la universidad... y no aceptó tu relación con Leah por...- no la dejó terminar.
-¿Por pertenecer ella a una familia normal y corriente?, ¿sin dinero?; pues déjame decirte que el dinero no da la felicidad... a la vista está- siseó furioso.
-Lo sé Jake... pero yo no quería que os faltara de nada...- mi hermano la cortó enfadado.
-Tú misma no has mirado otra cosa que el dinero y el que dirán ajeno... no me vengas con cuentos... y si tu te enamoraste de nuestro... padre...- mi hermano hizo una mueca extraña al decirlo- ¿por qué no me apoyaste?; el tampoco tenía dinero ni posición- rezongó cabreado. Leah aguantaba las lágrimas, tratando de calmarlo.
Mi madre agachó la cabeza, quitándose las lágrimas.
-Lo sé Jake... tú y tu hermana nunca tuvisteis culpa de nada... y yo cansada, hastiada de este infierno, la pagué con vosotros- admitió con voz rota.
-Por eso, aunque él te pedía el divorcio... -até cabos de muchas cosas.
-Tu padre quería el divorcio... pero si nos divorciábamos, no se haría cargo de vosotros... mis padres me desheredaron y podríamos haber acabado los tres en la calle...- la corté.
-No digas más- le pedí.
Respiré profundamente, asimilando todo lo que mi madre nos estaba diciendo. Ella había sufrido y aguantado lo que no está en los escritos... pero eso no me valía; ¿por qué nos trató también así... sin cariño, ni amor...?.
-¿Por qué nos lo cuentas?, ¿por qué ahora?- pregunté con un hilo de voz.
-Ayer, al veros todos aquí... a ver a mis nietas... se me encogió el corazón; me he perdido muchas cosas-.
-Demasiadas- dijo mi hermano, con tono sarcástico.
-Cuándo te llamé por teléfono, dos días antes de que te casaras... quería decirte tantas cosas...- sonrió triste- le insistí a tu padre que me dejara ir a Santa Cruz, quería veros, aunque fuera de lejos... pero no me dejó- explicó.
-Nos dijo que nos volviéramos a pisar esta casa, que ya teníamos otra familia- recordó mi hermano.
-Sé que los padres de Edward son una gente encantadora... y que os han acogido a todos en la familia- dijo señalándonos a los cuatro -eso le reventó a tu padre, me lo confesó-.
-¿Y si papá se recupera?; ¿le explicarás qué lo sabemos?- interrogué.
-Si- afirmó -y me da igual lo que piense- añadió. Suspiró, meditando las palabras que iba a decir a continuación.
-Sé que no se puede olvidar y perdonar fácilmente, pero no quiero perderme ver crecer a mis nietos... y recuperar un poco la relación con vosotros; la casa, desde ayer, parece otra- nos dijo con pena en su voz.
-No, no se puede- dijo mi hermano, con un hilo de voz -¿cómo se llamaba?- interrogó.
-¿Quién?- preguntó mi madre, sorbiéndose las lágrimas.
-Nuestro... padre biológico- le aclaró.
-Cómo tu... Jacob- .
-Necesito salir fuera- dije levantándome.
Salí al jardín, observando a María con las niñas. Lloré amargamente, por todo lo que había escuchado en la cocina. El corazón me oprimía el pecho, después de esa confesión de mi madre. Ella también había sufrido... pero no podía olvidar todo el infierno que había vivido de la noche a la mañana.
-Bella- me llamó mi hermano.
Me di la vuelta, abrazándole fuertemente. Ambos lloramos de rabia, de enfado, de incomprensión...
-No llores más Bells... no te conviene en tu estado- me dijo una vez nos separamos. Asentí con la cabeza, mirándole fijamente.
-¿Crees que podremos?- le pregunté simplemente.
-No lo sé Bells... no se puede olvidar todo de la noche a la mañana- hizo una pausa -¿tú que piensas?-.
-Creo lo mismo, pero podemos retomar la relación poco a poco, y dejar que vea a las niñas- le propuse.
-Me parece bien, poco a poco- dijo él. Me dio una sonrisa de ánimo, acercándose a las niñas. Mailin gateaba y Megan la seguía, también gateando.
Me quedé observando a mi hija y a mi sobrina jugar por el jardín, felices y ajenas a todo, hasta que sentí los brazos de mi marido rodearme. Entrelacé nuestras manos, unidas en mi vientre.
-¿Estás bien preciosa?- asentí con un suspiro, apoyando mi cabeza en su pecho.
-Asimilando y entiendo muchas cosas, muchas actitudes y situaciones- confesé. Me dio un beso en el pelo.
-Es normal cariño... ¿qué vais a hacer tú y Jake?- me interrogó. Me di la vuelta, abrazándome a su pecho.
