viernes, 29 de enero de 2010

All You Need is Love


Buenas noches

Bella se levantó aturdida. Se sentía muy cansada, y los ojos le escocían, seguramente por haber llorado antes de dormir. Miró alrededor y se dio cuenta de que seguía en el cuarto de Edward, aunque se encontraba sola. Alterada, hundió su cara en una almohada y chilló con todas sus ganas. Se dio cuenta de que alguien la había tapado con las sábanas hasta el cuello, para que no quedase visible su cuerpo, y sonrió al darse cuenta lo caballero que podía ser Edward. Se estiró, sintiéndose enormemente feliz, y decidió levantarse y abrir las ventanas, ya que parecía que hacía un bonito día soleado. Cojeando, logró cumplir su misión, y cuando iba a volver a la cama, notó como la puerta de la habitación se abría, dejando al descubierto a un sonriente Edward, que traía una bandeja con el desayuno en las manos. Abrió la boca al ver el casi desnudo cuerpo de Bella y giró la cabeza rápidamente, con las mejillas sonrojadas. Dejó la bandeja a los pies de la cama y fue hasta su armario, de donde sacó una camiseta la cual entregó a Bella, sin mirarla.

—Gracias Edward… —murmuró esta, avergonzada mientras se la ponía rápidamente—. No hacía falta que te molestases, lo digo por el desayuno.

Edward sonrió, mirándola de nuevo.

—Me apetecía preparártelo, además, tu ya habías cocinado para nosotros, ahora me tocaba a mí. Y dime, ¿has dormido bien?

Bella asintió, mientras se sentaba en la cama, poniendo la espalda en la pared e indicándole a Edward que se sentase a su lado. El chico le hizo caso, y le puso la bandeja sobre las piernas. Había de todo, tostadas, fruta, cereales, zumo, huevos, chocolate caliente y café.

—No pretenderás que me coma todo esto, ¿verdad? —Bella no había visto nunca un desayuno tan abundante, y eso que se había criado con Emmett, que comía como dos personas juntas. Edward rió suavemente.

—La verdad es que esperaba que me dejases compartirlo contigo. Pero si prefieres estar un rato a solas lo entiendo —dijo encogiéndose de hombros.

—No digas tonterías anda, es genial que pasemos el tiempo juntos. Ahora me doy cuenta de lo que te he echado de menos —contestó Bella cariñosamente, mientras le acercaba la comida para que cogiese—. Y dime, ¿no has recibido golpes esta noche? Suelo ser una estupenda pateadora cuando duermo.

—No, todo ha estado en orden, no estoy magullado. Pero he de reconocer que es interesante dormir contigo —Bella levantó una ceja, mientras él soltaba risitas—. Bella, hablas cuando estás dormida, no sé si lo sabías.

La joven lo miró horrorizada, Claro que era consciente de que hablaba en sueños, se había metido en muchos problemas por ello. No se acordaba de haber soñado nada aquella noche, pero aún así, rezó porque no hubiese hecho algún comentario sobre él.

—Sí, lo sé. Es por lo que no tengo secretos con nadie ya que basta que la persona implicada me vea dormir para que se entere. Una vez Emmett le compró un collar precioso a Rosalie, como regalo de aniversario. Me pidió opinión y que no le dijese nada, era una sorpresa. Aquella noche dormí con Rose y Alice, y murmuré algo como “Emmett, creo que es perfecto, Rose se va a morir cuando lo vea.” Ellas me escucharon y se emocionaron pensando que le iba a entregar un anillo de compromiso. Sin embargo, Rose empezó a pensarlo y acabó convencida de que no se veía preparada, y no supo cómo afrontarlo, no quería estar a solas con Emmett para intentar evitarlo. Se lió una buena cuando todo quedó aclarado… Desde entonces, no suelen contarme nada, o si lo hacen, procuran que duerma en mi propia casa —Bella suspiró, mientras Edward se reía animadamente. Estaba tan guapo, con su pijama adherido a cada centímetro de su tonificada piel, el pelo desordenado y las mejillas coloreadas que perdió la noción de lo que estaba diciendo. A los segundos recobró el sentido, y sacudió la cabeza—. Dime que no conté nada comprometedor.

—Sólo dijiste que no necesitabas mas vestidos, parecía que tenías una conversación con Alice. Después murmuraste algo sobre que querías un poni azul, y que te ibas a caer si lo montabas —no sabía si debía comentar lo que había dicho sobre él, pero presentía que Bella se avergonzaría a un nivel demasiado alto. Sin embargo lo estaba mirando con ojos inquisidores, como si fuese consciente de que había más. Suspiró y eligió las mejores palabras—. Y por último, le dijiste a Rosalie que creías que yo era sexy y que olía bien. Pero no te avergüences por favor —añadió al ver como la chica bajaba la cabeza y se tapaba las manos con la cara rápidamente—. Mira, para que estemos en paz, te puedo decir también que me pareces sexy y que hueles bien.

