"¡Te amo, marido!"
"¡Te amo, mujer!"
"Creo que ahora sería un momento excelente para enseñarme cuanto me amas, Sr. Cullen," dijo Bella, rodeándome el cuello con los brazos.
"No podría estar más de acuerdo, Sra. Cullen," contesté. La rodeé con mis brazos y me incliné para besarla.
Empezó con ternura y cariño, pero Bella agarró mi camiseta y me pegó más a ella, profundizando el beso. Sonreí contra sus labios y la sentí hacer lo mismo.
"Edward."
Esa única palabra hizo que cada centímetro de mi piel chispeara, ahogándome en mi deseo de tener cada centímetro de la diosa que tenía entre mis brazos. Y dudaba que ella supiera cuando me afectaba.
Moví los labios por su mandíbula, por su cuello y hasta su hombro desnudo. Le besé el brazo y volví al cuello, consiguiendo pequeños gemidos de mi esposa. Chupé la piel de su cuello, sonriendo con malicia. Ahora era mi mujer… chupé con más fuerza y jadeó. Sabía lo que estaba haciendo, pero no me detuvo. Me excitó todavía más.
"Edward," dijo, riéndose entre dientes.
Levanté la cabeza y me encontré perdido en sus profundos ojos marrones.
"Realmente no deberías haber echo eso," dijo, con voz baja y seductora.
De repente me empujó y caí en la cama, sorprendido por sus acciones. Se sentó a horcajadas sobre mi cintura, sonriendo malignamente. Bajó la cabeza y empezó a besarme el cuello, mientras me desabrochaba los botones de la camisa. Apartó la tela y me atacó el cuello con sus labios. Me hizo exactamente lo mismo que yo acababa de hacerle a ella, marcándome como suyo.
Soltó unas risitas contra mi cuello. "No creo que Emmett vaya a poder seguir fingiendo que todavía somos inocentes."
"No me importa," gruñí, girándonos para que estuviera debajo de mí.
"¿Me pones un anillo en el dedo y de repente superas el miedo por mi hermano?" dijo entre risitas.
Le di besitos por toda su suave y sedosa cara. "Te amo."
"Yo también te amo. Pero necesitas dejar de besarme y levantarte."
"¿Por qué?" gemí, intentando distraerla mordisqueándole la oreja.
"Edward." Dijo con decisión.
"Estoy escuchando," suspiré. Me moví y me apoyé en el costado.
"Gracias," dijo, dándome un rápido beso en la mejilla. "Necesito un momento. Ahora vuelvo. Mientras tanto, ¿por qué no me calientas la cama?"
Le sonreí, recorriéndole la clavícula con los dedos. "¿Por qué no me ayudas?"
"Lo haré, pero más tarde." Se levantó de un salto y fue al cuarto de baño, cerrando la puerta.
Gemí, pero me forcé a moverme. Me quité la chaqueta y la camisa, dejándolas en sus perchas. Me desabroché los pantalones y suspiré. Bella era tan jodidamente tentadora algunos días, pero no la querría de otra manera. Colgué también los pantalones, y volví a la cama.
La destapé y me tumbé bajo las mantas, dejando que su lado de la cama se calentase. Sacudí la cabeza, pensando en todas las noches frías en las que me había pedido que hiciese esto por ella… y todas las veces que había presionado sus pies fríos y pequeños contra mis piernas, haciéndome dar un salto.
Había luna menguante en el cielo, iluminando la habitación lo suficiente para que no hiciesen falta luces. Pensé en la primera vez que había llevado a Bella a ver la luna desde la colina cerca de nuestra casa. Como la luz se había reflejado sobre su pálida piel…
"Bel-la," gemí.
Su risa fue la única respuesta. "La paciencia es una virtud, Edward."
"Perdí mi virtud contigo hace tiempo, Bella," contesté.
Se rió de nuevo. ¡Oh, me encantaba ese sonido!
Miré fijamente la puerta del año, intentando que saliese y se uniese a mí. Y como si hubiese escuchado mi súplica silenciosa, ya no había luz asomando bajo la puerta de baño. Abrió la puerta y se quedó allí, apoyada contra la jamba. Solté un jadeo como si me acabasen de dar un golpe en el estómago.