-Jake y yo no somos cómo ellos... cierto que no se puede olvidar y perdonar de un día para otro -tomé aire -pero me gustaría que viera a las niñas, e intentar tener una relación cordial- le expliqué.
-Es vuestra decisión; a Megan le gustará tener otra abuela- me dijo con una dulce sonrisa.
-¿Te parece bien?- le pregunté con cautela, mordiéndome el labio inferior.
-Bella... si no lo intentáis y le dais otra oportunidad, conociéndoos a Jake y ti, os lo vais a reprochar siempre; no ha sido fácil para tu madre, explicaros todo eso... y no la intento disculpar... pero ella también lo ha pasado mal- me explicó.
-Lo sé-.
-Y además, tú lo has dicho, no sois como ella... y sé que con el tiempo las cosas irán mejor- me animó con una bella sonrisa.
Me perdí en sus ojos, que me miraban fijamente, con un amor y cariño que cada día crecía más, y más, y más...
-Gracias por estar a mi lado y apoyarme- le agradecí.
-Lo prometimos hace casi tres meses... en lo bueno y en lo malo- me recordó, guiñándome un ojo.
-Te amo- confesé en voz baja.
-Y yo a ti cariño- me dio un pequeño beso, apretándome en sus brazos todo lo que mi enrome barriga le permitía. Reímos por la situación, y no nos dimos cuenta de que mi madre nos observaba, con Leah a su lado, con los brazos entrelazados.
-¿Todo bien?- Leah señaló mi tripa. Asentí riéndome. Leah me guiñó un ojo, parece que ella y mi madre habían estado hablando dentro ellas dos solas.
Megan se acercó corriendo hacia nosotros.
-Mami, mami, tío lobo nos va a llevar a los columpos- dijo emocionada.
-Entonces habrá que vestirse- le dijo Edward.
-Pero quero awa- se quejó. Edward la cogió y la puso a nuestra altura.
-¿Se la pides a la abuela Renee?- le dije, señalándole a mi madre. Ella frunció la frente, pero enseguida asintió. La bajamos y se fue como una flecha hacia ella.
-Abela Enee... teno sez- mi madre me miró emocionada. Asentí con una sonrisa, observando como mi madre la cogía en brazos y le daba un beso, camino de la cocina.

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estado de mi padre mejoró. Tal y como nos había dicho el doctor Terry, a los dos días le retiraron la sedación, y poco a poco despertó... las secuelas no se tardaron en ver. Su lado izquierdo estaba paralizado totalmente, y de forma permanente. Apenas podía hablar, pero nos entendía y reaccionaba a ciertos estímulos.
Jake y yo hablamos con mi madre, a mi padre le darían el alta dentro de poco, dos semanas a lo mucho, y había que decidir qué hacíamos. Ella no quiso internarlo en una residencia, era su decisión y había que respetarla; pero mi padre iba a necesitar muchos cuidados, y María y ella no podrían solas.
Aconsejados por Carlisle y Edward, decidimos contratar a una enfermera, para que ayudara a mi madre y a María. En su despacho del piso inferior instalamos una cama articulada y todo lo necesario para que el estuviera cómodo. Los primeros días en casa fueron complicados; Jake y yo nos acercamos a hablarle un par de veces, pero siempre terminaba volviendo su vista hacia otro lado. Tal y como predijimos, aunque no pudiera hablar, conocía de sobra su estado, y lo que le pasaba, se le notaba.
Mi madre estaba feliz, ejerciendo de abuela y recuperando el tiempo con las niñas. Megan era una chiquilla abierta y cariñosa, y enseguida las cogió cariño, a ella y a María. Mi madre prometió ponerles un tobogán y columpios en el jardín, y una piscina por si veníamos en verano. En la repisa de la chimenea, enmarcadas y grandes, ahora reposaban las fotos que mi madre me pidió. Las colocó con mimo y cuidado, y la de Jake y yo caminando al altar estaba en su tocador, en el dormitorio.
Nos despedimos de ella con un cariñoso abrazo, teníamos que volver a San Francisco y a nuestros trabajos. Prometimos mantener el contacto, para saber del estado de mi padre y que ella estuviera al tanto de nosotros y de las niñas... y de la próxima llegada del nuevo miembro de la familia.



Capítulo 24: Una nueva vida



Más de un mes había pasado desde nuestra estancia en Forks; en todo este tiempo traté de asimilar todo lo que había sucedido; la enfermedad de mi padre, la confesión de mi madre...
Un cúmulo de verdades y confesiones que aún trataba de digerir, sobre todo la cuestión de mi padre biológico. Intenté ponerme en el lugar de mi madre; yo también me vi embarazada y sola... y ella aguantó y calló mucho, por no contradecir y enfadar a mi padre... pero podría haberme entendido, había pasado por lo mismo que yo... y por mucho que la relación con ella esté mejorando, todavía no podía olvidar ciertas cosas y actitudes que sufrimos Jake y yo en nuestra infancia... precisamente, los que menos culpa teníamos, éramos los que más habíamos sufrido.