Ella lo miró como si estuviese diciendo que se acababa de desatar la Tercera Guerra Mundial. “¿Ha dicho lo que creo que he oído? ¿Tanta pena le doy que se inventa esas cosas para que me sienta mejor?”

—Mira Edward, no hace falta que intentes subirme el ánimo, no lo necesito. Y siento mucho haber dicho esas cosas, no sé lo que debiste de pensar… —la cara de Bella no podía estar más roja, había hecho el ridículo de una forma estrepitosa. Seguramente se habría reído de ella cuando escuchó todo eso.

—Bella, no intento subirte el ánimo. Te lo he dicho de corazón, eres una mujer maravillosa, muy guapa y que huele bien, te lo aseguro —se rió, acariciando el cabello de la chica—. Y cuando dijiste esas cosas de mí, pues no sentí nada, estoy tan acostumbrado —bromeó, señalando con las manos su cuerpo y poniendo una cara seductora que resultó muy cómica. Bella rodó los ojos, y él se rió con más fuerza—. Era broma tonta, realmente, al principio me quedé de piedra porque no me lo esperaba, y después, simplemente no me creí que pensases eso de mí.

Bella le miró atentamente, buscando algún atisbo que le indicara que estaba mintiendo, pero no lo encontró. O decía la verdad, o era muy bueno en esto.

—Edward, ¿cómo que no te lo creíste? —no podía entenderlo, él era el hombre más guapo que había visto en toda su vida. Pensó en decírselo, pero posiblemente sonase un poco exagerado, aunque fuese la cruel realidad. Además, no soportaría la vergüenza—. Creo que no te has mirado en el espejo —fue lo único que pudo decir.

—Tengo la misma impresión acerca de ti —contestó, guiñándole un ojo.

De pronto, la puerta de la habitación volvió a abrirse dejando a la vista a un pequeño Seth en pijama, abrazando un peluche con una de sus pequeñas manitas y frotándose los ojos con la otra.

—Bella, ¿por qué estás en la cama de mi papi? —preguntó, acercándose. Edward alargó los brazos y él corrió hacia ellos, saltando encima de la cama. Bella no sabía que responder, por lo que miró a Edward, el cual estaba tranquilo.

—Seth, Bella ayer no podía dormir, como te pasa a ti a veces. Entonces pensé que lo mismo también le tranquilizaría si se acostaba aquí y así fue, ha dormido toda la noche sin despertarse, como tú. ¡Quizás la cama tenga poderes y no lo sepamos! —explicó Edward, besando al pequeño. Este se rió, y se movió hasta quedar en medio de los dos—. Dime Seth, ¿tienes hambre? Hoy tienes permiso para desayunar en la cama con nosotros.

El niño sonrió entusiasmado y empezó a comer, sumido en sus pensamientos, como hacía constantemente.

Cuando terminaron recogieron e hicieron la cama. Bella quería ir a su casa a darse una ducha, además de que quería hablar con sus amigas acerca de lo ocurrido la noche anterior, por lo que se despidió, dando las gracias por todo.

Edward y Seth, que se habían levantado bromistas insistieron en acompañarla hasta su casa para que no le ocurriese nada por el camino, como si viviese a varias manzanas.

Nada más irse los dos, Bella se dirigió al cuarto de baño para darse su tan merecida ducha. Intentó poner en orden sus pensamientos debajo del caliente chorro de agua, pero fue inútil. Pensó que si su vida sentimental seguía tan complicada, tendría que pedir cita para su psicólogo favorito, Jasper. Por raro que pareciese, Bella iba a la consulta de este muy a menudo. Cada vez que tenía una preocupación iba y se desahogaba con él. Habían construido a lo largo de los años una relación muy sólida, más profunda de lo que los otros se podían imaginar. Sabía que si le contaba que estaba empezando a sentir cosas por Edward se lo callaría, y jamás comentaría nada, hasta que Bella decidiese hacerlo público. Se dio cuenta de que verdaderamente necesitaba hablar con alguien antes de que se volviese loca, por lo que le mandó un mensaje a Alice.

Alice, código rojo. Nos vemos en una hora en el sitio de siempre. Bella.

Después cambió el nombre de su amiga por el de Rosalie y se lo mandó a esta. Mientras elegía la ropa llamó al trabajo de Jasper, donde obviamente no había nadie, por lo que dejó un mensaje en el contestador.

—Kate, soy Bella Swan. Llamaba para que avisases al señor Hale de que esta semana iré a consulta, ya sabes, el lunes a la hora de siempre. Si hay algún problema, llámame.

