lunes, 1 de marzo de 2010

All You Need is Love


Funclub II

Bella no podía salir de su asombro. El embotamiento mental y sensorial en el que se encontraba tampoco la ayudaba a asimilar lo que sus ojos veían.

Edward Cullen, con una sonrisa divertida, se acercaba hacia ella.

Después vio como la muchedumbre, literalmente, se lo comía. Unas chicas lo habían abordado, pero Bella observó como él, con la amabilidad de siempre, se deshacía de ellas para seguir en su avance.

Una vez estuvo a un palmo del rostro de Bella la agarró con fuerza por la cintura y empezó a moverse al ritmo de Brothersport, que aún no había parado de sonar.

Bella no parecía consciente de que su mandíbula parecía desencajada, consiguiendo así que su boca estuviese abierta de par en par.

Él no hablaba, sólo la miraba con llamas en sus verdes orbes y con una sonrisa ladina.

—¿E-edward? —inquirió Bella con un balbuceo que hizo que el aludido soltase una risita.

—¿Esperabas a otra persona? —vio que ella era incapaz de contestar, posiblemente debido a su estado de embriaguez le estaba resultando imposible guiar sus pensamientos hasta convertirlos en frases coherentes y cohesionadas por lo que añadió—: ¿A George Clooney, quizás?

—Deja de decir tus tonterías —replicó Bella sonriendo—. Es que no lo entiendo, ¿no estabas dormido?

—Y con fiebre y a cargo de un niño de menos de cinco años, pero eso no es tan importante como lo de estar dormido—rió él—. Eres genial borracha, ¿por qué no bebes más a menudo?

Bella puso los ojos en blanco.

—¡No estoy borracha! Sólo algo contenta —exclamó. Después puso su mano en la frente de Edward—. Eh, ya no estás caliente.

—Yo que tú no estaría tan segura —le susurró al oído.

—No, en serio, sólo tienes unas décimas como mucho —siguió diciendo Bella—. Aunque hay gente que ha muerto por eso, ¿no te parece un misterio?

Edward suspiró divertido, estaba claro que no había cogido su indirecta. Bella solía ser perceptiva y jamás se le escapaba una, pero ahora parecía estar en otra dimensión.

Seguía cotorreando acerca de las ventajas de que no tuviese fiebre cuando decidió intervenir de nuevo.

—Las medicinas hicieron efecto y Seth está con mis padres, gracias por preocuparte —comentó entre risas.

—¡No insinúes que no me preocupo por Seth! Es mi hombrecito número dos, ¿cómo no iba a preocuparme? –soltó Bella, indignada.

Edward la observó con curiosidad.

—¿Tu "hombrecito número dos"?

Bella se sonrojó y empezó a balbucear incoherencias que hicieron que Edward se volviese a reír.

—Me gusta ser tu hombrecito número uno —le susurró de nuevo al oído, mientras la agarraba para arrastrarla hasta donde se encontraban los demás, aún ajenos a su presencia.

—¡Edward! —chilló Alice en cuanto lo vio—. ¡Es i-n-c-r-e-í-b-l-e!

La pequeña Cullen corrió hacia su hermano dando pequeños saltos al ritmo de la música; mientras tanto, Edward la observaba con los labios arqueados hacia arriba, como conteniendo la risa. Cuando llegó hasta él se tiró literalmente encima suya, con los brazos alrededor del cuello del chico, de la misma forma que un koala se agarra celosamente a su palo de bambú.

—Alice, si no pesases menos de cincuenta kilos esto sería muy incómodo —se rió Edward al mismo tiempo que la abrazaba con fuerza.

—Ay, ay, esto es tan divertido —exclamaba Alice—. Desde aquí se ve todo, qué bonito sería medir lo mismo que tú.

Bella estaba viendo como interactuaban los hermanos, y la ternura irradió en su estado de ánimo, provocando que fuese hasta ellos y los estrechara entre sus brazos.

Emmett, que estaba contoneándose entre Jasper y Rosalie, se dio cuenta de la presencia de Edward y una sonrisa malvada le surcó el rostro.

—¡Un sándwich de Eddie! —gritó y apretujó a Alice, que seguía colgada de su hermano, al aludido y a Bella.

—Por favor, me estáis aturdiendo —farfulló Edward, sin poder apenas respirar. Consiguió desprenderse de sus hermanos, pero mantuvo los brazos de Bella alrededor de su cuerpo—. El sitio está genial, Emm.

—¿Dudabas de mí? —preguntó socarrón Emmett.

En ese momento Jasper fue acercándose, mientras se balanceaba al son de la música con el brazo por encima del hombro de su hermana. Sin duda era al que más efecto le había hecho el alcohol, junto con Bella. Eran las dos personas del grupo que jamás bebían, los demás estaban más acostumbrados a las bebidas alcohólicas.

—Alice, deberíamos casarnos aquí —empezó a decir él, con la emoción centelleando en su perfecto rostro. Después vio a Edward y abrió la boca—. ¡Madre mía! ¡Te pareces un montón a uno de mis mejores amigos!

Edward levantó una ceja mientras mantenía su perfecta sonrisa.

—No me digas —se burló él—. Lo curioso quizás sea que tú también eres idéntico a mi mejor amigo.

—La vida da sorpresas maravillosas —suspiró Jasper y abrazó a Edward.

—¿Por qué a los borrachos siempre os da por abrazar a las personas? —preguntó este, divertido—. Venga Jasper tío, que mi hermana nos está mirando —bromeó Edward.

Jasper fue hasta donde estaba Alice con paso cauto, puso sus manos en la estrecha cintura de la chica y gritó a pleno pulmón:

—¡Mi chica es tan voyeur!

Todos los que estaban alrededor pudieron oír su voz por encima del estruendo de la música y rieron a carcajadas. Alice sonreía maliciosamente antes de sumergirse en un profundo y apasionado beso con el que sería su futuro marido.

—Edward, tienes que bailar algo conmigo —dijo emocionada una muy mareada Rosalie. Bella le sacó los dientes como si fuese a morderla y la rubia se limitó a reír—. Yo siempre te he prestado a Emmett Bella, esto me duele.

—De eso nada Rose, cariño, yo bailaré con Eddie —la voz de Emmett tronó y Edward se encogió. No pudo evitar el arrastre de su hermano una vez este le hubo cogido del brazo.