Cierto es que ahora la relación era cordial, tirando a buena. Hablaba con ella una vez a la semana, para ver cómo iba mi padre, y ella estar pendiente de mi próximo parto y de cómo estábamos los tres. A mi hermano todavía le costaba hablar con ella de manera educada y calmada, pero poco a poco lo iba consiguiendo.
El ruido del agua hirviendo me devolvió a la tierra. Estaba preparando unos spaguettis con salsa boloñesa, comida favorita de Megan, por cierto. Apenas me faltaban tres semanas para salir de cuentas, y ya no sabía dónde meter mi redondo y enorme vientre. Debido a lo avanzado de mi embarazo, había cogido la baja laboral, aconsejada por todo el mundo, que ahora, a cada movimiento que hacía, ya los tenía pegados a mi como lapas.
Eché la pasta en la olla y me dispuse a buscar el orégano, cuándo Megan entró en la cocina, empujando su carrito de bebés, obviamente de juguete, con dos de sus muñecas dentro.
-Mia mami, los bebés mimen- me señaló a las muñecas, que las llevaba tapadas.
-¿Están durmiendo?; pues entonces no hay que hacer ruido- le dije poniéndome un dedo en los labios y bajando el tono de voz. Sonreí mientras ella asentía, llevándose su dedo a la boca.
-¿El bebé gande mime?- me susurró, señalando mi tripa con su manita.
-Pues...- busqué movimiento, pero ahora estaba de lo más tranquilo, cosa rara -si, está dormido- asentí con la cabeza. Una cosa tenía clara, sería un Swan de los pies a la cabeza... terco... o terca, porque seguíamos sin saber qué era, además ahora apenas podía moverse y cambiar de postura, de modo que tras la última visita al obstetra, al volver de Forks, desistimos por aburrimiento.
Finalmente, Esme y yo decidimos pintar la habitación de un color verde clarito, así servía tanto para niño o para niña. La cenefa de la habitación era muy graciosa, con animales. Por lo menos si era niña ya tendría la ropita... como fuera niño, ya me veía a Rose, Alice y Esme ir corriendo a las tiendas, porque preferí no arriesgarme y no comprar mucha; lo poco que compré eran bodies y pijamitas unisex, con gorritos y manoplas blancos y amarillos. Aparte de eso, todo estaba preparado para recibir al nuevo miembro de la familia.
-Mami, ¿cando vene papá?- preguntó mi pequeña. Iba a responderle, pero oí el ruido del motor del coche.
-Pues acaba de llegar- le dije, cogiéndola de la mano y saliendo al recibidor. Nada más abrir la puerta, corrió a los brazos de Edward.
-¡Oa papi!-.
-Pero si está aquí la princesa de la casa- dijo levantándola y elevándola por encima de su cabeza. Ella rió, agarrando su pelo en sus puñitos.
-¿Has jugado mucho?- le preguntó, todavía con ella en brazos. Asintió con la cabeza, mientras se acercaban a mi posición.
-¿Y para la otra princesa no hay beso?- pregunté con una sonrisa inocente.
-Hummm... creo que mamá está celosa- le dijo a la niña dijo con burla; me dio un pequeño beso, que devolví gustosa.
-¿Qué tal el día?- le interrogué camino de la cocina.
-Tranquilo; sólo tenía una operación programada, de modo que para las doce ya había terminado- me explicó.
-Es verdad, ¿cómo ha ido la trasposición esofágica?- pregunté interesada. Era un procedimiento poco común, que se hacía en contados hospitales del país.
-Bien, con el instrumental nuevo es coser y cantar. Hemos hecho turnos, junto con cardio- me explicaba, dejando a Megan en el suelo.
-De modo que has operado con Emmet- musité interesada.
Una vez la comida estuvo lista, dimos de comer a la pequeña, que cayó rendida en una tranquila siesta, y nos sentamos nosotros, pero el teléfono de mi marido interrumpió nuestra comida y el debate profesional que manteníamos. Habló durante unos minutos, colgando con expresión sorprendida. Le hice un gesto con la cabeza, preguntando quién era.
-Era el doctor Gills; ¿recuerdas el artículo que escribí hace unos meses?- me interrogó.
-¿El de los casos de hipocalcemia aguda en postoperarorios de cirugías de tiroides?- interrogué ansiosa. Le llevó muchas horas y meses hacer las comparativas y el estudio. Asintió con la cabeza.
-Van a publicarlo el mes que viene- me dijo, todavía asombrado.
-¡Edward!-; felicidades cariño- le abracé emocionada. Me apretó entre sus brazos.
