Renacer
Edward's P. o. V.
Dios no podía existir. Y si existía, debía tenerme en su lista negra.
Cada centímetro de mi cuerpo me abrasaba. Si tuviera la fuerza de alzar los párpados y enfrentarme a la realidad quizá todo hubiera cobrado sentido. Esperaba encontrarme ardiendo en una pila, como si se me hubiera juzgado por hechicería en la Edad Media. Pero no podía mover un centímetro, tal vez fuera un mecanismo de protección. Lo curioso es que, a pesar del dolor, las voces de mi alrededor no callaban nunca. Debía estar muerto, serían mis demonios personales que me perseguían y me hablaban de vampiros y de beber sangre de animales.
Por muy agónico que fuera mi estado, no podía deshacerme de la imagen de Bella en mi apartamento, de su piel centelleante y su figura esbelta y poderosa. ¿Sería parte de mi estancia en el infierno? ¿Habría sido una alucinación provocada por la muerte? Pero no podía estar muerto, de hecho mi corazón palpitaba y el dolor era un indicador de que seguía en mi cuerpo humano.
Quería gritarle a aquellas voces parecidas a campanillas que acabaran con mi vida, que no postergaran más mi inútil sufrimiento. Mi corazón no iba a aguantar mucho más ese ritmo desbocado. Y entonces, escuché la voz de Bella, estaba seguro. Me contaba algo acerca de los hongos de los pies, por lo que debía ser producto de mi imaginación. Me arrepentía de haberla engañado. Si hubiera sido honesto, su versión diabólica no me perseguiría en sueños ni me leería sobre hongos contagiosos mientras me torturaban con carbones al rojo vivo.
Por favor, para, pensé. "Lo siento", contestó ella en voz alta. Me duele, me muero. "Lo siento tanto", volvió a decir. ¿Cómo podía escucharme sin haber yo movido los labios? Y sabía que no lo había hecho, apenas tenía fuerzas para arquearme de dolor, el simple hecho de pensar en mover un músculo facial hacía que las llamas se enfureciesen y quemaran todo a su alrededor.
¿Por qué no huele a carne quemada? ¿Por qué no huele a pelo chamuscado? "Lo siento, Edward. Lo siento". La voz de Bella seguía con su cantinela. ¡No lo sientas tanto y tírame un cubo de agua!, le quería gritar. Pero sólo era eso, una voz. No podía acompañarla su precioso cuerpo, si ella hubiera estado ahí me habría ayudado a salir del furioso fuego.
Me dediqué a contar los segundos. Como perdí la cuenta, me propuse clasificar las voces que escuchaba. Estaba la de Bella, por supuesto. Era la que más sonaba a lo largo del día. Después estaba la del hombre loco que hablaba sobre seres inmortales y vegetarianismo —¿qué tendría que ver una cosa con la otra?—. También había una que era especialmente aguda, casi insoportable en momentos tan cruciales como cuando te están torturando. Otra, más grave y de una feminidad aplastante. Había un hombre que solía reírse por todo, en especial de mí, y no sabía por qué, no había nada de gracioso en mi situación. Y por último otra de fémina, muy cariñosa y agradable, casi maternal. ¿Me había vuelto loco de un día para otro?
Y de nuevo, la voz de Bella eclipsaba a las otras y me hablaba sobre una mujer que no sabía decidir qué pintauñas usar para asistir a una gala benéfica. Entonces ella añadió que la manicura francesa era muy hortera, que en los últimos diez años había perdido todo el glamour y que era mejor apostar por un tono mate, sin brillo. Por favor, prefería morir calcinado antes que ser consciente de que tenía demencia senil a los veintitrés años. Sin embargo, era agradable tenerla siempre en la cabeza. Me ayudaba a soportar el dolor y a gritar menos. Si sobrevivía estaba seguro de que tendían que operarme de urgencia de las cuerdas vocales.
El sufrimiento seguía y llegué a pensar que el resto de mi existencia sería así. Recordé la discusión que había tenido con mi padre, que era de Dublín y bastante conservador, sobre la eutanasia. Siempre la había defendido, pero ahora es que simplemente la veía necesaria y vital. Necesitaba veneno o algo que acabara con mi agonía.
Y sin embargo, podía notar como las llamas se alejaban de mis extremidades y se deslizaban hacia mi corazón. Tardaron en llegar, y supe que cuando lo hiciesen sería el fin para mí. Por una parte estaba aliviado, no tenía fuerzas para sufrir más, pero tampoco quería morir de esa forma.