—¡Emmett, suéltalo! —chilló Bella mientras veía como el enorme Emmett movía con brutalidad a Edward, el cual parecía pasárselo bien, ya que tenía la cabeza inclinada hacia atrás y soltaba sonoras carcajadas.

Bella supo que no podía hacer nada cuando The Dark of the Matinée de Franz Ferdinand empezó a sonar. Incluso Jasper, que parecía muy ocupado con Alice, dejó lo que estaba haciendo y fue a reunirse con los otros dos chicos. Alice, Rosalie y Bella se miraron y soltaron una risita, la música de Franz Ferdinand era la banda sonora de la vida de Emmett y Jasper. Habían ido a tantos conciertos de ellos que ellas se aburrieron de acompañarlos. Incluso conocían a Alex Kapranos -el cantante- en persona y tenían varias fotografías con él.

Estaban en estado de convulsión, como si algo que se encontraba dentro de su cuerpo quisiera abrirse paso a través de la piel y salir. Incluso Edward, que no sentía la misma obsesión que ellos, se contagió del humor de los otros y empezó a bailar, aunque con más ritmo que sus amigos.

—¿Habéis visto eso? —dijo una voz femenina cercana a donde estaban las chicas—. Pues no os lo vais a creer, el rubito alto es psicólogo, ha venido a mi universidad a dar una conferencia.

—¡Estás de broma! —le contestaron otras voces.

Bella miró a Alice y supo por la expresión del rostro de su amiga, que también se había enterado.

—No, no… No se puede olvidar a alguien así tan fácilmente —volvió a decir la primera voz mientras reía.

—¡Son esas! —le susurró Alice a Bella, al mismo tiempo que señalaba a un grupo de chicas de veinte años, las cuales miraban lascivamente a Emmett, Jasper y Edward.

—Tía, es imposible que tenga una Licenciatura —comentó una de ellas, que tenía el pelo muy oscuro—. Es decir, ¿quién se encuentra a su profesor bailando de esa forma? Además, está demasiado bueno.

—De verdad María, todas las chicas de mi clase nos quedamos boquiabiertas cuando lo vimos en la tarima, explicando "no sequé del proceso cognitivo en la edad madura". Era imposible concentrarse teniéndolo delante —al terminar de hablar volvieron a reírse de forma estúpida y fue más de lo que Alice pudo aguantar.

Con paso decidido y sensual pasó por delante de ellas y se dirigió hasta su prometido.

—Está como una cabra —sonrió Rosalie cuando vio cómo su hermano era arrastrado hasta acabar contra una pared que para que las chicas no perdiesen detalle estaba a la vista, por Alice la cual lo tenía cogido por el jersey con fuerza.

—¿Crees que harán el amor ahí en medio si no los detenemos a tiempo? —bromeó Bella mientras cogía a Rose por el brazo para ir hasta donde estaban el resto de los chicos.

Rosalie dejó escapar su melodiosa risa, pero no comentó nada al respecto.

Find me and follow me through corridors, refectories and files… You must follow, leave this academic factory —Emmett cantaba con todas sus fuerzas y Edward apenas podía alcanzar su ritmo debido a que la risa lo sacudía al ver lo ridículo que estaba su hermano.

You'll find me in the matinee, the dark of the matinee… It's better in the matinee. The dark of the matinee —Bella y Rosalie estaban tan acostumbradas a la canción que podrían haberla cantado incluso al revés. No pudieron resistirse a unirse a la voz de Emmett, gritando con todas sus fuerzas—:... Is mine. Yes it's mine!

Edward centró toda su concentración en el cuerpo de Bella, en sus movimientos y sobre todo en su expresión facial. Tenía la sensación de que jamás se cansaría de mirarla, de ver cómo su desordenado y algo despeinado cabello revoloteaba alrededor de su rostro de la misma forma que si tuviese vida propia. Sus mejillas estaban sonrojadas por el calor y la excitación del momento y sus enormes ojos chocolate brillaban con intensidad.

No podía ser más feliz en ese instante, incluso estando hasta arriba de medicamentos que le producían un ligero sopor, o teniendo que soportar la música atronadora que le embotaba el cerebro, Bella era su mundo. Había dejado atrás los momentos de soledad para entrar en una nueva dimensión donde todo podía ser un poco más feliz. Como si todo lo que necesitase fuese amor.

—¿Quieres algo de beber? —le preguntó Bella, consiguiendo que saliera de su ensimismamiento.

—He tomado antibióticos, no puedo tomar nada de alcohol —le sonrió con dulzura—. Pero iré a por un refresco, tengo la garganta seca. ¿Te traigo algo a ti?

—¡Dile a Tanya que me prepare una de esas bebidas de colores tan fresquitas! —dijo ella, muy emocionada mientras palmoteaba.

—¿Tanya? —se extrañó Edward—. ¿Mi prima Tanya?

Bella parecía haber perdido la concentración en él ya que se había puesto a hablar con Alice, la cual había vuelto de sus minutos alocados con Jasper.

Sonriendo fue hasta la barra, esquivando a todas las mujeres que intentaban agarrarse a él. Qué difícil era ser el único no ebrio del lugar, pensaba Edward distraídamente. Tuvo suerte, ya que un hombre se acababa de ir, dejando un sitio libre en el mostrador. Se apoyó en él y movió la cabeza negativamente al ver cómo su prima ligaba con todo el que se le ponía delante. Estuvo unos minutos esperando a que esta llegase a él; cuando por fin estuvo delante, la rubia sonrió deslumbrantemente y se tiró encima de la barra para abrazarlo.

—¡Edward! —chilló—. ¿Qué haces aquí? ¡Bella dijo que no podías venir!

—Cambio de planes —rió él—. ¿Y tú? La última vez que te vi querías ser actriz, ¿qué haces trabajando de camarera?

Tanya puso los ojos en blanco.

—Es mi gran papel —bromeó.

—Pues lo haces muy bien —sonrió Edward—. ¿Qué tal si me pones una Coca-Cola y un… lo que sea que le has puesto antes a Bella?

La chica torció la boca en un gesto malévolo y se estiró para alcanzar las botellas que tenía sobre ella.

—Los "mejunjes Tanya" siempre te hacen repetir —dijo mientras mezclaba tres tipos diferentes de líquidos en un vaso—. Aunque eso ya lo sabes —añadió, guiñándole un ojo.

Edward soltó una carcajada.

—No me recuerdes que mi primera borrachera fue por culpa de mi prima pequeña, por favor.