-Es una gran noticia- le dije contenta y feliz, para nosotros los médicos era un gran reconocimiento que publicaran algún ensayo de nuestro puño y letra. Pero su cara cambió.
-¿Qué ocurre?-.
-Verás... el doctor Gills quiere que vaya con el a Nueva York, para exponer el caso- me explicó.
-¿A la convención de cirugía general?- interrogué.
-Ajá...-.
-¿Y qué problema hay?- no entendía nada.
-Pues que no te quiero dejar sola; estás apunto de dar a luz y...- lo corté.
-¿Cuándo sería eso?.
-Me tendría que ir mañana por la mañana, y regresar el viernes por la noche- me explicó. Hoy era lunes.
-Pues ya puedes hacer la maleta; Edward, me quedan tres semanas, y no tengo ni una sola contracción- rodé los ojos.
-Ni hablar Bella; mis padres no están -me recordó -y no quiero que estés sola con Megan... casi no te puedes ni mover- dijo. Cierto, Esme y Carlisle estaban en Sacramento, California, en las bodas de plata de unos amigos, y se quedaban toda la semana allí.
-¿Me estás llamando torpe?- mis lágrimas bajaron por mi cara. Estaba muy sensible y nerviosa... y las hormonas no ayudaban para nada.
Se pasó las manos por el pelo, nervioso.
-No quise decir eso cariño... per- no le dejé seguir hablando.
-Debes ir... además está Jake, Emmet... sola sola no estoy- hipé, poniendo un puchero, igual al los de mi hija.
-Está bien... pero que te quede claro que no te he llamado torpe- aclaró serio. Asentí cansada.
-Perdona... las hormonas- me intenté excusar. Me besó en la frente, asintiendo con una sonrisa.
Al final logré convencerle para que fuera, era una gran oportunidad... me costó lo mío, y aún así no se fue muy conforme.
Megan y yo lo llevamos al aeropuerto al día siguiente, quedando en que si pasaba algo le llamaría de inmediato. Regresamos a casa, y el día pasó tranquilo. Por la tarde Megan y yo fuimos a dar un paseo, ya que me convenía andar para que el bebé se terminar de encajar. Terminamos en el parque; Megan se dedicó a corretear y a jugar durante el resto de la tarde, mientras yo leía un libro.
Regresamos a casa casi a las ocho;después de conseguir que la pequeña se metiera a la bañera, estaba dándole su cena cuándo sonó el timbre de la puerta. Al abrirla me encontré con Emmet y Rosalie, parados en el umbral y con una pequeña maleta.
-Hola, qué sorpresa- dije después de darles dos besos.
-¿Dónde podemos acampar?- preguntó mi cuñado, agarrando la maleta y metiéndose dentro de casa. Miré a mi cuñada, que se encogió de hombros mientras me explicaba.
-Edward nos llamó ayer por la noche, y nos dijo que te vigiláramos- aclaró ésta.
-Ya... ¿y para eso tenéis que mudaros a mi casa?- pregunté incrédula.
-Eso mismo les dije anoche, pero ya conoces a los hermanos Cullen, parece mentira que sean médicos- contestó resignada. Rodé los ojos, hablaría con mi marido largo y tendido.
Les hice pasar, dirigiéndonos a la cocina, dónde Megan seguía sentada en su trona.
-¡Tía Ros, tío oso!- alzó sus bracitos y su tío la cogió. La llenaron de besos y de mimos, y Megan encantada de la vida, adoraba sus tíos.
Dejamos a Emmet con la niña, y Rose y yo subimos a preparar la habitación de invitados.
-¿Cómo te encuentras?- preguntó mientras poníamos las sábanas.
-Ni una sola contracción, así que me parece que tenenos para rato- suspiré con una sonrisa -cuéntame, ¿cómo va todo por el servicio?-.
-Pues sin mayores novedades; al menos hasta que cogí anteayer las vacaciones, el hospital no se ha caído- me explicó con una sonrisa.
-Puedo ir a trabajar perfectamente, no sé por qué tengo que estar en casa- siseé con fastidio. Rose me dio una seria mirada, así que opté por no seguir protestando. Siguió contándome las últimas novedades y cotilleos, hasta que oímos ruidos en la habitación de Megan. Al asomarnos, vimos a Em y a la pequeña, sentados en el suelo, cada uno con una muñeca entre sus brazos.
-Tene hambe, dale el bibe- le dijo a su tío, tendiéndole un biberón de juguete. Emmet rodó los ojos, mientras hacía lo que la niña le indicaba.
-Así no... despacito- le riñó Megan -le haces pupa a la nena-.
Rose y yo nos echamos a reír.
-Parece que el tío oso ha sucumbido al encanto de las muñecas, al fin- dije, burlándome de mi cuñado.