—¡Escuchad! —dijo de repente la voz aguda, y no hubo sonido alguno a mi alrededor, sólo escuchaba a mi corazón, que se había calmado en su lucha contra el fuego. Después noté como alguien se acercaba y me liberaba, ya no sentía presión en los brazos y piernas, podía moverlos.
—Qué yuyu —murmuró la voz que se reía de mí constantemente—. Estamos escuchando como una persona muere.
¿Eso era lo que pasaba? ¿Estaban todos acompañándome en mis últimos momentos? No debían ser tan malvados al fin y al cabo. Quizá estuviera en un hospital, ahora que el dolor no me obstruía los sentidos podía escuchar un aparato de control cardíaco, que sonaba muy débilmente. Me centré en él y casi grito cuando no volvió a emitir pitidos.
Era oficial, estaba muerto.
Pero entonces, ¿por qué seguía pensando? ¿Por qué tenía la sensación de que podía abrir los ojos y caminar? Aún recordaba el dolor, pero mi cuerpo se encontraba en perfectas condiciones. Sólo me dolía la garganta, pero supuse que sería por haber gritado de esa forma durante los días que me había pasado tumbado en la camilla. Poco a poco, decidí probar suerte y entreabrir los ojos. Lo que vi entre mis pestañas me fascinó. Había una pequeña constelación que se formaba debajo de los focos de luz que coronaban el techo. Cuando me fijé con más claridad me di cuenta de que eran moléculas de polvo, que danzaban las unas con las otras. ¿Me había vuelto para reencarnarme en una persona menos defectuosa? Entonces, en mi cerebro hubo ruido. Era molesto, como si acabara de salir de un concierto de música estridente y tuviera las canciones aún grabadas en mi interior. O como si estuviese escuchando una emisora de radio mal sintonizada.
En el momento en el que fui consciente de que no estaba solo, algo me hizo saltar de aquella improvisada camilla de hospital para situarme detrás de ella. Entonces los vi. Eran los propietarios de las voces demoníacas, que venían a por mí. Encorvé la espalda involuntariamente, enseñé los dientes sin saber por qué y rugí con fuerza, dispuesto a defenderme.
Eran una estampa perfecta. No había arrugas en sus rostros ni tampoco kilos de más o simplemente rasgos mundanos. Estaban rodeados de una aura de perfección que me hacía sentir confuso.
El hombre más alto y rubio expandió los brazos para proteger a dos de las mujeres, mientras que el grande se ocupó de otras dos. Entonces fue cuando me fijé con detenimiento en una de ellas. Era Bella. No había sido mi imaginación. Sacudí la cabeza para deshacerme del murmullo ininteligible que se formaba en torno a mi cerebro.
—¿Edward? —musitó con su angelical voz mientras andaba hacia mí.
—¿B-Bella? —Me aterroricé. Aunque sabía que había hablado, la voz no se parecía para nada a la mía.
Fue al hablar. En el momento que empleé el lenguaje, unos gritos ensordecedores taladraron mi cerebro y pese a mis recién adquiridos reflejos, me vi cayendo poco a poco y no pude usar las manos. Estaba demasiado ocupado intentando estrujarme la cabeza con ellas.
—Dios mío, ¿qué le pasa? —gritó la voz amable.
—Alice debería salir de aquí, no creo que su comportamiento esté siendo normal... Quizá la ponzoña de Bella haya hecho un mal trabajo y... —cavilaba a un volumen demasiado ensordecedor el rubio.
—¿De verdad es un vampiro? Pues vaya mierda de vampiro, que se cae solo —bramó el insoportable grandullón.
—¡CALLAD! —grité con todas mis fuerzas—. ¡CALLAD DE UNA MALDITA VEZ!
Entonces vi que todos me miraban con los ojos fuera de su órbita y mantenían los labios sellados, pero los gritos seguían. Y encima se unió el ruido de coches al pasar por una carretera cercana, los sonidos de los animales que debían estar cerca, el viento que azotaba en el exterior, y me sentí más abrumado aún. Quería llorar y arrancarme la cabeza, pero me di cuenta de que era incapaz de derramar lágrimas.
—¿Pero qué demonios...?
—Jamás, en mis casi cuatrocientos años de existencia, había visto algo así...
—Está loco, el primer vampiro loco de la historia.
—¡NO SOY UN PUTO VAMPIRO! —exclamé, levantando un dedo y señalándolos desde el suelo—. ¡ESTÁIS LOCOS, TODOS VOSOTROS LO ESTÁIS!
