jueves, 13 de mayo de 2010

MEETING YOU


No me pertenece ninguno de los nombres de los personajes, ni nada por el estilo. Lo único que he hecho ha sido jugar un poco con ellos y querer mucho a Edward.

*Vuelvo a repetir que aunque se haga referencia a Robert como actor y que Bella está encaprichada con él (como la mayoría de nosotras) aquí sólo se nombra, su persona no va a aparecer en ningún momento en esta historia, ya que está totalmente prohibido. Elijo a R. P. porque es la imagen mental de Edward que tienen la mayoría de las chicas. Repito: No aparece en la historia.

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. Una tarde humana.

Mis días pasaban tranquilos, sumidos en aquel letargo del que parecía no despertar. Lo que hubiese dado en esos momentos por un poco de aventura, diversión… Lo que fuera para sentirme menos muerta.

Sabía que mi familia notaba extraño mi comportamiento, pero nadie decía nada. Quizá Esme habría pedido que me dejasen un poco de espacio, quién sabe. Aún así todos conocían mi carácter sombrío y solitario. Era agradable con los demás, sí, pero el no tener compañero al igual que ellos me estaba consumiendo lentamente, desgarrándome y convirtiéndome en una persona arisca.

Habían pasado dos semanas desde el estreno de Remember me, o de lo que es lo mismo, desde que había decidido dejar de lado mis fijaciones adolescentes nada adecuadas para intentar vivir el día a día como antaño.

Alice había insistido en que me arreglase para ir a clase. No sé que necesidad tenía de hacer pasar a los pobres chicos un mal rato. Es decir, jamás me había sentido guapa en mi vida humana, pero la inmortalidad traía consigo algunos privilegios como un cutis y una figura envidiables.

Ahí iba yo, manejando mi Mercedes SL grisáceo y descapotable, regalo de parte de Jasper por el último aniversario de mi nacimiento. Ligeramente ostentoso, pero era mejor que el Porsche amarillo canario de Alice, o el BMW rojo sangre de Rosalie.

Las miradas de los conductores de los demás coches en los semáforos eran insoportables, ni en un siglo había conseguido que me agradara el hecho de que todos admirasen mi belleza, o el coche que conducía. ¿Es que nadie iba más allá? Por supuesto que no, ningún chico se acercaba demasiado. Todos parecían saber que era peligrosa, y gracias al cielo podía seguir mi camino sin conversaciones estúpidas. Quizás no fuese tan malo que miraran, me dije, mientras se mantuviesen apartados todo iría bien.

Llegué a Port Angeles en un nuevo tiempo record, e hice una nota mental para comentárselo a Emmett. Seguramente se enfadaría y cogería su Jeep para superarme, era así de infantil. Suspiré al notar la lujuria de los que estaban a mi alrededor, apoyados en sus respectivos automóviles y hablando entre ellos. La segregación producida por procesos hormonales deja un olor muy fuerte; seguramente si ellos mismos pudiesen llegar a atisbar el diez por ciento de cómo apestaban, se avergonzarían.

Me alisé el vestido de color azul eléctrico que Alice me había obligado a usar. Después, aprovechando que aún estaba en el coche, me subí discretamente las tupidas medias negras, que amenazaban con darme la tarde. Tras un suspiro prolongado, cogí mi bolso y salí del coche con decisión. Cerré dando un portazo, y me encaminé al interior del centro donde se impartía el curso de diseño gráfico.

Las nuevas tecnologías eran algo fascinante. Ayudada por mi desarrollado cerebro, era capaz de recordar las tardes de hace cincuenta años, cuando nos sentábamos a jugar a las cartas, a conversar o a leernos párrafos de libros que considerábamos interesantes. Ahora Alice y Rosalie se pasaban el día en el centro comercial o en el cine, Jasper jugaba a juegos por Internet durante horas, Emmett era capaz de permanecer días mirando el televisor con sumo interés y Esme no podía vivir sin su ordenador personal, donde diseñaba edificios y llevaba a cabo la decoración de interiores de algunas mansiones de la zona; los únicos que parecíamos no ir al ritmo de la innovación y el desarrollo éramos Carlisle y yo. Aún disfrutábamos de las tardes de lectura y nos gustaba pasar el tiempo libre conversando acerca de cualquier tema, por banal que fuese.