Bella estaba vestida… vale, puede que vestida no fuera la palabra adecuada… Bella iba ligera de ropa con un picardías azul oscuro. Tenía tirantes diminutos sobre los hombros y apenas le llegaba a medio muslo. Llevaba el pelo suelto sobre un hombro. Tenía una sonrisa pícara en los labios mientras observaba mi reacción.
"¿Listo para perder esa virtud otra vez, Sr. Cullen?" preguntó. Se le movieron un poco los labios mientras intentaba no reírse.
Intenté hablar, pero el único sonido que me salió fue un profundo gemido.
Parecía satisfecha con eso mientras se me acercaba lentamente. Puso las manos en la cama, inclinándose mucho, haciéndome imposible que mirase a cualquier sitio menos a su pecho. Gateó por la cama y me dio un beso en los labios. Se apartó y se sentó ahí, sonriéndome con malicia.
"¿Te gusta tu regalo de bodas, Sr. Cullen?" susurró.
"¿Si me…? Oh, Bella," suspiré, cogiéndola entre mis brazos. "Eres… no tengo palabras."
"Es siempre tan asombroso dejarte sin palabras," se rió por lo bajo. Se separó un poco e hice un puchero. Se rió mientras me besaba rápidamente. "Aquí hace frío, Edward. Y después de todo me has calentado la cama.
Suspiré, pero le sonreí. Me moví y la dejé quedarse con el lado calentito de la cama. Me reí mientras se acurrucaba bajo las mantas y suspiraba con alegría.
Me pegué a ella, rodeándola con mis brazos. Empecé a besarle el cuello otra vez. "Creo que sé una manera de calentarte, Sra. Cullen."
"No pareces muy seguro de ti mismo," dijo entre risitas.
Le gruñí, haciendo que se riera otra vez. Sonreí, sorprendido por mi suerte. ¡Esta preciosa, cariñosa e increíble mujer era mi esposa!
Bella apoyó la mano en mi mejilla y me miró con deseo. "Te amo, Edward. Siento lo de antes. Yo… no sé por qué reaccioné tan mal. Pero… a veces, especialmente cuando todo va tan bien, me entra miedo."
"Lo sé," susurré, cogiéndole la mano y besándole la palma. "Hemos tenido muchas charlas sobre ti sintiéndote así."
"Es que… supongo que ya debería ser más fácil, no asustarme y no preocuparme por perderte. Pero sólo parece empeorar porque cuanto más te amo, menos puedo soportar la idea de no tenerte. Supongo que tenía más sentido dejarte a mi manera en vez de que tú me dejases de alguna otra."
"Una vez más, tan increíbles como son tus poderes de observación, se te ha escapado algo muy importante."
"¿El qué?" preguntó, con confusión y curiosidad evidentes en esos profundos ojos marrones suyos.
"Nunca te dejaré. Soy demasiado egoísta y eres demasiado vital para mi existencia." Levanté su mano y le besé el anillo. "Puede que ahora que eres mi mujer, te será más fácil creer eso."
"Sólo puedo prometer intentarlo," dijo, sonriendo.
"Y yo prometo seguir recordándotelo, cariño."
Me incliné y la besé suavemente y con cariño en sus preciosos labios. Se movió en mis brazos, presionando sus caderas contra las mías. Gemí cuando mi excitación por ella volvió con fuerza. Profundicé el beso, suplicándole que abriese la boca para mí. Separó los labios mientras movía sus manos hasta mi pelo, apretando más mi cara contra la suya. Nuestras lenguas se encontraron, mientras los dos intentábamos controlar el beso. Cedí y tomó el control inmediatamente, empujando mi lengua dentro de mi boca. Gemí por el extremo placer que esta mujer, mi esposa, me estaba dando.
Me aparté porque necesitaba respirar, y estoy seguro de que ella también. Le besé el cuello, lamiendo el chupetón que le había dejado antes. Gimió con fuerza y se presionó contra mí otra vez. Bajé la mano y le quité el picardías bruscamente. Ahora estaba completamente desnuda. La luz de la luna que se reflejaba sobre su piel la hacía resplandecer. Mis ojos recorrieron su cuerpo de arriba abajo. Me estaba observando atentamente, como hacía siempre. Todavía no entendía lo guapísima que era.