Vi la expresión asustada de Bella y me encogí. A ella no la escuchaba gritar, quizá no tuviera nada que decirme. No entendía la situación y los gritos unidos al dolor de garganta eran insoportables.
—Un momento —dijo entonces Bella, en voz más baja que los demás y moviendo los labios—. Salid todos.
—No pienso salir de aquí y dejarte con él, Bella —escupió el rubio—. Es más peligroso de lo que habíamos pensado.
—Está loco.
—Me da hasta miedo...
—¡Jasper, sé cuidarme de mí misma! —gritó Bella encarando al rubio llamado Jasper.
—¿Sí? ¡Pues mira donde nos has metido! —exclamó él de pronto.
Todo pasó muy rápido. Bella rugió con una fuerza ensordecedora, los gritos aumentaron hasta un nivel insoportable, Jasper puso una pose defensiva y Bella se tiró encima de él, pero fue capaz de esquivarla.
—¡BASTA! —gritó el otro rubio con voz autoritaria. Inmediatamente, Bella se quedó quieta como una estatua—. Jasper, sal de aquí. Los demás, acompañadlo.
—Pero... —empezó a decir Jasper.
—¡Sal de aquí! Yo me quedaré con Bella.
Una vez salieron todos los demás de la estancia, los gritos amainaron, aunque no demasiado.
—¡Más lejos! —gemí mientras me retorcía en el suelo.
Noté la mirada confusa de Carlisle y mandó a todos a salir de la casa. Hasta que no escuché la puerta principal abrirse y cerrarse las voces no se callaron.
—¿Qué le puede pasar? ¿Verá el futuro al escucharnos? ¿Sabrá que es lo próximo que vamos a decir porque...?
—¡Cállate por favor! —supliqué—. O no grites tanto...
Bella me miró con el entrecejo fruncido y se arrodilló a mi lado. Di un espasmo y me alejé de ella, me sentía tan débil que todo lo veía como un próximo ataque hacia mi persona.
—Edward... Tranquilo —susurró ella—. Todo está bien. —Después miró asustada a Carlisle, que seguía gritando posibles diagnósticos. Me alejé cuanto pude de él para que la intensidad disminuyera.
—Edward necesito que me escuches —habló Carlisle en voz baja.
—Llevo escuchándote todo el tiempo —bufé yo. ¿Acaso se creían que era sordo?
—Pero si no he hablado —murmuró Carlisle en dirección a Bella—. ¿Has escuchado algo que haya dicho yo, aparte de ahora mismo?
—No —susurró Bella.
Me miraron fijamente y me sentí desnudo ante sus ojos. Volví a arrastrarme en dirección contraria por si me atacaban, seguía sin sentir fuerzas para defenderme de algo imprevisto.
—¿Será capaz de escuchar lo que pienso? —bramó Carlisle.
—¿Cómo voy a ser capaz de eso? —escupí, cansado.
Entonces, Carlisle que estaba de cuclillas, se levantó de un golpe y abrió desmesuradamente los ojos.
—¿Me escuchas?
—Sería imposible no hacerlo. Posiblemente en el pueblo más cercano también te hayan escuchado... —gruñí, de mal humor.
—¡Dios mío! —gritó de forma más débil Carlisle—. ¡Bella, Edward lee los pensamientos!
Bella abrió desmesuradamente la boca y me miró, esperando algo.
—Te aseguro que no leo nada —suspiré yo.
—Me llamo Carlisle Cullen y nací en 1640, en Londres.
—¿Quién se va a creer que tienes trescientos setenta años? —inquirí yo—. Es absurdo.
—¡Es verdad! ¡Puedes leer los pensamientos! Carlisle no ha dicho nada —exclamó entusiasmada Bella—. Es un poder muy útil, Edward. Carlisle... Me recuerda al de Aro, sólo que no parece necesitar tocar a nadie.
Se sumieron en una conversación de investigación y me vi de nuevo abrumado por el volumen de la voz de Carlisle, porque me negaba a creer que eso pudiera ser su pensamiento.
—Lo siento, Edward —sonrió él—. Intentaré no pensar delante de ti.
—¡Que yo no hago nada de eso! —exclamé, harto.
—Edward... —susurró Bella—. ¿Escuchaste lo que te contamos durante la... transformación?
—¿La historia de vampiros que beben sangre de animales? Me entretuvisteis mucho, gracias —respondí sarcásticamente.
—Esto va a ser más difícil de lo que pensaba... —vociferó Carlisle y vi a la perfección que no había movido ni un músculo facial.
Me congelé. ¿Sería cierto que yo...? No podía ni pensarlo. Era la idea más estúpida que había escuchado.