—Fue todo un honor —comentó Tanya, llevándose una mano al corazón y simulando que con la otra se limpiaba unas lágrimas ficticias—. Vamos, seguro que jamás te has divertido tanto como cuando me fui a vivir contigo.

Edward abrió la boca para comentarle que aquella fue una etapa de su vida muy mejorable en muchos aspectos y que ella sólo la había complicado más, cuando alguien se le adelantó.

—¿Vosotros habéis vivido juntos? —inquirió Bella, que estaba detrás suya, boquiabierta.

—Una larga historia —rió Tanya mientras servía a los chicos que estaban al lado de Edward.

Bella miró interrogativa a este y él se limitó a encogerse de hombros.

—Yo que sé, se presentó en mi casa de Londres con una maleta y un montón de pájaros en la cabeza.

—¡Te he oído! —exclamó Tanya con el ceño fruncido, pero divertida—. Estaba harta de vivir con mis padres, y un día llamé a Alice y me dijo que el compañero de Edward se iba durante unos meses a hacer un curso a Escocia, o algo así. Entonces cogí cuatro cosas, me monté en el primer avión que pude y llamé al timbre. Deberías haber visto su cara.

Bella rió imaginándose a un Edward adolescente con el desconcierto surcándole el rostro, parado en la puerta.

—Fue inaguantable —murmuró este lo suficientemente bajo para que su prima no se enterase—. Se pasaba el día de fiesta o trayendo a gente desconocida a casa. Una vez, después de que le riñese por undécima vez se presentó con una tía que ni siquiera hablaba nuestro idioma y le dijo "sí, sí, él, entreténmelo un rato, que le hace falta" —imitó a la perfección la sedosa voz de Tanya y Bella soltó una carcajada. Edward se sacudió por un escalofrío ante el recuerdo—. Fue espantoso, no me he enfadado tanto en toda mi vida.

Edward cogió las bebidas y dejó el dinero en la barra. Peleó un rato con Tanya, la cual quería devolvérselo, pero al final consiguió tirarlo por detrás del mostrador. El billete bailó hasta quedar en el suelo, a los pies de esta y Edward aprovechó para coger a Bella, la cual sorbía con dedicación por la pajita de su bebida por la cintura y arrastrarla hasta donde estaban sus amigos.

Jasper cada vez estaba peor, o mejor, según se quiera ver. Su pelo rubio estaba ligeramente mojado y continuamente se lo tocaba para apartárselo del sofocado rostro. Como último recurso él y Emmett decidieron ponerse los jerséis a modo de turbante, pero Alice y Rosalie pensaron que no era necesario hacer tanto el ridículo por lo que inmediatamente se los quitaron de un manotazo.

—¿Por qué le habré dejado beber tanto? —se lamentaba Alice mirando a su novio. Lo irónico del asunto es que ella estaba igual o peor que él, enganchada a Rosalie y cantando como una demente.

Bella estaba muy pegada al cuerpo de Edward, tenía la absurda sensación de que si se separaba de él se iría y la dejaría atrás. Quizá debería dejar de beber, su salud mental no resistiría a varios ataques emocionales como ese.

Todos se movían al ritmo de una de Underdog, de Kasabian. Las chicas se balanceaban de derecha a izquierda con los ojos cerrados mientras que el trabajo de ellos consistía básicamente en no dejarlas caer. Cuando acabó y empezaron los primeros acordes de la siguiente, Alice pegó un salto de emoción.

—¡Nomelopuedocreer! —habló muy rápido, sacando a sus amigas del trance en el que se encontraban—. ¡Me encanta! ¿Cuántas veces la habremos gritado esta canción de The Automatic?

Edward agudizó el oído para entender bien la letra al ver que todos los que le rodeaban estaban pegando berridos.

What's that coming over the hill… Is it a monster? Is it a monster? —tanto Bella, como Jasper, Rosalie, Emmett y Alice se gritaban el estribillo a la cara y simulaban tocar guitarras eléctricas.

Jasper se emocionó de tal manera que acabó tirado en el suelo, de rodillas y los demás lo rodearon, vitoreándolo. Rosalie y Bella agitaban las largas melenas con violencia, destrozando por completo lo que en un inicio eran elaborados peinados, y Alice saltaba lo más alto que podía, agitando los brazos con frenesí. Edward simplemente reía a pleno pulmón por la imagen que tenía delante; posiblemente fuese uno de esos momentos que se recuerdan durante toda la vida. Pensó que con el paso del tiempo se lo contaría a su hijo, a Seth, y a los que tendría en un futuro. "Aquel día tu madre bailaba como una condenada, desgarrándose las cuerdas vocales al cantar "Is it a monster? Is it a monster?"… Estaba encantadora" No pudo evitar que una sonrisa apareciese por su rostro mientras contemplaba a la enloquecida Bella. Sus hijos. De ella y suyos. Sacudió la cabeza, no era el momento para pensar en eso.

Demasiado pronto para los enloquecidos, Monster terminó y antes de que pudiesen hacer ningún comentario, The Ting Tings inundaron el ambiente. Hubo gritos de mujeres y silbidos del personal masculino.

—¡Oh, mi canción! —exclamó Rosalie mientras elevaba los brazos y empezaba a mecerse de una forma arrebatadoramente sensual.

Bella y Alice rieron de los movimientos de su amiga pero fueron hasta donde estaba ella, separándose de sus parejas y empezaron a imitar su baile. Empezaron a chasquear los dedos entre risas sofocadas.

—Ni Beyoncé tías, ni Beyoncé… —gritaba Rosalie mientras movía las caderas y las demás se limitaron a echar hacia atrás la cabeza cuando la risa las sacudió de nuevo.

—Yo estaré extremadamente borracho —les comentó Jasper a Emmett y a Edward, que presenciaban el espectáculo con los ojos como platos—. Pero eso —las señaló— me está matando ahora mismo. Porque te tengo respeto Emm, y sé que no te agradaría que me tirase a tu hermana ahora mismo, en la inauguración de tu pub.

—Oh, se pueden mover mejor —rió atronadoramente Emmett—. Sé algunos de sus secretos, ya veréis —y tras su críptico comentario se alejó de ellos, perdiéndose entre la marea de personas.

Edward no podía articular palabra. Era consciente de la sensualidad de Bella, siempre lo había sido, o al menos eso había pensado hasta esa noche. El cómo se movía, sus torneadas piernas desnudas, la curva de sus hombros descubiertos y su marcada clavícula, estaban consiguiendo enloquecerlo. Por eso cuando Bella se volvió hacia a él y empezó a mover los labios mientras cantaba una parte de la canción tuvo que tragar y pensar en los niños del hospital para intentar relajarse.