Presioné mis labios contra los suyos, deslizando mi lengua en su boca, como anticipo de lo que estaba por venir. Recorrí su sedosa piel con las manos, queriendo memorizar cada curva de su suntuoso cuerpo. Era todo lo que podría haber soñado si hubiera sabido lo que quería. Era mi media naranja y siempre estaría incompleto sin ella.
"Edward," dijo, entre un suspiro y un gemido.
"¿Sí, cariño?" le susurré al oído. Se estremeció cuando mi respiración llegó a su cara.
"Te amo."
"Lo sé. Yo también te amo."
Me cogió la cara entre sus manos, sujetándomela para que la mirase. "Bueno, enséñamelo ya."
Dejé de respirar por un segundo, intentando conciliar a mis ojos y mi cerebro. El amor y la lujuria en sus ojos eran suyos, no los míos reflejados por esos pozos marrones. Entre los dos conseguimos quitar la única prenda que quedaba entre nosotros.
Nuestros labios se encontraron al mismo tiempo que la penetraba. Sus uñas se hundieron en mi espalda justo para que doliera, pero no suficiente para atravesar la piel. Pensé en parar para preguntarle si estaba bien, pero su gemido de placer alivió mis preocupaciones. Siguió todos mis movimientos, compartiendo mi deseo, pasión y urgencia. Me rodeó con las piernas, haciendo que alcanzase más profundidad. No iba a durar mucho más y sabía que ella tampoco. Me separé de sus labios, los dos jadeando y sudando de nuestros esfuerzos. Apoyé la cabeza contra un lado de su cuello mientras ella me recorría el pelo con las manos.
De repente, me agarró con más fuerza, casi arrancándome el pelo. Arqueó la espalda y gritó mi nombre. Su cuerpo contrayéndose alrededor del mío me hizo alcanzar mi clímax. Me desplomé, sujetándola fuertemente, negándome a dejarla moverse ni un centímetro.
"Wow," susurró. "Debes estar muy contento de que ahora sea tu mujer," dijo entre risitas.
Sonreí, sabiendo que estaba siendo tonta por enmascarar sus otras emociones. Le besé la oreja y le susurré. "Dime como te sientes de verdad, Isabella. No pasa nada. Sabes que lo entenderé.
"No sé por dónde empezar."
"Normalmente el principio es un buen sitio."
Soltó una risita, abrazando mi cuello con más fuerza. "Te amo."
"Yo también te amo, esposa."
"Estoy feliz. En realidad, estoy extasiada. Creo que si ahora mismo estuviese de pie, estaría botando como Alice. Me siento un poco culpable porque conseguí la boda que realmente quería, sabiendo lo decepcionados que estarán los demás por no haber estado con nosotros. ¿Y tú? ¿Cómo te sientes?"
"Satisfecho. Tengo lo único que quería en esta vida aquí en mis brazos, con mi anillo puesto, con mi último nombre. Y me ama más de lo que alguna vez mereceré."
La besé, parando argumentos que siempre tenía después de que le contase mis sentimientos por ella. Me moví hasta su cuello, una vez más sonriendo al ver la marca que había dejado. Bajé hasta sus brazos y hasta sus dedos. Su pecho y estómago vinieron después mientras sus jadeos y gemidos llenaban la silenciosa noche.
Tenía planes de continuar, pero me detuvo, llevando mi cara a la suya. Bella me besó con suavidad, sin apartar sus ojos de los míos.
"Te amo. Gracias por hacerme tu mujer," susurró.
"Te amo, Bella Cullen. Gracias por amarme lo suficiente para ser mi esposa."
Cada caricia y beso que siguieron fueron lentos y tiernos. No teníamos preocupaciones, ni responsabilidades… ni razón para apresurarnos. Sólo estábamos mi mujer y yo, compartiendo nuestro amor por el otro. Era perfecto.
3 comentarios:
este bonus es lo + jaja nunka pasé en que ería la primera en comentar besos pasen y sigan escribiendo...
pd: en libros escritos para chcas tube un pequeño problemita en entrar a ver le 3º y 4º cap.
saludos desde argentina
¡vamos x el bicentenario!
Lucy Cullen de Pattinson
hay dios mioooooooooooooooo!!! sisisisisisi q amorrrrrrrrrrrr sisiisi
Solo dos cosas: OOOOOOOOOOOOOHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHy besos, miles de besos.
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