Bella volvió a contarme la misma historia, asegurándome que era un vampiro. Intenté no reírme de ella, y cuando vio que no le hacía ningún caso suspiró.
—Está bien. —Fue hasta el gran ventanal y lo abrió de golpe—. Ven aquí, Edward.
Sin saber por qué, me levanté y la seguí. Había algo que me hacía depender de ella, aunque lo que realmente quería era esconderme en una cama y no salir nunca más. Cuando me puse a su lado, la miré, esperando indicaciones. Ella no gritaba, y era un cambio agradable.
—Salta —me pidió.
Miré hacia abajo y me asusté. Estaba alto, no tanto como para matarme pero sí como para romperme una pierna o un brazo. Cuando Bella vio mi rostro de incredulidad sonrió.
—Fíjate. —Sin apenas impulso se tiró por la ventana y grité de la impresión. Vi como caía libremente y en una mala postura, con las piernas flexionadas. Sin embargo, aterrizo de cuclillas y se irguió al instante—. Salta, Edward.
Le dirigí una mirada asustada a Carlisle.
—No te va a pasar nada.
El hecho de que no moviera los labios me asustó aún más. Suspiré con fuerza y me tiré al vacío. Grité, pero aterrice sobre mis pies sin tan siquiera balancearme. No había picor en los dedos de los pies ni dolor, estaba entero y la adrenalina se acumulaba dentro de mí.
Bella, muy sonriente, trepó por la pared hasta el balcón, y sintiéndome valiente la imité. No me podía creer lo que había hecho cuando volví a estar de pie, junto a Carlisle.
—¿Nos crees ahora, Edward?
—No hagas eso —le pedí. Me froté las sienes con fuerza y los encaré—. ¿Me estáis diciendo que realmente me tengo que alimentar de sangre animal?
—Es tu decisión —dijeron los dos a la vez.
—La alternativa es sangre humana, ¿no? Y eso aliviará el maldito dolor de garganta que tengo.
—Así es —sonrió tristemente Bella—. Todo depende de cómo quieras pasar el resto de tu existencia. Yo no podría soportar matar a otras personas.
Realmente no la escuchaba. Estaba demasiado absorto recogiendo todos los detalles de su cuerpo y su rostro. Era tan perfecta ante esta nueva forma de mirar que sabía que si hubiera podido, habría llorado. Era como observar un buen cuadro si te gustaba el arte, sentía un peso en el interior que no podía explicar. Entonces recordé lo enfadada que debía estar conmigo y me sentí más desdichado que nunca. Tenía que solucionarlo, necesitaba su perdón.
—Carlisle —musité avergonzado—. ¿Puedo hablar a solas con Bella?
—Es peligroso, aún no ha experimentado con su fuerza de neófito, no sabe de lo que es capaz y...
—No voy a hacerle daño a nadie —dije de forma sincera. Lo último que quería era dañar a Bella.
Esta sonrió y salió de la habitación con andar elegante. La seguí y noté que quería internarse en el bosque para tener más privacidad. Una vez hubimos llegado al sitio que vio oportuno, me volvió a sonreír tristemente.
—Siento todo esto, Edward...
—Soy yo el que quiero pedirte perdón —me sentí con fuerzas incluso de torcer la sonrisa. Ignoré por completo el dolor de garganta y suspiré—. No debía haberte mentido.
—Ya lo sé —dijo ella, tajante—. Pero yo soy la responsable de tu situación, y creo que si no me has culpado aún es porque no eres consciente de ella...
Me quedé estático.
—Sé que tenías problemas de corazón, y yo te provoqué un infarto. Fui demasiado impulsiva, y ahora no hay vuelta atrás. Siento haberte arrebatado todo...
—¿Qué quieres decir? —musité.
—Bueno, ahora es imposible que te mezcles con humanos y... al fin y al cabo ellos morirán, tampoco sería una buena idea que...
Me encorvé. ¿No iba a ver más a mis padres? Había huido de Londres, pero en mi interior sabía que volvería. Mi madre se quedó destrozada tras mi partida y le prometí volver a verla me costara lo que me costase. Sólo necesitaba unos meses para mí. Pero según Bella, jamás podría acercarme a ellos. Los vería morir. A ellos y a todos mis compañeros de clase, del conservatorio... A todo el mundo. La ira se apoderó de mí, y empecé a temblar descontroladamente.
—Yo... Lo siento, Edward. Era esto o dejarte morir —susurró ella—. Te tenía en mis brazos y... ¡No sabía nada de ti! Sólo que me metiste, no sabía si tenías una vida en otro sitio fuera de Port Angeles... Sentí tanta pena al verte así que...