Se vistió todo lo rápido que pudo y salió de su casa, dispuesta a coger un taxi. Por fortuna, había uno estacionado cerca de su edificio, por lo que no tardó en llegar al café donde había quedado con sus amigas, un lugar pintoresco, pero precioso. Dentro reinaba un ambiente íntimo sobrecogedor, siempre estaba oscuro, pero se podía ver sin problema gracias a las miles de lucecitas, parecidas a las de los árboles de navidad, dispuestas por todas las paredes y a las velas que había en las pequeñas mesitas de té. Se sentó en uno de los cómodos sillones que rodeaban a estas, y esperó a sus amigas, que no tardaron en llegar.

—Bella, ¿a qué viene tanta prisa? —preguntó Rosalie, a modo de saludo. Llevaba un atuendo deportivo y el bonito cabello recogido en una cola alta—. Tenía pensado ir al gimnasio y no me ha dado tiempo cambiarme- se excusó.

—Rose, estarías guapa hasta con ropa de mendigo, así que no te preocupes por venir en chándal —rió Alice—. Pero no cambiemos de tema, Bells ¿qué es lo que ha pasado?

Mientras esta buscaba palabras con las que relatarles a sus amigas los acontecimientos, una camarera se acercó a ellas para anotar sus pedidos.

—Tres capuccinos por favor —sonrió Bella, y cuando la chica se fue, inspiró y comenzó su historia—. Veréis, anoche le dije a Mike que necesitaba tiempo —las caras de Rose y Alice cambiaron inmediatamente de la intriga a la sorpresa, para acabar representando la confusión.

—Pero, ¿por qué? ¿Qué es lo que pasó? —quiso saber una muy perspicaz Alice.

Bella dudó, no sabía que era mejor, si contarles el motivo real por el que habían discutido, o solo ceñirse en datos más superficiales. Acabó dándose cuenta de que sus amigas acabarían descubriéndola, se darían cuenta de que había piezas que no encajaban y le exigirían la verdad. Muerta de vergüenza se dispuso a ser sincera.

—Todo pasó muy rápido. Me acompañó a casa, no sin antes tener un roce con Edward por una tontería, ahí me di cuenta que no le caía especialmente bien. Bueno, ahí no, fue en tu casa Rose, Edward me había dado un beso en la frente y Mike que estaba atrás pensó otra cosa, pero eso no tiene importancia ahora. Total, que entramos en casa y… ya sabéis, nos pusimos cariñosos —sus amigas asintieron, sin la menor idea de por dónde irían los tiros—. Pues cuando estábamos en el momento cumbre, yo… Joder, es complicado decir esto —murmuró mirando su taza de café—. Resulta que se me escapó el nombre de tu hermano mellizo, Alice.

Unos chillidos tremendamente agudos salieron de la garganta de esta y de la de Rosalie, estaba claro que no se esperaban para nada eso.

—¡¡BELLA!! ¡Eso es tremendamente fuerte! —Rosalie estaba intentando contener una carcajada, todo aquello le parecía demasiado inverosímil—. ¿Qué pasó después?

Bella relató su discusión, y por raro que pareciese ninguna de las dos la interrumpió, estaban ansiosas por conocer el resto de la historia.

—Vaaaya —murmuró Alice, con los ojos vidriosos, mirando las luces, absorta en sus pensamientos por unos segundos para acto seguido sonreír abiertamente—. Bells, eso sólo puede significar una cosa, ¡te gusta mucho mi hermano!

Rosalie soltó un bufido.

—Alice, ¿y a quién no le va a gustar? Pero esto va más allá, Bella nunca se ha sentido atraída de esa forma por nadie…

—Bueno, dejad de cavilar y ayudadme. Necesito saber qué va a pasar con mi vida a partir de ahora. ¿Qué hago? Mike trabaja conmigo y va a ser muy incómodo… Además, estoy pensando el pedirle perdón y volver con él —añadió susurrando. Sus amigas le pegaron respectivamente un pequeño coscorrón.

—¿¿Estás loca?? ¿¿Después de las incoherencias que dijo?? —gritaron a la vez.

Rosalie carraspeó y prosiguió hablando

—Bella, dime por lo que más quieras que no ves mejor partido a Mike que a Edward.

La aludida puso los ojos en blanco.

—Rose, ¡ya sé que son incomparables! Pero esa no es la cuestión, la cosa es que con Mike sé que puedo tener una relación, que quizás no será la más perfecta del mundo, pero está ahí, existe. Con Edward no tengo nada, sólo somos amigos, jamás querrá algo más que eso. No puedo ir por la vida junto a vosotras, que tenéis todo resuelto, con hombres maravillosos que os hacen sonreír a cada segundo, sin nadie a mi lado. No, no puedo, me afectaría demasiado. Sé que la cosa con Mike no va a ir más allá de lo que ya teníamos, porque sinceramente, no quiero compartir mi vida con él por el momento, pero al menos me quiere y me respeta —sentenció Bella, y vio como sus amigas la miraban apenadas.