Con todos esos pensamientos y recuerdos revoloteando por mi mente, sonreí en un acto reflejo, y eso pareció hacerme más humana ya que los que me rodeaban parecieron relajarse, o al menos sus corazones dejaron de golpear tan frenéticamente como antes. Entré con paso decidido en el aula y ocupé el lugar de siempre, justo al lado de una ventana y al fondo. El viejo iMac estaba apagado, por lo que alargué el brazo para encenderlo y pasé mi mirada distraídamente por la clase, mientras el sistema se iniciaba. A mi lado se sentaba Angela Webber, con la que había compartido clase en el instituto de Forks. Angela no tenía dinero para pagarse una carrera universitaria de momento, por lo que se contentaba realizando algún que otro curso a la vez que trabajaba para reunir dinero. Era una buena chica, y me sentía muy aliviada al saber que su sangre, a pesar de oler de forma deliciosa, no me atraía tanto debido al hecho de que en el fondo le había cogido cariño.

—Hola Bella, ¿qué tal? —me saludó tan amablemente como siempre.

Angela no tenía un pelo de tonta, de eso estaba segura. Sabía a ciencia cierta que sospechaba algo acerca de mí, pero que al considerarme una buena persona, no seguía indagando.

—Hola Angela. Me va bien, aunque estoy algo aburrida… ¿Y a ti? —me hice la interesada para parecer la típica joven en una conversación con una amiga, pero Angela levantó la ceja, escéptica.

—Genial, hoy iré al cine con los chicos de la clase… ¿Quieres venir?

Siempre intentaba incluirme en los planes de su grupo, pero inteligentemente, los iba rechazando uno a uno. Sin embargo esta vez fue distinto, algo en mi interior me dijo que no estaría mal dar una vuelta. Conocía demasiado bien el olor de todos los que irían y sabía que no tenía que temer por mi autocontrol.

—¿Qué vais a ver?

—Oh, esa nueva que ha salido, Remember me se llama—comentó, con una risita—. Me ha costado mucho convencer a los chicos…

Sopesé mis opciones. Podía quedarme en casa y mirar al techo, o podría salir con la gente de clase y mirar a mi milagro personal, aunque me hubiera dicho a mí misma que me olvidaría de él y que no lo volvería a meter en mi día a día.

—Está bien, iré con vosotros —le contesté rápidamente, con una sonrisa deslumbrante.

—¿S-sí?... —parecía no dar crédito a lo que acababa de oír, pero después la expresión de su cara pasó a ser una alegre y me relajé—. ¡Por fin decides salir con nosotros! Es como si pensaras que te íbamos a morder —bromeó, y yo alcé las comisuras de mis labios para ser cortés, pero aquel comentario no me había hecho la más minima gracia.

El profesor entró y nuestra breve conversación llegó a su fin. No entendía muy bien por qué había aceptado a ir, pero no me arrepentía. Aprovechando que estaba conectada a Internet le mandé un email a Esme poniéndola al corriente de mis planes para que no se preocupara cuando viese que no llegaba. No es que necesitase protección o fuera a pasarme algo de lo que no me pudiera defender, pero Esme se comportaba al igual que lo haría una madre humana y sabía que era feliz con aquellos pequeños detalles.

Aquel hombre era algo mediocre en el campo que impartía, había aprendido muchísimo más por mi cuenta por las noches, navegando por la red y leyendo tutoriales de expertos en la materia. Sin embargo no podía desaparecer así como así, tenía que seguir guardando las apariencias y cometer errores de vez en cuando en los trabajos que tenía que entregar en clase.