Are you calling me darling? —murmuraba ella acercándose lentamente, sin parar de bailar de esa manera tan sensual y sonriéndole—. Are you calling me bird? Are you calling me darling? —llegó hasta él y le pasó sus brazos por el cuello, perdiendo sus dedos entre el bosque de cabello broncíneo.

—¿Te estás proponiendo acabar con mi cordura? —le susurró Edward, sin poder evitar torcer su sonrisa hacia la derecha. Bella seguía retorciéndose al son de la música, en su mundo.

—Quizá —le contestó al fin, mirándole fijamente a los ojos—. Creo que es lo justo, hace mucho tiempo que usted acabó con la mía, doctor Cullen.

Edward quiso decir muchas cosas, también besarla con locura, con locura y pasión. Agarrarla de la mano con fuerza y llevársela a la cama de su apartamento; o al coche, lo que estuviese más cerca. Sin embargo no tuvo tiempo si quiera de decidir sus actos cuando la voz de Emmett sonó por toda la discoteca.

—Esto es importante —decía desde el cubículo donde estaba Jacob—. Le dedico esta canción a mis chicas; ellas sabrán lo que hacer con ella. Adiós, gastad mucho. No a la guerra —le devolvió el micrófono a Jacob, el cual parecía muy concentrado, con unos enormes cascos sobre las orejas y mirando algo en el ordenador, y volvió hasta donde estaban sus amigos mientras Perfect Exceender de Mason, Princess Superstar empezaba a tronar.

—¡No! —gritó Bella, mientras una mueca horrorizada se plantaba en su rostro—. ¡No has sido capaz, Emmett!

El aludido se limitó a encogerse de hombros, sonriendo malévolamente. Jasper por el contrario se desternillaba de la risa. Edward observaba la escena sin comprenderlo.

—¡Bella, en formación! —exigió Alice. Bella miró a su chico como suplicando que la rescatase, pero Alice ya le había dado caza y la arrastraba hasta donde estaba Rosalie.

—¿Qué es lo que pasa exactamente? —quiso saber Edward, dirigiéndose a Jasper.

—Oh, es una canción que tiene historia —empezó a explicar—. Hace unos años la escucharon por primera vez, después de un examen, y desde entonces tienen la tradición de ponérsela siempre que acababan los parciales. Tienen hasta una coreografía montada, está súper bien, deberían ir a Factor X.

Edward giró la cabeza y volvió a centrar la mirada en las chicas. Vio como Alice y Rosalie bailaban sin ningún pudor, pero que Bella parecía controlarse ligeramente. Aquella escena le recordó a una de esas películas en las que en medio de la discoteca aparece un grupo de bailarines súper expertos y dejan a todos boquiabiertos con una demostración. De hecho la gente que había alrededor de ellas empezaban a mirarlas y a aplaudirles.

One, two, three, four —contaban a la vez que lo iban marcando con los dedos de una mano—. Let me hear you scream if you want some more like aahh —en este punto hacían una ondulación con el torso que arrancaba gritos de júbilo de los chicos presentes— Push it, Push it. Watch me work it, I'm perfect! —se señalaron a sí mismas y chocaron las caderas las unas con las otras.

Edward soltó una risita mucho más disimulada que la de Emmett, el cual estaba disfrutando del momento al máximo; incluso había sacado su teléfono móvil para hacer algunas fotografías.

El tema siguió y ellos se dedicaron a observarlas, al igual que casi la mitad de la discoteca. Posiblemente si no fuese por los litros de alcohol que tenía en la sangre, Bella se hubiese avergonzado hasta adquirir un tono escarlata alarmante.

Sin embargo parecía estar en su elemento, girando sobre sí, elevando los brazos y moviendo con sensualidad los hombros y las caderas a un ritmo perfecto, musical. Edward estaba deleitándose con la maravillosa vista que tenía, sintiéndose un poco abochornado por sus pensamientos pero dejándolos fluir libremente; era Bella, todo el mundo sabía cómo de fuerte era su atracción hacia ella, no tenía por qué fingir.

—¿Ha sido muy patético? —le preguntó ella tras acabar el número con una enorme sonrisa, aunque en sus ojos se veía un atisbo de vergüenza.

—Lo he encontrado muy excitante —murmuró Edward, y a Bella se le inundó el pecho de felicidad.

Franz Ferdinand volvieron a sonar, haciendo notar que el pub era de Emmett y que si hacía falta poner su último CD entero, se pondría sin ningún problema.

Bella cerró los ojos y se sumergió en la música. Can´t stop feeling. Se pegó al cuerpo de Edward como si fuese su sombra, de espaldas a él, y dejó que el ritmo la sacudiera sin ser consciente de lo que estaba provocando en el chico.

Edward intentó relajarse, incluso puso sus manos en la cintura de Bella para alejarla unos milímetros, lo suficiente para que no lo rozase de esa forma, pero ella parecía encantada con la proximidad. Es más, la está disfrutando como nunca.

Con una pequeña sonrisa traviesa se dio la vuelta para tener acceso a él, a sus labios. No se lo pensó dos veces, los necesitaba junto a los suyos, al igual que necesitaba saborearlo. Pasó los brazos por su largo cuello, aprisionándolo contra ella para que no se escapase jamás. Y lo besó, lo besó con toda la pasión que pudo, retorciéndose por el placer y por el cosquilleo que sentía en la espalda, donde él tenía puestas sus manos.

—Te necesito —le susurró poniéndose de puntillas y rozando la nariz contra la piel de debajo del lóbulo de su oreja izquierda—. Aquí y ahora.

Edward se tensó al instante. No podía estar hablando en serio.

—Bella, no creo que sea una buena… —empezó a decir, aunque las palabras a penas le salían.

—Es la mejor idea que se me ha ocurrido hasta ahora, y eso que soy publicista, mi trabajo es tener ideas —rió ella al mismo tiempo que arqueaba las cejas sugerentemente.

Siguió intentando provocar a Edward con caricias y miradas sensuales durante unos minutos más, pero él seguía impasible en apariencia. Bella estaba pensando en su último recurso -llorar como una niña a la que no le dan su caramelo preferido- cuando Edward soltó un torturado suspiro, la cogió de la cintura y recorrió, empujándola con delicadeza, toda la sala en un tiempo récord, esquivando a los esquizofrénicos jóvenes que sacudían al son del tema que sonaba.