—Cariño, nosotras simplemente hemos encontrado antes a ese alguien, es pura suerte. Eso no significa que a ti no te vaya a pasar. Quizás Rose y yo seamos de las pocas que se enamoran solo una vez, y que dura para toda la vida, pero no es lo corriente. La gente suele equivocarse en el amor, probar con cosas nuevas hasta que encuentran lo que buscan. Jamás estarás sola porque no lo permitiremos, como tampoco permitiremos que desaproveches la oportunidad de estar con Edward simplemente porque te da miedo el rechazo. Además, has de saber que mi hermano es demasiado caballeroso para eso, posiblemente se casaría contigo aunque él no quisiese, únicamente para ver que eres feliz —se rió Alice, bromeando—. Si hay alguien que jamás, repito, jamás te haría daño, sin duda es Edward Cullen.

El Doctor sexy —añadió Rose, mientras asentía con la cabeza—. De verdad, sé que no viene al caso, pero tiene que estar tremendo con toda la indumentaria. Ojalá tenga un hijo pronto, necesito un pediatra.

Las tres amigas se rieron, conocían demasiado bien a Rosalie como para extrañarse por ese tipo de comentario. Su amor y pasión por Emmett estaban a un límite jamás sobrepasado por algún humano que Bella conociese, pero eso no le impedía que disfrutase de lo que sus ojos le regalaban.

—Bella, no puedes volver con Mike, por favor —lloriqueó Alice—. Imagínate qué pasaría si acabaras con Edward, ¡seríamos todos familia! Cuñadas Bella, piénsalo.

—Alice, te veo todos los días, si tengo que considerar a alguien familia, dejando al lado a mis padres, sería a vosotros. No necesito casarme con tu hermano para eso —dijo, poniendo los ojos en blanco de nuevo.

—¡¡Bieeeeen!! ¡Rose, hemos conseguido que hable de boda! —chilló una demasiado emocionada Alice, mientras las otras reían.

—Sí, ¿por qué no hablar de boda? Mira, ayer me pidió compromiso —comentó Bella, haciéndose la nerviosa, mientras les enseñaba a sus amigas su mano izquierda, desnuda de cualquier anillo—. Es enorme, ¿verdad? Alice, espero que empieces a preparar la fiesta, ¡nos queda muy poco tiempo!

Rosalie reía, mientras Alice la miraba con cara de enfadada, según ella, no se podía bromear con esas cosas. Siguieron hablando animadamente, intentando convencer a Bella para que pasase página y conspirando acerca de la mejor forma con la que acercarse a Edward. Pasó el tiempo demasiado rápido, como siempre que estaban juntas. Alice insistió para que la acompañasen de tiendas, ya que según ella necesitaba renovar el contenido de su armario.

A Bella no solía gustarle ir de compras, pero aquella vez se lo pasó demasiado bien, tambaleándose de tienda en tienda, como si estuvie borracha. Incluso aceptó a comprarse un bonito vestido, para la inauguración del local de Emmett, que sería en unas semanas.

—Sólo espero que pueda andar sin muletas para entonces —suspiró, mientras mostraba a sus amigas como le quedaba aquella prenda.

—Siempre puedes pedirle una revisión a tu médico de confianza, ¿no? —sugirió Rosalie, y todas volvieron a reírse a carcajadas—. Bella, te queda precioso, sin duda es El Vestido.

También pasaron por tiendas de ropa infantil, llenando cientos de bolsas con regalos para Seth.

—Espero que le guste todo, realmente quiero hacerme amiga suya —comentó Alice, mientras caminaban hacia un puesto de perritos calientes, con las barrigas sonándoles. Comieron tranquilamente, sin hablar demasiado, las tres estaban tan cansadas que ni les importó sentarse en un banco que parecía sucio. Al acabar, se dirigieron dificultosamente a sus coches, que quedaron llenos de las pesadas compras.

Alice llevó a Bella hasta su casa, según ella era innecesario que cogiese un taxi pudiendo ella transportarla a donde quisiese.

—Además, ¡quiero ver a mi sobrinito! —sonrió, contenta. Ambas metieron las adquisiciones de Bella y los regalos para Seth en el ascensor, y subieron a la planta de esta. Después de colgar la ropa para que no se arrugase excesivamente, se encaminaron a la casa de Edward cargadas hasta arriba, realmente se habían pasado comprando cosas para el pequeño. Llamaron al timbre y esperaron pacientemente a que abriese alguien, pero como nada sucedía Alice llamó de nuevo, esta vez dándole varias veces.