Fue más de lo que podía soportar.
—¡Pues no sientas más pena por mí! —grité, y mi voz retumbó haciendo que a lo lejos varios pájaros emprendieran el vuelo—. ¡No merece la pena!
Le di una patada a la raíz de un árbol que sobresalía y sentí un curioso placer al ver que salía disparada. Le pegué otra a un enorme pedrusco y se partió en mil pedazos.
—¡Yo no pedí esto! —bramé mientras me ocupaba de destrozar todo. Bella seguía en el centro, mirándome aterrorizada—. ¡No pedí nada de esto, joder! ¡Haberme dejado morir! ¿Qué voy a hacer ahora? ¡Estoy solo!
Tumbé un pequeño árbol y fui consciente de mi estupidez. Me había vuelto loco momentáneamente, pero al fin y al cabo era lo que todos estaban esperando. Necesitaba descargar mi fuerza sobre algo y al ver el pequeño cuerpo de Bella frente a mi tuve miedo. Quería tirarla sobre el césped y tener sexo con ella durante un día o dos, lo que fuera preciso para aliviar la tensión que me recorría. También necesitaba arrancarme la garganta.
—Edward, tranquilízate —me susurró y estuve a punto de perder la cordura.
Le dirigí una mirada torturada y me agarré con fuerza del pelo, tirando de él. Gemí con fuerza e hice lo que mi cuerpo me pedía. En media milésima de segundo estaba a su lado, besándola con violencia mientras ella se mantenía estática, asustada. Seguía dándole pena, estaba seguro. Me aparté, dolido, y no pude hacer otra cosa que arrancar otra raíz de cuajo, gruñir como si fuera un animal y correr en dirección contraria. Entonces identifiqué lo que me ocurría: tenía miedo de mí mismo.
Bella's P. o. V.
Acababa de ocurrir lo más raro del mundo. Edward me había besado de una forma tan pasional que no supe reaccionar. Después, huyó. Intenté seguir su rastro, pero al ser neófito era cien veces más rápido que yo. Pasé una hora recorriendo los bosques de Forks, sin dar con él. Sabía que mi familia estaría preocupada, por lo que giré sobre mis pasos y con unas enormes ganas de llorar, volví a casa.
Esta vez fui yo la que se dedicó a destrozar el bosque, enfadada por haber perdido a Edward el mismo día que había despertado.
10 comentarios:
Amo esta Histoooriaaa quando se va a publicar otro capiii?? xDÉ
wwooOOw!!!
laura eres lo mejoOR!!
esta super esta historia...
hay mas accion hehee y me gusta :D
qiero otro cappi!!! :D
Saludos a todas
hayaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa por diosssssssssssssssss q capiii sisisisis
hoolaaa!!!
uff acabo de conseguir este blog en la web..
y waao son lo maxino!!!
intentare ponerme al dia rapidito en todas las historias que tienen!!
xfa pasate x el mio y me dices q tal te parece!!
http://lunacrecientehistory.blogspot.com
es sobre la continuacion de la saga twilight
grax
bye
kisses
Ay!!! Esta super esta historia... esta... que no puedo ni siquiera eexplicarlo con palabras, por favor otro capi, por favor. La historia, bueno una de las más padres que he leído, porque ni he leído tantas y todas me han gustado. Bueno adiós. Besitos a todas y OTRO CAPI POR FAVOR.
jajaja q finooooo http://bffbestfriendsforever.jimdo.com/
ME ENCANTAAA!! no nos dejes con la intriga mujer! xD q sto estaa mu interesante :P jejej
lo mejor sq dejas con toda la intriga y eso ace q la gente kiera leer mas y mas jejej a ver si subes otro capi q me a encantado TODO! xD bssitos!
wenaas =) me llamo rebeka y tego q admitiir q solo me e leido 2 sagas en mi vida.. una crepusculo y sinceramente si sto fuera una saga serian 3! me a encantado!! a edward nunca lo abria visto de esa manera ni a bella de la otra, son 2personas completamente distintas pero parecidas al personaje al mismo tiempo :P xD solo espero q bajes mas capitulos! stoy ansiosaa x leer el siguiente xDD besoteeees! (L)
super genial ojala pronto subas el otro capitulo jajajajaja
Por favor, por lo que mas quieras, no nos dejes asi!
Continúa las 3 historias que las dejaste ten interesantes y ya no las continúas, te pido porfavor que continues con las historias porque es muy importante para nosotras que lo hagas. Un saludo, con cariño
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