—¿Nos vamos a casa? —ronroneó Bella, esperanzada.

—Bella, ¿qué has bebido exactamente? —rió Edward, aprisionándola contra la pared hasta donde habían llegado—. Me darías un poco de miedo si no me hubieses distraído tan bien.

—A veces soy peligrosa, ¿verdad? —sonrió Bella con los ojos levemente desenfocados a causa del alcohol.

Edward fue consciente de que de no ser por la pared en la que estaba recostada se hubiera caído al suelo.

—Sí cariño, muy peligrosa —bromeó él sin poder dejar de besarla con devoción y pasión. Al notar como ella metía las manos por debajo de su camisa suspiró antes de añadir—: Extremadamente peligrosa.

Bella no se quedó satisfecha con aquella afirmación; probó suerte intentando acercarlo más a ella, eliminando todo espacio intermediario entre sus cuerpos. La espalda de Edward se arqueó y emitió un gemido sordo, proveniente de lo más profundo de su ser.

—Bella, esto es un sitio público… Está lleno de gente, compórtate —le pidió, con una voz casi inaudible.

—¿Ese es el problema? —preguntó Bella sin perder su sonrisa juguetona. Edward asintió, mirándola con temor—. Pues es un inconveniente muy pequeño —agarró con fuerza su camisa y lo arrastró hasta una puerta que se encontraba a unos metros de donde estaban.

Edward, ocupado en que Bella no se cayese debido al mareo que tenía no se fijó en cuáles eran sus intenciones.

—N-no irás a… —empezó a decir, quedándose estático cuando vio cómo su chica lo miraba y después posaba la vista en la puerta del cuarto de baño masculino.

Bella se encogió de hombros y cerrando con fuerza los ojos se dejó llevar. Abrazó a Edward mientras lo besaba de nuevo y comenzó a andar de espaldas, entrando así en aquella estancia que aunque estaba mucho más vacía que el cuarto de baño femenino, también tenía usuarios, los cuales miraron con malévola y divertida envidia a Edward. Este por su parte tenía una lucha interna que estaba a escasos segundos de acabar con su salud mental. Por una parte respetaba a Bella, y hacer aquello que estaba a punto de pasar le parecía una falta de respeto, aunque fuese ella la que de forma literal le estuviera arrastrando. Aún así, no era su primera vez juntos. Es más, convivían bajo el mismo techo; dudaba que Bella le fuera a echar en cara al día siguiente que se acostó con ella cuando estaba inconsciente, o en ese estado de Nirvana en el que parecía sumergida, con su eterna sonrisa y el brillo en los ojos.

Soltó un gemido lastimero para que entendiese que se sentía torturado, pero Bella se limitó a reír y a abrir uno de los compartimentos del cuarto de baños. Lo empujó con rudeza hacia el interior y cerró la puerta tras entrar ella. Se sentía la dueña del mundo, estaba segura de que esa noche podría con todo. Tendría que recordar salir a divertirse más a menudo, puesto que la sensación era indescriptible. Vio cómo la verde mirada de Edward pasaba de la incredulidad a la excitación y estuvo a punto de hacer un baile de la victoria. Sin duda, le había tocado la lotería: se había pasado todo el tiempo pensando que iba a estar sola y aburrida y sin embargo aquí estaba, encerrada en un pequeño e incómodo servicio con él. No pudo impedir soltar una carcajada.

—Te preguntaría que de qué te ríes, pero creo que esta madrugada no estás como para dar explicaciones —murmuró Edward, acortando el espacio que había entre ellos y frunciendo los labios para evitar un ataque de risa. Aquella situación lo sobrepasaba, posiblemente fuese la más inverosímil de toda su existencia. Pogo de Digitalism sonaba de fondo, consiguiendo marearlos. Era una canción perfecta para ese momento de locura y descontrol.

Bella se recostó en él mientras besaba con frenesí sus labios. No podía pensar en otra cosa que le apeteciese más que Edward; Edward y su olor tan característico y excitante. Entonces actuó. Se separó unos centímetros hasta que supuso que él la veía por completo y bajó su ropa interior, consiguiendo así que él abriese sus ojos como platos y se dejara llevar por sus hormonas. Ya no había personas delante por las que sentir respeto y comportarse decentemente. Con algo de brusquedad apretó a Bella y la puso contra la pared; pasó una mano por las piernas de la chica y la subió hasta que quedó en su cintura, bien sujeta.

—Qué guay es esto —murmuró una muy borracha Bella entre gemidos. Edward la observó y decidió guardarse las risas para después, ahora mismo no estaba como para pensar en tales tonterías.

Bella cogió impulso y colocó su otra pierna en la cintura del chico, quedando así él atrapado en una trampa mortal para su testosterona.

Apasionados fue un concepto que no se podía aplicar a los besos que surgieron entre ellos. No había palabra que recogiese en su definición la magnitud de las sensaciones que sentían. Bella pensaba que iba a salir ardiendo de un momento a otro si Edward no hacía nada.

—Quítate el maldito pantalón de una vez —le gimió al oído mientras lo apretaba más. Él dejó escapar un gemido y después soltó un brazo del agarre de Bella para empezar a buscar algo en su bolsillo trasero.

—Coge esto por favor —le pidió sin apenas voz, tendiéndole su cartera. Después bajó la mano para desabrochar con mucho trabajo el cinturón y dejar que sus pantalones cayesen libres, hacia el suelo—. Sácalo, está donde los billetes —murmuró, metiéndole prisa.

Bella, en su estado de caos mental, no sabía muy bien a lo que se refería. Le hizo caso y cuando vio dos preservativos dentro, una bombilla se encendió en su cerebro.

—¡No me lo puedo creer! ¡Aquí estáis! —suspiró, y se sintió feliz. Edward la miraba con una expresión apremiante y ella se dio cuenta—. Es que esta mañana estaba en tu…

—Cariño, me importa muchísimo cada cosa que haces, en serio. En otro momento me quedaría embobado con tu historia, pero ahora no —la cortó Edward. Después hizo peripecias para conseguir ponerse el preservativo sin apartarse un milímetro de ella. Bella estuvo a punto de aplaudirle, pero entonces recordó que debía centrarse. Juró para sí misma que jamás volvería a tener sexo estando borracha, era mejor cuando todos sus sentidos estaban concentrados.

De forma muy diferente a las otras dos veces, Edward se introdujo a ella. Había anhelo, deseo, pasión, locura. Demasiadas sensaciones para un cuerpo humano.