—¡¡Un segundo, ahora mismo abro!! —gritó Edward desde dentro.

Eddie, soy yo, Alice, vengo cargada de cosas para tu hijo, así que ábreme rápido por favor —vociferó nerviosa su hermana, Bella la conocía bien y sabía que odiaba esperar. Supuso que él también había recordado esto, porque la puerta se abrió de pronto, mostrando a un Edward semidesnudo, con una toalla por la cintura y el cuerpo, y el pelo mojado. Bella abrió la boca, jamás había visto algo tan bello.

—Alice, no vuelvas a llamarme eso —le reprochó, mirando enojado a su hermana—. Estaba duchándome y Seth vino a decirme que estaban llamando. Le tengo prohibido que abra la puerta por lo que tuve qu… —se quedó callado cuando descubrió que Bella estaba allí, intentando pasar desapercibida mirando hacia las escaleras con la cara escarlata. Se dio cuenta de su desnudez y se sonrojó notablemente también, le daba igual que Alice le viese así, pero Bella era otra historia—... Ahora mismo vuelvo, voy a cambiarme. Pasad y poneros cómodas —murmuró, avergonzado y corrió hacia dentro, en dirección a su cuarto.

—Bien, esto empieza a ser emocionante —comentó Alice, con una sonrisa maliciosa—. Vamos Bells, necesito soltar todo esto.

Entraron en la bonita casa, y depositaron las bolsas en el suelo del salón.

—Seth, ¿estás por ahí? Soy tía Alice —gritó, mirando en todas direcciones—. Oh, vamos, ¡si hasta te he traído regalos! —al decir esto la cabecita del niño apareció por la puerta, con una mirada cauta y una pequeña sonrisa—. Vamos cariño, que ni Bella ni yo mordemos.

Al fin consiguieron que se acercara lentamente hasta ellas, sentándose en uno de los sofás. Alice corrió a su lado, desplomándose en el suelo con una encantadora sonrisa. Fue cogiendo una a una las bolsas, entregándoselas para que viese su contenido. Parecía entretenido y feliz, nadie le había regalado nunca nada, sólo Edward.

—¡Y ahora el turno de los regalos de Bella! —Alice le indicó que fuese hasta su amiga. Seth se levantó encantado, le gustaba mucho Bella y que le hubiese comprado cosas significaba mucho para él. La chica le sonrió y abrió sus brazos para abrazarlo, cosa que a él no le molestó.

—Como has visto, Alice es la encargada de comprar ropa, por lo que yo he tenido que buscar otra cosa que te guste. Espero haber acertado —le susurró al oído, haciéndole cosquillas. El pequeño cogió los paquetes que quedaban y empezó a abrirlos, ansioso. Se quedó con la boca abierta cuando vio que todo eran películas y cuentos, sus dos pasatiempos favoritos. Bella y Alice se sonrieron, satisfechas por su reacción, cuando justo en ese momento Seth empezó a llorar escandalosamente. Bella se horrorizó, y corrió a abrazarlo de nuevo—. Cariño, pensé que te gustaría, mañana mismo podemos ir a descambiarlo todo si quieres, pero no llores por favor, vas a ponerme triste —Seth la miró, con sus ojos surcados de lágrimas y el corazón encogido. Bella jamás se había sentido tan desgraciada, odiaba ver a aquella cosa tan diminuta llorar con tanto sentimiento—. Cuéntame que ocurre por favor —pidió, empezando a llorar ella también.

—Es sólo que… Que yo no me merezco nada de esto. Soy malo —susurró él, mirando al suelo. Bella le dirigió una rápida mirada a Alice, que estaba paralizada, sin saber qué hacer o decir. Suspiró y apretó a Seth contra su pecho.

—Seth, déjame que te diga una cosa, tanto como para mí, como para los demás, eres el niño más simpático y bueno que conocemos. ¿No te has dado cuenta de que cuando estas triste todos los que están a tu alrededor también se ponen así? Si fueses malo de verdad nos daría igual como te sintieses, pero no es el caso. Has visto como he llorado sólo porque tú lo hacías, o como tu tía Alice se ha quedado sin palabras cuando te has puesto así, ¡y ella jamás se calla! —poco a poco, estaba consiguiendo que se calmase, al menos ya no lloraba, se dedicaba a hipar—. Y tu padre, tu padre te ama Seth, sólo consigues que se sienta terriblemente mal cuando te sientes desgraciado. ¿Acaso a ti te gustaría que él llorase? —negó con la cabeza, y levantó la vista, dejando al descubierto sus preciosos ojos verdes, ahora enrojecidos—. Pues entonces, intenta ser un poquito feliz, nadie aquí quiere hacerte daño, jamás lo permitiríamos, ¿entiendes? Y créeme que cuando seas malo, es decir, cuando hagas una travesura propia de tu edad, nos encargaremos de castigarte, por ejemplo, yendo de compras con Alice, o teniendo que aguantar un día entero a Emmett. De verdad que no hay peores castigos que esos —añadió, rodando los ojos y consiguiendo que el niño se riera. Le secó las lágrimas y besó sus mejillas sonrojadas, depositándolo en el suelo—. Ahora elige una película y la pondremos, estoy segura de que a tu padre no le importará.