Emmet nos lanzó una mirada furibunda a su novia y a mi, que nos carcajeábamos de lo lindo.
-Vamos a ver qué preparamos de cena; intenta dormirla- le dijo Rose.
Una vez bajamos a la cocina, enterré mi cabeza en la nevera. No había ido a hacer la compra, de modo que optamos por pedir comida a domicilio. Pedimos comida thailandesa, y entre que la niña se durmió, cenamos y recogimos, nos dieron casi las once de las noche.
Al acomodarnos en el sofá, me di cuenta de que me había olvidado mi helado de chocolate. Me levanté y rebusqué por todo el congelador... pero no había, ¡mierda!. Volví a la sala y me senté con cara mustia. Rose dejó su café en la mesita, mirándome preocupada.
-¿Te ocurre algo Bella?-.
-No, es que no he ido a hacer la compra, y no tengo helado de chocolate, y siempre me apetece después de cenar- le expliqué con un puchero. Ella rió, girándose a su novio, que daba un sorbo a una cerveza.
-Emmet, ¿podrías acercarte a por helado?- los ojos de mi cuñado se abrieron de la sorpresa.
-Edward no me dijo que los antojos entraban dentro de las funciones- protestó, mirando la hora. Le puse carita de pena.
-Por fa Em... anda- junté las dos manos, cual niña de primera comunión. Rose arqueó una ceja, mirándole seria.
-Per... vale- se levantó, buscando las llaves del coche.
-De chocolate y almendras tostadas- le recordé.
-Y de fresa con nata- añadió Rose, con una inocente sonrisa.
Oímos los juramentos de mi cuñado, mientras cerraba la puerta. Al de una hora, apareció de nuevo por casa.
-¿Dónde has ido por los helados?, ¿al Polo Norte?- le preguntó Rosalie.
-En todos los sitios que he mirado no había; me he ido hasta la otra punta de la ciudad... para que luego digáis- rezongó cruzándose de brazos. Le dimos un beso en la mejilla, y nos sentamos a devorar las terrinas.
-Dejad algo para mañana... os vais a poner como una vaca- nos advirtió. Me quedé mirándolo con la cuchara en la boca. Rose por poco se lo carga.
-Ya sé que estoy muy gorda, pero es que tu sobrino o sobrina me mata de hambre- me intenté excusar, poniendo un puchero. No pude evitar que una lágrima cruzase mi cara.
-No llores Bella... ainsss... te afecta todo, no le hagas caso a este- me dijo Rose -ves, ¿por qué no estarás calladito?- bufó Rosalie.
-Perdona cuñada- dijo fastidiado. Asentí, y seguí devorando mi helado.
El miércoles y el jueves pasaron sin mayores complicaciones. Debo reconocer que era agradable tener un poco de compañía, aunque al hablar con Edward le medio eché la bronca, por tenerme con niñeras. Por mucho que le dije, lo pude sentir darme la razón rodando los ojos.
El viernes me despertó un doloroso calambre en los riñones. Ya era imposible que estuviera mucho en la cama, de modo que me levanté temprano. Hice el desayuno para todos... pero no se me pasaba, el calambre iba y venía, no era continuo, pero tenía el cuerpo raro.
Al principio pensé que eran contracciones, y sin que Emmet y Rose se percataran, fui al baño y con un espejo de mano me intenté mirar haber si había dilatado algo; podía sonar un poco raro... pero era una de las ventajas de ser médico. Al no ver nada anormal, más que los dos dichosos centímetros que llevaba dilatados desde hace unos días, bajé a la cocina, para reunirme con el resto. La mañana pasó tranquila, y decidí acostarme un rato después de comer. Debía de llevar una hora dormida, cuándo Rose entró en la habitación.
-Bella- me zarandeó con suavidad -Bella, ¿cómo estás?-.
Abrí un poco los ojos.
-Bien, necesitaba echarme un poco- la tranquilicé.
-Vamos a llevarnos a Megan un rato al parque, así descansas; si necesitas algo nos llamas. Estaremos por el barrio- asentí, dándole las gracias.
A eso de las seis de la tarde, el sonido del móvil me despertó. Extrañada lo cogí. Edward no podía ser, ya que había hablado al mediodía con el, justo antes de que cogiera el avión de vuelta. Por suerte, era mi madre. Estuve hablando un buen rato con ella, más de una hora. Al colgar eché una ojeada al reloj... las siete y media de la tarde. Emmet, Rose y la niña todavía no habían vuelto del parque. Bajé a la cocina, parecía que estaba bastante mejor, y ya no me dolían los riñones. Me senté en la silla, con un vaso de leche caliente y unas galletas, justo al acabar de merendar, oí la puerta. Megan estaba encima de los hombros de Emmet, riendo sin parar.