Estaba entretenida, no prestaba atención a nada de lo que se estaba explicando ya que tenía mis propias cavilaciones internas. ¿Estaba aprovechando mi tiempo? Era inmortal, pero aún así me sentía como si estuviese desperdiciando millones de horas postrada en ese agujero del mundo llamado Forks. Debería coger un avión y perderme en la selva, vivir aventuras. O mejor, olvidar el transporte aéreo y cruzar el océano que me separaba de mi destino a nado. Tal vez podría ir a alguna ciudad importante en la que no hiciese mucho sol y empezar otra vida, probar suerte. Seattle, Londres, el Norte de España… Todo parecía maravilloso en mi mente, pero sabía que jamás daría un paso adelante y empezaría una vida alejada de mi familia; no era tan fuerte como para intentarlo. Suspiré y eché un vistazo al reloj de pulsera que llevaba puesto; quedaban horas para que aquél suplicio acabara y no me sentía con fuerzas para aguantar mucho más. Era toda una suerte que intimidase tanto al profesor, así nunca me pedía que participara. En ese momento estaba hablando acerca de la luz en la fotografía y de los números F, tema del que me lo sabía todo a la perfección.

Dirigí una mirada al exterior y comprobé que había empezado a llover. Me encantaba mirar cómo las pequeñas gotas parecidas al cristal caían para explotar al llegar al suelo. Podía diferenciar cada gota, calcular su diámetro y estimar cuánto tardarían en chocar contra el asfalto. También podía olerlas, era una mezcla entre ozono y naturaleza que me dejaba aturdida.

—Señorita Cullen, ¿sería t-tan amable de venir a corregir el ejercicio que les mandé del Final-Cut? —La voz del profesor me sorprendió, ¿realmente se estaba dirigiendo a mí?

—Por supuesto —contesté, utilizando todo mi encanto al pronunciar las palabras.

Sentí las miradas aturdidas del sexo masculino cuando me levanté con elegancia de la silla y caminé con decisión hasta el ordenador principal, el cual tenía un proyector enchufado para que los demás vieran lo que se hacía en él. Me concentré en el frufrú de mi vestido al ondear, evitando pensar en el latido frenético de los corazones que allí había.

Con una sonrisa amable dirigida hacia el docente, ocupé el asiento frente al ordenador y realicé la tarea siguiendo una ecuación mental cuyos factores eran el tiempo estándar que invertía una persona humana en hacer el proyecto que tenía entre manos y el tiempo que le llevaría a alguien que supiese algo del tema. Se podría decir que trabajaba con detalle todos mis movimientos, lo que menos necesitaba en ese momento era que alguien me descubriera.

—Excelente —murmuró al final el profesor, cuando di por finalizada mi actuación.

Volví a levantarme y fui hasta mi pupitre a paso digno, manteniendo la cabeza alta y evitando establecer contacto visual con los demás alumnos. Eran unos niños, me repetí mentalmente, no podía dejarme llevar, tenían mucha vida por delante.

Si algo había aprendido con mi eternidad, era que contar los segundos que quedaban para que algo finalizase no contribuía a que el proceso fuese más rápido. Sin embargo, no pude evitarlo, era como una pequeña manía. Una parte de mi cerebro llevaba la cuenta, mientras la otra trataba de prestar atención y evitar el mareo que me causaba la pantalla del ordenador. Era insoportable ser consciente de cada pequeño píxel que conformaban las imágenes, hacía muy difícil verlo todo como un conjunto. Sabía que con la práctica uno se acababa acostumbrando, me lo repetían constantemente Alice y Esme, pero la realidad era que tampoco quería habituarme.

—Eso ha sido todo por hoy, mañana trabajaremos con las capas en Photoshop —anunció el profesor, y solté un suspiro. ¿Por qué no hacían un programa educativo más eficaz? Estaba creando mentalmente uno por mí misma cuando Angela me tocó el hombro.

—¿Lista para irnos? —preguntó, con una ceja alzada, como si aún no se creyese que había aceptado a pasar tiempo con ellos.

Puse una de mis mejores sonrisas, de las que estaban dentro del repertorio "soy-una-persona-encantadora" y la duda pareció borrarse de su rostro.