—Por supuesto que no —sonrió el aludido, entrando en la habitación ya vestido con unos simples pantalones vaqueros desgastados y un jersey rojo—. Veo que ya estáis malcriando al pobre, os ha faltado tiempo, ¿verdad?

Alice se levantó de donde estaba corriendo y fue a abrazar a su hermano y así evitar que se diese cuenta de que su hijo había estado llorando, no le apetecía volver a verlo triste.

—Hermanito, ¡no me cansaré de verte cada día nunca! —suspiró, agarrada al cuello de Edward, el cual reía animadamente.

—Ni yo mi pequeña Alice, te he echado demasiado de menos. ¿Qué tal si me acompañas a hacer palomitas mientras Bella y Seth eligen qué ver? —sugirió, agarrando a su hermana por la cintura, que asintió rápidamente, contenta de que su plan hubiese salido bien y de estar con su mellizo. Juntos se alejaron, dejando a los otros dos hablando animadamente de las películas. La tarde pasó deprisa, y Alice finalmente se despidió, alegando que había sido el sábado más perfecto de su vida, cosa a la que Bella no le echó mucho caso ya que decía lo mismo cada día.

—Bella, ¿quieres quedarte a cenar? —preguntó nervioso Edward, después de que Alice desapareciese por la puerta principal.

—Claro, me encantaría. Pero tengo una idea, ¿por qué no venís a mi casa? Hemos pasado la tarde aquí, me lo debéis —comentó guiñando un ojo. Era muy divertido tener como vecinos a Edward y a Seth, podía estar con ellos siempre que quisiese, sólo tenía que andar un pequeño pasillo y llamar al timbre. Pensó que era la mujer más afortunada del mundo, por tener a dos ángeles como esos a unos metros de ella.

Abrió la puerta de su casa y dejó que pasasen primero ellos, cosa que hizo rechistar a Edward, siempre tan galán. Este se enamoró inmediatamente de aquel lugar. “Es tan Bella…Nada ostentoso, simplemente cosas bonitas y sencillas.” Pensó distraídamente, viendo cada detalle decorativo. Bella les enseñó el resto de la casa, y se quedó boquiabierto al ver la fotografía en la que él salía con ella el día de la pintura al aire libre.

—No sabía de la existencia de esto —comentó divertido, señalándola con la cabeza. Seth se fijó en ella y rió, le hacía mucha gracia pensar que su padre en algún momento de su vida había sido un niño, como él.

—Me la envió Esme, me gusta teneros a todos cerca, en mi pasillo —Bella se sonrojó, y Edward se dio cuenta justo en ese momento que todo lo que le había dicho hasta ahora era cierto, que para ella él siempre había sido uno más, aunque estuviese lejos. Su corazón se le expandió, ocupando todo su pecho y haciéndolo enormemente feliz. Sonrió con todas sus ganas y siguió a la chica, que quería enseñarles su pequeño espacio de trabajo. Miró asombrado el equipamiento del lugar, aquello tenía que haberle salido por una fortuna, aunque claro está, su trabajo debía de estar muy bien pagado.

—Bella este sitio es fantástico. Me encantan todos estos anuncios antiguos, me sorprendió cuando Alice te trajo uno de París, no entendí porque te emocionantes tanto, pero ahora veo cuál es tu debilidad. Si lo hubiese sabido, te habría comprado uno en Londres —añadió, mirando alrededor de la habitación. Bella le dirigió una sonrisa, y los guió a la cocina, donde se puso manos a la obra en un abrir y cerrar de ojos.

—¿Qué os parece una lasaña? —sugirió, era una de sus especialidades y quería ganarse la admiración de ambos.

—La lasaña es perfecta —Edward se encaminó hasta donde estaba ella—. Déjame ayudarte, por favor.

Bella repartió el trabajo entre los tres, dejando las cosas más sencillas para Seth, que estaba muy emocionado por el hecho de que le dejaban participar en algo para mayores. Terminaron rápido, debido a que eran seis manos que trabajaban con destreza. Pusieron la mesa allí mismo, en la cocina, ya que era muy agradable estar en ella debido al calor que desprendía el horno. Era finales de Noviembre y en Nueva York hacía bastante frío.