Bella no era consciente ni del ruido que estaba haciendo ni de los golpes que se pegaba con la pared que tenía tras ella. Estaba en su mundo feliz, de la mano de Edward. Vio como este perdía la cabeza en su cuello y elevó la vista al techo. Las sensaciones que le recorrían la parte baja de la barriga se unían al cosquilleo que le provocaba el roce del cabello de Edward y los besos y succiones de este en cada centímetro de piel que tenía a su alcance. Pensó que tanto placer debía estar prohibido, debería haber una parte mala en el asunto, nada es perfecto. Sin embargo así parecía serlo en ese preciso instante en el que sus almas y sus mentes estaban trabajando juntas para llegar al clímax y conquistarlo. Y demasiado pronto, esto ocurrió, consiguiendo que los dos exhalaran un largo, profundo y desgarrador gemido. Con besos sellaron lo que acababa de ocurrir, algo tan íntimo y excitante que había removido sus cimientos.

Edward depositó con cuidado a Bella en el suelo y apoyó su frente contra la de ella. Se sumergieron en un silencio, el típico silencio que gobierna el ambiente después de que suceda algo que no tiene explicación.

—¿Te molestaría mucho que me riese? —preguntó él mientras se mordía el labio inferior. Bella alejó la cabeza y lo observó, haciendo un enorme esfuerzo para enfocar la vista. Al cabo de escasos segundos estallaron en carcajadas, de las que no se pudieron librar hasta después de unos minutos.

—Es tan inveros… inversimil —murmuró Bella, con los ojos llorosos.

—Inverosímil querrás decir —la corrigió Edward entre risas—. Tienes que beber más a menudo. Y no me refiero sólo a lo que acaba de pasar, lo digo en general —matizó, pasándose el dorso de la mano por los ojos.

—Pues ya me siento mejor, ¿eh? Creo que el calor ha quemado el alcohol de mis venas —sonrió Bella mientras se ponía bien el vestido e intentaba disimular las evidencias de lo que acababa de pasar.

Edward torció su sonrisa mientras se abrochaba los pantalones. Después se pasó una mano por el cabello y suspiró.

—¿Y ahora cómo salimos de aquí? Tenemos que tener hasta público —murmuró echando una mirada nerviosa a la puerta, como si pudiese ver a través de ella.

—Menos mal que aún estoy lo suficientemente borracha como para no morirme de la vergüenza al hacer esto —comentó Bella con una risita, cogiendo una de las manos de Edward y saliendo a toda prisa del cuarto de baño.

Hubo miradas y risas sofocadas, pero nada que no se pudiese aguantar o que provocase más que un simple sonrojo.

—¡Prueba superada, campeón! —exclamó Bella cuando se mezclaron entre la marea de fiesteros, levantó la palma de la mano y Edward se la chocó mientras sacudía la cabeza y reía levemente.

—¿Dónde diablos habéis estado? —Alice, montada en la espalda de Jasper, iba hasta ellos—. Os hemos buscado. Esto es increíble Bella, ¡lo puedo ver todo!

—¡Estábamos estrenando el aseo! —gritó y dejó a todos boquiabiertos, Edward el que más. Bella jamás contaba algo personal, o al menos de ese calibre.

—¡Sí, claro! Invéntatelo cuando quieras, ¡si sois casi vírgenes los dos! —rió Alice, con la cabeza apoyada encima de la de su novio y palmoteando alegremente.

Bella sonrió, contenta consigo misma y miró a Edward como queriendo decir "sabía que no se lo iba a creer". Este se carcajeó y la atrajo hasta su cuerpo, para abrazarla con ternura. Depositó un beso en su frente y después la alejó levemente.

—Estoy muerto de sed —le comentó—. ¿Quieres algo?

—Sí, tráeme lo que quieras —contestó—. ¿Sabes? Creo que voy a ir a saludar a Jacob, que no lo he visto aún.

—Claro, ahora voy a buscarte —sonrió Edward, dejando a Bella patidifusa. Pensaba que se molestaría al decirle eso, ya que la primera impresión que tuvo cuando Edward vio a Jacob fue que este se había puesto celoso, pero parecía ser que no era así. Se encogió de hombros y dejando atrás a Alice y a Jasper fue hasta el cubículo del Dj, propinando codazos a todos aquellos que se acercaban demasiado.

Jacob estaba muy entretenido hablando con un par de chicas extranjeras, las cuales se reían tontamente de sus comentarios.

—¿Jake? —carraspeó Bella. El aludido alzó la cabeza y al verla una enorme sonrisa se expandió por toda la extensión de su cara. Las chicas sin embargo la miraron con desdén.

—¡Bella! —gritó—. Ven hasta aquí, que no puedo salir, el jefe me podría matar si me ve lejos de los ordenadores.

Bella fue hasta la puerta de entrada a la zona del Dj, donde se encontraba su amigo.

—Ahora hablamos, guapas —le dijo Jacob a las dos jóvenes en un español fluido que sorprendió a Bella.

Cuando Bella llegó hasta él lo abrazó con fuerza.

—¿Qué haces aquí, Jacob? —quiso saber.

Jacob soltó una carcajada.

—¿Crees que me perdería una fiesta como esta? ¡Qué poco me conoces! —después se puso algo más serio—. Necesitaba un trabajo con urgencia, las casas no se pagan solas, y me encontré con Emmett. Me estuvo comentando que tenía problemas con el Dj que había contratado y me ofrecí.

—Es genial que estés cerca de nuevo —sonrió Bella—. No me imaginaba que fueras tan bueno en esto de los repertorios musicales.

—Bella, yo era el alma de las fiestas en la Universidad —comentó él, dándole un leve empujón—. Es lo único que aprendí en esos años: cómo hacer disfrutar a la gente alcoholizada.

—Muy útil, sí —rió ella—. Y si de paso puedes ligar con un par de españolas mucho mejor, ¿no?

Jacob sonrió malévolamente y echó un vistazo a las chicas, que estaban unos metros más alejadas.

—Cuando la naturaleza llama, no hay nada que hacer, Bells.

—Payaso —bufó, aunque muy divertida—. Entonces, ¿vas a trabajar aquí para siempre?

—La verdad es que espero que mi futuro sea más esperanzador, no es el sueño de mi vida tener cincuenta años y trabajar en una discoteca…

Siguieron compartiendo comentarios sin importancia, como los dos buenos amigos que eran. No necesitaban verse cada día para que la amistad entre ellos siguiese encendida; eso era lo bueno de Jacob, pensaba Bella.