-¿Lo has pasado bien?- interrogué a mi pequeña.
-Tío oso me ha compao chuches- dijo con una sonrisa.
-¿De verdad?- interrogaba divertida. Me hacía mucha gracia oírla hablar.
Nos acomodamos en el sofá de la sala, mientras Megan y Emmet jugaban por el suelo.
-No sé quién es más niño- decía Rose, mirando a su novio con paciencia.
-Tienes que reconocer que será un padre estupendo- observé. Ella asintió con una pequeña sonrisa.
Después de un rato, Emmet subió a bañarla, y Rose y yo nos enfrascamos en la cena. Decidí hacer ensalada de pasta, con pollo relleno.
Ya teníamos todo en la mesa, cuándo sentí un dolor horrible sacudirme la columna. Ahogué un grito, agarrándome a la encimera.
-¡Bella!- Rose se acercó asustada, pero la tranquilicé.
-Tranquila, estoy...- no pude seguir hablando, ya que sentí líquido por mis piernas... estaba rompiendo aguas.
-...de parto- iba a decirle que estaba bien, pero me quedé con la palabra en la boca.
-¡Por dios!; si aún quedaban quince días- murmuró Rosalie, todavía paralizada.
-Díselo al que está aquí- le contesté burlona, señalando mi tripa.
-¡Emmet!- chilló nerviosa -¡Emmet!- éste apareció por la cocina, enojado.
-No chilles, que Megan está medio dormida; ¿qué pasa?-.
-Nos vamos al hospital, acaba de romper aguas- le dijo, señalándome.
Se quedó estático unos segundos, hasta que el chillido de Rosalie le hizo moverse.
-¡Saca el coche del garaje!, ¡muévete!- dicho y hecho, vi a Emmet histérico, dándonos órdenes y buscando las llaves del coche.
-Llévala al coche; voy arriba a por las maletas- desapareció pitando escaleras arriba.
-Hay...- una contracción me dejó sin habla unos minutos.
-Respira Bella, tranquila- Rose me sujetaba una mano, mientras yo intentaba hacer lo que me decía.
-Hay que llamar a mi hermano, la niña- le recordé. Asintió, cogiendo su móvil y marcando. Colgó y volvió a marcar, pero nada.
-No contestan- me dijo frustrada. Emmet llegó a nuestro lado.
-¿Qué pasa?, ¡¿por qué no estás en el coche?- preguntó a voces.
-No chilles- siseó su novia -hemos llamado a Jake para que vengan a buscar a Megan, pero no cogen- le explicó.
-¡Joder!- bramó -¿qué hacemos entonces?-.
-Nos la llevamos, no podemos dejarla aquí. Intentaré localizarles desde el hospital- le dijo.
Rose me ayudó a subir al coche, mientras Emmet volvía a buscar a la niña. Venía con ella en pijama y con un abrigo por encima.
-Mami- me llamó rascándose los ojitos.
-Tranquila cariño, el bebé va a nacer- le dije entre muecas de dolor.
-¿Va a sali ya?- preguntó emocionada. Asentí con una pequeña sonrisa, pero me vino otra contracción, y no pude evitar el chillido de dolor.
Emmet arrancó, mientras Rosalie, girada en el asiento delantero, tomaba mi mano, ayudándome a respirar.
-Eso es Bella, respira- me decía. Me fui calmando, pero las contracciones eran ya muy seguidas. Rose las iba controlando.
-Emmet, acelera; las tiene cada cuatro minutos... a este paso da a luz aquí- le dijo. El camino se me hizo interminable; encima, mi cuñado iba a todo gas, saltándose los semáforos y pillando todos los baches.
-¡Por el amor de dios Em!, ¿quieres ir con mas cuidado?- le chilló rose -así Bella, inspira, expira... muy bien- oímos una fuerte y gutural respiración... de Emmet.
-¡Tú no imbécil, ella!- le dijo su novia.
-¡Me estoy poniendo histérico!- dijo él, tomando la curva, ya veíamos el edificio.
Nada más aparcar, ya estaban Jasper y Alice esperándonos. Subieron conmigo, mientras Emmet y Rose se quedaban a tramitar mi ingreso e intentar localizar a todo el mundo.
Nada más llegar Sally, una de las matronas, tras revisarme, me pasó directamente a dilatación.
-Estás ya de cinco centímetros... ¿quieres epidural?- me preguntó. Asentí con una mueca, e inmediatamente entró Jasper a ponérmela.
-Tranquila- me dijo medio riéndose.
-Es desagradable que te la pongan- le aclaré con un mohín, acordándome de todas las parturientas a las que yo se la ponía.
Al de veinte minutos, la anestesia empezó su trabajo, y pude relajarme un poco. Jazz se quedó conmigo, y enseguida Alice, Rose y Emmet aparecieron por la habitación.