—Sí, estoy lista.

Caminamos juntas en silencio y fuimos hasta el aparcamiento, donde ya se agolpaban un grupo de jóvenes en torno a uno de los coches.

—¡Eh, chicos! —llamó Angela—. Bella va a venir hoy con nosotros.

Si hubiese podido sonrojarme, lo habría hecho. Varios pares de ojos se posaron en mí y sus propietarios abrieron la boca desmesuradamente, en un gesto muy grosero. Reconocí a varias chicas como Jessica o Lauren, que estaban en módulos superiores de otras especialidades, y a otros chicos como Ben, el novio de Angela que había vuelto de la Universidad para pasar una semana con ella, Tyler, un tío del que apenas sabía nada, y el insufrible de Mike Newton. Mike siempre me miraba con lujuria, aunque afortunadamente no se atrevía a pedirme salir. Sin embargo, en ese momento sonreía como si le hubiese tocado la lotería; me callé un rugido proveniente de lo más profundo de mi ser, no quería asustarlos tan pronto.

—¿A qué cine vamos? —preguntó Ben, queriendo relajar el ambiente.

—Al del centro comercial del centro de Port Angeles —respondió Jessica, y después me dirigió una tímida sonrisa que agradecí y correspondí—. Tengo que ir con alguno de vosotros ya que me vine en autobús desde Forks…

—Puedes venir conmigo, si te apetece —me ofrecí, en un intento de parecer normal y agradable.

Pareció asustada, pero al momento su expresión facial cambió y titubeó durante unos instantes.

—Esto… Bueno, no quiero ser una molestia —farfulló, enrojeciendo.

—No eres ninguna molestia —puse una sonrisa amistosa y respiré levemente para asegurarme de que su sangre no me atraía hasta tal punto de ser insufrible—. Siento ser tan solitaria a veces, es mi forma de ser, pero te aseguro no me importa que vengas, al contrario.

Asintió y supe que la tenía en la palma de la mano. Según tenía entendido, Jessica era bastante cotilla y era de la clase de personas a las que les importan las apariencias, pero me daba igual. Jamás iba a ser "mi amiga del alma", sólo buscaba un pretexto para que los demás dejaran de temerme.

Me siguió hasta mi Mercedes y noté su admiración al mirarlo.

—Es precioso —murmuró mientras abría la puerta del copiloto y entraba.

—Fue un regalo de uno de mis hermanos —Sabía que dar algo de información personal hacía que los humanos se acercaran entre ellos y se sintiesen más seguros, así que no me importó demasiado dar ese pequeño dato sobre mi vida.

Jessica observaba el interior del coche con sumo interés, en un intento de captar algo que le aportase más detalles acerca de mi personalidad, pero sólo encontró un estuche para CDs.

—Puedes mirar y coger el que más te guste —le animé y ella pareció encantada.

Se pasó un minuto en silencio, pasando de CD en CD con el ceño fruncido.

—¿No tienes nada… moderno?

No pude evitar soltar una carcajada ante aquél comentario. Si supiera lo anticuada que estaba, seguramente saltaría por la ventanilla.

—Me gustan los clásicos —respondí, sin apartar la vista de la carretera. Normalmente cuando conducía solía mirar hacia otro lado, mis sentidos eran lo suficientemente agudos como para advertirme en caso de peligro inminente, pero con una humana junto a mí no pensaba que fuera muy recomendable hacer aquello.

Al final se decantó por un CD de los Beatles, ya que según lo que comentó, era el único grupo del que al menos se sabía una canción.

—Y dime, Bella… ¿Sales con alguien?

—No —respondí, de forma seca y contundente. No era el tema más agradable para mí en esos momentos, ya sabía que estaba condenada a vagar sola por el mundo, no hacía falta que una niña humana me lo recordara.

—Pues no lo entiendo —comentó—. Miles de chicos querrían estar contigo.

—Y otros miles no. Supongo que estaré en la zona de esos otros —reí, intentando bromear.