—Eh, el "doctor macizo" viene hacia aquí —dijo de pronto—. Y está muy sonriente, ¿qué le has hecho? Mejor no me lo digas…

Bella se giró para observar a Edward en todo su esplendor, con bebidas en la mano, sonrisa en boca y el pelo más alborotado de costumbre.

—Hola Jacob —saludó, tan cortés como siempre—. Te he traído una Coca-Cola. Pensé en algo de alcohol pero por ahí dicen que no es bueno beber si estás trabajando.

Jacob se rió con todas sus ganas mientras cogía el vaso que Edward le estaba tendiendo.

—Pues llegas un poco tarde —comentó, sin remordimiento alguno—. Hola tío, es muy amable por tu parte.

Edward le devolvió la sonrisa y después le pasó otro vaso a Bella.

—Tampoco lleva alcohol, creo que tu organismo ya ha tenido suficiente para un mes.

Bella intentó refunfuñar, pero no sirvió para nada. Se despidieron de Jacob y fueron a reunirse de nuevo con los demás, impacientes por ver qué estarían haciendo esta vez Emmett y Jasper. Encontraron a este último hablando con el grupo de jovencitas de los comentarios que las chicas habían escuchado antes. Edward miró alrededor, buscando a Alice, extrañado de que le hubiese dado aire a Jasper.

—¡Eh, Edward! —gritó este de pronto—. Mira que pasada, estas tías son algo así como alumnas mías.

—Una autentica pasada Jasper —sonrió Edward.

—Mira, que os voy a presentar —siguió diciendo él—. Esta es Isabella, ¿habéis visto que formal? I-s-a-b-e-l-l-a. Pero no es de Italia, de hecho jamás ha estado en Italia.

—No, no he estado —rió Bella—. Pero quizás sea una buena idea ir, Jazz.

—He visto que los vuelos están súper baratos —comentó una de las chicas, que también estaba muy bebida.

—¡Maravilloso! ¡Maravilloso! —Jasper empezó a aplaudir—. ¿Cuándo vamos? ¿Te apuntas Edward? Podemos ir al Coliseo. C-o-l-i-s-e-o.

—Sí Jasper, sé cómo se pronuncia —Edward miraba divertido a su amigo—. ¿Dónde está Alice?

Jasper giró la cabeza violentamente, buscando en todas las direcciones.

—Oh, Alice —frunció el ceño levemente—. Creo que la he perdido… Es tan pequeña.

Bella tuvo un repentino ataque de risa; se agarró con fuerza la barriga mientras se sacudía con violencia.

—¿Quién es Alice? —quiso saber una de las chicas.

Jasper alzó el mentón, orgulloso.

—Mi prometida —y dicho esto sacó su cartera y empezó a enseñarle fotografías de Alice a las jóvenes, las cuales suspiraban extasiadas al ver el amor que destilaba este.

—Jasper, venga, vamos a buscar a Alice y a Emmett —Edward quería quitarse a todas las colegialas de encima lo antes posible. No quería un numerito de su hermana.

Jasper se despidió efusivamente de ellas y después pasó los brazos por los hombros de Bella y de Edward.

—Algún día vosotros os casaréis también —comentó—. Entonces seremos tres parejas de casados muy aburridas, pero nos tendremos los unos a los otros.

Bella se mordió el labio, algo incómoda, y prefirió no mirar a Edward. Este por su parte le dio una media sonrisa a Jasper y se torturó mentalmente pensando que Bella jamás consideraría el hecho de querer pasar su vida con él. Sacudió la cabeza, esa noche era para disfrutar, no iba a ponerse triste.

Emmett estaba en el centro de la pista, pegando empujones a todo el mundo y recibiendo las miradas divertidas de Alice y Rosalie. Bella pensó que ya que era su propio local, debería cuidar a sus clientes, no darles codazos. Sin embargo, las personas de su alrededor estaban encantadas con él y le seguían el juego.

La noche pasó en relativa calma. Edward se emocionó cuando pusieron a The Strokes, uno de sus grupos favoritos. Estuvo coreando Last Nite con Jasper hasta que se quedó sin voz, al mismo tiempo que la bailaba con Bella, ya que no quería separarse ni un centímetro de ella. Angela, Ben y algunos compañeros más del trabajo de esta se unieron a ellos, eran chicos muy alegres y divertidos; congeniaron al instante con los demás.

Al rato Emmett tuvo que ir al almacén porque, contra todo pronóstico, algunas de las bebidas más populares empezaban a escasear. Pidió ayuda a Edward y a Jasper y juntos se alejaron del grupo, prometiendo volver lo más pronto posible.

Alice estaba en plena demostración de una nueva forma de bailar donde se unían saltos, palmadas, patadas en el aire y movimientos extraños de cuello, cuando Bella se vio envuelta por unos cálidos brazos. Sonrió, contenta con que Edward hubiese tardado tan poco tiempo y se dio la vuelta para besarlo como una zombi, con los ojos cerrados, intentando captar ese aroma que tanto le gustaba.

Sin embargo no hubo sabor a miel, ni a lilas, ni a ninguno de esos maravillosos dejes de esencias cautivantes que poseían los labios de Edward. En su lugar había ron, vodka y algo de tabaco. Bella se apartó, asustada y mareada, consiguiendo así encontrarse con Mike, que la agarraba ferozmente y sonreía con suficiencia.

—¿Ves? Al final vuelves a mí —le susurró. Bella luchó por soltarse de su agarre.

—¡Mike, joder, suéltame ahora mismo! —exclamó, muy histérica—. ¡¿Quién te da derecho a cogerme así?!

—Vamos Bella, sé que te ha gustado el beso —murmuró, acercándose de nuevo peligrosamente a sus labios.

Bella gimió e hizo más fuerza para conseguir separarse de él.

—¡Ni se te ocurra, Mike Newton! ¡¡¿Quieres soltarme de una puta vez?!!

—Sólo quiero hablar contigo, no te pongas difícil —pidió él—. Bella, no puedo seguir adelante sin ti.

Lo miró y sintió náuseas.