-¿Y la niña?- pregunté.
-Está con Seth y Leslie afuera- me aclaró Alice, mirando el monitor.
-¿Habéis localizado a alguien?- pregunté a Rosalie.
-Jake y Leah vienen para acá, estaban de cena con unos amigos. También hemos llamado a Esme y Carlisle, van a coger el primer avión que puedan- me explicó.
-¿Y Edward?- preguntó Jasper, revisando también el monitor.
-El móvil da apagado; todavía estará en el avión- contestó.
-Su vuelo aterriza en unos minutos, de todas formas sigo insistiendo- dijo ella.
Suspiré con paciencia, que nochecita para ponerme de parto.


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EDWARD PVO


Estaba esperando al equipaje e intentando, sin ningún éxito, encender el teléfono... pero se había quedado sin batería.
Una vez salió mi maleta, cogí un taxi, rumbo a mi casa. Estaba seguro de que me esperaría una pequeña charla, por ponerle a Rose y Emmet de canguros... pero me daba igual lo que dijera. Había estado muy nervioso estos días, no quería separarme de ella en su estado... pero siempre que hablaba con ella me decía que estaba bien y que aun faltaban dos semanas.
Una vez pagué al taxista, abrí la puerta de casa. Reinaba un silencio sepulcral. Extrañado miré el reloj, eran sólo las once menos cuarto de la noche, un poco pronto para que estuvieran en la cama.
Fui encendiendo las luces, pero nada. Al llegar a la cocina y ver la mesa puesta, y la comida encima, un terror se apoderó de mi.
-Mierda- salí corriendo escalera arriba, no había nadie, ni siquiera la niña estaba en su cama. Sin decir una palabra y sin pensar, volé escaleras abajo, camino del garaje.
Mi coche no estaba; supuse que Emmet se lo había llevado al hospital para poder llevar a Megan en su silla, así que cogí el inmenso jeep de mi hermano, pisando el acelerador a fondo.
Llegué al hospital en un tiempo récord. Nada más verme Madison, me dijo el número de habitación de mi mujer. Abrí con un portazo... y estaban todos allí menos la cama y ella.
-¡Por fin!- alabó Alice, elevando los brazos.
-¡¿Se puede saber dónde coño metes el móvil?- chilló Emmet furioso.
-¡No tenía batería, listillo!; se me descargó en el avión- respondí histérico -¿dónde está Bella?, ¿y la niña?- pregunté nervioso.
-Edward, cálmate- me tranquilizó Jasper. -Megan está con Seth y Leslie, y a Bella ya la han metido al paritorio, así que ve a cambiarte- me ordenó. Bajé a mi taquilla, a ponerme mi pijama de trabajo. Una vez volví a maternidad, me encontré con Sally.
-Edward, gracias a dios, llegas justo a tiempo, vamos- me instó. Los chicos me desearon suerte, y me dispuse a seguir a Sally.
Al entrar Bella ya estaba empujando, con el doctor Simmons y Nancy, otra de las matronas. Me acerqué corriendo a la camilla.
-¡Bella!, cariño lo siento; me quedé sin batería y...-.
-No te preocupes- consiguió decir entre jadeos -llegas a tiempo; acabo de empezar a empujar- me dijo con una pequeña sonrisa.
Retiré un poco el sudor de su frente, y me posicioné detrás de ella, sujetando sus manos mientras hacia fuerza.
-Bien, cariño, bien- le animaba.
-Vamos Bella, ya casi está fuera la cabeza; un par de empujones más y está aquí- le dijo el doctor Simmons.
Mi mujer se incorporó un poco, y agarrándose a la camilla, soltó un pequeño grito mientras daba el último empujón con todas sus fuerzas. Menos mal que no le dolía, pero estaba exhausta del esfuerzo. Tomé su mano, y la ayudé a incorporarse un poco para favorecer la fuerza... y llegó.
Un llanto envolvió la habitación. Besé a Bella suavemente, mientras la ayudaba a recostarse de nuevo.
-Muy bien cariño- le dije en voz baja. Ella me sonrió, cansada y agotada. Sally se acercó con un bultito, envuelto en una mantita blanca, que me tendió con una gran sonrisa.
-Enhorabuena Edward... es un niño precioso-. Mis lágrimas ya habían hecho acto de presencia, al igual que las de Bella.
Mi hijo... nuestro pequeño milagro... tenía los ojitos cerrados, y el poco pelo que tenía era de color cobrizo, al igual que el mío. Besé su carita y sus manitas, hablándole.
-De modo que eras chico- Bella rió, mirándonos a los dos, también ella lloraba -pues si que te has hecho de rogar campeón- seguía diciéndole mientras me acercaba a Bella y posaba al niño en su pecho.