—Yo estoy empezando algo con Mike —contó, sin pudor alguno—. Me gusta, creo que podría tener futuro.

Iba a decirle que me parecía un tío asqueroso, pero pensé que eso posiblemente nos enemistaría.

—Genial, me alegro mucho por ti —terminé diciéndole, usando un tono de voz neutral.

Llegamos al centro comercial y aparqué de forma maestral, con una mano. Jessica se quedó impresionada.

—Eres una conductora increíble —me felicitó y yo moví una mano para quitarle importancia al asunto mientras cerraba la puerta con llave—. Oye… ¿No tienes frío?

Maldije internamente. ¿Cómo podía haber sido tan descuidada? Por supuesto que sabía la razón: no estaba acostumbrada a salir con humanos como para preocuparme tanto por guardar las apariencias constantemente.

—Sí, pero tengo el abrigo en el maletero —comenté mientras corría hacia este, tiritando y consiguiendo así convencerla de que realmente era normal.

Todos nos estaban esperando ya en la taquilla del cine, y sonreí al recordar que hacía unas semanas había estado aquí para ver por primera vez Remember me.

—¿Por qué sonríes, Bella? —preguntó Angela amistosamente, viendo cómo miraba el cartel promocional de la película—. Es guapo, ¿verdad?

—Sí que lo es… —murmuré.

—Algunas tienen suerte —comentó ella entre risas, y alcé una ceja interrogativamente—. Oh vamos, mírate… Si te encontrases con él, dudo que te negase el deseo de pasar una noche juntos.

No pude evitar reír con ella, aunque no estaba muy convencida de si lo decía en serio o sólo era para conseguir que me abriese y así empezar a ser amigas.

Los chicos no se quejaron demasiado por ver una película de género romántico, ya que según ellos la protagonista femenina era algo digno de ver.

Así que ahí estaba yo, en la misma sala de cine que hacía unos días, viendo la misma película pero en un contexto totalmente diferente. No había ningún Jasper por el cual preocuparse, ahora podía morderme el labio, dejar que la lujuria sacudiera mi cuerpo e incluso soltar pequeños chillidos emocionados en un tono lo suficientemente bajo para que los oídos humanos no los percibieran. Al final, iba a resultar que era divertido salir con gente de sangre caliente.

—¿Quieres? —Jessica, que se había sentado a mi derecha, me tendió el paquete de palomitas.

Miles de respuestas ingeniosas se agolparon en la punta de mi lengua, pero al final me decidí por algo simple.

—Oh, no puedo —comenté, en tono triste—. Es que sigo una dieta especial.

—¡Pero si estás delgadísima! —cuchicheó ella, escandalizada.

—No es para perder peso… Es que soy alérgica a muchos alimentos, por eso debo andar con cuidado —suspiré y esperé a se creyera mi mentira—. Ojalá pudiera disfrutar de cualquier comida como vosotros.

—¡Pobre! —musitó Jessica, y retiró las palomitas al instante.

No pude evitar sonreír, divertida, cuando noté que se pasó el resto de la película intentando esconder toda la comida que llevaba de mi vista para que así no lo pasara mal. En el fondo, era una buena chica.

Cuando la película acabó, abandonamos la sala entre comentarios acerca de ella. A todos les había gustado, aunque por motivos diferentes, por lo que habían sido unas horas satisfactorias. Miré de reojo a Jessica y vi que hablaba muy animadamente con Mike Newton, alias "el Cerdo de Mirada Asquerosa". Me acerqué hasta ella para indicarle que me marchaba ya, por si quería que la dejara en casa.

—Ah Bella… —me dijo nerviosamente, cuando me vio andando en dirección suya. Después bajó el tono—. Mike quiere invitarme a cenar, así que iré con él…

Detrás de ella, Mike me miraba lascivamente mientras se mordía un labio y movía las cejas de arriba abajo, insinuándoseme. Sentí arcadas.

—¿Estás segura? —pregunté, preocupándome por ella. No quería escuchar en las noticias al día siguiente que habían violado a una joven en las inmediaciones de la ciudad.