—Bella, está buenísima. Cocinas genial, papá también sabe, pero casi nunca tiene tiempo —contó Seth, con sus pequeñas piernecitas colgando de la alta silla.

—No te preocupes cariño, aunque yo tampoco suelo tener mucho tiempo, me encanta cocinar, por lo que cada vez que lo haga te prometo que os traeré un poquito —sonrió Bella, que acababa de terminar su plato. Se levantó y buscó una mouse de limón que había hecho hace poco—. A ver si os gusta, es algo experimental, así que tened cuidado —rió al ver como aquellas preciosas caras la miraban, con la preocupación pintada en ellas—. ¡Es broma, es broma! Siempre me ha salido muy bien este postre, no creo que tengáis ningún problema al digerirlo.

Indecisos se miraron entre ellos, y hundieron la cuchara en su respectivo recipiente, preparados para degustarlo.

—Te has superado —suspiró Edward, cuando ya hubo ingerido una pequeña porción, relamiéndose los labios—. Acabas de ganar un punto Bella, uno muy importante.

Bella se rió, gracias a Emmett ya sabía que se podía ganar el corazón de un hombre cocinando. Pasaron el resto de la velada contando historias divertidas del pasado, haciendo que a Seth le costase cada vez menos soltar sus sonoras carcajadas, pero a las doce de la madrugada se le empezaron a cerrar los ojos, por lo que Edward lo cogió en brazos, dirigiéndole una mirada apenada a Bella.

—Creo que será mejor que volvamos a casa antes de que se duerma profundamente y sea imposible el ponerle el pijama —suspiró, realmente no deseaba marcharse, pero quería hacer las cosas bien.

—La próxima vez podéis venir con él directamente, eso facilitaría las cosas —rió Bella—. A menos que os dé vergüenza caminar desde vuestra casa a la mía con la ropa de dormir.

—Correremos el riesgo —sonrió Edward, andando hacia la puerta—. Buenas noches, Bella. Gracias por todo, ha sido una cena maravillosa —se acercó y le dio un leve beso en la mejilla, haciendo que tomase un delicioso color rosado.

—Buenas noches Edward, yo también me lo he pasado muy bien. Ten cuidado al cruzar la calle —susurró entre risitas, y se quedó mirando como el joven llegaba hasta su puerta y la cruzaba, despidiéndose con la mano. Lo imitó e ingresó en su vivienda, recostándose durante unos segundos en la puerta. Estaba feliz por haber compartido tanto tiempo con él, no sabía cómo había podido vivir toda su vida sin ese tipo de felicidad. Se fue cojeando hasta su habitación, se puso el pijama, que esta vez consistía en pantalones largos y una camiseta de mangas cortas con el emblema de la Universidad en la que había estudiado, la de Columbia, que le quedaba demasiado grande. Estaba acurrucada entre las suaves sábanas, echando de menos la presencia de Edward cuando de su móvil empezó a salir la canción que había asignado para los mensajes de texto recibidos. Alzó la mano para alcanzarlo y rió al leer el contenido.

Bella, te escribo para que sepas que hemos llegado ya a casa, hemos tardado poco, lo sé, pero es que el tráfico estaba tranquilo. Gracias de nuevo por la cena y por tu compañía. Que descanses. Intenta no hablar en sueños, guárdatelo todo para cuando vuelvas a dormir conmigo. Edward.

Nerviosa lo releyó varias veces, incapaz de entender que Edward le hubiese insinuado que quería volver a dormir con ella. Se removió en la cama, incapaz de conciliar el sueño, no después de aquello. Se sobresaltó cuando escuchó que sonaba el timbre. “¿Quién podrá ser? Oh Dios mío no, no... Que no sea Mike, por favor” Rezó, mientras corría hasta la puerta. Aspiró fuertemente antes de abrir, cogiendo fuerzas, y cuando finalmente decidió hacerlo, dio gracias al cielo, ya que no era Mike, sino de nuevo Edward. Estaba sonrojado, y llevaba su pijama puesto, que consistía en un pantalón de algodón negro, algo ancho, y una camiseta de mangas cortas gris, que se ceñía a su torso de Dios Griego.

—Edward, hace siglos que no sé nada de ti, ¿cómo te ha ido la vida desde entonces? —Bella intentó bromear y el chico le sonrió, feliz de que no pareciera molesta por ser tan pesado.

—Espero no cansarte, parece como si te acosara —rió de nuevo, nerviosamente—. Pero es que he caído en la cuenta de que aún tengo esto —alzó su mano, donde tenía las llaves de Mike—. Se me había olvidado dártelas y cuando las he visto, me dio miedo que pensaras que me las había quedado queriendo. De verdad que no las recordaba.

Bella lo miró, sonriente.