-Hola cariño- le saludó, acariciándole una de sus manitas y besando su blanda cabecita -eres tan guapo como papá- le decía.
Me agaché a su lado, regalándole a mi mujer un beso.
-Gracias por este regalo Bella, gracias- le susurré emocionado.
-Te quiero- contestó mientras apoyaba su cara en mi cuello.
-Y yo a ti cariño- miraba embobado a mi mujer y a mi pequeño
-¿No estás desilusionado?; con eso de qué querías una niña- dijo ella. La corté con otro beso.
-No podría estar más feliz de lo que estoy ahora mismo... además... ¿quién ha dicho que no iremos a por la niña?- pregunté con una gran sonrisa.
El doctor Simmons y las matronas rieron por mi comentario, y se acercaron a darnos la enhorabuena.
-¿Cómo se llama?- preguntó Sally, rellenando la partida de nacimiento. Miré a Bella, para que desvelara el misterio.
-Ethan... Ethan Cullen- dijo, mirándome y buscando mi aprobación. Asentí, me gustaba el nombre, y sonaba bien.
Salí para informar a todos, de mientras terminarían de revisar al niño y de preparar a Bella para llevarla de vuelta a su habitación. Nada más verme, se acercaron corriendo. Jake y Leah ya habían llegado.
-¿Qué es?-.
.¿Cómo está Bella?- las preguntas se agolpaban. Levanté las manos pidiendo calma.
-Todo ha salido bien, los dos están perfectos- dije con una sonrisa de oreja a oreja -y es un chico... Ethan- terminé de decir. El chillido de alegría de mi hermano y de Jake no se hizo esperar, mientras chocaban las manos y las chicas me rodearon para abrazarme.
Una vez me felicitaron todos, y mientras llevaban a Bella a su habitación, me fui al servicio de Bella, dónde Seth y Leslie estaban con mi hija. Nada más entrar, se acercaron corriendo.
-¿Cómo ha ido?- preguntó Leslie.
-Los dos están estupendamente bien, y... - me giré hacia Seth -creo que has ganado una apuesta, es un niño- le expliqué con una sonrisa
-¡Felicidades papá!- Seth me abrazó, al igual que Leslie y el resto de servicio.
-¿Megan?- pregunté después de los abrazos. Leslie me condujo a la salita, dónde la pequeña estaba dormida, tapada en el sofá con una manta. Le di un beso en la frente, pero se despertó.
-Hola princesita- saludé mientras la cogía en brazos.
-¡Papi!, ¿onde ta el bebé?- me preguntó ansiosa.
-Enseguida te llevo; tienes un hermanito, se llama Ethan- le expliqué.
-¿Es un nene?- preguntó arrugando el ceño. Asentí, sentándome con ella en brazos.
-Pero da igual que sea nene o nena, porque lo vas a querer mucho, ¿verdad?- ella asintió con la cabeza.
-Quero ver al bebé, ¿como se llama?- volvió a decir.
-Ethan- le dije.
-Ean- repitió curiosa.
-Eso es, ahora vamos a ver a mamá- me fui con ella en brazos, y por el camino me encontré a mis padres, que llegaban corriendo.
-Abela Esme- dijo mi pequeña, señalándola con su dedito.
-¿Ya ha nacido?- preguntó mi madre ansiosa.
-Si, tenéis un nieto guapísimo- les informé, después de saludarles. Mis padres me abrazaron emocionados, y los cuatro nos fuimos a la habitación de Bella. Todos estaban allí, en torno a la cunita.
Mis padres se acercaron, embobados con el pequeño.
-Carlisle- mi madre no podía hablar, presa de las lágrimas, con el pequeño en brazos. Mi padre sonreía como nunca, al lado de Emmet.
Megan miraba fijamente a su hermano, y mi madre se lo dio a Bella. Dejé a la niña encima de la cama, y salieron un momento, dejándonos intimidad. Me senté al lado de Bella, mirando a mi pequeño campeón.
-¿Qué te parece?- le preguntamos a la niña.
-Mu chiquitín- dijo ella, que lo miraba de arriba abajo, sonriendo.
-¿Quieres darle un beso?- le preguntó Bella. Sin decir nada, se inclinó, dejando un muah, como ella decía, en su manita.
Bella y yo observamos la escena con una sonrisa. Los cuatro encima de la cama, con Megan haciéndole carantoñas a su hermano. Abracé a mi mujer, besando su cabeza... y agradeciéndole a la vida por todo lo que ahora tenía; una mujer estupenda, a la que amaba con locura, y dos hijos preciosos... no podía pedir nada más.

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Hola chicas, aki esta el capi de ayer, lamento la demora, ya saben a veces no puedo. besitos.

1 comentario:

nydia dijo...

OMG tubo un niño dios que emocion es encantador,me encanto este capitulo y gracias chicas por publicar....Besos..