—Sí, creo que me gusta bastante…

Suspiré y asentí, lo mismo con ella era todo un caballero. Dejé atrás al grupo de jovencitos, despidiéndome con una mano y prometiéndoles que volvería a salir con ellos.

El Mercedes estaba relativamente cerca, por lo menos yo sí que podía verlo desde donde me encontraba, aunque dudaba que Angela o Jessica pudieran. Iba pensando en cómo se había desenvuelto la tarde, en lo complicada que era mi vida. Un día estaba aislada en mi habitación, sintiéndome la persona más desgraciada del mundo, y al siguiente salía con personas de casi ochenta años menos que yo. El asunto tenía un cariz cómico lo mirara por donde lo mirase, sabía que Emmett se reiría con todas sus fuerzas cuando le contara mi tarde, pero no me importaba. Me sentía algo más alegre, era la primera vez en toda mi existencia inmortal que me atrevía a compartir tiempo con humanos fuera de las aulas del Instituto o la Universidad. Estaba orgullosa conmigo misma. Iba pensando en todo eso cuando sentí que mi móvil vibraba levemente, no de la misma forma que cuando me llamaban o me mandaban un mensaje. Lo saqué rápidamente, ya que eso sólo podía significar una cosa: iba a recibir una llamada y las ondas estaban empezando a llegar al aparato. Dicho y hecho, fue al abrirlo cuando comenzó a sonar el tono de llamada que le tenía asignado a Jasper.

—Hola Jazz, ¿qué pasa? —pregunté, dividiendo ahora las funciones de mi mente en varias: mis pensamientos sobre la vida en general, la conversación con mi hermano y la coordinación de los movimientos para evitar obstáculos, ya que iba mirando distraídamente el suelo.

—Hola Bells, ¿sigues con los humanos? —Jasper se mostraba escéptico en todo lo que significase juntar humanos con algún miembro de la familia; era el vegetariano más reciente y el único que se había permitido siglos de sangre humana.

—No, voy ahora para casa.

—¿Cómo ha ido la cosa? —quiso saber, interesado.

Sonreí, mi relación con Jasper era muy especial. No hablábamos mucho, pero nos conocíamos plenamente.

—Uf, he tenido a una humana en el Mercedes durante veinte minutos…

—¡No! ¡Mi precioso regalo de cumpleaños! Ahora sentiré ganas de roer los asientos cada vez que entre en él… —bromeó y no pude evitar reír.

—Esta noche cogeré el bote de lejía y lo desinfectaré para que… —me callé abruptamente al darme cuenta de lo que acababa de pasar.

Un chico que llevaba un gorro de lana, de más o menos mi edad —la humana, claro— había colisionado contra mí, una mala idea si se tiene en cuenta la dureza de mi piel. Por eso, no me extrañé al verlo caer al duro asfalto, derramando el café que tenía en la mano sobre su suéter de lana gruesa de color azul marino.

—¡L-lo siento! —tartamudeé, y no supe si darle la mano para ayudarlo a levantarse. Si lo hacía corría el riesgo de que notara cuán fría estaba y la fuerza que podía tener.

Sin embargo, lo que no esperaba fue en el momento que él levantó la cabeza y me miró fijamente a través de los oscuros cristales de sus gafas de sol, yo soltara el móvil que aún llevaba en la mano, consiguiendo que este chocara contra el suelo, rompiéndose así la pantalla táctil.

¿Qué clase de vampiro dejaba caer las cosas? La respuesta estaba clara: aquellos que cuando paseaban por la calle, se chocaban con sus ídolos cinematográficos.

3 comentarios:

Inma dijo...

oh! no nos puedes dejar asi... quiero saber que pasa!
espero que publiques mas pronto! me encanta esta historia

diana dijo...

hya hay nooo te la puedo creerrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr nooooo!!! porq me dejas asiiiiiiiiiiiiiii

Beth dijo...

Increible!!!Y ahora qué pasará? En el próximo episodio, verdad? Que cruel eres.
Me gusta, me gusta, me gusta...