—Lo nuestro no iba a ninguna parte Mike. Y por favor, suéltame de una vez, no hagas que me arrepienta hasta de saber tu nombre…

—Por favor Bella… —musitó al mismo tiempo que se inclinaba para besarla. Justo en ese momento Bella pudo mirar por detrás de él, y vio como Edward, estático, observaba la escena. Fue consciente de cómo pasaba el pánico, el dolor, la furia y el odio por los ojos del chico, un sentimiento tras otro, sin dejar que ninguno se aclarase o triunfase sobre los otros. Estaba convencida de que desde su posición, se podía malinterpretar la escena que estaba pasando. También sabía que se iba a ir, que daría media vuelta y la dejaría allí, abandonada a su suerte con el estúpido que una vez fue su pareja.

Forcejeó con más fuerza, sin apartar los ojos de la torturada expresión facial del hombre que más significaba para ella en el mundo. Entonces todo cambió, las piezas parecieron encajar en el mundo cognitivo de Edward, puesto que sacudió la cabeza y caminó hasta a ellos con paso decidido.

—Gracias, gracias, gracias, gracias… —murmuró Bella mirándolo fijamente, y supo que le había leído los labios puesto que una sonrisa, algo torturada y triste, surgió en su rostro.

—¿Qué dices? —preguntó Mike, confundido. Estaba hablándole, y se acababa de dar cuenta de la poca atención que ella le había prestado.

—¿Serías tan amable de quitarle las manos de encima? —la elegante y amenazadora voz de Edward se alzó por encima de la música. Mike se giró y sus ojos se abrieron como platos, pero después volvió a recuperar la calma; aflojó el agarre y Bella aprovechó para soltarse de un tirón y refugiarse entre los brazos de Edward.

—Hombre, justo el que faltaba —sonrió Mike, cruzándose de brazos—. A ti tenía yo ganas de verte…

—Déjame decirte que no es un sentimiento compartido —dijo Edward, impasible.

Mike soltó una risotada que le puso a Bella los nervios de punta.

—Vamos Edward, sabes que Bella no te pertenece —escupió sus palabras como si estuviesen envenenadas—. Devuélvela al sitio donde debe estar.

—Tienes razón, Bella no me pertenece —explicó, con su sonrisa serena—. Ni a mí, ni a nadie. No es un objeto, es una persona que puede decidir por sí misma lo que quiere. Y mientras me quiera a mí, estará a mi lado —bajó el volumen para añadir—: Y por favor, ¿serías tan amable de guárdate tus estúpidos comentarios? A nadie le interesa lo que quieras o tengas que decir.

Edward, que había acabado su discurso, se volvió para abrazar con ternura a Bella. Sin embargo Mike no estaba de acuerdo con ese final, por lo que sin pensarlo dos veces se abalanzó hacia él y le pegó un fuerte y contundente puñetazo, que hizo que el chico se tambalease.

—¡Edward! —chilló asustada Bella. Vio como la nariz y del labio superior de este empezaba a sangrar, mezclándose los fluidos y confundiendo del acerca de su procedencia.

Alrededor de ellos se había formado un círculo de personas, que miraban interesadas la acción. Antes de que Edward pudiese reaccionar o Mike escapar, Emmett, con sus intimidantes músculos había hecho presencia, cogiendo al segundo por el cuello y gritándole insultos. Bella sabía que no podía pegarle dentro de su propio local, no era una buena imagen. Sin embargo un escalofrío la sacudió cuando pensó en lo que le estaría haciendo en la calle; nadie se metía con la familia de Emmett y salía ileso para contarlo.

—Edward mírame, ¿cómo estás? —Bella sollozaba mientras agarraba con fuerza la cara del chico. Este sonrió débilmente.

—Bueno, ahora cuando me suene la nariz por el resfriado me va a doler un poco más… Pero por lo demás, sobreviviré —dijo con un hilo de voz, mientras se limpiaba la sangre con un pañuelo que había sacado del bolsillo de su pantalón.

El llanto de Bella se intensificó.

—¿Es que no puedes dejar de bromear ni por un segundo? —le reprendió, pero no pudo evitar abrazarlo con toda la fuerza que pudo.

Después de ayudarle a limpiarse la mayor parte de la sangre salieron al exterior; la noche se había acabado ya para ellos.

Vieron que Emmett volvía de un callejón y escupía con odio en la acera a la vez que se crujía los nudillos. Cuando los vio se acercó inmediatamente.

—¿Estás bien, Edward? —Bella jamás lo había visto tan serio.

—Estoy Emmett, estoy —sonrió Edward—. Pero me voy a ir para casa, ¿no te importa, no?

—Por supuesto que no. Siento lo que ha pasado, de verdad… Ese capullo no volverá a pisar mi pub jamás. En realidad, dudo que quiera pisar el suelo por una temporada —soltó una carcajada y dándoles un apretón en el brazo a ambos, entró de nuevo en el local.

Bella se situó bajo Edward, poniéndole a este el brazo derecho por encima de sus hombros.

—Esto es innecesario —dijo él.

—Pareces mareado, nada es innecesario —susurró ella.

Juntos caminaron por las calles neoyorquinas, en busca del Volvo de Edward. Bella insistió en conducir, aunque hubiese bebido. Según ella había más posibilidades de que él provocase un accidente en ese momento.

Con calma llegaron hasta el apartamento de él, sin hablar demasiado. En menos de diez minutos estuvieron con el pijama puesto y las caras limpias de sangre o maquillaje, y lo más importante, juntos dentro de aquella cálida cama que parecía ser una testigo potencial de todas aquellas cosas inverosímiles, maravillosas o sorprendentes que les ocurrían a menudo.

7 comentarios:

beeh dijo...

ooohhh me encantoo!!!eso es kedarse korto ajjaja,,komo me ubiera justao ver a edward pergarle e mike jajaja me encantaria peo emmet nu le dejoo un beso!!!

diana dijo...

hay me encantoooooooooooooooooooooooooo esa escena de sexo en el baño me mato jaajajajja quiero massssssss

Anónimo dijo...

q weno es edward

Quinuy dijo...

me fascino el capítulo!!! jejeje... hubo de toooooodo!!!!... otro...otro...otro...otro!!! jajaja

dany dijo...

hay adoro totalmente esta historia porfavor publica pronto...!!!!!

grax

adrix dijo...

dios la fantasia de muchas chikas es hacerlo en el baño y bueno con edward se vuelve aun mas apetecible jejeje
besos claire saludos de tu super fan
*+adrix**

adrix dijo...

y uyy k feo besar a un borracho wacala pero lo k si me gusto fue k edward se porto como un caballero y no se rebao a ensusiaarse las manos con ese intento de ser humano jajaja