—Edward, no he pensado nada de eso, ¡ni siquiera me acordaba de ellas! —dijo, siendo totalmente sincera—. Creo que la mejor idea es que te las quedes, así si pierdo las mías sabré que al menos podré dormir en mi cama esa noche —Edward volvió a sonrojarse, Bella no recordaba haberlo visto tan tímido, aunque quizás tuviese del mismo tono que cuando se dio cuenta de que estaba medio desnudo delante de ella.

—¿No te importa que tenga las llaves de tu casa? —susurró, pasándose la mano por el cabello y haciendo que Bella sonriese.

—Para nada, es más, puedes utilizarlas cada vez que quieras. No hace falta ni que llames al timbre, siempre serás bienvenido —notó como los ojos de Edward empezaron a brillar, aunque no entendía muy bien el porqué.

—Gracias… —volvió a susurrar, no sabía por qué no hablaba en un tono más elevado, aquellos murmullos la estaban volviendo loca, lo hacían irremediablemente sexy. Vio como Edward se aproximaba a ella, acortando poco a poco la distancia que existía entre ambos. La tensión era palpable, y a Bella le temblaban las rodillas, tenía al mismísimo protagonista de sus sueños más inconfesables a escasos milímetros. Sus narices rozaron, y no se atrevieron a mirarse a los ojos, sabiendo que caerían en brazos del otro en cuestión de segundos si lo hacían. Pegó su cuerpo al de ella, dejándola con la espalda pegada a la puerta y notando tanto sus latidos frenéticos, como los de él, que iban a la misma velocidad. La mente de Bella trabajaba a un ritmo vertiginoso, no sabía que estaba ocurriendo entre ellos, pero el erotismo cada vez era mayor, y ni siquiera se habían besado, ni acariciado el uno al otro, ni nada. Jamás se había sentido así de confusa, no era posible que él despertase todo ese deseo en ella, era algo de locos, si unas semanas atrás le hubiesen dicho que todo esto sucedería, posiblemente se habría echado a reír. No supo cuanto tiempo estuvieron así, con el cuerpo de él pegado al suyo, sintiendo su masculinidad y escuchando el descompasado sonido de su respiración, que pasó a convertirse para ella en el sonido más maravilloso del mundo, después de su armónica risa y su aterciopelada voz. Demasiado pronto bajo su criterio, Edward retrocedió inseguro, parecía que no entendía ni sus propios actos, ni las consecuencias de estos en la salud psíquica de la chica.

—Buenas noches, Bella —dijo con una voz casi inaudible, y se dio la vuelta, dejando a esta perpleja. Necesitaba aclarar sus ideas y sentimientos, por lo que volvió de nuevo a su lecho, consciente de que esa noche dormiría poco. Y así fue.

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Chicas chicas disfruten el capi esta de lo mas Yeah!!! Dios...yo estaria igual que bella con un Edward al lado jajajaja XD....besos

8 comentarios:

Unknown dijo...

es GENIAAAALLLL!!!!! ME HA ENCANTADO este capítulo DE VERDAD pero es INHUMANO que nos dejéis así A MEDIAS!!!!!jaja increible de verdad espero impaciente el próximo!"!!
GraciAs♥

Sτɑ. Łʋиɑ ♥ -[♪]- dijo...

Malvadaaaa..!!
Como Me Dejas Asiii....!!!
Aii pero Q tiiernO..!!
Yo kiiero un Edward Asii..!:S
jijijiji....Escriiibe Pronto Nenaa!!
Eres SuPer.!

P.D. Cuando Publican de Life Littles Choises!?

Anónimo dijo...

Dios miooo!!! Necesitoo que seaa martess yaa!!!

No podriais cambiar las fechas de publicacion? Se me hace eterna la esperaaa!! =(
Para cuando LLC?
Muchos besos

Unknown dijo...

Enserio me encanto este capitulo
sii supieras como estoy
de emocionada!!!!
aiii yo quiero un EDWARD asiii donde se podra conseguir♥♥ jejej aora a esperar nooo!!!!
espero k sea martes ya jejej

gracias por todos los capitulos
enserioo....

Sweet Sky dijo...

Pues les cuento que hoy me sente a leer la histora - no podia ser que se publicara en el Blog y yo ni iiidea de ella - y reeesuulta que me ha encantadooo...

Y hablar del final.. ¡¡Dios Santo!! Buenisimo realmente... Muero por seguirla!!

diana dijo...

uuuuuuuuu nooooooooooooooo noooooooo
jajaja me nencanta falta oco para mmmmm

Lei dijo...

cada capi es mejor que el anterior!! ahhhhh!! me enamoré de este Edward!! quiero uno igualito ♥♥!!!

Anónimo dijo...

Haaaaaaaay k romantico ...........:)